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ORLANDO GUAITA: EL TRISTE ORIGEN DE UN TORNEO DEPORTIVO

Orlando Guaita lanzando el martillo en sus enérgicos y exitosos años jóvenes. Imagen publicada por la revista "Estadio".

Hijo de Oreste Guaita Landa y Gumersinda Botta Ponce, Orlando Guaita vino al mundo en la ciudad minera de Copiapó, el 16 de julio de 1939. Según un pequeño homenaje de “El Diario de Atacama” (“Recordando”, 2009), hizo sus primeros estudios la Escuela Goyenechea, actual Liceo Católico Atacama, y luego en el Liceo José Antonio Carvajal Gutiérrez. Habiéndose trasladado su familia a Valparaíso ya a principios de los años cincuenta, estudió en el Colegio de los Padres Franceses y después emigraron a Santiago, en donde siguió sus estudios matriculado en el Colegio San Pedro de Nolasco.

Aunque para entonces tenía interés y talento manifiestos en los deportes de alto nivel que lo iban a convertir en estrella nacional, entró a estudiar carreras de pedagogía en matemáticas, arquitectura y, solo al final, educación física. Allí, en la Universidad de Chile, el fornido muchacho por fin pudo encontrar su vocación y obtener el grado de master. Y aunque desde muy joven había destacado también en básquetbol, favorecido por sus proporciones, el atletismo se iba a convertir en su actividad matriz, con pruebas de fuerza como lanzamiento de bala, martillo y disco, que serían sus favoritas y más exitosas.

Uno de sus primeros grandes logros fue la medalla de oro como Campeón Juvenil  Sudamericano obtenida en Buenos Aires, en 1959. El diario "La Nación" del jueves 16 de abril de ese año, había comentado sobre la promesa deportiva y doble récord nacional de aquel momento, confiando en sus aptitudes:

Orlando Guaita, el excelente lanzador del Stade Francais, que integra el equipo de atletas juveniles que competirá el sábado y domingo con la selección argentina, y que posee los récords nacionales de los lanzamientos de la bala de 6 kilos y del disco, de 1.5 kilo, con las marcas de 13.59 y 45.66 metros, respectivamente. Es uno de los elementos que preparara Albert Mainella, mejor dotados física y técnicamente, junto con Leonardo Lee, otro muchacho vigoroso y dócil en el diario trabajo. En ambos hay, pues, cifradas muchas esperanzas, en pruebas como las que practican, de escasas posibilidades actuales para el atletismo chileno.

Para el año siguiente, Guaita es Campeón Nacional de lanzamiento de martillo, título que retendrá por otros cuatro años. Y en 1963 obtiene la medalla de bronce en el Sudamericano de Adultos de Colombia, también por lanzamiento de martillo. Esto le permite participar en el Campeonato Ibero Americano de España, en 1964.

De alumno destacado, Orlando pasó a ser también profesor destacado: estará realizando cursos y cátedras en Chile, Argentina, Venezuela y Colombia. Fue maestro de educación física en colegios como el Verbo Divino, Hispano Americano, Manquehue y también en el Instituto de Educación Física de la Universidad de Chile. Permaneció fichado como miembro del equipo del club social y deportivo Stade Français de Las Condes, institución en donde trabajó como jefe técnico y entrenador.

Entre otros alumnos sobresalientes, Guaita estuvo a cargo de Jorge Grosser, Cristián Raab, Alejandra Ramos, Iván Moreno, Leonardo Kistteiner, Dominique Castillo y Santiago Gordon. En 1964, además, fue el entrenador jefe de la delegación chilena participante en los Juegos Olímpicos de Tokio, ejerciendo durante un tiempo más como director técnico de las selecciones deportivas nacionales.

Buscando perfeccionarse, sin embargo, durante los sesenta también estuvo realizando viajes de estudios a Francia, Suecia, España, Alemania, Italia y los Estados Unidos. Participaría en varios torneos en aquellas aventuras, por cierto. Y, en 1968 con treinta años de vida encima, contrajo matrimonio con su colega atleta, la chilena Cecilia Montecino Banderet, con la que tuvo un hijo llamado Rodrigo Guaita.

Hombre inquieto y con grandes proyectos para el deporte chileno, entrando hacia la madurez de su vida y ya con una incipiente calvicie, además de algo más grueso que en sus años jóvenes, Guaita participaba en la comisión técnica del Comité Olímpico y tuvo a su cargo parte de la organización de varios torneos atléticos. Sin embargo, el ingrato Chile ya le quedaba pequeño a un hombre de carácter impaciente y lleno de proyectos como él: alguien rebosante de conocimientos e ideas novedosas para desarrollar el deporte pero que, constantemente, se enfrentaba a las muchas morigeraciones del medio, las restricciones financieras y una crónica falta de flexibilidad administrativa.

Considerando que ya no podía hacer más en el país, entonces, Guaita comenzó a preparar su ida a Colombia, en donde esperaba se le abrieran mejores puertas. No se sabe si su plan era definitivo o temporal, pero se suponía que iba a partir no bien concluyera el Campeonato Sudamericano que justo por entonces se desarrollaba en Santiago, así que sus últimos días de vida transitaban entre la ansiedad, la pena y el entusiasmo de dejar al país con mejores perspectivas a la vista.

Mas, iba a ser su envidiable buena salud la que traicionaría al enérgico maestro deportivo, como consecuencia de una gripe mal cuidada contraída a inicios de su último otoño. Desoyendo las recomendaciones médicas de que guardara reposo y obedeciendo a sus incontenibles compromisos con la enseñanza deportiva, el profesor Guaita volvió a las canchas y gimnasios para dirigir a sus alumnos.     

Aquel descuido, en apariencia inocuo, llevaría a que su relativamente inocente gripe se agravara con velocidad inusitada, pasando a una bronquitis que se saldría de control. La afección acabó deteniendo inesperadamente su corazón en la madrugada del 17 de abril de 1974, marcando en los calendarios uno de los días más dolorosos de la historia deportiva chilena al cobrar, tan prematuramente a sus 34 cortos años de edad, la vida de uno de sus máximos valores nacionales del atletismo.

Orlando Guaita en 1959, en imagen del diario "La Nación" del jueves 16 de abril.

Izquierda: Guaita arrojando el martillo en imagen de la revista "Estadio", año 1964. Derecha: lanzando el disco en imagen reproducida por el sitio El Deportero.

Guaita poco antes de su fallecimiento. Imagen publicada en un homenaje de la revista "Estadio", tras su muerte.

Competencia atlética del Torneo Orlando Guaita en septiembre de 1989, en imagen de los archivos del diario "Fortín Mapocho".

La velocista María Fernanda Mackenna, tras marcar un nuevo récord nacional para los 400 metros planos en la versión 2018 del Torneo Orlando Guaita. Publicado en el sitio El Deportero.

En esa misma mañana, se anunció por los altoparlantes del Estadio Nacional la muerte del atleta, acompañada de un minuto de silencio. Era la segunda etapa del Sudamericano de Santiago, opacada por la trágica noticia.

Sus restos fueron velados en la Capilla del Verbo Divino, colmándose de deudos y admiradores que acudieron en masa. Y, con motivo de su fallecimiento, la siguiente revista “Estadio” del 23 de abril publicó un sentido pero preciso homenaje, en donde leemos:

Muchas veces se dijo que el ambiente le quedaba estrecho, que era un técnico para países más desarrollados que el nuestro, para medios en los cuales los recursos posibilitaran la realización de sus ideas.

Orlando Guaita era el hombre que más claros tenía los conceptos de lo que hay que hacer y cómo hay que hacerlo, para salir de la medianía en que se debate nuestro atletismo y nuestro deporte en general. Mucho hizo en su club, el Stade Français, y en los grupos seleccionados, pero mucho más quedó por hacer.

(…) No vio el amanecer del miércoles 17, como no alcanzó a ver la aurora con que soñó y luchó para el atletismo. En la plenitud de la vida, a los 35 años, Orlando Guaita fue fulminado por un infarto cardíaco.

Ante los sepulcros se dice mucho la frase de clisé: “Y ha dejado un vacío difícil de llenar”. En el caso de Orlando Guita, el tiempo dirá cuánta falta le va a hacer al deporte chileno, cuánto se va a añorar su mística, su fervor, su método, la claridad y profundidad de sus ideas, su vocación de maestro.

Los homenajes de amigos, colegas y dirigentes no se hicieron esperar: en el mismo mes, el día 28 de abril, tuvo lugar el Primer Torneo Atlético con su nombre, que por la premura y la muchas dificultades técnicas fue más bien un encuentro en su honor. Se realizó solo una semana después del exigente Campeonato Sudamericano, en el que habían obtenido medalla de oro varios chilenos: Carmen Oye, Myriam Yutronic, Rosa Molina, Hernán Haddad, Edmundo Warnken y José Ramírez. Varios de ellos habían sido ex alumnos de Guaita, de hecho, como Haddad, Warnke y Yutronic, esta última logrando su hazaña solo horas antes de la muerte del maestro, quien alcanzó a celebrarla al enterarse.

Por su proximidad con el pasado campeonato, entonces, muy pocos atletas pudieron participar del evento organizado contra reloj, entre ellos Warnke, quien llegó desde Valparaíso a pesar de no estar en su mejor momento. Superando estas dificultades, sin embargo, la primera versión realizada en el Stade Français pudo concretarse contra todo lo esperable, permitiéndole a los organizadores hablar ya entonces del “primer torneo” a pesar de haber enfrentado problemas tales como el que Warnke debiese correr solo los 5.000, ya que no llegaron más atletas a la prueba.

Con tiempo suficiente y mejor preparación, entonces, la siguiente versión del Torneo Atlético Orlando Guaita fue un éxito, especialmente interesante en las disciplinas de jabalina y carrera con vallas. La mejor marca del torneo fue, sin embargo, la de 400 metros planos del venezolano Eric Phillips, quien anotó 47,7 segundos, mientras que el récord chileno vigente a la sazón era de 47,9 segundos. 

Desde entonces, el hoy llamado Torneo Grand Prix Sudamericano Orlando Guaita ha llegado a reunir en sus jornadas a los mejores atletas del subcontinente, trasladando toda su ejecución a dependencias del Estadio Nacional. Como los tiempos cambian, sin embargo, después de haber tenido épocas en que convocaba a 30 mil personas en las graderías, había bajado a unas 5.000 almas como público. Incluso hubo un momento tan malo para el mismo que se llegó a hablar de terminar con los juegos, algo que horrorizó a periodistas y comentaristas deportivos como Julio Martínez. Además, el Stade Français, acabó dejando de ser el sostén del torneo.

A pesar de aquellas complicaciones y del hecho de que la Federación Atlética de Chile comenzó a preferir actividades regionales, el torneo del Orlando Guaita logró resurgir y se ha vuelto un encuentro deportivo tradicional con gran participación internacional. Nuevos bríos y medidas renovaron las energías y atención por el mismo, aunque quedaron en suspenso muchos puntos sobre el mismo con el advenimiento de la crisis sanitaria.

En tanto, también como homenaje al maestro deportivo de tan corta vida pero larga hoja de logros, el nombre del formidable atleta está en varias calles y recintos deportivos, destacando especialmente el Gimnasio Techado Orlando Guaita de avenida Copayapu en su natal Copiapó, con estadio y piscina.

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