Incautación de botellas con chichas o ponches artesanales hechas con restos de frutas, en la Cárcel de San Felipe, agosto de 2018. Al parecer, las estaban preparado para celebrar la Fiestas Patrias. Fuente imagen: Portal Soy Valparaíso.
Vinos, chichas, terremotos, borgoñas, arreglados y cervezas... Pero hay una categoría de bebidas alcohólicas que solo se consumen tras las rejas, en cana: los tragos de las cárceles chilenas, a veces cotizados en las comunidades penales especialmente en períodos del año como las celebraciones de Fiestas Patrias y después en la Navidad. Por su naturaleza, entonces, este tema nos obliga un poco a salir de del área geográfica estricta de Santiago y revisar algunos posibles intercambios con la subcultura carcelaria de provincias, además.
En octubre de 2014, los resultados publicados de un estudio encargado a la consultora Euromonitor International por la Asociación de Productores de Cerveza de Chile (ACECHI), revelaron que los niveles de comercio ilegal de bebidas alcohólicas en Chile eran bajísimos: solo 6,1% del total. Un 63,6% de ese pequeño grupo corresponde a adulteraciones. Como referencia, el promedio de la región subcontinental de alcoholes ilegales es de 25,9%, como se informa en el artículo "Un 6,1% del alcohol que se comercializa en Chile es de origen ilegal", en la sección Economía y Negocios del diario "El Mercurio", martes, 28 de octubre de 2014.
Sin embargo, el mismo estudio reveló algo interesante y casi intrigante: un 0,3% de aquel alcohol ilegal se relacionaba con producciones informales dentro de condiciones de privación de libertad, por parte de reos. Aunque es posible que la cifra haya aumentado desde entonces, también es muy baja, especialmente si es comparada con otros países, pero revela que aún existe una pequeña "industria" de creación de bebidas alcohólicas con ingeniosos, extraños y a veces repugnantes procedimientos, destinados a satisfacer las adicciones incontrolables de algunos presos.
Ese mismo año, un grupo de reos de nacionalidad chilena y peruana fueron descubiertos en la Cárcel de San Pedro de La Paz, Bolivia, con todo un taller de producción de bebidas alcohólicas dentro del penal y valiéndose de frutas fermentadas en grandes baldes plásticos para ello. El producto era bebido por los propios fabricantes y comerciado con otros de los prisioneros del complejo. Por impresionante que suene, fueron 544 litros de chicha macerada los que fueron detectados y decomisadas allí en julio de 2014.
La tradición de hacer alcoholes en las cárceles debe ser tan antigua como el sistema penitenciario mismo, es de suponer. Se practicó en tiempos de la prohibición en los Estados Unidos y, seguramente, en algunos intentos por copiar la ley seca que se ensayaron también en Chile. En ciertos ambientes privados de libertad, de hecho, se consideraba un insulto rechazar el ofrecimiento de alguna de esta clase de rústicos tragos; algo que solo haría un primerizo, al igual que sucede con la hora de compartir el mate. Algunas recetas de aquella peligrosa carta de tragos están muy vigentes; otras, prácticamente olvidadas. Unas cuantas más recién están entrando y ni siquiera el personal de gendarmería las conocería muy bien. El explosivo aumento de reos de otras nacionalidades en las comunidades penales chilenas durante los últimos años, parece haber ido introduciendo otras técnicas y variedades de la coctelería canera con algunos casos muy audaces y realmente desafiantes al solo sentido esencial de la vida, inclusive.
Echando cuentas por la historia, las estadísticas carcelarias de 1894 consultadas por Hermógenes Pérez de Arce en "El alcohol considerado bajo su aspecto económico y social" (1899), señalaban que de 26.120 reos procesados en Chile aquel año, 11.464 habían incurrido en delito estando bajo los efectos de la ebriedad. Es difícil no suponer, entonces, que ayer como hoy un alcohólico no ponga todo su esfuerzo y creatividad en conseguir la bebida de sus alegrías y tormentos con lo que tenga a mano, incluso en la mazmorra o el calabozo más oscuro. Puede que hayan influido mucho en esto los reos procedentes de los campos chilenos, además, valiéndose de técnicas que eran conocidas en el pueblo para fabricar tragos básicos como el muday, las chichas rurales o las majas y sidras de manzana sureñas.
Acá dejaremos la descripción de algunos de los casos actuales de bebidas alcohólicas fabricadas artesanalmente en las cárceles y de las que algo recopilamos tras varios años de entrevistas y consultas a los propios ex presidiarios que las conocieron.
CHICHA
CANERA: Ha sido llamada también Chichita de San Martín, por razones
que desconocemos, y Vino de Cana, Chicha Artesa y Chichita de San
Javier, probablemente aludiendo a la famosa localidad chilena productora de
chichas de uva, en la Provincia de Linares. También la han llamado Ponche
Blanco, por el color que dan algunas, parecidas al suero de leche; o bien
Chicha Sucia, Cochina o Amarga, por su particular preparación. Es
posible que tenga varias denominaciones más, dependiendo del lugar geográfico y
de la respectiva comunidad penal, por supuesto. Con el Pájaro Verde
conforman, pues, la dupla más popular y repetida del recetario coctelero tras
las rejas. Consiste en preparar una rudimentaria chicha pero con elementos
orgánicos comestibles que puedan encontrarse a mano, incluyendo restos de frutas
sacadas de los comedores, basureros o la cocina, cáscaras de papas y hortalizas,
etc. En algunos casos, se agregan restos de arroz, pan, fideos, levadura y en
situaciones extremas se llegan a aplicar excrementos o materias descompuestas
para acelerar la fermentación, aunque hay quienes aseguran que esto es más mito
que real. Algunos de los ingredientes frutales para la receta son recuperados de
entre desperdicios, además. Se deja esta sucia mezcla dentro de una bolsa o
botella plástica con agua, generalmente escondida en desagües o estanques de
baños, y al cabo de unos pocos días, generalmente tres a cuatro, ya se ha
fermentado liberando el alcohol que es consumido por los presos. Se cuenta que
suele tener olores nauseabundos, como perro mojado, comida vinagre o cloaca, y
el mito agrega que, cerrando los ojos y concentrándose casi hasta la
autosugestión, se le puede sentir un sabor "parecido al vino". A esta rústica
chicha también se le adjudican propiedades de poner "loco" al que lo
bebe, como en la folclórica leyenda de la chupilca del Diablo. Cosa
extraña, porque su graduación nunca llega a ser muy alta, pero de alguna manera
induce a estados eufóricos. Algunos aseguran esto se da más bien a cuando es
consumida al mismo tiempo que se han ingerido estupefacientes, antidepresivos o
sustancias ilícitas, cuya mezcla desata tales efectos. Muchas revueltas
carcelarias e intentos de motines han estado asociados a la previa ingesta de la
infame Chicha Canera, incluyendo los sucesos que desencadenaron el
fatídico incendio de la Cárcel de San Miguel en Santiago, el 8 de diciembre de
2010.
CHICHA
SANA: Es raro que los reos más acomodados dentro de un penal y con buenos
contactos exteriores beban de la oscura y apestosa Chicha Canera, que
suele estar reservada para los presos de menor rango, cochinos o
perkines, tanto por escrúpulos como por el riesgo de intoxicación. Sí suele
ocurrir que se hacen versiones menos asquerosas, con cáscaras de fruta y fruta
picada fina si acaso la hay (manzanas, peras, melones, pasas, etc.) fermentadas
en agua veces hervida. También y si es posible, algo de azúcar. Estas versiones
del brebaje suelen ser llamadas entre ellos Chicha Sana, Buena, Dulce o
Limpia, porque no llevan las inmundicias de la versión canera más
corriente y baja, ni tiende a producir tantos malestares estomacales, diarreas o
indigestiones que aquella sí. A pesar de lo recién descrito, esto no la hace
exactamente saludable, pues a la manipulación muy deficiente en cuanto a higiene
se suma el que algunos presos puedan aplicarle en ella sustancias peligrosas
hurtadas desde los talleres de trabajo para "potenciarla" y hacerla más
embriagante. Su color es amarillento o rojizo, dependiendo de las frutas
empleadas, y tiende a generar una espuma cuando libera gas mientras fermenta. La
graduación alcohólica suele ser poca, sin embargo, por lo que se procura hacer
una buena cantidad en cada ocasión requerida. El problema para los reos es que
personal de gendarmería siempre está detrás de aquellas bolsas y botellas de
fermentación entre los escondrijos de cada celda y corredor, así que cuando
antaño no se tenía "pituto con los pacos" era un gran riesgo de ser descubierto
y castigado, algo que hoy intentan resolver con creatividades varias. En México
y Estados Unidos también se conoce a esta chicha carcelaria hecha con restos de
fruta, recibiendo el nombre de Pruno, popularizada por reos "hispanos"
que llegaron a aquellos penales. La Chicha Canera y la Chicha Sana
son, por lejos, las preparaciones más frecuentes y conocidas del actual ambiente
carcelario.
COCTAIL
DE BOTIQUÍN: Como sucede con otros casos como el Tabacazo y el
Colemono Canero, no corresponde a uno de los más populares tragos
disponibles en las cárceles y recibiría diferentes nombres según el lugar, según
parece, a veces sin tenerlo siquiera, así que nos tomamos alguna libertad acá
con la denominación. También es solo medianamente conocido en Chile a lo sumo,
por lo general en parte del Norte Grande y la Zona Central, diríamos. Y es que
este trago en particular parece haber llegado en tiempos más recientes a Chile,
después de los años noventa o del cambio de siglo; acaso después. Básicamente,
consiste en reunir barbitúricos, anfetaminas, clonazepames, ketaminas o fármacos
por el estilo, de diferentes efectos, para disolverlos en un envase con agua o,
preferentemente (y si se puede), una bebida gaseosa. Lo ideal es hacerlo con
alcohol ingresado a escondidas hasta las galerías, pero rara vez está
disponible. Este último puede ser del conseguido también de contrabando dentro
de cada penal, robado desde enfermerías o internado también de manera furtiva.
El "caldo" resultante es bebido con rapidez y en pequeñas cantidades por cada
participante, causando toda clase de delirios y cortocircuitos en los
consumidores. A pesar de que han existido casos de reos muertos por esta clase
de brebajes en otros países latinoamericanos, tenemos noticia de que ya habría
llegado a Chile, pues algunos expresidiarios aseguran haberlo visto consumido
aunque muy ocasionalmente, cuando la desesperación por "marearse" lo exige y si
la disponibilidad de ingredientes lo permite. Sería más bien de generaciones
jóvenes y de inmigrantes, además. Como se sabe, ciertas drogas y estupefacientes
suelen ser introducidos por los propios familiares de los reos, con frecuencia
entre las ropas de niños (dada una prohibición de revisarlos) y dentro del
cuerpo de mujeres, o bien arrojándolos en pelotas y bultos desde el exterior del
recinto penitenciario. Ya no extraña mucho que estén disponibles para este trago
u otros parecidos, entonces.
COLEMONO:
Si nos fiamos por algunos testimonios y descripciones (es muy poco lo que hemos
podido reunir para este punto), parece haber una variante del Pájaro Verde
llamada Colemno o Falso Colemono, por su preparación usando algún
par de ingredientes del famoso ponche navideño. A la manipulación del barniz con
jugos cítricos para la "cortalo" y separar la fórmula de manera de hacerla
bebestible, se agrega un poco de azúcar y café instantáneo, dos productos que
muchas veces se encuentran en los "ranchos" dentro de la misma comunidad
carcelaria. Aunque los guapos de cada grupo de reos también caen en la
tentación de beber Pájaro Verde con algunos aditivos para hacerlo menos
repulsivo o, en sus creencias, menos peligroso, se dice que serían
preferentemente los presos o machuca'os de más bajo rango los que siempre
se proveen de este veneno en todas sus modalidades para poder embriagarse con
facilidad, asumiendo todos los riesgos. Variaciones más nuevas del Pájaro
Verde y Colemono incluyen mezclar las señaladas sustancias con
frutas, cáscaras o bebidas gaseosas, recetas fusionadas con la que acá
presentamos para la Chicha y el Ponche, por lo que se trata solo
de recursos para tratar de disfrazar tan horripilante brebaje y pretender que
serían menos los riesgos si se consume con aquellas modalidades que lo hacen un
poco más pasable, en teoría. Todo nos indica, sin embargo, que es escasamente
conocido, no sabemos si porque va en retirada o porque nunca fue realmente
popular dentro de aquel ambiente penitenciario chileno.
COMBINADO:
Hay cierto trago canero tipo "combinado" que se valía de alcohol
farmacéutico puro o de colonia inglesa de bajo valor, con bebidas gaseosas, de
preferencia colas, o bien jugos en polvo. Llamado también Combinado de Choros en ciertos casos y Chamber por reos de origen más caribeño, esta bebida sería
la adaptación de una costumbre aprendida desde algunas supuestas prácticas llegadas a Chile vía Norte
Grande, en donde se hacen mezclas parecidas pero usando alcohol destilado de altísima graduación traído en forma de contrabando desde Bolivia, como el
cocoroco y el pusitunga, con borrachera asegurada. Este potente
"combinado" alternativo parece haber tenido cierta popularidad desde los años
ochenta o noventa, por considerárselo un trago menos peligroso que el
Pájaro Verde y sus otras mixturas con alcohol farmacéutico, aunque también
acarrea una avalancha de malestares y arrepentimientos tras su ingesta. A pesar
de todo, esta práctica se hace no solo en las cárceles, sino en ambientes
domésticos o recreativos fuera de ella, afortunadamente en forma muy marginal.
El problema del trago de marras es que conseguir alcohol puro o desnaturalizado en una cárcel es
un gran desafío. Las opciones son, entonces, lograr sacarlo de entre los
materiales de enfermería o bien consumirlo a partir incluso de una colonia o perfume que
haya podido llegar a la celda de alguno de los reos con mejores conductas.
Literalmente, entonces, en casos extremos equivale a beberse una colonia aromática con bebida
cola. No sabemos si esta última práctica siga siendo tan usada en los penales chilenos,
pero sí hay una noticia curiosa sobre la internacionalidad de la misma: en 2007,
fue noticia mundial que el 43 % de los hombres rusos bebían alcoholes no
destinados al consumo para lograr la embriaguez; y en 2016, se reveló que casi
60 rusos habían muerto por la práctica habitual de beber perfumes, colonias y
lociones como si se tratara de bebidas alcohólicas potables.
GEL-COLA:
La pandemia y la proliferación de los geles antibacterianos entre 2019-2021
abrieron la posibilidad para una nueva creación embriagadora en las cárceles
chilenas, variante del combinado consistente en mezclar el producto
abundante en alcohol, a veces "cortado" con jugo de limón, más bebida gaseosa. Lo que
quizá habría quedado solo como un mito urbano terminó siendo confirmado en abril
de 2021 en el Centro de Detención Preventiva de la ciudad de Castro, cuando un
grupo de al menos ocho reos terminaron siendo sometidos a atención médica y
trasladados a otro recinto penitenciario en Puerto Montt tras ingerir esta
mezcla, luego de combinar bebida y jugos con un gel desinfectante dentro de un
bidón. Todos los involucrados habían aportado su "cuota" del producto, que se
les había facilitado preventivamente como medida sanitaria a causa de la
pandemia de Coronavirus y que habían estado juntando durante varios días. Casos
similares ya se habían reportado en otros países como Colombia, en mayo de 2020.
La borrachera con este producto los pondría particularmente pendencieros y
agresivos, según se cuenta. De hecho, uno de los involucrados hizo en la ocasión
denuncias por abusos sexuales por parte de otros de los presos ebrios. El portal
noticioso chileno Quinta Dimensión se burló del incidente de Castro publicando
junto a la nota la imagen de un envase con dosificador de alcohol gel con una
etiqueta de whiskey Jack Daniel's.
MUDAY
DE CANA: Con el mismo nombre de la preparación de granos o cereales
fermentados que suelen beberse en territorios de influencia indígena en el sur
de Chile, en realidad esta es una receta mucho más sencilla del mismo,
generalmente usando botellas plásticas vacías. No tenemos todos los antecedentes
de la forma en que se ejecuta esto en las cárceles, pero entendemos que puede
valerse de mote, maíz, avena e incluso arroz, cocidos en una olla y después
envasados en los envases plásticos a la espera de que fermenten pacientemente.
Como el proceso toma unos días más que otras fórmulas usadas en la coctelería
canera, no es de práctica muy extendida. Tampoco incluiría los aditivos que
se usan en el muday original y auténtico sureño, como canela, endulzantes
y menos miel. De todos modos, produce una bebida burbujeante y parecida en su
textura a la cerveza o a la chicha de uva chispeante, que si bien no resulta tan
sabrosa como la receta original puede ser igualmente embriagadora, dependiendo
de cuánto tiempo puedan mantenerla en fermentación y sin ser descubierta. No
tenemos más información al respecto, pero es presumible que haya sido difundida
por reos del sur de Chile.
PÁJARO
VERDE: Es un clásico de esta nómina coctelera, sin duda, y quizá uno de los
tragos caneros más viejos en Chile, además de ser el más peligroso de
todos, solo para valientes y tontos según dicen, gremios con varios mártires a
su haber. Aparece mencionado en "El Roto" de Joaquín Edwards Bello en 1920, de
hecho. Aunque hay variaciones en la preparación, por lo general se utiliza
barniz robado de los talleres de capacitación y de trabajos de carpintería
dentro de los penales, para mezclarlo con jugo de limón que, según la creencia,
bajaría la toxicidad de la mezcla. Se cuenta que algunos reos hacían también una
especie de destilado o macerado con maderas que unían a este jarabe, para
obtener más alcohol, y una mortal intoxicación de reos sucedida en la Cárcel de Antofagasta en noviembre de 1962, dejó al descubierto otra forma "extrema" de hacerlo: agua de té con gasolina (bencina). En la preparación más conocida, sin embargo, el punto es que con la combinación cítrica el barniz se
"corta" separando las resinas del solvente en alcohol metílico o metanol, que
es bebido por los presos ya sea solo (puritano) o mezclado con alguna
bebida gaseosa, buscando reducir con ella el sabor sintético del mismo y que es
descrito como horrible. Con frecuencia, y si se tienen los productos a
mano, el barniz es revuelto o reemplazado también con aguarrás (trementina),
diluyente o pinturas esmaltes, lo que hace del mismo algo casi absurdo por lo
extraño y peligroso. Y aseguran que sus efectos llegan a ser alucinógenos: de
ahí el nombre de Pájaro Verde, aunque ciertas versiones señalan también
que puede adquirir este color al ser preparado. Los casos de fallecidos por
consumo de Pájaro Verde llegaban a ser casi habituales, por lo que
siempre están apareciendo aún noticias de reos muertos por intoxicación en la
prensa, algunos con más "suerte" quedando ciegos de porvida o cayendo
hospitalizados en coma con menos de una copa. Es, entonces, uno de los dolores
de cabeza más grandes para el personal de Gendarmería de Chile, que siempre está
detrás de las producciones clandestinas del trago dentro de cada penal.
PONCHE
DE FRUTA: Llamada también Ponchera, es prácticamente lo mismo que la
Chicha Sana pero un poco más elaborada en su fermentación, valiéndose de
fruta picada, no molida, en agua cruda y también con azúcar y especias si es que
las hubiese a mano. Es solo para reos de cierta jerarquía o destinada a alguna
clase de celebración particular por el esfuerzo que involucra, como la temporada
de Fiestas Patrias o de fin de año. Se detiene su fermentación antes que
comience a tomar sabores más agrios o secos, así que es vigilada cada cierto
tiempo. Generalmente, se preparara en botellas plásticas firmemente cerradas que
los mismos presos reunen, guardan y esconden dentro de sus celdas, muebles o "camaros"
(camarotes). La señal de que ya está fermentando bien es cuando la botella
plástica ha comenzado a hincharse, por efecto de la acumulación de los gases.
Las frutas que suelen emplearse en estas preparaciones son de preferencia las
más dulces y suculentas, como melones, duraznos y manzanas. El Ponche de
Fruta tiene la contrariedad de provocar a veces una fuerte diarrea en los
"delicados de estómago" tras una buena ingesta, pero el tipo de ebriedad que
provocaría bien lo vale, según se asegura, aunque parece ser menos frecuente que
en otras recetas.
TABACAZO:
La preparación del Tabacazo es sencilla como antigua, relativamente
rápida y, a diferencia de otras, se puede hacer de forma individual, en
cantidades pequeñas. Requiere de alcohol con tabaco remojado en el mismo durante
un rato o incluso una noche, logrando una infusión como si fuera hierba mate o
té. Cuando se consigue ingresar marihuana a algún penal, cosa muy difícil y con
riesgos por el olor delator de su consumo, se agregaba también a la mezcla. Para
poder hacerlo menos repulsivo al paladar, sin embargo, algunos agregan esencias,
saborizantes, té, café o productos aromáticos. Por alguna razón, los reos de
antaño creían que el alcohol potable combinado con hojas de tabaco (ya sea de
cigarrillos desarmados o de paquetes para pipas y papelillos) produce una efecto
adicional que aumenta la borrachera y los ponía "jijí" (más alegres y risueños)
o bien "locos", como si se tratara de una droga alucinógena y euforizante,
aunque la caña mala sea terrible en todos los casos: con sensaciones de
gastritis, náuseas y acidez estomacal. Como es difícil conseguir destilados
dentro del recinto, sin embargo, para poder hacer esta mezcla llegan a valerse
de alcohol sanitario o traído de contrabando, e incluso de colonias aromáticas.
Esto ha ido relegando el Tabacazo más a un recuerdo que a una práctica
popular en aquellos recintos. Con el tiempo, sin embargo, el nombre del
Tabacazo fue quedando asociado en la subcultura delincuencial al consumo de
pasta base o cocaína mezclada con tabaco, como un cigarrillo, lo que coincide
con la progresiva retirada del trago homónimo. En algunos países
hispanoamericanos, el tabacazo se hacía con las cenizas, no con hoja
picada de tabaco. Hoy en Chile suena más a reliquia que a práctica vigente.
Ninguna de las revisadas propuestas cocteleras se exime de ser un peligro para la salud de quien la bebe... Representan casi un deporte extremo, de hecho: destructor de células nerviosas, convulsionantes y colapsadores de intestinos. El Pájaro Verde parece ser, sin duda, el que más sacrificios en la cultura canera ha cobrado, no solo por su antigüedad acumulando finados.

Un antiguo problema penitenciario: una versión "extrema" del Pájaro Verde y capaz de mandar reos por adelantado al infierno desde Antofagasta, en noticia del periódico "Las Noticias de Última Hora", noviembre de 1962.

Nuevos fallecidos por Pájaro Verde en agosto de 1968, otra vez en La Serena. Noticia de "Las Noticias de Última Hora".
Una preparación del mortal Pájaro Verde, en imagen publicada por el sitio FB Chile del Ayer.
Frascos de alcohol gel incautados en la Cárcel de Castro, después que un grupo de reos se diera una gran farra mezclando el contenido con bebidas gaseosas y jugos, en plena pandemia. Fuente imagen: sitio La Nación, abril de 2021.
Envases con preparaciones en plena fermentación, tras un masivo allanamiento en la Cárcel de Quillota. También se encontró una gran cantidad de armas "hechizas". Al parecer, podría tratarse de la llamada Chicha Sucia. Imagen publicada en el portal noticioso Soy Quillota, junio de 2021.
Botellas de licor artesanal hecho con frutas y sustancias ilícitas incautadas en una revisión efectuada por Gendarmería de Chile en la Cárcel de Osorno, en octubre de 2022. Fuente imagen: sitio de Radio Sago.
Envases apropiados a la coctelería de la muerte en los recintos penitenciarios.
Solo como ejemplos que están en los noticiarios sobre el Pájaro Verde, encontramos notas sobre tres muertos de la ex Penitenciaría de Santiago, en noviembre de 2001; dos muertos en una farra de Antofagasta, en junio de 2006; dos reos con muerte cerebral en el Penal de Rancagua, en julio de 2006; un muerto en el Complejo Penitenciario de Valparaíso, en enero de 2018, etc. Existen casos que incluso han tenido lugar fuera de las cárceles, pues el trago forma parte de la cultura canera y ha sido llevado a ámbitos domésticos de este submundo. También se sabe de un caso curioso de la Cárcel de Angol, en el que tres intoxicados fueron salvados con una dosis de pisco y suero a la vena, pues el etanol contrarresta los efectos nocivos del envenenamiento.
Deben existir otras creaciones cocteleras con el mismo propósito en las cárceles chilenas, pero hemos tomado nota solamente de estas, mencionadas por expresidiarios de diferentes ciudades de Chile a los que pudimos entrevistar en alguna oportunidad. Por tratarse de temas asociados a la subcultura delincuencial, además, existe muy poca información disponible en internet sobre estas pócimas y fórmulas siniestras. Para peor, el personal de gendarmería tiende a ser un poco reacio a referirse al tema, ya que la existencia de esta clase de coctelería representa fallas en el sistema de controles y vigilancia dentro de los recintos penales, aunque es del todo comprensible que a veces se vean superados por este asunto.
En la jerga de los reos chilenos, finalmente, el acto de beber alcohol se disfraza en ciertos casos con la expresión filtrar, y diríamos que quizá se deba a que deben pasar muchas de estas abominables creaciones del laboratorio secreto penitenciario por géneros o mallas, a modo de coladores o tamices, para eliminar residuos e inmundicias antes de ser ingeridas. El trago disponible, propiamente tal, suele ser denominado pencazo o guarisnaque, aunque estas expresiones también estarían ya en retirada.
A portarse bien y respetar las normas entonces, porque con esta pequeña lista de ejemplos ya puede hacerse un esbozo de qué es lo que más extrañarán muchos detrás de las rejas en caso de un desliz con la ley (después de sus seres queridos y de la propia libertad), y lo que se podría llegar a estar dispuesto a ingerir como alternativa. ♣
Súper interesante bro 10/10
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