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LA DANZA DESDE EL MÁS ALLÁ DEL NEGRO SAID

Said Salomón Merlez Patiño (1972-2002). Imagen base tomada del portal Copiapó Noticias.

En el folclore religioso y popular chileno, especialmente el de cierta connotación nigromante, la línea entre en homenaje y la devoción de fe es bastante tenue. Esto ha facilitado o sostenido, en cierta forma, del surgimiento de las llamadas animitas en sitios o puntos específicos de adoración y recuerdo relacionados con el momento final de una vida. Son lugares en donde se creería que la memoria colectiva consagraría más bien un espacio de conmemoración, como el de la muerte de un personaje o su propia tumba, pero acaban convertidos también en sitio para solicitud de favores, sea por mero símbolo romantizador o por auténtica creencia en intervenciones generosas del alma de cada fallecido.

Por lo anterior, el lugar del trágico accidente del bailarín y coreógrafo conocido como el Negro Said se convirtió en una gran animita de carreteras, cerca de la salida de Los Vilos (aproximadamente, en el kilómetro 238 de la Ruta 5 Norte) en donde ocurrió en fatídico accidente vehicular del 12 de agosto de 2002, que terminara costándole la vida al querido y recordado artista copiapino de televisión y de espectáculos. Lo mismo ocurre con el mausoleo familiar en donde está sepultado, en el Cementerio General de Copiapó, que ha terminado siendo un memorial.

Sin embargo, aquellas son otras de las curiosidades especiales que se permite en el folclore de las ánimas en Chile: como se sabe, el querido Said no murió en el accidente mismo, sino en el Hospital Naval Almirante Nef de Viña del Mar y sin haber despertado después de la tragedia, la tarde del lunes 19 de agosto siguiente y tras una triste agonía. Su animita en la carretera es, entonces, más simbólica como acto de "lugarización" que indicadora del sitio preciso de su fallecimiento, a diferencia de lo que sucede con la mayoría de las animitas más tradicionales.

Por otro lado, el lugar de su descanso final en la necrópolis también se ha convertido en animita y lugar de peregrinación para sus admiradores. El mausoleo luce como una mezcla perfecta y equilibrada de admiración y de veneración popular, donde los homenajes anónimos también se combinan con la petición de favores, como suele ocurrir con artistas y personajes populares fallecidos en forma trágica o inesperada.

Tanto en la animita de la carretera como en su tumba están unas siluetas metálicas evocando al Negro Said bailando para su público una misteriosa danza desde el Más Allá, como perpetuación de aquella actividad que tanto amó y que lo hiciera conocido en el ambiente televisivo y de los eventos nocturnos, con una agenda que no llegaba a tener pausas en el mejor momento de su intensa vida profesional.

Said Salomón Merlez Patiño había nacido en Copiapó 30 años antes de ese fatal último invierno de su vida; tenía tres hermanas. Tras completar sus estudios medios en el Liceo Católico de Atacama, en donde destacó por ciertas habilidades deportivas y gimnásticas, partió hasta la ciudad de La Serena en donde estudió Ingeniería Civil Industrial seducido por la mecánica y las motocicletas que tanto amaba, destacando entre la comunidad universitaria por sus talentos artísticos en el baile y en otras disciplinas. Pasó a animar las fiestas de la Universidad de La Serena (ULS) y desde allí varias discotecas turísticas del balneario, comenzando a explotar su veta artística. También formó parte del Circo Minero de la ULS, en donde se presentaba como malabarista y acróbata ciclístico.

Transformado en uno de los personajes más cotizados de las noches serenenses de los años noventa, con muchas presentaciones animando el ambiente de pubs y discotecas entre las que destacaron sus noches en la Sundance Discotheque, no había quién no conociera al Negro Said dentro y fuera de su casa de estudios, participando también en organizaciones de eventos estudiantiles y otros fuera del ambiente universitario, que acabaron llevándolo a descuidar sus estudios y, a continuación, renunciar a ellos. Curiosamente, tomó la decisión cuando le faltaban solo unos meses para terminar la carrera: las ofertas de consolidar un camino definitivo en el baile y los eventos provocaron en él deseos más fuertes que asegurarse un pergamino que ya no era su prioridad.

Las nuevas perspectivas se abrían ahora en Santiago, hasta donde llega cargado de esperanzas y promesas para abrirse paso. Atlético, ya usando su cabeza calva, conduciendo una vistosa motocicleta y con una simpatía que siempre fue característica suya arriba y abajo de los escenarios, el Negrito, como le llamaban algunos amigos, comienza a extender su bien ganada fama hasta la capital, logrando aparecer en diferentes eventos. Lo hace presentando coreografías y animando al público a moverse con los mismos ritmos, como en la Fiesta Belmont y después en importantes recitales musicales, donde era presentado a modo de telonero y “calentador” de público, incluso en Estación Mapocho y la Quinta Vergara.

No costó que se hiciera una masa propia de espectadores, gracias a su carismática imagen bonachona y carácter encantador. Muchas muchachas asistían a las diferentes discotecas santiaguinas en donde se anunciaba su nombre solo para estar en presencia de esta joven estrella, que bailaba con un dominio escénico y versatilidad pocas veces vistos en hombres con su mismo trabajo de desarrollo muscular.

Su especialidad eran los eventos en donde invitaba al público a seguirlo en sus coreografías, haciendo bailar pubs, gimnasios y hasta estadios completos. Su disciplina personal, además, lo mantenía alejado del alcohol, el cigarrillo y muchas otras tentaciones de la noche y de aquel ambiente artístico, fuera de tener que estar permanentemente trabajando el estado físico y sus coordinaciones óptimas para salir a escena.

En aquel período el animador Mario Kreutzberger, Don Francisco, lo llevó al centro de eventos Estudio Gigante, restaurante temático del animador que estaba en Catedral 1850, mientras que importantes marcas lo llamaban para participar de actividades promocionales en diferentes lugares del país. Aparecerá con regularidad en el matinal “Buenos días a todos” de Televisión Nacional de Chile y, por las noches en el programa “Morandé con Compañía” del Canal Mega, siempre animando al público y mostrando sus bailes en vivo acompañados por coristas. Poco tiempo después, ya había creado su propia productora de eventos.

En esos momentos, Said se había vuelto ya una especie de estrella de las noches y un cotizado instructor de los teams de verano, además. Estuvo casado siendo muy joven, relación de la que salió un retoño llamado como su padre y al que nunca descuidó, a pesar de que aquella relación fue corta. Y aunque estaba a sus anchas para haberse convertido en un galán del espectáculo en Santiago, dada la cantidad de admiradoras que convocaba, tras conocer en el ambiente a la bailarina Bárbara Peláez, integrante de su equipo de danza, se enamoró por completo iniciando con ella una relación que dudará hasta el final de sus días.

Paralelamente, los canales de televisión comenzaban a llamarlo con cada vez más frecuencia en esos años, como era de esperarse. De esa manera, el Negro debuta también en programas juveniles y shows varios de la televisión de esos días. Su popularidad cruzaba las barreras generaciones en todos los sentidos.

El Negrito Said en sus tiempos de juventud. Imagen publicada por el diario "El Día" de Copiapó.

El artista en un set televisivo, ya con su carrera en apogeo. Imagen publicada en la página de Meganoticias.

Said en una de las presentaciones de eventos de su siempre intensa agenda profesional. Fuente imagen: diario "El Día" de Copiapó.

Mausoleo en donde fue sepultado el Negro Said, en el Cementerio de Copiapó. Imagen del año 2011. La figura con la silueta danzante había sido colocada también en la animita de su lugar de accidente, en Los Vilos.

Retrato del Negro Said dentro de su Mausoleo en Copiapó.

Algunas de sus actuaciones más recordadas fueron en el Festival Internacional de la Canción de Viña de Mar: en la “previa” de las transmisiones del programa oficial, el Negro Said entretenía durante la espera al famoso monstruo compuesto por las miles y miles de almas del público, enseñándoles sus coreografías desde el escenario y haciendo que todo el gentío lo siguiera e imitara desde plateas, palcos y galerías. También era frecuente verlo como invitado a amenizar casamientos y aniversarios del mundo de la farándula, por entonces. Entre otros matrimonios donde estuvo presente con sus shows se contaron el de Rafa Araneda con Marcela Vacarezza, Ivette Vergara con Fernando Solabarrieta y Marcelo Ríos con Giuliana Sotela.

El bailarín estaba así en uno de sus mejores momentos ya al acercarse al final de su corta existencia, con varios contratos firmados y otros a la vista. Pero toda aquella promesa se vio interrupida el fatídico 12 de agosto de 2002, día cuando tuvo el trágico accidente carretero de Los Vilos, al volcar el vehículo en que viajaba en horas de la madrugada.

La tragedia ocurrió mientras se dirigía desde Copiapó a Santiago, desde donde venía tras haber animado un evento de la compañía minera Mantos de Oro. Iba regresando ahora para participar en el matinal enseñando pasos de baile, como siempre.

En el Hospital San Pedro de Los Vilos, en donde ingresó con Bárbara y otra acompañante, se le diagnosticó un TEC con fractura de cráneo y maxilofacial con riesgo vital, además de un trauma torácico-abdominal cerrado con graves compromisos respiratorios, entre otras complicaciones. Al ser trasladado al Hospital Naval Almirante Nef de Viña del Mar, se le realizó una operación de urgencia buscando descomprimir su cerebro por el hematoma y la acumulación de sangre al interior del cráneo, pero fue inútil.

Said nunca despertó de su sueño agónico, sumido en el coma profundo. Por indignante que suene, se denunció entonces que el paro del gremio de microbuses que se realizaba en Santiago en esos momentos paralizando la capital, impidió que el Negro pudiese ser trasladado para recibir los cuidados especiales que necesitaba.

El artista falleció a las 15:40 horas del día lunes 19. Su familia estuvo presente durante todo este durísimo tránsito. El estado en que había quedado su fortalecido cuerpo fue tan grave que no pudo concretarse la voluntad de donación de órganos que él habría manifestado en vida y que había ofrecido su familia. El artista fue despedido por miles de ciudadanos, colegas y fans, primero en Valparaíso cuando se dio a conocer su fallecimiento y luego en Copiapó, donde se realizaron sus exequias. Cuando habían pasado sus restos por La Serena de camino a su ciudad natal, además, un grupo de antiguos alumnos, amigos y admiradores se agolparon sobre una pasarela sobre la vía, para despedirlo con aplausos.

Escenas de profundo dolor se vieron en la Catedral de Copiapó y luego en el enorme cortejo que llevó sus restos mortales hasta el mausoleo de la familia Merlez Sagua, en el Patio N° 13, calle Rodolfo Strauss del cementerio local. Se le hizo un pequeño altar interior con sus retratos, además. La consternación era general en los medios chilenos en aquel momento, pues muchos abrigaban una vana esperanza de recuperación. La televisión estuvo realmente de luto en esos días.

Su amada Bárbara hizo algunos homenajes posteriores dedicados al Negro Said. Se encargaría de los cuidados del hijo del Negro su madre, doña Julia Patiño, una querida vecina de Copiapó dueña de un salón de belleza en el que jugaba el pequeño Said cuando niño, la que también estuvo junto al bailarín durante toda esa agonía y organizando cadenas de oraciones en aquellos difíciles días.

En poco tiempo, su animita en la carretera y su tumba se han vuelto ya lugares de culto. En la primera, siempre se encuentran flores frescas y muchos viajeros se detienen para hacer algún gesto recordando al famoso coreógrafo. En el caso del mausoleo, se ha colocado una estrella en el suelo (símbolo del espectáculo) y también la silueta del propio Negro Said en material sólido, a tamaño natural y ejecutando su paso de baile. Se extendió un pequeño cobertizo a modo de alero para dar sombra a los visitantes de la cripta, en cuyo interior las imágenes religiosas se mezclan con fotografías del fallecido artista y flores de tributo. Dicen allá que los 1° de noviembre le llegan también regalos, peluches y otros obsequios por el estilo.

El mausoleo siempre está lleno de tarjetas de saludos o peticiones de favores, globos y ramilletes florales. Al igual que sucede con animitas-mausoleos como la del presidente Balmaceda en el Cementerio General de Recoleta, muchísimas de estas peticiones de favores se ejecutan rayando directamente los muros del mausoleo con plumones, correctores o lápices rotuladores, por sus cuatro caras, cubriendo también el mencionado panel negro con la silueta de Said Merlez en su danza congelada. Lo mismo ocurre con la que existe otra similar en el lugar de la tragedia. También están presentes los infaltables papelitos con mensajes arrojados dentro del mausoleo, unos de peticiones y otros de saludos o de agradecimientos.

Entre todos aquellos mensajes, predomina una redacción y contenidos que corresponden sin duda a gente joven, incluso a adolescentes, aunque no exclusivamente. Se solicitan favores de amor, de convivencia, de protección, de trabajo o algunos tan generales y subjetivos como hacer perdurar amistades y atraer la felicidad.

Sin embargo, hay una clara inclinación poética e ingenua en estos casos, tal vez porque el Negro atraiga especialmente a aspirantes a artistas hasta su animita: se combinan con innumerables textos declarando admiración tanto por los talentos del fallecido como por las cualidades humanas que lo hicieron uno de los hombres más queridos de su generación en los medios televisivos chilenos. Muchos piden, de hecho, ayuda para ser "buen bailarín", músicos, artistas y estudiantes de artes en general, acaso sus principales devotos y compañeros de gremio.

Era esperable entonces, que el Negrito, como le llaman todavía sus devotos, acabara convertido en una animita más de Chile, no solo en el sitio donde se desencadenó su tragedia, sino también en éste lugar, su mausoleo familiar; su último escenario, en donde sus seguidores aspirantes a camaradas de espectáculos llegan a pedir favores. La calidad humana que todos le reconocían durante la vida, entonces se ha extendido aun después de ella.

Sus restos han quedado en esa danza detenida en el umbral del tiempo y en la existencia; pero, mientras tanto, su alma parece seguir cortando el aire con pasos y braceos por el éter de la fe popular. ♣

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