♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣

BARCELONA Y BARCAROLA: DOS COMPETITIVOS BARES "HERMANOS"

Avisos del bar y restaurante Barcelona en la revista "Vanguardia Hotelera", año 1934. Suponemos que el número 122 de la imagen superior fue un error tipográfico, al igual que "chanco" en lugar de "chancho".

"Para muestra de la índole competitiva, están estos negocios vecinos, bar Barcelona y bar Barcarola. Hay un deseo ladino de confundir al cliente", escribió Oreste Plath en "La Estrella de Valparaíso del 8 de agosto de 1985. En este comentario, el cronista y folclorólogo recordaba la curiosa situación de dos viejos establecimientos de las primeras cuadras de calle San Diego en Santiago, vecinos y rivales. Era una situación parecida a la que alguna vez representó un chiste de la tira "Condorito" de Pepo, con los bares llamados Tarapacá y Tarapallá, uno enfrente del otro en la imaginaria ciudad de Pelotillehue: no importa a cual entre el cliente, se arrepentirá de no haber ido al otro.

Ambos negocios estaban prácticamente al lado entre sí, más específicamente hacia la esquina de calle San Diego con ex San Carlos, actualmente unificada con Alonso de Ovalle. También eran vecinos al sector en donde estuvo el café Miss Universo (en el 120), primera sede de reuniones intelectuales de la Generación Literaria del 38, y el Club Deportivo Nacional (en el 110), que ocupó después algunos de estos espacios de los mencionados bares como centro de encuentros sociales, también. A pocos metros estaba desde 1920 una tienda de música que, por el color de su fachada, adoptó el nombre de la Casa Amarilla (número 120), cambiándose después unos pasos más al sur.

Los dos establecimientos de nuestro interés se encontraban a espaldas del Instituto Nacional y a poco más de una cuadra desde la Alameda Bernardo O'Higgins. Esto era enfrente de donde estuvo alguna vez el Hotel Fornos, además. Eran las puertas del reino recreativo de la famosa diversión en el barrio de entonces.

Tanto el Barcelona como el Barcarola parecen haber sido muy concurridos por trabajadores, estudiantes y universitarios en sus años de gloria, al menos durante el día, porque de noche los absorbía el carácter fuertemente candilejero y bohemio que tenía prácticamente toda la avenida y sus inmediatos, especialmente en esas manzanas. Ambos bares y restaurantes prometían atención esmerada y precios módicos, aunque no se ponían de acuerdo en decidir cuál era el mejor del barrio, por supuesto, atribuyéndose respectivamente para sí este título.

Calle San Diego vista hacia el sur desde la proximidad de la Alameda de las Delicias, en diciembre de 1921. Fuente imagen: álbumes fotográficos históricos de la compañía Chilectra.

Aviso del Barcelona en San Diego 112, en la revista "Vanguardia Hotelera, año 1933.

Bar y restaurante Barcelona en aviso de la revista "Unidad Hotelera", año 1935.

Aunque el parasitismo nominal al que alude Plath parece haber tenido por huésped al Barcelona, pues sería más antiguo que su competidor, hay indicios para sospechar que fue menos conocido; o, cuanto menos, no tan publicitado. Se promovía en avisos bastante menor cantidad de ocasiones que el Barcarola, algo que se observa revisando la prensa de la época. Sin embargo, es claro que el Barcelona era anterior: de hecho, había estado en la misma dirección de San Diego 112, según se lee también en avisos de revistas gremiales de los años treinta.

La dirección del 112, en el zócalo del antiguo edificio esquina que allí existió, fue el lugar en donde estuvo hasta 1930 el negocio de don Segundo Cáceres, correspondiente una ex sombrerería. Fue comprado por la sociedad comercial Benítez y Serall, firma que llevaría al local la actividad de bar y restaurante. Sin embargo, no sabemos si el Barcelona guardaba alguna relación con el otro restaurante del mismo nombre que existió en los años veinte en calle Exposición 94, hacia la esquina con Salvador Sanfuentes junto a la Estación Central.

Durante el resto de esos mismos años treinta, el Barcelona ofrecía en San Diego su servicio de lunch permanente y almuerzo o comida cubiertos con solo tres pesos, incluyendo el infaltable vino. Entre sus especialidades destacaba el lomito de cerdo, y se mantenía abierto toda la noche, por lo que sus funciones se extendían a casa de cena nocturna. Todos estos establecimientos de las primeras cuadras de San Diego tenían también algo de café y de fuente de soda en aquellos años, aunque este último concepto no estuvieron tan definidos aún para tal clase de negocios, sino hasta los cuarenta.

En algún momento, sin embargo, el Barcarola llegará a ocupar el mismo número 112 que había sido del Barcelona. En cambio, este último que se queda con la parte vecina del local comercial, como competidor peleando por el público y también por la originalidad de un nombre que empieza astutamente con la sílaba "Bar". Esto parece haber sucedido por inicios de la década del cuarenta; hacia 1942 para ser más precisos.

Uno de los más antiguos avisos publicitarios del Barcarola, en el diario "La Nación" de 1942.

Barcarola publicitándose en la revista "En Viaje", año 1943.

Aviso del Barcarola en "La Nación" de junio de 1954, durante una de sus mejores épocas.

Cruce de calle San Diego con Alonso de Ovalle, en revista "En Viaje" de mayo de 1968. Los edificios antiguos que se ven han desaparecido total o parcialmente. Justo enfrente del inmueble situado en la esquina estaban el Barcarola y el Barcelona.

Hotel Barcarola en aviso de julio de 1942.

Con muy buena fama en aquellos años y todavía en los cincuenta, el Barcarola debía su nombre a otro juego de palabras, entonces: Bar-Carola, alusivo a las piezas musicales inspiradas en las canciones folclóricas o tradicionales que suelen interpretar los gondoleros de Venecia. Sus primeras presentaciones publicitarias declaraban dirección solo en el 112, pero con el tiempo incluía también el número 114 con el Hotel Barcarola, en donde estuvieron también el Hotel Victoria y la Pensión Francesa (con entrada por el 122). Esta pareada última dirección había sido conocida por ser sede de varias organizaciones sociales y lugar de charlas dirigidas por doña Teresa Huguet, una de las pioneras en la difusión moderna de temas de parapsicología y el mentalismo en Chile, cuando ya había pasado la victoriana época de los médiums y el espiritismo.

Detallando un poco más, el Barcarola tenía su solicitada cocina disponible hasta las 4 de la mañana, lo que también venía a hacerlo una casa de cena para trasnochados. Había en el lugar especialidades en mariscos, pescados, caracoles a la madrileña, pollo a la riojana y comidas criollas como la cazuela de ave y el bistec a lo pobre. En sus anuncios aseguraba tener buena carta de vinos, además. Así enfrentaba con una buena propuesta culinaria la tan surtida de esos años en San Diego, repartida en varios otros restaurantes entre sastrerías, librerías y teatros.

Por entonces, y como sucedía con muchos otros establecimientos de tal tipo que eran frecuentados por estudiantes pensionados de media y superiores, el Barcarola tenía también una sección de servicios como hotel. Probablemente, haya influido en esto su proximidad a la Universidad de Chile, al Instituto Nacional y otros centros en donde asistían estudiantes de provincias. De este modo, el Barcarola aseguraba ser "el mejor hotel y restaurante del barrio", con sus dos funciones en un mismo recinto.

A pesar de la popularidad alcanzada, ninguno de los dos bares y restaurantes llegó con su identidad y rasgo originales allí hasta tiempos muy avanzados después del medio siglo, si bien el Barcarola parece haber sido el que pudo tocar épocas más recientes que el Barcelona. Lo seguro es que los viejos locales de aquella cuadra de San Diego con Ovalle desaparecieron bajo el peso del tiempo en donde se encuentra, desde los noventa, el famoso Mall Chino o Multicentro Alonso de Ovalle (Centro Comercial China). ♣

Comentarios

♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣