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ALEGRÍAS Y DIVERSIONES DEL “NUEVO” PORTAL FERNÁNDEZ CONCHA

Portal Fernández Concha ya remodelado por completo y con su actual aspecto, hacia 1940. Fuente imagen: Flickr Santiago Nostalgico de Pedro Encina.

La seguidilla de hoteles, clubes y establecimientos bohemios del primer edificio del Portal Fernández Concha, mismo que había reemplazado desde hacía unos setenta años antes al Portal de Sierra Bella por el lado sur de la Plaza de Armas, tendría una pausa de sus actividades y una transformación casi total desde fines de los años veinte. Fue cuando el gran inmueble entró a pabellón de remodelaciones, con la que daría inicio a su segunda y actual etapa de vida.

Tras años de envejecimiento y deterioros, el radical cambio del edificio creado por los hermanos Fernández Concha sería ejecutado por la sociedad contratista Forteza Hnos. entre 1927 y 1933, con el nuevo diseño de los arquitectos Josué Smith Solar y su hijo José Smith Miller. Tuvo alguna participación don Jorge Arteaga en los planos, según agregan algunas fuentes como René León Echaíz en “Historia de Santiago” y el artículo titulado “Edificio La Chilena Consolidada” de “El Mercurio” del 17 de junio de 2000. Este cambio radical se detonó tras un incendio del sector hotelero en los altos del mismo edificio, pero parece cierto que habrían existido ya planes previos para rehacerlo o agregar pisos, al menos el interés de la sociedad propietaria.

Con relación a lo anterior, otro error o confusión muy extendida en las fuentes indica que un “segundo” Portal de Sierra Bella de 1871 fue obra debida al talento de Smith Solar e hijo, mezclando equivocadamente datos de las dos inauguraciones del Fernández Concha y cuando a la sazón el afamado arquitecto tenía tiernos 3 o 4 años de vida a lo sumo. Lo cierto es que él y su hijo son autores de esta segunda versión del portal presentada en los años treinta, la misma que sigue hoy en pie, no de la anterior de Hovender-Hendry y Hénault.

Estilísticamente, el Portal Fernández Concha se volvió un edificio más alto que el anterior, de aspecto transicional entre los elementos del neoclásico y el modernismo, pues ofrece detalles de sugerencia art decó especialmente visibles en su frontón central (como las figuras decorativas y las cuatro copas de abundancia) y otras interiores, aunque ciertas opiniones prefieren la comodidad de definirlo en solo un estilo particular. También hay frontones con ménsulas en las cornisas entre el quinto y sexto nivel de la fachada, con aspecto parecido al que repiten algunos portales neocoloniales. Balaustras y columnas quedaron concentradas principalmente en el bloque central del frontispicio, además de la primera línea de balcones del segundo piso y arriba en el borde de azotea, mientras que el resto de los vanos cuentan con enrejados de forja.

Al portal se le agregaron dos pisos: sexto y séptimo, contando el entrepiso del zócalo. En ellos se distribuyeron pequeños departamentos y residenciales. Un octavo nivel lo constituyen hoy los altillos, también con habitaciones y la cámara de maquinarias de sus viejos ascensores.

Pocos saben o recuerdan que la escultura de la Virgen que decora lo alto del simétrico portal desde esa remodelación, justo al centro del séptimo piso y de frente a la plaza, es obra del artista Domingo García-Huidobro, curioso y muy misterioso escultor chileno, con mucha influencia mística y espiritual en su obra, relacionado con la misma familia Fernández Concha que hizo levantar el edificio anterior, de hecho. Era hermano del poeta Vicente Huidobro, aunque menos dado a la exposición pública y al discurso que este. Su figura mariana es simple, pero de aire enigmático propio de sus trabajos escultóricos, vestida solo con una túnica y un manto en una posición de manos abiertas que también intriga. Las leyendas sobre la razón de esta imagen esculpida en un bloque de concreto (más allá del conservadurismo católico de los Fernández Concha) navegan entre interpretaciones cardinales sobre su posición hasta un recuerdo del paso de la Orden de las Clarisas por la Plaza de Armas, en la esquina donde legaron su nombre a la calle Monjitas.

La nueva presentación del edificio mantuvo el pasillo de arcadas para el nivel del podio. Todo este zócalo doble mantiene el rasgo de pasaje comercial, hoy dominado especialmente por la oferta culinaria popular y con una integración directa con el Pasaje Matte, que lo convierte en un paseo al interior de la manzana. Este pasaje une el edificio de extremo a extremo y se mantuvo como característica desde el portal anterior, llegando nuevas generaciones de célebres locales a él pero conservándose también varios de sus clásicos. Conservó gran parte de su clásico aspecto de galerías victorianas hasta 1954, cuando un incendio lo destruyó y debió ser reconstruido.

Entre los principales negocios del pasaje estuvo la pastelería francesa y café del Casino del Portal, famoso centro recreativo con salones de billar y proveniente de los tiempos del Portal de Sierra Bella, fundado por el francés Henry Pinaud y después mantenido por sus herederas. Posiblemente, fue don Henry quien introdujo en Chile ciertas variedades de tortas y tartas como las Saint Honoré, pasando por sus salas y mesas hasta algunos presidentes de la República inclusive, como Carlos Ibáñez del Campo, Pedro Aguirre Cerda y Juan Antonio Ríos, antes de cerrar en 1965.

No solo las bondades de la buena cocina reinarían en aquellos establecimientos del primer nivel. Estaba también la casa Brooks, con sus variedades de sombreros en los años cuarenta, década de gran importancia en la actividad del portal y sus varias atracciones, especialmente las de connotación más bohemia. Desde joyerías hasta locales de venta de globos hubo en sus tiendas, de hecho, algunas casas figurando también entre las más antiguas de Santiago. Con el tiempo, sin embargo, serían los restaurantes y bares aquellos que acabarían tomando el control soberano de la oferta dentro del pasaje principal paralelo a la plaza, incluidos sus varios kioscos de comida rápida como el Quick Lunch del señor Bahamodes, desde donde parecen haberse introducido en el comercio nacional los hot-dogs, hacia 1935, siendo adaptados hasta quedar convertidos en el criollo completo y sus variedades.

El presidente Arturo Alessandri Palma había asistido al portal durante la apertura del nuevo local del restaurante Embassy en el recién terminado edificio, hacia 1933, inaugurado en el segundo piso por la reina de los estudiantes de aquella temporada, según informa Oreste Plath. Su más famoso centro culinario en esta etapa, sin embargo, era el célebre Chez Henry, salón de innumerables memorias y celebraciones fundado en 1925 por Henry Boutegourd y que cerró sus puertas recién hacia el año 2003, en uno de los episodios más tristes que se hayan vivido dentro de la historia comercial del Fernández Concha. Sobrevivieron a esa generación de bohemios establecimientos ejemplos como el Ravera, El Portal y El Nuria.

El local Da Osvaldo, en tanto, llegó a reemplazar al Embassy del segundo piso y solía ser lugar de constantes manifestaciones, comidas u homenajes de cofradías, gremios, clubes deportivos e instituciones. Prometía buena música, cocina escogida de excelencia y atención esmerada de sus dueños. La prensa anunciaba con bastante reiteración los copetudos encuentros que allí tendrían lugar, como cuando fue escogido por las amigas de la socialité Haydée Bozzolo para despedirla cuando esta iba de viaje a mediados de 1934, con un gran banquete. Fue un evento esencialmente femenino, aunque no inusual en esos años.

Fachada del Portal Fernández Concha "viejo", antes de su renovación de los años treinta. Se observa que sus altos pertenecían al Plaza Hotel.

Reconstrucción y remodelación casi completa del Portal Fernández Concha, en imagen tomada hacia 1929-1930, esquina de Ahumada con Merced/Compañía. Fuente imagen: Museo de la Construcción CChC / Portal En Terreno.

Publicidad en "La Nación" para las radios Universo (junio de 1934), La Nación (mayo de 1935) y Bayer (mayo de 1935), con don Enrique Sazié como director de las estaciones. Las tres operaban en el edificio del Portal Fernández Concha.

Aviso publicitario en la prensa de la época, anunciando la apertura del gran salón de té y conciertos del restaurante Da Osvaldo, el 23 de junio de 1934.

Despedida de Santiago del Campo en el Da Osvaldo, con los presentes de la Generación Literaria del 38 en las escaleras del portal, en 1934. Abajo a la izquierda, Julio Molina Müller y a su lado Iván Romero. En la fila del centro, el segundo a la izquierda es Manuel Salvat Monguillot (organizador del encuentro), junto al Chico Vega y Santiago del Campo. Arriba, Héctor Barreto y Miguel Serrano.

Manifestación en el restaurante Da Osvaldo para don Guillermo Feliú Cruz, en fotografía de Steiner, hacia el año 1938-1939. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.

Publicidad para el Quick Lunch y los hot-dogs de Bahamondes, en “La Nación” del 12 de noviembre de 1938. Serían el local y el cocinero que introdujeron estos bocadillos en el comercio chileno.

Imagen del Portal Fernández Concha en postal fotográfica de 1950, aproximadamente, visto desde la terraza del Portal Bulnes. Fuente imagen: Archivo Fotográfico de la Biblioteca Nacional Digital.

Izquierda: Domingo García-Huidobro, el escultor de la Virgen del Portal Fernández Concha, en su taller. Fuente imagen: Llolleo.cl. Derecha: avisos de la sombrerería "Brooks" en prensa, 1947 y 1948, respectivamente.

Por su lado, los miembros fundadores de la Generación Literaria del 38 hicieron lo mismo en el Da Osvaldo al despedir a su amigo Santiago del Campo, cuando este iba a marchar de regreso a España en 1934. El encuentro fue organizado por Manuel Salvat Monguillot, el hijo del recordado librero Salvat. Existe una curiosa fotografía en la que aparecen él y su festejado con varios de esos jóvenes amigos sentados en unas escaleras del portal, esas con su inconfundible diseño de hierro forjado y pasamanos de bronce. Entre otros: Julio Molina Müller, Iván Romero, el Chico Vega, el trágico escritor Héctor Barreto y el poeta Miguel Serrano, quien además era familiar de los Fernández Concha.

En junio de 1936, había sido recibido en el Da Osvaldo el intelectual venezolano Mariano Picón, de visita en el mismo Chile en el que había vivido y trabajado largo tiempo, hasta poco antes. Y los amigos del pintor Luis Strozzi hicieron allí una fiesta en agosto de 1939, cuando el maestro retornó al país tras una exitosa temporada exponiendo sus cuadros paisajistas en Buenos Aires. Fue invitado a la celebración el artista peruano Bernardo Riveros, quien acababa de participar de una exhibición en el Palacio de Bellas Artes y ese mismo día marchaba rumbo a Argentina, por lo que fue también su despedida. Figuras de la alta sociedad santiaguina asistieron a aquella manifestación.

En los primeros altos funcionaba también el Huelén, un café y restaurante con música en vivo que era atracción de artistas y escritores. Se podían ocupar sus mesas con vista a la plaza y a la calle Estado durante sus tertulias entre intelectuales, artistas y músicos, estos últimos cargando instrumentos con los que improvisaban presentaciones en las tardes. Asistían, entre otros, el pintor Juan Francisco González hijo, quien firmaba Huelén, además; la actriz de radioteatro Luchita Botto, del equipo de Radio El Mercurio; y el multifacético Andrés Sabella, quien trasnochaba en este boliche con su amigo el poeta español Manolo Segalá, dedicándole poemas a una camarera llamada Berta, con dibujos que hacían incluso en las servilletas.

En el Huelén podían encontrarse, además, el poeta, periodista y escritor Alfonso Reyes Messa, y su colega Manuel Gandarillas, alias Zayde. Plath, otro cliente habitual del café, recuerda de aquella luminosa época:

Algunas noches nos juntábamos en la sala de trabajo de Reyes Messa y reíamos ayudándole a responder cartas de una sección que atendía, algo así como el “Secretario de los amantes”. A estas reuniones llegaba de repente el poeta Alberto Rojas Jiménez y caíamos conversando sobre las funciones de las bataclanas que estaban de moda. Y más de una noche siguiendo el humor del poeta formamos un cuadro llamado “Trololó”, arremangados los pantalones hasta media pierna, imitábamos algunos pasos. Por ahí anda esta fotografía en la obra Alberto Rojas Jiménez, se paseaba por el alba (Oreste Plath, 1994).

Pasan los años. Al dibujante Huelén se le interrumpió la memoria y anduvo extraviado; después Cayetano, Zayde, Reyes Messa, Manuel Gandarillas, que alcanzó el Premio Nacional de Periodismo, y Rojas Jiménez, se ausentaron definitivamente de esta vida.

Por largo tiempo más el portal y sus refugios continuarían siendo núcleos de importantes encuentros sociales, fiestas y bailables, de los más significativos del Santiago de entonces. Los comedores con bares de sus hoteles, en lo alto, también eran cotizados lugares de reunión para el público de aquellos años. En el sector de entrepisos o segundo nivel, en tanto, se instalaron algunas casas comerciales y sedes de compañías varias durante esos años. En los kioscos del primero nivel había incluso librerías, a pesar del creciente predominio culinario.

Algunos de los ilustres residentes del mismo edificio participaban de tan intensa vida social e intelectual, como el dirigente, ingeniero y pionero de la aviación nacional Eulogio Sánchez. Fue el mismo quien, en enero de 1941 , estuvo cerca de morir fulminado por los celos de la atormentada escritora María Luisa Bombal, tras haber terminado una relación y atacarlo armada en las inmediaciones del Hotel Crillón, tras conocer la noticia de que estaba con una nueva pareja.

Desde los mismos años treinta de la apertura, tuvo casa allí la Radio Difusora Universo, dirigida por Enrique Sazié y con Carlos Justiniano a cargo de la dirección artística; y la Radio La Nación, de los diarios “La Nación” y “Los Tiempos”, dirigida por Paul Fiori y luego por el mismo Sazié, cuando el primero quedó a cargo del área artística. Sus programas incluían canciones seleccionadas, zarzuelas, comedias, operetas, concursos de aficionados y música de bailables en los fines de semana. Se presentaban en sus estudios artistas como la cantante Conchita Sanjinés, el grupo internacional Cuarteto Universo (después Sexteto), los tenores Mario Muñoz y Emilio de Joanne, el músico de guitarra hawaiana Amadeo Relli, el recitador Eduardo Lúquer, el barítono Paco Obregón y el humorista Mario Gana Edwards. No era raro ver a sus estrellas del micrófono, artistas y actores de radioteatro en los establecimientos del portal durante pausas o salidas.

Importante fue allí también la presencia de Radio Bayer, que anidó en el edificio hacia 1934, dirigida también por Sazié; y la Radio del Pacífico, fundada en 1938 como continuadora de Radio Chilena Consolidada. Raúl Tarud Siwady recuerda en “Historia de una vida” que, en el elenco de voces de esta última, había célebres figuras de las comunicaciones y la actuación como la entonces “Miss Radio” Esther Soré, quien vivió en los altos del mismo portal, además de Anita González y Eduardo de Calixto, entre otros. La estación fue cuna de célebres radioteatros como “La Familia Chilena” del propio Calixto, interpretando a Don Celedonio, después convertido en “Hogar dulce hogar”. Este paso radial fue parte de los inicios del personaje La Desideria, por cierto, la pícara y respondona empleada doméstica interpretada por Anita hasta el final de su carrera.

Cabe añadir que, en 1943, una delegación de la ciudad argentina de Córdoba instaló una placa conmemorativa en al acceso de calle Ahumada al pasaje comercial, recordando la estadía de Domingo Faustino Sarmiento en este lugar cuando aún era el Portal de Sierra Bella. La placa estaba acompañada de otra que recordaba el inicio aquí de la Escuela Normal de Preceptores en 1842. Lamentablemente, esta última desapareció.

También de manera poco afortunada, la mala interpretación de aquellas placas y datos históricos ha gestado otra confusión muy repetida en textos y reseñas: que Sarmiento y la Escuela Normal (de la que fuera su primer director) habrían alojado en el Portal Fernández Concha, específicamente en el Hotel Santiago o el Hotel Inglés para el caso del mandatario argentino autor de “Facundo”, viviendo su exilio en Chile. Siendo cierto que Sarmiento pasó por el portal ya en tiempos posteriores, cuando estuvo en misiones diplomáticas y visitas oficiales en Chile, lo exacto es que en el período anterior y específico de su exilio el Fernández Concha ni siquiera existía aún.

Vista actual del edificio, desde el sector de la Catedral Metropolitana y su explanada.

Vista de la fachada del portal, con sus decoraciones, pilastras y la escultura de la Virgen.

Figura de la Virgen María en lo alto de la fachada, obra del escultor nacional Domingo García-Huidobro.

Vista actual del edificio Fernández Concha, desde el sector de calle Estado con Merced.

Acceso lateral de calle Estado al Pasaje Fernández Concha, hacia el año 2016.

Acceso lateral al pasaje, por calle Ahumada, por la misma época. Se ve la placa histórica empotrada junto al acceso y la sombra de otra que fue sustraída.

Interior del Pasaje Fernández Concha, hacia el año 2016, con sus viejos kioscos de comida rápida. Estos fueron remodelados y uniformados hace no muchos años, por decisión municipal.

Escaleras interiores del edificio, miradas desde los niveles inferiores.

Vista de los antiguos pisos hoteleros al interior del Portal Fernández Concha.

Puertas de los antiguos ascensores del edificio, aún operativos.

Pasillos principales y más espaciosos interiores del portal.

Empero, con el tiempo todos los tintes románticos que identificaron el pasado del Portal Fernández Concha se fueron difuminado y haciendo prácticamente invisibles: al deterioro y la opacidad del lugar se sumó la desvalorización de sus departamentos, hoy habitados por ancianos, inmigrantes y familias numerosas, más una que otra oficina, consulta dental o miniclínicas. Ya en los años sesenta hubo problemas judiciales por personas que estaban establecidas en el quinto piso violando el uso hotelero del arriendo que se había dado al espacio, pero los nuevos líos resultarían cada vez menos inocentes, haciendo cosa corriente las denuncias sobre negocios ilegales, prostitución y venta de sustancias ilícitas. Son males que persisten ahí y que incluso estuvieron a punto de provocar la clausura definitiva del edificio, de hecho.

A pesar de todo, se mantuvieron varios espacios para la atracción y comodidad del turista en el portal, algunos permanentes con la presencia del Hostal Plaza de Armas en sus altos (sexto piso), y otros efímeros como el intento de usar vitrinas en los bajos del edificio, hacia el lado de la plaza, para exposiciones de fotografía históricas.

Por sobre todo, sin embargo, destacan todavía sus concurridos centros de comida rápida y comida típica en el mismo primer piso, varios de ellos realmente históricos, en donde abundan los completos, los ases, las empanadas, las itálicas pizzas, los bifes a lo pobre, pollos asados a las brasas o tipo broaster, papas fritas, paltas rellenas en todos sus vestidos de gala (reina, York, cardenal, etc.) y las infaltables chorrillanas.

En otro aspecto casi complementario a los atractivos generales, sorprende la cantidad de situaciones misteriosas y aterradoras que se aseguran ocurridas en sus habitaciones, redes de pasillos y elegantes escaleras: pasos, quejidos, visiones de duendes, muertes inexplicables y hasta salivazos de fantasmas se han contado como hechos insólitos allí ocurridos. Una especie de animita o altarcillo de la Virgen de Lourdes aún existe en el séptimo piso, para “exorcizar” el lugar según creen muchos.

Se habla también de los famosos ruidos de bolas de vidrio o metal rebotando y rodando sobre el techo de los departamentos, y de sótanos que las leyendas urbanas definen como galerías coloniales secretas, con criaturas extrañas habitantes del enorme pozo interior que abastece de agua. Y súmense al catálogo fantasmal supuestos niños invisibles jugando o saltando entre risas hasta altas horas de la noche, misteriosas manos de infantes que aparecen estampadas en las paredes, suicidios y accidentes inexplicables, apariciones de un residente ya fallecido al que apodaban el Gran Gatsby, un cuarto supuestamente maldito cerca del actual hotel y cerrado a causa de constantes episodios sobrenaturales (tipo habitación "1408" de Stephen King), etc.

Aunque cierta leyenda dice que el mismo edificio “atrapa” a las almas de quienes lo habitan o mueren en él, muchos actores y comediantes (gremios asiduos a creer en supersticiones y mitos sobre maldiciones) han residido allí desde los tiempos de sus casas radiales y bohemias. Por alguna razón, esto perduró por largo tiempo y así, más cerca de nuestra época, vivieron en el mismo el actor Daniel Muñoz, el humorista Guillermo Bruce y la soprano Gabriela Lehmann tras volver a Chile luego de su trágico episodio de perturbación mental en Berlín, que acabó en una tragedia en 1995. Sin embargo, cuando la veterana actriz argentino-chilena Marés González (María Inés González Castro) fue diagnosticada de un cáncer al paladar en abril de 2008, se fue del portal para esperar la muerte sin quedar cautiva como ánima dentro del mismo, según se interpretó popularmente por entonces.

En campos más históricos y sensatos, es claro que el portal fue un espacio transicional entre la entretención y la intensa actividad artística del Santiago de los años locos hacia ofertas más modernas del siglo XX, funcionando en sus buenos tiempos como concentración de las mismas y también sirviendo de centro completo para la formación de muchos emprendimientos, propuestas, productos, artistas, empresarios y garzones que después siguieron haciendo escuela en otros establecimientos de la capital chilena.

Hoy, entre altos y bajos para la actividad del edificio, se han puesto en marcha mejoramientos en el Portal Fernández Concha coordinados entre la Municipalidad de Santiago y los actuales propietarios del Grupo Matte, a través de una de sus filiales de Bice Corp. La recuperación ha dado algunos tenues pero esperanzadores resultados, pero también ha sufrido graves retrocesos, siendo difícil -si no imposible ya- esperar que puediese restaurar los desaparecidos años de enérgica entretención y vida social, que han quedado desterrados entre los capítulos más antiguos de su panegírico. ♣

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