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CÉSAR Y FÉLIX COPETTA: LOS HERMANOS WRIGHT DE CHILE

Despegue de César Copetta en el biplano Voisin, en el fundo Chacra Valparaíso, el 21 de agosto de 1910. Fuente imagen: Museo Nacional Aeronáutico y del Espacio.

Es conocida la historia y el aporte de los ilustres Orville y Wilbur Wright tras mantener en el aire, por algunos instantes, una nave autopropulsada que abriría camino exitosamente a la magia de la aviación. Era un 17 de diciembre de 1903 cuando los hermanos habrían pasado la aplanadora sobre los varios agoreros que seguían pregonando que nada más pesado que el aire podría volar, incluso desde prestigiosos centros académicos de su tiempo.

Con todas las observaciones y controversias que aún genera la experiencia, aquel avión por ellos construido e identificado como el primero del que se tuvo noticia elevándose en alguna parte del mundo, pasó a la historia de la aeronáutica internacional como el Flyer I, también llamado en ocasiones Kitty Hawk y Wright Flyer. Esto, aun reconociendo que existe la posibilidad de que otras naves experimentales hayan sido probadas antes por inventores como el alemán Gustave Whitehead o el estadounidense Lyman Gilmore, muy poco antes que los Wright.

El esfuerzo vino a confirmar los estudios previos como los de Alphonse Pénaud, Samuel P. Langley y Charles M. Manly, a pesar de lo no muy bien documentada que quedó la experiencia pionera y hasta de las suspicacias de algunos alrededor de la misma. La primitiva aeronave se encuentra hoy en orgullosa exhibición en el National Air & Space Museum del Smithsonian Institution, en la curiosa circunstancia de que este centro habría sido uno de los círculos en donde se defendió alguna vez el dogma sobre la incapacidad de hacer volar máquinas pero que, más tarde, desarrollaba un modelo para competir con la patente de los Wright, basado en los trabajos de Langley y Manly.

Solo siete años después de la histórica hazaña, los aviadores César y Félix Copetta Brossio harían lo mismo en Chile, un domingo 21 de agosto de 1910. También habían pasado cuatro cortos años desde la exitosa experiencia del inventor brasileño Alberto Santos Dumont, con el épico alzamiento por el cielo francés del 14-Bis, el 23 de octubre de 1906. Este último es considerado primer vuelo de un auténtico avión con despegue propio y sin mecanismos externos de propulsión o catapulta de partida, además de estar mucho mejor documentado que la prueba de los Wright.

El primer hito de la aviación chilena, protagonizado por los Copetta, tuvo lugar en un llano de Ñuñoa en la periferia rural al oriente de la ciudad santiaguina de entonces. Por solo unos meses, además, los hermanos se adelantarían con esto al vuelo del piloto italiano Bartolomeo Cattaneo, quien vino desde Argentina para volar sobre la capital chilena en diciembre de ese año. Dada esta escasa diferencia de tiempo, algunas fuentes han insistido en señalar a este último como autor de la primera experiencia de aviación conocida en el país, ignorando el hecho de que los hermanos ya lo habían logrado poco antes.

Si bien los Copetta se habían sumado a la fiebre internacional por hacer volar tan novedosos aparatos, no estaban solos en estas intenciones, pues el interés ya había llegado con cierto entusiasmo al país. En 1909, por ejemplo, el mecánico alemán Máximo Bischkus había construido un tosco y pesado objeto alado con un motor de 15 HP, montado sobre una estructura de unos 15 metros de altura desde donde sería soltado para realizar su vuelo inaugural en el Parque Cousiño. Por varios días atrajo a los curiosos generando expectación e incertidumbre, pues muchos voluntarios y colaboradores habían ayudado a financiar tan extraña empresa. Sin embargo, sucedió que el mismo día en que el avión iba a ser probado, una de sus alas amaneció destruida, posible acción de manos anónimas. Se debe dar por hecho, sin embargo, que el artilugio de Bischkus jamás habría podido levantar vuelo, pues ni siquiera se ajustaba a los rudimentarios conocimientos de la aerodinámica de aquellos años.

El tema pendiente de un vuelo chileno había quedado instalado en la sociedad, a pesar de la frustración. Y así como entre los pioneros de la aviación mundial estuvieron esos dos hermanos norteamericanos salidos desde su taller de bicicletas en Dayton, Ohio, serían los Copetta, hijos de una familia francesa y poseedores también taller para pedaleros, quienes iban a lograr la hazaña en Chile con las proyecciones comerciales que pudiese tener para ellos. Oreste Plath, de hecho, hace notar que varios otros pioneros de la aviación chilena estaban relacionados con la reparación de bicicletas y el ciclismo, como Luis Alberto Acevedo y Dagoberto Godoy. Como sucede con la motocicleta y el automóvil, entonces, el avión puede ser resultado del desarrollo de la bicicleta más que de otro medio de transporte o tecnología.

El taller mecánico de los hermanos estuvo en calle San Martín 70, en donde armaban bicicletas con maquinarias de vapor, rotulando sus productos cn la marca La Santiago. Luego, aparece su taller en calle Ejército Libertador 755-785, en donde también daban mantenimiento y asistencia a los automóviles que por entonces recién comenzaban a llegar a Chile. Todavía existía este local a mediados de siglo, conservando el nombre de Garaje Copetta según un texto de Enrique Flores en “Historia Aeronáutica de Chile”. Parece haber sido, de hecho, el primer taller automotriz en el país, y se sabe que los Copetta también eran conocidos en esos años por correr automóviles de velocidad, logrando algunos premios. De esta firma surgió después la Casa Copetta, que estuvo por varios años en Alameda de las Delicias 2427 y otra en San Antonio 796, también dedicadas al negocio automotor y mantenidos por la familia.

Felizmente, el interés de los hermanos mecánicos coincidió con el momento en que dos jóvenes empresarios chilenos y emparentados entre sí, David Echeverría Valdés y Miguel Covarrubias Valdés, habían regresado desde Francia portando un avión biplano recién adquirido a la casa Voisin. Era un aparato rústico, propio de las generaciones iniciales de la aviación: había sido construido en armazón de madera y metal, forrado en género, dotado de un motor Gnome de 50 HP. La idea de ambos primos era que Chile pudiese celebrar el Centenario Nacional, que venía aproximándose, con la realización de un primer vuelo de avión en el país, evento que formara parte de los festejos. La responsabilidad de esta proeza, entonces, iba a quedar en manos de los Copetta y sus asistentes.

Los hermanos César y Féliz Copetta, confirmación de que el avión proviene de la bicicleta. Imagen publicada en el sitio Pilotos Retirados de LAN.

Taller de armado de bicicletas de los hermanos Copetta, en calle San Martín 70. Aviso publicado en la revista "Pluma i Lapiz", año 1901.

Fotografía del archivo del Museo Aeronáutico tomada el día 20 de agosto de 1910, uno antes del primer vuelo, en el fundo Chacra Valparaíso. Se observa al centro al propietario del avión Voisin don David Echeverría, a la derecha los hermanos César y Félix Copetta; a la izquierda Beltrán Tisné y más atrás Gabriel Robin.

César Copetta Brossio, según imagen publicada en la exposición "Evocación del gran pionero de la aviación mundial José Luis Sánchez Besa, y los precursores de la aviación nacional" del Centro de Estudios Históricos Lircay (2010).

Imagen del vuelo en el fundo ex Chacra Valparaíso. Imagen de los archivos del Museo Aeronáutico Nacional.

Caricatura de César Copetta celebrando su vuelo. Fuente imagen: exposición "Evocación del gran pionero de la aviación mundial José Luis Sánchez Besa, y los precursores de la aviación nacional".

Diestros en el oficio mecánico, ambos hermanos, sus colaboradores y amigos consiguieron armar el Voisin del señor Echeverría en el fundo Chacra Valparaíso de la comuna de Ñuñoa, escenario elegido para el histórico vuelo y no muy distante de la actual Plaza Egaña. Con 240 hectáreas, esta propiedad pertenecía a doña Eloísa María de la Cruz, quien la arrendaba a don Ramón Cruz Montt, ilustre vecino del sector que dio nombre a la calle aledaña al fundo.

César era particularmente audaz y temerario, por lo que no titubeó en la responsabilidad de tomar el volante de aquella nave. Nacido en Francia en 1878 y llegado a Chile hacia 1890, tenía una verdadera manía por las máquinas y aparatos mecánicos, comenzando a dedicarse a las bicicletas dos años después, recién pasada a Guerra Civil. Hombre joven, muy delgado, narigudo y de bigotes largos delatando la cultura afrancesada en la que hizo su infancia, parecía más bien un muchacho intrépido intentando probar alguna de sus nuevas bicicletas y no un carísimo equipo de vuelo que, en el mejor de los casos, podía convertir su vida en un mito; en el peor, quitársela trágicamente. En un homenaje póstumo del diario "La Nación" al comunicar su fallecimiento, leemos también:

En Chile, el señor Copetta fue un verdadero precursor del automovilismo, infundiendo su entusiasmo a muchos otros que después lo siguieron. Aún se recuerdan las carreras en que competía desde esos años, en la famosa pista del Parque Cousiño.

Alrededor de 1910 empezó a vislumbrar el inmenso porvenir de la aviación, y aplicó su energía e inteligencia a experimental en esos primitivos aparatos. Si fue precursor de nuestro automovilismo, lo fue mucho más aún de nuestra aviación, en la que realizó obras notables.

Por precaución o quizá por mera humildad, sin embargo, los Copetta hicieron sus preparativos con no mucha atención pública y muy lejos de la publicidad que otros pioneros internacionales de la aviación habían procurado a sus respectivas proezas, incluso desde antes de ser realizadas. Al igual como sucedía con los ascensos en globos aerostáticos, pues, estas aventuras tecnológicas tenían mucho de espectáculo en sus sacrificados inicios. Empero, por tratarse de pruebas preliminares a la presentación que pretendía hacerse en Fiestas Patrias, es de suponer que tuvo un carácter más reservado y una ubicación un tanto aislada del resto de la ciudad.

César Copetta llegó esa tarde a hacer las inspecciones finales del avión, antes de abordarlo. El aparato, de aspecto ligero y con formas híbridas entre libélula y pájaro, estaba de frente al llano o potrero, dentro del mismo fundo. Se puede suponer el ambiente de nerviosismo y expectación reinante entre los que estaban allí presentes.

Echeverría no se mantenía ajeno a los preparativos de la epopeya que estaba por hacerse con su avión, colaborando con los aventureros y preparándose también para participar de alguno de los vuelos del día. César y Félix contaban con el valioso refuerzo técnico de Bertrand Tisné, otro fabricante de bicicletas, y su socio el mecánico Gabriel Robin, todos mordiendo la ansiedad que significaría ser parte de un hito de tal trascendencia, o más bien algo que haría leyenda. Aparecen retratados con los Copetta y los organizadores y mecánicos junto al avión, en fotografías tomadas en esos tensos momentos, minutos antes de ejecutarse la hazaña aérea. Por la señalada falta de publicidad, sin embargo, llegaron solo unos pocos curiosos hasta el lugar.

Para asombro y satisfacción de todos, César lo conseguiría: tras subir al avión y despegar hacia las cuatro de la tarde, marcó con su logro las efemérides ese 21 de agosto, como el día en que comenzó la historia de la aviación nacional y faltando poco menos de un mes para las grandes lisonjas del Primer Centenario... Así pues, los chilenos ya podían volar al momento de celebrar su primer siglo desde iniciado el proceso de la Independencia.

No está totalmente claro cuánto voló en el primer intento, sin embargo: la mayoría de las fuentes aseguran que rondó solo los diez metros. En un segundo alzamiento, acompañado atrás por Echeverría, el piloto comenzó a soltar su audacia aunque tuvo dificultades al aterrizar, debido a una zanja en el terreno que casi provoca un accidente. Con el tercer y último vuelo “pagó el noviciado”, sin embargo, y rompió parte de la estructura de avión al tocar tierra, aunque saliendo ileso.

Las pruebas del día no se deben haber extendido más que unos pocos minutos sumadas todas, pero fueron suficientes para ganarse la inmortalidad y laurear a sus protagonistas. El relato de un testigo del vuelo, que es reproducido por el cronista y escritor Alfonso Calderón en “Cuando Chile cumplió 100 años”, dice lo siguiente:

Sus grandes alas blancas, su cola, su quilla, le daban el aspecto completo de un ave enorme. Al fondo, el famoso motor Gnome y sobre el suelo el chassis de aterrissage completaban las líneas del magnífico aparato.

A pesar de las modestas características del vuelo del Voisin, la noticia hinchó de orgullo al sentimiento nacional y el aviador Copetta, con su mirada inocente y aspecto un tanto desgarbado, se volvió toda una celebridad apareciendo retratado incluso en caricaturas de los medios de prensa. No obstante esta alegría, los daños que recibió en el último vuelo de la jornada impidieron tener el aparato a tiempo para las fiestas del Centenario, por lo que no pudo participar en ellas, aunque su gesta ya se había hecho conocida en esos momentos.

Etiqueta de un viejo pisco elquino creado en 1915 marca El Aviador, vuelto a producir en tiempos recientes. Puede corresponder a un homenaje para César Copetta y los demás pioneros de la aviación nacional. Imagen del libro de los expositores en Sevilla de 1929.

César Copetta, Clodomiro Figueroa y el mecánicos francés Henry Goudou, junto al avión Valparaíso, en Lo Espejo, en 1913. Imagen tomada de publicaciones del Instituto Aeronáutico Nacional.

Luis Omar Page en el Batuco construido por los Copetta, en 1914. Imagen de los archivos del Centro de Estudios Históricos Lircay.

Copetta y Page Rivera a bordo de una nave. Imagen de los archivos del Museo Aeronáutico.

Vista en 2010 del ex fundo Valparaíso de Ñuñoa, hoy Parque Ramón Cruz.

Vista desde el norte hacia el sur de las áreas verdes del parque donde tuvo lugar el primer vuelo nacional.

Monolito conmemorativo del primer vuelo en avión de Chile, en el ex fundo Chacra Valparaíso.

Tras el episodio de los jóvenes hermanos, con tanto de autodidactas y autogestores en su quehacer, la estrella de la hazaña comenzó a ser llamado Don César dentro del naciente ambiente de la aeronáutica y como reconocimiento a su prestigio. Él mismo siguió desarrollando apasionadamente estas tecnologías, cuando regresó con Félix hasta sus talleres para producir modelos propios de aviones.

Con algunas otras pruebas de naves en el fundo Chacra Valparaíso, el avión Batuco iba a ser el primero en cumplir con las exigencias para lograr constituirse en un avión que imitara y superara el logro de los anteriores, mismo en que el piloto Luis Omar Page también inscribiría sus propias aventuras pioneras en la historia de la aviación chilena. Es considerado el primer avión genuinamente hecho en Chile, en 1912.

Otro adelantado de la aeronavegación, Eduardo Molina, realizó un famoso vuelo en otro avión construido en el mismo taller de los Copetta: el Burrito, a veces llamado simplemente como el Burro y que algunas fuentes consideran incluso de armado anterior al Batuco. Clodomiro Figueroa y el mecánico francés Henry Goudou, en tanto, trabajaron con los hermanos en Lo Espejo con el avión Valparaíso, durante ese mismo período. Finamente, en el taller de Copetta se fabricaron también los aviones Chincol y el Pou du Ciel, la última de sus creaciones.

Otros pilotos continuarían llenando páginas de gloria en la aviación. Luis Alberto Acevedo, por ejemplo, se asesoró con su mecánico francés Pierre Coemme para los vuelos en el avión Bleriot que mantenía armado y expectante en el Parque Cousiño, ese mismo año. La muerte lo alcanzó, sin embargo, en su intento de unir Santiago con Concepción un fatídico el 13 de abril de 1913, convirtiéndose en el primer mártir de la flamante historia aeronáutica chilena. Trágico destino que tuvo también el famoso Alejandro Bello Silva, el “perdido” teniente Bello, desaparecido el 9 de marzo de 1914, en su caso intentando unir la base El Bosque con el balneario de Cartagena. Eran los costos que el riesgo de estas nuevas tecnologías cobraba a los más valientes y audaces.

Sabiéndose necesario para su patria natal, César Copetta se reclutaría como piloto bombardero cuando estalló la Guerra Mundial. Su labor en tan precarios momentos de la tecnología se ejecutaba lanzando las bombas a mano y en vuelo, así que echó a andar su creatividad y elaboró un nuevo sistema que figura entre los precursores de los los lanzabombas mecánicos. Su invención habría demostrado ser bastante efectiva durante aquella conflagración.

La línea entre los héroes civiles y los héroes militares de la aviación, además, se hacía cada vez más tenue en esos momentos y el mismo desarrollo llevó después al comodoro Arturo Merino Benítez a crear, en 1928, el Club Aéreo de Chile. Durante el año siguiente fundó la Línea Aeropostal Santiago-Arica, misma que, al extenderse a Puerto Montt y Aysén, dio origen a la Línea Aérea Nacional (LAN Chile). Con el éxito de estas visionarias decisiones de Merino Benítez se logró, en 1930, la creación de la Fuerza Aérea de Chile (FACH) y la Dirección de Aeronáutica, actual Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC).

Lamentablemente, César Copetta entraría también a las nóminas de mártires, unos años después: murió de manera trágica cuando ya veía consolidada la aviación nacional de la que fuera iniciador, el domingo 27 de octubre de 1940. Para entonces, los vuelos individuales se habían convertido en su medio regular de transporte y de pruebas. Así, mientras despegaba temprano desde el Puerto Aéreo de Los Cerrillos, su nave comenzó a presentar problemas precipitándose sobre el sector cercano al acceso al complejo. Tras ser socorrido por personal de la LAN y mecánicos del aeropuerto, fue trasladado de urgencia a Asistencia Pública, pero las graves lesiones no compatibles con la vida lo superaban, abandonando este mundo con su vuelo final, el último de todos, a los 62 años.

Fue sepultado en el mausoleo de la Sociedad Francesa del Cementerio General, tras ser llevados sus restos en un gran cortejo desde su residencia en calle Almirante Hurtado 2031, por el actual Barrio Universitario de Santiago Centro.

Para la memoria del infortunado pionero de la aviación, se levantó un monolito en su recuerdo en el lugar donde perdió la vida, homenaje que años después desapareció o fue retirado, por razones que desconocemos. Este monumento había sido inaugurado el domingo 6 de diciembre de 1942 por el Club Aéreo de Chile.

El fundo Chacra Valparaíso, en tanto, había seguido en manos de doña Eloísa y bajo administración de Ramón Cruz. Se mantuvo, en general, como un terreno productivo y con trabajadores agrícolas, pues Ñuñoa continuó siendo por años un territorio solo parcialmente urbanizado. En el “Álbum de la Zona Central de Chile” de 1923 aún figuraba como un importante productor de alfalfas y papas, con prestigiosa y premiada ganadería bovina de raza holandesa y producción de leche comerciada en Santiago. Tuvo un criadero de plantas y flores finas, además de arboledas frutales y cabañas cómodas para visitantes o pasajeros.

El fundo permaneció con aquellas características hasta que los cambios de la ciudad lo alcanzaron definitivamente, siendo rodeado por la urbanización. Su parte original más reconocible estaba en el sector de Irarrázaval con Ramón Cruz, junto a la actual Villa Frei. Hacia fines de los años sesenta, fue reconvertido este terreno en el amplio Parque Ramón Cruz de nuestros días, uno de los puntos de esparcimiento al aire libre más importantes de la comuna, junto a la conocida y bohemia Plaza Ñuñoa y el Parque Juan XXIII.

Afortunadamente, no ha sido olvidado en el lugar el acontecimiento aeronáutico de 1910: un monolito con textura de roca pulida fue instalado en el vértice del parque hacia la esquina del mismo por el Instituto de Investigaciones Aeronáuticas de Chile, en el aniversario del 21 de agosto de 1985. Se lee en él que, desde ese lugar, "en la tarde del 21 de agosto de 1910, se elevó por primera vez un aeroplano en Chile, piloteado por don César Copetta Brossio”. Más tarde, en 1997 se adjuntó una placa nueva agregando otro saludo a la memoria del aviador y al primer vuelo nacional, esta vez de parte de la DGAC:

En reconocimiento a la hazaña lograda por el piloto don César Copetta Brossio, el Gobierno de Chile mediante D.S. N° 330 del 22 de abr. 1997, instituyó la fecha aniversario de esta proeza como el Día Oficial de la Dirección General de Aeronáutica Civil.

Cada año, en el aniversario del episodio, la DGAC, la Escuela Técnica Aeronáutica y el Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile más las autoridades comunales, realizan en el monolito un acto en recuerdo de esos pasos fundamentales en la historia de la aviación nacional, iniciada por los Copetta: dos mecánicos de bicicletas que, cuales hermanos Wright de Chile, hicieron su gesta justo al cierre de la romántica época victoriana de la diversión santiaguina.

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