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LOS VARIOS ROSTROS Y ROMANCES DE LA CALLE CORONEL SANTIAGO BUERAS

Calle de Bueras en 1905. Imagen publicada por la revista "Zig-Zag".

La historia de calle Coronel Santiago Bueras y su relación con la vida santiaguina guardan ciertas semejanzas con el caso de Esmeralda, la ex calle de las Ramadas del barrio Mapocho, más al poniente. Aunque en menor escala o intensidad, tal como aquella ha pasado por diferentes matices y períodos, habiendo sido barrio de clases bajas, altas y, ahora, con un rasgo más sosegado, para clase media y de cierta atracción turística. Tiempos de esplendor y de decadencia; ciclos siempre acompañados por el aura romántica que se desprende desde esta vía, por alguna razón.

La calle homenajea con su nombre al héroe de la Independencia de Chile caído al final de la Batalla de Maipú, el 5 de abril de 1818: el coronel Santiago Huaso Bueras. Una placa de mármol del Instituto de Conmemoración Histórica, ya desaparecida, recordaba esto empotrada en el muro de la esquina con Estados Unidos. La vía tuvo varios atractivos propios a lo largo de su prolongada existencia, evolucionando con la propia ciudad: su situación como apéndice del paseo en el antiguo tajamar y luego del Parque Forestal; sus chiquillas felices y aparentes casitas recreativas en el pasado; sus cantinas de buena y mala muerte; su generación de establecimientos de mejor pelo, en tiempos posteriores; sus hoteles y hostales; las sedes con artes escénicas que ostentaba cerca; sus cafés, cervecerías y locales influidos por el ánimo bohemio del barrio Lastarria y Bellas Artes; etc. Muchos rostros, muchas épocas y muchos recuerdos perdidos en solo dos cuadras.

La antiguamente llamada calle de Bueras a secas, había nacido como tal durante la primera mitad del siglo XIX, sobre trazados casi residuales que conservaba la pequeña ciudad de entonces desde tiempos coloniales tardíos. Muy cerca de ellas, enfrente del sector de Purísima y donde se formó otra suerte de callejuela, habían estado las famosas chinganas de El Parrón y El Nogal, hacia los años de la Independencia. Ambas son mencionadas por José Zapiola en sus "Recuerdos de treinta años".

Su fisonomía era diferente, en esos años: primero, lo que sería calle Bueras tuvo rasgos semi-rurales, por hallarse en el borde del área urbanizada de la capital, y después con cuadras mínimas de edificaciones que recordaban un poco al estilo de las callejuelas de estilo mediterráneo. Al correr los años, iría adoptando un rostro más modesto y popular, coincidente con la creciente caída en importancia del cercano paseo de los tajamares. Pero después la gentrificación volvería a tomar posesión de ella, curiosamente.

En su obra "Una peregrinación a través de las calles de la ciudad de Santiago", Benjamín Vicuña Mackenna informa algo sobre los orígenes y características de la calle de Bueras:

Con el crecimiento de los tiempos y la multiplicación de las gentes que estrechando las viviendas hacen dilatarse también el terreno y el espacio, a medida que el hacha derriba los sauces en el borde de la ancha acequia del Paseo de la Pirámide, el adobe comenzó a sustituir a la quincha, exactamente como las vigas de canelo del Mapocho adentro, eran reemplazados por el álamo traído de Milán y de Mendoza.

Formóse así por sí sola la calle o callejuela que hoy se llama de Bueras, los vuelcos de cuya abundosa acequia remedan a lo vivo algunos de los estrechos canalejos de Amiens y de Venecia. La calle veneciana de Bueras mide apenas 200 metros de longitud y alberga solo unas treinta casas, siendo una de estas las del "Pan de la Gente" que fue de don Antonio Silva, pero no de Aquí está Silva.

Por su ubicación urbana, ese romántico y estrecho sendero pertenece al barrio de ultra Santa Lucía, en el cual, por el cuento de una vieja y la credulidad de un fraile (el padre Guzmán) comenzaron a llamar desde hace medio siglo "casa de don Pedro de Valdivia", un derruido bodegón de esquina (...)

Cabe indicar que la mencionada panadería del señor Silva era la favorita de quienes querían comprar roscas, por entonces. Su local del Pan de la Gente fue mencionado también por Carlos Peña Otaegui en su "Santiago de siglo en siglo" y René León Echaíz en "Historia de Santiago".

La corta vía que hoy se llama Irene Morales también era parte de Bueras, por entonces, recibiendo ese nombre al igual que sucede con el pasaje más al poniente que aún se hacia Merced. Si se avanzaba hacia el oeste, sin embargo, el caminante se encontraba con la calle cerrada o "tapada", pues la apertura de Estados Unidos y su conexión con Namur y Villavicencio suceden ya en el siglo XX. Las últimas propiedades que cerraban aquel extremo oriente de Bueras, en los tiempos copetudos de la vía, eran las de Semirame Luco de Caro, Jesús A. Molina, Clorinda Navarro y el sitio perteneciente a don Emilio Villegas. A la sazón, había allí una segunda salida hacia calle Merced junto a un terreno baldío de don Ricardo Valdés, coincidente con la actual boca de calle Estados Unidos.

Antes de su repunte social, sin embargo, en ella quedaban aún soluciones de residencias modestas como conventillos y los llamados "despachos", combinándose con pequeñas cantinas y una que otra casa de mala reputación. En buena parte de su historia, además, su ambiente bravo se fundía un poco con el del paseo del tajamar ya en ruinas, previo a que desapareciera con el actual Parque Forestal, también a principios del siglo XX.

A la sazón, había otros negocios históricos relacionados con la pasada diversión o esparcimiento. En los mismos tiempos de la intendencia de Vicuña Mackenna, por ejemplo, en el 28 de calle de Bueras, creemos que hacia donde se forma la actual esquina con Irene Morales, estaba la cervecería de don Juan Ebner, de la célebre familia que levantaría unos años después la enorme planta-castillo que aún existe en la avenida Independencia 565, reconvertido en nuestra época para usos comerciales.

Pero Bueras era también una de las vías que seguían afectadas por la mala calidad de los pavimentos, lamentablemente. Esto, sumado a las inundaciones, facilitaba la formación de pantanos cenagosos y pozas de aguas lluvias, calamidad que fue un largo dolor de cabeza para las autoridades municipales. En su informe "Un año en la Intendencia de Santiago", el propio Vicuña Mackenna señala que se habían gastado $100 en un puente peatonal de bóveda para sortear estos anegamientos, de los cuales $15 habían sido cubiertos por aportes de los mismos vecinos.

La descrita acequia que iba por calle Merced y se internaba en la calle de Bueras permaneció varios años más activa y abierta en gran parte de su extensión, aportando más tintes tenebrosos a la calle que, durante las noches, era un lugar peligroso y muy oscuro por la falta de iluminación pública. La acequia era otro vestigio del sistema de abastecimiento de las llamadas de Aguas de Ramón para la ciudad y que fueron entubadas hacia 1870, justo después del tramo  en calle Bueras. En ciertos períodos del año llegaba a ser bastante correntoso su cauce, además.

Forma de la calle Bueras en 1905, en revista "Zig-Zag". Se ven las viejas edificaciones que quedaban en la vía, algunas de buena altura.

Un conventillo sobreviviendo al interior de calle de Bueras, en 1905. Otra imagen publicada por la revista "Zig-Zag".

Distribución de las propiedades y forma de calle de Bueras en 1915, con la llegada de vecinos más pudientes tras la inauguración del Parque Forestal. Se observa que la actual vía Irene Morales también era llamada Bueras, en esos años. Detalle del "Plano catastral de la ciudad de Santiago" de Alcides Aray Santos, con el eje vertical norte (izquierda) a sur (derecha).

La calle en 1997, después de cerrar y reabrir el club gay Queen cuya sede con vanos en arco y balcones puede verse a la derecha de la imagen. Posteriormente, fue el Club M.

Hacia fines de diciembre de 1898, hubo una impactante caso de muerte allí en la acequia, también relacionado indirectamente con las diversiones más beodas y viciosas del barrio. Sucedió que había aparecido el cadáver de una mujer alcohólica llamada María Rojas, atrapado en la zanja hacia el sector de Merced con Bueras. Aunque el cuerpo presentaba un golpe en la cabeza, se concluyó que podía haber muerto accidentalmente al caer al agua, después de haber estado bebiendo durante varios días y concluir sus correrías en la noche de Navidad en un "despacho" de la Alameda del Tajamar, acompañada de otros sujetos según los testigos.

De las citas de periódicos de ese mismo año hechas por Maximiliano Salinas en su obra "Vamos remoliendo mi alma", se desprende que calle Bueras era involucrada también en fiestas de la chaya y los carnavales santiaguinos. La nota refiere incluso a un guardián de la primera comisaría que fue visto jugando a lanzar aguas con baldes, siguiendo la tradición de las viejas carnestolendas.

Siempre enigmática y novelesca, para el verano de 1905 una edición de la entonces nueva revista "Zig-Zag" destacaba el atractivo de la calle la Bueras como lugar de paseo y de exploración urbana, en su sección titulada "Croquis santiaguinos". La nota está firmada simplemente por M.-C., no sabemos si aludiendo al segundo apellido del fundador del medio, Agustín Edwards Mac-Clure, o bien por las iniciales de la escritora Mariana Cox (Shade), quien habría sido colaboradora. Decía en su parte principal, aquel texto:

Uno de los últimos vestigios españoles de la ciudad de Santiago es la calle de Bueras. Conserva esa apariencia tortuosa y sombría de las callejuelas de España, un poco entristecida por la pátina melancólica del tiempo y por la sombra de mil recuerdos viejos y misteriosos, poblados de aventuras.

Las calles pobres y abandonadas tienen una penetrante poesía. En medio de sus encrucijadas, en sus rincones y penumbras, la mente parece encontrar un eco vago del pasado. En su rudo zig-zag, se evocan visiones de otra edad, escenas, romances de amor que se fueron con su pasión y sus luchas a espada y puñal.

Cuando se atraviesa este rincón santiaguino, se piensa en todo eso. ¿Quién puede contar la vida entera de esta callejuela que sería en un tiempo la más esbelta y aristocrática de Santiago? ¿Qué novelescas aventuras, qué tenebrosos encuentros tuvieron allí los don Juanes del pasado, aquellos que iban de reja en reja murmurando sus amores a doncellas recatadas y románticas? ¿Qué escenas y tumultos, qué crímenes y dolores han visto los muros ruinosos de esa calle que se desliza como una sierpe dormida por entre las reformas y las elegancias de una ciudad moderna?

Cuando el curioso transeúnte llega a esa calle, después de cruzar barrios bulliciosos y poblados, experimenta la sensación de un silencio penoso. Nada turba la quietud de aquel recinto encajonado, si no es de cuando en cuando el grito de un granuja o la aturdida risa de una muchacha cortejada.

Por las puertas de las casas se ven hacia el interior cuadros pintorescos que tienen un penetrante carácter nacional. Allí están el poblado conventillo con sus cordeles estirados a lo largo y la blanca ropa tendida al sol. Allí se sorprende la escena del muchacho perseguido a zurriagazos por la madre y coreada por los ladridos del perro o las risotadas de las vecinas. Allí está el guardián cuidadoso que lustra sus botas o pega por sí mismo los botones de su ropa. No faltan ni el sastre remendón que cose al sol las ropas de sus clientes, ni la muchacha que riega en un rincón sus tiestos de pensamientos y claveles.

Para creerse en el pleno pasado, solo faltan la vieja mulata o el zambo regañón que trabaja como asno al rayo ardiente de la siesta. Faltan también la reja florida y los ojos ardientes de una morena mirando al través de dos cortinas. Acaso para completar el cuadro, haría falta un cholo viejo con grasiento pez sobre los crespos canosos...

No hay, probablemente en todo Santiago, un resto más legítimo del pasado que esta tortuosa y angosta calle de Bueras. Parece un trozo de vida vieja dormida durante cien años y despertada de pronto al bullicio y al aturdimiento de la moderna existencia.

Como rincón urbano conservando ese aire popular la antigua capital, Bueras tenía sus propios mitos y folclore oral. En una selección titulada "Cuentos populares en Chile", de Ramón Laval, encontramos un breve relato reportado en 1912 por el joven santiaguino D. Enrique Alfaro, de 17 años:

En la calle Bueras, de Santiago, había, hace años, una higuera, y de entre sus raíces salía todas las noches un cabro que se paseaba de un extremo a otro de la calle.

Un carnicero, que se llamaba Alejo y vivía en una casa situada cerca de la higuera, siguió una noche al cabro y lo alcanzó; pero aunque le dio muchas cuchilladas, no le hizo daño, porque era pura ilusión.

Un cambio notable ha comenzado a experimentar la calle en los años que siguen, dejando atrás el descrito rasgo más popular y arrabalero para volver a recibir residentes de alta sociedad. Lo hace conservando algunos elementos históricos en ella, no obstante. Para 1919, por ejemplo, sobreviven algunos almacenes y depósitos de licores: uno en el número 178, negocio de doña Zelaida Lagos, y otro vecino del 182, de Consuelo del Solar.

En el mismo tramo de tiempo destaca en el barrio la cantina con restaurante y pensión don Ignacio Cornejo, en calle de Bueras 102 haciendo esquina con Irene Morales. Llamado Bar Forestal en los años que siguen, el boliche tenía también un buen salón de billar, pero aparecerá a la venta "por viaje" en la prensa de julio de 1928, siguiendo ofrecido por algunos meses más. Diez años después, ya se confirma como propiedad del comerciante Feliciano Hernández Ortugarra.

Vista actual de la boca oriente de calle Bueras, desde Irene Morales hacia el poniente. En el local con puertas cerradas y abarrotadas, a la derecha, estuvo la Fuente Forestal.

El hermoso edificio de Bueras y Merced con Irene Morales, observado desde el borde del Parque Forestal.

Inmueble del Hotel Forestal, en el 124. Al lado, en la casona de arcadas del 128, estuvo el pub gay Queen y después el Club M.

Línea de fachadas de la primera cuadra, costado norte. El acceso único o principal de algunos de estos inmuebles está por Merced.

Terraza exterior del Porta Café en calle Bueras, cuyo acceso principal también es por Merced.

Pasaje que conecta Bueras con Merced entre las dos cuadras, visto desde el Parque Forestal. Al fondo, la fachada del edificio que ocupa el 142 de Bueras. En el zócalo del edificio ubicado enfrente, a la izquierda, se ve el acceso al bar y restaurante alemán Bierstube de calle Merced, y en la esquina el que fuera acceso al Club Naveluna.

Para entonces, reputados vecinos de Santiago tienen sus propiedades en la misma vía, con suntuosos edificios en muchos casos. Entre ellos están el reputado jurista Paulino Alfonso (uno de los impulsores del Parque Forestal), el artista León Durandin y el eximio arquitecto Emilio Jecquier. Algunas instituciones llegan a instalar sus sedes de actividad social en esas cuadras, como el Comité France-Amérique que estaba en los años treinta en la dirección de Bueras 134, en un edificio ya desaparecido y cuyo terreno es usado hoy para estacionamientos.

Algo explica al respecto Eduardo Balmaceda Valdés en "Un mundo que se fue", partiendo por la aparición del fastuoso Palacio Bruna de Merced 230 (concluido en 1921) y pasando por el Edificio Merced del número 88 (obra de 1925):

Y ahora anotamos también algo del Santiago relativamente moderno, pero que pasó: El Parque Forestal que de un basural se convirtió en atrayentes jardines, atrajo la construcción de importantes residencias.

Precedido de fama venía llegando de Europa el arquitecto chileno (medalla de oro en l'Ecole Raspail de París) Julio Bertrand Vidal, prematuramente fallecido, que fue aprovechado por quienes previendo el progreso del barrio habían adquirido allí sus solares. El acaudalado Senador nortino don Augusto Bruna encomendó a Bertrand los planos y la construcción de su palacio que, posteriormente, fue adquirido por la Embajada de los Estados Unidos. En la cuadra siguiente, hacia el oriente, también edificó Bertrand una hermosa casa para Ricardo Valdés Bustamante.

Acaso mi padre, ya conocedor de la capacidad del novel arquitecto, le encomendó los planos de nuestra casa en un magnífico sitio con frentes al Parque y a la Alameda. A poco de estar terminada nuestra casa, nos avecinó en la esquina de la calle Bueras la interesante casa en estilo español (con reminiscencias, en escala menor, de un famoso palacio de Salamanca) y cuyos planos fueron encomendados al arquitecto argentino Martín Noel que se había especializado en el estilo español. Pertenecía esta casa a los esposos Álamos Lyon.

La familia española Echevarría Unzurrunzaga construyó, aledaña a la nuestra, otra gran casa; estas mansiones fueron acaso las primeras que dieron categoría al barrio Parque Forestal.

A pesar de la subida de estatus del barrio, Bueras seguía aferrada a gran parte de más sus rasgos más viejos, como las calles con pavimento de piedra de canto rodado y veredas minúsculas flanqueándolas, con tramos carentes de soleras y tan poco útiles que la gente prefería transitar por la calzada, según parece. Para muchos, empero, esto era parte de su encanto.

Durante los años treinta se termina de "destapar" ya la calle Bueras hacia el lado en donde está la de Estados Unidos, así llamada por la sede diplomática instalada en 1939 en el Palacio Bruna. Hasta la nueva vía han llegado a instalarse importantes figuras como el arquitecto Luciano Kulczewski en su famosa Casa de los Torreones, y su colega León Prieto Casanova, quien habitó en un edificio residencial de su propia autoría en la esquina con Namur, reconocible por el mural de relieves con elefantes del artista Luis Meléndez. También instala en el barrio su taller el gran fotógrafo de la bohemia nacional, Alfredo Molina La Hitte.

Como parte del nuevo grupo de transformaciones del sector, hacia inicios de los cuarenta se ha construido también un pasaje lateral por el costado sur de Bueras, sin salida, brazo vial correspondiente a Nueva de Bueras. Esta calle cerrada incluyó proyectos arquitectónicos como el de un edificio diseñado por Enrique Camhi para la Caja Nacional de Empleados Públicos y Periodistas, y otros de sus colegas Oscar Zaccarelli y Álvaro Gacitúa. Aunque es un rincón relativamente más "moderno" del barrio, supo adoptar y repetir sus rasgos más pintorescos y románticos de Bueras.

Sin embargo, esa misma modernidad y los cambios comerciales llegaron a influir también en el resto de la historia de calle Bueras, trayendo nuevas transformaciones y con objetivos más funcionales. Volvemos a Balmaceda Valdés para conocer su sentencia sobre aquel período:

Hoy casi todo esto ha desaparecido, convirtiéndose en lujosos y modernos edificios de departamentos. Las cuadras que llevan hoy el nombre de "Ismael Valdés Vergara", que son orgullo de la ciudad, adquirieron su categoría posteriormente a lo que se daba por la calle de la Merced.

Como Bueras tenía un trazado estrecho sin muchas posibilidades de ensancharse, en 1929 la Junta de Vecinos de Santiago, bajo presidencia del intendente municipal Manuel Salas Rodríguez, había resuelto expropiar varias residencias del costado sur de la callecita, por solicitud de los propios residentes. La razón era que algunas edificaciones sobresalían hasta diez metros de la línea de fachadas de los demás edificios. Estas demoliciones continuaban todavía en 1944, caso del número 142, en donde ahora existe hoy un edificio residencial de seis pisos más sótano, justo enfrente del pasaje lateral que conecta la calle por el centro con Merced. Posteriormente, desde septiembre de 1950, se estableció que el tránsito por la vía ya no sería en ambos sentidos, manteniéndose así hasta ahora: de oriente a poniente.

En uno de esos edificios de esquina, específicamente en el primer piso de calle Bueras 170, el futuro presidente de la República, Salvador Allende, tenía un departamento personal que ha cargado con ciertas leyendas urbanas y discusiones. De acuerdo a su colaborador Orzen Agnic, autor de "Allende. El hombre y el político", aquella residencia era utilizada como su oficina privada. Se sabe que a veces daba allí sus entrevistas o tenía reuniones con cercanos, de hecho.

Sin embargo,  el abogado y ex periodista de "El Siglo" y Radio Moscú, Eduardo Labarca, publicó después un controvertido libro titulado "Salvador Allende. Biografía sentimental", en donde confirma como reales algunos rumores que, en su momento, fueron especialmente sabrosos para los opositores del presidente, aunque también para algunos de sus propios compañeros y amigos. Asegura allí que el líder socialista ocupaba aquel departamento más bien como un nido de sus aventuras y citas amorosas, a espaldas de la mirada pública. Estas afirmaciones y otras vertidas por el autor provocaron una acalorada discusión con Agnic, a través de los medios.

Edificio de diseño neomedieval el calle Bueras con el pasaje Nueva de Bueras, que ha sido sede periodística y de otros roles. En la esquina vecina a esta está el inmueble en donde tuvo su refugio personal el presidente Salvador Allende.

Interior del pasaje Nueva de Bueras, visto hacia el sur. A pesar de su aislamiento, también se ve muy afectado por el vandalismo rupestre de aerosoles.

Fondo del pasaje Nueva de Bueras, con los inmuebles que cierran la vía.

Tramo final de calle Bueras, mirada hacia el oriente. El alero de toldera negra que se ve a la derecha es del hotel Casa Bueras, en el 188, que también cuenta con bar y restaurante propios.

El famoso edificio ecléctico y monumental al final de calle Bueras esquina con Estados Unidos, cuyo zócalo ha sido utilizado por restaurantes y bares. La puerta abierta en la imagen, a la derecha, era del bar La Cervecería.

Boca del extremo poniente de calle Bueras, con el edificio histórico en cuyo zócalo han existido restaurantes y cervecerías.

A mayor abundamiento, dice Labarca que, después de haber celebrado su triunfo en las elecciones presidenciales de septiembre 1970 en la sede de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH), Allende pasó toda o buena parte de aquella noche celebrando en su escondite de Bueras, bajo el cuidado de su leal guardaespaldas Mario Melo Pradenas, a quien vio ya en horas de la mañana y aparentemente con frío:

¿Qué hace allí "El Hombre"? ¿Qué hace Salvador Allende en la madrugada de la victoria? ¿Con qué ceremonia celebra el suceso culminante de su vida en esa callejuela que desde el punto de vista de la seguridad es una ratonera? ¿Con quién?

En ese instante, en ese rincón de la capital se unen dos órbitas de la vida de Salvador Allende. Una se inició en los años juveniles en que decidió que el objetivo de su vida sería la lucha contra las injusticias y por el cambio de la sociedad (...) Pero existe otra órbita que viene de más antiguo y hunde sus orígenes en el medio eminentemente femenino que rodeó a Salvador Allende desde su nacimiento. Esa órbita gira en torno a la necesidad que siempre ha tenido Allende de rodearse en ciertos momentos de mujeres. De seducirlas y visitarlas (...) En su órbita femenina está en Bueras, la calle Coronel Bueras, el departamento de Salvador Allende en Bueras que los cercanos llaman a secas "Bueras".

Cabe añadir, de paso, que Melo era persona de confianza entre algunos personeros de la Unidad Popular, pero también despreciado en círculos de la izquierda chilena y cubana por acusaciones de homosexualidad, anatema bastante generalizado en la sociedad de esos días. El ex militar cargaba con el peso del supuesto intento de violación de un compañero en las escuelas paramilitares de Cuba y, según detalla Labarca, fue forzado a un tratamiento psiquiátrico a pesar de lo confuso del incidente. Cuando la noticia llegó a Chile, fue expulsado del Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y del Grupo de Amigos Personales de Allende (GAP). Figurará después como detenido desaparecido, tras el Golpe Militar de 1973.

Aquel no fue el único hecho trágico de aquel contexto de tiempo relacionado con calle Bueras: por allí vivía también Elsa Leuthner Muñoz, profesora militante del MIR y ex secretaria de la senadora comunista Julieta Campusano. Fue detenida en su departamento del número 172 por agentes de la Dirección de Inteligencia Nacional (DINA) y efectivos de Carabineros de Chile, en agosto de 1974, junto a otras cuatro personas, todos llevados a Londres 38. También está en la nómina de desaparecidos

Seis años después, en diciembre de 1980, el hijo del vate Alberto Rubio Riesco, el también poeta Armando Rubio Huidobro, muere al caer desde un balcón en el sexto piso de Bueras 146. Tenía solo 25 años y, aunque la familia señaló un accidente, hubo muchos quienes presumieron un suicidio.

Las nuevas mareas de cambios habían echado abajo ya a varios edificios de la segunda generación de inmuebles que había en Bueras, a esas alturas de la línea temporal. En el número 112 ubicado hacia Irene Morales, por ejemplo, hoy existe una sede bancaria y estacionamientos de automóviles ocupando el espacio en donde estuvo antes la propiedad de don Enrique Burgos Varas y su esposa Laura Larenas, quienes se habían establecido en el mismo número hacia el último trimestre de 1942.

El apogeo de barrio Lastarria, a su vez, extenderá luces suyas hasta la callejuela, ya en nuestra época. Imbuidos de aquel ambiente inspirador aún sobreviviente, llegó a Bueras 141 el Club Cultural Naveluna. Por su parte, el periódico "The Clinic" instaló cuarteles en la entrada de calle Nueva de Bueras, en un edificio neomedieval y Tudor con pilastra en forma de cáliz que da forma a la esquina, cuyas entradas están por Bueras 180-182 y Nueva de Bueras 180-186. Siendo Inmueble de Conservación Histórica, han estado en él también el DAM Santiago y un Centro de Atención Jurídica.

La hotelería tendrá casa en el Hostal Forestal, Inmueble de Conservación Histórica de Bueras 122-124. Justo enfrente, brillaba el Hotel y Restaurante Su Merced, en el 121 donde estuvo también Su Grill & Wine Bar. Más al poniente, la Boutique Hotel Casa Bueras, en el 188, dirección en la que estuvo una oficina la agencia EFE durante los ochenta. Llamado inicialmente Hotel Lastarria, este ocupa en un inmueble de influencias neoclásicas y modernistas, obra del arquitecto Jorge Arteaga en 1927; cuenta con 14 habitaciones, piscina interior y también un bar-restaurante propio. Tiene categoría de Inmueble de Conservación Histórica.

Cabe indicar que Bueras tuvo algún grado de presencias "escandalosas" más contemporáneas en algunos de sus inmuebles, recordándose caso de presuntas fiestas disipadas de clientes, saunas o desaparecidos servicios clandestinos de motelería. Sin poder confirmarse, se hablaba también de casos de prostitución gay en períodos deslucidos de la calle, antes del cambio de siglo.

Un establecimiento para público homosexual existió en la calle, de manera formal: la discoteca y bar Queen, del número 128, propiedad de Victoria Braga. Estaba en un caserón de 1927, obra del destacado arquitecto Eduardo Knockaert, otro Inmueble de Conservación Histórica. La disco permanecía cerrada de día y abría solo de noche, de lunes a domingo, con gran asistencia de público. En abril de 1997, sin embargo, la Municipalidad de Santiago decidió cerrarla por denuncias de bullicio y escándalo, motivando un recurso de protección presentado por la propietaria recibiendo un fallo favorable de la Corte de Apelaciones, por lo que pudo abrir otra vez antes de terminado el mes de junio.

En aquella ocasión, los dirigentes homosexuales y revistas del ambiente gay como "El Otro Lado" se arrojaron en picada contra el entonces alcalde de Santiago, don Jaime Ravinet, acusándolo de mera homofobia especialmende despues de no haber presentado las razones concretas que lo llevaron a cerrar el club, como se lo habían solicitado los tribunales. La verdad es que los vecinos y administradores de edificios si habían reclamado contra el comportamiento de los concurrentes a aquella discoteca, sin embargo, además de denunciar que la calle se llenaba de vehículos mal estacionados durante aquellas fiestas, muchos de ellos automóviles de lujo.

Tras un nuevo período de cierre, el local fue reabierto después con el nombre de Club M. Decían que era regentado por un personaje al que apodaban Marilyn Monroe, mote que recibía también el lugar. No duró muchos años más, sin embargo: tras su pasado arcoiris, el lugar fue una tienda de moda. Ha sido restaurado y, en la actualidad, es una sede de una corporación de derecho privado.

El mismo barrio había tenido otros centros bohemios en sus márgenes, como el desaparecido pub Jaque Matte de Irene Morales con Alameda, alguna vez visitado por músicos populares pero caído con el empeoramiento de la seguridad de esas cuadras; o la querida schopería alemana Bierstube de la familia Hook, que llegó a enseñorear con cervezas y crudos el lado de calle Merced, justo al lado del Naveluna. Hasta hace pocos años existió, además, la Fuente Forestal, que estaba en el primer nivel del hermoso edificio de estilo modernista y con obras pictóricas en sus balcones, en la entrada de Bueras con Irene Morales, con fachada también hacia calle Merced. Además, algunas de las residencias del sector sur están conectadas o son interiormente limítrofes con el cine y teatro Normandie de Alameda 139, después Centro Arte Alameda.

En el tramo poniente de la calleja y logrando superar los tiempos difíciles que ha vivido Santiago especialmente en aquel sector, tan cercano a la castigada Plaza Baquedano, hoy está también el Café Porta con accesos por Bueras 159 y Merced 158, incluyendo una grata terraza exterior. Dejando atrás la ola de destrucción y los daños irreparables al comercio, este agradable salón cafetero sigue al pie del cañón.

Dando la vuelta, en tanto, hasta la calle Estados Unidos 367, ha llegado una sucursal del bar La Cervecería. Ocupa el lugar que antaño pertenecía al restaurante Beseda, que en agosto de 1954 avisaba en la prensa impresa sobre sus "comedores elegantes para banquetes, despedidas, fiestas, cocina chilena y europea de primera, ambiente acogedor, atendido por su nueva dueña". Un lugar histórico e importante en el perfil recreativo del barrio, en consecuencia.

Aquella ubicación es en el zócalo del hermoso palacete estilo Tudor, victoriano y neogótico de la esquina de Bueras 196 y Estados Unidos 359-375, también con protección de Inmueble de Conservación Histórica. Es el mismo espacio comercial que, ya pasado los tiempos del Beseda, había sido también del bar y restaurante Central Park y la Casa de la Luna Azul, otros centros gastronómicos que allí existieron. ♣

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