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LA MÍTICA DINASTÍA DE VEDETTES DEL CLAN UBILLA

 

De izquierda a derecha: Isabel, Elba "Pitica", Carolina y Raquel "Pitica chica", las primeras cuatro hermanas vedettes de la dinastía Ubilla, fundadoras del clan artístico.

Como todas las leyendas con una base real, la historia de las Ubilla también tiene inexactitudes, confusiones, versiones contrapuestas y fantasías varias. De hecho, no eran las primeras hermanas con tal apellido en la escena chilena, pues en los años veinte a cuarenta, trabajando con la prodigiosa generación de artistas como Alejandro Flores, Evaristo Lillo o Rogel y Eugenio Retes, habían sido populares las hermanas Gabriela y Totó (Marta) Ubilla, importantes actrices y comediantes de su tiempo pero sin relación familiar con el clan que haría historia a partir de la década siguiente, con ese mismo apellido.

Muchos creen también que todo empezó con la en su momento más célebre de las muchachas Ubilla que sedujeron a las candilejas: la recordada Pitica, pero esto también es un error, entre muchos otros que flotan en el éter de candilejas y las plumas de su memoria. No faltaron también quienes confundieron las identidades cruzando datos biográficos o imágenes de las cerca de 15 bailarinas (o más) que grabaron a fuego el apellido en aquel medio de las noches y los espectáculos, algunas de ellas conocidas con apodos como Pitica II, Pitica III o Pitica Chica que solo aumentaron los desconciertos para la posteridad.

Empero, nada de aquello extraña cuando se habla de las más famosas vedettes que tuvo Chile, con su mito propio en los mejores años del vodevil y de los shows de compañías revisteriles como Ra-Ta-Plan, Cóndor, Tro-Lo-Ló, Bim Bam Bum, Picaresque y Humoresque… Así son las leyendas, precisamente.

La rutilante y sensacional historia se inicia en realidad con la esbelta y agraciada Isabel Ubilla Allende, quien decidió dedicarse casi accidentalmente al vedettismo en los años cincuenta y cuando esta actividad aún era considerada sumamente audaz, incluso en el ambiente de las artes frívolas. Eran los días en que la revista chilena entraba quizá a su mejor período de existencia y de producción de celebridades, con muchísima influencia internacional en la escena. Isabel iba a incorporarse a ese mismo mundo como la que muchos identifican hoy como la auténtica primera vedette chilena.

La agraciada y morena chica, que aún no cumplía los 18 años al ingresar al ambiente, era miembro de una modesta familia que vivía en una vieja casona de quinta del barrio Franklin de Santiago, hogar capitaneado por don César Ubilla Briceño, esforzado y corpulento mueblista viudo de su primera esposa Nieves Allende (la madre de Isabel) y casado en segundas nupcias con doña Tránsito Cadena Molina, debiendo sostener su familia de varias criaturas, casi todas ellas mujeres.

Siendo muy joven, entonces, Isabel solía cantar y ganar todos los concursos en que se presentara, dando indicios ya de su vocación escénica. Llevaba tonadas a unos denominados “festivales para gente pobre”, que se hacían reuniendo dinero para comprar zapatos para niños, entre los que estaba ella misma. Fue en uno de estos encuentros que cantó por primera vez en público, venciendo los nervios y la timidez.

Recordaba que, hacia 1946, se realizaban competencias de canto en una carpa de juegos Diana en su barrio: de alguna forma, Isabel se hacía el tiempo para ir después de lavar pañales y ayudar con la atención de una decena de hermanos menores, dificultades por las que solo pudo llegar hasta segunda preparatoria como alumna de la Escuela N° 98. Entrevistada muchos años después en la revista “Paloma” (“Las Ubilla: dinastía de curvas”, 1972), confesaba haber llevado siempre hasta la carpa a sus hermanos, para que hicieran claque y así pudiera ganar gracias a tanto aplauso familiar.

Un poco más crecida y buscando proveerse de ingresos, Isabel trabajaba como empleada en una empresa textil. Desde los 14 años también cantaba tonadas y tangos en la Radio Bulnes, misma en donde, a mediados de 1952 y gracias a su amiga, la famosa actriz Iris del Valle, se enteró de que en el recientemente reabierto Teatro Ópera del maestro Buddy Day, en calle Huérfanos, estaban buscando muchachas para reclutarlas en los shows del flamante espectáculo de la Compañía Bim Bam Bum, que iba a ser estrenado a inicios del año siguiente.

El aviso aquel convocando a las muchachas para integrarse al elenco, decía lo siguiente:

¿Quiere ser artista? Iníciese en el Bim Bam Bum.

Condiciones: estatura mínima 1,70 m. Bonita. Buen Sueldo. Empleada particular. Presentarse a la brevedad posible.

Huérfanos N° 837.

Isabel recordaba con cariño y emoción su precoz salto de fe al vacío tras decidir presentarse, siendo entrevistada por la revista “Ya” de “El Mercurio” (“Las mujeres del Bim Bam Bum”, 2011) medio siglo después:

Yo tenía 17 años y no supe negarme al consejo de Iris. Llegué allá sin saber a lo que iba. Me encontré con puras argentinas altas y flacas que andaban piluchas. Alguien me pasó un traje de baño. Tiritaba de miedo (...)

Con lo que ganaba apenas me alcanzaba para mí. Así que me pareció una buena oportunidad para surgir.

Cumplió los requisitos y probaba suerte sin saber que iba a partir con ella una dinastía de vedettes, reconocidas por muchos como las mejores que haya producido este terruño.

Isabel había sido seleccionada por el propio maestro Day, quien estaba a cargo del casting. Pudo debutar en la compañía ese mismo año inicial del Bim Bam Bum de 1953, usando un traje de monedas y bikini con el que enfrentó exitosamente la vergüenza y los miedos que  tanto la acosaron en esos días... Todo a espaldas del conservadurismo de su padre, por cierto, secreto que ocultó durante varios años hasta que este lo descubrió y la castigó severamente, aunque también de manera inútil a esas alturas de su carrera que ya estaba en vías de segura consagración. Fue tan grave la reacción del papá Ubilla, como lo llamaron muy para su desagrado, que Isabel debió irse a vivir con su hermana María hasta un cuarto, arrendando en calle Biobío.

Ceñida a los protocolos jerárquicos del género revisteril y bataclánico, Isabel había comenzado atrás del cuadro artístico en las tablas, en tercera fila y como corista, aprendiendo de las estilizadas argentinas que lideraban adelante estos shows por sus innegables ventajas de experiencia y profesión. Como se recordará, a la sazón las jóvenes venidas desde el otro lado de la cordillera sobresalían enormemente y conocían mucho mejor el oficio, consolidado ya entonces en su tierra. Además, a diferencia de las chilenas en general, no tendían a ser de origen más bien modesto y amateur, siendo en muchos casos destacadas profesionales, actrices de teatro, bailarinas o cantantes.

Empero, la escultural y perseverante Isabel llegaría a ser la primera chilena en alcanzar un papel protagónico dentro de los cuadros de aquel espectáculo, tras un arduo año de trabajo y de competencia con las demás bailarinas que, por momentos, se volvía realmente feroz e inmisericorde. Así, ya en un lugar seguro, comenzó a llevar hasta el escenario a otras chicas también miembros del numeroso clan familiar, compartiendo con ellas el éxito, la atención del público y los flashes fotográficos.

Si bien Isabel no fue la más famosa ni popular de las ninfas Ubilla, entonces, definitivamente fue la que le abrió el camino al resto.

Como parte del ascenso en las compañías tenía que ver, muchas veces, con simpatías de los directores o relaciones humanas y no solo por los talentos propiamente dichos, Isabel reconocía que debió haber sido favorecida por su amistad con Marta Kaulen, la esposa de Day, y quien estaba encargada de todo lo relativo a las bailarinas en el Teatro Ópera y los cuerpos de baile. A pesar de sus atributos y las virtudes en la profesión, entonces, las envidias y las altanerías de las vedettes extranjeras en la compañía comenzaron a bullir con el veloz ascenso de la muchacha y no tardaron en aparecer los codazos y empujones, a veces en plenas presentaciones, al punto de hacerla terminar llorando en el camerino en más de una ocasión, según reconocía después. Se cuenta que los celos de las chicas platenses, particularmente, habían comenzado cuando se pidió a Isabel reemplazar a la entonces cotizada diva Susy Montrey mientras esta estuvo con licencia médica, ocupando así un puesto que era muy apetecido en el equipo y en el que cumplió positivamente, ganándose un lugar protagónico.

Los ataques y agresiones de sus colegas no cesaron después de aquella ocasión. Agobiada por las constantes provocaciones y los ninguneos de una de las artistas del elenco, entonces, dice la creencia que durante una noche de aquellas, Isabel estalló y terminó clavándole de un golpe en la cabeza a su mala compañera de trabajo, cinco centímetros del taco aguja de uno de sus zapatos. La perforada terminó, así, en la posta de urgencias médicas. Habría sido de la sexi balarina Diana Monti, según la leyenda.

Con su nombre destacado en las marquesinas y carteleras, sin embargo, Isabel hasta comenzó hacer presentaciones afuera del Ópera, como en el Mon Bijou de Plaza de Armas y en el centro de eventos que tuvo antes Gath y Chaves, que se ubicaba en donde está hoy el edificio de la Galería España en Estado con Huérfanos, famosa tienda que iba a cesar operaciones en esos mismos años.

El Teatro Ópera con los anuncios de las estrellas del Bim Bam Bum y el público repletándolo desde la entrada misma. Imagen del Fondo Julio Bustamante, publicada en el sitio Cultura Digital de la Universidad Diego Portales.

Isabel Ubilla presentando a su hermana Elba, en 1956. Imagen de la revista "En Viaje".

Elba Ubilla, la verdadera "Pitica", en revista "En Viaje" de 1957.

Isabel Ubilla, presentando ahora a su debutante hermana Carolina, hacia fines de 1957, en otra imagen de la revista "En Viaje".

Elba Ubilla y la artista húngara Katty Klamar, ambas del Bim Bam Bum, en la noche de Año Nuevo 1959, visitando la redacción del diario "La Nación". Las acompaña el reportero Enrique Taulis.

Aviso de principios de 1959 con Elba Ubilla formando parte del elenco principal del Bim Bam Bum. Publicado en el diario "La Nación".

Matrimonio de la "Pitica Chica"  Ubilla con Julio Felis Kaulen, hijo de Buddy Day, el 7 de diciembre de 1967, en imagen de la revista "Ecran". Atrás se ve a Day, a la izquierda, y el humorista Guillermo Bruce, a la derecha.

Otra imagen de "Pitica" Ubilla en el diario "Las Noticias de Última Hora", enero de 1960. 

Contrariamente a lo que repiten algunos porfiados con una majadería casi pasmosa, Isabel nunca fue la famosa Pitica del clan Ubilla en aquellos años, sino su hermana Elba, segunda en esta misma lista de estrellas con el apellido. Estaba próxima a ser presentada en los escenarios por la propia Isabel, convirtiéndose en la más famosa y recordada de todas las hermanas a pesar de no haber sido más bella que aquella, según decían.

Elba Ubilla llegó al escenario del Ópera con sus grandes y seductoras caderas, auspiciada y promovida por su propia hermana mayor en 1956. Esto sucedía cuando la joven recién pasaba de los 15 años, para escándalo de muchos en aquel entonces y todavía más en nuestros días, si acaso sucediera otra vez. En rigor, Elba era media hermana de Isabel: hija del segundo matrimonio de don César con doña Tránsito, aunque habían crecido todos muy unidos en el mismo grupo familiar de la casa de barrio Franklin.

Además de relucir sus equilibradas formas, Elba destacó por su mirada coqueta, labios encendidos y una feminidad sin necesidades de amplificación extra, usando la mayor parte del tiempo un look de pelo más bien corto, además. Fue la primera en usar un corte de chasquilla recto sobre la frente, según parece, rasgo que se haría muy característico de las Ubilla. Ya más experimentada, además, sus presentaciones seducían a los varones presentes hasta hacerles babear, según recordaban quienes la vieron, pues parece haber trabajado con bastante eficacia la virtud de la sensualidad.

Aunque ambas hermanas comenzarían a hacer también presentaciones en el extranjero no mucho después del debut de Elba, es indiscutible que esta fue la segunda en la seguidilla de las Ubilla, a diferencia de lo que algunos han creído pisando las trampas de la escasa información disponible y la maleabilidad de los recuerdos.

El porqué la muy acinturada Elba acabó tomando el conocido pero extraño apodo de Pitica, que también ayudara a hacerla la más popular y recordada del clan, es otra historia con versiones contradictorias. La principal de ellas dice que el humorista Manolo González, muy dado a estos escenarios, le habría colgado el singular sobrenombre; otros, en cambio, aseguran que el creador del mote fue el periodista de espectáculos Osvaldo Rakatán Muñoz. Supuestamente, además, el apodo de Pitica provendría de cierto parecido que algunos le encontraban a la muchacha con el ya entonces célebre cantante Lucho Gatica (especialmente por la forma de la nariz), a quien le decían cariñosamente Pitico desde los tiempos de su niñez en Rancagua. Uno de los tantos cuentos que rondaron sobre las Ubilla, sugería que esta comparación no gustó al bolerista. Y, aunque la familia de Isabel ha sugerido en tiempos posteriores que ella tenía primero ese apodo antes de adoptarlo Elba, es claro que la prensa de espectáculos y las carteleras de revistas de entonces reconocían a esta última como la auténtica Pitica.

El mote de Pitica Ubilla facilitó el reconocimiento de la más conocida vedette del clan, a pesar de que su show era principalmente de baile emplumado en los inicios. Ya más consolidada en el escenario, incluso fue objeto de cierto grado de acoso por parte de los medios de prensa, siempre interesados en publicar fotografías suyas y entrevistas, o prenderle supuestos amoríos, en lo que equivale al Medioevo de la prensa rosa y farandulera nacional. Ni hablar de las rencillas y celos dentro del ambiente.

Ya en julio de 1957, no mucho después de su brillante debut y disfrutando de un rápido ascenso, la revista “En Viaje” la elogiaba de la siguiente manera, en su sección de espectáculos:

Elba Ubilla ha llegado a ser, al año de labor, una de las principales figuras del ambiente deslumbrador de las candilejas que además de su interesante carita picarona, posee verdadera destreza y elegancia para sus papeles. ¡Todavía no cumple los 17 años, según dicen! Es parecida a la Leslie Caron; pero mejor que ella. Elba es admirada en el Bim Bam Bum y nos sentimos congratulados por sus crecientes triunfos.

Ascendiendo muy velozmente también entre las coristas, Pitica en ocasiones debió reemplazar a actrices en algunas rutinas, cuando se ausentaban de las funciones o si estaban con licencia, sobrepasando así el mero rol de danzarina. Este buen desempeño le significó el ir siendo más reconocida y empinada: no tardó en alcanzar la popularidad de su hermana y superarla, según opinan testigos de aquella época. Las propias Ubilla admitían que fue la más talentosa, elegante y valorada entre ellas, aunque Isabel, refiriéndose a sus finos modales y apariencias, reconocía -entre risas- que cuando invitaban a comer a Elba, “sacaba de la punta del plato, y después llegaba a la casa a devorar el refrigerador entero”.

Si bien Elba no era actriz ni cantante como sí figuraba en el currículum de experiencias de Isabel al momento de comenzar, la chica tenía estudios de perfeccionamiento de danza en talleres del Teatro Municipal, por lo que resaltó bastante en estas artes, incluso siendo más reservada y tímida que su hermana mayor. Esto le permitió asumir papeles protagónicos desde el período 1958-1959, siendo una de las estrellas principales de toda la compañía y su interminable seguidilla de obras revisteriles. Trabajaría en esos años con artistas nacionales y extranjeros como Iris del Valle, Lidia Madelon, Maruja Ezquerra, Katty Klamar, Egle Martin, Chito Morales, Gabriel Araya y el propio director Retes, además del coreógrafo Oscar Happel, a cargo del ballet al que pertenecía Elba. 

En solo dos años, entonces, la carrera de la segunda de las Ubilla estaba totalmente consolidada en el medio de los espectáculos nacionales. Su éxito fue tremendo, de hecho, dejando pronto el hogar paterno y mudándose a una residencia del barrio alto... Distancia con sus orígenes que, a la larga, iría alejándola también de los lazos familiares.

Hacia diciembre de 1957, Isabel había presentado en los escenarios también a otra media hermana: Carolina Ubilla, la famosa Carola. Como sucedió con Elba, tenía solo 15 años al iniciarse y, hasta entonces, había trabajado como empleada de una confitería, llegando solo hasta sexta preparatoria en sus estudios. Era la tercera Ubilla en la secuencia y, a pesar de no ser de rostro lindo en los cánones generales de belleza, tenía algo seductor en su aspecto que no pasó inadvertido, así que su golpe de popularidad fue otro transito bastante rápido, reforzado ya por el apellido.

Lamentablemente para el orgullo profesional de Carola, por mucho tiempo debió cargar con el estigma de ser “la hermana de las Ubilla”, marca que, en no mucho tiempo más, decidiría su futuro en el país. Su paso por el Teatro Ópera abrió las puertas de otros centros recreativos para ella, por cierto, como el Club Pigalle y Club de la Media Noche, míticos locales de calle San Diego. Eran los años centrales de la intensa bohemia y espectáculo del Santiago clásico.

Siguió en la cadena de hermanas la inolvidable y menuda Raquel Ubilla, quien sería conocida como la Pitica Chica, lo que ha llevado a muchos a confundirla también con la “verdadera” y original, que -como vimos- era Elba. Para debutar a sus también tiernos 16 años, decidió abandonar sus estudios en comercio y aprender raudamente las artes escénicas, tal como había hecho antes Pitica por consejo de Isabel. Su bonita figura no era la más cautivante de las hermanas, sin embargo, pues parece haber estado entre las más bajitas de las Ubilla, pero sus rasgos juveniles, su esbeltez y su indiscutible atractivo femenil la pusieron exitosamente en la atención de los nocherniegos y asistentes de los espectáculos de revista.

Todo el atractivo físico de la enérgica e inquieta Raquel, por supuesto, iba a la par de sus talentos y de su probado desplante escénico. No tardaría de demostrarse como una extraordinaria bailarina innata, y había quienes la estimaron la más sensual y bella de las Ubilla, de hecho.

Echando cuentas, la primera etapa de la carrera revisteril de la Pitica Chica fue más bien corta aunque muy intensa y popular: se enamoró perdidamente de Julio Felis Kaulen, hijo de Buddy Day y a la sazón camarógrafo de Protel, contrayendo matrimonio ambos el 7 de diciembre de 1967. En una fotografía publicada por la revista "Ecran", cuando la pareja hacía abandono de la Iglesia del Patrocinio San José para dirigirse a la fiesta en Reñaca, aparecen Day y el humorista Guillermo Bruce. Los felices recién casados comenzaron otros emprendimientos y aventuras por el mundo, a partir de entonces. Al fracasar ciertos intentos de negocios de la pareja en España, Raquel retornó a Chile para tener a su hijo y regresó al escenario del Bim Bam Bum por sugerencia del propio Felis, retomando solo entonces su interrumpida carrera de luces y lentejuelas. Su perfecto estado físico y versatilidad todavía en los setenta, le permitieron prolongar la vigencia por largo tiempo.

Con el apellido Ubilla completamente apuntalado en los escenarios de la revista chilena, siguieron llegando después otras hermanas a medida que crecían y eran arrastradas por el éxito de las fundadoras: las despampanantes y rompecorazones mellizas Angélica y Elizabeth, muy queridas en el Teatro Ópera en los sesenta, y la voluptuosa  y juvenil Bibi, apodada después la Huracán Ubilla por su versatilidad y audacia. Esta, con sólo 15 años y siendo la menor de la primera generación de hermanas, había amenazado con irse a trabajar al norte del país en 1969, pero las insistencias de sus admiradores la hicieron desistir y quedarse en el Bim Bam Bum de Santiago. Vino también su hermana Rosario, posiblemente la más quitada de bulla de las artistas de esta generación.

Finalmente, eran ocho las muchachas que se dedicaron directa y exitosamente en el género revisteril, entre la primera y segunda camada de las Ubilla, todas ellas hermanas.

Hacia agosto de ese mismo año, Pitica hizo noticia por un fuerte altercado con otra colega a la que llamó peyorativamente como la "media vedette", producto de las mismas envidias con las que debían lidiar constantemente las hermanas. Ya usando su cabellera más larga y estando más madurita, había sido empujada violentamente por la hermosa artista Carmen Saavedra en el escenario Teatro Ópera, haciéndole caer sobre unos espectadores de la primera fila de butacas. Como ya había tenido problemas anteriores con la agresora, tuvo todas las ganas de denunciarla pero, al poco rato, desistió: estimó que el repudio de sus propias compañeras y del público en general en contra de Carmen eran suficiente castigo. Muchos consideraron que todo fue un show publicitario, por lo mismo.

Con el tiempo vendrían otras chicas del clan Ubilla (primas y sobrinas), quienes tocaron la fama ya en una siguiente generación de vedettes desde fines de los sesenta e inicios de los setenta, más o menos. En este grupo están las hermanas Soledad (otra de las más destacadas), María Verónica, Nieves, Carmen y Anita, hijas de Luis Hojas y María Antonia Ubilla, hermana de Isabel y de las demás iniciadoras. Estas nuevas artistas del clan siguieron usando el apellido materno para extender el luminoso legado. Lo propio harían algunas hijas de Mario Ubilla, otro hermano de las matriarcas, quienes también perpetuarían la luz artística de las mujeres de la familia: Antonia, Nancy y Patricia Ubilla.

Raquel Ubilla retratada por la cámara de Alfredo Molina La Hitte hacia 1960. Imagen publicada en Biblioteca Nacional Digital.

Pitica Ubilla relatando los detalles de su enfrentamiento con Carmen Saavedra, en "La Nación" del sábado 9 de agosto de 1969.

Raquel en imagen que acompañó a la entrevista al clan de revista "Paloma" de noviembre de 1972. Fuente imagen: blog Folclore y Cultura Chilena de don Carlos Fernandois.

El maestro y director musical Buddy Day, creador del Bim Bam Bum, en la revista "En Viaje", año 1966.

Final de una revista del Bim Bam Bum, con parte de la platea a la vista. Imagen del Fondo Julio Bustamante, publicada en el sitio Cultura Digital de la Universidad Diego Portales.

Raquel Ubilla en la revista "Paloma" de noviembre de 1972. Fuente imagen: blog Folclore y Cultura Chilena de Carlos Fernandois.

Bibi Ubilla en "La Nación", en octubre de 1969. En nuestra época, choca contra los escrúpulos el saber que la muchacha en sensual pose tenía sólo 15 años a la sazón, pero es evidente en la época había un relajo moral diferente.

Isabel y Carolina Ubilla, ya más adultas, acompañadas por su anciano padre en 1972, en la revista "Paloma" de noviembre de 1972. Fuente imagen: blog Folclore y Cultura Chilena de don Carlos Fernandois.

Dos vedettes de las siguientes camadas del clan: Soledad Ubilla en 1976 (imagen del sitio Símbolos Patrios Chile), Bibi "Huracán" Ubilla, ya más madura (1980, imagen del FB "Del 9 al 11"),

En tanto, estando casada con el corredor de automóviles Teobaldo Díaz Retamales y después de haber hecho giras en las que incluso estuvo con  Nat King Cole cuando le tocó ir a Lima, Isabel Ubilla comenzó a jubilarse hacia la década del sesenta. Esto último fue gradualmente, según recordaban sus antiguos admiradores, pues siguió haciendo presentaciones más recatadas que en sus años de juventud hasta poco después de alcanzar la madurez de la vida.

Aunque el retiro de Isabel había tenido un homenaje y despedida por parte de sus colegas, la llamada Primera del clan Ubilla y Reina de las Ubilla no se quedó quieta y fundó su propia compañía para presentaciones en el Teatro Cariola, a principios de los setenta. Actuó también en el vecino Teatro Roma y, más tarde, inició una empresa de taxis.

Isabel había contraído matrimonio otra vez, en los noventa, ahora con un amor argentino tres décadas menor. Grabó el disco tropical “No avives giles” en 2000 y su última gran presentación “simbólica” fue en agosto de 2002, ya entrada en la tercera edad, invitada para la revista “La abuela Francisca” del Cariola, para celebrar medio siglo de carrera.

Un dato curioso, sin embargo, es que Isabel había inscrito como marca propia el apodo Pitica de su hermana, desde los años setenta. Esta acción causó ciertos conflictos interiores en el clan y abonó a las grandes confusiones que perduran al respecto, pues comenzó a presentarse como Isabel Pitica Ubilla. El distanciamiento de todo el clan de hermanas se vería acrecentado, además, porque muchas de ellas decidieron hacer sus vidas en diferentes partes del mundo, una vez que colgaron los concheros brillantes y los trajes con flecos.

Curiosa y tristemente, sin embargo, Isabel había perdido en un incendio la mayor parte de su vasta y valiosa colección de fotografías, recortes de prensa, artículos y recuerdos de sus años dorados, incluyendo miles de regalos de admiradores reunidos en toda una vida artística. El primer eslabón de esta dinastía de mujeres artistas falleció en febrero de 2022 a causa de un paro cardiorrespiratorio, ya rondando los 90 años y habiendo adoptado una vida solitaria, recluida en una pensión. La noticia fue informada por los medios de comunicación, pero señalándola imprecisamente como la original Pitica de las Ubilla y, en varios casos, acompañada de la imagen de otras hermanas como si fuera ella.

Elba, la auténtica Pitica, en cambio, después de su arrollador éxito en tierra natal también fue a probar suerte a Perú. Causando furor en la bohemia limeña, en esta aventura se enamoró de un acaudalado empresario ecuatoriano con el que contrajo matrimonio, estableciéndose en Ecuador y retirándose para siempre de las tablas y de las noticias. Se la recuerda como una mujer de enorme cultura y lectora voraz, aunque se fue alejando también de su familia casi con la misma determinación que lo hizo de las plumas, lentejuelas y mostacillas, para frustración de sus admiradores.

Carola, por su parte, no actuó mucho tiempo más en Chile, pues buena parte de su carrera la hizo en el extranjero. Se había marchado decepcionada por lo que sentía un poco reconocimiento a su trabajo, según se dijo entonces, al parecer eclipsada por la popularidad de sus hermanas. Contrajo matrimonio con el venezolano Pedro Sánchez, con quien tuvo un hijo; y aunque su relación terminó en pocos años, siguió viviendo en Caracas y haciendo presentaciones importantes allá como anunciadora de la boîte Chez Martínez, además de continuar combinando sus talentos de baile con actuación y comedia, volviendo a Chile solo ocasionalmente.

De acuerdo a  los testimonios que sobrevivieron sobre Carola en aquellos años, parece que sus rasgos que acá no resultaban tan encantadores, allá en Venezuela fueron tomados por exóticos y atractivos para el público extranjero, para su provecho.

Raquel, en tanto, perduró en vigencia artística por varios años más. Abriría con su esposo un club de shows revisteriles y dramáticos en el Teatro Providencia, en 1989, usando con autorización de Elba el título de Pitica, pues sabía que había pasado a la historia del espectáculo nacional compartiendo tal apodo. La tragedia la golpeó al enviudar en traumáticas circunstancias, sin embargo, cuando fue asesinado su marido en un extraño asalto armado al teatro, en 1996. Ese mismo año, además, había muerto su hermana María, quien también brilló fugazmente antes de retirarse a la vida familiar y ajena a la luz pública.

Seguramente, era imposible que la experiencia profesional de las vedettes chilenas superara a las célebres argentinas que habían comenzado a repletar tanto o más que antes el ambiente revisteril de los sesenta, empezando por el propio espectáculo del Bim Bam Bum. Empero, la incipiente caída del género hizo emigrar a muchas de las bailarinas antes aplaudidas y colmadas de admiraciones, hacia opciones más deslucidas en donde exhibir sus artes. Documentos gráficos publicados por esos años, por ejemplo, mostraron a alguna de las integrantes del clan Ubilla, una de las gemelas, haciendo desnudos en el cabaret Mon Bijou, lejos ya del glamur de antaño, aunque es cierto que eran recordadas también como las más audaces en sus espectáculos. Se sabe que las mellizas se fueron a vivir a Valparaíso hacia fines de esa década o inicios de la siguiente, alejándose después de las candilejas al formar familia.

La debacle de la actividad en las salas ni siquiera logró ser amortiguada con el arribo de las vedettes a la televisión abierta, buscando cobijo en programas como “Sabor Latino” de Televisión Nacional de Chile en 1981. Ocasionalmente, por las pantallas pasaron Pitica, Raquel, Soledad y Bibi, entre otras del numeroso grupo. Esta última hizo también importantes presentaciones en eventos de aquellos años, y algunas de su clan participaron en versiones de la Teletón, además.

El ocaso del ambiente nocturno acabó por dejar atrás la misma época de las Ubilla brillando en plumas y perlas sobre los escenarios nacionales… No es coincidencia que el Teatro Ópera cerrara en 1986, poniendo fin a una escuela en la que calificaron figuras como Wendy, Taty Segura y Peggy Cordero. Una de las últimas presentaciones de Soledad, Nieves y Anita Ubilla fue en un homenaje del show “Viva la Revista”, destinado a recaudar fondos para paliar las complicaciones de salud del humorista Carlos Helo, en 2005, y en presentaciones de dobletes en La Florida y Quinta Normal durante el año siguiente. Fueron algunos de los últimos aplausos recibidos en vivo por el épico apellido Ubilla.

Muchos nudos, equivocaciones y leyendas de luz y de sombra se cuentan sobre el ayer envidiado y halagado clan Ubilla. Esperamos no haber caído en alguna de ellas para esta reseña, por supuesto, ya que la información dispersa se convierte en una verdadera olla de grillos, por momentos. El hermetismo y las distancias de toda medida que mantuvieron las sobrevivientes del mismo clan, así como muchos de sus propios descendientes, también ha fertilizado el campo para fantasías y errores; unos inocentes y otros malévolos... Como en toda leyenda, es preciso insistir.

Pero, tal como admitiera alguna vez la veterana show-woman Maggie Lay, todas las vedettes chilenas que siguieron a esa generación estaban inspiradas por las Ubilla, de manera confesada o secreta... Y es que su recuerdo pertenece ya más a garbo del mito sobreviviente que a la realidad certificada: una memoria mágica, seductora, concerniente a la gran historia del espectáculo y sus perdidas noches de oro en Chile. ♣

Comentarios

  1. Fui testigo de la bohemia porteña por allá por los años 1966 a 1968, trabajando cómo " copero" y otros rubros en restaurantes y Boites del gran Valparaiso de antaño...Restaurante " La Bahía", Calle Bustamante, American Coffee, Calle: Lord cochrane y en el Mítico: American Bar "Su Casa".
    También trabajé en famoso: Club Play Boy Las Conejitas de calle Serrano bajos del restaurante "La Nave, lindos recuerdos de mi juventud ahora con 74 años, solo me queda el recuerdo y la nostalgia de una vida de noctámbulo.

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