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LA EPOPEYA DEL CACHACASCÁN: LOS INICIOS DE LA LUCHA LIBRE "CATCH" EN CHILE

Luchas de "Catch" en el Teatro Caupolicán, en mayo de 1944. Imagen publicada por el diario "La Nación".

El arte de la lucha libre de espectáculo o combate deportivo tiene tres etapas muy concretas en su historia en Chile: la primera -y quizá más asombrosa- es la del Cachacascán, segmento originario pero en serio peligro de olvido; la segunda es de los Titanes del Ring, en los años setenta a ochenta, con algunas remembranzas posteriores; y, la nueva, es del redescubrimiento o wrestling chileno, en donde se ha fusionado la tradición de las dos anteriores con la estética y estilo difundido por las empresas internacionales dedicadas a este género de shows a gran escala, especialmente las de Estados Unidos, aunque todavía muy lejos de sus millones en inversión, transmisiones y publicidad, como puede deducirse.

La más profesional de todas aquellas etapas y también la más espectacular, a opinión de los puristas y melancólicos, parece haber sido la primera. Es lo que aseguran (o lo que quieren creer) varios críticos y cultores de estas disciplinas, aunque cubierta por el infaltable halo mágico de romanticismo e idealización de sus recuerdos, celebraciones y sacrificios. En ella se incluyen como preámbulo necesario, además, los antecedentes de la lucha libre de espectáculo en el país, algo que retrotrae el tema hasta aspectos de la actividad circense y de las compañías artísticas cercanas al cambio de siglo.

Dicha primera etapa evolutiva del "Catch", sin embargo, sucumbiría al irse entregando al enfoque que se fue dando en países como Argentina para esta misma actividad: una proyección de innegables mayores alcances comerciales, pero hipotecándose a sí misma en tal apuesta peligrosa, que a la larga la hizo caer en la oscuridad y la decadencia, lamentablemente... Y es que esto sucedía, además, en tiempos desfavorables para el fomento de la diversión pública y los espectáculos de gran concurrencia.

A pesar de su desaparición, en la actualidad muchos grupos de los practicantes de la lucha libre de espectáculos mantienen una especie de culto por aquellas figuras precursoras de tales shows: esas que llenaban las galerías en las jornadas en el Teatro Caupolicán de San Diego y en presentaciones realizadas también en Valparaíso y otros destinos. Los hombres del "Catch" fueron, en efecto, los pioneros de la actividad moderna.

La internacional lucha "Catch" fue introducida en Chile pero con varios anticipos que facilitaron el surgimiento del público e interés por la misma. Uno de ellos fue la influencia de practicantes del estilo romano y las exhibiciones de fantasía, con exponentes extranjeros que llegaron a hacer funciones en compañías viajeras, elencos artisticos y circos. Tuvo también un buen grado de inspiración en las ligas de México, país donde estos espectáculos son toda una institución cultural y parte del propio folclore popular. Otras interesantes luchas romanas y encuentros de boxeo que comenzaron a aparecer en algunos espectáculos familiares, como los del Circo Inglés, deben haber ayudado a fomentar el gusto popular por el combate o las luchas en vivo desde una mirada más deportiva, además de aportar algunos aspectos técnicos y marciales a lo que sería el "Catch" criollo.

Se sabe que había tempranos eventos relacionados con aquellos antecedentes de aquella actividad en Chile,  entonces, en la segunda mitad del siglo XIX cuanto menos. Estaban por ejemplo, las veladas de “lucha masculina” y presentaciones circenses en el puerto y en la capital. Conocidas fueron en su momento, además, las presentaciones de equipos de "gladiadores" como los luchadores de la Compañía Ansaldo, que daba funciones en el Teatro Santiago en 1904. Durante su juventud, curiosamente, iba a ser parte de aquellas actividades Eduardo Barrios, el futuro Premio Nacional de Literatura de 1946 y director de la DIBAM.

Varias compañías artísticas internacionales incluían también exhibiciones de “hombres fuertes” o fortachones como parte de sus números, modelo que se había imitado acá y que incluso llegó hasta las oficinas salitreras del Norte Grande, gracias a elencos itinerantes y comparsas de aficionados. También hubo una temprana troupe de mujeres luchadoras en el período, presentándose en el Teatro Novedades en 1914: la compañía del señor Casajuana.

Una influencia decisiva para el rubro, sin embargo, parece haberla tenido la venida troupes profesionales como la del corpulento luchador y empresario franco-belga Constant Le Marin, en años alrededor del Centenario y con varios regresos. Con su equipo de cátchers había montado un concurrido y novedoso espectáculo en el Teatro Royal de calle Huérfanos, con un novedoso show que mezclaba realidad y actuación en una entretenida muestra, haciendo explotar las emociones del respetable.

Presentándose como el Campeón Mundial Le Marin, aún salía a escena en Santiago entre los años veinte a cuarenta, con campeonatos de lucha americana y lucha romana en el Teatro Esmeralda de San Diego, en donde enfrentó también al campeón italiano Travaglini. La jornada final durante el campeonato del verano de 1928, en la noche del 3 de marzo, incluyó la proyección del filme “El mala leche” con Hoot Gibson y tenía como acompañamiento la lucha entre gladiadores identificados como el Campeón Alemán Urbach y el Estrangulador Israelita Siegfried, llamado también el Estrangulador Judío. Aquella exitosa agenda de encuentros en el teatro fue organizada por la compañía de espectáculos de Aurelio Valenzuela B. y Cía. Ltda.

Si bien hay menciones directas a la presencia del “Catch” (con este nombre) en revistas deportivas chilenas como “Los Sports” de esos mismos años veinte, cuando aún era diversión de ferias, circos y hasta apuestas, la lucha de exhibición pudo instalarse con fuerza y más profesionalismo en la década siguiente, afianzándose como oferta de espectáculos y dejando de ser también solo un complemento en algunos encuentros boxeriles de barrio Mapocho, Estación Central o el puerto de Valparaíso, como había sido muchas veces hasta entonces.

Graficando la situación previa, el diario “La Nación” del martes 15 de octubre de 1929 anunciaba la pelea entre los boxeadores Willie Murray y el peruano Alberto Icochea para el día siguiente, en el Circo Nacional de avenida Diez de Julio, con la siguiente observación:

Hemos dicho que pocas veces nuestros aficionados tienen ocasión de presentar un combate de catch as catch can, por la falta de luchadores. Este deporte no se ha desarrollado entre nosotros, tal vez por la falta de profesores.

Mañana en la noche Murray y el peruano Icochea demostrarán el interesante deporte y probablemente se desempeñarán correctamente, por conocer los secretos de la lucha americana.

Coincidentemente, por entonces también llegaban a los cines filmes de lucha como “El terror del catch-as-catch-can”, con El Macho George O’Brien, fomentando la atención por el espectáculo. Los boxeadores, sin embargo, parecen haber sido los principales divulgadores y practicantes de la actividad en esta decisiva etapa, con encuentros anunciados en gimnasios como el México Boxing Club, de calle San Pablo 1617. Un actor y promotor importante fue también don Enrique Nieto, dirigente de la Federación de Box de Chile, elegido por el organismo como su anunciador oficial en septiembre de 1936.

Prueba del creciente interés fue que, un casi exacto año después, se realizaban en el Teatro La Comedia y el Estadio Chile (por entonces, en avenida General Bustamante 70) las ruedas del Campeonato Mundial de Catch-as-Catch-can con preliminares de luchadores chilenos en cada jornada. Peleaban personajes como el argentino Cernadas contra Frankenstein, el chileno Zarco Lazarovic con el cowboy Jack Russel, el árabe Hakey contra el “Apolo alemán” Tak-Tak. Russel y Hakey llegaron a la final del Estadio Chile, certamen que incluyó curiosidades como una pelea en la que el cátcher chileno Incógnito (Carlos Pabts) se quitó su máscara y reveló su rostro para pelear con Cernadas, recurso muy usado en tiempos posteriores de la misma actividad. En aquella última jornada, Lazarovic peleó con el español Castaño y Renato Gardini con Tak-Tak.

Por la descrita situación, la popularidad general de la lucha libre en Chile comenzará hacia 1940, período en que el empresario de espectáculos Enrique Venturino ha tomado ya las riendas del Teatro Caupolicán. Este coliseo de calle San Diego pasó a ser escenario de todas sus exitosas actividades: boxeo, vodevil, teatro, circo, etc.

Con inigualable talento para los negocios, Venturino había creado también un espectáculo basado en el que habían ofrecido antes compañías como la de Le Marin y otros cátchers, especialmente compuesto de encuentros con esta entretenida forma de lucha y con los personajes que serían el alter ego de cada miembro del equipo de guerreros. Así, se combinaba la apasionante teatralidad con el deporte de combate y el espectáculo cirquero, algo que el empresario también demostró conocer perfectamente, como creador del Circo de las Águilas Humanas. En consecuencia, el Caupolicán se volvió la principal sede de “Catch” en Santiago, por casi 30 años.

Para aquel nuevo episodio creativo y empresarial, Venturino se asoció a sus amigos el Huaso Briones y Vicente Manolete García, usando así el coliseo de San Diego al que no faltaba público para las luchas de hombres en pantaloncillos y zapatillas de alta caña, a los que se agregaban atuendos de caracterizaciones correspondientes. La principal temporada del “Catch” solía ser de marzo a septiembre, todos los miércoles y domingo. Crearon también el premio Cinturón de Oro “El Cóndor”, por el que lucharían estas primeras generaciones con cátchers como el Gato Villegas, el Conde de Sousa, el Fantasma DiPietro, el Chúcaro de la Jara, Máscara Roja, Desiderio o el inigualable Manuel Tolosa, entre muchos otros que, por espacio y tiempo, quedarán fuera de este texto.

Aparecen así las ligas y los nuevos campeonatos organizados por comisiones deportivas, incluso uno propio del Barrio Matadero que se realizaba en el Teatro San Miguel, con luchadores del Caupolicán y otros venidos desde el extranjero. La versión de junio de 1943 de este torneo anunciaba por la prensa a estrellas del "Catch" como Renato Briones,  Juan Barahona, Marcelo (o Marcel) Castel, Villegas, el Italiano Nigro, Víctor Núñez de Paine, Luis Gómez y Tito Hernández, entre otros.

En diciembre de 1944, a partir de la mañana del sábado 16, se inició también el Primer Campeonato al Aire Libre de Catchacascán, escogiéndose como escenario el recientemente inaugurado Parque Bulnes, feria de juegos y diversiones ubicadas al final de calle Bulnes en donde está ahora el tramo central del Parque Almagro. Pelearon en la ocasión el campeón de Iquique, Juan del Campo, contra el ya mencionado representante del Club Comercio Atlético, Marcelo Castel; el Tarzán Chileno Diego Torres contra Enrique Murguez; el Gigante Huaso Jorge Aguilera, de Curicó, contra el Tarzán Español Antonio Rodríguez; finalmente, el alemán Miguel Salzman contra el Tigre Chileno, Humberto Cid.

Los hombres fuertes o fortachones de los volatines y primero circos de espectáculos itinerantes son un antecedente de la lucha libre "catch" en Chile. Algunos se presentaban como musculosos levantadores de pesas, boxeadores y luchadores romanos. Fuente imágenes e información: Exposición "Circo Chileno" de 2011, Salón Bicentenario de la Biblioteca Nacional de Santiago.

Los "gladiadores" del señor Ansaldo, compañía que se presentaba en el Teatro Santiago. Revista "Sucesos", diciembre de 1904.

La práctica de la lucha romana, disciplina situada en los deslindes del espectáculo y el deporte, fue un gran aliciente para el gusto popular por la lucha libre "catch". Imagen de la revista "Sucesos", año 1908.

Equipo femenino de lucha en el Teatro Variedades, de la Compañía Casajuana. Revista "Sucesos", junio de 1914.

Campeonato de Lucha Romana en el Teatro Esmeralda, de calle San Diego, entre los avisos de espectáculos de la compañía de don Aurelio Valenzuela. La primera lucha era entre los personajes de El Estrangulador Judío y Constant Le Marin. Publicado en "La Nación" el jueves 23 de febrero de 1928.

Don Enrique Venturino Soto, célebre dueño del Circo de las Águilas Humanas y del Teatro Caupolicán, creador de los espectáculos del Cachacascán chileno. Imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional.

"Catch", anunciado en las marquesinas del Caupolicán, en 1961. Imagen de los archivos fotográficos del Teatro Caupolicán.

 Cabe observar que, como inicialmente se conocía a estos shows con el nombre de “Catch as catch can” siguiendo la denominación usada en México y Estados Unidos pero posiblemente heredada desde Inglaterra o Irlanda, con su traducción literal “Agarra como puedas agarrar”, más o menos, no pasó mucho para que se corrompiera en Catchascan y, sobre todo Cachacascán. Así pasó a la historia aquí y en Argentina, país con su propia y prestigiosa liga fundada en esos mismos años por visionarios empresarios de las candilejas como Pepe Luctuore, también bajo influencia de expositores internacionales que hacían giras por América Latina.

Con el tiempo, además, el término Cachacascán sería símbolo de virilidad e ideal de valentía o heroísmo en el concepto popular. También se habló por muchos años de “un cachacascán” para señalar una escaramuza, o de una “pelea digna de cachacascán” por una riña de proporciones. En tanto, el verbo cachacasquear significó por golpear a alguien, dar una paliza o bien una fuerte amonestación.

A pesar de la influencia mexicana y norteamericana subyacente, al principio se notaba algo del estilo de lucha circense francesa e italiana sobre el Cachacascán chileno. Era la relacionada con personajes con grandes bigotes, camisetas de tirantes, rostros descubiertos, etc. Fue con el rápido correr de sus primeros tiempos que se adaptó a los descritos elementos y rasgos más locales, tanto estéticos como técnicos. Se decía que los chilenos, por ejemplo, tendían a combinar acrobacias aéreas y saltos característicos de la disciplina con un uso abundante de llaves y “torturas” de fuerza, con mucha simulación de la brutalidad que tanto acaloraba a los asistentes.

Como otro buen precursor, el mencionado Club México también montó una de las primeras escuelas amateurs en su sede boxeril en San Pablo. Lo propio hizo el Fortín Prat en Valparaíso, ciudad que fue vital para la consolidación del "Catch" en Chile. Raudamente, además, la cultura cinematográfica agregó elementos nuevos a los personajes: disfraces, identidades, nombres en inglés y caracterizaciones en papeles de héroes, vampiros, genios, superhéroes o momias.

Por otro lado, en la liga chilena comenzaron a hacer visitas importantes cátchers argentinos, mexicanos, estadounidense y aun desde otras latitudes, adoptando así una vistosa aspiración internacional. Ya en los años cincuenta, la diversidad de personajes, caracterizaciones y estilos era asombrosa, de nutrido intercambio que continuaba abultando la nómina de estrellas del ring dispuestas a enfrentarse con el Gorila Español, el Tarzán Torres, Barba Negra, Huracán del Caribe, Barba Roja, el Verdugo, Rómulo Jerez, el Conde Pabloski, el Tanque Rudy, Eduardo Príncipe Gitano Morella, el Cordovez, el Charro Montes, Marcelo Castel, Rebelde Azteca, Tokio Sun y tantos otros que se escapan de estas memorias prestadas, tomadas de recuerdos ajenos.

Aquella rotación e importación temporal de luchadores extranjeros se mantuvo en toda la historia del “Catch” en Chile. Algunos incluso incursionaron de manera independiente en circos, teatros, compañías andariegas y hasta proyectos fílmicos. En el verano de 1962, por ejemplo, mientras se realizaba el Torneo Internacional de Cachacascán, causaron sensación los enmascarados Hermanos Diablos Rojos de México, quienes se enfrentaron con la dupla de chilenos Yimmy Garrido, campeón de Las Condes y miembro del orfeón de Carabineros, y también con el célebre Pepe Santos, verdadera leyenda de las luchas chilenas. En la misma rueda de torneo se enfrentó el fornido Pantera, campeón cubano de raza negra apodado en la prensa como “El Gladiador de Ébano”, contra el Colérico Nelson, extraordinario y acrobático luchador muy vinculado al escenario trasandino. También se vieron las caras allí el gigante antofagastino Lautaro Rizzo contra el formidable Sansón Gutiérrez. Por su parte, Tolosa lo haría contra el guerrero ítalo-argentino Ángelo Donatti.

En tanto, tras la profesionalización de la liga platense con los famosísimos Titanes del Ring de esos años y comenzando a quedar atrás la primera etapa del Cachacascán trasandino, también visitó el Caupolicán uno de sus más grandes miembros: el atleta argentino de origen armenio Martín Karadagian, de los pocos atletas de la lucha que ostentaron en el mundo auténticos triunfos olímpicos, además de cierta experiencia actuando en el cine. A su vez, el primer Míster Chile, Germán Bermúdez Arancibia, emigró a trabajar en la misma compañía de Karadagian, realizando giras internacionales y estableciéndose hasta su muerte en la ciudad de Buenos Aires.

Se conocen historias interesantes y pintorescas sobre los personajes que encarnaban los peleadores chilenos de esos años, a veces en dos o tres roles cada uno, haciendo las variaciones con máscaras y disfraces. El hoy poco recordado Mario Salazar (en realidad llamado Mariano), por ejemplo, interpretaba al Gorila Chileno a rostro descubierto y al Hombre Araña con la máscara, personaje sin relación más que la coincidencia de nombre con el posterior superhéroe de historietas. Salazar lo interpretaba vestido de negro y con una corta capa, compartiendo el ring con Pepe Santos y haciendo dupla con otros grandes luchadores, como uno llamado el Foca. Hubo un período en que la cantante de rancheras Guadalupe del Carmen asistía entusiasta a las peleas del Gorila Chileno, pues era admiradora incondicional y de primera fila de este luchador y varios otros.

Siempre se mantuvo algo de la raíz circense y humorística en estos espectáculos, especialmente en las caracterizaciones de los peleadores del “Catch”. Uno muy característico fue llamado Renato El Hermoso: se presentaba como un alto Adonis de buena contextura muscular y larga cabellera rubia, supuestamente “gringo”, que solía avanzar al escenario caminando como señorito o modelo glamoroso. Mientras, a su lado, un asistente iba a su ritmo atomizando perfume en una botella con pera de aire y a veces también peinándolo.

En una inolvidable ocasión, tocó al Hermoso medirse con Tolosa, el inolvidable payaso del ring. Luego de subir Renato haciendo su típica ruta desde el camerino al cuadrilátero como si fuera una pasarela de moda y siendo perfumado en la caminata, el presentador llamó a su contrincante... El estadio estalló en risas cuando Tolosa apareció imitando a su rival pero, en vez de un refinado señor salpicándole esencias aromáticas, traía a un asistente vestido como típico gañán callejero, quien pulverizaba encima un supuesto insecticida con una vieja bomba manual de Flit, de esas que usaban las abuelas para matar moscas. El luchador sonreía y levantaba los brazos recibiendo el rocío venenoso bajo las axilas y luciéndose con la hilarante escena.

El mismo Tolosa tenía otra ridícula costumbre para su representación en el cuadrilátero: cuando estaba perdiendo la lucha e iba a su esquina a pedir agua, en vez de echársela en la cara con las manos, como acostumbran los cátchers, se la tiraba en sus nalgas, frotándoselas con energía. Su delirante y divertido personaje era apodado Locatelli chileno, parodiando el apellido del compositor italiano.

En otra irreverente ocasión, un luchador conocido como el Judío Aaron Steiner, quien solía representarse como sucio y tramposo al igual que varios otros con el rol de villanos, comenzó a ser abucheado por el público reprochando sus malas acciones en el ring. Siguiendo la costumbre en esos años, el respetable comenzó a arrojarle monedas, como humillación, pero Steiner simuló recogerlas y atraparlas codiciosamente con sus bolsillos alentando a la muchedumbre a lanzar más, en un divertido pero políticamente incorrecto chiste que hoy sería repudiado.

Ya entonces, como se ve, cada luchador tenía definido su estilo. También se valían de su “sello propio” de pelea: el pequeño Indio Colo-Colo, por ejemplo, compensaba la falta de estatura con una agilidad y energías fuera de serie, mismo recurso que, en nuestro tiempo, hizo célebre al aplaudido luchador mexicano Rey Misterio, de la WWE. Paolo Rossi, en cambio, apodado el Hombre Montaña, tenía en su cuerpo ancho y casi cuadrado, con suficiente enormidad, calugas y brazos de hierro capaces de hacer a sus adversarios una llave abrazo del oso que los dejaba al instante fuera de combate. Cabecita de Oro, por su parte, se valía de los certeros cabezazos para noquear adversarios cuando lo inmovilizaban con alguna llave, ante la euforia y gritadera de la galería.

Aunque es claro que el espectáculo tenía mucho de libreteado, no había que engañarse: aquellos tipos sabían pelear tan bien como coreografiaban sus combates, que siempre tuvieron algo de reales. Se sabía que Santos, por ejemplo, fue experto en artes marciales; que Dragón Chino era encarnado por Carlos Prussing Wilson, un profesor de estas mismas artes de combate y quien enfrentó en 1969 al legendario Bruno Sammartino; y que Humberto Cabrera se manejaba perfectamente en el boxeo profesional. Algunos de ellos enseñaban también técnicas para caer o saltar desde la altura, para demostraciones acrobáticas de alumnos, artistas y representaciones del desaparecido parque Far West Town de Las Condes, que recreaba para los visitantes escenas actuadas propias de las películas del Lejano Oeste.

Una historia curiosa a mediados de los ochenta confirmó lo anterior: el ex Gorila Chileno, ya viejo y bebiendo café con sus amigos jubilados en el Paseo Ahumada, fue provocado por un sujeto joven que llegó a refugiarse de las fuerzas especiales de carabineros en el mismo establecimiento, en días de protestas con guanaco y lacrimógenas. En lugar de calmarse, el extraño alentaba a los uniformados para que entraran por él en el mismo café. El retirado cátcher le pidió serenamente, con otros clientes, que evitara provocar un incidente allí adentro, en donde le estaban dando amparo; pero el tipo, mal aconsejado por la adrenalina y creyendo que estaba ante un canoso decrépito, le arrojó sobre el rostro y su abrigo un café caliente que tomó de la barra… El violento tipejo pagó caro este error: terminó aturdido y medio asfixiado, con la cabeza metida entre los fuertes brazos del viejo luchador, debiendo salir a rastras y, ya vuelto en sí, marcharse tambaleante por el paseo, desde el café en donde su orgullo y bravura cayeron heridos de muerte.

Esas arenas no eran para débiles ni enclenques, como podrá colegirse. La fama de aquellos peleadores era casi leyenda. Y un conocido luchador de esos años apareció motejado como el Mamut de la Patagonia en el cuadrilátero del Caupolicán, en el filme de humor chileno “Tonto pillo” de 1948: tenía también una extraordinaria agilidad, fuerza, corpulencia y altura, con cabellera inflamada tipo Cabellos de Ángel, personaje de la tira “Condorito”. Era casi a lo que fue después André The Giant en el wrestling internacional.

El cátcher Rizzo era otro que alcanzaba los mejores estándares físicos: pesaba 110 kilos y medía casi dos metros de altura, poseyendo la fama de tener “fuerzas de búfalo”. En una generación más joven, destacó por su corpulencia el famoso y respetado Míster Chile Manuel Vargas, quien habría sido campeón nacional de levantamiento de pesas en los años sesenta, pasando al “Catch” y luego a los Titanes del Ring. Y ya en la época con más disfraces y máscaras, animados por el gran Octavio Suffan, relucen peleadores como el temido y afamado Tino Benvenutti (a veces presentado como Nino), quien junto con tener un personaje con este nombre encarnó en el ring al Estudiante y al Conde Drácula.

En tanto, Miguel Ángel Fanfani, llamado en realidad Oscar Norberto Rodríguez, peleó con ese pseudónimo en traje azul e interpretó a las fieras Ángel Rojo y Mr. The Death (con un disfraz de huesos que adelantó por décadas a caracterizaciones de bandas rock como Misfits), entre otras identidades de fantasía. Esto, a pesar de que, por su delgadez, Manolete García lo retaba diciendo que jamás sería un luchador profesional. Una de las primeras luchas de Fanfani había sido en un campeonato del desparecido Gimnasio Nataniel de calle Nataniel Cox, hacia 1962, presentándose como el Romano. Ese mismo año pudo incorporarse al Teatro Caupolicán, en donde llegó a ser director de nuevas generaciones de luchadores.

Varios cátchers actuaban sin máscara al menos uno de sus personajes representados, pudiendo encargar a otros en anónimo. Por esta razón, muchas veces el público pudo descubrir, casualmente, que sus héroes del “Catch” eran en realidad hombres de lo más comunes y sencillos y no superatletas excéntricos: cargadores de la Vega Central, guardias de seguridad o nocheros; algunos universitarios, músicos y hombres de teatro o profesionales. Había quienes, de hecho, en varias ocasiones abandonaron sus trabajos respectivos para solo dedicarse al negocio de la lucha mientras fue rentable.

El ancho y fornido Diego Torres, en anuncio de las luchas para clasificar al Campeonato de Catch de 1944, en el Teatro Caupolicán. Publicado en "La Nación" del miércoles 22 de diciembre de 1944.

Izquierda: Diego Torres más maduro y atlético, en fotografía tomada hacia 1960, hoy de los archivos del Museo Histórico Nacional. Derecha: el gran Míster Chile, todo un Señor del Ring, en antiguo aviso del "Catch" en el Teatro Caupolicán.

Izquierda: nota sobre Renato El Hermoso en el diario "Las Noticias de Última Hora" y su próxima pelea con El Peta, en el torneo de 1954. Aparece mencionado también el Gorila Salazar. Renato era apodado también "El Perfumado", y parece corresponder a otro de los personajes antológicos de la lucha internacional, importado al país. Derecha: los Hermanos Diablos Rojos Mexicanos, ilustres visitas del ring chileno en el campeonato de 1962 , en imagen del diario "La Tercera de la Hora".

Aviso de Catch con Pepe Santos en destacado, en el diario "La Nación" del 19 de mayo de 1968. 

Catch en el Teatro Caupolicán, anunciado en "La Nación" del viernes 8 de junio de 1973. Era el período en que el espectáculo ya estaba emigrando hacia la televisión.

La Momia con parte de su puesta en escena, previa presentación en el Estadio Carlos Dittborn de Arica en 1976, ya en el período de transición entre la pasada gloria del "Cachacascán" y lo que será la copia del formato argentino de los "Titanes del Ring". Entre los luchadores de esta generación estaban el Barón Von Ruchke, el Gorila Español, Black Demon, Máscara de Plata, el Ciclón del Caribe, Huracán Diabólico, Ángel Blanco, Lord Boris y Blue Satán.

Botarga y caracterización del clásico personaje de Míster The Death, encarnado por el maestro Miguel Ángel Fanfani, quien aparece a la derecha en fotografía del año 1997 (Fuente imagen: diario "La Tercera").

Tino Benvenutti, el hombre detrás del luchador El Estudiante, y Bruno Siegmund en el traje de La Momia, que si bien era un personaje posterior al "Cachacascán", presentado en "Los Titanes del Ring", el hombre detrás del disfraz había alcanzado a participar en las luchas antiguas del Teatro Caupolicán siendo un adolescente, con personajes como 007. Ambas imágenes son del año 1997 (Fuente imágenes: diario "La Tercera"). 

Algo más desde los últimos años del Catch antes de convertirse en los Titanes del Ring, en "La Tercera de la Hora" del sábado 23 de octubre de 1971.

Otros aprovecharon sus parecidos físicos con personajes conocidos, reales o invetados, para construirse papeles en la lucha. Fue el caso de los dobles de Omar Shariff, Sancho Panza y el clásico Tarzán Chileno de Manuel Garrido, siempre acompañado de su amigo El Peta. Solían ser ciertas tales semejanzas, no solo confiadas a algún maquillaje.

El espectáculo del Cachacascán era paseado e imitado en varias ciudades del país. El puerto de Valparaíso había desarrolado una importante sede con sus propios generadores de guerreros, intercambiando con la de Santiago y generando algunas discusiones populares sobre cuál es la ciudad en donde comenzó realmente aquella forma de espectáculo. El negocio ya parecía adquirir gran prosperidad hacia los sesenta, cuando se incorporan muchos nuevos personajes y se adoptan más elementos tomados de la cultura popular, literaria y cinematográfica para los mismos. Con el tiempo, sin embargo, muchos luchadores se habían ido retirando; incluso hubo un terrible accidente aéreo de 1968, en el que falleció un equipo formado por una docena de exponentes de la lucha, que iban de viaje a Aysén con el Huaso Briones a la cabeza.

Pero sucedió que, con la incipiente crisis económica y la necesidad de aumentar la cobertura comunicacional de los espectáculos de lucha, los empresarios Augusto Olivares y Ernesto Morales, quienes eran a la sazón propietarios del show, decidieron vender lo a la televisión. Fue una medida controvertida que aún divide opiniones: un cambio definitivo para el viejo “Catch” en Chile, no exento de polémica dentro del ambiente y que los más críticos han considerado falta de visiones de largo plazo, motivada solo por la pronta ganancia.

Entre otras muchas malas consecuencias inmediatas de aquel traspaso, este significó que le fuera arrebatada al profesor Fanfani toda una generación de nuevos luchadores que venía formando con esmero para continuar la actividad gladiadora del Caupolicán y mantener saludablemente renovado el elenco. “Nunca habrá otra vez en Chile una lucha libre como la de los tiempos del Cachacascán”, solía decir el maestro, romántico y nostálgico de sus años de apogeo como The Death e instructor de aprendices.

La necesidad de síntesis para repasar esta historia obliga a apartar muchos episodios y nombres importantes de la epopeya del Cachacascán, pero la memoria sobrevive en algunos testigos que aún esperan su oportunidad de revivir aquella tremenda aventura de espectáculos populares. En resumen, sin embargo, podemos decir que la caída de esta legendaria y epopéyica primera época sobrevino con aquella venta del show, naciendo así el famoso programa televisivo que pasaría a tomar aquel nombre de los “Titanes del Ring” en la estación de Televisión Nacional de Chile, con una primera temporada de 1971 a 1974. En la práctica y para muchos de sus detractores más sentimentales, fue sólo una imitación de bajo presupuesto del programa argentino del mismo nombre y que también había liquidado la edad del Cachacascán platense a partir de 1962.

Más correctamente, sin embargo, aquel período se situó en lo que podríamos definir como la transición desde el “Catch” hacia esta segunda etapa de su vida en Chile, con los Titanes. No obstante, tan abrupto giro y el cambio de nombre gestaron el posterior mito de que la lucha libre en Chile nació solo como mala copia de los Titanes del Ring argentinos, creencia errada que ha echando toneladas de olvido y desdén sobre toda esa tradición muy anterior, iniciada por el clásico Cachacascán.

Un reportaje al "Catch" en la revista "Vea", en agosto de 1971, revela las identidades de algunos quienes eran parte del elenco de peleadores nacionales y extranjeros en este nuevo ciclo de transición del espectáculo deportivo, ya en la televisión y cuando se habían puesto en marcha como los llamados "Titantes del Ring":

ROBIN.- Se llama verdaderamente Juan Carlos Troncoso Jaque. Habla inglés. A los 16 años egresó de la Escuela Industrial, recibiéndose de subtécnico en mecánica de automóviles, que tal es su profesión fuera del ring. Hace 7 años que cultiva la lucha libre. Pesa 68 kilos. Es profesor de natación y salvavidas en la Piscina Montserrat. Ha luchado en Brasil, Perú, Bolivia, Ecuador y Panamá. "Lucho de corazón" -dice-. "Doy lo que me piden en el ring; me entrego por entero en el cuadrilátero".

INKA TORO.- Luchador cuzqueño. Es profesional desde hace 13 año. Se llama José Cuya. Fuera del ring, se desempeña como técnico tintorero. Ha competido en Bolivia, Argentina, Brasil y Ecuador. Su estilo de combatir es rudo y se ha especializado en realizar frente a su contendor la "clavada" que lo ha hecho famoso.

AKÍO YOSHIHARA.- Japonés, 73 kilos. 20 años luchando. Conoce el mundo entero. Habla 5 idiomas. Los países donde ha residido mayor tiempo son Estados Unidos (Estado de Alabama), Canadá y México. Hace dos meses que está en Chile. Nació en la isla japonesa de Tuckshima. Su apellido quiere decir "Campo de la muerte". Cuando no lucha se desempeña profesionalmente como "cortador de pieles". Además es instructor de judo.

PEPE SANTOS.- Chileno. Tiene residencia en Buenos Aires. Casado con argentina. 3 hijos. Lucha desde hace 20 años. Es empleado de una notaría en Santiago. Pesa 92 kilos, mide 1.74. Se ha desempeñado como profesor de educación física en Montevideo. Lucha sin zapatillas. En 1960 en Lima sufrió la fractura de un hombro. Fue campeón de lucha libre en 1962.

EL COLÉRICO PARAGUAYO.- Se llama Nelson Orellana Sarmicate. Tiene 12 años como profesional del ring (Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela y Panamá). Pesa 100 kilos. Casado, 2 hijos. Vive en el barrio Recoleta. Es comerciante de frutas en Mapocho.

TAURO MARTÍNEZ.- Venezolano. Se llama Pedro Elgueta Martínez. Hace 4 meses que vive en Chile. Aquí se enamoró de una chilena y se casó con ella. Su esposa, Viviana Erices, se emociona cada vez que lo ve en la pantalla chica. Pesa 98 kilos y practica un estilo rudo "que se usa mucho en Centroamérica", confiesa. Además de luchador, es pedícuro-masajista. Después de Chile tiene contratos para ir a Brasil y a Bolivia.

EL BARÓN.- Chileno. 84 kilos de peso. 15 años de profesional. Se llama Antonio Meza. Fuera del ring es tornero-mecáncino. Trabaja en un taller en la comuna de San Miguel. Practica 3 horas diarias. Tiene también un gimnasio en Estrella Polar 689, donde se desempeña como instructor. Sobre la lona es especialista en practicar "tacle" (tijera). Pero le agrada luchar limpiamente, sin abusar de las llaves. Es un admirador de la lucha libre, porque "es un deporte que aparta a la juventud de muchos vicios". Es campeón de levantamiento de pesas (en Lima levantó 140 kilos).

NINO BENVENUTTI.- Luis Sterguel Ramírez. 27 año. Italiano. 6 años como profesional. vive en la Villa Frei. Pesa 72 kilo. Mide 1.75. Levanta pesas de 80 kilos. Es casado. Tiene una hijita de 5 años, quien cada vez que le ve en la televisión se pone a llorar, pues dice que "le están pegando al papá".

EL GORILA ESPAÑOL.- Eduardo de Pozo. 32 años. Trece como luchador. Es empleado de la Municipalidad de Santiago. 96 kilos. Mide 1.73. Campeón Internacional en Argentina (1963). Es especialista en realizar el "salto a la cintura", que desconcierta a su contrincante.

ATILA, EL AZOTE DEL RING.- Argentino. Francisco Nieto. Veinte años como luchador. Ha competido en toda América. Pesa 95 kilos. Reside en Argentina. Casado, 4 hijos. Se incorporó a "Titanes del ring" cuando recién llegaba del Perú. Es primera vez que está en Chile. Es comerciante.

JIMMY GARRIDO.- Es carabinero. Integrante del Cuadro Verde. Es experto en montar y desmontar cuando el caballo va a toda carrera. También es trompeta en el Orfeón de Carabineros. Actúa cada vez que hay cambio de guardia en La Moneda. Tiene autorización de sus superiores para participar de este Campeonato de Lucha Libre ante las cámaras de TV.

Para felicidad de los inversionistas, la nueva propuesta del espectáculo contaba con el plus comercial y las transmisiones por las pantallas que, en algún momento, llegaron a alcanzar masiva audiencia. En la generación de Titanes se mantuvieron presentes, a pesar de todo, estandartes como el Barón von Ruchke, Juan Sánchez, Black Demon, Máscara de Plata, el Ciclón del Caribe, Huracán Diabólico, Ángel Blanco, Lord Boris, Blue Satán y varios otros personajes antológicos provenientes de las escuelas y gimnasios del Cachacascán.

Se puede observar, además, que aunque en sus inicios los Titanes fueron de gran popularidad y rindieron buenas utilidades con esa interesante época propia para la lucha libre en Chile, también perjudicó al gremio la incorporación de criterios de trabajo que hicieron a los nuevos luchadores menos dispuestos a recibir en serio las patadas y golpes, de esos que antes moreteaban a los aguerridos pioneros del “Catch”. Esto, por cuestiones de televisión y de llegada al público más familiar, escenario que fue realzando la percepción de lo artificial del mismo en las transmisiones, a juicio de quienes despreciaban el nuevo formato.

En no pocas veces, además, los Titanes hasta fueron objeto de burla y caricatura en sus últimas temporadas: se decía que los productores revivieron personajes casi infantiles ya para el contexto de tiempo, como el Tiburón, caracterizado como un hombre-pez, y después un monstruo de Frankenstein con máscara similar a cualquiera casa de disfraces, y otros basados en caracterizaciones de luchadores de México. En honor a la verdad, sin embargo, en los propios "Titanes del Ring" de Argentina y otros países se veían cosas parecidas, pues era la exigencia de espectacularidad y exageración que requería la televisión de entonces.

Quedará para el criterio de los seguidores de aquellas disciplinas juzgar sin aquellas críticas y tantas otras, fueron o no justas, en consecuencias.

Destinos inciertos tuvieron los cátchers formados o herederos de la épica primera etapa, al concluir la época de la clásica lucha libre chilena. El extraordinario Míster Chile Vargas fue uno de los que logró capitalizar ganancias y prestigio: dejando atrás su regreso al ring con los Titanes, continuó ejecutando exhibiciones particulares y se encargó de una funeraria de su propiedad en Valparaíso. Ha dado entrevistas interesantes tras cancelarse el programa, recordando aquella actividad en la que se iniciara siendo muy joven como luchador del “Catch” del Caupolicán.

El hombre que usó el traje del archirrival de Míster Chile, la inolvidable Momia, fue el calvo y atlético Bruno Siegmund, si bien hubo otros que encarnaron al mismo personaje y que se han considerado impostores. Aunque el villano de vendas polvorientas y cabellera reseca parece ser una copia de The Mummy de la liga de Texas, representado por el luchador Benji Ramírez a mediados del sesenta, Siegmund había conocido los rigores del Caupolicán y sus luchas con solo 15 años, representando al Hombre Tijera y 007 en tiempos del “Catch”. Pasada la época de laureles, se dedicó a músico, maestro enfierrador y profesor de lucha. Un cáncer fulminante arrebató la vida a este notable guerrero de un 1.97 metros de altura, en 2005. Su triste funeral fue oportunidad para el reencuentro de varias figuras del pasado de la lucha libre.

El Dragón Chino Prussing, en cambio, murió pobre y olvidado en Venezuela, en 2002. Y, tras enseñar su oficio a las nuevas generaciones, el veterano Fanfani falleció en 2008 a los 72 años, siendo considerado un respetable aporte en el resurgimiento del género y uno de los luchadores profesionales más influyentes en la historia del “Catch” chileno. El reputado Pepe Santos, en tanto, atleta completo y quizá el más destacado cátcher de su generación, llamado en realidad Román Madrigal Crucciani, falleció en 2016 a los 84 años. Partía muy cerca de su colega Máximo Franco, el otrora Black Demon… Y así se han ido extinguiendo, como tenues estrellas de una constelación agónica y condenada.

Las llamadas noches de Titanes, con lo bueno y lo malo del rubro, pertenecieron a una época posterior, en parte sobrepasada por la situación histórica e intentando semejarse a un modelo extranjero que ya se encontraba en retirada por aquellos años, además de enfrentar las restricciones de reunión y de actos masivos del período de rigores dictatoriales, que en nada beneficiaron sus presentaciones. 

Agotada su veta de oro, entonces, los “Titanes del Ring” acabaron siendo cancelados en los años ochenta, cuando había mucha más puesta en escena que pelea de verdad, según reclamaban varios veteranos de las camadas fundadoras. Fue destacable, sin embargo, que esta etapa pudiera dejar su propia historia con personajes trascendentes y hasta mitos, a pesar de todas las adversidades.

A la sazón, el espectáculo iniciado por el épico e inolvidable Cachacascán chileno de empresarios como Enrique Venturino, ya dormía profundamente en la paz del sueño de los justos. ♣

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