La Bomba en revista "Claridad", año 1920. Todavía se presenta como salón de ostras.
La Bomba tuvo su histórico local en calle Puente 582, a pasos de la Plaza de
Armas. El establecimiento ocupaba parte del zócalo de una propiedad de cuatro
pisos de don Enrique Benoist, llegando a Santo Domingo. Era un restaurante
surgido entre la generación de los salones de ostras del antiguo Santiago,
tendencia bastante atractiva en el mercado gastronómico del siglo XIX y durante
unas décadas más del XX. Y aunque su esencia era ofrecer productos marinos, tuvo
mucho también de restaurante tradicional, bar y boîte, con números
artísticos o musicales para la entretención durante las tardes.
La intuición lleva a suponer que el nombre de La Bomba se debía a aquella ubicación enfrente del hermoso edificio del Cuartel General de Bomberos de Santiago de calle Puente. De hecho, parece ser que el restaurante tuvo una relación bastante estrecha con los voluntarios de las compañías capitalinas, dada esta vecindad. Sin embargo, cuanto menos desde los tiempos del gobierno del José Manuel Balmaceda existía un restaurante llamado también La Bomba, en la dirección de Ahumada llegando a Moneda. Dicho centro culinario ofrecía "platos espaciales los domingos" y tenía también un salón de billar, pero no hemos podido confirmar algún hilo de continuidad directa con el homónimo de calle Puente.
La época más recordada y exitosa de La Bomba de nuestro interés, corresponde a la iniciada después del Centenario Nacional y cuando la administración estaba aún en manos de los apreciados hermanos Tort. Estos fueron dos famosos empresarios gastronómicos de origen español, posteriores propietarios del mítico restaurante La Bahía en la primera cuadra de calle Monjitas.
Desde aquellos años, en la sala de La Bomba con mesas redondas de manteles blancos se ofrecían al público las sabrosas ostras, langostas vivas, erizos, jaibas, camarones de mar y de río, y todo tipo de mariscos, siempre haciendo ostentación de frescura y calidad. Los banquetes del cuartel de calle Puente se acompañan con estupendos vinos y el surtido licores de su bar, oferta a la que se agregó también su "chicha especial". También tenía un refresco propio de la casa llamado el Bombero Especial, hecho con frutas.
Una caluga publicitaria aparecida en la revista "El Bombero Ilustrado", gaceta de los voluntarios del Cuerpo de Bomberos de Santiago, informaba al público en septiembre de 1913, dando otra señal sobre la preferencia de los miembros de la institución con este salón:
Restaurant LA BOMBA
Frente al Cuartel General de Bomberos
Puente 582
El establecimiento más favorecido por los bomberos y el público en general.
Especialidad en mariscos de todas clases.
TORT Hnos.
Sin embargo, la propiedad y administración de los Tort en el negocio fue cedida cuando estos partieron de La Bomba para fundar el restaurante La Playa, en 1917, mismo que después sería La Bahía. Con este cambio, había tomado las riendas de el comerciante Javier Correa Madrid, quien nos parece pudo haber sido el dueño de otra popular marisquería y pensión del Centenario: el Restaurant Correa, ubicado hacia 1913 en Morandé 341, entre Huérfanos y Compañía, conocido en su momento por la frescura de sus productos marinos y los vinos chacolís.
Ya había un restaurante llamado La Bomba en el siglo XIX, en Ahumada casi
Moneda. Aviso publicado en la revista "Santiago Cómico", año 1890.
Los comedores de La Bomba de calle Puente, en revista "Zig-Zag", julio de 1914. Solo se ven caballeros como clientela.
Restaurante y salón de ostras La Bomba en aviso en "La Nación", año 1917.
Restaurante y bar La Bomba en publicidad de la revista deportiva "El Ring",
mediados de 1917.
Correa continuó con la oferta de La Bomba basada principalmente en productos nativos marinos como langostas, ostras y parecidos, traídos a diario desde las caletas de Concón y Quinteros. Y, como era habitual en entre los salones de ostras de esos años, el anuncio de la llegada de las partidas de ostras y el inicio de su temporada se hacía con gran publicidad en La Bomba y hasta cierto cariz de celebración, generalmente tras terminar ya el verano. Era una ocasión a veces felizmente coincidente con el período de la Semana Santa y sus preferencias por el consumo de productos marinos.
Por entonces, el restaurante se hacía pequeño para recibir más gente en sus
comedores "con cocina de primer orden", según prometía, incluyendo en su carta
perdices, arenques escabechados, aceitunas españolas y pescados "pro kilos".
"Donde encontrará el mejor almuerzo o comida con vino a $3 cubierto",
garantizaba la publicidad, además de su atención esmerada.
En las escasas imágenes interiores que quedaron del mismo, puede deducirse que la gran mayoría de su público en aquellas tardes doradas eran caballeros. Se sabe también que, además de los bomberos, era el favorito de muchos estudiantes de aquel entonces, apareciendo por esto en anuncios de algunas revistas universitarias.
A pesar de tan grande concurrencia, el señor Correa era capaz de meter dentro del mismo negocio espectáculos en vivo hacia la hora de la once, de 17 a 19 horas para ser más precisos. Destacaron en estas presentaciones, durante ese mismo año de 1917, las "lindas tonadas argentinas" que entonaba un cantante también platense, aunque la publicidad no reveló su nombre. Los registros de patentes comerciales de la Municipalidad de Santiago registraban por entonces al establecimiento como "restaurante con cantina", además.
Sin embargo, como Correa se abastecía de ostras desde los criaderos Chijani y Alonso de Ancud, quienes se erigieron como competidores de la principal firma que los traía hasta los restaurantes de Santiago, la Solminihac, hubo una polémica ese mismo año cuando la empresaria dueña de la última productora ostrícola nombrada hizo algunas declaraciones con insertos. En ella vertía aseveraciones que resultaron lesivas al interés y prestigio de los criadores y a la propia cocina de La Bomba, cuestionando la calidad y hasta la salubridad de sus ostras.
Los atacados por Solminihac hicieron publicar una respuesta en la que reafirmaban la calidad de sus productos y consagraban a La Bomba como principal y confiable expendedor de los productos de vivero de Ancud. Este descargo está publicado en "La Nación", jueves 26 de julio de 1917.
Otro aviso de La Bomba en 1920, ahora en la revista "Juventud", pues era uno de los favoritos de los estudiantes universitarios. El número de la dirección aparece con una errata, curiosamente.
Publicidad para La Bomba en la revista "El Bombero Ilustrado", de los
voluntarios del Cuerpo de Bomberos. El aviso anuncia cambios administrativos y
del propio local, en julio de 1923.
Aviso de La Bomba ya en su última ubicación y probables últimos dueños, en
"La Nación" de octubre de 1939.
Edificio esquina en donde estaba La Bomba, en Puente con Santo Domingo. El restaurante se hallaba originalmente hacia el sector inicial del zócalo, atrás y por el lado izquierdo del edificio en la imagen. Después se mudó al vecino edificio, ya reemplazado por el que se ve en la imagen, hacia atrás y a la izquierda. Fuente: Google Steet View.
En el día siguiente, el propio señor Correa publicaba su rotunda respuesta, también impresa con "La Nación" de ese viernes:
Ostras! Ostras!
Como una prueba irrefutable en contra de lo afirmado por la concesionaria del Criadero Franco Chileno, en un remitido publicado en "El Mercurio", de ayer, y para que el público se de cuenta real y exacta de la forma insidiosa como procede a hacer su comercio dicha señora, publico el siguiente certificado del doctor don Rodolfo Marín y del Inspector Municipal señor B. Blanchard, que a mi manera, son los encargados de velar por la salubridad pública y no dicha señora, que lo hace solamente por hacer negocio para vender su artículo a precios exorbitantes y queriendo mantener con esto el trusts de las ostras:
El certificado es el siguiente:
"Certifico que las ostras puestas a la venta en el Restaurant 'La Bomba' los días 25 y 26 del presente, se encuentran en condiciones para ser consumidos por estar FRESCAS y tener el tamaño que se indica en la ley de pesca.
Doy el presente certificado a petición del interesado para los fines consiguientes.
B. Blanchard, Inspector Municipal. - Visto Bueno. - Dr. Rodolfo Marín. - Hay un sello que dice Municipalidad de Santiago. - Policía Local, 26 de julio de 1917".
¿Con esto seguirá creyendo que las ostras que expendo no son BUENAS y hay peligro de envenenarse, como afirma la señora L. C.?
Ostras Especiales a $10 el ciento; Ostras Corrientes a $6 y $3 el ciento.
Restaurant y Salón de Ostras "La Bomba", Puente 582
Javier Correa M.
A pesar de aquella activa dirección de Correa en el negocio, la cabeza de La Bomba cambia unos años después: para 1920 ya está en manos de la sociedad Murari y Bertiboni, y luego en las de Ottone-Murari. Como hicieron muchos otros salones de ostras y restaurantes de la época, revive un poco el servicio de las antiguas posadas y anuncia que dispone de piezas para alojados, durante esos años. Este recurso fue usado también por otros establecimientos como la Pensión Madrileña en calle 21 de Mayo, el Salón Picart de calle Agustinas y el restaurante Atenas de Bascuñán Guerrero casi Alameda, solo por recordar algunos casos. En el caso de La Bomba, la información en avisos económicos permite suponer que sus pensionistas debieron ser, principalmente, estudiantes y provincianos.
Los propietarios cambian otra vez en 1923, introduciendo modificaciones y remodelaciones del local de calle Puente. Se puede confirmar que, para 1926, don Ángel Tosso está en el asiento directivo de La Bomba, siendo presentado el restaurante también como pescadería en guías turísticas y catálogos comerciales de aquellos días.
Sin embargo, parece que la crisis económica de los treinta iría afectando su
destino, ya habiéndose trasladado al vecino número de calle Puente 570 desde
1929 o 1930, aproximadamente. Hasta entonces, esta dirección había sido de los
almacenes Casa M. Aguiló y luego de la fábrica La Genovesa, fiambrería y taller
de tallarines y ravioles de la firma Juan Vercellino Hnos., figurando después
como propiedad de don Julio Vercellino C. La anterior dirección del local, en
cambio, aparecerá después como centro de reuniones de actividades políticas.
Para los cincuenta, sin embargo, el mismo lugar figura como sede de la Casa
Comercial Sebastián Montes.
Los últimos dueños de La Bomba parecen haber sido de la sociedad Baselly y
Goncalves, quienes tomaron el negocio hacia fines de los treinta. Unos años
después, ha desaparecido de las páginas publicitarias, así como muchos otros
salones de ostras y marisquerías que no supieron adaptarse a los cambios de la
sociedad y el mercado.
Resistiendo los años y un incendio en la vecindad de la cuadra, el inmueble en donde estaba La Bomba sería el que aún se halla en pie, haciendo esquina con calle Santo Domingo. Sin embargo, sus espacios comerciales del primer nivel fueron muy transformados para albergar a una conocida multitienda y la sucursal de una cadena de farmacias, esta última en el vértice del inmueble. Los actuales locales comerciales en su zócalo ya no tienen ostras ni langostas explotando sus apetitosos aromas en las tardes de hace un siglo. ♣
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