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EL PARRAL DE LOS BAÑOS DE GÓMEZ: ENTRE LA FIESTA Y EL ENFRENTAMIENTO

Aspecto y extensión de calle Duarte en 1824, en el "Plan of the City of Santiago, the capital of Chile", con eje norte-sur horizontal, en la Sala Medina de la Biblioteca Nacional. El nombre de la calle ha sido agregado a la carta para facilitar su localización.

Hoy llamada Lord Cochrane, la antigua calle Duarte de Santiago fue otra de las vías recreativas más alegres y fiesteras del siglo XIX, antes que un aire con pretensión más aristocrática pudiese apoderarse de sus cuadras iniciales, para después ceder nuevamente a la influencia popular aunque con otros rostros. Si para fines de la anterior centuria y hasta aproximadamente 1840 no era más que dos o tres cuadras terminadas en el paisaje rural que rodeaba todavía a la ciudad, hacia mediados del mismo siglo ya había comenzado  prolongarse hasta alcanzar los barrios al oriente de La Pampilla o Campo de Marte, que será después el Parque Cousiño, hoy O'Higgins.

Sus entonces famosas quintas, posadas y fondas en esas primeras cuadras originales, desde la Alameda de las Delicias hacia el sur, llegarían a ser legendarias en la historia de la antigua recreación chilena, especialmente por la presencia de un famosísimo establecimiento llamado El Parral de Gómez, El Parrón de Ño Gómez o Los Baños de Gómez. En gran medida gracias a este, de hecho, Duarte fue de uno de los primeros barrios de diversiones de la capital a inicios de los tiempos republicanos, ofreciendo escenarios para importantes artistas de su época. Fue el caso del fundamental grupo folclórico Las Petorquinas cuando estas recién habían llegado a Santiago en 1831: comenzaron a deslumbrar precisamente en los Baños de Gómez, además de ser el mismo sitio en donde debutarían después algunos elencos teatrales de la entonces joven República.

"La capital se cubrió de chinganas, y en la Alameda, desde San Diego hasta San Lázaro, y en la calle de Duarte, en sus dos primeras cuadras, era rara la casa que no tuviera este destino", dejó escrito don José Zapiola en sus "Recuerdos de treinta años", una de las más recurridas fuentes para este tema. "En esas quintas de la calle Duarte, a un paso de la Alameda, estaban las mejores rabelistas, arpistas y cantoras de tonadas y zambas nacionales", agregaría después Sady Zañartu, en "Santiago, calles viejas". Y es que la actividad y las atracciones de esas manzanas llegaron a influir en aspectos que definen el folclore musical, incluida la relevancia de la cueca como baile nacional. No exageraban aquellas impresiones, entonces: varias piezas del cancionero cuequero recopiladas por Fernando González Marabolí y transcritas por Samuel Claro Valdés en "Cueca o chilena tradicional", nos hablan en la tradición sobre aquella calle y sus personajes.

Para contextualizar, debe considerarse que Duarte es una de las vías más viejas al sur de La Cañada de Santiago, la posterior Alameda de las Delicias. Nació como un mero callejón que desembocaba sobre paisajes rurales similares a los demás que rodeaban a la antigua capital. Desde algún momento abundaron allí las cantinas, los restaurantes populares, las casas de huifa e incluso los recintos utilizados para las mencionadas artes del teatro y antiguas manifestaciones circenses. Veremos que la política también se hizo presente con algunas sedes partidistas, con agitadores y organizaciones de garroteros que intervenían aplastando desórdenes públicos, además de las tarimas desde las que se arrojaban incendiarios discursos sobre la muchedumbre.

Como muchos cuadrantes urbanos y arrabaleros dedicados especialmente a la fiesta o la colorida remolienda criolla, incluso pueblos completos de Chile, aquel barrio de calle Duarte y sus inmediatos había sido motejado Villa Alegre, aludiendo de manera más o menos elegante a sus varios centros recreativos o de vicios surtidos, pudiendo convocar incluso no sólo a sectores menos ilustrados de la sociedad de entonces, sino también a los más pudientes. Algunos de esos sitios también eran más prestigiosos que otros, por supuesto, como sucede con todo barrio recreativo. En una crónica titulada "Viaje Mental. Historia contemporánea de sucesos, mentiras, hombres y animales célebres de Chile", publicada en partes por la "Revista de Lima" en 1861, Luis José Carrasco proporciona una completa descripción del elemento humano en la misma, en el capítulo titulado "Las calles de Santiago":

La Villa Alegre es un barrio diferente de los del centro; sus habitantes de rostros pálidos y ajados por los asquerosos deleites están sentados en miserables escabeles, sorbiendo tragos de venenoso ponche o de chispeante y mal confeccionada chicha. El arpa, la guitarra, el rabel, reaniman estas bacanales tempestuosas que se renueva de día con la luz del sol y de noche con la llama oscilante de ennegrecidos candiles. Orgías inmundas que tienen su origen en la calle de Duarte y en sus vecinas cuyo funesto ejemplo de empezar los sábados y no concluir los lunes, se ha hecho general también en toda la República!

En la misma calle de Duarte muy cerca de la Alameda de las Delicias, entonces, la más famosa de sus chinganas y fondas por varios años fue el Parral de Gómez, conocido así por apellido del patrón y regente, don Sebastián Gómez. Nacido como un café con "cancha", baños y ambiente picaresco, fue una de las quintas de recreo más antiguas de la ciudad: incluso había permanecido en decadencia y conviviendo con la intensa prostitución allí presente en tiempos del ordenamiento republicano, hasta la mencionada llegada de Las Petorquinas a Santiago ya en tiempos del ministerio de don Diego Portales. Estas artistas, las hermanas Pinilla, iniciaron desde el mismo lugar un cambio radical del perfil y la concurrencia de público en los establecimientos en donde estuvieron presentándose, partiendo por el de Gómez. Hemos hablado de ellas en un artículo dedicado al recuerdo y legado de las mismas artistas en este sitio.

Se recuerda en las crónicas que, sobre la entrada de la quinta, había un cartel de decía “Leche de burra que alarga la vida y conserva la salud”. En su trabajo sobre la historia del teatro chileno, además, don Miguel Luis Amunátegui advierte que el Parral de Gómez contó, a partir de las Fiestas Patrias de 1843, con un espacio escénico propio llamado Teatro de Variedades. Otras fuentes hablan también del Teatro Nacional o Teatro del Óvalo, y que el teatrito habría sido habilitado en 1838 en la misma quinta después del cierre y demolición del antiguo Teatro de Arteaga o Principal dos años antes, que estaba en la plaza ubicada frente a la Compañía de Jesús. "Como novedad, en el teatro de la calle Duarte, Luis Toro aclimataba en el ambiente músico, el acordeón, instrumento que tocaba en forma sobresaliente", dejó escrito Eugenio Pereira Salas en "Historia de la música en Chile" refiriéndose a los tiempos que siguieron. Según parece, algunas compañías de volatines o circos también estuvieron presentes allí.

Se esperaba el teatrito de Duarte pudiese llegar a ser el más popular de Santiago y llenara el vacío dejado por la partida del Teatro Arteaga, logrando en sus inicios concurrencia de clase media y baja por igual. Se asume incluso en algunos textos que llegó a tener al maestro Zapiola como su director artístico, lo que pondría el cuño bastante alto aunque no contamos con confirmación de este dato. Sin embargo, su primer intento de operaciones había sido de corta duración, pues no logró atraer público suficiente y sucumbió con relativa rapidez bajo el peso de sus propias expectativas, sin poder ser concluida de todo la obra de construcción del mismo siquiera. Sólo después de haber pasado algún tiempo se revitalizó la actividad teatral y escénica allí en la misma entrada de la calle, con una sala que es mencionada también por Recaredo S. Tornero como vigente aún en 1872, año de publicación de su "Chile Ilustrado".

Calle Duarte en un plano de Santiago de fines del siglo XVIII, con el eje norte-sur en horizontal. Calle de Ugarte es la actual San Ignacio, mientras que Gálvez es la actual Zenteno (Nataniel Cox aún no existía). Publicado en el Archivo Visual de Santiago.

Aspecto y extensión de calle Duarte en 1824, en el "Plan of the City of Santiago, the capital of Chile", con eje norte-sur horizontal, en la Sala Medina de la Biblioteca Nacional. El nombre de la calle ha sido agregado a la carta para facilitar su localización.

Avisos de funciones y espectáculos, incluido el Teatro de calle Duarte (hoy Lord Cochrane), en el periódico "El Progreso", jueves 13 de febrero de 1851. 

"La Zamacueca" de Manuel Antonio Caro (Chile, 1872), en una fiesta de chinganas con mucha de la estética y estilo adoptado después por las fondas temporales de Fiestas Patrias.

Detalle de imagen publicada en "La Lira Popular. Poesía popular impresa del siglo XIX", Colección Alamiro de Ávila, selección y prólogo de Micaela Navarrete.

Cantoras en una fonda o chingana. Detalle de una ilustración publicada en "La Lira Chilena", año 1900.

Aspecto de las casas viejas de la ex calle Duarte, esta en la dirección de Lord Cochrane 338, escenario de un traumático asesinato en el 1916. Fuente imagen: "El crimen de la calle Lord Cochrane", de J. Aníbal Pinto.

Gañanes en una cantina. Ilustración publicada por la revista "Pacífico Magazine" en 1917.

La política también se hizo presente con energía en la fonda de calle Duarte, a veces en forma radical y poco amistosa. La famosa pero efímera Sociedad de la Igualdad surgida desde el Club de la Reforma en abril de 1850, capitaneada por los controvertidos intelectuales Santiago Arcos y Francisco Bilbao, había establecido su sede en aquel teatro cuando estaba prácticamente en ruinas. No parece raro que los liberales y progresistas de esos años se hubiesen instalado en uno de los núcleos de la bohemia santiaguina de entonces y en barrios que les eran familiares. Algo de esto detalla la propia proclama del 20 de abril de 1851, que inició formalmente los intentos de la Sociedad de la Igualdad para frustrar la candidatura conservadora de Manuel Montt. En efecto, al referirse a sus propios orígenes, decía:

Eligióse para este objeto una especie de teatro inconcluso que ocupa en la calle de Duarte el antiguo sitio de la casa de baños y casa de diversión popular denominada Parrón de Gómez, punto favorito de cita para los antiguos y populares pipiolos que allí más de una vez escucharon las entusiastas arengas de don Carlos Rodríguez y del tribuno Orjera. Ocupaba aquella área espaciosa el terreno en que hoy están edificadas las tres primeras casas más vecinas a la Alameda llamadas "de Avendaño".

La mención de la quinta como Parrón de Gómez por aquella fuente contemporánea  su existencia nos genera algunas inquietudes, considerando que ha llegado nuestra época más frecuentemente como Parral de Gómez. A su vez, este alcance o dualidad de nombres ha generado ciertos errores en la literatura, según nos parece también, al ser confundida con la ubicación de una anterior chingana Parral de ña Teresa Plaza, la que debió estar en el Paseo de los Tajamares o cerca, casi vecina a la chingana El Nogal si nos fiamos por las menciones que hace de ellas Zapiola.

Lo seguro es que, desde aquel sitio en los Baños de Gómez y cercano a la Alameda, el incorregible Bilbao organizaba e iniciaba sus desfiles o manifestaciones diurnas de igualitarios desde los últimos meses del gobierno de Manuel Bulnes. "El club de la calle de Duarte no debe admitir más que a sus socios; y está en su derecho -declaraba una crónica de la "Revista de Santiago" fechada en el convulsionado año de 1850, el primer día de noviembre-. Pero desde el momento que en las calles quieren ostentar una fuerza alarmante de que no se saca ningún provecho, la policía debe disolverlos sin violencia"... Así estaban los ánimos y espíritus a la sazón.

Con apoyo de Federico Errázuriz, Juan Bello y Luis Ovalle, dueño de aquel teatro, una marcha dirigida por Bilbao llegaría a sumar 1.400 manifestantes. Aparecieron en caravana con flores en el ojal de sus fracs azules, ceñidos a la cintura, y calzando pantalones blancos. También llevaban en sus manos una imagen con el símbolo del árbol de la libertad de 40 centímetros, probable alusión a los emblemas masónicos e independentistas. Sin embargo, desórdenes y daños que se provocaban en aquellos encuentros, especialmente contra el comercio, acabaron dando la excusa perfecta para prohibir las marchas de igualitarios y proscribir con un bando esta clase de encuentros en plazas y calles.

En su "Historia de los diez años de la administración de don Manuel Montt", otro liberal como don Benjamín Vicuña Mackenna explica el contexto político y social en que vino a darse también una curiosa práctica de enganches en la misma calle de Duarte, muy desde su sentido crítico y también aferrado a la ideología adversaria al conservadurismo. Esto resulta útil para comprender cómo fue que se precipitaron los hechos en aquel entonces involucrando a la misma calle de las diversiones y, por supuesto, a la chingana de Gómez. Designado por Bulnes, entonces, el intendente Francisco Ángel Ramírez fue el principal encargado de los reclutamientos conseguidos con engaños o persuasión retórica en aquella posadas o chinganas y también era el alm detrás de los enfrentamientos con opositores empeñados en sabotear el cambio de mando entre conservadores. Según anotaba el intelectual, se suponía que Ramírez "había muerto, una noche, con su espada, a un infeliz que, estando ebrio, no le cedió la vereda o le asustó, al pasar, con algún vaivén de su cuerpo".

Formando parte de las mismas tramas y los conflictos políticos, entonces, se desplegaron y prolongaron los intentos por enganchar soldados y garroteros de tan particular entre fines del gobierno de Bulnes y cuando recién asumía el de Montt. La calle Duarte y sus quintas se habían visto involucradas en estas extrañas barridas, reclutando a soldados supuestamente con engaños y borracheras, en fiestas organizadas por la autoridad colmadas de alcohol y las infaltables arengas inflando instintos patrióticos. A pesar de los esfuerzos de las autoridades en aquella ocasión, sin embargo, sólo se pudo formar un batallón de modesto número, con muchos de sus integrantes que se suponen conseguidos atrapando borrachines y aventureros con las telarañas del enganche.

Pese a las intrigas y conflictos alcanzando sus cuadras, continuó viva la diversión de Duarte en otras quintas que sobrevivieron a la del Parral de Gómez, extendiéndose por más de una década cuanto menos. El rasgo popular de diversión, en cambio, permaneció en aquellos barrios por más de un siglo, aunque con matices, adaptaciones y diferentes rostros; con mucho en contra y debiendo soportar también períodos de persecución a la remolienda y la venta de alcohol, además. A pesar del alejamiento de los simpatizantes de la Sociedad de la Igualdad (disuelta en 1852) y de la posterior caída final del antro de Gómez con su otrora espacio teatral, entonces, la misma calle estuvo lejos de perder sus encantos profanos.

La irradiación festiva y chinganera de Duarte impulsada por históricos establecimientos como el Parral de Gómez había alcanzado a inicios del siglo XX hasta calles adyacentes como Huemul (hoy Roberto Espinoza), Nataniel Cox y Aldunate. Famosos siguieron siendo entre los beodos y noctámbulos algunos nombres de bares y sus niñas en aquel amplio sector de Santiago, ya lejano a las primeras dos cuadras que era todo lo que había de la actual Lord Cochrane en sus inicios. Tiempos desaparecidos, extensos en estándares humanos pero cortos en la biografía de toda un ciudad.♣

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