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EL TONY COLIGÜE: EL HOMBRE DETRÁS LAS SONRISAS

El tony Coligüe en 1958, en el diario "La Nación".

El viernes 5 de abril de 2013 falleció en Santiago, a los 95 años de edad, don Héctor Manuel Aguilera Campos: el mismo hombre que encarnó por décadas al célebre tony Colihue o Coligüe en los principales circos chilenos. Casi sin cobertura periodística, su deceso se produjo encontrándose totalmente retirado y afectado por la cruel enfermedad de Alzheimer más una diabetes que, hacía poco tiempo, le había significado la amputación de ambas piernas, combinación que lo mantuvo postrado en sus últimos días en una clínica de la comuna de La Florida.

El tony Coligüe fue, en su momento, uno de los payasos chilenos más conocidos de las artes circenses. Esto no extraña: pertenecía a una generación refulgente de talentos nacionales entre los artistas de estos escenarios, junto a otros exponentes históricos como los tonis Caluga, Zanahoria, Pipiripi, Chicharra, Zapatín, Cascarita y el gran clown Pollito Pérez, aprendiendo también de precursores de esta forma de espectáculo como el internacional Montes de Oca y el tony Chalupa.

Nacido en 1918, don Hernán se inició tempranamente en las artes circenses que ocuparon unos 70 años de su existencia. Siendo alumno en una escuelita de su estimada ciudad de Talca, había quedado fascinado con las presentaciones de un circo de propiedad del empresario Manuel Cerpa, al punto de que escapó de su hogar para seguir la huella a la compañía y trabajar en ella durante los años veinte. Este circo se presentaba en zonas campestres, generalmente colocando una alfombra bajo una higuera a modo de escenario, para entretener al público de trabajadores y sus familias.

Sin embargo, su entrada al mundo del circo fue más bien en roles como acróbata y trapecista, dentro de aquella compañía. Destacó de tal forma en la actividad circense y demostró una pasión por el mundo de las grandes carpas que fue contratado rápidamente por el mucho más conocido Circo Corales, recordado por algunos como el primero “moderno” en el país. Este había sido fundado por don Juan Corales González quien, por oficiar como animador y poseyendo un inmenso carisma, habría provocado el surgimiento de la expresión popular de Sr. Corales usada para referirse a todos los presentadores circenses o de funciones de espectáculos.

En aquel elenco, Aguilera comenzó a interpretar un nuevo personaje llamado Ajicito (nombre que tomó también el tony interpretado por Juan Bautista Arroyo, fundador del Circo Frankfort) junto a los hermanos Corales. Se dedicaría a tiempo completo con esta caracterización, pues un accidente lo alejó definitivamente del trapecio. Como era delgado y de cierta altura, sin embargo, sus propios colegas lo apodaron Coligüe, aludiendo a la planta nativa relacionada con los bambúes y que crece en el sur de Chile. De ahí el nombre del personaje que llegaría a darle fama y prestigio internacional: el tony Coligüe.

En la gran época de su dilatada carrera, Aguilera compartió escenario con grandes exponentes del gremio como los tonis Caluga, Chicharra, el primer Tachuela y Pollito. En estas aventuras recorrió Chile varias veces y la mayor parte de Sudamérica, peregrinando con distintas compañías. Fue una de las estrellas más relucientes del grandioso Circo de las Águilas Humanas, además, hacia inicios de los cuarenta y al alero del inolvidable empresario de espectáculos don Enrique Venturino. Coligüe también había destacado en la cartelera del Circo Buffalo Bill, en el que participó incluso la recordada y entonces juvenil elefanta Fresia a principios de los cincuenta, la misma del jardín zoológico. Luego, el tony estuvo como artista estable del Circo Frankfort.

La identidad y característica suyas eran de tony pícaro, bonachón, algo travieso y con tendencia a meterse en líos. Se presentaba siempre vestido con chaquetones negros o dorados, suspensores y grandes chalupas rojas. Como mezclaba parte de su rutina con algunos actos acrobáticos en tiempos más jóvenes, siempre tuvo especiales precauciones para no afectar su maquillaje ni sus atuendos con estos actos.

Dueño de un impecable castellano, además, Aguilera usaba una limpia voz pausada, algo nasal para darle carácter al personaje, lo que quizá facilitó el poder internacionalizarse. También llegó a coquetear con la poesía y la recitación en varias ocasiones, cuando la declamación era parte de las carteleras escénicas, ganándose la ovación del público en cada presentación que hizo recitando vestido de payaso. Se demostró, además, como un excelente improvisador, ideal para salir de algunos enredos u olvido de líneas de los actores menos expertos, salvando siempre la situación.

Publicidad del Circo Buffalo Bill  aparecida a mediados de septiembre de 1951, diario "La Nación".

Héctor Aguilera y su amada Laurentina, en imagen de propiedad de la familia.

Izquierda: Héctor Aguilera Campos, el tony Coligüe (1918-2013). Derecha: chalupas del tony Coligüe e imagen fotográfica (a la izquierda del grupo) en donde aparece con otros de sus colegas payasos. Presente en la exposición "Circo Chileno" de 2011 en el Salón Bicentenario de la Biblioteca Nacional de Santiago, por gentileza de Patricio Scacchi.

Imágenes de la rutina cómica de los tonis Caluga y Coligüe, en sección de revista "Foto Apasionada". Fuente imagen: sitio FB Payasos Chilenos por el Mundo.

Retrato fotográfico de Pollito Pérez, don Juan Arroyo y el tony Coligüe. Fuente imagen: sitio Clown Evolution.

En medio de su agitada carrera como saltimbanqui, Aguilera contrajo matrimonio y formó familia con quien lo acompañaría desde el momento mismo en que la conoció: doña Laurentina Quevedo Ibáñez, su querida Lala, con la que tuvo tres hijos y medio siglo de ininterrumpida vida común. Una de sus hijas era ahijada de Lillo, el tony Caluga, en otra demostración de las cercanías familiares y cruces que mantenían los grandes artistas circenses de la época. Aguilera vivía con los suyos en la casa N° 3 del pintoresco cité de calle San Francisco 659, casi llegando a Diez de Julio Huamachuco, barrio popular y romántico con pasado de noches pecaminosas y también su propia época curricular de candilejas.

El artista era, además, un hombre amante de su tierra y su folclore: gustaba de escuchar sus colecciones con cintas de cuecas chilenas, por ejemplo. Se recuerda, por la misma razón, que amaba las expresiones populares de cultura nacional, como buen veterano hombre de espectáculos.

Como se informara en un sentido homenaje a su memoria hecho por Radio Carrera de Éxitos, la experiencia internacional y la fama llevaron a que Coligüe fuera reclutado en el Circo Aéreo Mexicano, el Circo de los Hermanos Tejedor de Argentina, y las compañías Tropicana, Prince y Royal Dunbar Circus de Colombia. También fue invitado a importantes compañías de Perú, en donde se le consideró toda una estrella del medio circense en aquellos años.

Por si fuera poco, Coligüe fue parte de la exitosa gira de tonis chilenos por diferentes elencos y circos de Estados Unidos, Centroamérica y Europa iniciada en julio de 1958. Dirigidos por Caluga, eran 20 artistas de este tipo quienes partieron su periplo por Perú, Uruguay, Ecuador, Costa Rica y América del Norte, entre ellos los tonis Zoquete (Raúl Briones, a la sazón estrella del Circo Barnum), Zapatón (Alberto López), Chicharra (Juan Ramírez), Panchulo (Luis Veloso), Lagrimita (Ernesto Jara), Panqueque (Joaquín Maluenda), Folleque (José Fuentes), Mosquito (Tello Farfán), Largote (Luis Vega) y Paleta (Luis Segovia). Eran los años de crisis del gremio, algo que obligó a muchos payasos y otros artistas del rubro a abandonar el país, razón por la que Lillo decidió organizar aquella importante gira.

Conforme seguía madurando y creciendo profesionalmente, el artista comenzó a ser reconocido como maestro de nuevos talentos que lo eligieron como profesor y hasta tutor, en algunos casos. La unanimidad de quienes fueron cercanos coincidían en que era un hombre sumamente generoso, vocacional y respetuoso de su oficio, siempre dispuesto a asistir con ayuda y enseñanza. Puntual y minucioso en lo suyo, entonces, llegaba al extremo de pintarse por dos horas antes de decidir que había logrado la perfección del maquillaje y salir así al escenario. También procuraba que todo su traje luciera impecable para enfrentar al público: chalupas relucientes, guantes perfectamente blancos, pelucas peinadas, cuellos almidonados, etc.

Se recuerda que las rutinas del tony Coligüe fueron de las primeras en instalar  algunos de los más famosos sketches y clásicos números de payasos en los circos nacionales. Entre ellos estuvieron la parodia “El cañón atómico” (con un tony enano como la bala humana, reemplazado en el acto por el muñeco que salía volando con el disparo), “La batería eléctrica”, “El cogoteo” o "El asalto" (de donde surgió, aparentemente, la graciosa navaja gigante de utilería usada por estos artistas), “Los boxeadores” (famosa por los grandes guantes planos para cachetadas), “La papa”, “el desfile militar”, “La leche”, “el muerto” (que ejecutaba con Caluga fingiéndose fallecido), “El tablón” (también con Caluga, uno a cada extremo del madero que cargaban, desatando las situaciones jocosas) y la hilarante rutina de “La guagua” (con un compañero ad hoc y alumno enano llamado Coligüito, con una mamadera gigante).

Fueron años de grandes presentaciones, pasando por escenarios importantes como el Teatro Caupolicán, el tradicional cuadrante de circos de Alameda con General Velásquez y las carpas de algunas de las más famosas familias de este espectáculo de Chile, en donde compartió profesión también con esa siguiente generación de tonis como Chocolate, Piolín, Patito Pototo, Caluga Jr. (de quien fuera su “padrino” espiritual y promotor) y los Tachuelas hijos.

Sus últimas grandes presentaciones en el ambiente parecen llegar a los años ochenta, algunas de ellas de regreso en el Circo las Águilas Humanas en el Caupolicán, aunque con una nueva administración de la histórica compañía. Lamentablemente, los impedimentos físicos y de salud fueron apartándolo del escenario.

Izquierda: don Enrique Venturino Soto, célebre dueño del Circo de las Águilas Humanas y del Teatro Caupolicán, donde el tony Coligüe llegó a ser el artista principal. Imagen de los archivos de la Biblioteca Nacional. Derecha: promocional del Circo de las Águilas Humanas a inicios de los años cuarenta.

Izquierda: "Cañón atómico" originalmente usado la rutina "La bala humana" del tony Coligüe. Derecha: mamadera gigante usada por el tony Coligüe en su rutina llamada "La guagua". Ambas fueron parte de la exposición "Circo Chileno" de 2011, en el Salón Bicentenario de la Biblioteca Nacional de Santiago, por gentileza de Héctor Aguilera.

Una de las últimas apariciones televisivas del tony Coligüe, en homenaje de un programa del canal Mega de 1997, junto al animador Antonio Vodanovic. Fuente imagen: canal Youtube de Patricio Scacchi.

Don Héctor dando una entrevista ya en su retiro para el último homenaje que recibiera su amigo de toda una vida y compadre, don Abraham Lillo, el tony Caluga, en mayo de 1997. Imagen publicada en sitio Circo.cl.

Hallándose ya retirado, en 1994 el tony Coligüe fue representado para la obra de teatro “Las siete vidas del tony Caluga”, en donde aparecía también una caracterización de Lillo como personaje principal, además de Alberto Díaz el tony Chalupa y Pollito Pérez como otros personajes. Cabe añadir que, solo tres años después de recibir este homenaje en la dramaturgia, Lillo falleció a los 81 años, dejando atrás una de las más grandes epopeyas de vida en aquella época circense, como el más famoso payaso nacional.

Aguilera pasó a ser, entonces, uno de los solitarios últimos representantes vivos de su talentosa y admirada especie, a partir de aquella época. Fue, además, el penúltimo sobreviviente de los 20 payasos que participaron del primer elenco del Gran Circo del Tony Caluga, según recordaba años más tarde el tony Caluga Jr. Tuvo algunas apariciones televisivas más bien simbólicas en la misma década, por cierto.

Aunque su salud estaba comprometida desde esos mismos años, en 1999 la peor tragedia golpearía la puerta de su casita en viejos barrios santiaguinos: su amada Lala falleció de un infarto, destrozando el alma del payaso que, esta vez, lloró. Tras sepultarla en el Mausoleo de la Sociedad Circense de Chile, el anciano Aguilera nunca pudo recuperarse de este dolor; su ánimo y su estado general comenzaron a deslizarse por tabla rasa al abismo, y empezó a verse afectado por una secuencia de padecimientos que condenarían su destino, como comentara para “Las Últimas Noticias” (miércoles 10 de abril de 2013) su hija Carmen: “Desde que mi mamá murió, mi papá se fue para abajo, sin ella como que se sentía en la nada (...) En sus ratos de lucidez se acordaba, la llamaba, a pesar del Alzheimer nunca la olvidó”.

Lidiando con sus depresiones, en 2011 Aguilera estuvo invitado en la inauguración de la exposición “Circo Chileno” de la Biblioteca Nacional en Santiago: se exponían allí parte de los instrumentos y artefactos usados en sus rutinas y donados a la colección. Era clara la fragilidad en que se encontraba ya el nonagenario artista, en la que sería su última aparición pública. Fue durante el año siguiente que le fueron amputadas sus extremidades inferiores como consecuencia de la señalada diabetes, dejándolo rendido en una cama mientras su estado seguía deteriorándose.

Afectado por las complicaciones de salud ante la angustia de sus hijos y nietos que le daban cuidado, Héctor Aguilera falleció aquel viernes de 2013, coincidente con el aniversario de la Batalla de Maipú en los calendarios. Toda la comunidad circense chilena lloró su partida y, aunque la razón técnica de su muerte fue un paro cardiorrespiratorio, muchos atribuyen su partida al dolor de haber perdido a la compañera de su vida, ese golpe del que nunca pudo recuperarse.

El velorio se realizó en su casa del barrio 10 de Julio y a poca distancia del Teatro Caupolicán, que tanta importancia tuvo en su carrera. El ataúd fue decorado con su viejo saco de tela dorada, sobre el cual se colocó un retrato de don Héctor y otro con el maquillaje de su alter ego, el tony Coligüe. En el cortejo destacaban muchos de sus actuales exponentes de oficio como los tonys Copucha, Cuchara y Caluga Jr. Fue sepultado en el Cementerio General el domingo siguiente, en el Mausoleo de la Sociedad Circense de Chile, en calle O'Higgins entre Los Espinos y Los Pimientos. Todo se hizo prácticamente sin presencia de cámaras ni medios de prensa, distraídos en las banalidades de la televisión más profana y del periodismo de espectáculos vacíos de nuestros días.

Allí, durmiendo en la paz de los fallecidos junto sus ex colegas y amigos de profesión cirquera, en el mismo complejo en donde reposa su amada Lala, quizá el inolvidable tony Coligüe reservó una última gran sonrisa para el simbólico reencuentro de amor en la eternidad de la muerte y entre los finos hilos de oro del recuerdo y la gratitud.

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