Escena de “La transmisión del mando supremo”, de Serey. Fuente imagen: sitio CineChile (Enciclopedia del Cine Chileno).
El lunes 1 de agosto de 1921, en horario de vermut y noche, llegó en masa el público al cinematógrafo del Teatro Alhambra en calle San Antonio con Monjitas, intrigado por los anuncios de lo que allí se iba a ofrecer: una producción nacional con la entonces poco conocida tecnología del dibujo animado. Ese mismo día, el diario “La Nación” anticipaba unas horas antes del estreno en el cine:
La Transmisión del mando presidencial chileno, 1920-1925, pasará por la pantalla en forma artística y altamente patriótica, máxime si se considera que el autor señor Serey Vial ha dado a sus caricaturas una tendencia educativa y conmemorativa, digna de todo encomio.
Si bien tal modalidad de cine se remontaba a intentos previos de los Lumière y de Edison y a un montón de dispositivos lúdicos anteriores como los de Louis de Prince (el posible real creador del cine como tal, a juicio de algunos expertos), la historia de los filmes de dibujos animados o cartoons había comenzando con la creación del praxinoscopio o teatro óptico o pantomimas luminosas del francés Émile Reynaud, en 1877, aunque la falta de desarrollo de su técnica no permitió proyectar más que solo unas inocentes escenas cortas entre 1888 y 1900. Resultaba demasiado cara y difícil de adaptar al sistema de proyección de los Lumière.
En abril de 1906, todo cambiará con el corto “Humorous phases of funny faces” de James Stuart Blackton, tan sencillo e ingenioso como utilizar pizarra y tiza para la producción de los fotogramas. Después, el dibujante francés Émile Cohl sorprenderá al público con su “Fantasmagorie” de 1908, también con tiza sobre fondo negro. Tendrían que pasar algunos años para que la incorporación de las micas de acetato permitiera iniciar las animaciones de dibujos superpuestos a fondos fijos, método que fue la base de la industria moderna hasta la era digital.
El alcance que lograron los dibujos animados en el período no sólo tocó el arte de la cinema, sino también el de la publicidad que se proyectaba en los cines desde muy poco después que se hiciera conocida. Se incorporó también a las presentaciones, a los intermedios y, por supuesto, al cine infantil. Como lo sería después la tecnología del cine sonoro y, más adelante, la del cine color, la animación representó un desafío que algunos pioneros se atrevieron a tomar de diversas maneras, poniendo en marcha la historia de la misma en cada lugar.
Entre la intensa experimentación, aparecerá también técnica del stop motion, con la que el pionero español Segundo de Chomón produjo el filme “La casa encantada” de 1906 simulando que los objetos se movían solos, a lo poltergeist. Le sigue en la línea de progreso el ruso Ladislaw Starewicz, quien en 1912 realizó la película “La venganza del camarógrafo”, primera animación en volumen que incluyó manipulación de marionetas (insectos, en este caso) para armar la obra. Vendrá después la animación a través de papeles recortados, algo que aún se mantiene vigente en la estética de la famosa serie norteamericana “South Park”. Dicen autores como Vivienne Barry en “Animación. La magia en movimiento” que este método fue creado por el italiano Quirino Cristiani en Argentina, autor del cortometraje “El Apóstol” de 1917, patentando su mesa de animación figuras de papel al año siguiente.
En el caso chileno, la situación de la animación gráfica permaneció refugiada en la incertidumbre por años, hasta que todo cambió ese histórico año 1921.
Quien exhibía en el cine del Teatro Alhambra la primera animación de dibujos facturados en Chile era Alfredo Serey Vial, bajo cuarteles de la debutante productora National Film. La obra proyectada ante los asombrados espectadores, “La transmisión del mando supremo”, era la versión en caricaturas de los principales momentos de la toma de posesión del gobierno por parte del presidente Arturo Alessandri Palma, el 23 de diciembre de 1920. El corto fue exhibido con dos películas nuevas de Charles Chaplin, además.
Sin embargo, expertos como Jorge Montealegre en artículo de la revista “Patrimonio Cultural” (“Los primeros dibujos animados”, 2002), enfatizan que la animación de Serey ya había sido exhibida antes en Concepción el 25 de julio de 1921. La fecha que sería, entonces, la del estreno formal de la primera caricatura animada creada y producida en el país. El autor entrega más datos del proyecto:
La primera película de dibujos realizada en Chile fue producida por la “National Films” de Santiago, y su parte técnica estuvo a cargo de Nicolás Esquerro. Junto a Serey, también dibujó para ella Nicolás Martínez. Entre ambos produjeron veinte mil cartones, para una cinta que no tuvo más de 600 metros; es decir, una duración cercana a los diez minutos Argumentalmente, el filme se ocupa de los principales momentos que rodearon el traspaso de la banda presidencial de Juan Luis Sanfuentes a Arturo Alessandri Palma, en 1920. En ella aparecen los políticos más conocidos y los más conspicuos personajes de la diplomacia.
Serey era estudiante de la Escuela de Artes y Oficios. Trabajó como caricaturista y dibujante en el diario “Las Últimas Noticias”, medio que fue bastante leal con él a la hora de promover su trabajo en el público. Faltaba poco para que se titulara, además, demostrando ya entonces cierto interés por los medios de comunicación que, seguramente, lo convencieron de tomar el desafío de crear el filme de animaciones. Según respondía al diario “La Nación” en la ya referida nota, el deseo de hacer la obra le surgió al advertir que no conoció filmaciones del magno evento, así que decidió recrearlo con sus propias imágenes. Tardó siete meses en producir los 600 a 700 metros de película, en la que depositó gran seguridad:
Soy optimista por temperamento. El hombre debe ser así para triunfar. Lo contrario sería obra de retrógrados. Tengo, además, en este caso, la confianza de que mis compatriotas sabrán estimular la labor de uno de los suyos que ha hecho el primer trabajo de su índole en el continente. Por otra parte, la casa que ha filmado mi producción la compone un personal técnico genuinamente yanqui en sus iniciativas y posee excelentes máquinas y estudios para filmar. Créame que de otro modo, no me habría atrevido…
Aunque el corto era de solo minutos, alrededor de diez según se ha dicho, fue aplaudido con entusiasmo por el público en la sala y, al día siguiente, tuvo la misma buena acogida en el Teatro Garden de Alameda, enfrente del barrio Dieciocho. Agrega Mario Godoy en su “Historia del cine chileno. 1902-1966” que los realizadores fueron invitados al Palacio de La Moneda, para ser felicitados por el propio mandatario y contra lo que ellos mismos pensaban, pues temían haber sido convocados para recibir un regaño por la audacia e irreverencia de sus caricaturas.
Tan motivado se sintió Serey con su trabajo que comenzó a planificar otro filme animado, según lo que anunció alguna vez: ahora, se basaría en comedias estadounidenses tipo “Mutt y Jeff”, historieta que había saltado ya a la animación hacia 1910. Sin embargo, el joven debutante chileno nunca continuó con los planes: tuvo una larga vida dedicada a muchas áreas, pero retirado de la actividad cinematográfica y de la industria de la animación de dibujos.
Para peor, el tiempo y la desidia hicieron que se perdiera aquella primera película de dibujos animados nacionales, sobreviviendo hasta ahora solo unas pocas imágenes de viñetas y fotogramas reproducidas en la prensa de esos años, en donde se ve la caricatura de Alessandri con el obispo y otros estadistas a su espalda. En una de ellas se observa al recién asumido viendo que las arcas fiscales estaba vacías y llenas de ratones y telarañas, con una viñeta diciendo: “¡Así a cualquiera le daría ganas de quitarse la banda!”… De esta manera, del primer cartoon animado chileno no queda más que el recuerdo y algunos vestigios casi insignificantes.
Arturo Alessandri en copia de un fotograma de la animación de Serey. Fuente imagen: sitio CineChile (Enciclopedia del Cine Chileno).
Otras imágenes de la obra de Serey, publicadas en sitio CineChile (Enciclopedia del Cine Chileno).
Escena en la que Arturo Alessandri se encuentra con las arcas fiscales vacías. Fuente imagen: sitio CineChile (Enciclopedia del Cine Chileno).
El Cine Teatro Alhambra iluminado en el estreno del filme "Cleopatra". Imagen publicada por la revista "La Semana Cinematográfica" en noviembre de 1919. Fue el lugar de exhibición de la obra animada de Serey, dos años después.
Cabe observar que aquella experiencia fue anterior al debut de otras caricaturas animadas de los más famosos personajes internacionales, como Betty Boop (1926) y el conejo Oswald (1927), antecesor del ratón Mickey en las industrias de Walt Disney. Muy poco antes, habían hecho su aparición la Krazy Kat (1916) y el gato Felix (1919), de modo que la obra de Serey se sitúa también en los inicios de la industria, antes del boom de los grandes estudios. Su desventaja frente a aquellos casos, sin embargo, era que carecía de un personaje propio y ficticio como identidad creativa, además de no ir orientado especialmente a público infantil.
Una nueva obra animada que parece coincidir con la que pretendía rodar Serey como su segundo trabajo, quedó en manos de Carlos Borcosque con guión de José Fernando Ruíz y “un millón de dibujos” según la publicidad, hechos por Carlos Espejo. Se basaba en la tira cómica “Amenidades del diario vivir” con las aventuras de los nuevos ricos Fausto y Crisanta, que publicaba el diario “El Mercurio” desde septiembre de 1922, creación del maestro caricaturista estadounidense George McManus, originalmente llamada “Bringing up father”. Coincidía con la aparición de la misma tira de Don Fausto en la revista “El Pibe” y hecho ahora por manos chilenas, desde mayo según señala Montealegre.
Cabe añadir que el dibujante oficial de “El Pibe” era el propio caricaturista Espejo, de quien se conoce muy poco, salvo que trabajó para revista “Sucesos” y periódicos como “La Nación” y “El Mercurio”. Según Mario Cánepa Guzmán, el apodado Guatón Espejo, al que conoció en “Las Últimas Noticias”, falleció trágicamente, arrollado en la Alameda por un camión cuando la atravesaba con su esposa. Una característica de sus dibujos era que siempre aparecía un loro y un perro.
Titulada “Vida y milagros de don Fausto”, aquel proyecto fue realizado en 1924 en los Estudios Cinematográficos Borcosque, siendo presentada entre agosto y octubre de ese año en el Teatro Septiembre de Alameda con Lira, y el Teatro Brasil frente a la plaza del mismo nombre. Luego, en el Teatro O’Higgins de San Pablo y el Teatro Esmeralda de San Diego, con buena recepción y muchas risas.
Después de aquellas experiencias de los años veinte, los ejemplos de dibujos animados en Chile no parecen ser más que nuevos proyectos experimentales, muy básicos y sin destino. Así fue por más de una década, hasta que una nueva obra comienza a cobrar vida, merced a los grandes esfuerzos de otra generación creativa.
El protagonista de esta nueva propuesta iba a ser un cóndor llamado Copuchita, en el filme titulado “15.000 dibujos”, proyecto cinematográfico que comenzó a gestarse en 1937, ejecutado por los entonces jóvenes estudiantes Jaime Escudero Sanhueza y Carlos Trupp. Tal como sucedería después con Condorito, el simpático Copuchita era un cóndor humanizado y de ojos saltones, con características de roto chileno, en su caso incluyendo un gorrito usado por personajes como Juan Verdejo de revista “Topaze” o los “curaditos” interpretados por comediantes del mundo circense.
En artículo del estudioso del cómic chileno Mauricio García para el sitio web Ergocomics (“Jaime Escudero Sanhueza. Arquitecto, pintor y dibujante”, 2004), en donde también se plantea la posibilidad de que Copuchita haya sido inspiración para Condorito, Escudero describe así al personaje ante su entrevistador:
…un cóndor antropomorfo, con sombrero, chaleco y zapatillas blancas, un obrero que trató de representar el roto chileno, pero sin sus defectos, situación que me molestaba en Verdejo, de la revista Topaze. Además estaba un personaje con características de puma mapuche, llamado Manihuel (basado en un tío), un gallo vestido de huaso, llamado Ño Benhaiga y una joven humana y muy hermosa, llamada Clarita. Todos ellos acompañados de una comparsa de plantas, porotos, bichitos diversos, etc.
Coincidentemente, Walt Disney visitó Chile en 1941, reuniendo en su viaje material para documentales y una obra animada. Aunque la compañía venía arrastrando problemas económicos y serios conflictos sindicales, Disney gozaba entonces de una fama estratosférica tras el éxito de “Blanca Nieves y los siete enanitos”, “Pinocho” y “Fantasía”. Estando los creadores del proyecto “15.000 dibujos” con sus talleres por ahí cerca de Lira con Marcoleta en Santiago, Disney se enteró de este trabajo y se interesó por conocerlo por sugerencia de Carlos Reyes Corona, agregado de prensa de Chile en Washington D.C.
In situ, entonces, Disney habría aconsejado a Escudero y Trupp en las formas correctas para poder acelerar los procedimientos, a través de procedimientos ingeniosos en el desafío de flexibilizar el trabajo. Siguiendo esta nueva luz, la dupla avanzó con prisa hacia la conclusión de “15.000 dibujos”, aparentemente asistidos por otros aportes de dinero desde el patrocinio de empresas salitreras. Años de esfuerzos y fatigosa actividad en los que llegaron a usar la tina de una casa de calle Lira para los tratamientos de los materiales, estaban depositados en sólo unos minutos de cinta, con estilo de evidente influencia Disney en sus resultados finales.
Listo todo para su presentación: publicidad y prensa anunciaron el estreno de “la primera película chilena de dibujos animados”, recalcando la influencia del amo del ratón Mickey en la misma. Sin embargo, al tener lugar el debut de “15.000 dibujos” en los teatros Splendid y Miami, el la víspera de Navidad de 1942 y en el apogeo de las producciones de Disney, la situación cambió para mal…
A pesar del optimismo que intentaban retratar los anuncios, la acogida fue bastante fría. Se dijo de todo al respecto, pero las pocas críticas a la calidad de la obra fueron abrumadoras, como la de revista "Ecran" a los pocos días. Como sea y con todos aquellos factores contextuales en contra, el film animado cayó veloz por la pendiente del olvido, arrojando al completo olvido a Copuchita, mismo del que saldría años más tarde, gracias a investigadores del tema y al hallazgo familiar de las cintas originales guardadas por Trupp.
Extractos de "15 mil dibujos", con el personaje Copuchita, en el canal de Youtube de Lemon Kylie (nieta de uno de los realizadores).
Imágenes del personaje Copuchita, publicadas en revista "Ecran" y en el sitio Ergocomics.cl (dedicado a la historieta nacional).
Primera viñeta de Condorito en 1949. Su aspecto de cóndor era mucho más evidente y remarcado.
La primera versión gráfica de Condorito saludando a la definitiva, en una edición a aniversario de su famosa revista creada por Pepo.
Imagenes de la revista "Ecran" de 1962, con Copuchita arriba y parte del proceso creativo de la nunca estrenada película animada de Condorito que iba a realizar Pepo.
Unos años después del estreno de “15.000 dibujos”, René Ríos Boettiguer, más conocido como el caricaturista Pepo, vio el famoso documental con animaciones que Disney había venido a rodar sobre los países de Sudamérica en el señalado viaje (“Saludos amigos”, 1946), en donde se representó a Chile con un insípido avioncito de correos y no con una figura típica como fue, por ejemplo, el gaucho en el caso de la Argentina. Al parecer, esta tibia impresión fue todo lo que el empresario y gigante de la industria había recogido de su paso por Chile.
Dice la leyenda, entonces, que el indignado Pepo corrió desde el cine hasta su tablero, proponiéndose crear una figura de representación auténticamente chilena que Disney no había sido capaz de producir, con características de roto y de huaso.
Condorito debutó el 13 de agosto de 1949, en el Nº 2 de revista “Okey”. Sin embargo, antes de tener revista propia, el personaje era notoriamente distinto: tenía rasgos más propios del ave que del hombre en el hibridismo del personaje. Era rechoncho, de pico más largo, con más cara de cóndor. A decir verdad, tenía cierta semejanza con Copuchita. Con el tiempo, la ilustración de Condorito se fue afinando hasta sus rasgos definitivos, sin embargo.
Como opinara también Montealegre en alguna oportunidad, ya parecería innecesario discutir sobre quién fue el primero en la cadena que llevó a la creación de Condorito, pues la figura del cóndor humanizado había estado presente antes en la ilustración nacional con ejemplos como el del mencionado periódico “El Cóndor”. Es lo mismo que sucede cuando se intenta precisar cuál fue la primera caricatura de un roto chileno típico, pasando por personajes como Perejil, Juan Verdejo o el propio Condorito, entre otros postulantes.
Sucede, sin embargo, que en el ambiente de los seguidores de caricaturas e historietas ha sido un tema insistente el asunto específico de si existe relación entre Copuchita y Condorito. Un documento que quizá pueda servir para despejar dudas y dejar de preguntarse en el inseguro potencial si existió o no tal nexo, aparece entre las páginas de la revista especializada en cine “Ecran” de los sesenta (“Condorito en el Circo: Renace en Chile el dibujo animado”, 1962), en donde se celebra la primera incursión del personaje de Pepo en el cine de animación. Aunque sea a la pasada, allí se comentan de manera explícita las semejanzas y posibles relaciones entre ambos.
Empero, por alguna extraña maldición sobre las aves catártidas el proyecto de “Condorito en el circo” también cargó con extraños maleficios y nunca llegó a estrenarse, al parecer por el retiro de importantes auspicios. Lo cierto es que su salida a las salas se frustró y terminó así en un verdadero aborto fílmico, aunque muchos años después, en los ochenta, se presentaron algunas temporadas con cortos de Condorito para la televisión.
Muy posteriores proyectos de dibujos animados fueron levantando a la industria chilena y llevándola hacia instancias más exitosas o, cuanto menos, mejor logradas que las anteriores, como los cortos de Condorito y los del caricaturista Lukas (Renzo Pecchenino Raggi), transmitidos por televisión abierta en los años ochenta; y largometrajes como “Ogú y Mampato en Rapa Nui” (2002), primera animación chilena moderna, seguida por la serie televisiva “Diego y Glot” (2003) y la película “Papelucho y el marciano” (2007), entre otros casos. En el año 2016, la obra “Historia de un oso”, producido dos años antes bajo dirección de Gabriel Osorio y Antonia Herrera, concedió a Chile el primer Oscar de su historia cinematográfica, en este caso por mejor cortometraje animado. La noticia fue ampliamente celebrada y se la consideró una verdadera hazaña.
Sin embargo, la maldición de los cóndores volvió a caer sobre un proyecto de series titulado "El show de Condorito" en 2003, intensamente publicitada por la productora MCFilms, pero que debió ser cancelada por una serie de problemas. Mejor le fue a "Condorito: la película", de 2017, obra digita 3D estrenada en los Estados Unidos por Pantelion Films.
Para llegar a todos aquellos resultados contemporáneos, es evidente que hubo un previo camino de pruebas, errores, logros y fracasos que comienza con casos como los acá reseñados, a inicios de la línea de tiempo de los dibujos animados chilenos. ♣
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