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ORÍGENES DEL DIECIOCHO CHICO Y LAS FIESTAS DEL CERRO CHENA

Niño elevando volantines entre los cerros de Chena en 1955, con la muchedumbre reunida atrás. Fuente imagen: AHCSB, Fondo Fotográfico César Disi. Publicado en sitio Archivos de San Bernardo.

El 18 de septiembre chileno solía tener un alegre “bis” o instancia que funcionaba igual que las octavas o “fiestas chicas” de las grandes celebraciones religiosas patronales, aunque con filosofía enteramente recreativa y patriótica. Aquel era el Dieciocho Chico, ocasión que daba pie a una segunda celebración con las mismas características del principal, aunque -en teoría- más modesta en sus volúmenes de público o de ofertas y, por supuesto, fuera del período central de festejos.

Los primeros Dieciochos Chicos de los que se tiene noticia eran diferentes, sin embargo: tenían lugar antes, no después de la fiesta principal. Aparecen institucionalizados ya en un período cronológicamente trazado entre fines del siglo XIX e inicios del XX, relacionados con las revistas militares del Parque Cousiño, hoy O’Higgins, a propósito de las mismas Fiestas Patrias de septiembre y sus desfiles. Sin embargo, Roberto Hernández Cornejo dice en “Los primeros teatros de Valparaíso y el desarrollo general de nuestros espectáculos públicos” que ya estaban instalados como práctica en días del gobierno de Manuel Montt, hacia 1860, siendo realizados una semana antes de la fiesta mayor en el Campo de Marte de Playa Ancha (hoy Parque Alejo Barrios), lugar de los ejercicios militares porteños de entonces.

Lo seguro es que, en el óvalo santiaguino del Campo de Marte en el Cousiño, había también un encuentro social y festivo menor previo al principal, generalmente en el domingo anterior. Surgió de la reunión y asistencia de público a los ensayos que hacían allí los soldados en la llamada Revista Militar Preliminar, preparando el gran desfile oficial que se venía. Esto atraía a gran cantidad de visitantes, curiosos, comerciantes y algunas de las primeras fondas de carpas en cada temporada dieciochera. Tal como sucede en nuestros días con la Parada Militar para el Día de las Glorias del Ejército, además, el ensayo se hacía con una concurrencia que adelantaba parte de la más masiva que se vería en la fiesta principal del 18 de septiembre en el parque y después en el día 19, cuando fue establecido como de manera oficial para el evento militar.

Los que asistían a aquel encuentro, entonces, llamaban a la fiesta menor como el Dieciochito o el Dieciocho Chico, suerte de anticipo o prueba de la principal. De acuerdo a Manuel Antonio Román en su “Diccionario de chilenismos y de otras voces y locuciones viciosas”, este ensayo militar con esta fiesta chica solía tener ocasión el domingo anterior al 18.

El Dieciocho Chico adoptó varias formas y presentaciones en Santiago y en otras ciudades, pero con el tiempo fueron quedando ligadas no a aquella vieja fiesta previa, sino más bien a una repetición poco después de la efeméride, con todos sus elementos: fondas, folclore, comida típica, chicha, canto a la rueda, empanadas, volantines, jugos típicos, etc. La idea era continuar la celebración entre quienes no pudieron hacerlo en la fecha correspondiente, en otro curioso paralelismo con las octavas o fiestas chicas religiosas; o también para quienes solo quedaron insatisfechos con el jolgorio recién pasado, por haberles resultado insuficiente.

Hay antecedentes interesantes de tal práctica en las crónicas y relatos de la época. En 1922, por ejemplo, se declaró feriado el 12 de octubre en San Clemente, Región del Maule, validando una tradición remontada a 1902 y que ya correspondía a un Dieciocho Chico de esta localidad. Noticias parecidas se conocen sobre celebraciones de fiestas dieciocheras en Talca, en la misma región, mencionadas por Francisco Hederra en sus “Crónicas y anécdotas talquinas” (1927). Como se realizaba frecuentemente el 8 de octubre, además, hubo quienes pensaron que podía relacionarse con el aniversario del Combate de Angamos de 1879, algo comentado a la pasada por Augusto d’Halmar en sus “Recuerdos olvidados”. Sin embargo, se sabe que en la localidad de San Rafael coincidía también con la fiesta patronal de la Virgen de las Mercedes, el 24 de septiembre, de acuerdo al ensayo “Nosotros los chilenos” de Hernán San Martín.

Entrenamientos y práctica de tiro de la Escuela de Ingenieros Militares en San Bernardo, por los alrededores del cerro Chena, en imagen publicada por la revista "Pluma y Lápiz" en 1901.

El Dieciocho Chico del Parque Cousiño, en la revista de ensayo de los desfiles realizada el domingo 13 de septiembre de 1908. Se observan las antiguas graderías junto al óvalo de los desfiles. Imagen publicada por la revista "Corre Vuela".

Desfiles de la revista militar preliminar del Dieciocho Chico del Parque Cousiño, domingo 12 de septiembre de 1909. Imágenes publicadas por la revista "Corre Vuela".

Otra imagen de los ensayos militares durante el Dieciocho Chico de 1909, en el Parque Cousiño.

Dieciocho Chico en Renca, en imágenes publicadas por el diario "La Nación" del 19 de octubre de 1943.

Un Dieciocho Chico con fondas y cuecas en la localidad de Renca, celebrado el 18 de noviembre de 1948 en Renca. Imagen publicada en "La Nación", de la pista de baile en la ramada Los Guatones.

En sus “Chilenismos con historia”, agrega el profesor y lexicógrafo Héctor Velis-Meza que la celebración dieciochera secundaria fue fomentada por los propios fonderos y comerciantes de la fiesta mayor, principalmente en pueblitos relacionados con la actividad campesina, ya que muchos trabajadores agrícolas debían trabajar los días 18 y 19 de septiembre, requiriendo así de un festejo posterior y especial para ellos. Versiones parecidas dicen que la fiesta chica era organizada por los locatarios para el dinero que pagaban a los empleados y proveedores que trabajaron en fondas y cocinerías durante la pasada celebración grande.

Empero, el concepto se cristalizaría en el imaginario popular a partir de una tradición iniciada en el popular sector de los cerros de Chena de la comuna de San Bernardo, al sur de Santiago, en el valle del río Maipo y famoso por sus ruinas de tipo incásicas y paseos recreativos. Tanto fue así, que algunos sambernardinos viejos solían dar por hecho que el Dieciocho Chico era de origen local, remontado a los tiempos en que la comuna aún era un pueblo afuera de Santiago, no absorbido por el crecimiento urbano. Además, esta localidad era famosa por sus fiestas patrióticas de febrero, en el aniversario de Chacabuco, tradición que perduró por largo tiempo atrayendo a los capitalinos durante la temporada. También eran conocidas sus celebraciones del natalicio de Bernardo O'Higgins, en agosto, entre otras fiestas.

Habría sucedido que el sindicato de trabajadores de la primera generación de empleados de la Maestranza Central de Ferrocarriles de San Bernardo, puesta en marcha en 1920 tras su inauguración en la avenida Portales Oriente, tuvo un conflicto con la administración de la Empresa de Ferrocarriles del Estado. A causa de esto, no recibieron a tiempo su remuneración de septiembre, por lo que no pudieron celebrar las Fiestas Patrias en los días correspondientes del mes, especialmente con el paseo familiar al cerro Chena que solían realizar el día 20 y que cerraba la temporada de Fiestas Patrias en aquella comuna. Frustrados pero no rendidos, entonces, al recibir la paga recién en los primeros días de octubre organizaron su propia fiesta a los pies del mismo cerro, la que continuó repitiéndose cada año, siendo motejada como el Dieciocho Chico de acuerdo a la misma leyenda.

La descrita versión sobre el origen de la misma fiesta es la que defendía el área de trabajo cultural de la Municipalidad de San Bernardo, en algunas publicaciones hechas hacia el Bicentenario Nacional. Otra explicación, sin embargo, supone que los jefes de la propia empresa ferrocarrilera comenzaron a ofrecer una celebración “alternativa” a sus empleados, una o dos semanas después de la principal, como ocasión para el recreo y paseo del personal y sus familias.

Cabe recordar que el cerro de marras era llamado así por un antiguo propietario español del siglo XVIII: el cabildante de Santiago y comerciante don José de Perochena y Álvarez de Toledo, quien había comprado el terreno a don José de Lepe para hacer negocios agrícolas que acabaron arruinándolo. Llamada originalmente San Nicolás de Tango, la propiedad fue después de los Pérez Mascayano y, más tarde, de los García de la Huerta, a inicios del siglo XX. Sería parte del Fundo Casas Viejas de Chena, que comenzó a ser loteado y vendido recién en los años sesenta, razón por la que llegaban también muchos huasos y peones a sus fiestas del Dieciocho Chico.

También debe observarse que el Cerro Chena era un interesante lugar de paseo en las afueras de San Bernardo, especialmente por destinos como el Fundo San Juan de Chena, propiedad de don Antonio Valdés Cuevas y después de doña Juana Weber de Amunátegui. Sus terrenos con establos normandos, bodegas, casas chalets y corrales eran utilizados principalmente para la crianza de ganado vacuno fino y la producción de pastos, mientras que su inmenso parque era un atractivo importante entre la actividad social de entonces, siendo frecuentes los paseos de autoridades y personajes acaudalados por el mismo, con almuerzos al aire libre, fiestas o reuniones en la propia casa principal de la propiedad. Facilitó las cosas la relativa cercanía del fundo con la Estación Maipú, por lo que los concurrentes solo tenían que abordar el tren de la Estación Central de la Alameda y, en media hora, llegaban a la terminal.

Por las descritas razones, San Juan de Chena llegó a ser otro destino de moda entre las clases aristocráticas desde la segunda década del siglo XX, perfil copetudo extendido a todo aquel sector de Santiago en el cerro y alrededores, por lo que sorprende la rapidez con la que llegaría a alojar actividades más populares y de sectores obreros dando forma al tradicional Dieciocho Chico que cerraba la agenda santiaguina de Fiestas Patrias. Otros sitios vecinos igualmente atractivos fueron por entonces la Hacienda Chena, de Ricardo Pérez Eastman, la Hacienda Rinconada de Chena de Enrique Figueroa, y el Fundo Santa Ana de Chena de don Raúl Edwards Mac-Clure.

No parece haber claridad sobre cuándo comenzó aquella característica de celebración de los llamados "mastrancinos" o "maestrancinos" en el cerro, desplazándose las suposiciones entre los años veinte y el medio siglo, principalmente. Sí se sabe que, al principio, se habría tratado de encuentros sencillos tipo picnics, a los que se agregaron músicos y parrillas para asados. Los obreros solían llegar recientemente pagados, además. Más tarde, se volvió un evento comercial grande, con carpas como fondas, ferias de entretención, presentaciones de músicos y competencias, imitando a los que tenían lugar solo unos días antes.

Cabe señalar que los mismos trabajadores de la Maestranza de San Bernardo solían celebrar la fiesta de "El 17", en la que personal de cada sección y taller organizaba sus propias fondas dentro del recinto. Para muchos sambernardinos, este era el inicio mismo de la temporada dieciochera, que continuaba con los desfiles de uniformados y escolares en la plaza principal y culminaba el día 20 con los señalados paseos familiares al Chena, el mismo encuentro que después fue desplazado al primer domingo de octubre dando origen al típico Dieciocho Chico de San Bernardo.

Con los años, se irían sumando a aquel Dieciocho Chico muchos otros trabajadores que, en sus distintos rubros, tampoco podían celebrar la fiesta principal, razón por la que fue llamado también el Dieciocho de los Picados.

Como el cerro era un campo de entrenamiento bien conocido por el Ejército de Chile, en especial por la Compañía de Ingenieros Militares y la Escuela de Infantería, comenzaron a llegar hasta la fiesta miembros de esta última institución, dado que cada año debían cumplir funciones en la Parada Militar no pudiendo hacerse parte de la fiesta mayor. De hecho, ciertas creencias ponían en un papel protagónico a los uniformados en el origen mismo de la celebración chica en el cerro.

Parte del conocido fundo Casas Viejas de Chena, además, fue donado a la rama castrense en 1971, para evitar que fuese expropiado en el marco de la Reforma Agraria. Por paradójica crueldad, el lugar sería centro de detención y ejecuciones en 1973 que incluyeron a 11 dirigentes ferroviarios de la misma comunidad de trabajadores de la Maestranza de San Bernardo que celebraba sus Dieciochos Chicos en el Chena, razón por la que el complejo fue declarado Monumento Histórico Nacional en 2018.

Entrada del Fundo San Juan de Chena, en 1909, lugar de frecuentes paseos y encuentros sociales de la época. Imagen publicada por la revista "Selecta".

Talleres de armaduría en la Maestranza de San Bernardo, en imagen de la revista "En Viaje", año 1943.

Trabajadores de la Maestranza de San Bernardo celebrando Fiestas Patrias en una fonda propia. Corresponden al grupo de montaje y caldero, entre los que están los señores René Seguel y Rolando Orellana. Fotografía de 1950 disponible en el Archivo Histórico Comunal de San Bernardo y publicada en el sitio Memorias del Siglo XX.

Familia de San Bernardo celebrando el Dieciocho Chico en el cerro Chena. Fuente imagen: AHCSB, Fondo Fotográfico César Disi. Publicado en sitio Archivos de San Bernardo.

Trabajadores de la Mestranza celebrando con sus familias el Dieciocho Chico. Fuente imagen: Flickr de Irma Acevedo, publicada en el sitio de la Fundación Identidad y Futuro.

Más celebraciones en familia durante el Dieciocho Chico del cerro Chena. Fuente imagen: sitio Maipo Cultura.

Dos avisos relativos al Dieciocho Chico publicados en "La Nación" del 30 de septiembre de 1950, uno con las fiestas de Peñaflor y otro con las de San Bernardo.

El escritor Hugo Eduardo Díaz, en uno de los cuentos de su obra “Manifiesto irreverente y otros relatos” (“El Dieciocho Chico en el Cerro Chena”, 2005), describe así los encuentros y el orgullo íntimo que inspiran a los sambernardinos en aquellos años:

Así como Santiago publica y elogia sus cerros Santa Lucía y San Cristóbal, los habitantes de San Bernardo lucen sus Cerros de Chena, que como senos erectos de mujer joven adorna la ciudad vecina de la capital luciendo su garbo a kilómetros de distancia, como un verdadero guiador y atrayente faro hacia sus follajes y escondites olorosos a flores y a viñas centenarias. En las faldas de esos montes de hace muchos años se celebra, durante la primera semana de Octubre de cada año, una folclórica fiesta denominada “Dieciocho Chico”, que no es más que la continuación de los deseos de diversión y jolgorio patriótico de las Fiestas Patrias del mes de Septiembre.

Los interesados fonderos y comerciantes siempre admiradores e incentivadores del entusiasta fervor y cariño a la patria que demuestra la población chilena, trasladan sus menestras, barriles de chicha y vino pipeño; sus hornos, ollas, sartenes y pailas, hacia este lugar donde los campesinos de los fundos y haciendas de los alrededores y los habitantes citadinos, hacen ofrendas etílicas a los patriotas de la independencia del país.

Desde estas laderas se inunda la ciudad con olores a empanadas, a carne asada y del bullicio alegre de la gente que acude por miles a acampar sobre la hierba y el paso de este Campo de Entrenamiento Militar del Ejército de Chile y destinado por estos días al canturreo y bailoteo popular.

Entre la multitud de hombres, mujeres, niños y ancianos, se pasean muchos jinetes disfrazados de huasos, montados en briosos caballos con rostros ceñudos y belicosos, luciendo en sus manos la siempre temida penca.

Por su parte, la profesora normalista Elena Valdivia, fundadora del grupo folclórico Las Chenitas de San Bernardo, recordaba algo más sobre el Dieciocho Chico en una entrevista que es citada en la “Guía patrimonial de San Bernardo”, obra elaborada como máster de historia y gestión patrimonial (Universidad de los Andes, 2007-2008):

Yo fui desde los 13 años. Se levantaban 150 fondas; el universo sonoro y visual era maravilloso. Una multitud enorme se trasladaba desde Santiago y desde otros lugares: gente popular y gente de clase alta. Se llamaba 18 Chico porque este es un pueblo eminentemente ferroviario y militar, los militares para el 18 estaban desfilando y no tenían tiempo para celebrar. Por eso lo hacían aquí a la semana siguiente.

La fiesta chica del cerro Chena se mantuvo como una consolidada costumbre que contaba con apoyo de instituciones como el Club de Leones y, con el tiempo, quedó cargo de la propia Municipalidad de San Bernardo. Llegó a alcanzar gran popularidad entre los años sesenta y ochenta (50 mil asistentes se contaron en la versión de 1980), atrayendo a familias, enfiestados y los “picados” del 18, para quienes la Fiesta Patria pasada no fue bastante. También ha habido años en que, por complicaciones de lluvias y bajas de público, algunos fonderos y locatarios fueron autorizados para levantar sus establecimientos en un siguiente Dieciocho Chico, en el Parque O’Higgins o en otros sitios.

La mayoría de estas “octavas patrias” del sagrado 18 de septiembre de cada año, se realizan aún entre el 25 de septiembre y 15 de octubre, aproximadamente, dependiendo de la localidad. Se han conocido algunas importantes también en Barrancas, Renca, Peñaflor, San Miguel y, más cerca de nuestra época, en La Pintana, Pirque, San José de Maipo, Puente Alto, La Florida, La Reina, Vitacura, barrio República y en ciudades ubicadas al poniente de Santiago. Esta tradición aún se mantiene en la capital, entonces, incluyendo al cerro Chena, si bien vivió allí un largo período de decadencia a causa de los desórdenes y el mal comportamiento del público. Aquello, sumado a la inseguridad provocada por la ampliación de la autopista justo afuera del parque, llevó a su clausura por varios años. Pudo ser repuesta recién en 2010, por la alcaldesa Nora Cuevas.

Otros Dieciochos Chicos se realizan también en Arica, Alto Hospicio, La Serena, Rancagua, Concepción, Loncoche, Valdivia, Punta Arenas, etc., sin contar las fiestas que corren por iniciativa particular en establecimientos tradicionales, escuelas o centros culturales, para complacer clientes todavía sintonizados con el ánimo de las Fiestas Patrias, ya después de haber concluido. ♣

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