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RESTAURANTE LA PLAYA CHONCHI: "LO MEJOR EN MARISCOS"

Aviso del restaurante en la revista “En Viaje” de enero de 1954.

Uno de los tesoritos de vieja arquitectura menos conocidos de Santiago está en calle San Pablo 986, muy cerca de la esquina con Puente y a espaldas del Mercado Central. Se trata de un hermoso edificio vecino a las galerías Las Flores y Las Rosas, construido en donde existió hasta 1900, aproximadamente, una casona solariega de tejas y muros de adobe dando forma a esa extraña esquina de Santiago, misma que nunca ha parecido estar bien resuelta en la proporción de las alturas y fachadas. Al inmueble se lo reconoce exteriormente por sus tres niveles, falsa mansarda y vanos con frontones de aire afrancesado, distribuidos en un perfecto diseño simétrico.

Accediendo por un pasaje de escaleras de su extremo poniente, se entra todavía a una sorprendente sala escondida en los altos del palacete, sitio que desde tiempos olvidados ha sido utilizado por restaurantes. Es un lugar de gran atractivo, con sus dos pisos interiores y un gran tragaluz central, recordando un poco a los antiguos teatros de corral con balcones rodeando el espacio mayor, además de contar con salas laterales usadas como comedores más íntimos.

Ocupado por cocinerías peruanas en los últimos años, aquel cautivador local -atrapado en su romántica época- tuvo sus tiempos de mayor brillo con el restaurante La Playa Chonchi, conocido en su momento por una amplia carta de platillos con productos marinos, de seguro abastecidos por los puestos del Mercado Central. Formó parte de la actividad recreativa de vecindario de Mapocho, además, por su cercanía con el famoso distrito de la bohemia de calle Bandera que tocaba también a gran parte de San Pablo: el famoso "barrio chino", que existió durante buena parte del siglo XX.

Ese mismo salón de San Pablo 986 era centro de reuniones y actividades sociales para organizaciones como el Centro Demócrata Francisco Bilbao, que lo tenía por sede en 1917, al igual que el Club de Electricistas y los clubes de fútbol Santiago Rangers Fútbol y Estrella Nacional, poco después de inaugurado el edificio. Hasta principios de los años treinta, en el mismo sitio hubo también un bar que, por alguna razón, fue puesto a la venta en el período. Parece haber sido en parte una pensión, además, con las habitaciones en arriendo ahí en sus niveles superiores de pasillos con pretiles. Desde sus inicios, además, era casi vecino al Hotel Restaurante Internacional de San Pablo 954, establecimiento de don Enrique Aubry que existía desde el Centenario o acaso antes en donde está la Galería Las Rosas, el Restaurante Cavancha del 960, en donde existió después el García, en la entrada de la Galería Las Flores.

Esquina de San Pablo con Puente en revista "Sucesos", a fines de agosto de 1916. Alcanza a observarse parte del edificio que después ocupará La Playa Chonchi, por el lado izquierdo de la imagen.

Calle San Pablo en la cuadra del 900, entre 21 de Mayo y Puente, a espaldas del Mercado Central, en donde estaba La Playa Chonchi. Imagen publicada en el diario "La Nación" del 18 de septiembre de 1938.

Calle Puente vista desde su última cuadra antes de llegar a Ismael Valdés Vergara-General Mackenna. Se observan sus antiguos edificios y parte de los locales del Mercado Central. Se distinguen también los altos que pertenecían ya entonces a La Playa Chonchi, a la izquierda del encuadre. Imagen publicada por revista “En Viaje” en 1959.

El mismo edificio cuando era ocupado por el restaurante Ruina de Machu Picchu. La Playa Chonchi quedaba en los pisos altos que se observan aquí, en San Pablo llegando a Puente.

La Playa Chonchi fue fundada allí como casa de cena por los italianos José Musso y Ermanno Morasso, quienes al parecer eran hermanos y habían combatido de la Gran Guerra, antes de establecerse en Chile. Varias señales confirman que el establecimiento marisquero llegó a ser uno de los más populares restaurantes de pescados, mariscos y sopas marineras de su tiempo, especialmente hacia mediados de la pasada centuria y hasta los años setenta, aunque continuaba en servicio todavía en los alrededores del cambio de siglo.

En los desatados años cincuenta, siendo aún sus propietarios los señores Musso y Morasso, la publicidad de La Playa Chonchi ofrecía los siguientes enganches para sus clientes, en aviso de la revista "En Viaje":

Lo mejor en mariscos

Paila Chonchi
Paila Alemana
Chupín de mariscos
Filete playa
Filete delicioso

Atracción de funcionarios, intelectuales y grupos de amigos buenos para conversar botellas de vinos, el restaurante existía todavía en los años ochenta, manteniendo sus salas con pisos de madera, sus aromas a mariscales, mesas con manteles blancos, más cuadros y espejos colgados en las paredes. Varios folcloristas aparecían en su salón todavía en esos años, fuera para comer o tocar; o ambas cosas.

Por sus proporciones y ubicación, además, La Playa Chonchi tenía ciertas analogías con otros viejos espacios de altos santiaguinos y a los que se ascendía por interminables escaleras, como uno que ocupó el también desaparecido Club Las Naciones en tiempos más recientes, en un salón de Teatinos 416 con Compañía (encima de donde se hallaba antaño la Fuente de Soda Alhambra y el Café Sandra en el primer nivel), o el club El Ciclista de Bandera 830 y también el alguna vez famoso bar 777 del mismo número en la Alameda Bernardo O'Higgins. Esto es porque tal clase de espacios recreativos, deliberada o accidentalmente, conservaban algo del modelo clásico tipo salón social y las extintas "filarmónicas" y "filóricas".

Aunque el restaurante de San Pablo ofrecía platillos de la gastronomía típica en general, a precios muy convenientes todos ellos, el negocio mantuvo su fuerte acento en los productos marinos, los que fueron su característica de principio a fin: pescados, mariscos y, por supuesto, su célebre paila Chonchi, cargada cholgas, choritos, almejas, machas y una buena presa de congrio en su propio caldo. Esta paila tenía especial fama como remedio para "componer" cañas y se la recomendaba para desatar poderíos amatorios, además.


El escritor Alberto Fuguet dedicó una breve reseña al establecimiento de Mapocho en su obra "Tinta Roja", de 1996, en donde leemos:

Frente al Mercado Central, al inicio de la larga calle San Pablo, que termina poco menos que en el aeropuerto, se ubica un restaurante con alma de picada llamado Playa Chonchi, en homenaje a la tierra natal del chilote que es su dueño. La Playa Chonchi ocupa el segundo piso de una vieja casona que está arriba de la Galería Las Rosas, célebre por sus boliches y bazares como El Rey del Botón y La Casa del Cierre-Eclair.

Para llegar al Playa Chonchi hay que subir una larga y crujiente escalera angosta que deja al comensal agotado y hambriento una vez arriba. Los techos son enormes de altos, por lo que en invierno se hiela hasta el metal de los cubiertos. En verano, sin embargo, el frío se vuelve un agrado y, desde sus ventanas abiertas, no solo se divisa la cúpula de fierro forjado, diseñada por Eiffel, que corona el Mercado, sino que tiene una espléndida vista del cerro San Cristóbal.

El local es esencialmente democrático y atrae a cargadores y turistas por igual. Su lujo está en la comida y no en el acuario burbujeante de la entrada o en los inmensos cuadros de lanchones marinos y palafitos al atardecer.

Aunque en aquel período se organizaron algunos eventos artísticos en el lugar, no le quedaba mucha vida al centro culinario, sin embargo. Al parecer, los cambios de preferencias de la clientela santiaguina y la transformación de todo aquel barrio fueron afectando el negocio, hasta que cerró sin grandes anuncios finales. No hay mucha información disponible al respecto, por lo que carecemos de certezas sobre sus razones para desaparecer de allí.

Ya encima de nuestra época, el ex local de La Playa Chonchi fue ocupado por el restaurante peruano Ruina de Machu Picchu. Empero, este negocio cerró por un tiempo y cambió de nombre justo hacia un período en el que eran reparados algunos daños provocados al edificio por el terremoto de febrero de 2010. Los niveles del zócalo, en cambio, han permanecido siempre al uso de diferentes locales comerciales, con cuatro espacios de cortinas metálicas, incluida la sucursal de una conocida farmacia.

Hoy, el magnífico edificio es la casa del restaurante llamado Flor de Retama, también con carta de cocina peruana, un pintoresco bar interior y una buena distribución de comedores aprovechando el espacioso sitio. Lugar recomendable, tanto por su pasado como por su presente, y esperemos que también por su futuro.

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