Barrio Lastarria e Iglesia de la Vera Cruz en 1997, en imagen publicada por el diario "La Tercera". Eran los días en que se planificaba hacer la calle semipeatonal y fomentar su carácter como centro de recreación y gastronomía.
La fama de la calle José Victorino Lastarria como centro de entretención popular moderna se remonta a la segunda mitad de los años ochenta, cuanto menos, aunque hay algunos antecedentes de la misma que la arrastran de regreso a aquellos tiempos cuando era la calle Mesías, antes de tomar su actual nombre a partir del Centenario Nacional, aproximadamente.
Para curiosidad de muchos, se habla de la misma calle y su entorno inmediato como el barrio Lastarria, aunque en rigor se trataría de un cuadrante recreativo que abarca cuadras de los barrios Santa Lucía, Bellas Artes y Parque Forestal. De hecho, en el Plano Regulador aparece señalada como “Barrio Lastarria / Mulato Gil de Castro / Parque Forestal”, ajustándose con esto a una ampliación territorial de 1998, para la Zona Típica conformada por este cuadrante. La asociación con Lastarria es un uso de origen popular, más bien, casi de la misma manera que sucedió con calle Bellavista al otro lado del río Mapocho. Precisando su área de influencia, sin embargo, podemos observar cómo es mucho más que eso.
Conocido como un claro núcleo cultural, culinario y artístico, barrio Lastarria es resultado de las urbanizaciones de los terrenos adyacentes al Santa Lucía y que habían pertenecido en tiempos de la Conquista y la Colonia a don Bartolomé Blumenthal, quien cambió su apellido a Flores y construyó un molino al pie del mismo cerro. Una leyenda popular muy creída aseguraba que el propio Pedro de Valdivia había tenido una casa solariega en la esquina de la actual Lastarria con Padre Luis de Valdivia, la misma que todavía existe en parte allí, a un lado del templo. Pero esto no pasa de ser solo una leyenda que se tragó un sacerdote, dando pie a la fábula inventada por alguna vieja del mismo sector, según comentaba con sorna Benjamín Vicuña Mackenna. La antigua residencia de adobe y tejas cerámicas era de una familia de apellido Barril, oriunda de Valdivia y establecida en este sitio hacia el período entre fines del siglo XVIII e inicios del XIX. En tiempos recientes, parte de ella también sería ocupada por bares y cervecerías.
Con un largo período de marginalidad y de escaso uso, convertido a veces en basural y en un paisaje semirrural, el corto callejón Mesías -de poco más de dos cuadras- conectaba en La Cañada de Santiago, futura Alameda de las Delicias, con el paseo de los tajamares del río Mapocho, dos vías que se reunían solo unas manzanas más al oriente por el ángulo cruzado que describían sobre el plano de la ciudad primitiva, corriendo en los extremos opuestos del cerro Santa Lucía desde lo que hoy es la Plaza Baquedano o Italia.
Cierta dignidad e identidad llegaron al barrio con la presencia de la casa del pintor peruano de los tiempos de la Patria Nueva, el célebre Mulato José Gil de Castro. Su solar se ubicaba en la proximidad de la calle Mesías llegando a la calle de la Merced, en donde está desde inicios de los ochenta la Plaza Mulato Gil de Castro, conservando parte de la fachada de la que habría sido su residencia, según se dice. Famoso por sus retratos de los próceres y personajes de la Independencia, Gil de Castro vivió allí con su esposa doña María Concepción Martínez, con la que había contraído matrimonio en 1817.
El primer gran cambio para el barrio viene hacia 1847, sin embargo, tras llegar a Chile el representante de su
Majestad Católica Isabel II de España, el encargado de negocios y cónsul de la
Península, don Salvador de Tavira y Acosta. Con su arribo, inició de inmediato
un plan de acercamiento y amistad con la ex colonia chilena dando pie a una nueva
etapa en las relaciones exteriores, coincidente con el
reconocimiento de la Independencia de Chile por parte de España, solo tres
años antes. También le correspondería el amargo rol de enfrentar de
los ánimos que terminaron desatados con la guerra de Chile y Perú contra la flota española,
unos años después, misma que a los chilenos significara la destrucción de Valparaíso, en una pírrica
victoria. El conflicto diplomático le costaría el cargo a Tavira, de hecho.
"Casa de Pedro de Valdivia y capilla Vera Cruz", según grabado publicado por Recaredo S. Tornero en su "Chile Ilustrado", 1872. La residencia nunca fue del conquistador, sin embargo.
El antes y después de la misma Parroquia de la Vera Cruz y la calle Lastarria.
Fotografía de una casa colonial con columna de esquina en Lastarria con Alameda de las Delicias, hacia principios del siglo XX. Fue ocupada por una tienda abarrotes.
Gala especial del Restaurante Café Universitario cuando se encontraba en la dirección de Alameda 265 enfrente de Portugal y en las puertas de barrio Lastarria. El encuentro es por el aniversario de la Independencia de Perú, con programa de gastronomía típica del país incásico. Aviso publicado en "La Nación" del miércoles 28 de julio de 1954.
Aviso del Teatro de Ensayo de la Universidad Católica, en Lastarria 90. Publicado en "La Nación" en marzo de 1955.
Aviso del restaurante Danubio Azul, en "La Segunda", año 1977, media cuadra al poniente del Barrio Lastarria y seguramente influencia en su origen. Presenta una oferta de cena espacial para las fiestas de fin de año.
Cena de Navidad en el restaurante Cantón, también en la proximidad del barrio Lastarria y Bellas Artes. Publicado en "La Segunda" de diciembre de 1977.
Aviso de la apertura de temporada del Cafecito del Mapocho, en Merced 360, en la revista "La Bicicleta" de mayo de 1983 .
Edificio esquina de Victoria Subercaseaux 7 con Alameda en los años ochenta, cuando era sede del Centro Cultural Mapocho. Fuente imagen: portal noticioso "El Mostrador". Se observa al Café Universitario ya instalado en su zócalo.
La Casa de las Enredaderas y el acceso a la explanada de la Plaza Mulato Gil de Castro, en 1997. Todavía había circulación de automóviles por este tramo, último de calle Lastarria. Fotografía de Eduardo Vargas publicada en "La Tercera".
Otra fotografía de Eduardo Vargas publicada en "La Tercera". Muestra el empalme de calle Rosal con Lastarria, con el bar Berri atrás. En este lugar se suponía que iba a ser instalada una fuente de aguas, pero nunca se ejecutó la obra.
Sin embargo, mientras duraba aún el ambiente de aparente fraternidad atravesando diagonalmente del Atlántico al Pacífico, hubo varios saldos positivos. Por un acuerdo tomado en sesión solemne de la Ilustre Municipalidad de Santiago siguiendo un consejo de Tavira para estrechar estos vínculos de amistad y acogiendo como cierta la comentada leyenda de la casa del conquistador, el 20 de septiembre de 1852 se decidió erigir un templo "en el solar donde habría habitado don Pedro de Valdivia, al llegar al valle del Mapocho, al costado oriente del Cerro Huelén". La idea original de aludir a Valdivia en el proyecto parece provenir del arzobispo Rafael Valentín Valdivieso.
Así las cosas, el levantamiento de dicho "homenaje" fue trazado en calle Mesías cerca de la esquina de Villavicencio o Chacra de Villavicencio en aquel entonces, que aún era propiedad de los Barril. De acuerdo a un artículo titulado "La casa de Pedro de Valdivia y la Iglesia de la Vera Cruz", publicado en el diario "El Ferrocarril" del 1 de junio de 1888, la primera piedra simbólica de la construcción religiosa había sido bendecida al día siguiente de la decisión del pleno municipal. Una hispánica alusión fundacional nacía, entonces, en lo que hoy llamamos barrio Lastarria... Curiosamente, denominada así en recuerdo de uno de los agitadores antihispánicos más radicales y exaltados de su época como fue don José Victorino, en parte responsable de la precipitación de ánimos que llevó a la mencionada guerra contra España de 1865-1866.
Las obras de la iglesia fueron iniciadas bajo la dirección del arquitecto Claudio Brunet de Baines, siendo relevado, tras su muerte, por don Fermín Vivaceta en 1855. El templo parroquial con su campanario de espadaña fue inaugurado formalmente durante las Fiestas Patrias de 1857, aunque continuaron algunos otros trabajos posteriores de terminaciones. Llamada Iglesia o Parroquia de la Veracruz por albergar un relicario con lo que se supone es una astilla de la verdadera cruz de Cristo, su presencia fue un cambio significativo para el barrio y el inicio de un desarrollo que -como nadie sabe para quién trabaja- llevaría a darle el rasgo de encuentro social y recreativo que conserva hasta ahora.
El barrio determinado por la parroquia comenzó a llenarse de solares y casas de diferentes familias por todo el callejón principal y los alrededores, arquitectura que se fue sofisticando con el correr de las décadas y que alcanzará sus expresiones formales más suntuosas y elegantes después de la creación del paseo del Santa Lucía en 1874, cuando llegan a vivir a estas cuadras y otras cercanas figuras como doña Victoria Subercaseaux, esposa de Vicuña Mackenna, el intendente que concibió y ejecutó los trabajos del cerro. También se establecen en el barrio personalidades como el escritor Luis Orrego Luco y don José Victorino Lastarria, quien dará su nombre a la calle. Años después, será vecino del barrio el futuro presidente de la República, don Pedro Aguirre Cerda.
Los cambios urbanos se extienden hasta inicios del siglo XX, aunque se perdieron varios de sus más antiguos inmuebles en este tránsito, como la casa de columna de vértice y con almacén en su primer nivel que existía justo en la esquina oriente de Alameda con Lastarria, de la que quedaron algunas fotografías históricas. También llegarán a residir al barrio, en los años que siguen, artistas e intelectuales como Nemesio Antúnez y Camilo Mori. El error basal que llevó a denominar como calle de Pedro de Valdivia a la primera vía que empalma en Lastarria de sur a norte y por su costado poniente, justo desde el costado del templo, se corrigió después bautizándola Padre Luis de Valdivia, homenaje al cronista jesuita defensor y estudioso de la vida de los indígenas en plenos tiempos de la Guerra de Arauco.
Llamada con el nombre actual en los planos que comienzan a aparecer en 1910, la ex calle Mesías queda definida como una especie de callejuela de aire europeo paralela a la calle del Cerro, coincidente con la actual Victoria Subercaseaux que corre a un costado del Santa Lucía. A partir de entonces, y como se señala en la página oficial del mismo barrio, entre los muchos arquitectos que configurarán ese rasgo propio del barrio estuvieron Emilio Duhart, Carlos Bolton, Ricardo Larraín Bravo, León Prieto Casanova, Ernesto Ried y Luciano Kulczewski.
En los años treinta, calle Lastarria aún era territorio de comercio sencillo, principalmente de almacenes. Tenemos el caso de la indicada casa con columna esquinera, que fue ocupada por el Emporio Génova, en algún momento llamado también Montecarlo según parece y en donde está ahora un característico edificio art decó de Kulczewski, obra de 1938. A esto se suma el negocio del número 96 en donde estará tiempo después el popular pub Sur Patagónico: era la tienda Montegrasso, de don Juan Ganella. En tanto, en el 282 donde se encuentra ahora el ChiPe Libre, estuvo en esos años el Almacén Lastarria de don Santiago Parodi.
Fachada del restaurante Les Assassins, que estaba en calle Merced enfrente de Lastarria. Más atrás, está el Hogs. Fotografía de Daniel Hurtado Carrasco subida a la guía de Google Maps.
Fachada del local Sur Patagónico, que se ubicaba en Lastarria con Padre Luis de Valdivia. Imagen publicada en la guía digital de Tripadvisor.
El célebre bar Berri, en la conjunción de Rosal con Lastarria. Imagen publicada en "La Tercera". A pesar de las amenazas y problemas para el negocio, aún existe en este mismo sitio.
El Café Escondido de Nueva Rosal, ordenando las mesas en la hora nocturna. Fuente imagen: sitio Zomato.
La turística y bohemia calle Lastarria en la esquina con Rosal. En el edificio esquina de la derecha, se observa el desaparecido gran mural del artista Luis Núñez, para el Festival Hecho en Casa 2017. A la izquierda, la vanguardista fachada del Hotel Cumbres Lastarria.
Accesos al bar Don Rodrigo y el Hotel Foresta, en 2009, en calle Victoria Subercaseaux llegando a Merced, límite poniente del barrio Lastarria.
El Divino Anticristo con una de sus revistas de 2007 en mano, en imagen del diario "La Tercera". El personaje solía vender estas autoproducciones en la misma calle Lastarria.
Mural de homenaje al Divino Anticristo y lugar en donde se realizó el velatorio popular tras su fallecimiento, en calle Padre Luis de Valdivia llegando a Lastarria, en una de las paredes que habían sido del restaurante Geométrico, entre otros establecimientos.
Izquierda: el tranquilo y solitario Cholo, caminando por calle Merced cerca del restaurante Les Assassins, por el año 2009. Derecha: Rolando, otro famoso perro del barrio en 2016, en imagen publicada en el sitio de "The Clinic".
Cabe añadir que, por aquella época, la aristocrática Blanca Subercaseaux de Gana y sus hijas llegarían a vivir también a la dirección de Lastarria 70, en el mismo edificio estilo Tudor con el espacio abierto en donde está hoy el patio de los restobares. De hecho, figuran varios otros nombres ilustres de residentes en los padrones electorales de entonces.
Entrando ya en materia, entre los primeros locales sintonizados con la bohemia clásica en Lastarria se halla el Teatro de Ensayo de la Universidad Católica. La institución llegó hacia los primeros meses de 1955 a establecerse en la dirección de Lastarria 80-90, casi enfrente del actual pasaje José Ramón Gutiérrez, primera calle lateral que puede encontrarse avanzando de sur a norte por la vía dorsal. La propiedad había sido cedida por monseñor Alfredo Silva Santiago, rector de la misma casa de estudios entre 1953 y 1967. Se estrenaron allí obras como el drama "La Malquerida", de Jacinto Benavente, que fue dirigido por Germán Bécker en marzo de aquel año de 1955. En el Teatro de Ensayo estaba también la Academia de Arte Dramático dirigida por Hernán Letelier, con cursos libres y otros regulares o curriculares. En aquel equipo artístico y directivo estaban otras figuras como Alfredo Celedón, Gabriela Roepke, Eugenio Dittborn, Lucía Vargas, Bernardo Trumper, Sergio Urriola y Myriam Thorud.
Aquel edificio del Teatro de Ensayo existe todavía y fue conocido como Teatro Lastarria 90 hasta hace pocos años, así como la sede Lastarria del DuocUC. La actividad cultural ha continuado en el mismo lugar, entonces, además de haber alojado a un café con mesas al aire libre.
Coincidentemente (o quizá no tanto), muy cerca de allí en la dirección de Alameda 265, estaba desde antes ya la casa antigua del Restaurante Café Universitario, que reabriría después con este nombre pero una cuadra más abajo, junto al cerro. El establecimiento era un centro de atracción para la intelectualidad y los estudiantes cuando aún no promediaba la década del cincuenta,justo enfrente del barrio El Pedregal y la calle Portugal en donde hoy se encuentran el acceso norte a la Estación Metro Universidad Católica y el acceso al actual Centro GAM.
Ahora bien, de entre los centros con perfil más recreativo y audaz en el barrio, estuvo entre los pioneros uno llamado La Pantera Rosa de calle Merced llegando a José Miguel de la Barra, propietado por una tal Marissa Romagnoli. Según el periodista de espectáculos Osvaldo Rakatán Muñoz en su libro "¡Buenas noches, Santiago!", ella bautizó así al boliche porque "era una gran lectora de novelas policiales" inspirándose en una de las obras de Erle Stanley Gardner, creador del famoso personaje Perry Mason. Sospecharíamos, sin embargo, que por las fechas pueda aludir también al filme "The pink panther" de 1963, que consagró al actor y comediante británico Peter Sellers, iniciando la serie de películas y dibujos animados con el inigualable inspector Jacques Clouseau. Sin embargo, asegura Rakatán que la dueña a veces regalaba libros del mismo autor policial a los clientes que preguntaban por la razón de tal nombre para el negocio.
Hacia la misma década y después de un incendio, aquel local fue tomado por Guido Romagnoli y lo llamó ahora El Loro Perjuro, también por influencia del escritor estadounidense de relatos policiales. Se cree que ambos bares fueron atractivos también a la comunidad gay de aquellos años, en la misma época cuando nacían otros clubes tipo pianobar cercanos como La Guarida, Las Catacumbas, Hao Hwa con su carta china debutada en 1977 y La Víbora Azul de Ana Toledo. Rakatán habla también de un local llamado Tráfico, que estuvo en calle Merced y donde cantaba la actriz y cantante Mirella Latorre, hija del escritor Mariano Latorre: sus presentaciones las hacía con la orquesta del maestro Lorenzo d'Acosta.
Destacó muy cerca del mismo barrio, además, el
restaurante de comida china Cantón, en el 572 de Merced, con amplia capacidad para 150 personas. Casi al lado estaba el Danubio Azul, elegante pero curioso centro culinario de Merced 564 que, en los años setenta, ofrecía carta europea con toques orientalistas y orquesta amenizando los comedores, justo en donde ahora está el acceso vehicular a la Torre Centenario. El Candil, en cambio, llegó a instalarse casi vecino al famoso edificio bauhaus llamado El Barco, enfrente de calle Mosqueto y famoso en los sesenta. Todos ellos hicieron su aporte en la configuración aún vigente del barrio.
Algunas reseñas también señalan como parte del barrio sesentero al Centro Cultural Casa de la Luna en una vieja residencia con patio de mamparas en calle Villavicencio, otra atracción para minorías sexuales de la época. Este establecimiento, dirigido por su fundador el poeta Ludwig Zeller, había sido lugar de encuentro para intelectuales y artistas según se indica en la obra sobre Hugo Marín titulada "Del silencio a la forma", de Guillermo Carrasco. Marín dio inicio al centro en 1968, siendo llamado también La Casa de la Luna Azul por el color de su salón principal.
Sin embargo, uno de los primeros establecimientos culinarios que encendió la identidad más moderna mantenida por el actual barrio llegó en 1965: Les Assassins, encantador sitio tipo bistrot francés de calle Merced. Su fundador y dueño histórico, don Juan Carlos Cheyre, se inspiró en el famoso restaurante francés Aux Assassin, ubicado en la Rue Jacob en Saint Germain des Pres en París, lugar que él había conocido en 1961 cuando estudiaba hotelería en la Escuela Jean Drouant. Les Assassins se ubicaba exactamente en Merced 297-B, justo enfrente de calle Lastarria y al lado de donde se instaló también la sandwichería y salchichería Hogs, hoy Sorry Burger. Esto es solo a metros de la Plaza Mulato Gil, la médula cultural del vecindario.
Quienes visitaban el café, bar y restaurante Les Assassins, desde jueces hasta artistas de teatro, saborearon allí algunos platos más típicos de los banquetes franceses. Entre otras delicias figuraban en sus cartas la soupe a l'oignon, el pollo mignon, atún y reineta meuniere, el clásico steak au poivre, y todo amenizado con música en algunas temporadas.
Entre 1981 y 1989, además, existió en el barrio el Centro Cultural Mapocho o CCM, curiosa institución claramente cargada a la oposición y con cierto tenor contracultural. En sus dependencias se presentaron artistas como el pianista Roberto Bravo y grupos como Los Prisioneros y De Kiruza. Dirigido por la actriz y dramaturga Mónica Echeverría, el centro contaba con apoyos nacionales e internacionales, entre otros de la cantante y ex esposa de Neruda, Matilde Urrutia, la ex diplomática Moy de Tohá (Victoria E. Morales Etchevers) y la primera dama de Francia, Danielle Mitterrand, además de ayuda logística del gobierno de Suecia.
El Centro Cultural Mapocho, cuyo logotipo era una estilización del Puente de Cal y Canto, había sido fundado en la elegante ubicación de Lastarria 316, en el edificio neoclásico que hace esquina con Rosal. Poco después, emigró a Merced 360, a la vuelta de la misma cuadra. A partir de 1985, continuó su existencia en Victoria Subercaseaux 7 en la esquina con Alameda, inmueble que aún existe y en cuyo zócalo estuvo también el Café Universitario tras dejar su ubicación antigua, otro lugar de reuniones estudiantiles y algunas presentaciones artísticas de compañías emergentes.
El centro cultural fue lugar de exposiciones, talleres con mujeres pobladoras (de La Victoria, Santa Adriana, La Legua y la Población Dávila), en donde hubo también estrenos de obras teatrales de Oscar Estuardo y la compañía La Troppa. Estando en la dirección de Merced, además, fundó allí el llamado Cafecito del Mapocho, el viernes 6 de mayo de 1983, en donde están ahora los Tribunales de Letras del Trabajo. Con un perfil parecido al de las peñas artísticas y algunos locales que ya existían en barrio Bellavista, la semana inaugural de la cafetería-concert nocturna incluyó presentaciones de Hugo Moraga, Lilia Santos, el grupo La República, Payo Grandona, el dúo Schwenke & Nilo, Eduardo Yáñez e Isabel Aldunate.
Los característicos edificios de Lastarria con Alameda, en el acceso de la bohemia calle. El de la esquina izquierda fue la sede del Comando por el No en 1988.
El Torremolinos, fuente de soda que forma parte de la generación pionera de calle Lastarria, ubicada hacia el inicio de la misma vía.
Sector residencial en la primera cuadra de calle Lastarria y muy cerca de la Alameda. Es el mismo tramo en donde está la fuente de soda Torremolinos y sitio en que el Divino Anticristo "parchaba" vendiendo cachueros, libros y antigüedades.
Café y heladería del Emporio La Rosa, en Merced con Monjitas, a un costado del barrio Lastarria y el Parque Forestal, hacia el año 2008.
La esquina en donde estaba el Ópera Catedral, en Merced con el inicio de calle José Miguel de la Barra, hacia el año 2009-
Calle Lastarria de día, con algunas mesas y toldos ocupando parte de la calzada desde una licencia que fue permitida en pleno período de pandemia. Hasta ahora, es lo más parecido a la intención de convertir la vía casi completa en paseo peatonal.
Calle Lastarria en la actualidad, en vista nocturna. Imagen publicada en sitio DF Mas.
El patio de la calle, con el Espacio Kul y restaurantes como el Quitral y la Casa-Azotea Lastarria.
Cabe señalar que, en 2014, se publicó con sello de editorial Ceibo un trabajo de investigación con el nombre del mismo centro. La obra fue elaborada por los entonces estudiantes Lieta Vivaldi, Valentina Álvarez y Carla Núñez de la Universidad de Chile, dirigidos por la historiadora Margarita Iglesias.
Superando los años de restricciones a la reunión y la vida nocturna, hacia fines de los ochenta Lastarria ya ofrecía cierta actividad recreativa importante para los santiaguinos. Particularmente influyente en su historia fue un épico momento relacionado con las campañas del Plebiscito de 1988, cuando el Comando del No estableció su sede oficial justo en la esquina norponiente de Lastarria con la Alameda, bajo régimen de arriendo del inmueble. Muy poco después, en calle Padre Luis de Valdivia, también tuvo su sede el Partido por la Democracia (PPD) después de trasladarse desde un palacete de calle Domínica cerca de Pío Nono, en barrio Bellavista. Fue un período en que varias veces se vio por allí en Lastarria al futuro presidente Ricardo Lagos Escobar, llevado por un chofer personal de apellido Rivas, además de aparecer con frecuencia otras personalidades políticas de esos años.
Por entonces, en la Alameda de las Delicias entre Lastarria y Victoria Subercaseaux, enfrente de la Universidad Católica, se instaló también en un gran galpón la tienda de instrumentos musicales eléctricos Yamaha, principalmente de teclados. Fue atracción para muchos músicos profesionales y amateurs en aquellos años, sin duda. Puede que esto haya tenido un pequeño aporte al atractivo del barrio para este gremio musical y artístico, entonces.
Coincidió que, un poco más adentro en la esquina con calle Villavicencio, se instaló un pequeño cinematógrafo en el que se exhibían proyectos fílmicos de cortometraje y comerciales publicitarios, hasta que la sala quedó en manos de la firma Transeuropa Chile. Esta empresa lo remodeló y transformó en el Cine El Biógrafo, en 1992, con un perfil cine arte, siendo reinaugurado siete años después con el aspecto que hoy tiene en la misma ubicación. También cuenta con un café del mismo nombre justo en la esquina, en un hermoso inmueble con muros revestidos de piedra, entre toques arabescos y Tudor en su diseño.
Siendo rigurosos sobre la historia de la actual bohemia de la calle, entonces, debe establecerse que, junto con el pintoresco y muy irlandés bar Berri fundado en Rosal 321 en 1985, y el mencionado restaurante Les Assassins, El Biógrafo se presenta ante la crónica como otro de los primeros atractivos de Lastarria con el perfil más contemporáneo que mantiene este sector de la capital. Los tres centros mencionados ya mantenían algo de la fuerza bohemia en aquella década de los ochenta, cuando recién se estaba configurando este rasgo, de modo que forman parte de la generación fundadora.
En 1994, fue creada la Fundación Cultural Plaza Mulato Gil que se hace cargo de las dos casas museológicas que se instalarán allí mismo, entre cafés, librerías y restaurantes de la plaza: el Museo Arqueológico de Santiago (MAS), que fue inaugurado en 1981 para albergar lo que había sido hasta entonces la colección itinerante “Chile Indígena” (llevada de viaje en el mundo por el Ministerio de Relaciones Exteriores) y el Museo de Artes Visuales (MAVI), inaugurado en 2001 sobre la base de la Colección Santa Cruz-Yaconi. La influencia de estas dos importantes instituciones al alero del centro cultural fue definitiva para el carácter que terminó de adoptar la calle Lastarria y el barrio mismo, con aires de intelectualidad y patrimonialismo incluidos.
En esos mismos años noventa y comprendiendo el valor que tenía el barrio paralelamente como centro gastronómico y recreativo, se elaboró un gran plan de remodelación que no afectara el modus vivendi imperante en el lugar, especialmente de sus tardes y noches. Esto sucedía no bien fue declarado Zona Típica el 21 de febrero de 1996 por el Consejo de Monumentos Nacionales. El proyecto buscaba también mejorar las posibilidades de la actividad cultural del sector. Así se refería a él "La Tercera" del 2 de septiembre de 1997:
Viviendas antiguas. Museos. Institutos Culturales. Restaurantes. Plaza del Mulato Gil de Castro. El Parque Forestal. Áreas verdes. Iglesia de la Vera Cruz. Una combinación difícil de encontrar en la capital, pero existe, en plena comuna de Santiago y que el municipio y los residentes quieren rescatar. Así nace la idea de conformar un barrio cultural entre los ejes del Parque Forestal, la Estación Mapocho, la Plaza Italia y el Cerro Santa Lucía.
A mayor abundamiento, en aquellos años residían en el conjunto del barrio Santa Lucía y barrio Forestal cerca de 7.000 personas, la mayoría de ellos adultos jóvenes. Sin embargo, el activo vecindario se veía amenazado por el deterioro, el crecimiento del parque vehicular y la delincuencia. Siendo alcalde de Santiago don Jaime Ravinet, entonces, en 1997 se encargó un estudio al Departamento de Urbanismo de la Ilustre Municipalidad de Santiago destinado a potenciar el valor cultural y turístico de la misma conjunción de calles y cuadras, incluyendo un análisis seccional, un análisis de referencia y los planos correspondientes. Participaron en el proyecto importantes urbanistas y arquitectos, como Verónica Adrián y Paz Castro.
A los elementos de atracción nocturna y cultural del barrio se incluían otros criterios relacionados con su valor como eje de áreas verdes, determinadas por el cerro Santa Lucía y su desembocadura sobre el Parque Forestal. Para efectos prácticos, sin embargo, los límites del barrio de Lastarria o Santa Lucía-Forestal se precisaron entre Plaza Italia-Baquedano, por el oriente, Alameda por el sur, Victoria Subercaseaux-José Miguel de la Barra al poniente y avenida Santa María al norte. Incluso se contempló la habilitación de un paseo semipeatonal para Lastarria entre Padre Luis de Valdivia y Merced, encargado al proyectista Aldo Roba. Se suponía que el tráfico vehicular debía desviar hacia Victoria Subercaseaux por calle Valdivia, pero esta fue una de las propuestas no concretadas.
Los vecinos participaron del plan general propuesto entonces y, durante el mes de septiembre de ese año, se estuvo exhibiendo en la Plaza Mulato Gil de Castro el preproyecto para ser conocido por la comunidad y recibir sugerencias. De acuerdo al plan original de transformación y mejoramiento, el presupuesto de ejecución sería de 300 millones aportados por la Municipalidad de Santiago, mientras que otros 90 millones provendrían de la comunidad de residentes y usuarios del sector.
Los trabajos comenzaron en octubre, aunque no sin algunas críticas de los mismos residentes. Estos veían demasiado énfasis comercial en el proyecto y no tanto así en su calidad de vida, temiendo que degenerara a un panorama de vicio y delincuencia como ha sucedido en otros barrios bohemios, casos de Bellavista y calle Suecia, por ejemplo.
Algunos aspectos del proyecto quedaron pendientes, sin embargo. La vía peatonal no fue completa, como muchos esperaban, aunque con el tiempo se incorporaron ciclovías al circuito. El cambio de conexión que debía liberar a la calle Rosal y trasladar el empalme de los vehículos hacia Victoria Subercaseaux por la anterior calle Padre Luis de Valdivia, tampoco llegó a consumarse, ni la fuente de aguas que iba a ser construida casi enfrente de la Plaza Mulato Gil de Castro en la unión de Lastarria con la calle Rosal. Solo el pequeño tramo entre Rosal y Merced de la misma calle Lastarria quedó en calidad peatonal a partir de 2002, con una feria de antigüedades, artesanías y libros que aún se reúne habitualmente allí, enfrente de la plaza dura.
Varios espacios que han quedado disponibles en la constante transformación del barrio, han sido incorporados de diferentes maneras al mismo, curiosamente. Al caso de la demolición de una propiedad enfrente de templo, que acabó obsequiando a la ciudad una nueva plaza allí, se suma otra planta situada justo en la vuelta de la primera cuadra de Lastarria, al interior de la manzana entre Alameda y Padre Luis de Valdivia, en donde un proyecto inmobiliario lo reconvirtió y remodeló totalmente como patio de locales comerciales y cafés, bautizado Espacio Kul en homenaje a la influencia del arquitecto Kulczewski en todo este vecindario santiaguino donde tuvo también su estudio, en la cercana calle Estados Unidos. Actualmente, este patio es uno de los principales atractivos de la calle, especialmente para los turistas.
El restaurante Tres Valles, en Lastarria con Padre Luis de Valdivia. Ocupa el lugar en donde estuvo el Sur Patagónico.
El Honesto Mike, en Padre Luis de Valdivia. Al fondo, el cerro Santa Lucía.
El muy antiguo inmueble del Chipe Libre, "La República Independiente del Pisco", en Lastarria enfrente de El Biógrafo. Antes, este mismo local era ocupado por el restaurante Gatopardo, frecuentado por muchos escritores, políticos, diplomáticos y otros personajes.
El café-bar y el cine El Biógrafo, en Lastarria con Villavicencio. Otro clásico y doble sitio del barrio.
El edificio del restaurante Le Fournil, en la llamada Casa Lastarria, importante centro de actividad cultural del mismo barrio. Como varias fachadas del sector, está sumamente maltratada por el vandalismo del aerosol.
La penúltima esquina de Lastarria vista desde Rosal en la actualidad, en donde debía completarse el paseo peatonal e instalarse la fuente de aguas. Se observa la audaz fachada del Hotel Cumbres Lastarria.
El edificio de calle Rosal en cuyo zócalo estaba el Squadritto Restaurante, ya cerrado.
Así luce ahora el acceso al cerrado Squadrito Restaurante, quizá el más elegante de todo barrio Lastarria.
Como barrio intelectual por excelencia, Lastarria tenía una cotizada librería en la Plaza del Mulato Gil de Castro, del insigne escritor Enrique Lafourcade (1927-1919), además de hallarse en el barrio la famosa El Cid por el lado de Merced y, desde 2010, la Librería Ulises. Esas casas literarias se encontraban muy cerca de la Sala La Comedia en el 347-349 de la misma calle, cuartel de la famosa compañía del Teatro Ictus que han integrado grandes artistas como Claudio di Girolamo, Mónica Echeverría, Tito Noguera, Jorge Díaz, Jaime Celedón, Jaime Vadell, Nissim Sharim, Delfina Guzmán y Roberto Poblete, entre muchos otros.
Vivían en aquel contorno también los poetas y escritores Armando
Uribe (1933-2020) y Miguel Serrano (1917-2009). Este último residía en el mencionado edificio
llamado El
Barco, en Merced con Santa Lucía, siendo visitante frecuente de las noches
de barrio Lastarria. Obra de 1934 de los arquitectos Sergio Larraín García-Moreno y José
Arteaga, el mismo edificio fue hogar del escritor Jorge Edwards y de la socialité Julita Astaburuaga. No era raro encontrar a algunas de estas muchas personalidades de
las letras, la vida social y las artes por las calles, en consecuencia, incluso vagando por los boliches del mismo sector de Lastarria.
Pero no eran solo hombres consagrados de las artes los únicos personajes allí: famoso era, hasta pasado el Bicentenario Nacional, el delirante vendedor callejero y autoeditor de revistas José Onofre Pizarro, autodenominado como El Divino Anticristo, quien vestía como mujer y empujaba sus carros de supermercados con libros, antigüedades y otros cachivaches que ponía a la venta en la primera cuadra de la calle, cerca de la Alameda. Su increíble vida se acabó una noche de 2017, cuando falleció mientras dormía en un refugio que se le facilitaba en calle Marcoleta, al otro lado de la Alameda.
De aquellas estrellas allí presentes, algunas ni siquiera eran humanas: Rolando, un querido perro callejero de los alrededores del Café El Biógrafo, vivía en un rincón vecino a este establecimiento y había sido bautizado así por la obra épica “El cantar de Rolando”, cerca del año 2010. Era atendido por la generosa vecina María Dolores Muñoz. Poco antes de él, sin embargo, fue famoso también un can llamado Cholo o Negrito, habitante además del sector del Parque Forestal. Este perro fue rescatado de la calle y lo adoptó Viviana Parker, quien le procuró una buena vida en una parcela familiar, logrando quitarle su obsesión por papas fritas aprendida en el barrio, dicho sea de paso.
Entre las grandes mejoras hechas en el barrio con el programa de renovaciones, estuvo la restauración de la fachada de la Parroquia de la Vera Cruz entre 2001 y 2002, la remodelación de la Plaza Mulato Gil de Castro y el sector situado de frente a calle Rosal, esto último ya pasado el Bicentenario Nacional. De esos cambios surge el aspecto que tiene la plaza dura hasta nuestros días, siendo sede del centro cultural con su nombre, además de varias reparaciones en edificios después del terremoto del 27 de febrero de 2010. El aspecto negativo y más criticado de todo este cambio, sin embargo, fue la evidente gentrificación del mismo vecindario, encareciéndose valores de arriendos o ventas y aumentando mucho los precios de la oferta general.
Durante el año 2018, una selección especial de la sección de viajes del periódico español “La Vanguardia” incluyó a Lastarria entre “los barrios más cool del mundo”. La adición del Centro Cultural Gabriel Mistral (GAM) en lo que eran las antiguas dependencias de Edificio Diego Portales, también ha irradiado hacia Lastarria su ambiente cultural a través de las calles orientales José Ramón Gutiérrez y Villavicencio, convirtiéndose en una especie de prolongación mutua, de ambos núcleos entre sí. Parte importante la han hecho también los hoteles del circuito, destacando clásicos como el Widsor y el Foresta, por calle Victoria Subercaseaux; y el Cumbres de Lastarria, en plena calle del mismo nombre enfrente de Rosal, aunque en algún momento criticado por sus líneas de diseño vanguardistas, tal vez no tan adecuadas al rasgo general del barrio.
Entre los locales más famosos y tradicionales del barrio está la schopería y fuente de soda Torremolinos, conocida fuente de soda y expendio de comidas rápidas que ocupa el local de Lastarria 11, favorito para los bajones de hambre entre quienes comienzan temprano. Es un boliche que se define a sí mismo como la principal picada del barrio, además. Aunque no sea demasiado antigua, pues abrió también en los años ochenta, de todos modos es parte de la generación fundadora de barrio Lastarria y, además, aparece como una especie de recuerdo o eco del "distrito de fuentes de soda" que antaño existía en este sector de Santiago, proyección de la calle de la Maestranza, actual Portugal, al otro lado de la Alameda. Tras un tiempo cerrado por problemas contextuales, Torremolinos reabrió sus puertas en 2020, siempre a cargo de su histórico patrón, don Roberto Opazo.
El Emporio La Rosa, en tanto, se encuentra aún al otro extremo de Lastarria: tiene su local principal junto al Parque Forestal en la punta de diamante de Merced con Monjitas, con sus helados de sabores exóticos, incluidas flores. Después se agregó la sucursal de la esquina de Lastarria con José Ramón Gutiérrez, en la primera cuadra. La cervecería Sur Patagónico, con cervezas artesanales y comida típica, ocupaba la esquina de Lastarria 96, justo con Padre Luis de Valdivia. Cuentan que este boliche fue otro de los caídos durante los difíciles años de la pandemia y hoy tiene otro nombre: Tres Valles Restaurant.
Vecino a ese local, en Padre Luis de Valdivia 328, han estado también el restaurante Geométrico, el Bar Spoh y el Café Viejo Simón. Casi enfrente se instaló el Café Utopía. Cruzando a la esquina vecina con Valdivia, a la sombra del mencionado templo, se encontraba la recreación en dependencias del siglo XIX con el Gabriela Restaurante y el Victorino. Más allá está el Bocanáriz de Lastarria 276 y su vecino, justo enfrente del Café El Biógrafo, es el restaurante ChiPe Libre, subtitulado como la República Independiente del Pisco, ocupando el mismo antiguo caserón colonial que antes había sido del restaurante Gatopardo por más de 20 años en Lastarria 282, sitio conocido por intelectuales y algunos políticos hacia el último cambio de siglo.
En la esquina con Villavicencio, en tanto, está la comida francesa de Le Fournil, en el imponente edificio rojo del sector antes llamado la Casa Ried, conocido también como el Observatorio Lastarria cuando alojó en ella otro recordado restaurante. Ha tenido un auge como lugar de exposiciones y eventos desde 2006, manteniendo contacto con la escuela geopoética del artista Kenneth White y Georges Amar, este último habiendo realizado frecuentes visitas al mismo centro culinario y artístico. El inmueble fue construido en 1912 por Ernesto Ried Silva, y es conocido actualmente también como la Casa O y Casa de Lastarria.
Mientras tanto, afuera de la Plaza Mulato Gil de Castro esperan al público las mesas del elegante restaurante Mulato, en el 307 de Lastarria. En el edificio neocolonial de los arquitectos Julio Casanovas y Luis Román Cristi ocupa el lugar que había pertenecido a otro clásico: el R-Punto, restaurante y café que cerró en polémicas circunstancias hacia fines de 2011 y tras trasladarse con todas sus reliquias mobiliarias y ornamentales hasta el perímetro de la plaza, negándosele la patente municipal por no "modernizar" sus instalaciones, parte de ellas hoy absorbidas por uno de los museos.
Casi al lado de donde está el Mulato, destacaría también el Bar de Tapas, casino del Hotel Cumbres Lastarria con su siempre extraño frente arquitectónico, influido por el diseño vanguardista y deconstruccionista. Esta característica todavía genera algunas críticas y comentarios de asombro, como hemos dicho. En su restobar era conocida la fría y refrescante jarra de sangría.
Una de las incorporaciones últimas y más importantes de calle Lastarria fue el Liguria, en el hermoso inmueble diseñado por el arquitecto Alberto Cruz Montt a inicios del siglo XX, en la esquina de Merced con Lastarria y conocida como la Casa Valdés Freire, con cerca de 1.800 metros cuadrados. Es el llamado Castillo de Lastarria, que fue hasta 2007 la dirección del Instituto Chileno-Francés de Cultura, siendo remodelado y restaurado para este nuevo uso como restaurante. Fue inaugurado con grandes anuncios de la cadena en 2018. Sin embargo, la cuestión sanitaria obligó a un receso y así fue reabierto en septiembre de 2021, tras casi un año con sus actividades en suspenso.
El nuevo local del Liguria, de la mano del enérgico patrón Marcelo Cicali, ha tomado gran importancia desde entonces. Se ubica exactamente al lado en donde está la llamada Casa de las Enredaderas o Castillo Peludo en Lastarria 343. Este último inmueble es muy reconocible por su fachada neomedieval de piedra cubierta por plantas trepadoras-colgantes. Se lo distingue también por algunas gárgolas en los balcones, flanqueando con su cortafuego la Plaza del Mulato Gil de Castro. Además, un desaparecido edificio existió a su lado en el 323, y era utilizado en los años treinta a cuarenta como residencial con pensión.
Otros restaurantes y clubes del contorno han sido el restaurante café Malas Artes, en José Ramón Gutiérrez 277, que era reconocido por su cocina internacional; el reputado Squadritto Ristonante de Rosal 332, célebre por su excelente carta italiana; el mágico bar-restaurante El Diablito, en tanto, se encuentra de Merced 336, abriendo solo en horas de hombres lobos y vampiros. A la vuelta está el grato piano-bar Don Rodrigo del Hotel Foresta, en Victoria Subercaseaux 355 llegando a Merced, uno de los favoritos de todas estas cuadras. Otros son principalmente diurnos, como el Pizza Bella de Rosal 330, que apaga sus hornos pizzeros y cierra sus puertas hacia las 21 horas.
El internacionalmente conocido y recomendado también fue el Café y Restaurante Ópera de calle Merced con José Miguel de la Barra, en donde hoy está el Reb Pub. Entre otras razones, el Ópera era afamado por sus noches de l ciclo "Cuecas en llamas, llaman las cuecas", organizadas por los músicos Pablo Ilabaca y Camilo Salinas. En tanto, la misteriosa triada de pubs del Café Escondido, el bar Hookah Troopa y el Bajo Llave, se instalan al final del pasaje Nueva Rosal en la calle del mismo nombre, con la particularidad de que se puede transitar bajo un edificio adyacente y sus estacionamientos para llegar a ellos desde Victoria Subercaseaux. Los tres abrirán de tarde y noche llenando de mesas y circulación de gente aquella explanada, penando las ánimas en otros horarios bajo la luz del día.
El resto del comercio en el sector es de librerías, boulevards, almacenes, galerías de arte de autor, casas de moda, estudios de tatuajes, tiendas de diseño, salones de belleza, pastelerías, etc. No se puede dejar de recordar la existencia de muchas academias y sedes de casas de estudio en el sector, además de tiendas de golosinas como el Bombón Oriental de Merced 345, café célebre por su pastelería turca y árabe, además de ser uno de los establecimientos más antiguos del barrio, fundado en 1946.
Empero, hay aspectos adversos e inevitables en este fenómeno de transformación urbana. Antiguos establecimientos como tiendas pequeñas y almacenes fueron desapareciendo del barrio, producto del mencionado fenómeno de gentrificación progresiva. Un conocido zapatero del lado de calle Merced, por ejemplo, fue notificado después de las Fiestas Patrias de 2017 que el arriendo de su local subiría súbitamente desde los 430 mil pesos que pagaba a un millón, provocando gran polémica y asombro, siendo cubierto el caso por varios medios de comunicación. Son los efectos de la transformación de aquellas cuadras, como podrá comprenderse.
El sector de los pubs al fondo de calle Nueva Rosal (Café Escondido, Hookah Troopa y Bajo Llave), en las tranquilas y silenciosas horas del día.
Tramo peatonal de Lastarria enfrente de la Plaza Mulato Gil de Castro. Se observa el inmueble con balcones de cajón ocupado por el restaurante Mulato, la feria de antigüedades y libros de la vía, y atrás la Casa de las Enredaderas.
Plaza Mulato Gil de Castro y algunas de las instalaciones viejas y nuevas ocupadas por el Museo de Artes Visuales. Al fondo se ve el mural en mosaicos de Roberto Matta.
El Liguria, en su sede al final de calle Lastarria con Merced, en un inmueble histórico de gran suntuosidad afrancesada.
El acceso al restaurante Liguria de Lastarria, con sus características pizarras informando la carta del día.
El Casariego de calle Merced enfrente de Lastarria, en donde estaba antes Les Assassins.
Otro clásico del barrio es el Bombón Oriental, pastelería turco-árabe y café con varios años en calle Merced.
Sala La Comedia del Teatro Ictus, también en Merced y dentro de un pasaje comercial con patio en el zócalo del edificio.
Otras polémicas de Lastarria han tenido que ver con la presencia y eliminación de murales artísticos, ya en tiempos más recientes. Uno de ellos fue el de las figuras de rostros caricaturescos alargados en fondo azul de una pandereta que cerraba los trabajos inmobiliarios del Hotel Cumbres. Las figuras habían sido pintadas muy en su estilo por el artista francés Thierry Noir, estando de visita en noviembre de 2009 cuando fue a conocer el Museo de Artes Visuales. Noir había pasado a la historia como el primer artista callejero en pintar el infame Muro de Berlín, pero su fama no fue suficiente para el instinto desechable nacional: la pared con sus obras fue derrumbada en marzo de 2014, ya que obstruía el acceso al hotel boutique y no había forma de incorporarla al proyecto.
Otro mural ya
desaparecido en la calle fue pintado por el artista antofagastino Luis Núñez San
Martín en el edificio de rasgos bauhaus de la esquina de Rosal 312, obra del arquitecto Ítalo Sasso, mostrando una
escena de época en donde destacaba el interior de una pulpería antigua con la
técnica pictórica del trampantojo, desde octubre de 2017 y en el marco del
Festival Hecho en Casa. Siendo solo una pintura mural provisoria (para seis
meses), se consiguió una prórroga en abril de 2018 para que permaneciera visible
e incluso se la restauró después de ser vandalizada. Muchos residentes y pasajeros de Lastarria realmente se habían acostumbrado a su presencia, durante los dos años que llevaba allí.
Sin embargo, en junio de 2019 las autoridades municipales decidieron que ya era hora de eliminar el enorme mural y dejar la fachada limpia del edificio, causando gran protesta entre quienes se habían encariñado con el mismo, Las culpas se cruzaron entre la Municipalidad (que, de hecho, había multado a través de la Dirección de Obras a la comunidad residente por no cumplir con la eliminación de la obra), la propia comunidad del edificio Rosal 312, el Ministerio de Cultura y la organización del Festival Hecho en Casa, que debió contratar el personal para borrar la obra. Aunque la justificación del momento era que el aspecto arquitectónico debía prevalecer a toda pintura o decoración exterior del mismo, hoy el edificio está plagado de tags y rayados rupestres con aerosol, curiosamente.
Por otro lado la poca prudencia de artistas callejeros de música o de danza a veces excede también el límite de sus derechos a manifestarse con el de los vecinos a dormir y hacer una vida tranquila en sus departamentos, obligando a la intervención de Carabineros de Chile. El comercio informal, en tanto, que antes funcionaba como un complemento casi pintoresco, después se descontroló convirtió las veredas y peatonales del barrio en una intransitable feria de recuerdos, artesanías, bisutería, bocadillos soyeros, pipas para marihuana y cuanta cosa se pueda poner sobre un parche en el suelo.
La imprudencia de algunos de aquellos microemprendedores llega a tal, en ocasiones, que bloquean las salidas de algunos locales o edificios, e incluso pueden invadir el espacio exterior de las mesas y sillas, en ciertos casos. Varias redadas ordenadas por la Municipalidad de Santiago han tratado de desplazar a aquellos comerciantes informales, pero los resultados son escasos o solo temporales.
Por si fuera poco, la destrucción
y el decaimiento del que fue parte barrio Lastarria después de estallar las
revueltas callejeras de octubre 2019, seguidas de la devastadora pandemia, incluyeron el incendio parcial de la Parroquia de la Vera Cruz
y un daño incalculable en todas las fachadas del sector. La clientela bajó drásticamente en aquellos meses, y los pocos que iban debían evitar los viernes, día en que las turbas iracundas solían marchar hacia el barrio solo para atacar terrazas y locales.
Algunos históricos establecimientos no resistieron el embate, como el restaurante Squadritto Ristorante. Cerró a inicios de 2021, después de 26 años de actividad con su famosa comida italiana a cargo de la familia Squadritto Toro-Moreno. Cuando se enteró del cierre del reputado restaurante, el poeta y hombre de letras Cristián Warnken hizo pública una emotiva pero controvertida carta pública, en donde expresaba:
Quiero decirles que cada vez que entraba al Squadritto me sentía regresando a mi casa. Y cada uno de los encuentros ahí vividos, las reuniones celebradas, las conversaciones (algunas muy largas y muy regadas) se me aparecen y me penan. Esos eran los acontecimientos de un tiempo verdadero, un "Kayrós" que nos permitió resistir las ansias devoradoras del Cronos bajo cuyo poder vivíamos antes de este frenazo de esta pandemia. No puedo dejar de evocar a los amigos muertos con los que concelebré cenas sagradas, con los que cultivé la religión de la amistad. Recuerdo a Óscar Bustamante, arquitecto y narrador levantado su copa de vino frente a mí, haciéndole una finta a la muerte, con su mirada de niño y hombre, llena de una tristeza y una elegancia a estas alturas extinta. O Jorge Edwards, memorialista eximio, diseminando anécdotas sabrosas de un Santiago desaparecido. Y Paz de Castro fumándose el último pucho con la entrañable Jovana Skármeta haciéndonos reír a carcajadas con una historia desopilante vividas por ellas, y narrada después magistralmente por Pedro Lemebel. O Miguel Serrano, el último mago de la generación del 38, haciendo un gesto con la mano para limpiar la comida de cualquier "interferencia" de ondas negativas venidas de alguna Matrix. En la mesa de al lado estaba la entonces ministra de Salud, Michelle Bachelet. Recuerdo que se saludaron. ¿Lo viví o lo soñé?
Actualmente, el local que perteneció al Squadritto permanece cerrado y juntando polvo, con nombre y logotipo aún legibles en el alero del que era el acceso a sus elegantes salones ya oscurecidos. Los problemas comerciales que enfrenta el antes próspero barrio han dificultado conseguir a su reemplazo allí, según cuentan.
Poco después de aquella tragedia, el señor Cheyre Stevenson avisaba en marzo que su restaurante Les Assassins cesaría operaciones después más de medio siglo en el barrio. Parte de la historia suya y del singular negocio quedaron plasmadas en un libro de su autoría, titulado "Una vida, un restaurante y algo más". En una emotiva carta dirigida al diario "El Mercurio" durante la primera semana de aquel mes, en donde anunciaba el cierre del establecimiento, decía como despedida a su clientela:
Le escribo, ya que después de 55 años de popular historial y de mucho prestigio, tanto en el extranjero como en Chile, voy a tener que vender mi derecho de llave por edad, pandemia y soledad, incluyendo el éxodo de mis queridos hijos que trabajan conmigo. Es increíble. Sigo en el mismo lugar, calle Merced con Lastarria, trabajando al pie del cañón y con una fiel clientela. En el intertanto, continúo cumpliendo años con una velocidad increíble. Los vecinos no dan crédito a sus ojos al verme llegar en moto al restaurante con bolsas con mercaderías, todo a los 77 años.
Es por eso que me atrevo a escribir al menos para despedirme de los cientos de miles que han tenido la oportunidad de conocer Les Assassins.
Bon Appétit.
En abril de 2022, llegó a ocupar la dirección de 297-B que había pertenecido a Les Assassins el nuevo Casariego Restobar. Todo indica que ha funcionado bastante bien como relevo, aunque muchos aún se lamentan de la partida del negocio anterior, no encontrando consuelo.
Siguió en aquella senda de ocaso el anuncio de cierre del bar Berri, lo que iba dejar a calle Lastarria huérfana de otro de sus más célebres sitios fundadores. El encantador boliche, que había sobrevivido a la crisis sanitaria haciendo delivery, dio aviso de esto en noviembre del mismo año, después de 36 calendarios de funcionamiento allí. La despedida fue iba a ser con una fiesta organizada por su dueño, el veterano señor Eduardo de Azcuénaga, conocido como Don Berri por los parroquianos de la querida cantina. Las razones tenían que ver en parte con el clima social que se vivía en esos momentos, pero principalmente porque el inmueble que ocupaba iba a cambiar de dueños y destino, pues había sido puesto a la venta por los propietarios, familiares del señor Azcuénaga.
Sin embargo, la presión del público y la llegada de la noticia a los medios dieron una prórroga de vida al Berri, tal vez accidentalmente. Coincidió que los extranjeros que habían firmado la promesa de compraventa a fines de 2021 desistieron de seguir con la operación y prefirieron pagar la multa, de modo que el inmueble continuó en manos de aquellos dueños. Estos permitieron que su pariente siguiera arrendando el local cuando ya había desarmado el hermoso segundo piso y se aprestaba a desalojar el primero. La buena noticia fue confirmada en octubre de 2022, abriendo así sus pesadas puertas con rejas metálicas y celosías plegables en horas de la tarde, además de instalar mesas afuera, al aire libre, como han hecho varios otros negocios del barrio.
Las tropelías y ataques sufridos en calle José Victorino Lastarria y sus cuadras adyacentes, que habían incluido agresiones directas a los locales, comedores exteriores y clientes, cesaron con el tiempo. Empero, persisten los efectos del tremendo daño hecho al comercio con el alejamiento de gran parte de la clientela: los más nefastos fueron resultado de los períodos de encierro preventivo provocados al llegar la ola del coronavirus, males que arribaron en el peor momento posible, desatando la tormenta perfecta con las descritas consecuencias para el comercio.
A pesar de todo, la actividad recreativa no se detiene y continuará repartida en interesantes propuestas como el restobar Quitral del patio de Lastarria 70; ahí mismo se encuentra a la Casa Lastarria y su magnífica azotea; El Bocanariz, de Lastarria 276, con especial servicio como wine bar y comida internacional; el Papachecos, en Lastarria 160, vendiendo enormes cambuchos de papas fritas con agregados como carne mechada o chorizos; Quel Bravo Ragazzo de Lastarria 53, primera paninoteca en Chile creada y atendida por el italiano Nicola Schincaglia; El Wonderland Café, en Rosal 361 con decoración de fantasía; El Honesto Mike, famoso en Providencia y ahora con esta sucursal en Padre Luis de Valdivia 338, en un hermoso caserón de 1913 que ha sido redecorado ad hoc al estilo del boliche, donde había estado antes El Puleto Joe; casi enfrente el Brussels, de la Galería Lastarria, en el 327 y para adictos al chocolate, los bombones y los pasteles; y en el 333 está Le Bistrot Viet, con su comida gourmet vietnamita.
Hacia el oriente del barrio, en tanto, en Estados Unidos 246 se halla el bar La Virgen; muy cerca de allí, el Café 202 ostenta este número en la misma calle, reabriendo sus puertas recientemente; El Bajo, con sus terrazas rústicas, patios y balcones vecinos al Centro GAM, por el lado de Alameda 227; y El Cantábrico, clásico comedor conocido por sus colaciones y también ubicado en el lado exterior, en Alameda 287.
Son momentos de cierta incertidumbre para Lastarria, entonces: aún no está claro si vienen días de completo redespertar para el comercio recreativo del barrio, o si la estabilización y la recuperación tendrá un límite, después de tantos años habiendo sido la opción bohemia turística y segura de Santiago Centro. Confiemos en que el destino permita lo primero. ♣
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