El edificio hotelero y la calle Londres, en imagen de Santiago Mora, c. 1950.
La clásica connotación pecaminosa y clandestina de la muerte violenta en mujeres trabajadoras de la prostitución, a lo Jack el Destripador y otros casos policiales parecidos, era algo que todavía podía impresionar al Chile de los años sesenta. Cada suceso de este tipo causaba conmoción, avalanchas de especulaciones y verdaderos sentimientos de terror colectivo en ciertas oportunidades. Algunas víctimas hasta terminaban convertidas en santas populares, como fue el caso de Irene del Carmen Iturra, la famosa animita de Botitas Negras del cementerio de la minera ciudad de Calama, asesinada en 1969. Las ocasionales pero muy reales muertes de las “chiquillas” pasaban rápidamente al legendario nacional, además, no viendo siempre la luz de un caso resuelto.
Casi como buscando coincidencias con la huella del mismo Jack el Destripador, uno de los casos policiales más sobrecogedores en el Santiago de entonces sucedió en una calle llamada Londres, junto a adoquines tan pintorescos como los del viejo Whitechapel y en un barrio por entonces oscuro y siniestro, mucho antes de ser el centro de actividad turística y patrimonial que es hoy. Como en el caso del misterioso monstruo descuartizador británico, el asesino chileno también devanó los sesos a la policía local, pudiendo haber pasado libre de polvo y paja de no ser por una increíble casualidad.
Por entonces, últimos años de la intensa bohemia de las noches de plata de Santiago, muchas prostitutas aparecían por la Alameda Bernardo O'Higgins entre la Universidad de Chile y la Iglesia de San Francisco, hacia el empalme con calle Estado. El ostentoso barrio de la Manzana Modelo de París y Londres perdido sus originales esplendores, cayendo en un período de nieblas y decadencia tras la desaparición de la famosa Pérgola de las Flores: sus cuadras con suntuosos edificios de renombrados arquitectos, y todo el vecindario adyacente al convento, alternaba a la sazón viviendas mal conservadas con burdeles y moteles.
En
tanto, una nutrida telaraña intelectual y recreativa tenía campo a sus anchas en el contorno:
se dispersaba a ambos lados
de la principal arteria capitalina, en el mismo sector por donde las niñas de
la noche esperaban atentas para capturar con su red de encantos a algún
borrachín o noctámbulo cachondo recién salido de Il Bosco, La Isleña o El Negro
Bueno. Ahí estaban paladines de la crónica bohemia como Osvaldo
Rakatán Muñoz, Renato González Moraga, Enrique Lafourcade, Tito Mundt y
Oreste Plath, entre muchísimos otros. Otros boliches se encontraban en el extremo opuesto al sur del mismo barrio, por calle Alonso de Ovalle, como la aún sobreviviente chichería D'Jango, abierta en los años sesenta.
Cuenta Plath en "El Santiago que se fue" que, en una tibia trasnochada veraniega de un miércoles en aquellos años, estaban todos los comensales en plena actividad de alegrías dentro del histórico café y bar de Il Bosco, como siempre brindando y celebrando hasta la amanecida. De un momento a otro, entró al baño del local una de esas conocidas ninfas de la noche en la Alameda. Esto no era una situación extraña: las patines y trotonas solían pasar por esos varios boliches no solo pidiendo prestado el baño, sino también a tomarse fugazmente algún trago o retocarse con cosméticos de cara a los espejos.
La muchacha de aquella noche en particular era Marta Irenia Matamala Montecinos, de jóvenes 23 años de vida, como tendrían oportunidad de enterarse todos poco después al leer las páginas de crónica roja. Conservaba bien su belleza juvenil en una figura esbelta que muchos le celebraban, por lo que era bien advertida en ciertos tramos del ambiente de bohemios y vividores. Tanto fue así que, al ingresar a Il Bosco, los borrachines la reconocieron y aplaudieron de entrada y de salida, de acuerdo a lo relatado por el autor, de seguro paseando sus atractivos entre miradas libidinosas y viejos verdes, vistiendo zapatos y cartera color lila.
Eran ya las horas iniciales de ese 24 de enero de 1968, en la última noche de la corta vida de la lozana muchacha, apodada como la Mariposa Nocturna por los compadecidos de su triste final.
Tras su fugaz pasada por Il Bosco, la trágica Marta volvió a su puesto callejero buscando clientela en la vereda norte de la Alameda. Eran poco más de 5:10 de la madrugada cuando un misterioso hombre la contactó esperando ser su cliente. Él habría rechazado a todas las otras chicas y la escogió directamente a ella, según se dijo entonces. Testimonios de esos últimos sucesos en la vida de la joven los aportaron, entre otros, su amiga y colega llamada Olga Parada, quien también se encontraba presente entre el grupo de chicas del sector. Fue ubicada otra prostituta de calle San Antonio apodada La Meche, a los tres meses de estos hechos, aportando más detalles para la investigación.
Marta y su extraño cliente atravesaron la Alameda en dirección
al barrio de calles París y Londres,
para consumar el servicio sexual en alguno de los hoteluchos del europeísta vecindario.
Llegaron así al Hotel Princesa, una de las principales sedes de amor pasajero en
el sector, en la dirección de Londres 49, más o menos una cuadra o cuadra y media al interior. La calle aún no era una peatonal en esos años, aunque pocos o ningún vehículo circulaba por ella a tan altas horas de la noche.
Aquel edificio no podía ser más ad-hoc a los hechos macabros que estaban por ocurrir: un castillo de tres pisos, de alta aguja con mirador a la altura de un cuarto nivel, con ventanas arqueadas en la fachada y esa elegancia siniestra de las mansiones embrujadas, de grandes caserones habitados por espectros y espantos asustando a los vivos. Fue obra del arquitecto Eduardo Muñoz y, desde su construcción en 1925, ha sido todo un símbolo e icono para las postales del maravilloso vecindario. Desde fines de aquella década había tenido allí también su residencia el aristocrático matrimonio de don Jaime Larraín García-Moreno y doña Elena Valdés, con sus hijos. Ya en los treinta, don Jorge Marambio vendió esta propiedad a don Francisco Unzueta, transacción ejecutada en 1938. El inmueble fue convertido en hotel parejero al pasar el siglo, más o menos.
Marta conocía el hotel y el ambiente de todo el barrio, desplazándose con seguridad por el mismo; quizá con excesiva confianza, según todo sugiere. Según detalla un reportaje del periodista Manuel Torres Abarzúa publicado en “La Cuarta” (“Enano Maldito extinguió a mariposa nocturna en Hotel Princesa”, año 2006), al llegar a las pesadas puertas del hotel con su secreto acompañante, ella tocó rutinariamente el timbre de acceso al castillo, procediendo a hacer ingreso.
Una vez al interior del hotel, ambos pasajeros fueron atendidos por la camarera Julia Isla Guíñez, quien condujo a la pareja hasta la habitación número dos del conjunto, como tal vez había hecho innumerables veces ya con la misma muchacha... Pero esta visita estaría lejos de ser como todas.
Nada raro sucedió hasta unos 20 minutos después de encerrarse ambos en el cuarto: sonó el timbre de servicio, accionado desde el interior de la habitación y, como era esperable, la camarera acudió al llamado. Sin embargo, Julia no pudo abrir la puerta cerrada desde adentro, lo que encendió sus preocupaciones. Como golpeó y llamó varias veces sin recibir respuesta, abrió con sus llaves la puerta descubriendo con horror al cuerpo de la estilizada mujer en el suelo, ensangrentado con la garganta abierta y vestida solamente con su sostén suelto.
El misterioso y escurridizo acompañante de Marta se había desvanecido como el éter, o mejor dicho el ectoplasma. Se marchó misteriosamente y sin ser advertido, llevándose toda la recaudación que la víctima guardaba en su cartera, ahora vacía.
El hotel, ayer y hoy: A la izquierda, su siniestro aspecto en 1968, cuando era el Hotel Princesa y la calle tenía tránsito vehicular, en imagen de reporte gráfico a las pocas horas después del crimen, mientras era objeto de las pericias policiales. A la derecha, el actual edificio, donde funciona el turístico Hotel Vegas.
Izquierda: Marta Irenia Matamala, la trágica víctima del "Enano Maldito", en el retrato fotográfico que se publicó por entonces la prensa. Derecha: policías y funcionarios del Servicio Médico Legal retiran el cuerpo de la mujer, en imagen publicada por el diario "La Cuarta".
A la izquierda, Moisés Muñoz. A la derecha, Jorge González. Fuente imagen: sitio FB del Museo Histórico Policial de Chile.
Izquierda: fachada de Il Bosco durante los años sesenta, en imagen publicada por Pedro Encina en el sitio Flickr Santiago Nostálgico. Derecha: el odioso "Enano Maldito" de las caricaturas políticas de Orsus, celebrando la elección de Salvador Allende en la famosa portada del diario "Puro Chile".
Según agrega Plath, aquello había sucedido solamente cerca de una hora después de haber sido vista por última vez tan radiante y provocativa en las alegres dependencias de Il Bosco. Interrogada por la policía y aún en estado de shock, la camarera Julia había declarado que el enigmático asesino debió haber pasado por detrás suyo tras cometer el crimen, sin que lo notase, ya que al abrir la puerta del cuarto solo vio a la joven sobre un charco de sangre. Cuando regresó buscando al sujeto, simplemente este había desaparecido, según lo que indicarían después periódicos como “La Tercera" del 25 de enero siguiente.
La noticia había llegado rápidamente a los medios, causando estupor entre quienes reconocieron a aquella infortunada chica. También se supo que la difunta Marta, asesinada con dos profundos cortes en el cuello según precisó el análisis tanatológico, tenía una hijita de solo tres años en aquellos días. Su rostro aparecido en la prensa pudo ser reconocido también por los parroquianos de la noche profunda en la Alameda.
Pese a toda la confusión, la brigada de homicidios de la Policía de Investigaciones pudo obtener una descripción del tipo: moreno, de modos tímidos, cabezón y con cerca de un metro y 50 centímetros de altura, razón por la que la prensa y la opinión pública comenzaron a hablar de él despectivamente como el “Enano Maldito”. El sensacionalismo que ya existía por entonces en la prensa nacional también explotó este apodo para dar una connotación más monstruosa y aterradora al ya suficientemente abominable homicida, cristalizando el caso como el Crimen del Enano Maldito, quien fue llamado de manera secundaria también como el "Negro", el "Enano Degollador" y el "Asesino de Calle Londres".
La descripción del repugnante personaje provocó una gran psicosis en la bohemia de entonces y una cuasi desesperación por darle captura, ambiente de balizas rojas y alertas que anticipó por mucho a otro aun peor, observable tiempo después en el caso de los Psicópatas de Viña del Mar en los ochenta. El pánico -o como se pueda llamar al sentir colectivo de entonces- cundiría luego que el retrato hablado apareciera publicado en la prensa, confeccionado con las vagas descripciones dadas por testigos como Julia y Olga. Las otras compañeras de trabajo de la fallecida agregaron que el criminal tenía detalles como "rostro de indio", algo que se intentó incorporar en la misma reconstrucción gráfica de su aspecto.
Sin embargo, apelando a la sensatez y la mesura, algunos periodistas no quedaron convencidos con el famoso retrato ni las descripciones que circulaban sobre aquel criminal. Especialmente críticos fueron algunos profesionales del diario “Las Últimas Noticias”, quienes empezaron a cuestionar abiertamente al mismo retrato, por considerar que respondía más a estereotipos e imprecisiones de las percepción... El tiempo acabaría dándoles la razón.
De todos modos, el caso del "Enano Maldito" estaba acaparando titulares y se especuló también sobre otros detalles en la descripción del asesino, además supuestas fotografías y eventuales identidades del mismo. Como se informó que Marta, trabajadora sexual joven en su plenitud física, era muy selectiva con sus clientes, también se rumoreó que su poco agraciado acompañante de aquella noche debía ser un proxeneta, un hombre público o hasta un alto diplomático que, justo en esos días, había sido llamado de vuelta a su país. Era la única forma en que muchos podían explicarse el que tuviera acceso a la cotizada muchacha. Otros, en cambio, conjeturaron que el misterioso sujeto podía tener algo de retraso mental.
Comprendiendo que el asesino debía estar estrechamente relacionado con la diversión nocturna de Santiago en cualquiera de los casos, las investigaciones se concentraron en lugares que concentraban esta clase de comercio recreativo: calles del sector Bandera y Mapocho, los establecimientos de Merced, Huérfanos, alrededores de la Plaza de Armas, la propia Alameda y el entorno del cerro Santa Lucía, entre otros muchos puntos.
En aquel clima desatado, varios “enanos” de Santiago fueron detenidos, interrogados y dejados en libertad al demostrarse que no tenían relación con el asesinato. La impaciencia comenzaba a acrecentarse con el pasar de los meses y "La Tercera" llegó a asegurar que, en el mundo del hampa, se habían propuesto cazar al asesino y vengar la tragedia de la denominada Mariposa Nocturna, ya que en los códigos de los bajos fondos dar muerte a una mujer indefensa era algo inaceptable.
Lafourcade recordaba también que, a causa de la paranoia generalizada contra todo enano feo de esos días, en su círculo de amigos e intelectuales montaron “un ‘operativo’ para esconder a por lo menos dos poetas, uno de la ‘Sech’, y el otro del círculo literario ‘La Unión Chica’, pensando que a lo mejor...”, según confiesa con ironía al referirse a la obra de Plath en “El Mercurio”, años después (“El Santiago que se fue”, 1997).
Pasó el tiempo... La sociedad salió del impacto en el Hotel Princesa, volvió la “normalidad” a la bohemia nocturna en ese tramo de la Alameda y los borrachines de Il Bosco brindaron por Marta hasta olvidar su rostro… Sin embargo, unos años después el mismo público santiaguino iba a ser sorprendido con novedades sobre el caso.
Mientras el caso se había ido enfriando, también se vería sobrepasado por la crueldad y brutalidad de otros nuevos hechos de sangre que fueron nutriendo la historia criminológica chilena y dando material a las muchas revistas y crónicas policiales de entonces. El apodo “Enano Maldito” ya se había hecho común en la jerga santiaguina para señalar -solo por burla- a la gente baja de estatura. Otros denominaban con el mote también a los “chicos choros”: personas pequeñas pero buenas para la pendencia, generalmente relacionadas con el hampa.
Y así, como el enano misterioso había pasado a instalarse en el legendario urbano logrando desprenderse del crudo caso de calle Londres, en las agresivas campañas presidenciales de 1970 había hecho debut una grotesca caricatura llamada “El Enano Maldito”, del controvertido periódico “Puro Chile” a favor de la Unidad Popular y de la última candidatura presidencial de Salvador Allende. La imagen del personaje, concebida por el Jorge Mateluna Muñoz, alias Orsus, se basó en los señalados retratos hablados y descripciones que se habían conocido del asesino de 1968, ahora para una tira cómica en extremo politizada, incendiaria y a veces hasta incitadora a la violencia, según sus detractores, aunque más bien respondía al contexto político de esos años. Este nuevo enano llegó a ser tan odiado como el verdadero, e incluso censurado por los tribunales de justicia en alguna ocasión.
Un tiempo después, y al parecer por medios informales, comenzó llegar a los medios de prensa la noticia de que el “Enano Maldito” del ya parcialmente olvidado crimen había sido capturado afuera de la capital. Se trataba, supuestamente, de un diminuto lustrabotas llamado Moisés Muñoz Merino, a veces reseñado también como Muñoz Moreno, de 46 años, casado con tres hijos y quien había sido internado de inmediato en la ex Cárcel Pública. Además de las supuestas pruebas en su contra, La Meche lo había señalado como el sujeto con el que marchó Marta aquella fatídica noche.
Aunque la mayoría de las reseñas indican que aquello sucedió en 1971, la fecha reportada para la captura fue el 2 de marzo de 1972, con una acción ejecutada por la Brigada de Delitos Sexuales. A partir de ese momento, los demonios y espantajos de la tragedia de barrio París y Londres volvieron a hacerse visibles en los espejismos del imaginario colectivo de la sociedad santiaguina.
Sin embargo, no mucho después de filtrada la nueva, otra más logró eludir los controles de comunicación institucional saltando también a la prensa: Muñoz era inocente. Ya más formalmente, se informó que Muñoz padecía del síndrome psicótico de Korsakoff, caracterizado por lapsus amnésicos y pérdida de voluntad que, en su caso, le habrían llevado a confesar el crimen de Marta por las presiones de los policías o por la opresiva angustia de la situación, pese a no tener ninguna relación con el mismo asesinato. A pesar de esto, debe observarse que el sujeto no era ningún querubín con su inocencia atropellada: ya tenía antecedentes por cuatro violaciones sexuales, así que permaneció tras las rejas de todos modos. De hecho, uno de los testimonios que pesaron en su contra aquella vez fue de una muchacha anterior víctima suya, que lo reconoció tras haber sido detenido en la ocasión.
Después del impasse policial, el caso del "Enano Maldito" volvió a caer en la oscuridad, en donde se mantendría por varios años más y, esta vez, más cerca que nunca del total olvido.
El edificio del hotel en nuestros días. El crimen tuvo lugar en la habitación que da exactamente hacia el exterior en el primer piso del torreón del edificio, bajo los árboles de la imagen.
Vista lateral del exterior del hotel de calle Londres, en la nuestra época.
Entrada actual del Hotel Vegas, en Londres 49. La misma entrada que traspasaron en 1968 la infeliz Marta y su asesino.
Interior del elegante Hotel Vegas, con sus pasillos y escaleras de madera labrada. Fuente imagen: sitio web del Hotel Vegas.
Empero, el fin de la historia no estaba escrito: un increíble y fortuito suceso policial permitió dar con lo que se estimaría como el fin del siniestro “Enano Maldito” que ensangrentó la vieja bohemia santiaguina, a pesar de todas las dudas y suspicacias que dejó sembrado el asunto. Por supuesto, esto ocurrió cuando su leyenda estaba posicionada en la sociedad chilena: el mismo gnomo infame que había desaparecido como alma errante por casi una década y sin dejar pistas, cual si hubiese bajado ya de vuelta a los inframundos, a su malvada aldehuela negra en el bosque…
En 1977 se realizó una redada callejera en la esquina de Agustinas y San Antonio, en la que cayó detenido el gásfiter y recolector de cachureos Jorge González Agüero, con frecuencia mencionado también como José González en ciertas crónicas. De 38 años, se dijo que tenía antecedentes por varios delitos en esos momentos, incluidas violaciones y hurto. Uno de los policías, con excelente memoria según parece, creyó reconocer en el desagraciado aspecto del sujeto las descripciones que se habían hecho años antes del anónimo asesino de calle Londres. El caso del hotel justo estaba por prescribir en pocos meses.
Considerando la posibilidad, entonces, los agentes interrogaron a González Agüero durante 12 largas horas, según informaron medios como las revistas "Hoy" y "Qué Pasa". Tras algunas preguntas precisas, el tipo se quebró y acabó confesando la autoría del crimen. Incluso se ha escrito que entregó también el arma homicida: una cortaplumas automática, con la que había degollado a Marta para robar su dinero en aquella fatídica noche de verano. Por alguna razón aún la conservaba después de tanto tiempo, quizá como fetiche.
Entre la información que González Agüero habría revelado a los interrogadores, habrían existido datos del crimen que no habían sido de conocimiento público pero sí de los detectives, por lo que no dudaron de su culpabilidad.
En otra ironía del destino, González Agüero conoció al otro "enano" del caso, a Muñoz, durante una pasada por la ex Cárcel Pública. El primero declaró que "por pena" no se había atrevido a confesarle al segundo que era el verdadero autor de los delitos que provocaron su captura y terminaron llevándolo tras las rejas. En términos generales, ambos tipos eran parecidos, pero el señalado como verdadero asesino resultaba mucho más inteligente y sagaz de lo esperable, a pesar de no saber leer ni escribir.
Sin embargo, sucedió que el personaje presentado ante la opinión pública
como el verdadero “Enano
Maldito” estuvo apenas un breve tiempo tras las rejas, saliendo en
1980 para sorpresa de muchos de los que siguieron el caso. De hecho, volvió a las calles antes de que pudiera hacerlo también Muñoz.
Algunas especulaciones aseguraban que también había sido inocente, falsamente inculpado y que, por un
acuerdo especial, recuperó la libertad al considerarse policial y judicialmente
cerrado el tema en aquellos años cuando el Estado de Derecho estaba tan en
entredicho. Muchas otras leyendas han persistido sobre el infame asesinato del Hotel Princesa, por cierto.
El asunto concreto es que, con dicha solución del caso, finalmente la sociedad pudo olvidar sin culpas propias el crimen de Marta y asombrarse ahora con otras generaciones de asesinos inéditos en la historia nacional, también bestias depredadoras de las noches como fue la mencionada seguidilla de crímenes de Viña del Mar. González Agüero falleció poco tiempo más tarde, además, a unos seis o siete años de haber recuperado su libertad.
Los positivos cambios del barrio París y Londres, en tanto, permitieron recuperarlo como núcleo cultural, patrimonial y turístico desde los noventa. La bohemia oscura y pecadora cedió a una más convencional y segura entre sus hermosos edificios convertidos en hoteles, boutiques y cafés. Ya habían desaparecido en el camino Il Bosco y otros boliches de diversiones, en aquellos años previos que fueron tan adversos para la entretención y la vida nocturna.
Ahora sí parecía superado el trauma del asesinato de la Mariposa Nocturna de la Manzana Modelo, entonces… Pero, 30 años después, volvió a ocurrir un hecho de sangre en calle Londres, en el mismo edificio del desaparecido Hotel Princesa. Como era esperable, el polémico caso trajo al recuerdo al “Enano Maldito” y fue aprovechado por algunos fantasiosos y creativos para deslizar la leyenda de la “maldición” que este dejó allí.
El 31 de julio de 1998, había llegado a pasar su luna de miel en Chile un joven y flamante matrimonio brasileño: el profesor de matemáticas Aristóteles Kochinski Smólarek Júnior y la hermosa Lucianne Ribeiro de Pauli Mascardi, de 22 y 18 años respectivamente. Venían con la intención de alojar en el Hotel Tupahue (en donde están ahora los Juzgados de la Familia), pero cambiándose al Hotel Vegas ubicado en el mismo castillo en donde estuvo antaño el Princesa. Sin embargo, durante el día 4 de agosto Kochinski denunció la desaparición de Lucianne, provocando la alerta de la Embajada del Brasil. Según él, la había visto por última vez en la Alameda, en donde la dejó camino al hotel.
Sospechosamente, el hombre regresó de súbito a su país en la madrugada del día 8 y, a las pocas horas, un ciclista descubría un cuerpo femenino en el Camino Antiguo La Pirámide, tras unos arbustos: la mujer había muerto de un formidable golpe en el cráneo. Se determinó, además, que tenía dos meses de embarazo.
Convencidos de que era el cadáver de Lucianne, los investigadores habían dado en sus indagaciones con otro ciudadano brasileño y estudiante de turismo, Adriano Wagner Alvez, quien confesó que Kochinski le había ofrecido dinero para que se deshiciera de “un bulto” y lo quemara dentro de un vehículo. Wagner Alvez no accedió, pero recomendó algunos lugares para ejecutar tal acción. Después, sería detenido el taxista Rodrigo Pedreros, quien había recibido una paga para ayudar a limpiar la sangre de un automóvil Nissan que el asesino arrendó y después quemó en el sector de Lo Boza. El brasileño le regaló también un bate de béisbol aún manchado con sangre: era el mismo con el que había dado muerte a Lucianne en el hotel.
Un tiempo después, se supo que existía un seguro de vida para Lucianne por 250 mil dólares: Kochinski los había cobrado, convirtiéndose en empresario a partir del año 2000. Sin embargo, al entregarse todos los antecedentes y exigirse desde Chile el traslado del ciudadano, se abrió un proceso en Curitiba que condenaría al asesino en julio de 2004, a más de 27 años de cárcel.
A pesar de aquella mácula en su historial, el actual Hotel Vegas goza de infinita más prestigio y refinamiento que su antecesor, siendo uno de los hostales más bellos y turísticos de la capital: muy concurrido por viajeros internacionales que poco y nada habrán de saber sobre los escalofriantes crímenes del lugar. También ha ampliado sus servicios como boutique y, como hotel tres estrellas, potenció la belleza del imponente edificio en que aloja, además de aprovechar su ubicación estratégica no solo en el barrio París y Londres, sino también en la proximidad de varios monumentos históricos y sitios de interés del centro de la ciudad. El diseño es una de las inversiones fuertes en este lugar: en su interior predomina la elegancia de la madera y las grandes lámparas colgantes, recuperando el ambiente clásico que caracterizaba a los inicios del barrio modelo, por allá por 1920-1950, antes que el lapso de historia escandalosa de este sector de Santiago lo desluciera con el crimen de Marta.
La fatídica habitación dos, esa en donde naciera a sangre y muerte la leyenda del “Enano Maldito” que amargó las noches de alegrías en el viejo Santiago, ya no existe como tal: fue exorcizada con una gran remodelación con bar incluido y ahora es parte de las dependencias de la recepción, dando con sus ventanas de arcos estilo Tudor a la calle en el primer piso, bajo el torreón central de la fachada. ♣
El la película chilena Largo Viaje, el barrio Londres fue locacion para filmar varias escenas nocturnas con prostitutas, cuando una de ellas acoge y da asilo nocturno al niño extraviado.
ResponderEliminarPero esa escena en particular fue en calle Capuchinos, no en Londres. Por eso se van caminando hasta el desaparecido hotel que estaba en Puente con Mapocho
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