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LA CONQUISTA Y LA DERROTA DE LAS NOCHES EN BARRIO SUECIA

El intenso trajín nocturno de barrio Suecia en el sector donde estaban los pubs Brannigan's y Louisiana (este en la imagen) hacia 2008, cuando ya se aproximaba el final de su rasgo bohemio. Imagen publicada en el diario "La Tercera".

Eran los recordados y nostálgicos años ochenta cuando un grupo de novedosos pubs comienzan a aparecer sin grandes fanfarrias ni campañas en un barrio de la hasta entonces adormilada calle Suecia, en la comuna de Providencia. Fueron los primeros exponentes de una innovadora oferta recreativa moderna para Santiago: el Brannigan's, el Red Pub y el New Orleans, a los que se sumará la disco Kasbah más cerca del final de la década, seguida de otros nuevos establecimientos que van floreciendo por todo aquel fértil campo... Eran los precursores del mismo carácter que dominó al vecindario por cerca de 20 o 25 años, en lo referido a la introducción del estilo moderno de restobares que adoptaron tantos pubs, con la novedad de las noches santiaguinas.

Contextualizar en el tiempo aquel episodio es algo imprescindible: tenía lugar cuando parecía que la vida nocturna y, particularmente, la bohemia romántica hasta hacía poco estrangulada entre toques de queda y otras medidas restrictivas, podían resurgir por sí mismas tras haberse levantado tan despreciadas medidas. La filosofía era un tanto ingenua en su exceso de optimismo, es cierto, pero de todos modos su viento soplaba fuerte sobre las velas de los emprendedores que llegaron a instalar locales, discotecas, bares y restaurantes en aquella famosa calle, abriendo la senda para que comenzara a llenarse de tonos luminosos encendidos desde el jueves al sábado, como mínimo.

Se sabe de sobra que, antes que llegara la primera camada de aquella pubs a barrio Suecia, este era esencialmente residencial y con algunas tiendas de diseño o decoración dirigidas a un público más selecto. "Barrio de viejos", había sido llamado muchas veces por la gente joven y en tono anatemático. Sin embargo, ya existían centros de encuentro social con más perfil clásico, como la Pérgola-Jardín del restaurante Arlequín, cuyo director y copropietario fue Hernán Eyzaguirre Lyon, escritor y uno de los fundadores de la Asociación Chilena de Gastronomía. Fueron famosas las finas y elegantes cenas de Navidad y Año Nuevo de este restaurante en los años setenta.

Por la misma razón, los clubes y restaurantes más innovadores que estaban instalándose allí hacia mediados de los ochenta, aproximadamente, despertaron algunas de las primeras protestas por parte vecinos ante la autoridad. Era comprensible la situación, por supuesto: fue en unos pocos años que la transformación del vecindario resultó radical y casi completa, comenzando a expandirse por las cuadras adyacentes hasta formar un ruidoso y multitudinario cuadrante o pueblito de neones que, cual enclave del divertimento, pudo haber sido una verdadera pesadilla para el sueño de varios veteranos moradores o gente quitada de bulla.

Pero la explosión comercial de pubs y discotecas se desató especialmente con el retorno a la democracia, colmándose así de nuevos clubes durante la primera mitad de los años noventa. 1991 ha sido señalado con frecuencia, entre los antiguos clientes de la bohemia del barrio, como el año decisivo: aquel cuando partió el huracán nocturno de la vía sueca en Providencia.

Las que usualmente se identifican como primera y segunda generaciones en la constelación de clubes en las calles Suecia, General Holley y Bucarest, entonces, no nacieron como sitios tan económicos como los que se verían en su apogeo, sino más bien ABC1. Esto, a diferencia de la mayoría de posteriores pubs y restobares que tuvieron por vecinos, aunque su público no tardaría mucho en volverse ecléctico y llamar a aventureros desde otras zonas del Gran Santiago.

La misma buena fama que tenían el Brannigan's o el New Orleans como atracción para artistas y famosillos en su momento, comenzó a ostentar después el pub y discoteca Entrenegros, fundado a inicios de los noventa en Suecia 0188 por el músico Miguel Negro Piñera y su ex socio Miguelo Esbir, también colega artista. Este club, que en su momento llegó a ser el más importante y principal influencia para el crecimiento comercial del barrio de marras, se había establecido cerca del extremo norte del mismo tramo de cuadras consagradas a la diversión en la calle. Formaba parte ya de la siguiente generación que amplió la vida a las manzanas de Suecia, sin duda, tomando la senda pavimentada por los pioneros de la camada ochentera.

Cabe comentar que, un tiempo más tarde, el propio Negro Piñera abrió para su joven pareja de entonces otro pub enfrente del propio, llamado el Entre Diosas. Por estas y varias otras razones el artista y empresario siempre fue identificado como uno de los precursores y sostenedores del barrio Suecia en su modalidad más festiva y recreativa. Era frecuente verlo en persona por esos lares o incluso en los altos del Entrenegros, en donde se reunía con sus amigos y clientela más cercana a guitarrear y cantar hasta horas de amanecida, siempre obsesionado con la luz de la luna.

En aquellos momentos, todas las fachadas coloridas de las cuadras de Suecia eran de una extraordinaria concentración de utilería decorativa, neones vibrantes y nombres rimbombantes apropiados para sí por cada club. Abundaban los toldos, extensiones de lonas y aleros plegables. Había también terrazas con mesas al aire libre, especialmente en el período cálido de cada año y, en las noches frías, se disponían acompañadas por grandes calefactores tipo estufa de anafre.

El modelo que se imitaba en calle Suecia parece haber sido el de Bourbon Street de Nueva Orleans, como observaron en alguna ocasión los periodistas Carlos Reyes y Darío Zambra de "La Tercera", aunque a escala y en menos cuadras. De ahí quizá el nombre del antiguo pub New Orleans en la misma vía, además. Por su parte, Juan Pablo González estima en "Música popular chilena de autor" que la consolidación de calle Suecia se vio facilitada con su proximidad a "sectores acomodados de Santiago y con el gimnasio Santa Rosa de Las Condes, donde se presentaron importantes artistas de fusión en los noventa".

Publicidad para la Pérgola Jardín del restaurante Arlequín, en General Holley. Publicado a fines de 1977 en el diario "La Segunda".

Ilustración digital del Brannigan's. Así lucía en las noches cálidas y tranquilas que había en barrio Suecia, antes de su debacle.

El pub Louisiana, en la esquina de Suecia con General Holley, esquina vecina al Brannigan's. Fue uno de los pocos establecimientos que logró sobrevivir a la intensa renovación comercial de aquellas cuadras. Fuente imagen: Tripadvisor.

Sector de las terrazas hacia General Holley, Santa Magdalena y el Paseo La Villa, en donde estuvieron negocios como el Boomerang y después el Café Holley. Fuente imagen: blog Barrio Suecia 2010.

El Boomerang, en los mismos patios y terrazas de General Holley llegando a Suecia. Fuente imagen: sitio Mapio.

Siguen apareciendo con un ritmo vertiginoso los pubs de la misma concentración comercial, en tanto. y tanto músicos como DJ se intercambian entre el Green Bull del número 0150 de Suecia, su vecino el Red Bull en el 0130, el Club Stokolmo en el 0173, La Máquina en el 087, el Zeppel-Inn en el 028, las discos Packard e Inferno llegadas al frente en el 019 y con su atracción para el ambiente televisivo, Tierra Media en el 0127 con temática tolkieniana, el más sobrio Black Jack del 0151, el Mala Junta en el 0180, la disco Mr. Ed en el 0152, La Morena en el 0120 y el pub restaurante Guapurú en el 0200, entre muchos otros.

Mención especial al Exit Club Discotheque que, llegando por Suecia a la esquina de Providencia, solía tener colas enormes de clientes esperando poder entrar a uno de los primeros establecimientos nocturnos de Chile que usaron la oferta del llamado happy hour para el consumo de su barra. El Inzomnia, en tanto, quedaba en el número 0104 y será recordado como otra de las principales baterías del carácter festivo de la calle, pero también de entre los primeros caídos con la debacle del barrio durante la primera década del siglo siguiente, como veremos. El pionero Red Pub permaneció varios años también en el 029, casi como un querido abuelo sentado en la cabecera de la mesa familiar.

Hubo famosos clubes también en la vía General Holley: el Electric Blues en el número 124, La Termita de la misma calle en el 105, DiTutto en el 92, y el Wall Street del 99 con su música pop y rock. Cerca en la peatonal estaba el bar Da Vinci del 76, llamado también Da Leonardo en cierto período, pero cuyo ocaso se precipitó tras un asunto policial que estalló en 2008. Estaba cerca el Red Bull 2 y el Black Jack "chico", una suerte de discoteca con barra. En el 171, en tanto, se escuchaba música tropical del pub Arriba de la Bola. La calleja que unía este sector interior de la cuadra con calle Santa Magdalena, más al poniente, conocido como el elegante Paseo La Villa de aspectos británico y alpino, a veces se volvía un constante e interminable tránsito humano, incluso hasta horas de madrugada. Era conocida por su venta de bocadillos y pizzas.

En tanto, en el rango de la calle principal de General Holley destacaron locales como el Boomerang del 2285 con estilo australiano y en cierta época disponiendo salones de pool y flippers, seguido del Club Babylon que después pasó a ser Club Burbujas, orientado a público femenino y con números de vedettos. El Old Boston Pub estaba en el 2291, el Mystik en el 2277. Más allá y cruzando Suecia, el 2315 exactamente al lado de Brannigans, era la casa del Damaris, preferido por los salseros y amantes de ritmos cubanos. A su lado, en el 2323, anidó el Charleston con sus noches de karaoke; y en el 2350 La Barra Holley.

Y transitando ya por el contorno del mismo barrio, el entonces famoso Delirio Caribeño estaba en Bucarest 2350, el Olé Habana en el 95 de la misma calle en el sector peatonal, y el Sport Café en la entonces dirección de 11 de Septiembre 2280, actual calle Nueva Providencia. Hay varios otros casos dentro de esta verdadera aldea de diversiones, por supuesto, pero acá presentamos solamente una síntesis.

Algunos periodistas jóvenes también visitaban aquellos pubs de día y noche. Fueron un gremio especialmente tentado con sus atracciones, quizá tanto como artistas y estudiantes universitarios, a quienes era corriente ver en locales como Red y Green Bull ("Los Toros", los llamaban), El Mala Junta o El Frente, estos últimos situados uno de cara al otro. No era solo la juventud del sector oriente de Santiago la que acudía a Suecia, como muchos creen hasta ahora aferrados a la imagen que proyectó la clientela de los primeros tiempos del barrio. Otro mito decía que la publicidad de algunos locales en canales de televisión permitía asegurarse ciertos créditos de consumo en tales negocios a varios famosillos de la época, cuando la farándula rosa y los reality shows eran conceptos aún desconocidos en el país. 

Por entonces, el barrio era recomendado también a los turistas: resultaba menos peligroso que muchos otros de la noche en Santiago, de modo que nunca faltaban extranjeros entre aquellos innumerables boliches. Obraba a favor de aquello no solo la seguridad y pulcritud de la que hacía gala en los noventa, sino también la cercanía a varios de los hoteles de Providencia y Las Condes. No era extraño ver nacionales y extranjeros todavía en la mañana del día siguiente a una noche de gran concurrencia, hasta poco antes de la hora de almuerzo, aún vagando como almas en pena por el barrio y alimentando los bajones de la fuerte trasnochada.

Sin embargo, algunos locales llegaron a tener espacios especialmente diferenciados para sus clientes más mediáticos o de alta sociedad, entre nacionales y extranjeros: eran seleccionados por hermosas muchachas formando parte del staff del negocio, generalmente relacionadoras públicas o traductoras de idiomas. Estos clientes VIP eran llevados, así, hasta las dependencias más exclusivas o íntimas del respectivo club. Hubo varios otros, sin embargo, que apostaron a un público más popular, con barras de ofertas y licores de calidad más bien dudosa, a precio único o bien como covers de la entrada.

Pero, lamentablemente, al ir decayendo la reputación del barrio Suecia y convertirse en atractivo para un creciente público problemático del que nunca pudo zafarse, los negocios concebidos para clientela más "sofisticada" (no necesariamente acomodada, es preciso enfatizar e insistir) también comenzaron a ser arrastrados por la avalancha. Los estándares de la oferta para los antiguos parroquianos quedaron obsoletos bajo la realidad que pesaba sobre la otrora festiva calle, ahora cada vez más opaca y sombría.

Con la llegada del nuevo milenio, la sintomatología de decadencia iba a volverse evidente: autoridades y vecinos empezaron a ver cada vez con mayor desprecio a esta aglomeración de pubs y bares. Aparecieron también casos de clientes que eran escamoteados por mujeres tras se drogados discretamente con alguna clase de narcóticos en sus tragos. Lo que se juzgó en principio como un mito urbano, terminó resultando ser real. Tampoco faltaron los sangrientos asesinatos, como el de un adolescente en manos de una pandilla y el de un turista extranjero atacado por un grupo de travestis del sector, tras seguirlo hasta las cercanías de la Catedral Castrense. Las tragedias sucedieron en un corto tramo de tiempo, aumentando su impacto en el público.

Noticias como aquellas irían alejando a la concurrencia tradicional del sitio y vino así una generación nueva de público totalmente distinto, de rango etario inferior. Esto, mientras cundían también los asaltos, las balaceras, las peleas dentro y fuera de los establecimientos, los robos de vehículos y todo lo necesario para arruinar al barrio. Incluso había una especie de "portón de las peleas" en la calle, pequeña explanada en la acera elegida a fuerza de costumbre como ring para las frecuentes riñas entre patotas. Para qué hablar de la prostitución y el tráfico de drogas, además de algún par de casos policiales implicando a los propios dueños de algunos establecimientos.

El cambio de fauna humana se notó crudamente en el cuadrante, entonces: proliferaron los "copetes a mil" y la música que antes variaba entre clásicos ochenteros, alternativo, tecno o pop según cada local, comienza a unificarse ahora en el golpe monótono del reggaetón y otros estilos más adolescentes, que recién cobraban vuelo en aquel momento. Ante el nuevo escenario, uno de los primeros en acusar recibo y abandonar el campo de batalla con su histórico nombre fue el propio Entrenegros, terminando la sociedad propietaria en 2003.

Pero iban a ser dos graves hechos de sangre los que marcaron el punto sin retorno para las autoridades y el ocaso para los comerciantes de Suecia. El primero fue el asesinato a sangre fría de un joven de solo 17 años llamado Johane Pulgar Salvatierra, en el acceso del local Barón Rojo de calle General Holley 144, en septiembre de 2004. El crimen conmocionó por su brutalidad y sangrientas características, encendiendo de inmediato las alertas y la fiscalización. Como consecuencia inmediata, para el mes siguiente cinco locales del barrio ya habían sido clausurados por funcionar como discotecas pero con mera patente de cabaret: el propio Barón Rojo, seguido del Tierra Media, el 100 por Ciento Negro, El Dorado y La Máquina.

El bar Da Vinci, del paseo peatonal en  General Holley. Fuente imagen: sitio Mapio.

"Los Toros" de calle Suecia, en 2006: el Red Bull y el Green Bull, hacia el corazón mismo del barrio. Fuente imagen: sitio Mapio.

Imágenes diurnas del barrio y sus establecimientos, en 2006 y cuando ya había comenzado su decadencia. Imágenes publicadas por Plataforma Urbana.

El segundo hecho deplorable y que vino a ser el golpe de gracia para el rubro de la entretención en Providencia, fue el asalto y asesinato de Pedro Mattar, hijo de 36 años del ex Fiscal Nacional del mismo nombre, hacia la última semana de junio de 2005. El crimen fue cometido por un grupo de salvajes que lo atacaron justo cuando iba dejando el barrio Suecia hacia Andrés Bello, a altas horas de la madrugada. Tras el homicidio, los asesinos habían arrojado el cuerpo de la víctima al Canal San Carlos, descubriéndose después que eran frecuentes sus fechorías por aquellos lados de la ciudad.

Desde ese momento, las autoridades fueron totalmente inflexibles en su afán de acabar con el "carrete" del sector... Y lo consiguieron: el destino de barrio Suecia quedó definitivamente echado.

De los 60 o 70 establecimientos que llegó a tener aquel tramo de calle Suecia y los adyacentes en su mejor momento, hacia el año 2000, ya en la proximidad del 2010 quedaban abiertos cerca de 40, todos en mayor o menor grado de problemas. Muchos de sus dueños o administradores acusaron presiones policiales o de autoridades para cerrar, de hecho, y así terminaron siendo puestos en arriendo los espacios que habían pertenecido al antes próspero Inzomnia, por ejemplo.

Resultaba iluso, a esas alturas, pretender restaurar el inocente y entretenido carácter previo que tuvo el vecindario como centro de recreación, quimera a la que aspiraban algunos soñadores aunque revelando, de paso, el trasfondo de problemas sociales llegados a calle Suecia y que dieron la estocada de muerte al modus vivendi del barrio, finalmente. Esto, aunque casi todos evitaron hablar abiertamente por entonces de los temas políticamente incorrectos involucrados, para explicar cuál fue la enfermedad del barrio.

En el otro bando, sin embargo, estaban quienes creían que solo dejando atrás el carácter festivo y noctámbulo de esas cuadras e instalando sitios más tradicionales de cocina gourmet o cafés, quizá se regresaría a la calma que tantos desean de vuelta. Incluso había algunos comerciantes esperanzados en que la reducción de la cantidad de establecimientos del barrio devolviera hasta sus restaurantes y clubes al público ABC1 de los inicios, inconscientes de que la ciudad de Santiago ya tenía para entonces una oferta tremenda disponible en sus noches y que podía prescindir perfectamente de calle Suecia.

Para peor, incluso si los buenos y tranquilos años de la calle hubiesen podido regresar con algún misterioso conjuro, iba a ser difícil contener la inminente y categórica decisión de las autoridades municipales y de seguridad pública, quienes continuaban cercando y acosando a esta actividad recreativa en Providencia, buscando alejar de una buena vez la delincuencia y los demás problemas asociados. En cierta forma, la cruzada final había sido iniciada con el Plan Regulador del año 2007, por lo que la declinación, o mejor dicho el apagón, era inevitable e irreversible.

La decisión de la Municipalidad de Providencia de no renovar más patentes a los establecimientos que habían dado el carácter bohemio y carnavalesco al barrio, terminaría de erradicar por igual las diversiones y sus sombras, dando a calle Suecia un nuevo cariz de comercio gastronómico y familiar muy diferente al de los excesos y peligros que antes la habían condenado. El barrio que competía antaño con los de Bellavista, Plaza Ñuñoa o Plaza San Enrique, nunca más volvería a ser el mismo, quedando solo unos pocos negocios de aquella vieja generación todavía activos en 2013, aunque ajustados a la nueva doctrina: el Club Burbujas, el Santo Bar, el Lucas Bar, La Taverna, Il Paso Staff Pub, el DiTutto y el Louisiana.  El incendio del inmueble que había pertenecido al Brannigan's a solo metros del último de los nombrados en la esquina vecina, parece señalar el final de la historia del barrio Suecia durante ese mismo período de años.

De esos últimos y estoicos siete bastiones, solo el Louisiana, que había sobrevivido siendo administrado por don Marco Pino en General Holley 2308 esquina Suecia, se mantiene hoy en pie conservando los mismos rasgos e identidad que tenía en sus años de bohemia desatada, aunque ya sin las trasnochadas. De hecho, es la única fachada que ha sobrevivido casi tal cual se veía en aquel tiempo, con todo su diseño tipo nave vapor del Mississippi y una abundante luminaria nocturna.

Así, pues, solo unos 20 años -o acaso menos- alcanzó a durar el período central y más importante de la fiebre de diversión nocherniega de barrio Suecia, a pesar de la marca inolvidable que dejó en muchos de quienes lo conocieron e hicieron parte de sus juventudes en aquellos salones y pubs.

Probablemente, el incendio que arrasó al abandonado inmueble del Brannigan's en mayo de 2012 fue una alegoría del cambio de reinado en las noches de fiestas, esas que dieron tanta vitalidad a las antes lánguidas y conservadoras veredas de la calle Suecia, cargando su historia de alegrías y risas, pero también de dolores y lágrimas. La mayoría de aquellos locales, por consiguiente, hoy han sido refaccionados para otros usos o bien reemplazados por nuevos edificio y establecimientos comerciales más inocentes que los del pasado.

Es casi un ejercicio de Perogrullo pero necesario el tener que comentar, finalmente, que muchos turistas extranjeros han llegado al barrio Suecia de nuestros días buscando ese famoso pueblito de diversiones que habían conocido ya en una visita anterior o que esperaban poder disfrutar gracias a la promesa de alguna guía de viajes desactualizada. ♣

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