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EL SORPRENDENTE CASO DE NORA GREGOR EN CHILE

 

Afiche francés del filme "La Fruta Mordida" ("Le Moulin des Andes"), estrenada en 1945. Se destaca al personaje de Nora Gregor en la composición. Fuente imagen: sitio Unifrance.

En un curioso y sencillo espacio del Cementerio Católico de Recoleta se encuentra un mausoleo bastante particular pues, además de haber que ha sido depositario de ciertas leyendas populares, guarda tras su puerta los restos de una ilustre fallecida; acaso uno de los grandes misterios de la historia de la historia de las candilejas. Este intrigante caso ha sido estudiado y divulgado solo por un puñado de interesados, sin embargo, destacando el investigador de cultura funeraria y neofolclore César Parra, por ejemplo.

Eleonora H. Gregor, el alma moradora silenciosa del mausoleo, había nacido el 3 de febrero de 1901 dentro de una familia austríaca residente de la localidad austro-húngara de Gorizia (Görz), hoy de Italia. Desde corta edad comenzó a dedicarse al canto, la recitación y la actuación teatral, usando el nombre de Nora Gregor entre otros con los que se presentó en los inicios de su carrera profesional, desde donde saltaría al cine mudo antes de cumplir los 20 años.

Nora consiguió sus primeros contratos como actriz cinematográfica para los filmes “Wie satan starb” de  Heinz Hanus y Otto Rippert, y “Gefesselt” de Peter Paul Felner, ambos de 1920. En el año siguiente actuó en nuevos rodajes como “Das grinsende Gesicht” de Julius Herska, adaptación de una obra de Víctor Hugo; y “Die Schauspielerin des Kaisers” de Hans Otto. Destacó en todas ellas por su radiante belleza juvenil y sus talentos para interpretar papeles dramáticos.

Así, con su carrera en ascenso sostenido, para 1922 actuará en “Die trennende Brücke” y “Meriota, die Tänzerin” de Herska, “Die Tochter des Brigadiers” de Friedrich Porges y “Die Venus” de Hans Homma. Durante el año siguiente ya figura en “Irrlichter der Tiefe” de Fritz Freisler y “Die kleine Sünde” de Herska, convirtiéndose en una de las actrices favoritas de este director, a esas alturas. Siguen en 1924 las obras “Mikaël” de Carl Theodor Dreyer y “Moderne Laster” de Leopold Niernberger.

Entre 1925 y 1931, la hermosa Nora continúa su vertiginosa actividad profesional con los filmes “Das Mädchen mit der Protektion” de Max Mark, “Der Mann, der sich verkauft” de Hans Steinhoff, “Der Geiger von Florenz” de Paul Czinner, “Eheskandal im Hause Fromont jun. und Risler sen” de A .W. Sandberg, “Olympia” de Jacques Feyder, “...Und das ist die Hauptsache!?” de Joe May y “Mordprozeß Mary Dugan” de Arthur Robison. Ya es, por lo tanto, una de las divas más cotizadas de la cinematografía austro-alemana, comenzando a coquetear con la industria americana al iniciarse la era del cine sonoro, con sus siguientes filmes “Wir schalten um auf Hollywood” de Frank Reicher, “But the Flesh Is Weak” de Jack Conway. También actúa en la película musical de 1933 “Abenteuer am Lido”, de Rochard Oswald y en “Was Frauen träumen” de Géza von Bolváry, en el año siguiente.

Como Nora domina el idioma inglés se integra a la compañía artística de Douglas Fairbanks Jr., para actuar en los más importantes teatros. Fue la primera actriz austriaca en conquistar territorio europeo y americano simultáneamente, de hecho, habiendo pasado ya por rodajes en Viena, Berlín, París y ahora Hollywood. Las perspectivas que se le abren a ambos lados del Atlántico parecen estupendas, soñadas por cualquier artista europeo de aquellos años. 

En aquel ambiente de espectáculos, además, la despampanante, talentosa y joven mujer había conocido al pianista y director de orquesta alemán Mitja Nikisch, hijo del famoso director musical Arthur Nikisch. Contrajo matrimonio con él al poco tiempo, aunque la unión resultó en un rotundo fracaso y se separaron en 1934, solo dos años antes de la muerte del músico en Venecia, con 37 años.

Casi al mismo tiempo, a partir de 1930 según ciertas reseñas, la artista había tenido una sórdida aventura amorosa con el príncipe Ernst Ruediger von Starhemberg, uno de los líderes del nacionalismo austríaco y, hasta hacía poco, simpatizante nada discreto de las corrientes fascistas, habiéndose visto complicado en el famoso Putsch de Múnich de Adolf Hitler ocurrido más de una década antes. Tras ser vicecanciller de Austria, Starhemberg estaba comprometido ya con la condesa Marie-Elisabeth von Salm-Reifferscheidt-Raitz, con la que casó en 1937 y solo unos días antes de que Nora tuviera secretamente al hijo de ambos, Heinrich. Los amantes habían continuado viéndose, pues, incapaces de resistir el amor surgido entre ambos.

El escándalo provocó un terremoto en la vida de Starhemberg, quien terminaría anulando su sagrado vínculo con la condesa a través de un dispenso solicitado a la Santa Sede, divorciándose así hacia fines del mes de noviembre de aquel año. Liberado, entonces, contrajo matrimonio velozmente con Nora, yéndose a vivir juntos en el año siguiente en Francia. En esta circunstancia, la actriz pasó a ser princesa y su hijo Hinni, como le llamaban, príncipe heredero.

Los idilios de amor y la maternidad habían alejado a la actriz de las cámaras de cine desde 1933. Pero justo cuando retomaba su carrera estallaría la Segunda Guerra Mundial, período en el que Starhemberg descarta sus simpatías con el nazismo y cae en la ruina. La pareja vivió días difíciles: el otrora aristocrático político se unía a las fuerzas francesas de liberación, asistido económicamente por su millonario amigo Friedrich Mandl, hijo y continuador de la industria de armas de su padre Alexander Mandl. Debió escapar ante la ocupación del ejército alemán en 1938, reclutándose en la aviación por las fuerzas libres de Charles de Gaulle.

Con la industria del cine arruinada por la guerra, el último filme conocido de Nora en Europa fue la comedia dramática de sátira social “La Règle du Jeu”, terminada en una Francia bajo ocupación, en 1939, con dirección de Jean Renoir, quien también actuó en la obra. La actriz no alcanzará a ver el estreno de la película en el país franco pues, en aquel momento, su semblanza ya se aproxima hacia Sudamérica.

Con su prometedora carrera interrumpida otra vez, Nora realiza un gran periplo de exilio llegando hasta Argentina, para alojar en el palacio que Mandl había adquirido en Sierra de Córdoba. Sin embargo, en territorio argentino otra vez continuaron sus penurias, soportándolas con su hijo a la espera de que volviera hasta ellos su esposo. Cansada y decepcionada, a la larga la actriz tomaría la decisión de viajar hasta el territorio al otro lado de la cordillera, estableciéndose también en Santiago y Viña del Mar a partir de 1938, por períodos.

Nora Gregor en sus años de esplendor. Fuente imagen: sitio MUBI.

Imagen publicada a propósito de la muerte de Nora Gregor, en el diario "La Nación" del martes 25 de enero de 1949.

Edificio del Hotel Crillón. Imagen de "El Mercurio"  publicada en Memoria Chilena.

Sucedió que Nora había conocido en Francia a la aristocrática dama chilena Blanca Vergara de Errázuriz, hija de don José Francisco Vergara, el fundador de la ciudad de Viña del Mar en 1878. Ambas repusieron el contacto en aquellos oscuros años y así doña Blanca la invitó a vivir en una de las suntuosas cabañas que su familia tenía en la Quinta Vergara, en donde mismo está ahora el anfiteatro de los festivales. Hinni, en tanto, ingresaría al Colegio de los Padres Franceses, mientras su madre se rodeaba de lo más granado de la sociedad porteña, convirtiéndose en una persona de gran admiración por su condición de estrella cinematográfica y de princesa, paseando así su fulgor por las calles de Valparaíso y Viña del Mar.

Para su desdicha, Starhemberg había reaparecido en su vida, en 1942, pero ya no era el mismo: convertido ahora en un tipo rudo, de pocos refinamientos y dado a las aventuras, sobrevivía principalmente de trabajos que le encargaba Mandl en Argentina. La nueva separación fue inevitable, por consiguiente.

Entrando y saliendo del país otra vez de acuerdo a la sintonía de sus proyectos personales, la actriz fue invitada a un nuevo proyecto cinematográfico en estas tierras: “La fruta mordida”, largometraje del director Jacques Remy y conocido en Francia como "Le Moulin des Andes", rodado por la Sociedad Cinematográfica Franco-Chilena. La llegada de Nora a la Estación Mapocho, en donde la esperaban miembros de la sociedad y reporteros en agosto de 1944, había sido gran noticia en las páginas de espectáculos.

La nueva película -y que debía restaurar su carrera- tenía por trama la llegada de un muchacho francés a Chile para ayudar a su madre viuda en una gran propiedad del campo, enamorándose de una hermosa muchacha campesina y desatándose así los problemas. Siendo ya madura, el papel que correspondía a Nora era el de madame Sesscosses, la madre celosa y resentida con la misma relación de su hijo, rol este último que sería interpretado por Robert Darène. La actriz había retornado a Chile casi al final de proyecto, para que se filmaran todas sus escenas.

Una particular historia de fondo de aquel filme que había comenzado a ser rodado ese mismo año en Villarrica, es que la película se gestó inicialmente en Buenos Aires por el productor catalán Carlos Gallart, quien tenía la intención de filmarla con actores refugiados en suelo sudamericano. Los diálogos fueron adaptados por Alexandre Casonas, con guión de Jules Supervielle. Con apoyo de la estatal Chile Films, Jean de Bravura se hará cargo de los montajes escenográficos, Hugo Chiesa de la fotografía y Giorgio di Lauro fue responsable del sonido, quedándose a vivir en el país después de esta experiencia. Junto a Nora y Robert actuaron Jacqueline Made, Andrés Tainsy y Catherine Moisson.

Cuando se estrenó “La fruta mordida” hacia fines de 1945, primero en Chile y después en Argentina, la crítica juzgó la obra con cierta benevolencia. Fue definida tibiamente como una película buena, aunque recalcando que su trama y su desenlace eran débiles, no cumpliendo con más expectativas que la de entretener al gusto popular. A pesar de esto, la actuación de Nora fue reconocida y destacada por los críticos. También fue exhibida en Marsella, con el nombre de “Françoise”, que en algunos afiches se incorporaba entre paréntesis después del título "Le Moulin des Andes".

Luego de aquella experiencia Nora aguardó con esperanza la oportunidad de revitalizar su lesionada carrera y volver a la industria artística europea, mientras veía con tristeza cómo el espejo la mostraba cada vez más envejecida. La caída del III Reich no fue suficiente para aquella aspiración, sin embargo, porque el castigo político pesaba todavía sobre su esposo y ella, impidiéndoles poner pie de vuelta en Viena y condenándolos a permanecer autoexiliados en este lado del mundo… Y sería en esta expectativa que todo se acabó para ella, mucho más allá de sus meras aspiraciones profesionales.

En 1949, viviendo establemente en Chile otra vez pero disponiéndose a viajar con su hijo a Argentina para visitar a su marido, se quedó por unos días en el famoso Hotel Crillón de Santiago, en el mismo edificio y galería que existen aún en la esquina norponiente de Agustinas con Ahumada. Fue recibida y atendida en el lugar por la familia Cousiño, según señala un artículo de Eduardo Labarca para “La Tercera” (“Nora Gregor: diva, princesa y exiliada en Chile”, 2009). El hotel era uno de los más lujosos e importantes del país, antes favorito de la aristocracia criolla, con un elegantísimo y decorado comedor en donde gobernaban los aromas de la comida francesa e internacional, con carta gourmet que incluía temporadas de faisán y de venado.

De acuerdo a los testimonios que se conocieron, la princesa y actriz se encontraba de buen ánimo allí en el restaurante del Crillón, pero justo comenzó a sentir malestares después de una cena. El médico que la examinó solo le dijo que reposara. Empero, la situación empeoró velozmente y, para el día siguiente, el 20 de enero de 1949, había fallecido en la misma habitación que ocupó en el hotel.

Aquella última etapa de la vida de Nora Gregor está tan mal abordada por las escasas biografías que incluso se la da por muerta en Viña del Mar, con cierta frecuencia, cuando el hecho es que la tragedia sucedió en Santiago. En parte, esto se debe a que toda la tragedia fue tomada con mucha reserva y secretismo. Además, el propio fallecimiento de la actriz es otro de los grandes misterios de su vida: la prensa aseguró con unos días de retraso que se trataba de un paro cardíaco y, de acuerdo a algunos de los autores disponibles las razones de su fallecimiento debieron corresponder a causas naturales. Incluso se dijo que estaba en Santiago para iniciar un tratamiento médico.

Sin embargo, habrá quienes sostienen también que debió tratarse de un acto suicida, provocado por la depresión que le acarreó a la actriz vivir en tierras extrañas y en condiciones desfavorables. El suicidio, además, habría sido lo que se informó en Austria al conocerse de su muerte, y es la idea que han defendido algunos descendientes de la familia Vergara, como se señala también en el artículo de Labarca.

Los restos de la infortunada Nora, la princesa con una brillante carrera cinematográfica tronchada por las convulsiones planetarias, fueron sepultados entonces en el mausoleo de los Vergara en el Cementerio Católico en Santiago, tras una misa al parecer realizada en la Catedral. La ceremonia del camposanto se ejecutó de manera muy privada, y su lugar de reposo también fue mantenido en reserva. Asistieron con gran discreción su hijo, de 15 años a la sazón, y solo unos pocos amigos, mientras que Starhemberg no pudo estar presente a causa de las estrictas normas de inmigración de Argentina que impedían a extranjeros su salida antes de un plazo determinado de permanencia.

Dicho lugar de su sepultura es conocido hasta hoy como el Mausoleo de La Princesa, aunque pocos manejan más información sobre su verdadera identidad. El sencillo aspecto de la bóveda cerrada no aporta mucho más al respecto.

Starhemberg solo pudo llegar un tiempo después a Santiago, autorizado para despedir a la fallecida en aquel lugar para el descanso de sus restos. Regresó a Austria y murió en marzo de 1956, en la localidad de Schruns, sin haber podido recuperar la bonanza ni la buena vida de sus mejores años, cuando ostentaba las credenciales de nobleza.

Su hijo Hinni, en cambio, estudió en la Universidad Católica de Valparaíso y trabajó en las tablas de Chile, Argentina y España como actor, productor y escritor. Heredó parte de algunas fortunas familiares, por un lado, y los talentos artísticos de su madre, por el otro, pero parece que también su extraño karma: moriría en un hotel, en 1997, mientras se hallaba alojando en el Plaza de Buenos Aires. ♣

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