Propaganda para el período inaugural del local de El Pollo Dorado en el sótano del Edificio La Quintrala, a principios del año 1956 (diario "La Tercera de la Hora"). Nótese la calidad de los artistas invitados, entre los que están el maestro cuequero Segundo Guatón Zamora y la Orquesta Melódica del Bim Bam Bum.
En
el subterráneo del Edificio La Quintrala, en Agustinas 881 y Estado 215, un gran
eslabón dinástico se instaló en los bajos de su galería comercial: El
Pollo Dorado, establecimiento que dio inicio a la mejor y más recordada época de aquel espacio
bajo el suelo de Santiago. El nombre de este conjunto rememora la presencia de la
casa de la temida Quintrala, doña Catalina de los Ríos Lisperguer, en
esta misma esquina en el siglo XVIII, cargándolo de leyendas oscuras que han perdurado hasta nuestros días.
Hay un poco de confusión en la literatura que atiende el caso del boliche, sin embargo, confundiendo su ubicación original con la que tuvo posteriormente. En “Historia social de la música en Chile. 1950-1970” de Juan Pablo González Rodríguez, Oscar Ohlsen y Claudio Rolle, se señala lo siguiente:
El restaurante de turismo El Pollo Dorado, del empresario Salomón Tecla, se inauguró en 1949 en el Pasaje Imperio, de Agustinas con Estado, en el subterráneo donde funcionaba la boite El Sótano de la Quintrala desde 1942.
El periodista de espectáculos Osvaldo Rakatán Muñoz, por su parte, había confirmado también que El Pollo Dorado estuvo “primero en un subterráneo de la calle Agustinas, pero después tuvo que correrse hacia la misma calle, pero haciendo esquina con Estado”.
En efecto, el primer lugar que ocupó el recién fundado Pollo Dorado fue el que acababa de dejar ese año de 1949 el famoso Sótano de la Quintrala, conocido también como la Boite La Quintrala, en donde estuvo el antiguo pasaje y locales comerciales del Teatro Imperio. Esto era en la dirección de Agustinas 867. La creencia popular decía que el sector original de aquellos subterráneos en la manzana, hoy divididos entre la Galería Imperio y el Edificio La Quintrala, habían reutilizado los que estaban en la propiedad de la célebre Catalina de los Ríos, y de ahí el nombre que tenía el establecimiento anterior.
Se había anunciado su llegada al ex Sótano de La Quintrala durante ese mismo año, y Rakatán informa que iba a ver en persona los progresos de su construcción junto a don Salvador Salomón, el “baisano” como lo recordaba con cariño Hernán Millas, quien comentaba en medio de las obras: “Aquí en este mismo lugar tenía su reducto la famosa Quintrala. En estos mismos subterráneos azotaba a los negros y realizaba sus conjuros”. Esta leyenda acompaña hasta ahora a aquellos espacios de la ciudad colmados de varios misterios e historias fantasmales, curiosamente.
El primer dueño de El Pollo Dorado era don Mario Fiora del Fabro, ligado a una sociedad propietaria con Salomón desde creado el establecimiento. Destacaron en el lugar los maîtres René Moreno y Amado Sáez, este último hombre de confianza del jefe, tanto como para haberlo llevado a Buenos Aires cuando fundó allá también un famoso Pollo Dorado que intercambiaba artistas con el local de Santiago. Parte de la animación del negocio iba por cuenta de la compañera de Fiora, una artista apodada La Pollita Dorada, cantante que fue acompañada por las guitarras del Flaco Silva y Chito Bobadilla.
En aquellos primeros tiempos era frecuente encontrar algunos pequeños avisos de prensa de El Pollo Dorado ofreciendo sus pollos asados y "menudencias frescas de pollo, todos los días", señalando al ex local de La Quintrala como referencia orientadora para el público interesado. A la sazón, tenía también una sucursal en Providencia 1148, casi enfrente de la plaza del Liceo Lastarria. Esto induce a pensar que se trataba más bien de un expendio de con cocina y comedores de carne de ave tipo asaduría, que no mucho después afianzaría con mayor énfasis sus características de boîte y cabaret con las que se consolidó como negocio.
Tal como lo había hecho antes en el desaparecido negocio La Quintrala, además, Radio Prat realizaba transmisiones desde aquella bohemia primera sala subterránea de El Pollo Dorado, como el programa de audiciones titulado “Caravana Musical” de martes jueves y sábados. A principios de los cincuenta, participaban en aquella transmisión varios artistas del establecimiento como Enrique Salinas, Gabriela Ramos, Marujita Ravanal, Roberto Vignola, Bruno de Franceschi, Livio Bandinelli, Julio Gutiérrez, Ricardo Morán, Guido Orellana y Jorge Lambie, según consigna con imágenes la revista “Ecran” de inicios del año 1952.
El humor, en tanto, iba por cuenta de Manolo González, Carmencita Ruiz y Eliana Moraga. Se presentaba con ellos el espectáculo de Cantares de Chile con el Negro Maldonado, Mirtha Carrasco, Los Huasos Andinos, Gloria Sánchez, Alejandro Lira, Silvia Infantas y Los Cóndores, el conjunto Los Americanos dirigido por Sergio Astudillo y los colombianos Hermanos Ferreira. Y agrega Rakatán:
Entre los baterías se hizo famoso el gordo Eduardo Pulido, que era bombero de la 8ª y entre sus adicionistas, el caballeroso Enrique Landeta, que laboró junto al gordo Salomón entre 1965 y 1970.
Su más recordado animador fue el valdiviano Enrique Fernández Navarro, otro de los personajes más icónicos de aquella época brillante en la historia de la intensa bohemia nacional.
Al romperse la alianza entre Fiora y Salomón, este último había quedado como patrón general de El Pollo Dorado. Sin embargo, Rakatán había escrito también que, pesar de los esfuerzos y la calidad del espectáculo, problemas del negocio lo llevaron a morir “silenciosamente, sin pena ni gloria, en 1953”.
Al respecto, parece haber otra confusión de fechas y continuidades, porque es claro que El Pollo Dorado reaparece en todo su esplendor a inicios del 1956 en un subterráneo exactamente vecino al que ocupó en el Pasaje Imperio, ahora en los bajos del recientemente terminado Edificio La Quintrala, que se levantó justo en la esquina de Estado con Agustinas y también sobre parte de los míticos sótanos de la propiedad de la Quintrala y la propiedad que habría pertenecido a su familia en tiempos coloniales. Este regreso puede verificarse perfectamente en su publicidad y la prensa de espectáculos. Según parece, el local mantuvo su característica decoración o parte de la misma, traída desde el sótano anterior, a solo pasos de ahí.
El Edificio La Quintrala había sido levantado a inicios de los cincuenta y sus espacios puestos en venta en 1952. Para esto, se había demolido parte del lugar que ocupó un antiguo inmueble de la esquina, iniciando el proyecto de la Sociedad Inmobiliaria San Martín S.A., ejecutado con planos del arquitecto René Aránguiz Saravia. Los inversionistas tuvieron la idea de bautizarlo homenajeando a la temida Quintrala dada la fama que ya tenía el lugar, naciendo con puestos para locales de su zócalo, en una galería interior en forma de L con entrada por ambas calles, más un desaparecido pequeño cine subterráneo y un restaurante.
El espacio que vino a ocupar El Pollo Dorado en 1956 era, precisamente, el que utilizó aquel fallido cinematógrafo en el local 4, ahora con capacidad para 250 personas en sus mesas, aproximadamente. La inauguración tuvo lugar el jueves 5 de enero con un "Gran Machitún" celebrado "desde las 19 horas hasta donde tope", según los anuncios. Con ocasión de este cambio, además, por los periódicos y revistas se dio aviso de los “almuerzos económicos” del nuevo Pollo y una cartelera de buenos artistas inaugurales: el Segundo Guatón Zamora con su acordeón, Alicia Aliaga, el cuarteto Danubian Boy’s, el regreso de Bobadilla y la participación de la Orquesta Melódica del Bim Bam Bum, pues su director Buddy Day siempre mantuvo cierta cercanía con este establecimiento.
El
traslado del restaurante y boîte había coincidido, además, con el período de
construcción de la Galería y Edificio Imperio, inaugurados por el año anterior,
así que el cambio de la cuadra junto a la Iglesia de San Agustín fue radical,
llevándose también al antiguo subterráneo que había pertenecido al anterior
boliche del Sótano de La Quintrala y al primer Pollo Dorado, ahora con casa
nueva.
El plato principal de la casa seguiría siendo por décadas el llamado “pollo dorado” que tomó el título de la casa, asado delicadamente con alguna receta secreta y acompañado de una gran cama de ensaladas. Resulta imposible no asociar esto con la misma comida que había usado La Quintrala original en una de sus fechorías: un pollo asado, para dar muerte a su padre tres siglos antes.
De postre, típicamente chileno, estaba el mote con huesillos enfatizando ese dominante aire criollo de perfil turístico, incluida su decoración con aspecto escenográfico. Los trajes de mozos también evocaban al costumbrismo por entonces, alguna vez vestidos como trabajadores del campo.
Vistas antiguas de la que había sido una vieja casa colonial en donde estuvo la residencia de La Quintrala, esquina hoy del Edificio La Quintrala. A este sector del cruce, en los tiempos de doña Catalina, los santiaguinos le llamaban con apodos tales como la Calle de la Muerte. Se cree que ella estaría sepultada en algún lugar dentro del templo.
Izquierda: avisos publicitarios de la venta de locales y oficinas en el Edificio La Quintrala, publicada en "El Mercurio" en noviembre de 1952. Derecha: vista del Edificio La Quintrala y la Iglesia de las Agustinas en los años ochenta. Fuente imagen: colección fotográfica de Iglesias de Santiago.
Aviso de La Quintrala en "La Nación", marzo de 1943. El local estaba en los bajos de la antigua Galería Imperio y ocupaba el mismo espacio en donde fue fundado después El Pollo Dorado.
Izquierda: los primeros avisos de El Pollo Dorado, antes que adoptar sus rasgos especialmente nocturnos y de espectáculos en vivo. Caluga publicitaria de noviembre de 1949 en "La Nación". Derecha: artistas de la primera generación de El Pollo Dorado en la audición de "Caravana Musical" de Radio Prat, en revista "Ecran" de diciembre de 1953: Enrique Salinas, Gabriela Ramos, Marujita Ravanal, Roberto Vignola, Bruno de Franceschi, Livio Bandinelli, Julio Gutiérrez, Ricardo Morán, Guido Orellana y Jorge Lambie.
El Pollo Dorado cuando recién ocupaba el ex Sótano de La Quintrala, en "La Nación": otro aviso de noviembre de 1949 y un encuentro de funcionarios del Laboratorio de la Policía Técnica en marzo de 1950.
Anuncio de enero de 1956 avisando de la reinauguración del jueves 5 de aquel mes en el nuevo local, en páginas de "La Nación".
La peculiar orquesta de celebración del segundo aniversario de El Pollo Dorado en los bajos del Edificio La Quintrala, en fotografía de la revista "Ecran", enero de 1958: Alfredo Lieux, Amado Sáez, Guillermo Salomón, Jorge Fernández, Carlos de la Sotta y el patrón Salvador Salomón.
El célebre y popular dúo humorístico Los Perlas presentándose en El Pollo Dorado, en fotografía publicada por la revista "En Viaje" de 1961.
Recorte de diario con publicidad para El Pollo Dorado, hacia 1960. Imagen publicada en el grupo FB Documentos y Joyas del Folclore Chileno.
Publicidad para El Pollo Dorado en la revista "Topaze", del 20 de abril de 1962. El aviso invita a celebrar el regreso a Chile del cardenal Raúl Silva Henríquez. Era tal la popularidad del restaurante en aquellos años que ni siquiera necesitaba señalar su dirección.
El ambiente artístico en El Pollo Dorado era de cuecas y tonadas de todo tipo y factura, desde las refinadas hasta las más originarias, urbanas y huasas, aunque ajustadas al ambiente más pulcro que el de chinganas o fondas. Los bailables se hacían con las orquestas típicas fijas, aunque en el segundo aniversario de su llegada al subterráneo se improvisó –como humorada- un conjunto especial para la celebración conformado por propietarios y personal directivo del establecimiento, en 1958: Alfredo Lieux en piano, Amado Sáez en pandereta, Guillermo Salomón en maracas, Carlos de la Sotta en guitarra, el mismísimo Salvador Salomón en batería y Jorge Fernández en voz.
Las actividades en su nuevo cuartel fueron tan prósperas que, en esa misma ocasión, los dueños anunciaron a la prensa de espectáculos la pronta apertura de un nuevo Pollo Dorado en la ciudad de Lima y la ampliación de la cartelera en Santiago. El folclore estable e irrenunciable se alternaba con artistas de nivel internacional y, para el año siguiente, tocaba en vivo la Orquesta de Rosebranca durante las fiestas allí celebradas.
Por todas
aquellas buenas razones, el señor Salomón solía decir con soberbia que su local era el
único en Chile donde no se debía esperar hasta el 18 de septiembre para bailar
cueca… Y así, después que la cantante española Lola Flores pasara también por El
Pollo Dorado de visita en Chile, en 1960, comentaría a “Ecran”: “Los chilenos tienen
algo muy bonito: la cueca, que me gusta, porque se parece a la bulería, aunque
la cueca es un poco más lenta. La otra noche me tocó aplaudirla en el ‘Pollo
Dorado’”. Muchos viajeros se enteraban de su existencia allí, precisamente.
También se produjo un disco con temas tradicionales de los artistas más estables del club, titulado “Una noche en El Pollo Dorado”, de 1963 y con sello de RCA Victor. Participaron en él María de los Ángeles y Los Camperos, el Dúo Rey-Silva, Los Labradores, Gloria Sánchez y Los Colchagüinos, Las Morenitas (Petronila Salinas, Laura Yentzen e Isabel Fuentes), el dúo Los Perlas, Mario Aillón, Las Guainas y la agrupación artística ad hoc Cantares de Chile y de América.
Siempre hubo una curiosa y beneficiosa relación entre los establecimientos con perfil de boîte, como este, y las industrias de la radio y la discografía. El intercambio de artistas entre tales áreas era permanente y dinámico, no siendo una excepción el caso de El Pollo Dorado. Pasaron por allí otros artistas de la talla de Silvia Infantas y Los Baquianos, la musicóloga Clarita Solovera, Carmen Ruiz, los Hermanos Campos, la Negra Linda Esther Soré, Lucho Bahamondes, la agrupación Fiesta Linda, los Hermanos Silva y Hernán Arenas… Debutaron también revelaciones como el joven grupo Los Puentealtinos y Lina Cortés, con las requeridas cuecas. Creciendo su fama para el sector turístico, además, parece haber sido en este boliche en donde nació la costumbre de colocar banderas señalando la nacionalidad de los grupos que ocupaban cada mesa como una suerte de homenaje, en práctica allí cuanto menos desde 1958.
En septiembre de aquel año, Marcia Scantlebury había escrito lo siguiente sobre El Pollo Dorado para revista "En Viaje", bajo el título "Para disfrutar 'a la chilena'":
Folclore chileno. Cuecas, cachimbos y resfalosas están siempre presentes en el Pollo Dorado. Noche a noche, de 9 a 5, desde hace 25 años, siempre con el mismo dueño y la misma decoración. -Es el único lugar turístico donde se baila cueca, desde el 1° de enero hasta el 31 de diciembre- afirma Salvador Salomón, su dueño. Al Pollo asiste todo tipo de público, especialmente turistas. Para ellos hay un plato especial, se llama "Pollo dorado", precisamente. Pero antes, el aperitivo de la casa: un trago a base de ron y servido en una naranja con su respectiva pajuela.
Los porotos y platos típicos chilenos no tienen cabida en el "fogón de la chilenidad", por el carácter nocturno del local y lo contundente de la comida criolla.
Su aspecto, mezcla de fonda y casa de campo, con sus murallas de piedra y vigas a la vista, resulta acogedor, y rápidamente, el turista entra en confianza. Frecuentemente los gringos, animados por los chilenos incorporados y las burbujas de champagne, terminan bailando cueca a "pata pelá". No faltan los números internacionales, pero la cueca es allí la diosa, madre y señora. Del Pollo Dorado han salido muchas figuras famosas, como los Cuatro Hermanos Silva o Silvia Infantas y los Cóndores. Y han pasado como espectadores, otras tantas. Entre ellas, Hugo del Carril y Libertad Lamarque. Pero "la gran noche" tuvo lugar el día de la visita de Robert Kennedy. Ese día las banderitas chilenas se mezclaron con las del tío Sam, y el día en que murió el senador, las corbatas negras de los garzones, tenían algo que decir.
Un día de 1961, tras haber sido aprobado y contratado por el sello Odeón, el maestro bolerista Luis Alberto Martínez, posterior celebridad en la escena bohemia de Valparaíso, llegó a pie, desorientado y casi por casualidad hasta El Pollo Dorado, cargando una gran angustia: a pesar de haber logrado firmar con la discográfica, esta le había dado un plazo casi absurdo para armar la orquesta de estudio. Martínez contaba con solo un par de días para buscar a los músicos que quisieran acompañarlo en la grabación de sus primeros temas al alero de la compañía, entonces. De este modo, tras pasar un rato en el local y lograr entrevistarse con la orquesta estable del mismo, pudo reunir su equipo y partir de vuelta a cumplir con su recién firmado contrato.
Entre los eximios músicos del grupo allí reclutado por Martínez estaban los maestros Valentín Trujillo al piano y Arturo Giolito en percusión, ambos forjando aún por entonces sus leyendas en el medio de la música popular. La cantante Luz Eliana participó también de los coros de este primer trabajo de Martínez para Odeón, publicado ese mismo año.
Presentación del dúo folclórico Rey-Silva en El Pollo Dorado, años sesenta. Fuente imagen: colecciones digitales de Pedro Encina, Flickr de Santiago Nostálgico.
Publicidad de "El Pollo Dorado" en el periódico "Mundo Árabe", 1 de agosto de 1966.
Publicidad para El Pollo Dorado en la revista "En Viaje"
de febrero de 1970. Esta imagen fue usada en varias ocasiones a lo largo del registro publicitario del establecimiento y era un cuadro que formaba parte también de su decoración interior.
Antonio Felis Peña, el maestro Buddy Day, celebrando un cumpleaños en El Pollo Dorado. Fotografía de Julio Bustamante Sotelo. Fotografía de las colecciones de imágenes históricas de la Universidad Diego Portales (sección Cultura Digital).
Interior de El Pollo Dorado, en imagen de RCA-Victor, 1967. Tomada de la memoria "Localización y percepción espacial de la bohemia santiaguina. 1950-1970", de Pedro Antonio Pino Troncoso.
Imágenes interiores de El Pollo Dorado en 1968, en el filme "Ayúdeme usted compadre". Puede observarse su recargada decoración costumbrista.
Izquierda: acceso al subterráneo de La Plaza de las Agustinas. Derecha: las puertas decorativas tras las cuales estuvieron alguna vez unas pretendidas galerías que conectaban con la Iglesia vecina por debajo de la calle Agustinas, según la leyenda. Imágenes del año 2005, aproximadamente.
Vista general del salón de La Plaza de las Agustinas, que antaño fuera de El Pollo Dorado.
Izquierda: el actual del Edificio La Quintrala, en la misma esquina de Estado con Agustinas junto al templo. Derecha: comedores de la Plaza de las Agustinas. Ambas imágenes de 2005, aproximadamente.
A
la música estable, además, se sumaban los destacados comediantes de la noche
capitalina como González, quien ya era número habitual del lugar, y sus colegas Carlos
Rayero, Carlos Helo y Alejandro Lira. Varios de ellos emigraron después a la
televisión, especialmente en los años de crisis y caída de la vida nocturna. La magia en
vivo, en tanto, llegó con las presentaciones del entonces muy joven ilusionista y
prestidigitador Enrique Hidalgo, alias el mago Ling-Fu, quien también continuó su carrera en medios televisivos.
En los años sesenta El Pollo Dorado gozaba aún de una envidiable popularidad, siendo el
gran lugar de las celebraciones en la capital. La fama del club era tal que, a
veces, ni siquiera necesitaba señalar su dirección en la publicidad: como en el
caso del Casino del Cerro San Cristóbal o el Portal Fernández Concha, todos los bohemios y adictos a la diversión lo conocían y
sabían llegar. También aparece en escenas del filme chileno "Ayúdeme usted compadre" de Germán Becker Ureta, en 1968, particularmente con una escena de Los Cuatro Cuartos seguida de la presentación de Los Perlas en su escenario.
Tras la muerte del señor Salomón, sin embargo, El Pollo Dorado había quedado en manos de su viuda, Tina Siciliano, compartiendo dirección y responsabilidades con su socio Marco Palacci. El negocio contaba con la valiosa colaboración del administrador Joaquín Segura, quien había tenido en sus manos también al club El Parrón.
A esas alturas, la chilenidad y la fiesta habían sido suficientes para apagar el dominio de espíritus y espantos coloniales que, como se ha dicho siempre, intentaban asustar y erizar pelos dentro del local. Si el fantasma de doña Catalina de los Ríos seguía rondando por allí, acaso lo hacía acaso bailando un pie de cueca. Entre muchas otras historias fantásticas y espeluznantes como las de apariciones y espectrales gritos “de mujeres torturadas”, el edificio carga también con el estigma de haber sido el lugar en donde encontró la muerte el periodista Tito Mundt, otro cliente frecuente de las mesas de El Pollo Dorado. En efecto, fue conocido el inaudito accidente del famoso cronista y Premio Nacional de Periodismo 1956, cuando cayó trágicamente al vacío desde el club y restaurante Sportsmen, que aún existe en lo más alto del edificio, el 10 de julio de 1971.
Entrando en detalles, el Sportsmen se había caracterizado por mantener un exigente machismo en su fraternidad (más mito que realidad, sin embargo) y por un hermetismo que prácticamente hace un misterio lo que suceda y exista detrás de la puerta de acceso al club, fundado el 6 de septiembre de 1912 por Ricardo Lyon, presidente del Club Hípico de Santiago, con un grupo de amantes de la hípica desprendidos del Club de la Unión, mudándose más tarde al Edificio La Quintrala. Una tarde, pasado de copas, Mundt había comenzado a hacer piruetas allí, a modo de “ejercicios” en una ventana con balcones y toldo de la terraza a 12 pisos sobre la calle, precipitándose de un momento a otro en esta absurda demostración. Un retrato del periodista lo recuerda desde entonces dentro del establecimiento.
Todo parecía prometer un largo y esplendoroso futuro para los soldados de la celebración nocturna en el Edificio La Quintrala, en cuyo sótano se realizaban grandes encuentros gremiales e institucionales, por lo demás, incluidos los de tufillo político. Parte de la fallida candidatura de Jorge Alessandri Rodríguez para volver a la presidencia en 1970, también había sido festejada por sus partidarios allí.
Las historias vividas en el establecimiento del Pollo deben haber sido de una abundancia irreproducible, aunque muchas de ellas se hayan perdido con quienes las vivieron. Contaba Rafael Frontaura en “Trasnochadas. Anecdotario del teatro y de la noche santiaguina”, por ejemplo, que al letrero de El Pollo Dorado sobre su acceso “un habitué ‘curadito’ una noche le sacó el palito de la R y dejó el letrero anunciando El Pollo Dopado”.
Pero el principio del fin para el famoso boliche habría sobrevenido con las consecuencias del complejo período de los setenta y ochenta. Algunos veteranos señalaban incluso que la crisis económica a inicios esa década fue lo que obligó a cerrar de manera definitiva, poco después y sin haber podido recuperarse. El caso es que desaparecerá durante aquel período y como consecuencia del mismo, para desgracia de toda una ciudad.
Sus últimos y deslucidos años de actividad ochentera y en parte de los noventa habrían sido solo como restaurante y ocasional centro de reuniones de lunes a sábado, bastante ajeno ya a fiesta y bullicio de antaño. Solo aparece publicitado en algunas revistas alternativas de aquella época y de manera muy básica.
Tan fuerte había sido la presencia del club en la historia de Santiago, sin embargo, que varios años después de cerrado seguía apareciendo recomendado en las guías internacionales de viajes y aún llegaban a la galería comercial algunos turistas perdidos o con manuales ruteros desactualizados, preguntando cándidamente por el local y deseosos de conocerlo por la atracción que las crónicas que se tejieron en su semblanza. Los conserjes debían ponerlos al día con las tristes noticias, en cada ocasión de aquellas.
Un buen restaurante de autoservicio, La Plaza de las Agustinas, ocupó aquel espacio, asomando en él más episodios de misterios fantasmagóricos; de aquellos lidiando con las historias de apariciones terroríficas y de galerías subterráneas extrañas que ya venía arrastrando desde antaño aquel espacio, y que conectaban este sitio con la Iglesia de los Agustinos, supuestamente. Se hablaba incluso de pretendidos amantes de La Quintrala o esclavos asesinados que seguirían penando allí, condenados al errar eterno.
Aquellos locatarios contaban de situaciones sucedidas desde la llegada misma al ex suberráneo de El Pollo Dorado, cuando comenzaron a adaptarlo: intentaron pintar unas enormes manchas con aspecto de sangre sobre algunos muros del mismo, pero estas volvían a atravesar la capa de pintura y reaparecieron en cada intento. Objetos que flotaban y los gritos desgarrados de mujeres eran el acompañamiento adquirido con el mismo recinto, según lo confirmarían también algunos empleados del edificio.
Un cartel sobre la entrada pasó a definir a dicho establecimiento como restaurante y cervecería, aunque los conocedores de su historia saben que sigue tratándose también de uno de los rincones más misteriosos e interesantes de la historia oculta de Santiago, o acaso su lado B. Hasta que El Patio de las Agustinas debió cerrar y terminar con sus operaciones en plena pandemia del infame Covid-19, el visitante hallaba el amplio salón de comedores lleno de sabrosos olores y de una decoración muy particular, algo pueblerina y con inocencia infantil, en donde antes estaban las orquestas y las parejas de los bailables del mítico Pollo. ♣
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