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UN AERONAUTA COLOMBIANO EN LOS CIELOS CHILENOS

Caricatura de un ascenso en globo en la revista "Zig-Zag", año 1910.

Al comenzar el siglo XX, los espectáculos de aeronautas elevándose en globos y realizando hazañas impresionantes en los entonces prístinos cielos de las ciudades, ya eran algo relativamente conocido por el público. Los capitalinos llenaban los eventos de esta clase pagando por tener el privilegio de estar en la cancha misma de elevación o lo más cerca que resultara permitido de aquellos mágicos aparatos aerostáticos.

Las posibilidades del espectáculo aéreo facilitaron la iniciativa y la audacia de muchos pioneros en el país, quienes grabaron sus nombres en la historia de la navegación aérea nacional con estas experiencias, involucrando a la ciudad de Santiago en sus proezas que adquirían alcances mundiales. Entre ellos, estuvo también el chileno José Luis Sánchez Besa: si bien realizó sus hazañas en Francia, siendo otro de los precursores de la aviación chilena y del diseño aeronáutico, figuró entre los iniciadores de la tecnología de la aerostación científica y ejecutó ascensos en globo con el general Jacques Fauré y el vizconde De la Brousse.

En Santiago sucedían episodios de sorprendente intrepidez, pero por alguna razón los protagonistas solían ser ciudadanos extranjeros. Así destacarían, por entonces, los vuelos de globo realizados sobre la urbe por el colombiano Domingo Valencia Londoño, en plenos días de la euforia de fiesta y conmemoración preparadas para 1910. Posiblemente antioqueño y reseñado a veces como Eduardo, nacido en 1877 según algunas fuentes, fue exponente de una generación de aeronautas colombianos inspirados por las presentaciones en globo del acróbata mexicano Antonio Guerrero, ejecutadas hacia fines del siglo XIX. A partir de 1905, ya siendo más conocido en su patria, Valencia comenzó a ofrecer elevaciones por el resto Sudamérica, aventura en la que encontraría una acogida entusiasta y calurosa en Chile.

La característica más asombrosa de Valencia -probablemente nunca antes vista con otro aeronauta de los que habían visitado el país- fue hacer las más infartantes acrobacias en el aire, valiéndose de un trapecio del que colgaba en esas alturas de vértigo en lugar de una barquilla, vestido a la usanza de los malabaristas de circo francés y, a veces, acompañado también de una visible bandera. Ya había tenido un accidente en estas proezas, además, salvándose de la muerte al caer sobre la copa de un gran árbol no sin lesiones y con un tiempo de recuperación como consecuencias. Hasta los perros de las calles de Santiago quedaban mudos mirando hacia el cielo ahora, cuando tenía lugar aquella increíble y seductivamente aterradora escena.

Valencia había estado realizando presentaciones en junio y julio de 1909, en el parque de la Quinta Normal de Agricultura, enfrente del Museo de Muertos como llamaban popularmente al edificio del Museo Nacional de Historia Natural. Históricas imágenes de aquellos encuentros fueron registradas en medios de prensa de la época.

Contagiado del clima del Primer Centenario Nacional, repetirá sus experiencias en marzo del año siguiente pero sucediendo un grave imprevisto que no ha sido demasiado infrecuente entre los accidentes de la aeronavegación en globo y que pudo tener trágicas consecuencias: los enredos de personas en los cabos. Así, al comenzar a levantarse en el aire el bravo colombiano, un chico de unos diez años llamado Segundo López, quien estaba demasiado cerca del despegue, dejó atrapar casualmente una de sus extremidades en la cuerda de freno al pisar un rizo. El niño fue llevado a la altura colgando como un muñeco de circo, intentando mantenerse aferrado a la línea de su cautiverio que, en tan particular situación, era también su seguro de vida.

Todo aquello sucedía ante el público horrorizado, hasta que el aeronauta logró estabilizar al aterrado muchacho y descendió con él conjurando la posible desgracia, como lo describe Enrique Flores Álvarez en su “Historia aeronáutica de Chile”. Solo unos minutos después, Valencia y el aún tiritón chiquillo posaban juntos en las fotografías de revistas.

El incidente del globo en la Quinta Normal fue bastante cubierto por la prensa pero, lejos de perjudicar a Valencia, lo elevó a categoría de héroe, reapareciendo orgulloso y con sus excéntricos ademanes en las imágenes publicadas por entonces. La noticia provocó también renovada y multiplicada atención popular sobre sus hazañas.

El anuncio de unas próximas presentaciones del colombiano hacía sensación en esos días, cuando bullían los ánimos de festejo patrio, motivando un encendido y elogioso artículo de “El Mercurio” del periodista deportivo Luis de la Carrera, con el pseudónimo de Sporting Boy. Las expectativas que generaba su famoso show eran altísimas y con probadas buenas razones. Valencia también ofrecería sus ascensos con fines comerciales en la Quinta Normal, aunque al menos dos de sus presentaciones fueron de beneficencia en aquella temporada, una de ellas para el Club de Señoras y con objeto de reunir fondos para máquinas de coser; otra a favor del Asilo de Mendigos, esta vez en el Parque Cousiño, hoy O'Higgins. Estos gestos inspiraban más cariño de la sociedad chilena por su generoso gesto y su apreciable cercanía con el público.

En las nuevas ascensiones que ejecutaba en la Quinta Normal, ya en octubre, Valencia se hacía acompañar también por un asistente quien, adoptando el pseudónimo de Juan del Aire, saltaba desde el canasto o barquilla del globo a 800 metros de altura según se ha dicho, valiéndose de un paracaídas o alguna clase de artículo parecido para frenar la caída ante el fascinado público. Para las funciones ofrecidas por los dos personajes, además, las entradas solían hacerse pocas, pues se repletaba de espectadores desde cada mañana del espectáculo. Lo mismo sucedía con sus presentaciones en Valparaíso, Viña del Mar y otras ciudades del país.

Imagen de un globo volando sobre Valparaíso, en publicidad del aceite Escudo Chileno. Publicado en la revista "Sucesos", año 1907, un par de años antes que Valencia alcanzara popularidad en el país con sus presentaciones de este mismo tipo.

Imágenes de los ascensos de Valencia en la Quinta Normal, en la revista "Corre Vuela" del 7 de julio de 1909.

Valencia despegando su globo en el Parque Cousiño (hoy O'Higgins), hacia marzo-abril de 1910. La exhibición fue en beneficio del Asilo de Mendigos. Imagen publicada por una revista "Sucesos" de se año.

Domingo Valencia junto al niño Segundo López en la Quinta Normal, tras el peligroso cuasi accidente en que el muchacho quedó enredado y colgando en el enorme globo, como se ve en la fotografía de la derecha. Imágenes publicadas en la revista “Sucesos” del 10 de marzo de 1910.

Otra nota sobre el ascenso de Valencia que casi termina en tragedia, siendo retratado también con el niño López a su lado. Publicado por la revista "Zig-Zag" en marzo de 1910.

Ilustración con el incidente de un vuelo de Domingo Valencia, cuando quedó colgando el niño desde una cuerda. Imagen publicada por Flores Álvarez.

Empero, otro gran problema para el impertérrito Valencia sucedería cuando realizaba una pequeña nueva temporada de cuatro ascensiones, de regreso en la Quinta Normal: por causa de las manos inexpertas presentes entre los ayudantes encargados de inflar con aire caliente su globo, este terminó incendiándose un día de primavera de 1910. A pesar del traspié, y siendo un hombre de probado empeño, no mucho después los asistentes volverían a ver a Valencia por los cielos chilenos.

El intrépido aeronauta realizó varias funciones más de elevación en diferentes puntos de Santiago y regiones, por entonces. Completó algunos años ofreciendo sus espectáculos para los que nunca faltó la nutrida concurrencia y sus admiradores. De regreso en la capital tras una de aquellas giras, realizó también una nueva temporada de exhibiciones similares y nuevamente a beneficio, hacia el año 1915, nuevamente en el Parque Cousiño.

Los globos continuaban siendo protagonistas del espectáculo aéreo chileno, a la sazón. Así, el 8 de diciembre del mismo año del Centenario y Día de la Inmaculada Concepción, la joven chilena Inés Clark había volado también en uno de estos aparatos, acompañado a su padre don Mateo Clark y a don Hernán Gana. El globo era propiedad de Norton Griffith. Si bien no parece del todo descartable la pequeña posibilidad de que alguna dama haya volado antes en aerostatos del siglo XIX o inicios del XX, doña Inés tuvo el mérito de haber sido la primera mujer elevada en Chile como pasajero protagonista de la experiencia, más que una mera invitada a probarla. Su caso está confirmado e individualizado en prensa y registros fotográficos. También hubo algunos concursos de elevación y exhibición durante aquel período de celebraciones varias.

Unos años después, tras realizarse la Primera Conferencia Panamericana de Aeronáutica en Santiago en marzo de 1916, los capitanes argentinos Eduardo Bradley y Ángel Zuloaga decidieron poner en práctica la teoría del pionero platense Jorge Newbery sobre la posibilidad de cruzar la cordillera de Los Andes en un globo de hidrógeno. El valiente dúo despegó desde la capital chilena el 24 de junio a bordo del aparato bautizado “Eduardo Newbery”, superando los 6.000 metros de altura y soportando temperaturas congelantes hasta llegar al Valle de Uspallata, hacia el mediodía. Su extraordinaria conquista significó un reconocimiento del Gobierno de Chile y los laureles de oro en la historia aeronáutica argentina.

En septiembre del año siguiente, se realizó en el Club Hípico de Santiago un festival de elevaciones de globos. Este lugar ya había sido usado para exhibiciones similares con los nombres de otros pioneros de la tecnología, especialmente por la presencia del alemán Carlos Yunquer en dichos eventos.

Sin embargo, la tecnología del globo aerostático nunca se desarrolló en el país y quedó condenada a menguar en esos mismos años: su cenit ya había sido alcanzado, precisamente alrededor del Centenario y con Valencia en uno de los papeles protagónicos. El desarrollo de la aviación y el advenimiento de la Gran Guerra, además, fueron poniendo al encanto de esos aparatos fuera del rango de atracción popular y de verdadera utilidad, aunque jamás dejaron de ser una pintoresca instancia de espectáculos públicos y una herramienta importante para la ciencia y la exploración. La época de los dirigibles y zeppelines fue de gran importancia y desarrollo, en cambio, pero acabó siendo una transición hacia el transporte de pasajeros de la aviación comercial moderna, en la que los globos no tendrían más participación.

Ya en 1913, además, se había fundado en Chile la Escuela de Aviación dirigida por el capitán Manuel Ávalos Prado, de quien tomará después su nombre, siendo la más antigua de América y la cuarta del mundo, según se cree. En el mismo período nace el Aero Club de Chile, dejando en evidencia la rápida penetración de la nueva tecnología aeronáutica.

De alguna manera, entonces, aquellas instituciones señalaban la superación de los días novelescos de la navegación aerostática, dejando a la vista cómo avanzaba el progreso de la aviación. Los antiguos globos que asombraron a la ciudadanía ya estaban condenados a convertirse en algo más bien pintoresco y clásico para la historia de la navegación de los cielos.

De Valencia, en tanto, nunca más se supo. Hubo muchas historias sobre su retiro, sobre su supuesta muerte en un accidente de aviación tras ser reclutado por el lado francés en la Gran Guerra o bien en circunstancias de vuelos civiles. Incluso se creía que murió en Valparaíso al no poder llegar a costa tras una imprudencia, debiendo saltar al mar y tratar de nadar. Al parecer, sin embargo, estaba vivo un año después de la conflagración mundial, viviendo en Bélgica o Francia, retirado de los espectáculos aéreos de antaño y formando parte de una academia de aviación militar. Cierta información lo coloca incluso como subteniente de la escuela aérea de Flandes, en 1921… Son las leyendas de un hombre legendario.

Actualmente, existe una importante cruzada en Colombia pero con alcances internacionales: con el título de “En busca de Domingo el aeronauta”, intenta recuperar información sobre la vida del homérico Valencia; datos que permitan completar su biografía llena de baches y de misterios. El proyecto, además de reunir toda la información que estaba dispersa sobre el héroe, ha dado ya algunos primeros frutos y -lo más importante- ha permitido recuperar la categoría de este impulsor de la aeronáutica sudamericana.

Puede que el tiempo y la paciencia, entonces, aporten nuevas luces sobre la parte menos conocida en la vida de tan singular y atractivo personaje como fue Valencia, quien también formara parte de los hitos históricos en la diversión y los espectáculos santiaguinos en la primera década del siglo XX.

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