"Don Alonso de Ercilla y Zúñiga, autor del famoso poema épico 'La Araucana'. Ercilla llegó a Chile en la expedición de don García Hurtado de Mendoza y escribió entre combates los heroicos versos de su poema". Nota e imagen de la obra "Episodios Nacionales", con ilustraciones de Luis F. Rojas.
"En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme", el cura y el barbero del pueblo trajinan la biblioteca de caballería y epopeyas heroicas que habían hecho delirar al ingenioso hidalgo don Quijote. Y así, Miguel de Cervantes Saavedra deja en reporte el siguiente diálogo, en su obra cumbre de 1605:
-Señor compadre, que me place -respondió el Barbero-. Y aquí vienen tres, todos juntos: La Araucana de don Alonso de Ercilla; La Austríada de Juan Rufo, jurado de Córdoba, y El Monserrate de Cristóbal de Virués, poeta valenciano.
-Todos esos tres libros -dijo el Cura- son los mejores que, en verso heroico, en lengua castellana están escritos, y pueden competir con los más famosos de Italia; guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España.
No deben ser tantos los países y pueblos ostentando la suerte de contar con un libro fundacional de su historia producido en plena etapa originaria del mismo proceso, más todavía si se tratase de un canto épico como "La Araucana". Aunque esto suene casi a un premio de consuelo para las naciones más jóvenes y carentes de raíces plasmadas en textos sagrados o en la gran historia de las civilizaciones humanas, la obra de don Alonso de Ercilla y Zúñiga -con todas sus observaciones, amplificaciones y críticas posibles de formular desde nuestros días- vienen a cumplir con aquel rol cultural.
El que otro guerrero y escritor como Cervantes (al igual que Ercilla) lo haya definido de manera tan trascendente, habla también de la importancia que tuvo en la lengua castellana y en la lectura de las clases ilustradas de entonces. A conclusiones simulares llegará después Lope de Vega al mencionar a Ercilla entre los hombres de letras más valiosos de España, en "La Dorotea" de 1632. Ya en la centuria siguiente, Voltaire elogiará el Canto II con la arenga del cacique Colo Colo, aunque critica lo disperso de la pluma de Ercilla. Más tarde, el cronista y crítico español Marcelino Menéndez Pelayo, una de las voces más reputadas sobre la historia literaria universal del siglo XIX, también reconocerá la trascendencia del libro.
Sin embargo, nuestro inconformista Joaquín Edwards Bello bajaba un poco los decibeles a los aplausos y comentaba sobre las invenciones hispanas reflejadas en ella, como el gentilicio araucano (se habría tomado de la palabra rauko, traducido como tierra gredosa desde el mapudungún), el actuar heroico de Mencía de los Nidos en Concepción (quien sería en realidad Juana Jiménez, última concubina de don Pedro de Valdivia), además de las influencias que detecta desde el famoso poema "Orlando Furioso" de Ludovico Ariosto, de 1516. En efecto, el Canto 1 de esta obra italiana comienza así:
Las damas, héroes, armas, el decoro,
amor, audaces obras ahora canto
del tiempo en que pasó de África el moro
cruzando el mar, y a Francia sumió en llanto,
siguiendo el juvenil furor a coro
de Agramante su rey, que henchido, y cuánto,
quiso vengar la muerte de Troyano
en Carlomagno, emperador romano.
Por su lado, el Canto 1 de "La Araucana" comenzará de la siguiente manera, despertando las suspicacias de Edwards Bello por la semejanza de los referentes:
No las damas, amor, no gentilezas
de caballeros canto enamorados;
ni las muestras, regalos y ternezas
de amorosos efectos y cuidados;
mas el valor, los hechos, las proezas
de aquellos españoles esforzados,
que a la cerviz de Arauco no domada
pusieron duro yugo por la espada.
Otras interpretaciones actuales señalan que "La Araucana" es una obra influida por el llamado Canon Ferrarense, en el que está "Orlando Furioso" y también "Orlando Enamorado" de Matteo Maria Boiardo, obra de 1486. Esta forma del poema épico es propia de los inicios de la Edad Moderna, con algunos matices renacentistas. También hay algunos elementos de las narraciones del mundo clásico trasladados hasta la propuesta de Ercilla. Sin embargo, a diferencia de otros poemas épicos, este no tiene protagonista, si bien autores como el poeta y ensayista Fernando Alegría propusieron que los principales actores del relato eran los pueblos mapuche y español en conflicto, cada cual como un conjunto.
Hacia los mismos días cuando vería la luz "El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha", además, en el Virreinato del Perú el cronista indígena Felipe Guamán Poma de Ayala concluía su obra "Nueva corónica y buen gobierno", que también puede tomarse por un texto fundamental para la identidad peruana, al parecer con alguna clase de intervención jesuita a inicios del siglo XVII. Una de sus láminas-notas parece confirmar que las clases alfabetizadas virreinales conocieron "La Araucana", particularmente cuando el autor se retrata allí con su hijo Francisco, saliendo "pobre, desnudo, y camina en invierno" hacia la ciudad de Los Reyes de Lima para dar cuenta a Su Majestad. Aparecen en la ingenua ilustración con su caballo Guiado y dos perros llamados Amigo y Lautaro. Es muy posible que el conocimiento de este último nombre, el del caudillo indígena, provenga de la obra de Ercilla precisamente, tal como sucedía por entonces en Europa.
Aunque el valor de "La Araucana" se ha concentrado en su condición de crónica, canto épico y su situación hstórica como pieza literaria de Chile, es una curiosidad el que su origen y destino hayan sido para la recreación humana: primero, liberando del tedio o los ratos de ocio y sin novedad a Ercilla, mientras avanzaba en tierras extrañas que todavía eran hostiles; y segundo, cuando su lectura fue entretención e inspiración para aventureros, quizá con más de un ingenioso hidalgo más que cayó seducido con aquellas narraciones de caballerías heroicas y sagas románticas... Relatos tan parecidos a otros igualmente célebres como "Amadís de Gaula", "Don Olivante de Laura", "El Caballero de la Cruz", "Cantar del mío Cid" y "La Galatea" del propio Cervantes, en donde el ilustre Manco de Lepanto también mencionó a Ercilla. Son ejemplos de entre muchos otros que también formaron parte de la perdición mental del caballero de la triste figura, por cierto.
Don Alonso había nacido en Madrid el 7 de agosto de 1533, siendo el menor de los hijos de una familia de origen vasco. La muerte prematura de su padre, el doctor en derecho Fortún García de Ercilla, sucedió cuando Alonso era muy pequeño. Esto, sumado a los efectos de haber perdido propiedades y concesiones en un pleito judicial, pusieron en problemas de sustento a la madre, doña Leonor Zúñiga, debiendo ser asistida por intervención del emperador Carlos V, quien la envió con sus hijos bajo la protección de la emperatriz Isabel en Portugal.
"El autor de 'La Araucana', al desembarcar con diez hombres en la isla de Chiloé en 1558 se internó en el bosque espeso, y en uno de los añosos troncos escribió aquella estrofa que es hoy un valioso documento histórico". Nota e imagen de la obra "Episodios Nacionales", con ilustraciones de Luis F. Rojas.
Portada de "La Araucana" en su edición de 1574, y retrato de don Alonso de Ercilla y Zúñiga con la pluma, la armadura y la cruz de Santiago Apóstol al pecho. Grabado basado en las ilustraciones de Vittorio di Girolamo Carlini.
Mapa de América del cartógrafo Gerardo Mercator, de 1595. Así se entendía el mundo en los tiempos de publicación de "La Araucana".
La experiencia con privilegios en tierras portuguesas permitió al joven Alonso servir como paje del príncipe Felipe y recibir una estupenda educación, aprendiendo varias materias e idiomas, además de poder recorrer buena parte de la Europa de la primera mitad del siglo XVI. Con el tiempo, se interesaría tanto por la vida militar como por la poesía, dualidad vista varias veces en los aventureros de aquellos años. Con poco más de 21 años y hallándose en Reino Unido, entonces, partió reclutado como miliciano hacia el Nuevo Mundo en 1555, llegando al Virreinato del Perú durante el año siguiente.
Posteriormente, saliendo desde el país incásico y acompañando al recientemente nombrado gobernador don García Hurtado de Mendoza, partió al sur en la expedición auxiliar que marchó hacia los difíciles territorios de la Capitanía General de Chile, mismos que no habían logrado ser sometidos del todo por el poder hispánico y que eran continuamente agitados por la rebeldía de los indígenas, quienes se habían sublevado hacía poco tiempo.
Llegó a tierras chilenas en 1557, en las que permanecería por 17 meses más. Su descripción del país es una cita casi infaltable en los textos de educación escolar de nuestros días:
Es Chile norte sur de gran longura
costa del nuevo mar, del Sur llamado;
tendrá del leste a oeste de angostura
cien millas, por lo más ancho tomado;
bajo del polo Antártico en altura
de veinte y siete grados, prolongado
hasta do el mar Océano y Chileno
mezclan sus aguas por angosto seno.
Y estos dos anchos mares, que
pretenden,
pasando de sus términos, juntarse,
baten las rocas y sus olas tienden;
mas esles impedido el allegarse;
por esta parte al fin la tierra hienden
y pueden por aquí comunicarse:
Magallanes, señor, fue el primer hombre
que, abriendo este camino, le dio nombre.
Por falta de piloto, o encubierta
causa, quizá importante y no sabida,
esta secreta senda descubierta
quedó para nosotros escondida:
ora sea yerro de la altura cierta,
ora que alguna isleta removida
del tempestuoso mar y viento airado,
encallando en la boca, la ha cerrado.
Digo que norte sur corre la tierra,
y baña la del oeste la marina;
a la banda de leste va una sierra
que el mismo rumbo mil leguas camina;
en medio es donde el punto de la guerra
por uso y ejercicio más se afina:
Venus y Amón aquí no alcanzan parte;
solo domina el iracundo Marte.
Habiendo hecho amistad con el noble militar y comerciante Francisco Pérez de Valenzuela, quien también servía en Chile, Ercilla participó en varias acciones militares en Lagunillas, Quiapo, Millaupue y otras batallas. Fue testigo presencial y contemporáneo de algunos de los hechos más recordados de la Conquista, varios de ellos conservados en la memoria gracias a su propio testimonio, incluyendo los que atañen a la historia misma del pueblo mapuche y sus líderes históricos como Lautaro, Galvarino o Caupolicán. También involucra algunos detalles fantásticos en aquellas narraciones, aunque siempre en el marco de una descripción bonachona de aquellas comunidades indígenas y de un casi idílico estado previo al contacto con los europeos, mirada tan contradictoria con la situación de la Guerra de la Conquista en la que se hallaba.
Sin embargo, en una fiesta con torneos y juegos militares celebrada en el contexto de la fundación de Osorno, en marzo de 1558, Ercilla estuvo al borde de perder la vida y Chile casi se queda sin "La Araucana". Esto sucedió tras cruzar espadas en un inoportuno enfrentamiento con Juan de Pineda, combate sucedido ante el propio Hurtado de Mendoza quien debió intervenir furioso entre las insolencias de ambos contendores, separándolos a empujones y golpeando a Ercilla en el acto, pues era el más violento y dispuesto a hacer correr sangre. Los hizo encarcelar y ordenó la decapitación de ambos. La presión compasiva, probablemente de residentes y compañeros de armas, fue lo que permitió el perdón de ambos, aunque el autor prefería evadir detalles del tema:
Ni digo cómo al fin, por accidente,
del mozo capitán acelerado
fui sacado a la plaza injustamente
a ser públicamente degollado;
ni la larga prisión impertinente,
do estuve tan sin culpa molestado,
ni mil otras miserias de otra suerte,
de comportar más graves que la muerte.
Cierto relato tomado por autores como Francisco A. Encina dice que las súplicas de una doncella indígena de La Imperial habían salvado a Ercilla de morir decapitado, luego que ella interviniera pidiendo clemencia al gobernador. Esta sería la razón, además, por la que Ercilla intituló como tal su obra: "La Araucana", en homenaje y agradecimiento a ella. Y entre los cargos que Hurtado de Mendoza recibió después en Lima, observa Edwards Bello algunos referidos a que se dejaba gobernar "por una india", justamente, de modo que la historia podría tener algo de cierto.
Había sido durante todas aquellas aventuras y desventuras en campaña que Ercilla, ya con 24 años, comenzaba a escribir su poemario épico, vertiendo en él la extraña relación de admiraciones y enfrentamientos entre los hispanos y los habitantes nativos de las regiones del sur. Mientras recorre todo el territorio y las ciudades, su creatividad se vale de la métrica en estrofa de octava real, con ocho versos endecasílabos y la estructura de rimas ABABABCC:
Dejando allí el seguro suficiente
adelante los nuestros caminaron;
pero todas las tierras llanamente,
viendo Arauco sujeta, se entregaron;
y reduciendo a su opinión gran gente
siete ciudades prósperas fundaron:
Coquimbo, Penco, Angol y Santiago,
La Imperial, Villa-Rica y la del Lago.
Para poder escribir "La Araucana" por cerca de cuatro o cinco años de andanzas, el aventurero aseguraba que valió de cuanto material pudo para usarlo como soporte de sus versos: trozos de papeles y cartas, láminas de cuero, etc., "algunos tan pequeños que no cabían seis versos, que no me costó después poco trabajo juntarlos".
En la obra resultante, aquellas comunidades indígenas entre los ríos Biobío y Toltén, llamadas desde entonces araucanas gracias a la invención del autor, aparecerán allí muy idealizadas: las enaltece en su lucha y resistencia tanto como fuera necesario para dejar testimonio de la calidad de guerreros que enfrentaban los hispanos, por ejemplo. Esto ha generado algunas críticas de tono revisionista sobre la veracidad y legitimidad del contenido de Ercilla por parte de historiadores como Sergio Villalobos, particularmente en su obra "La Araucanía. Mitos y falsedades". También se han detectado algunos paralelismos entre los líderes araucanos que allí presenta Ercilla y algunas figuras heroicas del mundo greco-latino. "La Araucana" sentó aquel gentilicio como un concepto que los hispanos usarían en alguna época para referirse a los indios hostiles o enemigos, además, adquiriendo después un empleo más antropológico.
En tanto, las expediciones de Hurtado de Mendoza iban cada vez más al sur alentadas en Cañete y Valdivia por locales fantaseando sobre la presencia de lavaderos de oros en territorios cada vez más australes y selváticos. La noticia de la presencia de navíos avistados en aquellos lugares los puso en alerta, sin embargo. Aunque podía tratarse de la expedición de Juan Ladrillero, quien había llegado poco antes hasta el Estrecho de Magallanes, los hispanos pensaron que eran buques enemigos y así decidieron marchar hacia el sector del estuario del Reloncaví, en donde fueron bien recibidos por los nativos.
Ya acercándose al final de sus periplos por territorio chileno y tras haber estado en las islas del Archipiélago de Chonos durante las exploraciones, aprendiendo de los habitantes originarios en la ruta, Ercilla cruzó con un grupo de camaradas en piragua hasta la Isla Grande de Chiloé. Según sus versos, entonces, una vez desembarcados caminó una milla más al interior, totalmente solo, y con la punta de su cuchillo hizo grabar la siguiente frase arcana sobre la corteza de un árbol:
Aquí llegó, donde otro no ha llegado,
don Alonso de Ercilla, que el primero
en un pequeño barco deslastrado,
con solo diez pasó el desaguadero;
el año de cincuenta y ocho entrado
sobre mil y quinientos, por Hebrero,
a las dos de la tarde, el postrer día,
volviendo a la dejada compañía.
Portando su tremendo archivo con un caos de anotaciones y terminados sus servicios en Chile en 1559, Ercilla viajó al Virreinato del Perú y estuvo en campañas militares de Lima y Panamá, regresando a Europa recién en 1563 con su valiosa obra esperando ser publicada. Esto último sucedió en 1569, tras un paciente trabajo de transcripción y edición que dejó un resultado final de 37 cantos en total, dedicando la primera parte de la obra con 15 de ellos al rey Felipe II. De inmediato, su ópera prima se volvió un verdadero éxito editorial, consolidándose entre los poemas épicos y crónicas de conquistas que circulaban en el público culto europeo, sediento de conocer más sobre los misterios y episodios desconocidos del Nuevo Mundo.
Nombrado miembro de la corte real y Caballero de la Orden de Santiago Apóstol, el Santo Patrono de las armas españolas, Ercilla contrajo matrimonio con doña María de Bazán en 1570, residiendo en Madrid. Allí concluyó y publicó la segunda y tercera parte de "La Araucana", en 1578 y 1589 respectivamente, al tiempo que se dedicaba a labores financieras y préstamos por empeños, según ciertas fuentes. Falleció el 29 de noviembre de 1594, y sus restos hoy se encuentran en la cripta de una capilla del Convento de San José de Ocaña, en Toledo.
La importancia cultural de "La Araucana" se prolongó por toda la Colonia en Chile y buena parte de América Hispana; y aún después del período, pues sus contenidos seguían siendo de gran interés para quienes tenían acceso a las virtudes de la educación y la lectura. Recordemos que las ciudades chilenas de entonces aún se mantenían con un poco más que lo visible en un campamento militar, en donde muchas de las escasas distracciones posibles de hallar también se relacionaban con ejercicios, música y torneos de armas, incluso las prácticas de las lidias de toros y las fiestas religiosas. La literatura sobre el Nuevo Mundo no debía ser la excepción en lo que se produjera por estas tierras y para el público letrado, que era minoritario.
Guamán Poma de Ayala, cronista indígena peruano, en autorretrato de la "Nueva Corónica y Buen Gobierno" de inicios del siglo XVII: "Camina el autor con su hijo don Francisco de Ayala, sale de la provincia a la ciudad de Los Reyes de Lima, a dar cuenta a Su Majestad, y sale pobre, desnudo, y camina en invierno". Aparecen ambos con el caballo Guiado y dos perros mascotas: Amigo y Lautaro. El nombre de este último puede ser consecuencia de la lectura de "La Araucana" en el Virreinato.
Famoso retrato del Quijote y sus delirios, por Gustave Doré, hacia 1860, en grabado por Henri Pisan... "La Araucana" está entre aquellos libros, de acuerdo a lo que anotó explícitamente Miguel de Cervantes.
Grabado con retrato y estatua de Pedro de Oña en Angol. Es el primer poeta de Chile, autor de "Arauco domado" y muy influido por el trabajo de Ercilla.
Izquierda: Monumento a don Alonso de Ercilla y La Araucana (Antonio Col y Py, 1910), obsequiado por la colonia española en Chile para el Primer Centenario y ubicada en la plaza con el nombre del escritor, enfrente del Parque O'Higgins. Derecha: el monumento Elogio de los Libros (Benito Rojo, 2006) en calle Bellavista llegando a Purísima en Santiago, que incluye a "La Araucana" como primero de los textos históricos chilenos representados.
El capitán Pedro de Oña se inspiró en Ercilla para escribir su propio canto épico titulado "Arauco domado", de 1596, ostentando la categoría de primer poeta chileno, según el acuerdo general. Siendo ya virrey del Perú, Hurtado de Mendoza se lo habría solicitado tras sentir que su protagonismo no era bien saludado ni respetado en "La Araucana".
Sin embargo, si bien Oña era natural de Angol, tanto la situación cultural como sus estudios y su identidad familiar lo hacían más bien español; o más exactamente castellano, no formando parte del mundo indígena o mestizo a pesar de lo bien que demuestra haberlo conocido e involucrarse mucho con el mismo. Los lectores en los que pensaban Ercilla, Oña y otros del período, tampoco deben haber sido chilenos mestizos ni criollos promedio: a lo sumo, autoridades locales representantes del poder monárquico, siendo realistas con el contexto de tiempo y el público principalmente hispano al que se dirigían.
Empero, siendo Oña una demostración de la temprana aparición de los poetas en Chile, entonces se hace posible que la trova y la declamación estuvieran presentes desde los inicios de la Colonia y partiendo por “La Araucana” en plena Conquista. Y es por esta misma razón que la obra de un Ercilla o un Oña no pueden llegar a reflejar el carácter o retrato de la floreciente sociedad criolla, misma que ni siquiera contaba con luz de alfabetización suficiente para conocer aquellas producciones precursoras de lo que será la formación de la identidad nacional. Ercilla hasta se mostraba consciente de lo cargadamente militar que estaba su relato, por lo demás:
Quién me metió entre abrojos y por
cuestas
tras las roncas trompetas y atambores,
pudiendo ir por jardines y florestas
cogiendo varias y olorosas flores,
mezclando en las empresas y recuestas
cuentos, ficciones, fábulas y amores,
donde correr sin límite pudiera,
y, dando gusto, yo lo recibiera?
¿Todo ha de ser batallas y asperezas,
discordia, fuego, sangre, enemistades,
odios, rencores, sañas y bravezas,
desatino, furor, temeridades,
rabias, iras, venganzas y fierezas,
muertes, destrozos, rizas, crueldades,
que al mismo Marte ya pondrán hastío
agotando un caudal mayor que el mío?
Mas a mí me es forzoso ser paciente,
pues de mi voluntad quise obligarme;
y así os pido, señor, humildemente
que no os dé pesadumbre el escucharme:
quel atrevido bárbaro valiente
aún no me da lugar de disculparme:
tal es la furia y priesa con que viene,
que apresurar la mano me conviene.
Por otro lado, dichas obras revelan que el gusto por los versos se acrecentaba entre militares y civiles de aquel par de siglos, con otros agentes tomando la misma senda. Está también el caso del alférez Diego Arias de Saavedra, quien publicará "Purén indómito" en 1598, inspirado en la obra de Oña. En ejercicios de estrofas e improvisaciones, además, destacó por sus sátiras el maestre de campo Jerónimo de Quiroga durante el siglo XVII, aunque sus creaciones rara vez sobrevivían a las fiestas en las que eran presentadas para risa o emoción de los presentes.
Los pasajes relacionados en "La Araucana" también inspiraron una posterior obra proto-teatral llamada "Hércules chileno" en 1693, escrita por manos anónimas y alusiva a las hazañas del toqui Caupolicán. Aquellas fueron descritas y registradas por el canto épico de Ercilla, justamente:
Con un desdén y muestra confiada,
asiendo el tronco duro y nudoso,
como si fuera vara delicada,
se lo pone en el hombro poderoso:
la gente enmudecía maravillada
de ver el fuerte cuerpo tan nervoso.
El color a Lincoya se le muda
poniendo en su victoria mucha duda.
Dicha obra de drama, por muchos considerada la primera de género producida en el país, fue ofrecida en Concepción entre las grandes fiestas para celebrar la llegada del gobernador Tomás Marín González de Poveda. Sin embargo, tanto su contenido como la identidad de sus autores no sobrevivieron en los escritos.
No puede concluirse este recuento sin recordar que "La Araucana" tuvo una cuarta y quinta partes escritas por Diego de Santisteban, publicadas en 1597 pero que habrían sido consideradas de menor calidad que las originales de Ercilla, al menos en la respuesta del público. También hubo una obra de rimas titulada "Araucana" de Fernando Álvarez de Toledo, otro militar mencionado por el cronista Alonso de Ovalle ya en 1646, dejando algunas pocas citas para conocimiento de lo que fue aquel trabajo hoy extraviado. Se creyó por largo tiempo que Álvarez de Toledo era el autor de la ya referida obra "Purén indómito", además, pero esto fue desmentido por investigadores como el historiador y académico Aniceto Almeyda, hacia 1940.
Cabe indicar finalmente que, desde fines del siglo XVIII, la lectura de "La Araucana" y otras obras de contenidos parecidos venía estimulando sentimientos de identidad cultural entre las clases ilustradas chilenas. Estas emociones identitarias pasaron a ser directamente de patriotismo y pertenencia nacional con el proceso independentista ya detonado, por curiosa paradoja de la misma hispanidad latente en la cultura base nacional.
Aquella situación se ha reflejado, por ejemplo, en la incorporación de elementos indigenistas en la simbología y el discurso emancipador de los patriotas después de 1810 y hasta la Expedición Libertadora al Perú: el indígena del territorio chileno vuelve a cobrar fuerza como símbolo de la lucha contra el poderío imperial español. Bernardo O'Higgins hizo bastante uso de estos recursos, al punto de suponerse que él los habría trasladado hasta los emblemas e idearios de Francisco de Miranda o de José de San Martín, al menos en parte. Un caso notorio fue la denominación de la Logia Lautaro para los Caballeros Racionales de Cádiz que fraguaron la rebelión antihispánica, pues el caudillo indígena ya era conocido en Europa precisamente por "La Araucana". Lo mismo se detecta en la pareja de indígenas del Primer Escudo Patrio diseñado en el gobierno de José Miguel Carrera (1812), la publicación de la gaceta "Monitor Araucano" (1813) y después en la figura del Atlas aborigen que sostiene al Escudo de la Transición (1818), entre varios otros casos.
Sin embargo, la épica de "La Araucana" y sus obras afines también dejó sembrados ciertos mitos negadores a la vez que enaltecedores, como creencia popular de que la guerra entre hispanos e indígenas fue perpetua, pasando por alto los concensos estratégicos que se dieron, a la larga, entre ambas partes; o el apoyo que los realistas tuvieron por parte de comunidades mapuches y especialmente huilliches durante las Guerras de Independencia, al punto de convertir a la Araucanía en zona de refugio para prófugos de los patriotas y al muy cristianizado Archipiélago de Chiloé en el último bastión monárquico de todo aquel proceso emancipador. ♣
Comentarios
Publicar un comentario