La reunión de Eduardo Rodríguez Mazer, Abelardo Bustamante, Antonio Roco del Campo, Homero Arce, Carlos Dallens, Alberto Rojas Jiménez, Pablo Neruda, Julio Barrenechea, Julio Ortiz de Zárate y Renato Monestier, entre otros, en el Hércules de Bandera 840. Fuentes como el sitio Biblioteca Nacional Digital fecha esta imagen en 1932.
La dirección de calle Bandera 840 fue por décadas la del bar y restaurante Hércules, en el mismo sector de cuadras a la altura del 800 en donde hubo otros célebres clubes como el Zeppelin, la Hostería Antoñana, la Estrella de Chile, el American Bar o el Tabaris. Era el famoso "barrio chino" de Mapocho, epicentro de la bohemia popular e intelectual de Santiago hacia los años treinta.
El restaurante había nacido hacia 1917, aproximadamente, lo que hace al Hércules uno de los más antiguos del mismo barrio bohemio de calle Bandera. Su primer dueño habría sido don Pablo Tonera, pero una adquisición del mismo aparece anunciada en la prensa a inicios de septiembre de 1919, acompañada de la advertencia "no respondo por ninguna cuenta pasando tres días". Este era el inicio de la mejor época del Hércules, pues: bajo el mando de Saturnino Pisson, quien fue amigo de Pablo Neruda y Alberto Rojas Jiménez, además de haber tenido bastantes simpatías cruzadas con el grupo de vividores que, como ellos, frecuentaban sus comedores.
El platillo característico del restaurante era conocido como guatitas a la Hércules, receta parecida a las guatitas a la jardinera pero con porotos, que la hacía única y se servía en una vistosa bandeja. También había platos más tradicionales de porotos, tallarines especiales y chupe de guatitas. Destacaban los caracoles Hércules (en su salsa), jalea de patas de vacuno y riñones con arroz. Juan Florit dijo una vez que este último era una de las principales razones de las visitas que hacía allí con Neruda y los otros escritores y artistas adictos a la carta hercúlea.
La intelectualidad joven y un tanto hiperactiva que llegó al establecimiento se conformaba por algunos de los mejores exponentes de las generaciones del Centenario y la época entreguerras. Comida, bebida y música eran su enganche. Y como el Hércules también tenía a la venta dos billares americanos del local, en 1927, podemos presumir que incluía algunos juegos dentro de sus salas, algo corriente en los clubes bohemios de esos años.
Testimonio de aquella confraternidady de la descrita conveniencia de los precios, es una histórica fotografía con un grupo de artistas, pintores, poetas y escritores en medio de una fiesta del Hércules, usando unas extrañas capotas o tocados en la cabeza, a modo de diademas; o más bien corrientes paños de cocina adaptados como tapados, si se observa bien, haciendo quizá alguna broma alusiva a la masonería o las cofradías religiosas. Y agrega Oreste Plath a la extraña escena:
Aquí se despidió de soltero, en el año 1926, a Tomás Lago. No faltaron Rojas Jiménez, Pablo Neruda, Julio Ortiz de Zárate, Diego Muñoz, Raúl Fuentes Besa, Renato Monestier, Abelardo Bustamante, Paschin, Julio Barrenechea y Orlando Oyarzún García. Los comensales se sentaron a la mesa llevando una especie de turbante.
Aunque el Museo Histórico Nacional fecha dichas imágenes en 1932, en ellas se aprecia la descrita escena con algunos sentados y otros de pie tras la mesa. En la pared de fondo cuelgan sus sombreros entre los carteles con los convenientes precios: los tallarines y los caracoles a solamente un peso. Y se sabe también que la cena completa costaba dos.
Como la mayoría de aquellos locales en la cuadra eran más largos que anchos, sin embargo, el Hércules y sus comedores se extendían hasta lo profundo con una hilera de mesas ocupadas por los clientes. Sucedía así que la caja se hallaba casi al fondo, por lo que sus visitantes solían encargar a los cinco o seis mozos principales el pago de las cuentas, cosa que no siempre sucedía: algunos se pasaban de listos y colocaban el dinero en la caja de propinas, según recuerdan quienes lo conocieron. Fueron casi legendarias algunas historias alrededor de esta viciosa práctica.
Imagen de calle Bandera mirada hacia el sur, en la cuadra del 800, publicada en "La Nación" del 18 de septiembre de 1938. En el costado derecho del encuadre se distinguen las fachadas y carteles colgantes de los establecimientos Hércules, Estrella de Chile y Cabaret Zeppelin.
Otra histórica imagen de la reunión de artistas y escritores amigos en 1932, dentro del Hércules. Se puede distinguir parte de la decoración del lugar y los anuncios de convenientes precios para algunos platillos.
Retrato del poeta Alberto Rojas Jiménez, hecho por su amigo pintor y camarada de correrías, Isaías Cabezón, ambientado dentro de algún secreto bar. El trágico escritor fue inspirador de brindis y despedidas dentro del Hércules, como ex cliente habitual del mismo.
Comida con festejo en el Hércules en marzo de 1939. Información e imagen: Flickr de Santiago Nostálgico (Pedro Encina).
Aviso del Hércules ya en los años cuarenta, publicado en "La Nación" a fines de mayo de 1943.
Vista de los locales de calle Bandera hacia el norte, cuadra del 800. El de fachada con color verde claro y luminarias desmanteladas correspondía en el pasado al restaurante y bar Hércules. La demolición de aquellos espacios comerciales se ejecutó justo hasta donde estaba este local. Fuente imagen: Google Street View.
Neruda y Rojas Jiménez solían reunirse en el Hércules no solo con sus amigos poetas y secuaces, sino también con amigos pintores que tuvieron fuerte influencia en sus vidas, como se ve. Entre ellos, Lalo Paschín Bustamante, con quien Rojas Jiménez había viajado a Francia en 1923, experiencia de la que nació “Chilenos en París”, su único libro publicado. Y con el ecuatoriano Diego Muñoz, además, pintó parte de la decoración interior del mismo local, como consecuencia de un curioso contrato informal.
A mayor abundamiento, había sucedido que en una noche de aquellas, Neruda convenció a Pisson de que el entonces recientemente llegado pintor Muñoz era un afamado artista en su patria. La verdad es que Muñoz recién comenzaba su carrera profesional, en esos años. Tragándose la patraña, el propietario accedió a atender sus pedidos solo a cambio de un trabajo de pinturas artísticas dentro del local, que hizo con alguna ayudita de Rojas Jiménez y mientras todos bebían a crédito con tan singular trato. Entre ambos amigos pintaron allí también un rostro del escritor español Ramón Gómez de la Serna, fumando pipa, como recuerdo a su visita de 1931.
Volvemos a Plath por más detalles sobre aquel público adicto a las tentaciones del Hércules en aquellos años dorados del boliche y del mismo "barrio chino" de Mapocho:
Algunos parroquianos eran recibidos con gran alegría. Andrés Sabella hacía su entrada a medianoche a servirse un plato de tallarines. Raúl Morales Álvarez siempre acompañado con personajes de leyendas, de pasiones que él convertía en crónicas periodísticas, enjundiosas de intención y motivación; Jacobo Danke que se realizaba en su obra con sensibilidad y acierto, admirador del gran poeta lituano Oscar Lubicz Milosz. Remigio Acevedo, compositor; Armando Briones, abogado; Orlando Oyarzún, periodista; George Sauré, artista, fotógrafo; Reinaldo Lomboy, escritor. Alberto Rojas Jiménez entraba del brazo del dueño, Saturnino Pisson, que era su amigo. Hay por ahí una fotografía en que están abrazados. A la muerte del poeta Rojas Jiménez, los garzones solicitaron permiso y formaron en el cortejo. Y en El Hércules se recordó al amigo y bebieron por el desaparecido, Orlando Oyarzún, Tomás Lago y Lalo Paschín. Y los inesperados, como Renato Monestier, el ciego Monestier, El León de la Metro, por su apariencia un tanto hosca, se llamaba Juan Riquelme, vestía siempre de negro y usaba por la miopía unos anteojos de gruesos cristales. Había sido funcionario menor de un juzgado de letras de un pueblo del sur. Casado con doña Tulia Marambio, de gran sensibilidad artística. Se le respetaba como valioso comentarista de arte por su obra en diarios y revistas.
Sin embargo y pesar de la gran concurrencia de clientes, no solo gente del mundo artístico o literario, el propietario puso en venta "con urgencia" al bar y cabaret Hércules hacia el verano y otoño de 1937. Esto se verifica en avisos económicos de la prensa, en aquel período de meses. Poco antes, el mismo dueño había anunciado la venta de una chacrita, también de forma urgente, según parece por causa de deudas.
Si bien la década siguiente siguió siendo interesante para la actividad del negocio, lo hizo operando principalmente como restaurante de comida criolla. Ya nunca más sería lo mismo... Desde los años cincuenta, entonces, la historia del Hércules parece comenzar a desplazarse de manera inestable y entre manos de diferentes capitanes. No lograría recuperar el esplendor de los buenos años, tristemente.
El club que fuera tantas veces refugio de aquel prodigioso círculo intelectual y bohemio cerró definitivamente varios años después, en 1984. Pasó a ser ocupado por otro restaurante llamado El Cartagena, según Germán Marín en “Círculo vicioso”. Tiempo después, el local era un mero depósito de ropa usada y, más tarde, centro de llamados con cabinas de apuestas. Este último negocio acabó clausurado cerca del Bicentenario Nacional, por una decisión municipal que buscaba erradicar los sitios de comercio que operaran con máquinas tragamonedas en la comuna.
El grupo de inmuebles en donde se encontraba el Hércules y todos aquellos establecimientos por los que pasaba la sombra hambrienta y soñadora de Rojas Jiménez, Neruda, Muñoz, Sabella, Plath, Oyarzún, Bustamante y tanto otros, fue totalmente demolido durante el año 2016 y reemplazado ahora por unos espacios comerciales más modernos pero que conservan las mismas numeraciones de los anteriores. ♣
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