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LAS PRIMERAS NAVIDADES CON VIEJITO PASCUERO

 

El Viejo Pascuero en la publicidad del Bazar Alemán Krauss Hnos., publicado en "El Mercurio".

Nunca dejará de resultar curioso el nombre que se da en Chile a San Nicolás o Santa Claus, meditándolo un momento: Viejo o Viejito Pascuero. Hasta de un Viejo Pascual o Don Pascual se llegó a hablar, en algún tiempo… Es como si se hiciera a un lado toda la tradición original de Nicolás de Bari o de Mira, el personaje paleocristiano detrás de la actual identidad de la figura navideña y bajo toneladas de adiciones en la tradición. Revela, también, que la aparición de la misma leyenda en el conocimiento popular chileno debe haber sido abrupta, hasta entonces casi totalmente ignorada.

Sintetizando la historia, se cuenta que el obispo y predicador Nicolás era oriundo de los valles de Licia bajo dominio romano en el siglo III, hoy Turquía, emigrando después a territorio italiano. En sus labores favorables a los pobres le adjudicaron varios milagros que se prolongarían incluso después de morir. Su fama histórica y su relación con la Navidad llevaron a que San Nicolás asumiera identidades como Papá Noël (Bonhomme Noël) entre los franceses y Sinterklaas (Sint-Nicolaas) entre neerlandeses y alemanes, exportando este último nombre hasta los Estados Unidos de América por vía de la inmigración, en donde se transformó y pasó a ser Santa Claus.

Apodado el Magno, lo que se cuenta de la vida de San Nicolás es fascinante. Había nacido hacia el año 280 en una familia de comerciantes de Patara y, de acuerdo a su leyenda, se había dedicado a predicar entre los pobres después de la muerte de sus padres en una epidemia, viajando así por territorios de Grecia, Turquía, Lorena y parte de Rusia. Fue reconocido en vida como hombre santo por sus seguidores, especialmente entre los niños, quienes lo querían y recibían alegres en cada pueblo. Se le reconocieron varios hechos sobrenaturales que son la raíz de ciertas tradiciones navideñas, incluida una vez en que hizo aparecer monedas de oro dentro de las calcetas que unas humildes hermanitas habían dejado secando colgadas junto a la chimenea familiar, origen de la costumbre de los niños de poner sus calcetines en el lugar donde recibirán sus regalos durante la Nochebuena.

San Nicolás de Mira, como se le llamaba el tierras de oriente, falleció en el año 345, el día 6 de diciembre según se cree. Su fama no se extinguió y ya había un templo romano consagrado a su nombre en el año 550. Sin embargo, para evitar que sus restos fueran profanados durante la invasión musulmana de Turquía, estos fueron trasladados discretamente hasta la Basílica de Bari, en Italia. El lugar en donde había estado su cripta comenzó a producir un extraño aceite o fluido que, según sus fieles, tendría propiedades milagrosas y curativas. El mismo fenómeno se reportó ocurrido en su tumba de Bari, con un líquido fragante que ha sido llamado Maná de San Nicolás.

Ha pasado más de un siglo desde la llegada del personaje inspirado en San Nicolás a Chile y, a pesar de todo el bombardeo mediático y publicitario, la identidad del mismo continúa siendo acá la del Viejito Pascuero. Las razones de esto solo pueden comprenderse por la forma en que se dio su llegada al país y la fama que logró como atractivo navideño para los niños de aquellas primeras generaciones que pudieron testimoniar su debut, echando una fuerte raíz en las tradiciones locales a pesar de ser solo un adopción con adaptaciones.

Antes del arribo del Viejito Pascuero a Chile, la Navidad santiaguina mantenía rasgos quizá más genuinos pero tradicionalistas, forjados en tiempos coloniales y buena parte de la República. Fuera de los estrictamente religiosos, estos incluían las famosas ferias navideñas de la Alameda de las Delicias y las competencias por montar el más hermoso pesebre de cada barrio, heredada de costumbres practicadas por las familias aristócratas de antaño. Carlos Lavín describe en "La Chimba", por ejemplo, las verdaderas disputas por ofrecer el mejor y más espectacular pesebre armado entre los vecinos de Recoleta, en un sector del barrio que llamó por lo mismo como el "Distrito de los Nacimientos".

Pero el tiempo iba incorporando muchos otros elementos a las tradiciones de la Pascua de Navidad en Santiago, como los primeros árboles navideños o pinos de Pascua que aparecerán en territorios del sur del país por influencia de las familias de colonos alemanes que instalan uno hacia 1850, según las investigaciones realizadas por Juan Guillermo Prado. Procedente de las tradiciones en torno al árbol de San Bonifacio en la cristianización germana, habría sido adoptado incluso en iglesias evangélicas de Chile, aunque causando polémica entre la feligresía católica más conservadora. Sin embargo, esta se allanó a incorporar el símbolo en el hogar, finalmente, junto al pesebre, los ponches navideños y algunas influencias teutonas adicionales sobre la tradición, como el popular villancico “Noche de paz, noche de amor” (“Stille Nacht, heilige Nacht”) de 1816, obra de Joseph Mohr y Franz Xaver Gruber, más tarde traducida al castellano por Fritz Fliedner.

Izquierda: representación ortodoxa de San Nicolás de Bari o de Mira. Derecha: la célebre ilustración de Santa Claus realizada por Thomas Nast en 1881, considerada una de las que normaron el aspecto universal hasta hoy reconocido en el personaje.

Así eran los avisos de las exposiciones de juguetes de Navidad a principios del siglo XX, el 9 de diciembre de 1902. En lugar de Viejos Pascueros, se incluían niños, juguetes o muñecos. Nótese que también presenta como novedad el pino navideño o árbol de Pascua.

El mismo esquema y los mismos motivos gráficos se observan en el aviso de la Casa Pra del 14 de diciembre de 1902.

En la Navidad de 1903, la gráfica general anterior seguía siendo la utilizada por la mayoría de las grandes casas comerciales para publicitarse, como se observa en este otro aviso de la Casa Pra.

Primera aparición destacada del Viejo Pascuero en la publicidad de Casa Krauss, 1903, diario "El Mercurio".

Aviso usado por el Bazar Alemán para el Año Nuevo 1902, en medios como la revista "La Lira Chilena". Aunque ya presentaba al personaje de Santa Claus en el diseño, este parece solo como parte de la decoración del aviso, cobrando cuerpo como representación navideña poco después.

Aviso de la prensa con el personaje del Viejito Pascuero o Santa Claus pertenece al Bazar Krauss. Apareció en las ediciones del diario "El Mercurio" de los días 19, 20 y 21 de diciembre de 1903.

Otra de las primeras apariciones publicitarias de Santa Claus en medios impresos de Chile: aviso de la casa comercial Diener & Co. de Huéfanos con Estado, en revista "Zig-Zag", temporada de Navidad de 1905.

Un Santa Claus en revista "Zig-Zag" de diciembre de 1905, aunque su presentación no se ajusta del todo a la norma extendida durante el resto del siglo, como el anciano del grueso traje rojo.

Uno de los primeros diseños de Viejos Pascueros aparecidos en la publicidad de la prensa chilena, en aviso de la exposición del Bazar Alemán de 1908.

Bazar Alemán de Krauss Hermanos, hacia 1920, ya ubicado en el desaparecido edificio enfrente de la Plaza de Armas.

El arribo del decorado árbol de Navidad y la aceptación de otros elementos en hogares católicos coincide también con la caída de viejas tradiciones pascueras en Chile. Hacia el cambio de siglo había comenzado ya la permeabilidad a las influencias extranjeras, especialmente por la publicidad y el comercio, al punto de optarse por la negación de hallarse en la temporada de verano del hemisferio sur e intentar disfrazar la Navidad con la estética romántica del invierno cuando tiene lugar la celebración del hemisferio boreal.

En esa apertura al influjo internacional, entonces, vino a tener lugar el arribo del primer Santa Claus que cobró popularidad en la sociedad chilena. Su imagen ya había sido trabajada internacionalmente por autores como Washington Inving, quien en 1809 publicó una sátira en donde presentaba a San Nicolás con rasgos más populares y menos solemnes. El mismo personaje reaparece en "Una visita de San Nicolás", poema de autor anónimo de 1823, pudiendo haber sido obra de Clement Clarke Moore o Henry Livingstone. Las ilustraciones de este trabajo, presentándolo como un enano regordete y travieso, comenzaron a sentar la norma del Santa Claus contemporáneo. Y ya en la segunda mitad del siglo se va volviendo un anciano gordo y barbudo, aunque la túnica ha sido presentada con colores blanco, rojo y verde. El ilustrador de origen germano Thomas Nast realizó en 1863 las primeras presentaciones de lo que ya podemos reconocer como un Santa Claus moderno fumando pipa y cargando juguetes, en el periódico "Harper's Weekly". Lo caracterizó basándose en antiguos atuendos de obispos católicos, aunque ciertos atributos del personaje semejan también a la indumentaria usada en ciertos ritos de logias.

Sucedería entonces que, ya a principios de siglo XX y siguiendo una costumbre que provenía desde la centuria anterior, era corriente que las casas comerciales o jugueterías de Santiago y Valparaíso realizaran grandes y coloridas exposiciones navideñas para aumentar las visitas familiares y estimular las ventas. Los niños eran seducidos por la cantidad de juguetes disponibles: carros de madera, caballitos de palo, armas de fantasía, peluches, juegos de palitroques, muñecas, pelotas, miniaturas de herramientas, instrumentos musicales, etc. La Navidad ya estaba en los números más azules de algunas casas comerciales, evidentemente.

Las exposiciones de aquel tipo se anunciaban en los periódicos, pero no había en ellas un personaje típico o propio de la Navidad como era en otras latitudes Santa Claus o Papá Noel, a la sazón muy desconocido en Chile salvo por algunos extranjeros de las colonias residentes. Lo más parecido era, quizá, un mensajero o conserje en uniforme que, a veces, asomaba en los avisos como si fuera el encargado de la entrega de los obsequios; el estafeta navideño más bien, pues la tradición de adjudicarle este rol a los Reyes Magos tampoco penetró tanto en la sociedad chilena o quizá no pudo extenderse mucho tiempo después de llegarle esta competencia. Más exactamente, por entonces se convencía a los infantes también de que sus regalos los mandaba el propio Niño Dios, a veces dejándolos en sus zapatos o calcetas. No quedaba claro quién era el intermediario entre el cielo y la tierra.

El Gran Bazar Alemán de Krauss Hermanos, una importante casa comercial creada en 1875 y remontada al impulso comercial de calle Ahumada, también adoptó aquellas promociones en formato de ferias y exposiciones para niños, pero con un elemento adicional que también buscaba atraerlos: hizo debutar en sus avisos y escaparates al misterioso personaje barbado y bonachón que premiaba buenas conductas con juguetes de su taller, después interpretado por algún actor con las debidas caracterizaciones, para que sorprendiera a los infantes y fingiera tomar apuntes de sus petitorios de regalos que esperaban encontrar al pie del árbol navideño en casa.

El mismo personaje comenzó a aparecer en la publicidad impresa de la tienda comercial a inicios del siglo, resultando toda una novedad que iba a adquirir, con vertiginosa rapidez, el rasgo de icono popular y símbolo muy querido en la sociedad de entonces... Esto iba a cambiar para siempre la iconografía navideña chilena.

Ubicado en las galerías de la Unión Comercial de Ahumada (en donde está ahora el pasaje Bombero Ossa) y luego en la conjunción de esta calle con Moneda, el bazar y juguetería era un sitio mágico para los niños de aquella época. Eduardo Balmaceda Valdés, en “Un mundo que se fue”, aseguraba que el local tenía ventas de juguetes “a vil precio” y con “magnífica factura alemana”. Como sitio irresistible para los chiquillos, entonces, estos llegaban allí en paseos familiares o bien aventurándose solos hasta ese castillo de interminables diversiones. Desde la introducción de los tranvías eléctricos a principios del siglo, además, los muchachos comenzaron a arribar masivamente en las mañanas reuniéndose afuera de la tienda, a la espera de que abrieran sus grandes puertas y se presentaran los nuevos productos.

Siguiendo así la parte más germana de las tradiciones navideñas, el Bazar Krauss optó por presentar al público un viejo barbón de raza blanca, pelo cano y suponemos que algo obeso (aunque no lo parecía mucho en la gráfica de los avisos), quien regalaba juguetes a los niños cargando también el místico símbolo del pino de la evangelización de los paganos. El sujeto alegorizado era, en consecuencia, el que iba a convertirse en el equivalente nacional a San Nicolás, Nikolaus o Weihnachtsmann de las navidades alemanas.

A diferencia de otros antiguos casos del mundo, el San Nicolás navideño no llegó a Chile a reemplazar o competir con algún personaje local, como sería con la bruja Befana italiana, el caprino mágico Joulupukki finés o el Ded Moroz (Hombre de Hielo) eslavo: acá no existía un folclore asociado a algún agente navideño en específico, ni siquiera los de naturaleza religiosa. Tampoco se conocían las versiones primitivas de Santa Claus para cuentos infantiles, representado a veces como el duende obeso o un anciano vestido de verde. Por esta razón, el flamante Viejito Pascuero de los Krauss vino a llenar una suerte de rol vacío en la fiesta, en el que ni siquiera la imagen de los Reyes Magos, los conserjes navideños alados de la publicidad o alguna otra entidad parecida lograron consolidación popular. Quizá esto explique la velocidad con la que prendió en el imaginario chileno, además.

Otro aviso del Bazar Alemán, publicado en 1905. Se repite la ilustración del personaje.

El aviso del Bazar Krauss publicado el 21 de diciembre de 1905. Al parecer, la representación que ya se hacía del mismo por actores en las tiendas, tendría el mismo aspecto o muy parecido.

Un San Nicolás (identificado como tal e ingresando ya por la chimenea, además) en viñetas humorísticas de la revista chilena "Sucesos" de diciembre de 1905, de Valparaíso. Otro ejemplo de la velocidad con que entró al conocimiento popular un personaje escasamente referenciado antes de este período.

Otra caricatura con el personaje, esta vez identificado como Nöel (Papá Noel), en revista "Sucesos" de diciembre de 1905.

La revista chilena Zig Zag de diciembre de 1906, publica esta página con un minirrelato infantil en donde aparece Santa Claus tal como lo conocemos hoy. Sin embargo, hay evidencia editorial de que el personaje era confundido por esos años, a veces, con una entidad femenina.

Un Viejo Pascuero conduce a toda prisa trayendo a Chile la Navidad, según este dibujo del suplemento A de "El Mercurio" de Santiago, miércoles 22 de diciembre de 1907. Se puede deducir, entonces, que la publicidad ya había logrado instalar al personaje y hacerlo reconocible.

Aviso del Bazar Krauss que se republicó solo con leves diferencias hasta 1907.

También en diciembre de 1907, la redacción de la revista “Sucesos” publicaba estos saludos navideños a sus lectores, con un San Nicolás de saco y bastón, vestido de capa con capucha, que va acompañado por ángeles empujando carretillas llenas de regalos, en un pasaje aldeano e invernal.

Caricatura de Moustache (Julio Bozo) en la revista "Zig-Zag", diciembre de 1907. Dos niños rechazan los regalos del Viejito Pascuero y le exigen una marca de alimento medicinal. El Santa Claus lleva una túnica blanca como prenda principal.

Los cambios en los avisos de Krauss comienzan a notarse para la Navidad de 1908, cuando el Viejo Pascuero es rediseñado y levemente modernizado, con respecto al actual aspecto del personaje.

Santa Claus en la revista "El Peneca" de la Navidad de 1908. Lleva una corona en lugar de bonete y ya entonces aplica el concepto de premiar o no con regalos a los niños, de acuerdo a su comportamiento durante el año transcurrido.

Los primeros avisos publicitarios del bazar en donde puede encontrarse destacado al personaje  de barba y túnica datan de los preparativos de la Navidad de 1903. En la Navidad de año anterior se lo había mostrado también en el diseño de algún aviso de los Krauss, pero sin gran relevancia ni información que permitiera entender su origen o identidad. Ahora, en cambio, asumía un rol protagónico para la promoción.

Hasta aquel período y todavía por varios años posteriores, las demás casas comerciales de Santiago se publicitaban siempre aludiendo a las fiestas navideñas con ilustraciones de niños, payasitos, muñecas, ángeles y juguetes. Y si bien el Bazar Alemán lo había incluido poco antes el avisos publicados en medios como "La Lira Chilena", su presencia allí no era protagónica aún, tampoco como personaje navideño central, sino más bien como un complemento simbólico de la Navidad.

Siendo casi un desconocido en la sociedad chilena, entonces, cualquiera haya sido el nombre oficial con el que fue presentado en aquellas primeras ocasiones, las familias prefirieron a llamarlo con el tiempo como Viejito Pascuero o Pascual, por su aspecto de anciano y cumpliendo con la extendida usanza nacional de denominar Pascua (de Navidad) al período, algo heredado desde una parte de la vieja España.

La reaparición del Viejito Pascuero en las siguientes fiestas de fin de año fue creando más interés por él y llegó el momento en que quizá no hubo niño de Santiago que no quisiera ir a conocerlo. Así, en una breve nota de “El Mercurio” del 19 de diciembre de 1905, se anunciaba al público que “un bazar alemán” estaba mostrando en Santiago la novedosa figura de Santa Claus y del árbol de Navidad.

Un año después y también como consecuencia de su debut en el país, recibirá un vital impulso de fama aquella atracción que el disfrazado provocaba ya entre los niños, cuando en diciembre de 1906 tiene lugar una fiesta infantil y familiar de beneficencia organizada por la aristocrática y filantrópica Teresa Cazotte, para financiar su casa de acogida de niñas huérfanas e hijas de madres solteras que trabajaban fuera del hogar. En la ocasión, el personaje fue encarnado por un voluntario en el Parque Cousiño, caracterizado de forma precisa como un típico Santa Claus, que podríamos reconocer perfectamente en nuestro tiempo.

Coincidentemente, la revista chilena “Zig-Zag” de ese mismo mes y año publicó un corto fotorrelato infantil de una sola página, en donde aparecía Santa Claus tal como lo conocemos en hoy, físicamente definido por la influencia de ilustradores europeos y norteamericanos. Sin embargo, a la sazón había algunas editoriales en Chile describiendo al mismo personaje como una entidad femenina: una “santa”, interpretando erróneamente el nombre Santa Claus y dejando al descubierto el poco conocimiento que persistía sobre el mismo. Tal fue el caso del periódico “El Porvenir” del 25 de diciembre de 1903, por ejemplo, detectado por la investigadora Elisa Silva Guzmán; y más tarde la revista “Sucesos” de diciembre de 1904, hablando de lo bien que había sido recibida la Santa Claus en la Nochebuena de Valparaíso, especialmente entre representantes de colonias extranjeras, destacando a la alemana.

Sin embargo, la misma revista porteña iba a rectificar al año siguiente, mostrando ahora una caricatura con un San Nicolás identificado como tal y entrando por la chimenea en la forma que lo señala el folclore, en diciembre de 1905. Posteriormente, en el mismo mes pero de 1907, su redacción publicaba saludos navideños a sus lectores con otro curioso San Nicolás de saco y bastón, vestido de capa con capucha, que iba acompañado por ángeles empujando carretillas llenas de regalos en un pasaje aldeano invernal tan diferente al del verano meridional que se vive por estas tierras en el mismo período.

En tanto, en el suplemento dominical del diario “El Mercurio” del 22 de diciembre de aquel año, aparece la ilustración de un enérgico y veloz Viejo Pascuero a página completa, pero trayendo la Navidad y los regalos de los niños tampoco en un trineo con renos, como era en la tradición internacional todavía mal conocida en Chile, sino en un vehículo deportivo de la época. Correspondía a un automóvil de velocidad, un típico bólido clásico.

A todo esto, el mismo diseño del primer aviso de la exposición del Bazar Alemán publicado en la prensa de cada diciembre, se repetirá hasta 1908 cuando reaparece con otra presentación para el personaje basado en San Nicolás: sin dejar de ser un anciano de barba larga y aún vestido con algo como una túnica o abrigo oscuro, ahora carga encima tantos juguetes para los niños que no caben todos en el saco. También lleva encima el pino, sobre su hombro, pero se ha vuelto más pequeño en la ilustración. Su sombrero, en tanto, se ha convertido en una pieza cónica diferente a la especie de bonete o capucha que usaba antes, más parecida al que actualmente emplea el personaje navideño, aunque sin el característico pompón en la punta.

La prontitud con la que ha consolidado su popularidad general el Viejito, en apenas unos pocos años, resulta asombrosa. Es como si acaso colmara el descrito vacío o una carencia de un personaje navideño propio en la cultura nacional. Debido a esto, tuvo que ser adoptado -por necesidad- entre las otras casas comerciales competidoras del Bazar Alemán alrededor del Centenario Nacional, si bien desde 1905 ya venía siendo usado también por la publicidad de la casas como Diener & Co. y otras que quizá advirtieron a tiempo que este iba a ser el rostro de las navidades criollas.

Para diciembre de 1914, entonces, el personaje comienza a aparecer también en la publicidad y las exposiciones de la Casa Francesa y las tiendas Gath & Chaves, ambas con sus respectivas ferias de juguetes y regalos para el período, en el ferozmente comercial sector de Estado con Huérfanos donde también estuvo la tienda de Diener & Co.

La Casa Francesa, particularmente, mostraba en su publicidad un detalle notable: al Viejo Pascuero entrando por la chimenea de una casa, cargando una enorme canasta de regalos en lugar del saco y usando una gran capa oscura con bordes de piel blanca y diseños circulares. Era muy afrancesado, con gráficas góticas y de art nouveau aludiendo también a un paisaje invernal, impostura climática que se seguirá haciendo cada vez más frecuente en este lado del mundo y que llegó a causar cierta controversia.

El personaje de la Casa Francesa era diferente al Viejo Pascuero presentado por el Bazar Alemán, sin embargo: mientras este último tenía un aspecto más pagano y clásico, al menos en sus primeros años, el francés era mucho más romantizado y comprometido con la cultura europea alrededor de su identidad y presentación.

Nuevo aviso del Bazar Alemán, esta vez en diciembre de 1910, en su castillo comercial frente a Plaza de Armas.

El mismo personaje pero en la versión Gath & Chaves, durante la Navidad de 1915.

Como la penetración del Viejito Pascuero aún no era total dentro de los referentes publicitarios, la casa Gath & Chaves también publica en "El Mercurio" del 19 de diciembre de 1915 dos avisos sin el personaje, ambos a página completa. En este aparece un ángel-estafeta vestido con uniforme y repartiendo los juguetes, en lugar de Santa Claus.

Y en este solo aparece un árbol de regalos y juguetes. Quizá se trate de reminiscencias publicitarias en la transición de la publicidad navideña antigua y la que definitivamente incorporó a Santa Claus en la principal iconografía del período de fiestas navideñas.

Primer Santa Claus de la Casa Francesa, el 24 de diciembre de 1914. Destacamos la belleza de este aviso, decorado con detalles de arte moderno y dos gárgolas que vigilan a cada lado la incursión de Santa Claus.

Republicación del aviso de la Casa Francesa, el 19 de diciembre de 1915, con su mismo Papá Noel en traje a círculos y con las gárgolas que lo acompañan.

Un Viejo Pascuero similar al de nuestros días, en las páginas de un ejemplar de la revista "Familia" de diciembre de 1928.

Viejo Pascuero en un acto familiar de la compañía Chilectra en la Plaza de Armas, en la Navidad de 1930. Nótese que el personaje es acompañado por un asistente con traje de mensajero o estafeta.

Viejo Pascuero de utilería en una vitrina de cocinas eléctricas Hotpoint, durante una exposición organizada para incentivar la compra de productos chilenos, en diciembre de 1930, la misma fecha de la foto de nuestro personaje navideño en la Plaza de Armas. Exposición hecha en el llamado Edificio de la Luz, que existió en Compañía con Ahumada.

Uno de los avisos de la famosa campaña de Coca-Cola en la Navidad de 1931, que el mito supone origen de la imagen universal de Santa Claus y su expansión por el mundo.

Aviso navideño de la Coca-Cola de 1936. Básicamente hablando, la misma representación del personaje.

Publicidad de la Librería Universo en la revista "En Viaje" de diciembre de 1940. Aparece Santa Claus pero usando la característica túnica que se le conoció en el Bazar Alemán, antes de adoptar los pantalones y abrigos más "gringos".

En cambio, el aviso de las tiendas Gath & Chaves que adoptó al Viejo Pascuero lo mostraba más moderno y menos romántico: aparecía corriendo con una carretilla llena de juguetes y dejando tras de sí una estela de regalos, con los que jugaban felices los niños, tal como sucedía en las tiendas y en las mañanas siguientes a la Nochebuena en sus casas. Este Santa Claus lucía mucho más actualizado y parecido al de nuestros días que en otras publicidades de casas comerciales, también vestido con una capa invernal de bordes de piel blanca. Es una de las representaciones más semejante a las que después se harían populares y uniformes en la cultura popular, de hecho.

Se sabe, además, que Gath & Chaves incluyó por muchos años al anciano navideño representado por actores dentro de sus tiendas, experiencias descritas por Oreste Plath en “El Santiago que se fue”: la casa estableció días especiales para los niños que llegaban a sus dependencias, en donde tenían lugar números artísticos en el salón familiar de té. Durante la temporada de marras “empezó a atender Santa Claus y el Viejo Pascuero a fotografiarse con los niños, unos muertos de miedo y otros muy alegres”. Unos años después, la prensa llamaba “nietecitos” a los niños que visitaban al Viejito Pascuero, ya identificado como tal en la tienda.

Tiempo después de haber presentado al Viejito Pascuero en Ahumada con Moneda, los Krauss se trasladaron hasta un magnífico nuevo edificio en Catedral con Puente, en donde había estado el Almacén Genovés y, antes que este, el café y confitería El Molino de Chocolate. Era una de las esquinas más importantes de la historia comercial santiaguina, por aquel entonces. Cuando ocuparon e inauguraron aquel castillo en 1910, la capacidad de sus dependencias se multiplicaron y causaron sensación incluso entre visitantes extranjeros: eran cuatro maravillosos pisos, con una sección llena de hileras de juguetes de todo tipo y origen, la gran mayoría alemanes, además de productos para el hogar en general, casi todos importados desde Europa y varios totalmente novedosos en su época.

El Bazar Alemán de Krauss Hnos. también tenía en venta artículos para dormitorios de niños y accesorios para mascotas, según comenta Manuel Peña Muñoz en su “Memorial de la tierra larga”. La visita al bazar era el gran panorama de entonces, día ideal de los infantes santiaguinos, cumpliendo con el esquema de atracción y concurrencia a sitios entretenidos o “encantados” que después repitieron grandes jugueterías históricas. Entre estas, está el caso del Castillo Encantado de Gath & Chaves, el Castillo del Juguete Rochet, la Casa Azul o la gran tienda de Otto Kraus. Dicho modelo comercial que permaneció vigente hasta la explosión del acceso hogareño a la informática, los juegos digitales y la internet, entonces, provenía de la casa Krauss: ir a mirar repisas, pasear por ellas fantaseando con lo que se podía o no se podía adquirir, y deslumbrarse ante la gran atracción de sus novedades de cada temporada.

Para los años treinta, la penetración popular del personaje ya era total. Existía ya una Semana de Santa Claus en la espera de la Navidad, otro legado de los Krauss que incluía eventos y concursos infantiles públicos, pero nunca pudo entrar bien el nombre del personaje, quedando acaso definitivamente como Viejito Pascuero. Habían entrado también elementos y conceptos complementarios de la imagen navideña internacional, como el mágico trineo con renos, las figuritas tipo cascanueces y los duendes fabricantes de juguetes provenientes de tradiciones como el carbonero Olentzero español, quien reparte regalos ayudado trasgos, y del cuento "Los duendes de Navidad" de la estadounidense Louisa May Alcott (1856) que dispersó la idea de estos seres mágicos habitantes del taller de Santa Claus. 

La misma tradición había sumado a Santa Claus la identidad de sus ocho renos tirando el trineo volador: Donner (Trueno), Blitzen (Relámpago), Vixen (Juguetona), Cupid (Cupido), Comet (Cometa), Dasher (Brioso), Dancer (Bailarina) y Prancer (Saltador). Un noveno reno mágico se agregó al frente del equipo con el pequeño Rudolf (Rodolfo), proveniente de la obra "Christmas Story" de Robert L. May en 1939, llevado también a una célebre versión fílmica en animación stop motion. Rudolf tiene una extraña nariz con luz roja, que le permite señalar el camino entre la oscuridad y la nevazón a los demás renos.

Poco se recuerda del Bazar Alemán en nuestra época, y menos de su influencia cultural en las traiciones navideñas chilenas. El que había sido su hermoso edificio junto a la Plaza de Armas cambió de ocupantes, cayó en decadencia y fue destruido y reemplazado por la sosa torre de espejos que domina aquella esquina desde inicios de los ochenta. Hoy se escuchan los justificados lamentos contra los permanentes crímenes patrimoniales que tienen lugar en Santiago, poniendo al ex Bazar de Krauss Hnos. como un caso típico, pero poco se rememora con relación a la tremenda actividad y modernización del comercio que impulsaron esas mismas tiendas. Para peor, con cierta frecuencia hasta se confunde a aquella casa comercial con la alguna vez célebre Juguetería Otto Kraus, creación muy posterior del conocido inmigrante judío-checo con este nombre, recién en los años sesenta.

Del mismo modo, la creencia popular sobre el personaje pascuero usado en la iconografía popular de Chile ha seguido desconociendo la importancia del período comercial de la primera década del siglo XX en las navidades, asumiendo en su lugar la errada y ya insostenible creencia de que el Viejito Pascuero, Don Pascual, Santa Claus o como quiera llamárselo, llegó a Chile recién a inicios de los treinta, como consecuencia de una histórica campaña publicitaria internacional de la compañía Coca-Cola, la que -en realidad- solo ayudó a expandir con ella la imagen y el conocimiento del personaje por el resto del planeta.

A mayor abundamiento, tras algunos cuestionamientos y campañas contra la Coca-Cola en los años veinte, denunciando exceso de cafeína en su bebida y otras acusaciones un tanto paranoicas, la compañía buscó restaurar su prestigio a través de cruzadas publicitarias entre las que parece estar una preparada para la Navidad de 1931, cuando solicitó al artista gráfico Habdon Sundblom elaborar una imagen de Santa Claus que canalizara aspectos bonachones para que se asociara visualmente a la misma empresa y su producto estrella. Su personaje definió el aspecto final que se ha dado desde entonces al mismo: un anciano de pelo blanco, gordo, de mejillas rosadas, traje rojo y bordes de piel blanca, con cinturón negro, botas y saco de juguetes.

Aunque los Santa Claus con aquellas características precisas habían aparecido antes ya, por ejemplo en la revista infantil "St. Nicholas magazine" de 1926, la presentada por Sundblom fue aquella que terminó de expandir la imagen y popularidad del personaje por el resto del mundo, acompañando cada campaña navideña de Coca-Cola. Esto es lo que ha llevado a creer erróneamente -y a muchos- el mito de que su versión universal en la iconografía de Navidad es el resultado de aquella publicidad de la gaseosa.

Lo cierto es que lo propio hacían ya desde antes algunas campañas infantiles de la compañía Chilectra en Santiago, con Santa Claus presente en stands y centros de eventos en los años treinta. La influencia de gerentes extranjeros debe haber sido importante en esta presencia del personaje en tales encuentros. Por eso, en los archivos fotográficos de la empresa existe una imagen del 24 de diciembre de 1931 en donde se ve a un actor disfrazado de un perfecto Santa Claus, aunque algo más delgado de lo esperable, acompañado del personaje tipo conserje o estafeta, mientras regalan juguetes a los niños hijos de empleados en un stand montado en la Plaza de Armas de Santiago. La misma empresa había colocado algunos paneles con la forma de Santa Claus en sus escaparates del llamado Edificio de la Luz, que estaba en Ahumada con Compañía, en donde se ubicó más tarde la famosa tienda Los Gobelinos.

Tiempo después, en la Navidad de 1946, la página editorial del diario "La Nación" reflexionaba sobre el cambio sufrido por la fiesta en la sociedad chilena, como costo de la incorporación de aquellos nuevos elementos:

La introducción de Santa Claus, con su imagen nórdica, empezó a desterrar a la Pascua criolla, de colorido chileno y prestancia santiaguina, cuyo centro natural era la vieja Alameda de las Delicias. Por ahí discurría la gente y todo se animaba como atracción de las ventas de juguetes, de ponche con malicia, de juguetes toscos, pero significativos, de farolitos chinescos que colgaban de los árboles y de las montañas de frutas, ofrecidas a la glotonía infantil.

(...) Cada año trae alguna sorpresa y desmorona ciertas ilusiones, pero en los más recientes días de Pascua hemos visto la transformación de esta celebración cristiana en íntima en un festival burocrático. Primero el Niño Dios de las monjas fue reemplazado por Santa Claus, con botas y una media colmada de juguetes. Ahora dejaremos a Santa Claus, y su rostro barbado se convertirá en la cara de un funcionario. Es un signo de los tiempos y también de la pérdida de las tradiciones mejores del mundo occidental.

También se habrían visto tempranos Santa Claus en Chile durante eventos navideños organizados ciertas administraciones de salitreras nortinas durante las últimas décadas de la industria calichera, por influjo de sus gerentes "gringos" también en estos casos. Sin embargo, todos estos refuerzos a la tradición tenían lugar cuando el Viejito Pascuero ya había dado su gran salto desde el Bazar Alemán de Krauss Hnos.

Comentarios

  1. Estuve buscando sobre este tema para saber desde cuando lo conocemos con este nombre, revisando el diario La Nación, la primera vez que aparece el término "Viejo Pascuero" es en una caricatura de 1940, y al año siguiente señalan que el mito del "Viejo Pascuero" está suplantando en Chile en los últimos años al de "Los Reyes Magos". Antes de eso lo nombran mayoritariamente "Santa Claus" y también otras nomenclaturas como "Viejo Noel" y "Viejo Pascual"... y lo más curioso es que hablan de "Santa Claus y sus brujas" en varias oportunidades.

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    1. Cumpa: búsquelo por "Viejito Pascual" o "Viejo Pascual" en los años treinta. Hubo hasta un programa radial de esa década que se hacía solo en Navidad y con ese nombre. También hay reseñas con Santa Claus y sus ángeles, pues el concepto de los duendes jugueteros y los renos no entró bien sino hasta varios años después.

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  2. hola, pero si es lo que te acababa de escribir, que antes lo llamaban (dentro de otros nombres) "Viejo Pascual"... pero te hacía la acotación de que el nombre "Viejo PASCUERO" propiamente tal, al menos en La Nación, aparece por primera vez en 1940

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    1. Créeme, sí aparece en los años treinta, no recuerdo exactamente el año, pero sí la década. Llevo 20 años revisando diarios sobre el tema y lo vien La Nación.

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