Encuentro de la calle Estado con la Alameda de las Delicias, hacia 1925. En la esquina izquierda se ve el hermoso Palacio Undurraga; en la derecha, el grupo de inmuebles en donde estuvo la Unión Comercial. Fuente imagen: colecciones digitales de fotografía histórica del Flickr de Pedro Encina (Santiago Nostálgico).
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de calle Estado con la Alameda existió por décadas la sede con salones de la Unión Comercial, llamado también Club de Viajantes de Comercio, en cuyas dependencias funcionó uno de los más
grandes centros culinarios y sociales de la época en Santiago. El grupo de inmuebles neoclásicos allí construidos y del que también formaba parte, abarcaba tres pisos construidos dando forma también a la esquina, enfrente del también desaparecido Palacio Undurraga.
El principal presidente de la Sociedad Unión Comercial en la época fue don Juan Moya Morales y su director el general (R) Víctor Figueroa. Esta agrupación había sido fundada el 8 de octubre de 1896 por un grupo de comerciantes santiaguinos, inspirados en objetivos de mutualismo y protección tanto de la industria como del comercio. Antes de hacerse estrecha su sencilla primera sede había sido lugar de concurridos banquetes y bailables en su salón, pues la sociedad también tenía algunas características de filarmónica hacia los años del Centenario Nacional. Existía una monografía sobre la historia de la institución, por cierto, obra del historiador Enrique Blanchard Chessi.
En 1917, la Unión Comercial adquirió la propiedad de calle Estado con los números 29, 33 y 35, pagando por ella 330.000 pesos a su propietario, don Joaquín Correa. Estaba también en los preparativos de las que iban a ser las celebraciones de sus 20 años de existencia, con importantes anuncios de progresos y avances en sus actividades. Para poner en marcha su establecimiento con ciertas características de club social, adquirieron entonces la patente de bar y restaurante.
El inmueble pertenecía al bello y elegante grupo de edificios descritos, levantados hacia la esquina de esta histórica cuadra. Era el sector en donde funcionó, en el pasado, el famoso taller fotográfico del artista canadiense Odber Heffer, además, de gran importancia para la ciudad hacia el cambio de siglo. Más tarde, estuvo allí también la sede de una compañía de seguros.
La dirección exacta del establecimiento era en Estado 33, cercana a la famosa Pérgola de las Flores de la Alameda de las Delicias. Dicho domicilio se volvió el segundo nombre con el que se conoció a este “bar color de la tarde”, como lo definiera uno de sus más frecuentes clientes, Oreste Plath, asiéndose de las palabras de Marco Jorge de Lellis. Recuerda el autor, en “El Santiago que se fue”, que la Unión Comercial era todo un lujo en su interior, con chimeneas de mármol y adornos de bronce en sus salas, con “buena cantina y mejor mesa”.
Ya en los años treinta, las salas del espacioso local eran lugar de reuniones frecuentes de la Confederación de Liceos Nocturnos de Chile, la jefatura de la Brigada Santiago de los boy-scouts, el Gremio de los Comerciantes Minoristas, la Asociación de Dueños de Farmacias y la mesa representativa de los empleados de Correos de Chile, base de la Asociación Postal y Telegráfica que también surgió de las iniciativas tomadas en aquellas mesas. También acudían algunos de los primeros grupos ecologistas que dieron noticia en el país.
Desde abril y mayo de 1933, además, la Unión Comercial sirvió como sede de reuniones del Centro de ex Cadetes Navales e Ingenieros de la Armada de Chile, rebautizado Club Caleuche en otro de los encuentros allí realizados, nombre que conserva hasta nuestros días. La Asociación de Contadores de Chile fue otra agrupación que tuvo su cuartel allí, a partir del año siguiente.
También a partir de 1933 y hasta 1947, el complejo sirvió como casa para las reuniones del entonces joven club deportivo Colo-Colo, hasta que este encontró refugio en calle San Pablo y luego en Cienfuegos, comenzando a cosechar las estrellas que lo llevaron a ser el equipo más popular del país. Mientras su secretaría funcionó en la Unión Comercial arrendando el último piso, el equipo y los dirigentes partieron muchas veces desde allí hacia las canchas o estadios en donde tendrían sus encuentros. Además, realizaría ahí algunos eventos especiales, encuentros con juegos de bolos o palitroques, aniversarios y hasta bailes sociales, como los de la sección femenina de básquetbol.
Banquete del aniversario de la Unión Comercial en 1905, salón de su antigua sede. Imagen publicada en la revista "Sucesos".
Comisión de recepción de un baile realizado en los salones de la Unión Comercial, en la revista "Corre Vuelta" del 25 de agosto de 1909.
Antigua sede de la Unión Comercial, en imagen de la revista "Sucesos", año 1916.
Aspecto general de la antigua calle del Estado, hacia 1920.
Detalle de la esquina de la Alameda con Estado, hacia 1935. En la vecina esquina está el majestuoso Palacio Undurraga, también desaparecido. Imagen de los archivos fotográficos del Museo de Historia Nacional.
Muchos sucesos e inspiraciones, entonces, tuvieron lugar en la Unión Comercial, con recreación segura y tardes enteras de diversión variada. Incluso hubo algún pleito con la Municipalidad de Santiago, en diciembre de 1934, por mantener un casino de juegos en su interior, lo que significó una clausura temporal junto al Club de Septiembre y el Club Social Republicano.
A inicios de marzo de 1935, Moya Morales recibió allí un multitudinario homenaje de despedida al dejar voluntariamente la presidencia de la Sociedad Unión Comercial. A la comida asistieron cerca de 100 invitados; se brindó por su buena suerte y se ofrecieron discursos, concurriendo delegaciones de la Asociación General de Comercio e Industrias y otras instituciones. Fue relevado en el cargo por Emilio Morales Bontés, quien tomó correspondiente la palabra, además del director Gastón Goyeneche, un anterior presidente de la sociedad. Ese mismo mes, el director prosecretario, don Hermógenes León C., llamaba a sus miembros a Junta General de Socios por encargo del nuevo presidente.
No sólo homenajes de la propia sociedad se realizaron en la Unión Comercial: las páginas sociales de la prensa de los años veinte y treinta anunciaban o cubrían con frecuencia las fiestas, banquetes y reuniones de honor en sus salas, en torno a algún festejado o bien celebrando a alguna institución. Incluso hubo curiosos eventos políticos como una conferencia sobre economía e industria dada allí el 9 de mayo de 1935 por el almirante (R) Luis V. López, asesor económico del Partido Socialista de Chile, con concurrencia de sus compañeros de militancia.
Poco después, cuando fue publicado por la revista "Pan" de Buenos Aires el cuento "La Noche de San Juan", su joven autor el literato chileno Héctor Barreto fue homenajeado en el mismo club con una manifestación a la que asistieron, entre otros,
Ricardo Latcham, Francisco Coloane y Jacobo Danke. Esto sucedía unos meses antes de que Barreto cayera asesinado en el barrio de avenida Matta, con sólo 19 años de vida, en una violenta riña entre socialistas y nacistas.
Con semejante fama, se comprende el porqué Estado 33 también fue punto de encuentro permanente para escritores, cronistas y poetas, formándose un grupo de tertulias que se podía hallar allí entre las 16 y las 21 horas, dirigido por Plath y su colega Danke. Esto sucedía desde 1930, aproximadamente. Recuerda Plath que participaban también Victoriano Vicario, Nicomedes Guzmán, Luis Enrique Délano, Pedro Olmos, Luis Orrego y Neftalí Agrella. Todos fueron grandes amigos y colaboradores entre sí, haciendo parte de sus relaciones profesionales y personales alrededor de alguna botella de vino en aquellos comedores.
Cuando colaboraba en la revista cinematográfica “Ecran” bajo la dirección de Délano, en uno de esos encuentros Vicario mostró sus poemas originales a Danke, pidiéndole que se los prologara. Vicario era a la sazón un debutante, pues se ganaba la vida dando mantención a las máquinas de escribir de la compañía Chilectra. Danke quedó tan sorprendido con la obra que, además de acceder a prologarla, lo elogió como un gran descubrimiento de la poesía. Los versos fueron publicados en “Lamparero alucinado” de 1936, con dibujos de Olmos.
Otro descubrimiento de Danke dentro del círculo de asistentes a la Unión Comercial fue Nicomedes Guzmán, quien, según Plath, “pasaba al atardecer del vino”. Era de origen muy humilde, habiendo trabajado de obrero. En su obra “Los hombres oscuros”, de 1939, retrata la vida en los conventillos que había conocido de cerca en sus barrios de infancia. Danke la prologa también, y Plath hace la primera crítica en los diarios, particularmente en “La Nación”, loándolo y otorgándole la definición de “el primer novelista del pueblo”.
Edificios de calle Estado con Alameda, justo en donde estaba la Unión Comercial (por donde se ve la fachada más estrecha). Imagen de los archivos fotográficos de Chilectra.
Un aviso de convocatoria a los miembros de la Unión Comercial en 1930, publicado en "La Nación" en abril de aquel año.
Conocida imagen de la desaparecida Pérgola de las Flores de la Alameda de las Delicias, alguna vez publicada en una revista "En Viaje" de 1937 y otros medios. La Unión Comercial quedaba en el también desaparecido grupo de edificios que hacían esquina en Estado con Alameda, a la izquierda de la imagen.
Estado 33 en nuestros días: la Galería del Rey, rememorando a la colonial calle del Rey que hoy es Estado.
Interior de la actual Galería del Rey, observándola hacia su acceso por Alameda. Pasa por el zócalo interior de los edificios que se construyeron en donde estaba la Unión Comercial y por el actual nivel inferior del Hotel Libertador.
Pasillo de la galería hacia la salida por calle Estado, que hoy ocupa el número 33.
En aquellos días, los comedores de la Unión Comercial continuaban siendo favoritos de algunos banquetes y festejos realizados para importantes personalidades, escritores y hombres públicos. Uno de ellos tiene lugar, por ejemplo, el lunes 11 de diciembre de 1939: la despedida organizada por escritores y amigos para el cónsul y escritor cochabambino Diómedes de Pereyra Arze, quien retornaba a Bolivia para tomar un nuevo cargo ofrecido por su gobierno.
Los funcionarios eran otros concurrentes habituales del lugar. Así, durante la noche del sábado 24 de agosto de 1940, se efectúa también un homenaje de los compañeros de Alberto Carrillo Mendoza y Ramón Bustos Navarrete, trabajadores del Ministerio de Tierras y Colonización, por haber sido ascendidos por decreto a jefe de la oficina de partes y sección de prensa ministerial, el primero, y a jefe del archivo ministerial, el segundo.
Mario Ferrero, otro de los intelectuales que frecuentaban el bar, había llegado allí invitado por su colega Alfonso Gómez Líbano. Crítico, escritor y profesor de literatura, se haría miembro de la Sociedad de Escritores de Chile y debutó en 1948 con “Capitanía de la sangre”. Recordaba al respecto, en “Memorias de medio siglo”:
Recién publicado el primer libro y estimulado por la euforia del principiante, me dediqué a frecuentar los centros literarios, muchos de ellos informales, donde se reunían al atardecer escritores y artistas. Gómez Líbano me llevó a la “Unión Comercial”, que funcionaba en Estado 33, una gremial mutualista con concesión de bar y restaurante. Allí dirigían la tertulia literaria Oeste Plath y Jacobo Danke, ambos funcionarios de la Biblioteca del Servicio Nacional de Salud.
Ya hacia mediados de siglo, asiste hasta la Unión Comercial el poeta argentino Marco Jorge de Lellis. Queda encantado con agudo el ambiente cultural y fraterno del grupo de hombres que allí se reúnen, y se hace miembro de la tertulia por el tiempo en que permanece en Chile. Cuando partió de vuelta a Buenos Aires, la despedida se convierte en un hecho doloroso y triste que intenta ser disfrazado con celebración.
De Lellis jamás olvidará a sus amigos, de hecho, ni a la Unión Comercial. En 1951 publicó su libro “Mediodía por dentro”, en donde escribe nostálgico sobre el club de aquel viejo lugar de Santiago:
Jacobo Danke era el mar
Oreste Plath tenía el huaso en los zapatos
Luis Orrego minero y trotamundos
Y Alfonso Gómez Líbano batíase entre pájaros
Estado 33 se llama un bar color de la tarde
El alma se doblaba en una mesa y se bebía vino largo
Pero, como sucede con todos los locales históricos del clásico y romántico Santiago, el tiempo no perdonó emociones. El bar desaparecería por completo, con edificio, inmuebles vecinos y todo… Estado 33 se fue con la generación de intelectuales que llenaron de liras y letras sus salas; con sus poesías de atardeceres, y sus brindis de idilios. La gran sede fue demolida para dar paso a un edificio comercial y de departamentos, hacia 1957.
En el primer piso y los entrepisos, exactamente en ese esotérico y místico número 33, hoy está la Galería del Rey, pasaje comercial con salida también por Alameda 853. Se llama así en alusión al antiguo nombre que tuvo la calle Estado durante la Colonia: calle del Rey. Este pasaje comercial pasa por entre los zócalos de todos los edificios que se construyeron tras desaparecer la Unión Comercial y sus vecinos. El más vistoso edificio del grupo está en la esquina con la Alameda, sin embargo, sirviendo de sede bancaria.
La galería es reconocida por sus salones de depilación femenina y centros de belleza, que llenan con olores de ceras derretidas al ambiente interior. Pero también ha sido célebre por otros establecimientos casi simbólicos de la ciudad, como el Hotel Libertador, el concurrido restaurante subterráneo Pavo Real, disquerías, zapaterías, centros de electrónica, una sala de cine ya cerrada y un centro de confección de banderines y pendones. Por más de 30 años funcionó también en ella la casa de artículos religiosos Jeanne D’Arc, antes de cambiarse a un local de la Galería Imperio, en donde acabó su larguísima vida de casi 140 años en febrero de 2008.
Encima de los recuerdos ya náufragos de la Unión Comercial y de la romántica dirección de Estado 33, entonces, la Galería del Rey lleva tiempo ya escribiendo una nueva y propia historia. ♣
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