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LA MÍTICA DINASTÍA DE VEDETTES DEL CLAN UBILLA


 

De izquierda a derecha: Isabel, Elba "Pitica", Carolina y Raquel "Pitica chica", las primeras cuatro hermanas vedettes de la dinastía Ubilla, fundadoras del clan artístico.

Como todas las leyendas con una base real, la historia de las Ubilla también tiene inexactitudes, confusiones, versiones contrapuestas y fantasías varias. De hecho, no eran las primeras hermanas con tal apellido en la escena chilena, pues en los años veinte a cuarenta, trabajando con una prodigiosa generación de artistas como Alejandro Flores, Evaristo Lillo o Rogel y Eugenio Retes, habían sido populares las hermanas Gabriela y Totó (Marta) Ubilla, importantes actrices y comediantes de su tiempo con ciertos rasgos que hoy identificaríamos como de show-women. Empero, estas no tenían relación familiar con el centelleante clan que haría historia a partir de la década siguiente, inmortalizando en la piedra de la memoria artística nacional al mismo apellido.

Muchos creen también que todo empezó con aquella Ubilla que llegó a ser la más célebre de las muchachas del clan y que sedujeron como nadie más pudo al público chileno: la recordada Pitica, pero esto también es un error... Uno más entre muchos otros que flotan en el éter de candilejas, lentejuelas, concheros y plumas a la deriva en su memoria. No faltaron también quienes confundieron las identidades cruzando datos biográficos o imágenes de las cerca de 15 bailarinas (quizá más) que grabaron a fuego el mismo apellido en aquel medio de las noches y los espectáculos, algunas de ellas conocidas incluso con apodos como Pitica II, Pitica III o Pitica Chica, los que sólo aumentaron el cúmulo de desconciertos y nódulos para la posteridad.

Empero, nada de aquello extraña cuando se habla de las más famosas vedettes que tuvo Chile, con su enorme mito propio forjado en los mejores años del vodevil y de los shows de compañías revisteriles como Ra-Ta-Plan, Cóndor, Tro-Lo-Ló, Bim Bam Bum, Burlesque, Picaresque y Humoresque… Así son las leyendas, precisamente.

La rutilante y sensacional historia del clan de nereidas se inicia en realidad con la esbelta y agraciada Isabel Ubilla Allende, quien decidió dedicarse casi accidentalmente al vedettismo en los años cincuenta y cuando esta actividad aún era considerada sumamente audaz y atrevida, incluso en el ambiente de las artes frívolas. Eran los mismos días en que la revista chilena entraba quizá a su mejor período de existencia y de producción de celebridades, sin embargo, con muchísima influencia internacional en la escena. Isabel iba a incorporarse a ese mismo mundo en una calidad y posición que muchos identifican hoy como la de auténtica primera vedette chilena.

La agraciada y morena chica, quien aún no cumplía oficialmente los 18 años al ingresar al ambiente, era miembro de una modesta pero numerosa familia residente en una vieja casona de quinta del barrio Franklin de Santiago. Este hogar estaba capitaneado por don César Ubilla Briceño, esforzado y corpulento mueblista viudo de su primera esposa Nieves Allende, quien fue la madre de Isabel, y casado en segundas nupcias con doña Tránsito Cadena Molina, debiendo sostener su familia de varias criaturas, diez niñas y cuatro niños. Así describía Isabel este nido en el diario "La Tercera", entrevistada 22 años después de su debut en el teatro de frivolidades ("Pasado, presente y futuro del clan Ubilla", suplemento "Estreno", jueves 30 de mayo de 1974):

Vivíamos  en el barrio Franklin. Mi padre quedó viudo, éramos tres hermanos. Se volvió a casar y la familia aumentó hasta llegar a nueve. Siete fuimos mujeres. Los dos hombres, hoy son carabineros. Eran tiempos muy duros para una familia tan numerosa. Yo tenía 14 años y era aficionada a cantar. Lo digo sin ninguna vergüenza, era la época en que andaba a pata pelada, porque a mi papá no le alcanzaba para comprarnos zapatos a todos.

Siendo muy joven, entonces, Isabel solía cantar y ganar todos los concursos en que se presentara, dando indicios ya de lo que iba a ser su vocación escénica. Llevaba las tonadas a unos denominados “festivales para gente pobre”, además, los que se hacían reuniendo dinero para comprar zapatos para niños, entre los que estaba ella misma. Fue en uno de estos encuentros que había cantado por primera vez en público, además, venciendo los nervios y la timidez para comenzar a descubrir la que iba a ser su vocación.

Recordaba también que, hacia 1946, se realizaban competencias de canto en una carpa de juegos Diana en su barrio: de alguna forma, ella se hacía el tiempo para ir después de lavar pañales y ayudar con la atención de una decena de hermanos menores en casa, dificultades por las que sólo pudo llegar hasta segunda preparatoria como alumna de la Escuela N° 98. Entrevistada muchos años después en la revista “Paloma” (“Las Ubilla: dinastía de curvas”, año 1972), confesaba haber llevado siempre hasta la misma carpa a sus hermanos para que estos hicieran claque y así pudiera ganar gracias a tanto aplauso familiar.

Un poco más crecida y buscando otra vez proveerse de ingresos, Isabel trabajaba como empleada en una empresa textil. Aún cantaba tonadas y tangos, pero ahora quiso probar su talento en la Radio Bulnes a espaldas de su familia. Lo intentaría en un programa para aficionados que ella siempre escuchaba por el radiorreceptor de un almacén del barrio, en donde los concursantes que cantaban mal acababan expulsados con un toque de corneta, muy parecido al formato que después se usó en el segmento "El Chacal de la Trompeta" del programa televisivo "Sábados Gigantes". Sus primeras aproximaciones allí no prosperaron, sin embargo: para su frustración, la vieron con tan desastrado aspecto que ni siquiera se le permitió entrar al auditorio radial. No obstante, tras varias otras insistencias conoció a un guitarrista de la misma emisora, de apellido Arroyo, quien logró que la dejaran pasar y competir tras encontrar que tenía una buena voz de soprano.

Isabel pudo cantar de esa forma en los estudios de la radioemisora Bulnes y calificar sin que le tocaran la  temida corneta de castigo, entonces. No obstante, para su desdicha sucedió algo inesperado: su voz fue reconocida por una vecina chismosa en la radio, quien corrió a advertir al padre de lo que hacía su hija. Como consecuencia de esto, don César le propinó "una tremenda frisca y me dijo que yo iba a ir a parar donde los hombres malos (si me lo dijera ahora, le diría, no papá, si no re-buenos)", confesaba en la señalada entrevista del diario "La Tercera". A pesar del castigo con tunda incluida, la chiquilla no aflojó: desobedeció al papá y volvió al auditorio de Radio Bulnes el domingo siguiente para cantar otra vez, ocasión en que "me vieron tan pobre que me dieron tres chauchas y un diez para el gasto de locomoción", recordaba.

Un poco más segura ya de sus talentos y posibilidades, Isabel buscó probarse también en la Compañía Burlesque del Teatro Diez de Julio, en la avenida del mismo nombre, pero no recibió ninguna señal de interés por respuesta. Pasó el tiempo y, a mediados de 1952 gracias a su nueva amiga hecha en la nombrada radio, la famosa actriz Iris del Valle, la joven se enteró de que en el recientemente reabierto Teatro Ópera del maestro Buddy Day, en calle Huérfanos, estaban buscando muchachas para reclutarlas en los shows del flamante espectáculo de la compañía Bim Bam Bum, que se estrenaría a inicios del año siguiente. El aviso aquel convocando a las muchachas para integrarse al elenco decía lo siguiente:

¿Quiere ser artista? Iníciese en el Bim Bam Bum.

Condiciones: estatura mínima 1,70 m. Bonita. Buen Sueldo. Empleada particular. Presentarse a la brevedad posible.

Huérfanos N° 837.

A pesar de que no le fue bien al principio en las selecciones, la intervención de Iris (quien era parte de la compañía) permitió que Isabel pasara esa difícil etapa inicial y, a partir de ese momento, el resto sería historia... Ella rememoraba con cariño y emoción tan precoz salto de fe al vacío tras decidir presentarse y quedar adentro, siendo entrevistada por la revista “Ya” de “El Mercurio” (“Las mujeres del Bim Bam Bum”, 2011) medio siglo después:

Yo tenía 17 años y no supe negarme al consejo de Iris. Llegué allá sin saber a lo que iba. Me encontré con puras argentinas altas y flacas que andaban piluchas. Alguien me pasó un traje de baño. Tiritaba de miedo (...)

Con lo que ganaba apenas me alcanzaba para mí. Así que me pareció una buena oportunidad para surgir.

Cumplió entonces con todos los requisitos y probaba suerte sin saber aún que iba a partir con ella una extraordinaria dinastía de vedettes, reconocidas por muchos como las mejores que haya producido este terruño. "Ese día me sentí realizada y supe que había llegado adonde me había propuesto llegar", sentenciaba en la entrevista a "La Tercera".

Fotografía de los archivos familiares, de 1959, con el clan aún en tiernos años. Imagen publicada en el suplemento "Estreno" de "La Tercera", a fines de mayo de 1974. De izquierda a derecha se ven: Soledad, Bibi, Elizabeth, María Angélica, Nieves, Raquel, Elba, Carolina en Isabel. Los dos varones son Eduardo y Carlos, quienes se hicieron carabineros.

El Teatro Ópera con los anuncios de las estrellas del Bim Bam Bum y el público repletándolo desde la entrada misma. Imagen del Fondo Julio Bustamante, publicada en el sitio Cultura Digital de la Universidad Diego Portales.

Isabel Ubilla presentando a su hermana Elba, en 1956. Imagen de la revista "En Viaje".

Elba Ubilla, la verdadera "Pitica", en revista "En Viaje" de 1957.

Isabel Ubilla, presentando ahora a su debutante hermana Carolina, hacia fines de 1957, en otra imagen de la revista "En Viaje".

Elba Ubilla y la artista húngara Katty Klamar, ambas del Bim Bam Bum, en la noche de Año Nuevo 1959, visitando la redacción del diario "La Nación". Las acompaña el reportero Enrique Taulis.

Aviso de principios de 1959 con Elba Ubilla formando parte del elenco principal del Bim Bam Bum. Publicado en el diario "La Nación".

Matrimonio de la "Pitica Chica"  Ubilla con Julio Felis Kaulen, hijo de Buddy Day, el 7 de diciembre de 1967, en imagen de la revista "Ecran". Atrás se ve a Day, a la izquierda, y el humorista Guillermo Bruce, a la derecha.

Raquel Ubilla retratada por la cámara de Alfredo Molina La Hitte en la década de los sesenta. Imagen publicada en Biblioteca Nacional Digital.

El maestro y director musical Buddy Day, creador del Bim Bam Bum, en la revista "En Viaje", año 1966.

Final de una revista del Bim Bam Bum, con parte de la platea a la vista. Imagen del Fondo Julio Bustamante, publicada en el sitio Cultura Digital de la Universidad Diego Portales.


 

Otra imagen de "Pitica" Ubilla en el diario "Las Noticias de Última Hora", enero de 1960.

Entrando en detalles, Isabel había sido seleccionada por el propio maestro Day, quien estaba a cargo del casting. Pudo debutar en la compañía ese mismo año inicial del Bim Bam Bum de 1953, usando un traje de monedas y bikini con el que enfrentó exitosamente ante el público la vergüenza y los miedos que  tanto la acosaron nuevamente en esos días... Todo esto sucedía aún sin enterarse de ello el conservadurismo de su padre, además, secreto que ocultó durante meses hasta que este lo descubrió y, nuevamente, la castigó con severidad, aunque también de forma inútil a esas alturas de su carrera que ya estaba en vías de segura consagración. Fue tan grave la reacción del papá Ubilla -como lo llamarían desde entonces, muy para su desagrado- que Isabel debió irse a vivir con su hermana María hasta un cuarto, arrendando en calle Biobío.

Ceñida a los protocolos jerárquicos del género revisteril y bataclánico, Isabel había comenzado atrás del cuadro artístico en las tablas, en tercera fila y como corista. Incluso le correspondió asumir tareas tales como ayudar a coser trajes y colaborar en el aseo antes de ir adquiriendo mayores jinetas artísticas. Desde su posición en el escenario fue aprendiendo especialmente de las refinadas argentinas, quienes lideraban adelante los shows dadas sus innegables ventajas de experiencia, profesión y hasta abolengos. Como se recordará, a la sazón las jóvenes venidas desde el otro lado de la cordillera sobresalían enormemente y conocían mucho mejor el oficio, consolidado ya entonces en su tierra: a diferencia de muchas chilenas que integraron las compañías revisteriles de entonces, ellas no tendían a ser de origen más bien modesto ni amateur, correspondiendo en muchos casos destacadas profesionales, actrices de teatro, bailarinas o cantantes.

Empero, la escultural y perseverante Isabel llegaría a ser la primera chilena en alcanzar un papel protagónico dentro de los cuadros de aquellos espectáculos, tras un arduo año de trabajo infatigable y de competencia feroz con las demás bailarinas; una tensión que, por momentos, se volvía realmente inmisericorde entre los egos y ambiciones del ambiente. Así, ya ubicada en un lugar seguro e influyente, a partir de su tercer año en el Bim Bam Bum la vedette criolla comenzó a llevar hasta el mismo escenario del Ópera a otras chicas del numeroso clan familiar, compartiendo con ellas el éxito, la atención del público y los flashes fotográficos... De esta manera, si Isabel quizá no fue la más famosa ni popular de las ninfas Ubilla durante todas las décadas en las que duró el brillo de esta casa real, definitivamente fue la que abrió el camino al resto.

Como parte del ascenso en las compañías tenía que ver, muchas veces, con simpatías de los directores o relaciones humanas y no sólo por los talentos propiamente dichos, Isabel reconocía también que debió haberse favorecido por su amistad con Marta Kaulen, la esposa de Day, y quien estaba encargada de todo lo relativo a las bailarinas en el Ópera, desde el vestuario hasta la estética. Por esto, a pesar de sus atributos y las virtudes en la profesión, las envidias y altanerías de las vedettes extranjeras en el mismo cuerpo de baile comenzaron a bullir con el veloz ascenso de la muchacha y no tardaron en aparecer los codazos y empujones, a veces en plenas presentaciones, al punto de hacerla terminar llorando en el camerino en más de una ocasión, según reconocía después. Se cuenta que los celos de las chicas platenses, particularmente, habían comenzado cuando se pidió a Isabel reemplazar a la entonces cotizada diva Susy Montrey mientras esta estuvo con licencia médica, ocupando así un puesto que era muy apetecido en todo el equipo femenino y en el que cumplió positivamente, ganándose así un lugar protagónico.

Los ataques y agresiones de sus colegas no cesarían después de aquella ocasión. Agobiada por las constantes provocaciones y los ninguneos de una de las artistas del elenco, entonces, cierta la creencia aseguraba que, durante una noche de aquellas, Isabel estalló en iras y terminó clavándole de un golpe en la cabeza a su mala compañera de trabajo cinco centímetros del taco aguja de uno de sus zapatos. La perforada terminó, así, en la posta de urgencias médicas: habría sido de la sexi bailarina Diana Monti, según la leyenda.

Con su nombre destacado en las marquesinas y carteleras, sin embargo, Isabel hasta comenzó hacer presentaciones afuera del Ópera, como en el Mon Bijou de Plaza de Armas y en el centro de eventos que tuvo antes Gath y Chaves, que se ubicaba en donde está hoy el edificio de la Galería España en Estado con Huérfanos, famosa tienda que iba a cesar operaciones cerca de esos mismos años. Con el tiempo demostraría también dotes empresariales, por cierto, y no sólo para actividades de corte vodevil o revisteril. Fue entonces cuando comenzó a pasar el mismo cetro a sus hermanas.

Contrariamente a lo que repiten algunos porfiados con una majadería casi pasmosa, Isabel nunca fue la famosa Pitica del clan Ubilla en aquellos años, sino su hermana Elba, segunda en esta misma lista de estrellas con el apellido debutando en los escenarios de la bohemia nacional. Estaba próxima a ser presentada en los espectáculos por la propia Isabel, convirtiéndose en su momento en la más famosa y recordada de todas las hermanas a pesar de no haber sido más bella que aquella, según decían los más leales a la pionera, ni haber prolongado por mucho tiempo su permanencia en la escena chilena.

Siendo más precisos, Elba Ubilla llegó al escenario del Ópera con sus grandes y seductoras caderas, auspiciada y promovida por su propia hermana mayor, en 1956. La propia Isabel se había encargado de vestir y arreglar apropiadamente a la debutante para ir con ella al teatro y mostrarla a los directores. Esto sucedía cuando la joven recién pasaba de los 15 años, para escándalo de muchos en aquel entonces y todavía más en nuestros días, si acaso sucediera algo así otra vez. En rigor, además, Elba era media hermana de Isabel: hija del segundo matrimonio de don César con doña Tránsito, aunque vinos ya que habían crecido todos muy unidos en el mismo grupo familiar de la casa de barrio Franklin.

Además de relucir sus equilibradas formas, Elba destacó por su mirada coqueta, labios encendidos, nariz respingada al estilo Bettie Page y una feminidad sin necesidades de amplificación extra, usando la mayor parte del tiempo un look de pelo más bien corto, curiosamente. De hecho, ella parece haber sido la primera del clan en hacerse un corte de chasquilla recta tipo flequillo sobre la frente, rasgo que se haría muy característico de otras Ubilla en los años que siguieron. Ya más experimentada en el oficio, además, sus presentaciones artísticas lograban seducir a los varones presentes hasta hacerles babear según lo que recordaban quienes la vieron, pues parece haber trabajado con bastante eficacia la virtud de la sensualidad.

Aunque ambas hermanas comenzarían a hacer también presentaciones en el extranjero no mucho después del debut de Elba en el Ópera, es indiscutible que esta fue la segunda en la secuencia de las Ubilla, a diferencia de lo que algunos han creído pisando las trampas de la escasa información disponible y la maleabilidad de los recuerdos. El gran salto internacional se dio cuando ambas vedettes consiguieron un contrato con el recién fundado Canal 4 América Televisión de Lima: mientras Isabel grababa dos discos en el mismo período, Elba se volvía la reina de la misma estación televisiva, por lo que lograron amasar una gran cantidad de dinero con el que estabilizaron sus vidas, iniciaron emprendimientos y pudieron apoyar a sus propios familiares en situación menesterosa.

El porqué la muy acinturada Elba acabó tomando el conocido pero extraño apodo de Pitica es otra historia con versiones contradictorias. La principal de ellas dice que el humorista Manolo González, muy dado a esos mismo escenarios, le habría colgado el singular sobrenombre. Otros, en cambio, aseguran que el creador del mote fue el periodista de espectáculos Osvaldo Rakatán Muñoz. El caso es que, como explicaba la propia Isabel, el apodo Pitica provendría de cierto parecido que algunos encontraban en la muchacha con el entonces ya célebre cantante Lucho Gatica, especialmente por la forma de la nariz, por lo "ñata": a Gatica le decían cariñosamente Pitico desde los tiempos de su niñez en Rancagua. Uno de los tantos cuentos que rondaron sobre las Ubilla sugería también que esta comparación no gustó al bolerista, sin embargo. Y, aunque la familia de Isabel ha deslizado en tiempos posteriores la especie de que ella tenía primero ese apodo antes de adoptarlo Elba, es claro que la prensa de espectáculos y las carteleras de revistas de entonces reconocían a esta última como la auténtica Pitica.

El mote de Pitica Ubilla facilitó el reconocimiento y recuerdo de Elba como la más conocida vedette del clan en esos momentos, a pesar de que su show era principalmente de baile emplumado en los inicios. Ya más consolidada en el escenario, incluso fue objeto de cierto grado de acoso por parte de los medios de prensa, siempre interesados en publicar fotografías suyas y entrevistas, o prenderle supuestos amoríos, en lo que equivale al Medioevo de la prensa rosa y farandulera nacional. Ni hablar de las rencillas y celos dentro del ambiente, de los que también sería objeto.

En poco más de un año, entonces, la carrera de la segunda Ubilla había quedado totalmente consolidada en el medio de los espectáculos chilenos, pasando también a roles de actuación en las revistas. Su éxito fue tremendo, de hecho, dejando pronto el hogar paterno y mudándose a una residencia del barrio alto... Distancia con sus orígenes que, a la larga, iría alejándola también de los lazos familiares, según todo indica. Ya en julio de 1957, no mucho después de su brillante debut y disfrutando de aquel rápido ascenso, la revista “En Viaje” la había elogiado de la siguiente manera en su sección de espectáculos:

Elba Ubilla ha llegado a ser, al año de labor, una de las principales figuras del ambiente deslumbrador de las candilejas que además de su interesante carita picarona, posee verdadera destreza y elegancia para sus papeles. ¡Todavía no cumple los 17 años, según dicen! Es parecida a la Leslie Caron; pero mejor que ella. Elba es admirada en el Bim Bam Bum y nos sentimos congratulados por sus crecientes triunfos.

Ascendiendo así tan velozmente también entre las coristas, Pitica en ocasiones debió reemplazar a actrices en algunas rutinas cuando se ausentaban de las funciones o si estaban con licencia, sobrepasando con esto el mero rol de danzarina o actriz extra. Este buen desempeño le significó ir siendo más reconocida y empinada, entonces, razón por la que no tardó en alcanzar la popularidad de su hermana y superarla según opinan testigos de aquella época. Las propias chicas Ubilla admitían que fue la más talentosa, elegante y valorada entre ellas, aunque Isabel, refiriéndose a sus finos modales y apariencias, reconocía a la revista "Paloma" -entre risas- que cuando invitaban a comer a Elba, ella “sacaba de la punta del plato, y después llegaba a la casa a devorar el refrigerador entero”.

"Pitica Chica" Ubilla relatando los detalles de su enfrentamiento con Carmen Saavedra, en "La Nación" del sábado 9 de agosto de 1969.
 

Raquel Ubilla en imagen que acompañó a la entrevista al clan de revista "Paloma" de noviembre de 1972. Fuente imagen: blog Folclore y Cultura Chilena de don Carlos Fernandois.

Bibi Ubilla en "La Nación", en octubre de 1969. En nuestra época, choca contra los escrúpulos el saber que la muchacha en sensual pose tenía sólo 15 años a la sazón, pero es evidente en la época había un relajo moral diferente.

La cautivante Elizabeth Ubilla, una de las mellizas del clan, en avisos de 1971 del cabaret Mon Bijou.

Raquel Ubilla en la revista "Paloma" de noviembre de 1972. Fuente imagen: blog Folclore y Cultura Chilena de Carlos Fernandois.

Imágenes de 1974 de Bibi  (en "Estreno", de "La Tercera") y Soledad (en aviso publicitario de la revista "El Último Upeliento", del Teatro Mistral).

Otras imágenes de las Ubilla, publicadas en el suplemento "Estreno" de "La Tercera" en mayo de 1974.

Isabel y Carolina Ubilla, ya más adultas, acompañadas por su anciano padre en 1972, en la revista "Paloma" de noviembre de 1972. Fuente imagen: blog Folclore y Cultura Chilena de don Carlos Fernandois.

Soledad Ubilla en imágenes publicadas en 1973 en el suplemento de espectáculos "Estreno", del diario "La Tercera".

Presentación de la compañía de Isabel, Bibi, Soledad y Nieves Ubilla en el Teatro Roma, en aviso del diario "La Tercera", suplemento de espectáculos "Estreno", mayo de 1974.

Las Ubilla en mayo de 1974, en el suplemento "Estreno" del diario "La Tercera": Bibi (izquierda, abajo), Violeta (izquierda, arriba), Isabel (derecha, arriba) y Soledad (derecha, abajo).

Bibi en su plenitud y en una fotografía de su infancia. Imagen publicada en 1974 por el suplemento "Estreno" del diario "La Tercera".

Nieves Ubilla en aviso publicitario del Tap Room de calle Bulnes, en "La Tercera", año 1971.

Si bien Elba no era actriz ni cantante como sí figuraba Isabel en su currículum de experiencias al momento de comenzar en los escenarios, la chica sí tenía estudios de perfeccionamiento de danza en talleres del Teatro Municipal, por lo que resaltó bastante en estas artes, incluso siendo más reservada y tímida que su hermana mayor. Esta virtud le permitió también asumir los papeles protagónicos desde el período 1958-1959, siendo una de las estrellas principales de toda la compañía y de su interminable seguidilla de obras revisteriles. Trabajaría en esos años con artistas nacionales y extranjeros como la nombrada Iris del Valle, Lidia Madelon, Maruja Ezquerra, Katty Klamar, Egle Martin, Chito Morales, Gabriel Araya y el propio director Retes, además del coreógrafo Oscar Happel, a cargo del mismo ballet al que pertenecía Elba.

Sin embargo, hacia diciembre de 1957 Isabel había presentado en los escenarios también a otra media hermana: Carolina Ubilla, la famosa Carola de esos tiempos. Como sucedió con Elba, ella tenía solo 15 años al iniciarse y, hasta entonces, había trabajado como empleada de una confitería, llegando sólo hasta sexta preparatoria en sus estudios. Era la tercera Ubilla en la serie artística y, a pesar de no ser de rostro lindo en los cánones generales de belleza, tenía algo seductor en su aspecto que no pasó inadvertido, así que su golpe de popularidad fue otro transito bastante rápido, reforzado ya por el apellido.

Carola había comenzado su carrera artística en el Teatro Princesa de Recoleta, hasta donde llegó la Compañía Picaresque del mítico empresario de espectáculos Ernesto Sottolichio. Isabel decidió sacarla de allí para que se incorporara al Bim Bam Bum y, cuando esta partió por segunda vez a Lima junto con Pitica, desde la misma capital limeña la mandó a buscar para que se uniera a ellas en tan exitosa racha. Sin embargo, las cosas no empezaron como Isabel esperaba, según comentó en la señalada entrevista de "La Tercera":

Dos periodistas peruanos nos acompañaron al aeropuerto a esperar a Carolina. Y esta nos hizo pasar la gran plancha. Se bajó del avión con un canastillo que me habían mandado de la casa. Me traía humitas, tomates y empanadas. Yo me quería morir. En mi casa pensaban que estábamos muriendo de hambre y que en Lima no había este tipo de cosas.

Lamentablemente para el orgullo profesional de la joven, por mucho tiempo Carolina debió cargar con el estigma de ser “la hermana de las Ubilla”, ya que Isabel y Elba eran mucho más populares. Esta marca, en no mucho tiempo, acabaría enfrentándola a la decisión de si su futuro continuaría en el país. Su paso por el Teatro Ópera había abierto las puertas de otros centros recreativos para ella, sin embargo, como el Club Pigalle y Club de la Media Noche, míticos locales de calle San Diego. Eran los años centrales de la más intensa bohemia y los espectáculos del Santiago clásico, además. Pero, a pesar de toda posible proyección en tierra natal, su apogeo sobrevino con un contrato que lograron entre ella y Pitica en la señalada temporada en Lima, volando así a México en donde Carolina fue madre y continuó trabajando por algunos años más.

Pasó un tiempo para que, hacia 1966, siguiera en la cadena de primeras hermanas la inolvidable y menuda Raquel Ubilla, quien fue conocida como la Pitica Chica con el beneplácito de algunos y la crítica de otros, particularmente de quienes encontraban que era muy diferente en talentos y habilidades a su hermana Elba. Esto último es lo que ha llevado a muchos a confundirla también con la “verdadera” y original Piticae. De hecho, cuando Elba se fue apartando de los escenarios nacionales en los sesenta, Raquel quedó como Pitica a secas en ciertas páginas de espectáculos e incluso las carteleras del Teatro Ópera, pese a no ser la original aunque siendo autorizada para ello por su hermana. Durante la década siguiente era formalmente presentada así en los avisos del Bim Bam Bum.

Para debutar a sus también tiernos 16 años y llevada a los escenarios por la Pitica grande, la fina muchacha decidió abandonar sus estudios en comercio y aprender raudamente las artes escénicas, de la misma manera que lo había hecho antes la propia Elba por consejo de Isabel. La bonita figura de Raquel no era la más cautivante de las hermanas, sin embargo, pues parece haber estado entre las más bajitas de las Ubilla, pero sus rasgos juveniles e indiscutible atractivo femenil la pusieron exitosamente en la atención de los nocherniegos y asistentes de los espectáculos del Ópera. Todo el atractivo físico de la enérgica e inquieta Raquel, por supuesto, iba a la par de sus talentos y de su probado desplante escénico. A pesar de que sus intenciones originales no eran dedicarse a la danza sino a la contabilidad, no tardaría de demostrarse como una extraordinaria bailarina innata y había quienes la estimaron la más sensual y bella de las cuatro primeras Ubilla, de hecho. Fue reconocida como una muy buena actriz de humor, además.

Echando cuentas, la primera etapa de la carrera revisteril de la Pitica Chica había sido corta aunque muy activa y popular: se enamoró  rápida y perdidamente de Julio Felis Kaulen, hijo de Buddy Day, quien había estudiado leyes en Uruguay y a la sazón era camarógrafo de Protel, contrayendo matrimonio ambos el 7 de diciembre de 1967. En una fotografía publicada por la revista "Ecran", cuando la pareja hacía abandono de la Iglesia del Patrocinio San José para dirigirse a la fiesta en Reñaca, aparecen Day y el humorista Guillermo Bruce junto a los felices recien casados. Los enamorados comenzaron otros emprendimientos y aventuras por el mundo a partir de entonces.

Empero, al fracasar ciertos intentos de negocios de la hermosa pareja en España, Raquel retornó a Chile para tener a su hijo y regresó al escenario del Bim Bam Bum por sugerencia del propio Felis, retomando sólo entonces su interrumpida carrera de luces y lentejuelas. Su perfecto estado físico y versatilidad todavía en los setenta le permitieron prolongar la vigencia por largo tiempo, actuando todavía en 1974 en obras de la misma compañía como "Amor al estilo chileno", junto a Tommy Davis y Maitén Montenegro. No obstante, salía a escena más recatada que antes, como ella misma observaba hacia mediados de aquella década, con un elegante show al estilo Broadway que, ya iniciados los años ochenta, incluía elementos de fantasía como un sombrero de copa. Más tarde, hacia inicios de los ochenta, la encontraremos actuando en scketches de la Alegre Compañía del comediante Mino Valdés, apareciendo con ellos también en televisión.

Con el apellido Ubilla completamente apuntalado en los escenarios de la revista chilena, entonces, habían seguido llegando otras hermanas a medida que crecían y eran arrastradas por el éxito de las fundadoras, tocando así el turno a las despampanantes y rompecorazones mellizas Elizabeth y María Angélica, esta última usando sólo el nombre Angélica Ubilla en los escenarios. Ambas eran de dulce aspecto y muy queridas en el Teatro Ópera desde los mismos años sesenta.

A continuación, vendría la voluptuosa, delgada y juvenil Bibi, cuyo nombre real era Lili según se recuerda, llegando a erigirse como otra de las mayores bellezas entre las hermanas y de las pocas que, como haría por entonces también Isabel, lució una cabellera rubia en muchas de sus presentaciones. Alguno testimonios hablaban también de una hermana Rosario, posiblemente la más quitada de bulla de las artistas de esta generación en caso de no haber correspondido a alguna de las ya nombradas, pues no tenemos claro este punto.

Cabe señalar que Bibi, con sólo 14 o 15 años y siendo la menor de la primera generación de hermanas, había amenazado con irse a trabajar al norte del país en 1969, pero las insistencias de sus admiradores la hicieron desistir y quedarse en el Bim Bam Bum de Santiago, según se informó entonces en páginas de espectáculos. Era presentada como "la escultura hecha mujer" y fue apodada Huracán Ubilla, mote creado por los reporteros de "La Tercera" saludando su versatilidad y audacia. Para el año 1974, aún soltera pero llena de pretendientes, era también la estrella de la compañía Humoresque en el tradicional Teatro Cousiño de calle San Ignacio, mismo que alojó por varios años al mencionado espectáculo Picaresque antes de emigrar al Princesa. Cuando la Pitica Chica volvió al Bim Bam Bum se presentaba con ella allí en noviembre de 1976, además, en la revista "Dos mellizos en apuros". Muy estimada en el ambiente según todo indica, Bibi fue otra de las integrantes del clan que permaneció por más tiempo vigente en los escenarios, incluso con algunas incursiones televisivas. Contando con estudios de canto, también sostuvo una cordial y amistosa "rivalidad" con su colega Maggie Lay, especialmente después de que esta ganara un torneo de vedettes realizado en 1981 en el Canal 11 de televisión (Teleonce, en esos años): "¡Que agradezca Maggie que no participé!", declaraba Bibi por esos años, en torno humorístico.

Finalmente y con toda seguridad podemos decir que fueron ocho las muchachas que se dedicaron directa y laboralmente en el género revisteril y el espectáculo entre la primera generación de hermanas Piticas o fundadoras y la segunda camada de Ubillas correspondientes a las tres hermanas menores, todas ellas ex residentes de la casa de Franklin... Y estaba escrito además que, cuando comenzara a menguar la actividad algunas de este grupo, vendrían las sobrinas a preservar el apellido en los espectáculos, pues el clan no paraba de crecer.

El alejamiento de algunas de las hermanas desde las carteleras nacionales tuvo ciertos componentes no profesionales, sin embargo, especialmente aquellos relacionados con las descritas hostilidades y territorialismos imperantes en el medio y que ya había sufrido Isabel al abrirle camino al vedettismo chileno. Fue algo con lo que la mayoría de ellas debió convivir siempre en el país, sospecharíamos. Hacia agosto de 1969, por ejemplo, la Pitica Chica había hecho noticia por un fuerte altercado con otra colega de plumas a la que llamó peyorativamente como la "media vedette", producto de las mismas envidias con las que debían lidiar constantemente las hermanas. Ya usando su cabellera larga y estando más madurita, sucedió que había sido empujada violentamente por la también hermosa artista Carmen Saavedra en el escenario Teatro Ópera, haciéndole caer sobre unos espectadores de la primera fila de butacas. Como ella ya había tenido problemas anteriores con la agresora, tuvo todas las ganas de denunciarla pero, al poco rato, desistió: estimó que el repudio de sus propias compañeras y del público en general en contra de Carmen eran suficiente castigo. Muchos hasta consideraron que todo fue un show publicitario, sin embargo.

Con el tiempo y casi al mismo tiempo en que iban abandonado la escena chilena las primeras Ubilla por aquellas y otras razones, vendrían así las nuevas chicas del clan correspondientes a primas y sobrinas, afortunadamente con un ambiente de trabajo más mesurado y sensato que el de esos otros tiempos. Estas nuevas divas tocaron la fama ya en una siguiente generación de vedettes nacionales, de hecho, desde fines de los sesenta e inicios de los setenta, más o menos, aunque todavía seguían apareciendo como novedad en carteleras y marquesinas de los años ochenta.

En aquel novedoso grupo, entonces, aparecerán en escena las hermanas Soledad, María Verónica, Nieves, Carmen y Anita. Las cinco eran hijas de Luis Hojas y María Victoria Ubilla (María Antonia, en ciertas fuentes), quien era otra hermana de Isabel y de las demás iniciadoras, aunque nunca se dedicó al medio artístico. De este modo, las nuevas artistas del clan siguieron usando el apellido materno para extender el luminoso legado.

De la nueva camada del clan parece haber destacado especialmente la hermosa y sensual Soledad, quien llegó a ser presentada como "la mejor de las Ubilla" y apodada el Ciclón Ubilla, como equivalente a Bibi el Huracán, con quien trabajaba en el cabaret Night and Day de calle Agustinas a inicios de los ochenta. Fue para muchos admiradores la más bella de todas, inclusive, compitiendo con la propia Bibi por este título entre sus seguidores incondicionales desde los años setenta. Su tía Isabel, en tanto, quien a la sazón reclamaba por los problemas del gremio como la falta de coreógrafos y teatros disponibles para las vedettes, solía acompañarla y apoyarla en todas sus primeras presentaciones todavía hacia 1980, cuando Soledad ya era parte también del elenco de artistas del restaurante La Ermita y otros espectáculos. Se definía a sí misma como muy "casera", tranquila, buena para hornear dulces y gustosa de las labores hogareñas. En cierta forma, las circunstancias la hicieron heredera natural de Pitica Ubilla, quien había comenzado a hacer temporadas internacionales causando sensación en Japón pero volviendo después al Bim Bam Bum, en los setenta, más o menos cuando Soledad ya se iniciaba en Chile.

Hacia el verano de 1974, además, había crecido la popularidad de Soledad no sólo por las presentaciones como parte de una compañía creada por Isabel, sino también por ser figura de una exitosa revista del equipo artístico El Emboque. Esta fue ofrecida desde el año anterior en el Teatro Mistral de calle San Diego, titulada de manera muy contextual al momento histórico y político "El último upeliento", de César Enrique Rossel. Con plumas o sin ellas, contando recién 18 años, Soledad tampoco tenía problemas con el topless en sus presentaciones de esos días. De hecho, a pesar de sus comentados encantos por la vida hogareña, ella era conocida también como la posiblemente más audaz y atrevida de todas: en 1981 confesó a reporteros del suplemento "Estreno" del viernes 12 de junio que acababa de filmar en secreto una película erótica con unos productores de los Estados Unidos que pasaron por Chile, probablemente de soft porno, aunque no se supo mucho más de esta aventura. Ese mismo año, además, había estado presentándose más o menos desde marzo con Isabel en la hostería Las Dos Puntas de calle Franklin 758, pleno barrio Matadero, durante un feliz retorno de la fundadora del clan a las pistas artísticas.

Su hermana Anita, en cambio, aparecía presentándose también como Any y llegó a ser muy conocida en la Night and Day en la segunda mitad de los setenta. Llamada en realidad Ana Luisa Ubilla, con 16 años y siendo aún estudiante de un liceo de Ñuñoa con aspiración de estudiar enfermería, había dado un brinco a la fama a mediados de julio de 1977, consiguiendo ser reclutada también en el Humoresque. Aunque destilaba méritos propios y era extraordinariamente sensual, entrevistada por el diario "La Tercera de la Hora" del sábado 27 de agosto de ese año ella admitía que llevar el apellido le facilitó las cosas en el ascenso a la fama. Soledad e Isabel la habían ayudado a dar los pasos necesarios para poder iniciar su carrera cuando comenzó en el Night and Day, además. Más tarde, en 1980, encontraremos formando parte de la parrilla de este mismo club a la ágil Bibi, mientras que Anita es ahora la revelación de la boîte La Sirena, al inicio de avenida Irarrázaval.

Raquel Ubilla y Julio Felis con sus hijos en imagen publicada por "La Tercera de la Hora" a inicios de noviembre de 1976.

Angélica Ubilla, una de las hermanas gemelas del clan, en "Las Últimas Noticias", diciembre de 1979.

Dos destacadas vedettes del clan después de la generación fundadora de las "Piticas": Soledad Ubilla en 1976 (imagen del sitio Símbolos Patrios Chile) y Bibi "Huracán" Ubilla, en 1980 (imagen del FB "Del 9 al 11", de una presentación televisiva).

Mireya (izquierda) y Nancy (derecha), ya en la última generación de las Ubilla. Imágenes publicadas por el diario "La Tercera de la Hora" en enero y septiembre de 1977, respectivamente.

La joven y bella Anita Ubilla hacia fines de los años setenta, en imagen publicada para embelesar a los lectores de "Las Últimas Noticias".

Anita Ubilla en imágenes publicadas por "La Tercera de la Hora" en agosto de 1977, suplemento de espectáculos "Estreno".

Anita Ubilla, ya a fines de 1979 en "Las Últimas Noticias". Era la menor del clan en esos momentos y muchos la consideraban la más hermosa de la última generación del clan familiar de artistas.

Las mellizas Elizabeth y Angélicas reunidas en enero de 1980 para presentarse en el sótano del Tap Room de calle Bulnes. Imagen publicada por el diario "Las Últimas Noticias" del sábado 12 de aquel mes.

Isabel y Soledad Ubilla en la hostería Las Dos Puntas de barrio Matadero, en marzo de 1981. Detalle de un aviso publicado en "La Tercera" hacia fines de aquel mes.

Bibi "Huracán" Ubilla, a la izquierda, cuando estaba presentándose en la boîte La Sirena, y Nancy Ubilla a la derecha, cuando estaba concursando en el Miss Desnudo Total del Tap Room, en imágenes publicadas en el suplemento "Estreno" del diario "La Tercera" a inicios de la década de los ochenta.

Bibi, Angélica, Nieves, Elizabeth y Soledad Ubilla en una nota del suplemento "Estreno" del diario "La Tercera" del viernes 27 de noviembre de 1981, cuando las artistas se presentaban en el Club Play Boy de la Portada de Vitacura... "Hay Ubillas hasta el año 2000", titulaba su autor, Pepe Donoso, tomando un comentario que le formulara Bibi durante la entrevista.

Bibi Ubilla en sus tiempos de "rubia", en el diario "La Tercera" del sábado 23 de mayo de 1981.

Nancy Ubilla cuando acababa de incorporarse al cabaret Tap Room. Imagen publicada en "Las Últimas Noticias" de enero de 1980.

Lo propio harían algunas hijas de Mario Ubilla, uno de los dos hermanos de las fundadoras, quienes también perpetuarían la luz artística de las mujeres de la familia sumando más nombres: Antonia, Nancy y Patricia Ubilla. Caso un tanto particular fue el de Nancy, por cierto: debutó con sólo 16 años en 1977, interesada en la danza y los bailes exóticos tras ver por tanto tiempo los ensayos de su tía Angélica, hasta que decidió imitarla con la aprobación de esta última. Su popularidad se disparó hacia septiembre de ese mismo año cuando realizó con ella la exitosa gira "Huracán de Estrellas" por el norte del país, especialmente en Arica e Iquique, junto con otros artistas como Los Baguales, Tommy Davis, Magaly Acevedo y Enrique Castel. Dicho sea de paso, Angélica se lució también en clubes como el África 2000, en la ciudad de Arica, donde sus hipnóticas caderas causaron sensación hacia mediados de 1980.

Cabe señalar que, aunque podía apoderarse con su jovial figura prácticamente de cualquier clase de ritmo, Nancy manifestó desde el inicio una especial inclinación por la música tropical y decidió hacerla así su especialidad en los escenarios. Aunque con el tiempo se iría alisando las greñas y rizos, parece haber sido la Ubilla de estilo y estética más "afro" dentro del clan, además de asomarse como otra de las más audaces. Esto se confirma cuando la encontramos compitiendo en el concurso Miss Desnudo Total, por ejemplo, evento que realizó el Tap Room durante todo febrero de 1981 y en donde estuvieron compitiendo también las esculturales vedettes Wendoley, Soraya Laferte, Eva Link, Brigitte, Paola Andrea y Gigi Amor. Nancy era una artista estable de la misma casa de espectáculos hacia aquellos años, por cierto.

Volviendo al caso de Nieves, esta destacaría en revistas como "El último tongo" de los mismos años setenta, siendo otra figura del Tap Room casi desde inicios de la misma década. Seguía muy activa y vigente cuando algunas de las últimas integrantes del clan se incorporaron a los escenarios capitalinos, además: Violeta y Pilar, otras hijas de María. Violeta, de hecho, actuó con la compañía familiar junto a Isabel, Bibi y Soledad, en la que también participaba Nieves. En 1977, además, Bibi era ya la estrella del Night and Day junto con su sobrina Anita, y ambas compitieron ese año en el concurso Miss Noche en el que también estaba clasificada su sobrina Nancy Ubilla. Anita ganó este certamen en 1979, sentándose así en el trono del Mon Bijou y recibiendo la corona de la reina anterior, su colega Viviana Zurita.

A principios de 1977, además, había debutado con sus 19 años una de las últimas integrantes que se conocieron del clan en el ambiente de las luces y cortinas: se llamaba Mireya Ubilla, otra sobrina de las hermanas fundadoras. De atractivos rasgos y perfecta figura, realizó su propia gira internacional a poco de haber comenzado a conocerse su nombre en las páginas de espectáculos, acompañando a Nieves Ubilla hasta Panamá, también en ese año, cuando esta retornó a la actividad tras un período de receso. Eran ya las exponentes finales de esta dinastía de talentos y bellezas.

En total, entonces, a mediados de los mismos años setenta unas 17 chicas de la nueva generación conformada por las sobrinas de las fundadoras estaban en condiciones de poder continuar con esa deslumbrante dinastía iniciada en 1953 por sus tías, aunque no todas las hermanas de cada familia decidieron tomar tales artes. A pesar de esto último, la cantidad de nombres que reunieron las Ubilla debutando en los escenarios en poco más de 20 años de la historia del espectáculo chileno, entre primeras, segundas y terceras, ha sido suficiente para engendrar toda clase de confusiones y enredos, incluso entre cronistas de prestigio.

En tanto, estando casada con el corredor de automóviles Teobaldo Díaz Retamales y después de haber hecho giras en las que incluso estuvo con  Nat King Cole en Lima, la respetada fundadora Isabel Ubilla había comenzado a jubilarse del rol de vedette paulatinamente hacia la década del sesenta, especialmente después de nacer su primer hijo. Esto fue gradual, según recordaban sus antiguos admiradores y como se verifica en sus apariciones durante los ochenta en los avisos de espectáculos, pues siguió haciendo presentaciones más recatadas que en sus años de juventud hasta poco después de alcanzar la madurez de la vida. En una ruptura con Díaz, sin embargo, se había ido de vuelta Lima y regresó por algún tiempo breve a las tablas, otra vez, aunque al retornar a Chile se reconcilió y había llegado así un segundo hijo, hacia fines de los sesenta.

Aunque los retiros parciales de Isabel habían tenido un último homenaje y despedida por parte de sus colegas, la llamada Primera del clan Ubilla y Reina de las Ubilla nunca se quedó quieta: había fundado su mencionada compañía propia para presentaciones en el Teatro Cariola y el vecino Teatro Roma, en calle San Diego, activa desde principios de los setenta. Ella se presentaba allí con Bibi, Soledad y Nieves, más otros artistas. Más tarde inició una empresa de taxis. Cabe señalar también que Bibi, Angélica, Nieves, Elizabeth y Soledad Ubilla todavía causaban furor a fines de 1981, cuando se presentaban juntas en locales como el Club Play Boy de la Portada de Vitacura. "Hay Ubillas hasta el año 2000", declaró Bibi a Pepe Donoso para un reportaje del suplemento "Estreno" del 27 de noviembre de ese año.

Isabel contrajo matrimonio otra vez en los noventa, ahora con un amor argentino tres décadas menor. Incapaz de dejar el oficio, grabó un disco tropical titulado “No avives giles” en 2000 y su última gran presentación “simbólica” fue en agosto de 2002, ya entrada en la tercera edad, cuando fue invitada para la revista “La abuela Francisca” en el Cariola, para celebrar medio siglo de carrera. Nunca dejó de ser una mujer enérgica y resuelta, como se aprecia.

Un dato curioso, sin embargo, es que desde los años sesenta Isabel había tomado parcialmente y después inscrito como marca propia el apodo Pitica de su hermana Elba y después usado por Raquel con permiso de esta última, como vimos. Esta acción causó ciertas tensiones y conflictos interiores en el clan familiar y abonó todavía más a las grandes confusiones que perduran al respecto, pues hubo un momento en que comenzó a presentarse artísticamente como Isabel Pitica Ubilla. El distanciamiento entre prácticamente todo el grupo de hermanas se vería acrecentado, además, porque muchas de ellas decidieron hacer o continuar sus vidas en diferentes partes del mundo, una vez que colgaron los concheros brillantes y los trajes con flecos sin volver a relacionarse con el medio artístico al que tanto aportaron antes.

Tristemente, sin embargo, Isabel había perdido en un incendio la mayor parte de su vasta y valiosa colección de fotografías, recortes de prensa, artículos y recuerdos de sus años dorados, incluyendo miles de regalos de admiradores reunidos en lo que fue toda una extensa vida artística, a pesar de sus varios intentos de retiro. El primer eslabón de esta dinastía de mujeres artistas falleció en febrero de 2022 a causa de un paro cardiorrespiratorio, ya rondando los 90 años y habiendo adoptado una vida solitaria, recluida en una pensión. Se cree que pudo haber tenido más edad, de hecho, pues ella contaba a sus familiares que la llevaron caminando a inscribirla. La noticia de su deceso fue informada por los medios de comunicación, pero señalándola imprecisamente como la original Pitica de las Ubilla y, en varios casos, acompañada de la imagen de otras hermanas como si fuera ella, especialmente con algunas fotografías de Raquel.

Elba, la auténtica Pitica, en cambio, después de su arrollador éxito en tierra natal y de abrir sus velas en el extranjero, se dejó llevar otra vez, y ahora sin regreso. Habiendo causado furor en la bohemia limeña, en esta aventura se había enamorado perdidamente de un acaudalado empresario ecuatoriano con el que contrajo matrimonio, estableciéndose en Ecuador. A pesar de algunas andanzas más por escenarios internacionales, acabó retirándose para siempre de las tablas y de las noticias. Se la recuerda hasta hoy como una mujer de enorme cultura y lectora voraz, por cierto, aunque se fuera alejando también de su familia casi con la misma determinación que lo hizo de las plumas, lentejuelas y mostacillas, para lamento de quienes fueron sus muchos admiradores. En la práctica, entonces, desapareció por completo del medio artístico.

Carola, por su parte, no actuó mucho tiempo más en Chile, pues buena parte de su carrera la hizo en el extranjero tras el señalado viaje a Perú y luego emigrando a México. En parte, se había marchado decepcionada por lo que sentía un poco reconocimiento a su trabajo, según se dijo entonces, eclipsada por la popularidad de sus hermanas. Contrajo matrimonio con el venezolano Pedro Sánchez, con quien tuvo un hijo; y aunque su relación terminó en pocos años siguió viviendo en Caracas y haciendo presentaciones importantes allá como anunciadora de la boîte Chez Martínez. Continuó combinando sus talentos de baile con actuación y comedia, además, volviendo a Chile sólo ocasionalmente. De acuerdo a los testimonios que sobrevivieron sobre Carola en aquellos años, parece que sus rasgos que acá no resultaban tan encantadores allá en Venezuela fueron tomados por exóticos y atractivos para el público extranjero, para su provecho.

Raquel, en cambio, perduró en vigencia artística por varios años más, favorecida por su hermosura y menor edad. Abriría con su esposo un club de shows revisteriles y dramáticos en el Teatro Providencia, en 1989, aún usando con autorización de Elba el título de Pitica y como lo venía haciendo desde fines de los sesenta según ya vimos, pues sabía que había pasado a la historia del espectáculo nacional compartiendo tal apodo que ahora quería disputar Isabel. La tragedia la golpeó cruelmente, sin embargo, al enviudar en traumáticas circunstancias cuando fue asesinado su marido en un extraño asalto armado al teatro, en 1996. Ese mismo año, además, había muerto su hermana María, quien seguía en una vida familiar y ajena a la luz pública.

Seguramente, hubo un tiempo en el que parecía imposible que la experiencia profesional de las vedettes chilenas superara a las célebres argentinas, brasileñas y de otros gentilicios que habían comenzado a repletar tanto o más que antes el ambiente revisteril de los sesenta, empezando por el propio espectáculo del Bim Bam Bum. Empero, la incipiente caída del género hizo emigrar a muchas de las bailarinas -antes aplaudidas y colmadas de admiraciones- hacia opciones más deslucidas en donde exhibir sus artes. Documentos gráficos publicados por esos años, por ejemplo, mostraron a alguna de las integrantes del clan Ubilla, una de las mellizas, haciendo desnudos en el cabaret Mon Bijou, lejos ya del glamur de antaño. Creemos que era Elizabeth, pues trabajó allí en los años setenta, aunque es cierto también que ambas hermanas tuvieron temporadas en el establecimiento todavía hacia inicios de los ochenta y fueron recordadas como otras de las Ubilla más audaces en sus números artísticos. Angélica, de hecho, incluso había sido representante del mismo cabaret en el concurso Miss Noche 1977, realizado a fines de ese año. En enero de 1980 se habían reunido ambas otra vez para actuar en el Tap Room de calle Bulnes, por petición directa de su dueño Pancho Ballesteros. Por esos mismos días, Nancy se sumaría también al elenco de su cabaret.

De las mellizas se sabe que María Angélica contrajo matrimonio con el empresario Armando Canales, por entonces el dueño del bohemio American Bar de Valparaíso, dedicándose al hogar ya lejos de los escenarios. Elizabeth, en cambio, nunca se consideró a sí misma una vedette propiamente tal, sino más bien bailarina y artista escénica, permaneciendo largo tiempo en soltería y viviendo con su padre en la misma casa familiar del barrio Franklin. Se decía en el mismo vecindario que ambas mellizas estaban viviendo en el puerto hacia fines de esa década o inicios de la siguiente, también totalmente ajenas ya a las candilejas, aunque no tenemos plena certeza de este dato.

La descrita debacle de la actividad en las salas ni siquiera logró ser amortiguada con el arribo de las vedettes a la televisión abierta, buscando cobijo en programas como “Sabor Latino” de Televisión Nacional de Chile en 1981. Ocasionalmente, sin embargo, por las pantallas chicas pasaron Pitica, Raquel, Soledad y Bibi, entre otras del numeroso grupo que fueron invitadas a programas especiales. Bibi hizo también importantes presentaciones en eventos de aquellos años y algunas de su clan participaron en versiones de la Teletón, además.

Mas, el ocaso del ambiente nocturno fue inevitable y acabó por dejar atrás la misma época de las Ubilla con brillantes perlas sobre los escenarios nacionales… No es coincidencia que el Teatro Ópera cerrara en 1986, además, poniendo fin a una escuela en la que calificaron figuras notables como Wendy, Taty Segura y Peggy Cordero. Perseverando en su profesión, una de las últimas presentaciones con el apellido parecen haber sido de Soledad, Nieves y Anita Ubilla: algunas estuvieron en un homenaje del show “Viva la Revista”, destinado a recaudar fondos para paliar las complicaciones de salud del humorista Carlos Helo, en 2005, y en presentaciones de dobletes realizadas en La Florida y Quinta Normal durante el año siguiente. Fueron parte de los últimos aplausos recibidos en vivo por integrantes del épico clan Ubilla.

Muchos nudos, equivocaciones y leyendas de luz y de sombra se cuentan sobre el ayer envidiado y a la vez halagado clan Ubilla. Esperamos no haber caído en alguna de ellas para esta reseña, por supuesto, ya que la información dispersa se convierte en una verdadera olla de grillos, por momentos. El hermetismo y las distancias de toda medida que mantuvieron las sobrevivientes del mismo clan, así como muchos de sus propios descendientes, también ha fertilizado el campo para fantasías y errores; unos inocentes y otros malévolos... Como sucede en toda leyenda, es preciso insistir.

Pero, tal como admitiera alguna vez la veterana show-woman Maggie Lay, todas las vedettes chilenas que siguieron a aquel clan estaban inspiradas por las Ubilla, de manera confesada o secreta... Y es que su recuerdo pertenece ya más a garbo del mito sobreviviente que a la realidad certificada: una memoria mágica, seductora, concerniente a la gran historia del espectáculo y sus perdidas noches de oro en Chile. ♣

Comentarios

  1. Fui testigo de la bohemia porteña por allá por los años 1966 a 1968, trabajando cómo " copero" y otros rubros en restaurantes y Boites del gran Valparaiso de antaño...Restaurante " La Bahía", Calle Bustamante, American Coffee, Calle: Lord cochrane y en el Mítico: American Bar "Su Casa".
    También trabajé en famoso: Club Play Boy Las Conejitas de calle Serrano bajos del restaurante "La Nave, lindos recuerdos de mi juventud ahora con 74 años, solo me queda el recuerdo y la nostalgia de una vida de noctámbulo.

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