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EL LEGENDARIO DEL COLA DE MONO Y SUS POSIBLES ORÍGENES

"El día de la elección don Pedro Montt va a tomar una gran borrachera del popular Cola de mono". Caricatura política publicada en la revista satírica "El Fígaro" en 1901, a propósito de las reñidas elecciones presidenciales. Montt es representado con cola de simio y acentuando sus rasgos de piel oscura.

Aunque se consume durante todo el año, tenemos indivisiblemente asociado al llamado cola de mono, colemono, cola de mona o colemona con diciembre, particularmente al período de Navidad y Año Nuevo. En la famosa feria navideña de la Alameda de las Delicias llegó a ser uno de los productos más solicitados por los paseantes santiaguinos junto con el ponche en culén y el ponche de leche, este último con tanta demanda que se conocieron denuncias por uso de agua para aumentar los litros disponibles de lácteo. Junto al pan de Pascua y los espumantes descorchados, además, en Chile esta bebida es uno de los productos más característicos del mismo período: un verdadero símbolo en las mesas navideñas, equivalente a los ponches de huevo en los Estados Unidos o al deleitoso ponche de frutas en México, en la misma categoría de elixires que endulzan la cena o la espera de la Nochebuena y luego al nuevo año.

Antaño, el cola de mono aparecía mucho también en las Fiestas Patrias de septiembre y otras efemérides como la concurrida Fiesta del Roto Chileno en la Plaza de Barrio Yungay. En esta última se lo veía hacia el Centenario Nacional y por varias décadas más, siendo bebido junto a otras preparaciones como tongos, chuflais, pihuelos, etc. Por sus características tan refrescantes, suele ser consumido y producido con abundancia en el período de primavera y verano.

Se podría especular desde dónde surge la receta, pues hay algunas parecidas en la tradición de cocteles y refrescos populares del pasado, como el mencionado ponche de leche y el helado de café, aunque no sean exactamente iguales. Ambas preparaciones son descritas, por ejemplo, en el “Manual de confitería, pastelería y botillería” de 1876, publicado por las Librerías del Mercurio en Valparaíso. A la sazón, aquellos ponches con leche y malicia eran bastante utilizados en celebraciones públicas, fiestas religiosas y aniversarios patrios, además de naranjadas, chocolates y horchatas también con algún aditivo alcohólico, todavía a inicios del siglo siguiente. Aún es posible encontrar algunas fiestas religiosas en donde ser sirve leche tibia con aguardiente durante noches y mañanas frías, especialmente en el Norte Grande, mientras que en el Altiplano de Bolivia son tradicionales algunas bebidas tibias de leche y alcohol como la leche de tigre y el sucumbé, preferidas para combatir las heladas del alba.

Lo tradicional en Chile, en cambio, aún es que el cola de mono sea preparado en abundancia hacia fin de año y consumido frío, especialmente en aquellas noches tibias al final de año. Se lo hace en una olla o fondo de varios litros, que después se embotellan artesanalmente. Para esto, se juntaban botellas vacías durante meses entre ciertas familias. Así, cuando esta producción es casera, también puede representar un oportuno ingreso familiar extra para cerrar cada año justo al inicio de la temporada de vacaciones.

Hecho con leche, azúcar, café y especias como clavos de olor, nuez moscada, etc., lo normal era “potenciarlo” con aguardiente o pisco, aunque con el tiempo se usaría también coñac, whisky, vodka y otros destilados espirituosos. La proporción de bebida alcohólica era más o menos dos copas por cada litro de leche, aunque algunos lo preferían todavía más "cabezón". Para los niños antes se hacía también una versión sin alcohol en los hogares.

No siendo tan poca su semejanza con otros ponches extranjeros que se beben en la temporada de Navidad, esto da pie a la idea de que podría tratarse de una importación, aunque con evidente chilenización y adaptación-adopción cultural, si fuese tal el caso. Había algo de alquímico en su receta, además: una especie de transmutación milagrosa al mezclar lo que podría esperarse más de licores tipo grocs de marinos y piratas o bien de ponches tibios con base de leche como los ya mencionados, pero para bebidas frías y refrescantes de ciudad como es esta, con el caluroso verano encima de sus navidades. Algunas versiones clásicas incluían también huevo o solo las claras, pero no era la norma.

El cola de mono ha logrado imponerse como una bebida de fiesta pero, a diferencia otros como la champaña, por ejemplo, sus reinos son más folclóricos y ligados al criollismo. Y si la chicha era el sello propio de la fiestas patrióticas y más tradicionalistas del pueblo, el ponche cola de mono terminó ocupando el mismo lugar pero en las Pascuas de Navidad, principalmente. En ambos casos, sin embargo, con la posibilidad de prolongar su ingesta durante todo el año.

Por lo anterior, la placentera preparación ha sido popular en todo Chile de norte a sur, algo inherente a la celebración de marras. Algunos bares o restaurantes han logrado dar con recetas propias que han pasado a formar parte de la historia de la coctelería tradicional del país: casi no hay un productor que no destaque en cada localidad, aunque sea solo en la temporada de diciembre. También se cree que el ponche de leche y café estaría vinculado desde su origen con las tradiciones de Santiago, tanto en la formulación original de su receta, en su nombre y en los hitos de su comercialización en los mercados nacionales. En el folclore urbano de Valparaíso, sin embargo, hay quienes lo estiman con un posible su origen en el puerto. Y en tiempos relativamente recientes, además, comenzó a ser producido de manera industrial por compañías pisqueras y otras embotelladoras.

Empero, a pesar de su popularidad, nunca ha estado claro cómo fue el surgimiento del cola de mono, ni la razón de tan estrafalaria denominación para un trago. Podría ser una variante de aquellos ponches de leche que se tomaban mucho desde el siglo XIX, pero tampoco hay claridad al respecto. Ya en 1910, una nota de los "Anales de la Universidad de Chile" explicaba que el "ponche cabezón" hecho con mucha aguardiente, pisco o coñac con leche, cuando lleva café "se llama cola de mono, nombre que hace recordar la bebida inglesa cocktail, que significa cola de gallo".

Aquel ha sido un debate de muchas décadas, con propuestas de diferentes calibres que, sin embargo, no han logrado atinarle al centro de un blanco seguro. Se hace imposible no abordarlo acá, entonces, con algunas observaciones pertinentes.

Una de las teorías más extendidas supone que, inicialmente, el cola de mono se hacía también con anís además o en lugar del aguardiente; o bien que se utilizaban las botellas de una conocida marca de aquella bebida espirituosa para su almacenamiento artesanal. Según esta idea, las botellas más populares con el producto anisado llegado a Chile eran las correspondientes a la célebre marca española Anís Refinado Vicente Bosch, más conocido como Anís del Mono, por su etiqueta mostrando un simio de cola enroscada y rasgos perturbadoramente humanos en su rostro, casi cual eslabón perdido de Darwin. Según cierta leyenda, se inspiraba en las caricaturas simiescas ridiculizando el evolucionismo.

La aún utilizada imagen de las etiquetas del Anís del Mono, entonces, se supone habrían influido en la aparición de un nombre característico para la bebida cola de mono, usando las mismas botellas. Esto, porque la atención del público se fue hasta el detalle de la cola del primate allí dibujado, al menos en la teoría.

Escena de la feria navideña de la Alameda de las Delicias, por Abelardo Varela en la "Revista Cómica" de 1897. Se ve un puesto con una olla ponchera.

Poemas humorísticos de corte político publicados en la revista "El Fígaro", año 1899 y 1900. Ya mencionan al colemono y colemón, mucho antes que don Pedro Montt alcanzara la primera magistratura.

Dos avisos del producto reconstituyente llamado Kola Monavón: el superior es de 1897, publicado en el diario "La Ley" de Santiago; el inferior es de 1913, publicado en la revista "Zig-Zag".

La famosa Cervecería Ebner de Independencia también producía su propia bebida "kola", como se verifica en este aviso de "La Lira Chilena" publicado en 1904. La suya era la "Kola Champagne".

Caricatura satírica de la revista "La Lira Chilena" en el período del 18 de septiembre de 1901, burlándose de los puestos de bebidas "sanas" instalados por la Liga Contra el Alcoholismo. Se supone que la escena transcurre en La Pampilla del Parque Cousiño. Entre los carteles de ofertas, aparecen el ponche de leche y el cola de mono.

Izquierda: etiqueta de Anís el Mono, con su intrigante primate como personaje. Derecha: retrato fotográfico del presidente Pedro Montt (1849-1910).

Anís del Mono era la principal marca española del producto, fundada en Badalona en 1870. Hacia el Centenario, llegaba a Chile a través de los agentes Arm. Ponsot & Cía, con dirección en Bandera 109 de Santiago. Y aunque la botella era muy bella y apreciada en América, cuesta confirmar que su muy intensamente aromático contenido haya sido usado para alcoholizar cola de mono, más que con la popular aguardiente. Por otro lado, aun si el ponche mantenía la etiqueta de la botella en la que solo era envasado, quedando asociado con la cola del antropoide, sucede que el famoso mono no se caracteriza por una larga o demasiado vistosa cola; de hecho, en el dibujo elegido por Bosch para etiquetar el anís, hay detalles mucho más interesantes y hasta intrigantes, como su señalado rostro humanoide. La cola es muy secundaria en el diseño.

Otra teoría sobre el origen y la denominación del producto la aporta el costumbrista chileno Manuel Antonio Román en su “Diccionario de chilenismos” de 1901, en donde propone que sería el color marrón o café lo que habría inspirado su particular nombre: “Llama aquí el pueblo, sin duda por el color que toma, una bebida compuesta de aguardiente, café y leche”.

En dicha explicación, se interpreta que alude directamente a la cola del mono y puede que esta asociación haya sido posible, pero suena difícil que la sociedad chilena del siglo XIX o principios del XX estuviese suficientemente familiarizada con el pelaje dominante entre los primates como para darle su nombre a un ponche, a partir de esta comparación, más que por las visitas de algún organillero o un circo con con animales exóticos. Algo más debió haber, entremedio.

Durante ese mismo año de la publicación de Román, en la revista “La Lira Chilena” del 22 de septiembre encontramos un texto con el siguiente comentario, firmado por un tal Montalvini, verificando lo conocido que era el cola de mono ya en ese momento:

La cosa marchaba bien; el adiós me estaba saliendo de lo más afectuoso y sentimental; cuando a la señora se le antoja matar ese sentimiento dándome cola de mono y aquello fue como dinamita: de la pura cola de ese mono nació una mona tan chúcara que me estropeó hasta los sentimientos más íntimos del hombre… Yo, a fin de apaciguar la mona, le echaba más mono y… contra nada, por la pura piedra, todo era inútil; ni con todo el regimiento de monos montados que había en la casa de la señora, se calmó la muy brava.

Un dato especialmente concreto e interesante sobre el origen de la bebida lo entrega Eugenio Pereira Salas en sus “Apuntes para la historia de la cocina chilena”. Allí declara de manera categórica que la creadora del ponche sería una conocida y clásica comerciante del actual sector de Parque Almagro, en calle San Diego, además de hallarlo relacionado con el ponche de leche al que también nos hemos referido:

Juana Flores, la creadora del “cola de mono”, variación de los tradicionales ponches en leche con malicia, con su bien oliente agregado de esencia de café y vainilla, murió de mal de amores en su querido barrio de la Plaza de Almagro en su rincón acogedor y coqueto al lado del boliche del “uruguayo” y frente al Coq Hardi, con su tabladillo superior en que los habitués ensayaban sus “gracias”.

El local de doña Juana tenía el nombre Cola de Mono y mantuvo por muchos años más su profano prestigio en San Diego 512, hasta desaparecer el inmueble al parecer por un incendio y luego una gran demolición del sector. Muchos creían, sin embargo, que el inventor del ponche habría sido en realidad el marido de la señora Juana, y que el nombre real del ponche era colemono, denominación que la corrección nacional habría convertido en cola de mono. Se sabe que los clientes del establecimiento lo tomaban comiendo pan de Pascua, llegando incluso algunas celebridades a conocerlo. Sin embargo, la fecha de popularización del brebaje en este local parece más tardía que las menciones del mismo ya revisadas, lo que hace dudar de su origen en el mismo lugar, ya que es posterior al Centenario Nacional.

Pero las más famosas teorías (o leyendas) sobre el origen y el nombre del cola de mono se relacionan principalmente con la figura de uno de los mandatarios más prominentes, trascedentes y controversiales de la historia política chilena: don Pedro Montt Montt, al que tanto se agradecen sus aportes al desarrollo de los transportes y comunicaciones, pero cuya memoria tendrá que cargar con la mácula eterna de la Masacre de Santa María de Iquique en 1907 y sus desaciertos económicos por exceso de emisiones monetarias. Presidente de la República desde 1906, también iba a ser el encargado de conducir las fiestas del Centenario Nacional en 1910, hasta que el destino quiso apartarlo solo un mes antes, mandándolo a la tumba.

En todas esas variaciones de la historia sobre la relación de Montt con el trago y otras parecidas, además, se indica que el cola de mono pasó desde las mesas aristócratas hasta las de manteles de arpillera o de pita de los estratos más bajos, convirtiéndose en un brebaje popular por la facilidad de la receta y lo barato de los ingredientes.

Antigua foto de un expendio popular de cola de mono en la Feria Navideña de la Alameda de las Delicias, hacia el año 1900.

Una docena de pequeños negocios navideños en la feria de la Alameda de las Delicias, ofreciendo al público bebidas "con y sin malicia", en revista "Corre Vuela", diciembre de 1908.

Ilustración publicitaria de 1909 para Anís del Mono, en revista “Teatro y Letras”, con cierta orientación aristocrática más bien contrapuesta al origen del popular y modesto cola de mono.

Publicidad para un Casino Almagro en revista "Zig-Zag", febrero de 1915, en la calle ya desaparecida de Inés de Aguilera al costado de Plaza Almagro. Creemos que alguna relación debe tener con el posteriormente llamado bar Cola de Mono, del mismo sector.

Palace Hotel de Alameda cerca de la Estación Central, promocionando sus colas de mono y su Orquesta de Señoritas, en diciembre de 1930.

Pastelería y Café O'Higgins, lugar de reunión de los asistentes al Teatro O'Higgins en calle San Pablo, en publicidad de diciembre de 1938. El cola de mono aparece como su primer producto a la venta.

El entonces famoso restaurante Atenas de Bascuñán Guerrero con Alameda, asegurando tener "el mejor cola de mono de Chile". Los establecimientos alrededor de la Estación Central parecen haber sido especialmente importantes en el comercio del producto. Publicidad de 1944.

El famoso Bar Cola de Mono de Juana Flores en San Diego enfrente de Plaza Almagro, en revista "En Viaje" de 1963.

La creencia más aceptada sobre el origen del cola de mono relacionándola con Montt -probablemente, por ser la más simpática (aunque no la mejor respaldada con pruebas)- es que el nacimiento de la bebida se debe a cierta anécdota del mismo mandatario, ocurrida en una ocasión dada por su activa vida social. Defendida por Oreste Plath, el periodista culinario Álvaro Peralta (Don Tinto), el historiador Belarmino Torres Vergara y el cronista Roberto Merino, esta teoría supone que todo ocurrió cuando Montt se encontraba en una fiesta organizada en su honor en la residencia de doña Filomena Cortés viuda de Bascuñán. La casona de la anfitriona se encontraba por el lado de la Plaza San Isidro, ubicada enfrente de la iglesia y parroquia del mismo nombre. Al parecer, Montt hacía visitas periódicas pero discretas por allí.

Doña Filomena vivía en aquel lugar con sus cuatro hijas solteras, quienes tenían la costumbre de tocar arpa, guitarra y cantar con gran talento. La matriarca era conocida también por sus elegantes y exquisitos banquetes, como el que ofrecía aquella noche de invierno mientras llovía copiosamente afuera. Pero, en algún momento de la noche, Montt estimó que ya era demasiado tarde y anunció que se retiraría, a pesar del aguacero. De esta manera, pidió de vuelta su revólver marca Colt para irse, pues la costumbre de la época era que las armas se dejaban afuera de los salones de reunión y, por eso, se lo había pasado a uno de los asistentes para que la guardara. Los demás presentes intentaron convencerlo de quedarse, pero Montt se mostró tozudo e insistente en su deseo marcharse, por lo que sus amigos fingieron no poder encontrar el arma intentando así retenerlo un poco más.

Tras presionar largo rato al estadista con toda clase de argucias, por fin lograron persuadirlo de que se sentara por otro rato. Sin embargo, a esas alturas de la fiesta todo el vino y el licor ya se habían acabado, así que todos comenzaron a trajinar la cocina de doña Filomena para encontrar algo con qué seguir regando el encuentro sin que Montt se aburriese otra vez. Habrían dado, en el proceso, con una jarra llena de café con leche. En un arranque creativo, entonces, mezclaron este contenido con aguardiente, azúcar y especias de repostería, logrando crear una improvisada y maravillosa bebida, muy sabrosa y agradable al paladar, que bautizaron de inmediato como el Colt de Montt, aludiendo al arma que aún estaba escondida, para evitar así que escapara su dueño.

Se supone, entonces, que Colt de Montt saltó a la fama y terminó corrompido en el uso popular en cola de mono, nombre que mantiene intacto. Desde ese momento, la receta derivó en algunas versiones levemente distintas entre sí, pero con una base de ingredientes común y propia: leche de vaca, aguardiente, café, azúcar, clavos aromáticos o de olor, nuez moscada, canela, vainilla, etc.

Como se consume de preferencia frío, podría especularse, también, sobre alguna relación original entre la parte del nombre cola con la palabra inglesa cold (frío), pero no parece haber propuestas interesantes al respecto. La tradición ha preferido la relación fonética con el supuesto revólver Colt del mandatario.

Versiones alternativas de aquella historia dicen que Montt llegó de una gira con unas armas Colt como regalo oficial. En este periplo, además, había aprendido una receta de ponche en Europa o en América. De acuerdo al lingüista y profesor Jaime Campusano, fue la esposa del mandantario, doña Sara del Campo Yávar, la que tomó la receta de paso en territorio peruano, camino hacia los Estados Unidos, durante la misma gira presidencial. Allá recibió Montt sus armas de fuego como obsequio, al mismo tiempo en que ella preparaba y adaptaba al gusto la recién aprendida fórmula que, al carecer de nombre, se sugirió por alguien bautizar Colt de Montt por los revólveres que ahora eran de su marido. Al volver Montt a Chile y preparar la receta doña Sara, el trago se hizo popular pero su nombre cayó en la señalada deformación fonética, quedando convertido en lo que conocemos hoy.

Por su parte, Jorge Vera dice en un reportaje del diario "La Nación" del jueves 23 de diciembre de 1971 que la relación del arma Colt con el nombre de la bebida se debería a que el presidente Montt había invitado a un grupo de amigos para mostrar con orgullo un revólver de dicha marca que acababa de comprar. Sin embargo, cuando iba a festejar con ellos descubrió que sólo tenía leche, café y aguardiente en su despensa, decidiendo mezclar y servir este invento que, desde esa ocasión, fue llamado Colt de Montt.

No obstante lo interesante de puedan sonar esas últimas versiones, la verdad es que dejan muchos vacíos. Estudiando la coctelería peruana de principios de siglo encontramos que el ponche de café típico de esas tierras era bastante diferente, incluyendo leche condensada e incluso huevo entre sus ingredientes en algunas versiones, además de ser “potenciado” con ron, detalles que lo bastante hacen distinto al cola de mono, ni siquiera dando pie seguro para un caso de adaptación. Otras versiones de la teoría proponían que fue una empleada o cocinera del presidente Montt la que había aprendido la receta estando en Europa y que se la habría enseñado al mandatario.

En muchas de estas creencias relacionadas con el mismo mandantario para el origen del ponche, se completa la historia con el remate narrativo de que, como el bajo pueblo desconocía la historia original que le dio el nombre de Colt de Montt, las clases más modestas comenzaron a llamarlo en sus jaranas y remoliendas por su actual nombre.

No son las únicas teorías involucrando a Montt en el origen del cola de mono. El "Boletín de la Asociación Tucumana de Folklore", en 1950, recoge la idea de que el trago "nació en Chile sin nombre, como un café con leche mezclado con aguardiente; pero por aquella época se originó la campaña presidencial" que la que Germán Riesco ganó las elecciones a Pedro Montt "cuyo rostro era, de moreno color" tal como aquella bebida. De ahí la comparación, entonces. Esta comparación de Montt con un mono y su asociación al cola de mono se puede observar en revistas de sátira política del cambio de siglo.

Los comentados antecedentes confirman que a Montt lo apodaban desde antes, entre amigos y enemigos, como el Mono, aludiendo -entre otras cosas- a sus rasgos y a su tez más bien morena, por lo que el trago estaría asociado al concepto simiesco desde que fue bautizado por primera vez en la fiesta de doña Filomena o en su viaje por América… Imposible verificarlo, a estas alturas. 

Aunque leyendas como las descritas sitúan al cola de mono nacido durante su presidencia, el registro confirma que ya existía antes de que Montt ocupara este cargo. Una de las pocas teorías que se ajustan a esto es la del final de la acalorada disputa presidencial de 1901, entre él y su contendor Riesco. Al salir vencedor este último por la holgada paliza del 69% de los votos, sus partidarios de la Alianza Liberal fueron a reunirse para celebrar en el local del comando, en dependencias de una fábrica de helados de calle San Pablo. Allí, improvisando algo para el festejo, el dueño del taller habría servido un trago para los alegres vencedores, mezclando aguardiente con helados derretidos de leche y café.

Triunfalistas y ostentando con arrogancia la victoria electoral sobre la Coalición, los partidarios de Riesco bautizaron al flamante ponche como la “Cola de Montt”, para brindar con él burlándose de su derrota y de haber salido con la cola entre las piernas. De ahí pasó a ser el cola de mono. Algo así es lo que describió también Fernandeo Campos Harriet en "Leyendas y tradiciones penquistas" como origen del ponche y de su nombre: "Los triunfadores cantaron victoria bebiendo aquella mezcla de café, leche y aguardiente, que llamaron 'cola de Montt'", quedando convertida después en cola de mono.

Una versión de escasa o casi nula divulgación según parece, señalaba oralmente también que los reunidos en la ocasión habrían sido del mismo comando coalicionista de Montt, brindando con el nuevo ponche apenados por su “cola” tras el avasallador resultado electoral de las primeras elecciones presidenciales del siglo XX. También procede del hecho de que el término cola se use en Chile para representar la vergüenza o la derrota, aludiendo también a la posición que asumen los perros vencidos en peleas o amenazados.

Cola de Mono en el Chez Henry del Portal Fernández Concha, en aviso publicado por "La Nación" del 21 de diciembre de 1967.

Clientes bebiendo cola de mono en el Chez Henry, en imagen publicada por "La Nación" en diciembre de 1971.

Algunos locales históricos del clásico Portal Fernández Concha parecen haber tenido gran importancia en la difusión y popularización del cola de mono.

Cola de mono en las pizarras y las mesas del bar Unión Chica, calle Nueva York justo enfrente del Club de la Unión.

Cola de mono casero, en nuestros días. A pesar de todo, sigue siendo el principal ponche navideño de los chilenos.

Presentaciones elegantes del cola de mono: izquierda, en el sitio Gourmet; derecha, en sitio de tiendas Paris. 

Todas aquellas teorías relacionadas con el momento de la derrota de Montt o su posterior mandato presidencial son completamente descartables, sin embargo. Como refutación esencial, además de pistas dadas por la fecha de publicación del diccionario de Román, por ejemplo, cabe indicar que el periódico santiaguino de sátira política “El Fígaro” ya mencionaba al cola de mono en su edición del lunes 25 de diciembre de 1899. Allí publicaba los siguientes versos de humor político firmados por un tal Caramelo:

Mientras don Federico
se cuadra él solo
Con un rico potrillo
de colemono.

Posteriormente, el jueves 15 de febrero de 1900, un redactor que firma como Cazador vuelve al referirse en sus versos al poche en "El Fígaro", esta vez en una sátira titulada “El último programa”. Nuevamente, lo hace atacando a Montt:

Dar banquetes suculentos
al pobre, sin distinción
de días en la semana
ni tampoco de estación.

Y todas las noches juegas
con harpaguitarra al son,
con la baya de Aconcagua
y también con colemón.

Finalmente, la portada del mismo medio en su edición del jueves 3 de enero de 1901, anticipando ya entonces su derrota electoral, caricaturizaba al estadista con una larga cola y bebiendo una caña de cola de mono, con un botellón al lado. Al pie de la imagen se lee: “El día de la elección don Pedro Montt va a tomar una gran borrachera del popular Cola de mono”. Si bien se asocia allí el trago a su inminente derrota y "cola", como señala el folclore oral, confirma que el mismo era conocido y con ese nombre desde antes de las elecciones de junio de ese año.

Cabe señalar que la misma revista satírica continuó asociando a Montt con el cola de mono en su edición del lunes 4 de febrero, explotando ahora el apodo Pedro Mono y Mono Negro dado por sus detractores, además de recuperar otra pista sobre la posible relación con el Anís del Mono:

El ilustre candidato
Pedro Anís Cola de Mono
va a dar gran desentono
a costillas del país.

Es muy posible, entonces, que las aventuras electorales de Montt y las bromas que lo asociaron al ponche terminaran incentivando la mención del trago típico en medios impresos a inicios del siglo, germen de las teorías que vincularán con él su origen. Empero, todo indica que el ponche y su nombre eran conocidos desde antes de aquella primera y frustrada aventura como presidenciable en la que el mismo concepto fue usado en su contra, desde fines del siglo XIX cuanto menos.

Ya acercándolos al final de esta exposición, debemos comentar que tenemos un par de teorías diferentes sobre el posible origen del nombre dado al cola de mono, sin embargo. Se alejan de leyendas sobre cualquier clase de nexo con Montt, que a veces suenan forzadas o rebuscadas aunque ingeniosas, como hemos visto.

La primer de ellas -y menos demostrable- es nuestra impresión de que el nombre se asocia a un género de varios tónicos y bebidas que estaban de moda entre fines del siglo XIX y principios del XX , las que solían ofrecer también propiedades reconfortantes y saludables. Se las llamaba kolas en el comercio y la publicidad, en los que parecen ser los orígenes también de las actuales bebidas colas o negras. De hecho, la famosa cervecería Ebner, con sus enormes cuarteles en avenida Independencia, produjo una popular versión de estos refrescos llamada Kola Champagne. Puede que la denominación del ponche cola de mono provenga de alguna clase de asociación con tal categoría de brebajes, en consecuencia.

Con relación a lo anterior, existió también en el mercado nacional un vino-tónico vendido en en boticas, droguerías y pulperías que ostentaba el nombre de Kola Monavón, de los Laboratoires Reunis de Sainte-Foy-lès-Lyon, Francia, con una relación fonética sospechosamente parecida a la denominación tomada por el cola de mono. Con cierta popularidad por alrededor de 20 años o más en el mercado chileno, en calugas publicitarias del periódico radical “La Ley” (“La Lei”) de 1897, ostentaba sus varios premios y se definía como “el elíxir, el vino o la Kola granulada Monavón”, dotado de “poderosos regeneradores, quintuplicando las fuerzas, digestión”. Como toda bebida milagrosa, esta podía combatir “neurastenia, abatimiento moral o físico, anemia, flaqueza, convalecencia, atonía general, fiebre de los países cálidos, diarrea crónica, afecciones del corazón”. Sus depósitos en Santiago eran de la firma D. Mourgues-Daube y Ca. “y en todas las farmacias”. Propaganda posterior de la revista “Zig-Zag” lo ofrecía en 1913 como “Elíxir de granulado de vino”, definiéndose como “tónico general reconstituyente”.

No resulta descabellado suponer que, por corrupción fonética y por una asociación burlona hacia la Kola Monavón o las primeras bebidas "kolas" en general, otro elíxir con sus propias promesas de bienestar y alegría haya terminado llamándose colemono y cola de mono. Empero, no tenemos ni de cerca pruebas concluyentes de esto, o de cuán conocido pudo llegar a ser el producto farmacéutico como para ser el inspirador.

Nuestra segunda propuesta también encuentra una relación en conceptos homófonos, en los que el cola de mono tampoco se refiere a alguna cola ni a ningún mono en la forma que hoy los interpretamos. Creemos que podría aludir, en realidad, a la cola de carpintería o cola fuerte, material de intenso uso y conocimiento en otra época y que se hacía con materias animales, recibiendo nombres como cola de conejo, de pellejos, de patas, de huesos, de pezuña, de pez, etc., por esta razón. Las colas eran preparadas en ollas, calentándolas a fuego y revolviendo; por esto, su actual reemplazo popular es el producto industrial llamado cola fría. Esa forma de disponerlo, además de su color tendiente al marrón claro, textura y cierta opacidad, podrían haber inspirado en parte al nombre dado al cola de mono. Y quizá hasta era a ese color que se refería el lingüista Román al compararlo con el de la bebida, y no por el color del pelaje de un simio como se interpreta hoy.

Sobre la evocación antropoide y apartándonos de teorías como la del anís, una vieja acepción española de la palabra mono la relacionaba con la ansiedad o síndrome de abstinencia, además de señalar directamente a la embriaguez. De ahí puede provenir el dicho nacional “andar con la mona” señalando la intemperancia alcohólica: cufifo, penqueado o copeteado. La mona de la ebriedad tenía alguna relación original con “darle los monos” o “andar con los monos” para referirse a alguien que está ofuscado, gruñón o con ganas de pelear, como son los ebrios jugosos, justamente (ver artículo "Andar con los monos" de Teófilo Cid de "La Nación", domingo 11 de julio de 1954).

Tomando en cuenta la descrita posibilidad e interpretando cómo se podría haber hecho en la segunda mitad siglo XIX e inicios del siguiente, entonces, el nombre del cola de mono pudo aludir -de manera general- a una receta casera ingeniosa y creativa para el que desea un trago, una cola (preparación a fuego) para el mono (el sediento) o la mona (borrachera).

Para todos los casos posibles o imposibles de ofrecer como explicación, es un hecho que el tiempo dio al cola de mono una temporada de primavera y verano como preferencia en el consumo popular, conquistando especialmente la Navidad y el Año Nuevo, aunque en puertos como Valparaíso y San Antonio seguiría siendo bebido por largo tiempo también como un trago propio de las fiestas dieciocheras. Su fuerte sensación refrescante, además de la doble estimulación de cafeína y alcohol, claramente lo hacen más apropiado para las calurosas semanas en los albores del verano meridional.

Ya en décadas posteriores del siglo XX, algunos famosos bares y restaurantes de Santiago fomentaron su consumo y preservaron la tradición originaria, como los desaparecidos Gringo Pepe de Barrio Yungay, o los céntricos Chez Henry de la Plaza de Armas y City Bar, a metros de aquel en calle Compañía. En Estación Central y alrededores fueron muy requeridos los colas de mono en el Casino del Portal Edwards, el Palace Hotel de Alameda con San Alfonso y el restaurante Atenas de calle Bascuñán Guerrero. En todos los casos del barrio, cada uno aseguraba estar vendiendo "el mejor" cola de mono del mercado. Lo propio pasaba en avenida Matta con el restaurante Parisien, que además era pensión en el 1131 de esta calle y vendiendo en 1917 colas de monos que también prometían ser los mejores; y la pastelería La Lira de Nataniel 41, muy conocida en los años treinta. Los del Café Torres llegaron a ser tan cotizados, en Alameda llegando a esquina Dieciocho, que cierta creencia hasta adjudica su creación al famoso club.

De entre los más célebres y cotizados, sin embargo, destacó el del famoso centro culinario La Bahía de los hermanos Tort, en calle Monjitas. Su receta fue el secreto mejor guardado por la administración e intentó ser adivinado por largo tiempo hasta cuando iba a cerrar sus puertas y se anunció la revelación, en agosto de 1963. Según autores como Hernán Millas, en aquella ocasión el veterano barman Gerardo Ruiz Rivera se dirigió a los presentes poniendo fin al misterio: debía incluir nuez moscada, vainilla y… cáscaras de limón. Simple pero inmenso enigma, al fin resuelto.

Hoy es famoso el cola de mono del Ciro’s Bar de calle Bandera, La Unión Chica de calle Nueva York y el Nuria del Portal Fernández Concha. El del Bar Nacional, por Bandera con Huérfanos, también tiene fama comercial de ser “el mejor” de Santiago. Y, en reinos más populares, la cantina El Quinto Patio de calle Gandarillas, junto a los mercados de La Vega, vendió desde mediados de siglo una receta propia y secreta muy cotizada en el barrio, antes de cerrar sus puertas en 2022… Todos ellos, por supuesto, han sido los herederos de la tan mágica y muy mona tradición coctelera.

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