Carretones areneros del sector Cerro Navia (Fuente: "Mapocho: torrente urbano")
El escaso afecto de los chilenos hacia las prendas de muchos colores o recargadas se compensa con una curiosa inclinación nacional a drenar por otras vías ese amor reprimido, usando para ello aspectos decorativos y manifestaciones específicas en donde el exceso de elementos coloridos aparecen "autorizados". Se volvían, así, parte del sello en la ornamentación de los antiguos microbuses del sistema de locomoción colectiva, las animitas levantadas a los fallecidos en calles y carreteras, o también las ramadas y fondas de Fiestas Patrias, además de las carpas y comparsas de la cultura circense, las fachadas de algunas villas populares y ciertos negocios del comercio de barrio.
La misma situación parece encontrarse en los diseños de pinturas y decoraciones que tradicionalmente se han usado para los carretones populares y carros de caballos, esos que todavía conviven a media vida entre la ciudad y el campo, más bien en márgenes de la existencia urbana como reminiscencia o vestigio de tiempos en retirada. Por lo general, aparecen asociadas a instancias de actividad popular, esas en donde todavía sobreviven: ferias libres, medias lunas, poblaciones de trabajadores, campamentos, campos, fiestas religiosas, trabajos de extracción de áridos y comercio de productos agropecuarios.
A pesar de todos los cambios experimentados por Santiago en el vértigo de las últimas décadas, a aquellas carretas de colores aún se las puede ver entre huasos, areneros del Mapocho, canteros de Colina, fleteros de la zona del Cajón del Maipo y, en general, entre comunidades de hombres de trabajo de las clases modestas, quienes mantienen ciertos rasgos de vida propios del mundo rural o semi-rural. Los hay también entre comerciantes populares del norte de Chile, recolectores de madera, habitantes de las islas Mocha y de Chiloé y aun en territorios del carbón lotino.
La pintura y personalización de carretones, carretas y carretelas parece remontarse a inicios del pasado siglo o antes, a juzgar por algunas imágenes, aunque sus antecedentes se rastrean hacia los tiempos de la Independencia. Se asociaron a dos necesidades concretas: primero, la de darle individualidad a cada carro, incluyendo con frecuencia un nombre oficial, algo así como un "tuning" o enchulado del mismo; y segundo, para hacer colorido y alegre el aspecto de cada vehículo de tracción animal que participara en fiestas religiosas asociadas a la Virgen del Carmen, procesiones de santos y la Fiesta de Cuasimodo celebrada el domingo siguiente a la Pascua de Resurrección.
El rasgo común en todos aquellos diseños de carretas es el de cierta sensibilidad patriótica en la inspiración, relacionada con las fiestas nacionales de septiembre en el aniversario de la Primera Junta Nacional de Gobierno, además de las que antes se celebraban también en febrero (por la Batalla de Chacabuco) y abril (Batalla de Maipú). Quizá hay en ellos, además, vestigios culturales del ya extinto carnaval chileno y de otras influencias posteriores del siglo XX como los corsos, las fiestas de estudiantes y los desfiles de carros alegóricos. Aunque no se la cotice tanto en su justa medida al aporte patrimonial, entonces, estos diseños deben estar entre las tradiciones, iconografías y estéticas folclóricas más características de la cultura popular chilena.
Carreta tradicional o carretón huaso simple de tipo 1 (colinano), con rueda chilena típica, en una actividad de la Medialuna de Las Condes.
Una típica carreta o carretón de tipo 2 (coloso), marchando por las calles del sector San Alfonso y Pirque.
Carreta de carga tipo 3 (arenero), usado por los cuasimodistas de La Florida, Santiago.
Carreta típica de tipo 4 (carretela), con diseño techado o de "castillo" para transporte de tarros lecheros.
Carretón o carro de tipo 5 (feriano) transitando por Bilbao hacia avenida Vicuña Mackenna, una escena cada vez menos fácil de hallar en en Santiago.
Dicho lo anterior, los pocos estudiosos de este tema han propuesto que el origen y los antecedentes de la tradición se pueden rastrear al período que pasa de la medianía del siglo XIX, cuando se produce un gran auge comercial de casas de ventas fundadas por ciudadanos extranjeros, principalmente por los españoles que ya conocían la costumbre de las carretas pintadas en su terruño. Sin embargo, también consideraríamos como influencias fundadoras las decoraciones de carretas antiguas que aparecen mencionadas por autores como la viajera María Graham, quien las ve ornamentadas en fiestas ciudadanas como las de La Pampilla, en el actual Parque O'Higgins. Durante aquella centuria y buena parte del siguiente, además, fueron frecuentes los corsos florales y desfiles de primavera, Fiestas Patrias u otros aniversarios nacionales, en donde los carros eran adornados con listones y flores.
Otro factor relativo a los diseños festivos de las carretas comienza a popularizarse como consecuencia de tiempos cuando estos vehículos servían al reparto a domicilio de algunos productos, entre ellos pan, leche y vituallas. Interrumpida brevemente quizá por los hechos de la Guerra de 1865-1866, dicha influencia hispánica parece haberse dado en la tradición más que cualquier otra vertiente, según deducen autores como el profesor Gustavo Boldrini en un artículo titulado "Carreteando en colores", escrito especialmente para un proyecto dedicado al rescate de estas tradiciones al que volveremos a recurrir acá por su calidad como fuente.
Chile no es el único país en donde existe un folclore asociado a la decoración y pintura de carretas, por supuesto. Muy posiblemente, de entre toda Hispanoamérica, en donde la tradición alcanza su máxima expresión con el "boyeo" de las carretas de bueyes es en Costa Rica, con obras de exquisitos diseños que estarían asociados a las artes ornamentales indígenas con una especie de adaptación barroco-rococó de las mismas expresiones.
En otro aspecto, si bien ya existía la pintura ornamental de carretas al norte de la Península Ibérica, tampoco pasa inadvertida la fuerte tendencia a la geometría que se ve en muchas de ellas, la que podríamos especular asociada a la influencia árabe, en caso de haber un hilo conductor a ella en tales tradiciones. Este rasgo geométrico, aunque mucho más sencillo, también permanece en el caso chileno.
Sin embargo, la tradición también adoptó una línea estética y decorativa particular en Chile, combinando elementos que podríamos suponer simbólicos del arte criollo y cierta iconografía-geometría parecida a la circense, más la ya señalada de connotación patriótica. En casos contemporáneos, además, aparecen tipografías sospechosamente parecidas a las de viejos carteles de la locomoción colectiva como los producidos por los maestros Zenén Vargas y Juan Cadena, y de letreros de negocios populares del comercio, bares y restaurantes tradicionales.
Carrito rural de pasajeros y carga menor, en pintoresca escena de una medialuna.
Carreta feriana visto de costado, con espigado pintado azul, en un encuentro costumbrista.
Carretón de carga tipo arenero, en el sector La Puntilla de la localidad de Pirque.
Carretón de carga con altura y baranda, en un encuentro costumbrista.
Carreta tipo coloso, arreglada para procesión religiosa en Macul, Parroquia Salesiana de la Sagrada Familia.
Vista trasera de carreta con influencia colinana, con mensajes religiosos e iconografía patriótica.
Viejo carro feriano, con símbolos varios en su diseño, en un encuentro constumbrista.
Carretón feriano con varios varios resortes de amortiguación y ruedas de automóvil.
Carretón de tipo feriano, tamaño pequeño, medialuna de Las Condes.
Vista posterior de un carretón simple, con la tapa y su espigado geométrico.
Pequeño coche tipo calesín huaso, de traslado humano (no para carga).
La diseñadora Pepa Foncea realizó el más importante de los esfuerzos por rescatar el patrimonio y la tradición gráfica de los carretones y carros populares chilenos, gracias a un proyecto con apoyo financiero del Fondo Nacional de la Cultura y las Artes (Fondart), montando una exposición titulada "Gráfica Popular en los carretones en Santiago", inaugurada el jueves 27 de abril de 2006 en el hall central del Metro Estación Quinta Normal.
En su afanoso estudio, la diseñadora y sus colaboradores identificaron algunos de los principales cultores de estas artes en la capital como José Lolo Pizarro de Huechuraba, Ricardo Merino Jiménez y Juan Toro de Cerro Navia, el coleccionista de carros Augusto Pavez Lillo de La Pintana, Mario Molinari de Quinta Normal, Miguel Menares de Peñaflor, Jorge Muñoz y José Aceituno de Peñalolén, y Miguel Villar y Juan Zanahoria de Renca. La investigación ha venido a llenar un tremendo vacío sobre el tema y establece también cinco categorías principales para estos carretones o carros chilenos, fuera de las clasificaciones más estrictas que suelen hacerse entre los mismos gremios de trabajadores que las ocupan (carretas, carretelas, carretones, etc.) tomando por referencia características de tamaño, tipo de ruedas, ejes y otros factores. Los precisados, en este caso, suelen ser los típicos soportes del descrito estilo de gráfica popular de la Región Metropolitana, todos tirados por caballos y solo ocasionalmente por alguna mula o buey:
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Carreta o Carretón Colinano (o de Colina): luce como un baúl con una carcasa exterior de madera (a veces metal) parecida a una cuadrícula o espigado, dotado con frecuencia también de caja exterior de herramientas adosada a la estructura, además de contar con barandas o quinchas superiores y dos ruedas típicas de carreta chilena en un solo eje, con amortiguación en sistema de suspensión de resortes de paquete.
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Carreta Coloso: es muy parecido al carro Colinano pero en dos ejes y cuatro ruedas, y desde la popularización de los vehículos de gasolina en Chile reemplazaron las viejas ruedas de carreta por neumáticos de automóviles, por lo general con el par de adelante más pequeño que el de atrás y montados estos menores en una tornamesa o caja de giro, sin resortes de amortiguación, por lo corriente aunque no en forma general.
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Carretón o Carro Arenero: es un carro principalmente de transporte de peso, usado por pedreros y areneros del Mapocho pero que también se lo ha visto entre huasos del sector precordillerano de la Región Metropolitana, con una caja o baúl no muy alto pero dotado de tablones colocados como borde angulado en lugar de barandas. Usan en la actualidad dos ruedas de vehículos motorizados en su único eje.
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Carretela: usada especialmente por antiguos lecheros, suele semejar al carretón corriente de un eje pero con un techado en forma de arco o "castillo" sostenido por postes y un compartimento especialmente adaptado para el conductor, incluyendo tarima y el pescante. También suele utilizar neumáticos de vehículos de motor en nuestra época.
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Carretón Feriano o Carreta de Feria: de un eje, ruedas de neumáticos y suspensión de resortes de paquete, este carro es el típico que sobrevive aún en algunos espacios urbanos de comercio popular, ferias libres y mercados de productos agrícolas. Suele tener un espigado de madera o metal geométricamente más simple, al igual que la baranda o quincha, generalmente de solo tres tablones por lados. Semeja a la carreta arenera pero en proporciones más compactas.
Con relación a la iconografía propiamente dicha, destacan motivos como estrellas, aves, flores de fantasía, copihues y uno que otro símbolo cristiano (cruces, palomas con olivos, peces o ictus, etc.) alternados en forma de módulos gráficos con las estructuras geométricas.
Pero muchas de las figuras utilizadas en la presentación de los carretones o carretas no son sólo pintura: en algunos casos, están tallados sobre la propia madera o acompañados de tachas, clavos de cabezas ornamentales, herraduras (reales o pintadas, consideradas símbolos de suerte), escudos patrios, espigas de trigos (también reales o pintadas, tomadas por símbolo de fortuna y prosperidad) y otras adiciones que se vuelven permanentes en ellas. Quizá suceda algo parecido a la ornamentación de Fiestas Patrias o Navidad, entonces: el período lánguido que sigue a aquellos festejos suele hacer que la decoración del período sobreviva por bastante tiempo más del que le corresponde antes de ser retirado, pero en el caso de los carros convirtiéndose en algo permanente, definitivo y distintivo del mismo, se esté o no en las celebraciones a que aluden.
En algunas intervenciones permanentes como las descritas se hacen sobre la estructura del carretón y la carreta con representaciones de caballos que, según nuestras consultas, pueden representar a antiguos equinos que tiraron ese carretón y que ya murieron, al igual que sus herraduras, correas o riendas si son incorporadas al mismo. Están también las que adicionan verdaderas reliquias a la estructura, generalmente atrás y en pares, con una pieza a cada lado, como faros antiguos, lámparas faroles, bocinas viejas de sirenas, pasamanos artísticos de bronce, baúles (para la caja de herramientas), etc.
De entre los colores principales utilizados por la tradición destacan los verdes, amarillos, celestes, tonos apastelados y negros, pero hay una presencia muy insistente en los colores patrios: rojo, blanco y azul, que claramente no es casual. Lo propio sucede con la figura de la Estella Solitaria, en muchos casos. Esto puede ser verificado en la Región Metropolitana aún, en sectores de los mercados de Santiago Centro y La Chimba o en lugares como los contornos de la comuna de La Florida, El Club de Huasos de Las Condes, los caminos de Pirque y San José de Maipo y los barrios obreros en el sector poniente y norte del Gran Santiago, entre otras ubicaciones.
Sin embargo, la pintura de carretones es una tradición posiblemente en retroceso: ya es cada vez menos fácil encontrar en las grandes ciudades estos ejemplos de carretones diseñados, convirtiéndose en una excentricidad sobreviviente más que en un ejemplo de identidad nacional. La persistencia de algunas fiestas religiosas y el impulso innato del criollismo en algunas comunidades populares son las que aún sostienen esta clase de rasgos de "chilenidad gráfica", en donde es posible confirmar que existe aún la decoración de las carretas y carretones.
Es posible que llegue el temido día aquel cuando, como ha sucedido ya con muchas otras cosas, no quede más testimonio de esos coloridos carretones que el de las fotografías y descripciones confirmando lo que alguna existió. ♣
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