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LA BOTILLERIA DEL ROCK EN AVENIDA PEDRO DE VALDIVIA

 

Reconstrucción mostrando cómo lucía la botillería en sus inicios, usando como base una imagen publicada por el portal Listeilor.com y algunos detalles adicionales con el aspecto antiguo del boliche.

Para la juventud más revoltosa y callejera fue la parada ineludible de las salidas a "carrete" por los barrios de Ñuñoa y Providencia, justo desde el retorno a la democracia a Chile. Continuó siéndolo ininterrumpidamente por cerca de 25 años, de hecho, hasta que el progreso se volvió amenaza y debió dejar en suspenso sus actividades. Y es que pocas botillerías santiaguinas han alcanzado tanta conexión emocional con su clientela en la historia comercial del país.

Para un par de generaciones de noctámbulos sería difícil olvidar ese sanctasanctórum de envases retornables y desechables en la esquina sur-poniente de avenida Pedro de Valdivia 2871, justo con calle Sucre, en la comuna de Ñuñoa. Y es que se tejieron desde allí tantas "previas" abriendo puertas de trasnochadas concluidas en sitios como la Plaza Ñuñoa, conciertos, gárgaras de alegría para estudiantes del Campus Oriente o, simplemente, la necesaria provisión líquida de miles de asados, fiestas, cumpleaños y ceremonias de todo rango de risa. Fue parte de las celebraciones antes o después de salir del Estadio Nacional Julio Martínez Prádanos, además.

¿Qué pudo haber hecho tan popular y querida a esta botillería ñuñoína, más allá de ser solo un centro de abastecimiento de diversión en licores y tetrapacks? Las varios apodos tan sugerentes que recibió, dan una pista: la Mezquita del Carrete, el Santuario de las Botellas, la Santa Sede, el Altar del Copete, Templo del Hueveo, etc. Conocida popularmente también como La R & R, hubo un fenómeno social interesante alrededor de ella; una especie de alianza eucarística con sus clientes, más bien.

Los Establecimientos Comerciales Rock and Roll Limitada llegaron a ocupar allí el lugar de una botillería anterior llamada La Berlín, remontada a los años ochenta. Tiempo después, el licorería rockera ostentaba una marquesina luminosa verde su presencia, jactándose de existir allí "desde 1990", inscripción que estuvo visible por largo tiempo en sus paneles de luz exteriores.

A poco de haber sido puesta en marcha, la Rock & Roll había alcanzado una enorme popularidad no solo en Ñuñoa, sino que incluso bastante lejos de la comuna, pues se la tenía por picada salvadora o de emergencia para esas noches en que la fiesta comenzó tarde o cuando el abastecimiento no alcanzó a durar más allá de la hora de cierre de los supermercados, problemas de planificación estratégica bastante comunes para el bohemio doméstico promedio de la sociedad chilena. Operaba hasta cerca de la medianoche en los días de semana y hasta pasada las 1 o 2 de la madrugada días viernes y sábado. No pocas veces sobrepasó un poco esos límites, de hecho, motivada por las buenas ventas.

Su ubicación, además, era excelente para atraer clientes por todo este lado de Santiago, allí en el primer nivel de un caserón con algo de art decó, piso convertido a uso comercial pero manteniéndose como inmueble residencial en el segundo. Además de licores, vinos, cervezas y gaseosas, la botillería vendía artículos de almacén como pan, abarrotes, helados, frutas, refrigerios para el "bajón", etc. Más precisamente, se definía en sus avisos exteriores como "botillería y minimarket", pero su identidad estaba esencialmente en esos estantes de botellas coloridas y en sus refrigeradores con la chispeante alquimia del lúpulo.

El ambiente dentro de este lugar hacía homenaje a su nombre, o acaso lo explicaba. Era parte de la atracción del negocio, sin duda. Al igual que mucha de su fiel clientela, varios de los que fueron sus empleados parecían ser rockeros de pura cepa, en frecuentes ocasiones con la radio o reproductor musical a todo chancho; sonando de ella los acordes y riffs de tributo a la fama de este lugar. Hubo un tiempo en que algunos afiches y pósters que parecían arrancados de la época de la otrora famosa tienda musical Rock Schop en Paseo Las Palmas o de las tiendas alternativas de la Galería Eurocentro, completaban el aire de sacra oscuridad en el boliche santiaguino, sumamente surtido y diverso en cantidad de copete a la venta.

Había, por entonces, algunos clientes que tenían sus reclamos contra el querido negocio, sin embargo: a acusaciones de "errores" en la entrega de vueltos, especialmente en los turnos nocturnos, se sumaba el que a veces la música estaba tan fuerte que los vendedores no entendían bien los pedidos dados a grito pelado, generándose algunas confusiones. Poco importaba esto a la mayoría, no obstante.

A pesar del cariño general por la botillería, nada la inmunizo frente al desborde delincuencial que por entonces era algo incipiente en la capital. Así, en octubre de 2010 fue asaltada por una violenta banda juvenil de hampones autodenominados Los Elegantes, bullada ocasión en la que  encañonaron en la cabeza al cajero y a su novia embarazada. Pero a pesar de esta y otras dificultades, se mantuvo fiel a su filosofía de permanecer abierta hasta tarde en los fines de semana, sirviendo de salvavidas al divertimento y ofreciendo a la venta los packs listos para las mezclas de combinados, como pisco o ron más bebida cola.

La botillería antes de su última renovación del aspecto externo. Imagen publicada por el sitio web de Radio Futuro (Futuro.cl).

Así se veía la botillería Rock and Roll en sus últimos días abierta. Imagen publicada por el sitio web de Radio ADN (Adnradio.cl).

La famosa botillería, ya cerrada. Hoy se eleva allí un edificio residencial.

Las siluetas rockeras de la fachada, cuando ya estaban frías, mudas y desahuciadas.

La Rock & Roll cambió radicalmente su presentación durante sus últimos años en aquel inmueble. De su aspecto más tradicional pasó a ser una especie de embajada del índigo celestial reforzando su connotación musical con contorsionadas siluetas de rockstars en sus paneles luminosos, con la marca publicitaria de pisco Mistral en la misma. También fueron pintadas sobre todas las caras ahora azules del inmueble, hacia la calle, las siluetas de los rockstars tocando en gran tamaño en el segundo piso, hacia Pedro de Valdivia, todavía con los auspicios del mismo pisco.

El santuario también había cambiado de logotipo durante aquella última remodelación de su aspecto, con la estilización de una guitarra eléctrica como isotipo de marca (formando un 13, en forma vertical). Nadie sin triscaidecafobia podía suponer, en consecuencia, que le quedaba poco a la tranquilidad de conocida y próspera botillería, misma que solo parecía seguir creciendo y posicionándose, ofreciendo incluso servicios a consignación para matrimonios y eventos.

Pero sucedió entonces que uno de los muchos proyectos inmobiliarios residenciales que llegaban al barrio puso su atención en esa esquina; aquella que la botillería compartía con las asadurías de El Pollo Español y otros negocios cercanos. El vecindario había visto esta clase de irrupción de inevitables intereses por la plusvalía del terreno, entre otras razones, por los proyectos de trazado del servicio Metro y estaciones planificadas cerca de aquel lugar, por lo que no era extraño que otro edificio de corte residencial haya sido planeado precisamente para donde estaba la Rock & Roll.

Hacia abril de 2016, algunos medios de comunicación y cadenas de redes sociales comenzaron anunciar con gran alarma la triste noticia, puñalada al corazón para tanto devoto nacional de los fermentos y los espirituosos: la clásica botillería desaparecería, cerrando su tradicional cuartel de Pedro de Valdivia. El aviso comenzó a correr durante un par de semanas, siendo confirmado por el sitio Facebook de la propia botillería. Dando por reales los rumores y dejando sembradas más incertidumbres, un mensaje muy ad hoc al estilo del negocio fue publicado allí ya casi encima de la fecha de cierre, cuando el destino del local parecía inminente:

Estimados #‎RockAndRolleros‬ de siempre, les comentamos que este domingo cerramos nuestras puertas con la esperanza de trasladar, a la brevedad, este templo del ‪#‎webeo‬, mezquita del ‪#‎carrete‬, altar del ‪#‎copete‬... a otro lugar dentro de nuestra querida comuna de ‪#‎Ñuñoa‬

Por lo pronto los esperamos este fin de semana con increíbles ‪#‎ofertas‬ de últimos saldos en nuestros productos

¡¡¡No se lo pierdan!!! ‪#‎piscola‬ ‪#‎vino‬ ‪#‎whisky‬

Así, tras las liquidaciones de existencia, la cortina de la Rock and Roll bajó el domingo 29 de mayo de 2016, consumando en hechos los peores temores... Uno de los establecimientos comerciales más característicos y divertidos de avenida Pedro de Valdivia, llegaba a su irremediable final; dejaban de vibrar -al ritmo del rock y sus percusiones- las repisas y botellas de cristal de los piscos, vodkas, rones, coñacs y las burbujas de sus gases en cada destapado de cervezas o los ecos de los descorchados de vinos.

Cumpliendo con una promesa oportunamente hecha por sus dueños, sin embargo, se mantuvo el interés en hacer regresar la célebre botillería: su marca claramente iba posicionada en el mercado, además de que su clientela estaba ya hecha y resultaba algo casi absurdo perderlas. Esto se concretó tiempo después en la dirección de Pedro de Valdivia 2885, apostando todo al zócalo del mismo edificio que se levantó sobre su antigua ubicación en la esquina de Sucre.

Pero los tiempos ahora eran difíciles para restaurar el clima recreativo pasado, entre pandemias y agitación social. Ya no son los mismos, claramente. Tampoco lo es el público, ni la propia noche santiaguina, tan acobardada y relegada de diversiones... Que el lector juzgue si este ha sido un buen o mal capítulo último, para una de las historias más curiosas del comercio capitalino contemporáneo. ♣

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