Acercamiento a la cabina y barra de la fuente de soda "La Bomba", en 1945.
Los expendios de comida rápida y bebida para los viajeros que hallan relacionados con los servicios de trenes y buses existen prácticamente desde que aparecieron las primeras grandes terminales ferroviarias del siglo XIX, aunque evolucionando su aspecto y oferta de la mano del progreso, como podrá suponerse. De este modo, durante el siglo siguiente las viejas posadas y paradores para los pasajeros irían adquiriendo más rasgos de cocinerías tipo "picadas" y de restaurantes con aire de puerto, aunque conservando mucho de sus rasgos más rústicos y populares originales; incluso los rurales, en el caso de las estaciones más retiradas de grandes ciudades.
En las urbes importantes, sin embargo, algunos de esos establecimientos quedaron vinculados directamente o asimilados en las propias instalaciones de las terminales ferroviarias y adoptaron así características más modernas, generalmente copiadas de la forma asumida por la misma clase de negocios en países desarrollados. Este fue, precisamente, el caso de la fuente de soda La Bomba, "buffet" que se ubicaba al interior del edificio lateral del galpón de la Estación Central de la Alameda de Santiago, en los años cuarenta.
Por fotografías publicadas por la revista "En Viaje", se confirma que este negocito de la estación de trenes era un espacio arrinconado en el ala dentro del pabellón lateral del edificio y cuya administración se licitaba por la Empresa de Ferrocarriles del Estado. Se ubicaba en un moderno kiosco de planta casi triangular ubicado por el sector de las boleterías, particularmente en la de tercera clase, por lo que debió tratarse de un expendio dirigido al sector popular como objetivo principal. Constaba con una larga barra con asientos para la clientela, tras la cual se encontraban los empleados en delantales blancos prestos a dar atención entre pulcros y abundantes artefactos de cocina y coctelería.
Todo el fondo del simpático local, atrás de los trabajadores y de frente a los clientes, estaba distribuido contra el vértice de los muros, adaptándose a aquella forma. Destacaban en él grandes anaqueles con innumerables botellas de cervezas y refrescos, con una banda o marquesina de techo falso en donde podía leerse "Confitería - Fuente de Soda 'La Bomba'- Pastelería". La confección de todo el kiosco parecía ser de tipo modular, con mucho espacio abierto a pesar de sus no grandes proporciones.
Clásica postal de la Estación Central y la congestionada Plaza Argentina, con sus nudos de conexión del tranvía.
Estación Central y su edificio lateral hacia 1930. Fuente imagen: portal de Memoria Chilena.
Publicidad de 1945 para el buffet de la Estación Central, en la revista "En Viaje" de la Empresa de Ferrocarriles del Estado.
La señalada publicidad aparecida en "En Viaje", del año 1945, enfatizaba que aquel local interior de la Estación Central era "un buffet que prestigia los servicios de los FF.CC. del Estado". Esta clase de servicios particulares estaban disponibles en varias estaciones del país, como sucedía en las terminales de Concepción y Valparaíso, por ejemplo. Solían abrir muy temprano en las mañanas, cerca de las 5:30 de la mañana, atendiendo hasta la medianoche cerca de la salida del último tren de pasajeros. Por lo general, su oferta era de café, bocadillos rápidos, sándwiches, jugos, helados, frutas, caramelos, etc.
A la sazón, el concesionario del "buffet" era el comerciante Ricardo Chamoret C., quien pocos años después aparece en notificaciones de prensa adquiriendo una propiedad que aún existe en calle Crescente Errázuriz con Fernández Concha, en los barrios de Ñuñoa. Su local tenía también cierto alcance como cervecería y sala de té, todo distribuido en el pequeño espacio que ocupaba. Tenemos entendido que administraba también otros puestos de este tipo dentro del mismo complejo, pero el más grande y conocido debió ser La Bomba. Y aunque las imágenes muestran solo seis banquetas disponibles en la barra, es presumible la gran afluencia de público que debió tener especialmente durante las esperas, dado que se encontraba cerca de los accesos y enfrente de la plaza dura interior del recinto.
La amplia oferta de La Bomba incluía sándwiches, hot-dogs, confites, pasteles, cerveza de barril, schop, huevos a la ostra, huevos a la copa, huevos con limón, helados, chocolates, cigarrillos, té, café, bebidas gaseosas, jugos y alimentos envasados de tipo snack. Y si bien las fuentes de soda ya eran conocidas con este nombre cerca del Centenario Nacional, definiendo así a ciertos negocios de atracción más familiar, la identidad de las mismas ahora vistas como lugar de venta de cervezas y schops, propuesta de la que se valía La Bomba, comenzaba a estar de moda precisamente en aquellos años dentro del comercio chileno.
Resumiendo, el "buffet" era como un pequeño supermercado de refrescos, aperitivos y bocadillos disponibles al público allí, con los coloridos productos en repisas y anaqueles. Solicitudes de desayunos, colaciones o meriendas podían ser satisfechas en su barra. Al menos dos empleados estaban presentes en cada turno dentro de aquella cabina, en el que debió ser el rincón más sabroso y grato de la ruidosa y ajetreada terminal ferroviaria en los tiempos de la Segunda Guerra Mundial.
En la historia comercial de Santiago hubo otros bares y restaurantes que llevaron también el nombre de La Bomba, dejando su propia huella memorial para nostalgias y crónicas. Sin embargo, la referida fue la única con tal denominación en las instalaciones de la Estación Central de Ferrocarriles. ♣
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