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EL BALNEARIO Y HOTEL DE LOS BAÑOS DE APOQUINDO

Las entonces cómodas y lujosas dependencias del Hotel de Apoquindo en el balneario. Imagen de la revista "Zig-Zag", diciembre de 1913.

En un lugar cercano al antiguo Camino de Las Condes, por donde están los cerros Apoquindo y Los Rulos, un sector en este último monte tuvo un atractivo sitio de descanso y vacaciones para los capitalinos llamado la Loma de los Baños, casi escondido entre quebradas y sombras de grandes árboles. Fue destino de verdaderas romerías vacacionales, en especial desde el mes de septiembre hasta el final del verano, a veces con caravanas de viajeros seducidos por sus atracciones muy parecidas a las que también encontraban los santiaguinos en lugares como El Resbalón o en los Baños de Colina.

El gran gancho de aquel destino eran sus fuentes de aguas, las que brotaban por entonces entre paisajes al extremo septentrional de la hoy llamada Falla de San Ramón, en la también denominada Sierra de Ramón. Adquiriendo cierta popularidad desde mediados del siglo XIX, aproximadamente, el origen de esta curiosidad hidrográfica estaba en escurrimientos fluviales que se habían filtrado por el mismo terreno permeable desde la superficie, siendo calentada en el contacto con focos ígneos profundos y empujadas de vuelta a través del suelo, creando así esos manantiales de agua tibia.

Ubicados a la altura del 1200 en la actual avenida Vital Apoquindo y formando parte del actual Hospital Dipreca, al final de la avenida Colón y la calle La Quebrada, eran cuatro las fuentes-pozos principales de agua tibia que atraían a los viajeros hasta aquellos parajes en el contorno cordillerano. Recaredo S. Tornero los describía detalladamente en su "Chile ilustrado", obra de 1872:

Los baños de Apoquindo están situados a dos leguas al oriente de Santiago, al pie del primer cordón del terreno porfírico de los Andes, en medio de lomajes suaves y de fácil acceso en todas las direcciones. Están expuestos a los vientos del sur y oeste, y su elevación sobre el nivel del mar alcanza a 799 metros, siendo de 240 sobre el de Santiago. A su alrededor se extiende un hermoso valle muy bien cultivado.

Estas aguas son claras, cristalinas, sin olor, de un sabor desagradable, y no forman depósito. No son ni ácidas ni alcalinas y solo reconcentrándolas manifiestan sustancias salinas y desarrollan una pequeña cantidad de ácido carbónico. Forman cuatro vertientes conocidas con los nombres de Agua de la Cañita, Agua del Litre, Agua de la Piedra y Agua del Fierro; las tres primeras son recogidas desde sus mismo manantiales en estanques de ladrillo, y están destinadas para la bebida. De los estanques pasan por medio de drenajes a otros depósitos mayores, de los cuales se surten los baños. Estos son servidos por cañerías de hierro en tinas de mármol, colocadas en unos pequeños departamentos que comunican con un hermoso salón destinado a los huéspedes. Los baños pueden suministrarse a cualquier temperatura, para lo cual, al lado de los mismo depósitos existe un caldero de agua caliente alimentado por las del Litre y comunicado con los baños por una cañería de hierro.

Algunos baños son servidos por una doble cañería, con el objetivo de mezclar el agua de diversos depósitos. La cantidad de agua producida en 24 horas es de 68.664 litros, la que permite servir 343 baños de a 200 litros cada uno. El más abundante es el manantial del Litre. La pequeña cantidad de gas que se desprende se compone de ázoe casi puro, fenómeno muy raro en las aguas minerales. La temperatura del agua varía en los diversos manantiales de 17 a 23 grados, siendo siempre la de los manantiales superior a la de los depósitos.

La composición de las aguas de Apoquindo es la siguiente: cloruros de calcio, de sodio, de potasio y de magnesio, sulfato de cal, óxido de hierro y alúmina, ácido fosfórico, magnesia, sílice, yodo, e indicios de sustancias orgánicas. Pero estas sales están en tan corta proporción que apenas pasan de tres milésimas en mil partes; entre ellas predominan los cloruros, sobre todo el de calcio y el de sodio. El yodo solo se observa en la vertiente del Litre, por lo cual esta goza de algunas propiedades especiales.

Las propiedades medicinales de estas aguas son notables en las enfermedades de la piel y de la mucosa gastrointestinal, que son muy comunes en la provincia; se usan con el mejor éxito en las úlceras, fístulas, estomatitis, sabañones y almorranas, en las gonorreas y leucorreas, y sobre todo en las enfermedades crónicas de naturaleza herpética, en las oftalmias de los linfáticos o recién nacidos, el bocio, gangrena, pústula maligna y los chancros. Estas aguas han sido recomendadas también para varias otras enfermedades, ya en gárgaras, en aplicaciones tópicas, en baños, o al interior. Su uso se ha generalizado en toda la provincia, por lo que últimamente se ha planteado en los baños un establecimiento con todas las comodidades apetecibles.

Aquellos baños eran parte del Fundo Santa Rosa de Apoquindo, ex Chacra Lo Coo de tiempos coloniales. Sus generosidades habían sido conocidas en tiempos prehispánicos, pues se sabe que los indígenas habitantes del valle realizaban peregrinaciones hasta una vertiente del lugar llamada Fuente del Sapo, a la que atribuían propiedades curativas. El fundo de tiempos republicanos era propiedad de la familia Guzmán Montt, después arrendada a don Hermógenes Cortínez, siendo afamado por sus prolíficas viñas, vinos y lechería.

De acuerdo al "Diccionario geográfico de la República de Chile" de Francisco Solano Asta-Buruaga y Cienfuegos, publicado en 1899, la temperatura de sus aguas rondaba más precisamente los 21° y 23° grados centígrados, agregando algunas referencias geográficas sobre los mismos baños:

A su inmediación al norte una iglesia y convento de los padres recoletos domínicos con buenos terrenos de cultivo, en donde tuvo residencia un Jefe delegado de los Incas; y de aquí el nombre de esos parajes, que viene de las palabras quichuas apo, señor principal, y de quinchu, morada.

A la sazón, el balneario hidrotermal contaba con instalaciones como las descritas por Tornero, más otras que podríamos suponer un tanto precarias para la acogida y estadía de los visitantes, principalmente con establecimientos de material ligero y aspecto típicamente campestre que aparecen en la lámina litográfica que acompaña a la descripción del autor. Estas eran suficientes, sin embargo: las familias y grupos de vacacionistas llegaban en carretas o a caballo al lugar, a veces en grandes grupos, especialmente en la temporada de veraneo.

Los Baños de Apoquindo y sus instalaciones en grabado litográfico del "Chile ilustrado" (Recaredo S. Tornero) en 1872.

El hermoso Camino de Apoquindo en fotografía coloreada de León Durandín. Publicada en la revista "Zig-Zag", año 1908.

Imagen de "El Diario Ilustrado" datada el 31 de mayo de 1912, con su personal de celebrando el aniversario del periódico en el Hotel Apoquindo. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.

Senderos y parque interior del Hotel Apoquindo, en revista "Zig-Zag", año 1913.

La laguna dentro de los terrenos del hotel, en 1913. Imagen de la revista "Zig-Zag".

Visitantes del Balneario de Apoquindo durante una fiesta, en las páginas sociales de una revista argentina "El Hogar" de inicios de 1922.

Elogiando aquellos encantos, el periodista satírico Juan Rafael Allende, alias El Pequén, escribía para la gaceta "El Padre Padilla" del 1 de diciembre de 1895 (citado por Daniel Palma Alvarado):

Ah! no sabe su Paternidad cuánta poesía en cierra almorzar bajo los árboles unos guisitos que solo en el hotel de Apoquindo es posible saborear (...) porque es imposible encontrar un paraje más delicioso que aquel pedazo del Paraíso terrenal.

Solo a inicios del siglo XX comenzaron a proyectarse mejores instalaciones y mayor organización hotelera en aquellos páramos de aguas y cielos prístinos. Por el descrito interés y asistencia del público, cerca del Centenario Nacional se mejora al gran hotel con pabellones de dos pisos y amplias comodidades. También se realizaban algunos eventos como los corsos de flores con carros finamente decorados, los que marchaban hacia el complejo vacacional en aquellos años, cuando se celebraba la llegada de la primavera. Una fotografía de los archivos de "El Diario Ilustrado", fechada el 31 de mayo de 1912, muestra también al personal de la misma casa periodística celebrando los diez años del medio impreso en el hotel, con todos ellos sobre una escalinata de acceso y con un edificio que aparenta buena constitución a sus espaldas.

Como no era centro estrictamente abierto solo a clases pudientes, también existió un servicio de carretas que salían a diario cada mañana, llevando pasajeros hasta el balneario de acuerdo a información proporcionada por el historiador Miguel Laborde al diario "La Tercera", en diciembre de 2012. Aquel transporte partía a las 9 horas desde la esquina de Puente con Catedral, enfrente de la Plaza de Armas.

El Balneario de Apoquindo contaba con senderos de paseos que incluían un parque propio dentro de la propiedad, sombreado por filas de eucaliptos en ambas veras del camino. Había un pequeño bosque y una hermosa laguna rodeada de vegetación, además. En un espacio abierto del hotel se realizaba el garden-party, con eventos que atraían a damas y caballeros. Su restaurante y bar eran de altos estándares, sin duda.

Refiriéndose a la prestigiosa casa hotelera y sus seducciones, decía la revista "Zig-Zag" en diciembre de 1913:

Se puede decir que a las puertas de Santiago existe hoy día el mejor establecimiento para pasar las molestias de esta época de calor con toda clase de comodidades.

Los baños de Apoquindo ocupan un sitio por demás pintoresco y en el cual la naturaleza ha hecho un verdadero lujo de belleza.

El propietario de los baños no escatima sacrificios de ningún género a fin de que las personas que van a su establecimiento sean perfectamente atendidas.

En materia de servicio de restaurant, vinos y licores, nada hay que desear.

Tocan al clima no hay nada que decir. Apoquindo ha sido siempre recomendado por los mejores médicos.

Permanentemente se siente una temperatura muy agradable, que hace que el tiempo que está en los baños sea muy saludable.

Respecto a las comodidades que presenta el Hotel debemos hacer presente que sus habitaciones son muy higiénicas, tanto por su aseo como por su ventilación.

Como ya hemos indicado, su proximidad a Santiago, hace que estos baños sean el sitio preferente de vacaciones para un gran número de familias de la capital.

Actualmente se encuentran ya en Apoquindo algunas familias que aprovechando las fiestas de Pascua y Año Nuevo se han ido a pasar estos días a estos pintorescos baños, donde puede pasar agradablemente y con toda comodidad.

En tanto, doña Rosa Montt de Guzmán había mantenido el Fundo Santa Rosa de Apoquindo por largo tiempo, quedando después en manos de su hijo Don Roberto Guzmán Montt. El balneario, sin embargo, quedó en la propiedad compartida de los hijos de doña Rosa, por lo que decidieron invertir entre todos en mejor infraestructura y cabañas que contorneaban la quebrada, además de las piscinas y piletas de piedra canteada. Los Baños de Apoquindo se habían convertido, de este modo, en un destino recreativo importante para aristocráticos amigos y familiares de los Guzmán Montt. Ya en los años veinte, además, la avenida Bilbao pasaría a ser el principal camino hacia el hotel y refugio.

A pesar de la preferencia del público en primavera y verano, el balneario se promovía también en otoño e invierno, justificándose en las recomendables condiciones climáticas locales. Ofrecía rebajas o promociones durante la Semana Santa, por ejemplo. A su vez, la concurrencia de destacadas figuras de la vida pública o profesionales de renombre en esos años llamaba la atención de los santiaguinos y servía a los efectos promocionales. Así, el 21 de febrero de 1917 el diario "La Nación" daba aviso en sus páginas sociales: "En los Baños de Apoquindo pasan una temporada el Dr. Pedro P. Castro G., señora Adela Moller de Castro y sus hijos Olga, Marta, Oscar y Hernán Castro M". Era el período en que ya estaban siendo atendidos por sus nuevos propietarios, los señores Arturo F. Velarde y Francisco Espíldora.

El empresario italiano residente en Chile, don Guillermo Zerbi Tournier, oriundo de Milán, tomaría la propiedad del Hotel Apoquindo en aquel período. Aunque lo dejó en 1928, continuó siendo representante de la marca de agua mineral Vital Apoquindo, que se encontraba próxima a los baños. La presencia allí de dicha envasadora es lo que dio su nombre a la avenida adyacente, por cierto. En esos mismos años, la agencia para reservas y consultas del Balneario de Apoquindo estaba en la dirección de Monjitas 867, muy cerca de la Plaza de Armas.

Aviso de Los Baños de Apoquindo publicado en la prensa en enero de 1917.

Automóviles y pasajeros del hotel en el Balneario de Apoquindo, año 1924. Imagen tomada desde el Twitter de Alberto Sironvalle.

Personal de la Compañía de Electricidad de Valparaíso de visita en Santiago con algunos acompañantes, al final del programa de celebraciones del Club Deportivo en el Balneario de Apoquindo. Imagen publicada en "La Nación" de abril de 1925.

Publicidad para el Balneario de Apoquindo en el diario "La Nación", también en abril de 1925.

Publicidad impresa para el Balneario de Apoquindo en la revista "En Viaje", año 1933.

El Hotel de Apoquindo, principal alojamiento de los manantiales de agua mineral en el lugar. Imagen publicada por la revista "En Viaje" en 1934.

Patrios interiores del Hotel Apoquindo, en revista "En Viaje", septiembre de 1934.

El lugar es ya una sólida atracción turística y también una instancia de encuentro social. Las representantes de la Asociación Cristiana Femenina, por ejemplo, solían reunirse y discutir en sus instalaciones durante los meses de octubre y noviembre. Y el Príncipe Jorge, por su parte, lo visita en febrero de 1931 a propósito de su estadía en el país y luego de haber ido al Country Club. Llegó acompañado de las hijas del embajador británico, las jóvenes Elizabeth (quien condujo el automóvil) y Anne Chilton, mientras eran dirigidos en la ruta por un motociclista de la Prefectura de Tránsito. Después de un rato en el casino del hotel, el propio príncipe quiso conducir de regreso, para curiosidad de muchos testigos.

En esa misma década del treinta, el balneario ya está bajo el nombre de un señor Ribas Morel. Continúa siendo promocionando como un lugar distinguido, de aguas saludables y beneficiosas, pero también vemos que el hotel destaca bastante más que antes sus atractivos culinarios, pistas de baile y orquestas en vivo, seguramente poseso por la bohemia de los años locos chilenos. Las excursiones a lugares cercanos eran otra parte de su oferta de entretenciones, en aquel momento.

Además de las actividades ya nombradas y que involucran a los famosos baños, se realizaba un llamado Circuito Apoquindo que, hacia fines de noviembre, unía con una competencia deportiva de automóviles una ruta al balneario desde el sector del Canal San Carlos en Providencia hasta el Camino a La Fuente, para bajar después por la avenida Guzmán Montt, luego por Jaime Pinto Riesco y tomar Tobalaba retornando a Providencia. Esta competencia pasaba en su primer tramo por el balneario y el sector del Fundo Santa Nicolasa, además de donde se hallaba también la entonces muy famosa Quinta de Recreo Santa Nicolasa de Apoquindo, otro mítico lugar de aquel mismo sector.

La vida del balneario se extiende como lugar de reuniones, ágapes y celebraciones durante los años que siguen, especialmente de empresas, escuelas e instituciones públicas. Dadas sus comodidades, servicios de comedor y otros placeres, también fue ocasional recinto de concentración de deportistas, caso de los futbolistas del club Colo Colo en enero de 1940, antes de enfrentar a los uruguayos del Nacional. Algunas señales indican que su prestigio había cambiado, sin embargo, siendo visto por muchos santiaguinos como un refugio de libertinaje o promiscuidad para jóvenes de alta sociedad, en otra curiosidad de su existencia.

Sin embargo, el destino de buena parte de los terrenos del balneario se reformuló por completo, cuando el ministro de interior radical, Arturo Olavarría Bravo, los hizo comprar tras una campaña de donaciones, comenzando a construir allí nuevas dependencias: su intención era habilitar una colonia de niños pretuberculosos a cargo de Carabineros de Chile. De acuerdo a lo que explica en sus memorias de "Chile entre dos Alessandri", el general Oscar Reeves Leiva, a la sazón director general de la policía uniformada, lo había invitado al sanatorio que la institución mantenía en Llolleo para infantes contagiados de tuberculosis, enterándose allí de que las condiciones costeras no eran las mejores para estos pacientes. Entonces, asistido por el diario "El Mercurio" y por don Manuel Barrios, presidente de la Caja Nacional de Ahorros, logró reunir los fondos necesarios para adquirir el parque en 1941. Esto se hizo a través de la Caja de Previsión de Carabineros.

Sin embargo, y a pesar de que el proyecto tenía en su momento el respaldo del presidente Pedro Aguirre Cerda, uno de los sucesores en el ministerio y enemigos personales de Olavarría Bravo, el doctor Raúl Morales Beltrami, decidió cambiar del lugar la colonia de niños enfermos y prefirió destinar el lugar a un albergue de niños vagabundos, tras asumir en 1942. Poco después, llegaron a establecerse en el balneario también las colonias veraniegas para niños hijos de detectives, a cuenta del Departamento de Bienestar. Ya en 1947, el mismo lugar fue convertido en sanatorio para enfermos broncopulmonares.

Unos torreones de piedra que se alcanzaron a levantar en el acceso de aquel recinto a inicios de los trabajos, permanecieron por largo tiempo como vestigios y testimonios de las obras ejecutadas cuando se tenía en mente el proyecto de la colonia de niños pretuberculosos. Hoy, esos mismos terrenos son los que ocupa el Hospital Dipreca, inaugurado en 1986 y tras varios años de construcción.

A todo esto, el sector de los baños de aguas minerales no había dejado de atraer público en aquel tramo de tiempo, aunque el perfil más popular de los visitantes era ya el imperante. A pesar de las medidas de seguridad, sin embargo, una jovencita de 16 años, quien pasaba la temporada navideña en el lugar con su familia, falleció en una de las piscinas del balneario. Al parecer, esto se debió a un ataque cardíaco, el que tronchó su vida en la tarde del 27 de diciembre de 1944.

Aquella tragedia parece haber sido un mal presagio: los manantiales de agua mineral dejaban ya de ser buen negocio, justo a mediados de esa década, período en el que cierra también el tradicional Hotel de los Baños de Apoquindo. Para entonces, además, se acabó la relativamente cercana planta envasadora de agua mineral Vital Apoquindo. También descendió notoriamente la temperatura de las aguas, según se cree por algún contacto con napas o escurrimientos subterráneos más fríos.

En donde estuvo el Hotel de Apoquindo quedaron visibles algunos sillares y huellas tenues de lo que fueron arranques de muros de adobe, por el sector de una cancha de tenis y llanos junto al hospital. Pueden reconocerse, también, ciertos senderos que había en la quebrada y el lugar por donde brotan todavía las ayer cotizadas aguas minerales, con las canalizaciones manteniendo parte de la sillería, cajones de piedra y las presas, además de un antiguo galpón que sigue adolorido pero en pie.

A pesar de las intervenciones humanas, la ciudad no ha logrado tragarse del todos aquellos paisajes: aún pueden reconocerse en ellos esas mismas postales que antes podían ver y disfrutar los pasajeros del Balneario de Apoquindo. ♣

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