♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣

LA ESQUINA TRASNOCHADORA DEL BAR Y RESTAURANTE LA NACIÓN

El bar y restaurante La Nación pocos años después de tomar las riendas don Carlos López. Aviso publicado en el diario "La Nación" de diciembre de 1943.

El bar y restaurante La Nación ocupaba un realativamente espacioso local en la dirección de avenida Diez de Julio 1439, justo en la esquina surponiente con calle Aldunate. Esto era cerca muy del popular barrio de la Plaza Almagro y más al oeste del pecaminoso sector de cuadras en donde los nocherniegos que tenían los famosos Callejones de Ricantén por el cruce con Lira, aproximadamente. Era, a la sazón, vecindario con mucha prostitución, cafés nocturnos y locales de comida para trasnochados.

Nacido hacia los años veinte, La Nación figuraba como cigarrería en 1927 y ya como restaurante en avisos clasificados publicados poco después, algunos solicitando personal para su cocina o comedores y otros poniendo el local en venta más o menos desde septiembre de 1928 y por largo tiempo más. Todavía en 1930 continuaba en venta, de hecho. Ya aparecía entonces con su nombre histórico, además de contar con patente de "acreditado bar y restaurante".

Decían que La Nación era un boliche cómodo, aunque de un solo piso. Tenía algo de mejor reputación que muchos de sus demás congéneres de Diez de Julio, además, apareciendo publicitado algunas veces en la prensa de los años treinta y cuarenta pero especialmente en la temporada de fin de año, cuando ofrecía sus famosos colas de mono. Estos últimos eran una de sus principales ofertas del período cercano a Navidad y Año Nuevo, fuera de los vinos surtidos y la comida a la carta disponible durante todo el año.

El establecimiento reaparece en venta hacia abril de 1936, asegurando a los interesados contar con una favorable concurrencia de clientes en aquellos momentos: "única en el barrio, con seleccionada y numerosa clientela", además de "largo contrato, buena casa habitación", a precio conveniente. Sin embargo, en la mañana del miércoles 20 de mayo de ese mismo año, el restaurante La Nación fue rematado por martillero público, un señor E. Former. A pesar de la cantidad de público que aseguraba tener, entonces, las deudas o traspiés del propietario habían superado las expectativas del mismo negocio.

Tras aquel cambio, el bar y restaurante continuó en servicio. Y no solo eso: pasó a vivir la que sería una buena racha en su historia, o suficientemente próspera para mantenerlo vivo por cerca de una década más. Ya solía permanecer abierto hasta altas horas de la noche por entonces, con cenas de madrugada. En general, se trataba de un expendio más bien económico, como muchos otros del mismo barrio con comida a la carta, aunque es presumible que contara por entonces con músicos en vivo al interior, aunque no era algo que destacara especialmente en su publicidad.

Los barrios de Diez de Julio esquina con Santa Rosa, en imagen del 10 de noviembre de 1922. Tomada de los álbumes de fotografía histórica de Chilectra.

Diez de Julio esquina con Nataniel Cox, vista hacia el poniente, a solo un par de cuadras de donde estuvo el restaurante La Nación. Imagen de los álbumes de Chilectra, tomada el 3 de enero de 1923.

Aviso publicado en el diario "La Nación" del 2 de enero de 1944, destacando la venta de cola de mono de la temporada.

Aviso publicado en prensa por La Nación a fines de marzo de 1945, en plena Semana Santa.

Vista de la esquina en donde estuvo el bar y restaurante La Nación, ya hacia 2010, ocupado ahora por una desamarduría y venta de repuestos. Fuente imagen: Google Street View.

Ya en los cuarenta, La Nación se presenta como propiedad del señor Carlos López S., comerciante que atendía personalmente en el lugar junto a los mozos. Como parte de los platos típicos característicos de una cocinería tradicional como la que tenía este negocio, su especialidad eran ya las empanadas de pino con carne al horno, suficientemente apetecidas como para tenerlas a la venta todos los sábados en el local. Tuvieron cierta fama en esos años, apareciendo también como el producto estrella para las Fiestas Patrias. El sábado quedaría también para mariscos, especialmente en la Semana Santa.

Los viernes, en cambio, solían estar reservados a los caracoles a la Española en 1943 y 1944, también anunciados con énfasis en el período de diciembre, mes que parece haber sido siempre su mejor temporada anual. Por entonces, el cubierto completo de un almuerzo o comida se pagaba con cinco pesos, precio bastante razonable si se compara con el de otros negocios de esos mismos años. A partir de 1945, el señor López reajustó a seis pesos el cubierto.

En fiel sintonía con el ambiente bohemio que ya dominaba en los cuarenta a la avenida Diez de Julio y los alrededores de Plaza Almagro, La Nación se mantenía abierto hasta las 4 de la madrugada en aquellas cenas de amanecida de los viernes y sábados. Por esta razón, servía también en la función de casa de cena o establecimientos de amanecida para los clientes que no dormían o aparecían acosados por los bajones de hambre buscando comedores abiertos a aquellas horas.

La Nación perduró como restaurante por varios años más, aunque ya no tanto en su modalidad licantrópica de restaurante nocturno según los recuerdos que conservaban quienes lo conocieron, perdiendo así la que había sido una de sus principales características. Todavía aparece en la dirección de su trasnochadora esquina de Diez de Julio con Aldunate en documentos como la "Guía Automovilística de Chile" de 1967. Aunque no tenemos claro por cuántos años más sobrevivió, habría sido uno de los últimos restaurantes de su generación en aquella avenida que se mantuvo funcionando al pie del cañón hasta tan avanzados tiempos, además.

En aquella esquina donde estuvo La Nación atendiendo almas que se negaban al sueño y a la tranquilidad hogareña, se instalaría después un taller de desarmaduría automotriz de una conocida marca japonesa, con venta de productos del rubro, cuando esta actividad comercial terminó de tomar posesión de la popular avenida desplazando para siempre a muchos de sus antiguos bolichitos de trasnochada y fatigas hambientas. Este local está muy transformado: sus espacios fueron cerrados por grandes mesones y, más tarde, se agregaron sobre sus cornisas unos paneles de aspecto metálico, aumentando artificialmente su altura y ocultando el caos de piezas sueltas y repuestos desparramados sobre aquella azotea. ♣

Comentarios

♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣