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LAS CUATRO AMAZONAS DEL DEPORTE CHILENO

Anita Lizana, Eliana Gaete, Ismenia Pauchard y Marlene Ahrens.

Los deportes con alcances de espectáculo, a la vez que de diversión popular, dejaron atrás las manifestaciones más propias de juegos recreativos o de carreras rústicas con el desarrollo de las disciplinas, dando pábulo al avance profesional de las mismas. Se forjan, afianzan y dispersan en la sociedad chilena durante el siglo XIX, muchas veces gracias a la influencia extranjera y a las facilidades que permitió su acogida inmediata en estratos más aristocráticos, de hecho. Fueron los casos de la hípica, el fútbol, el tenis, los desafíos atléticos, el boxeo y la bicicleta. Otros, sin embargo, comenzaban a quedar rezagados en la popularidad ya en el siglo XX, como la pelota vasca y las carreras de caballos “a la antigua”. La desaparición de los frontones de pelotas y canchas de galope como la de avenida Portales confirman aquel retroceso.

El avance del deporte como fenómeno de masas y productor de nuevas estrellas populares, en algunos casos con rasgos casi heroicos, abrió las puertas también a la participación femenina en disciplinas que, dada la prevalencia masculina que todavía se mantenía en la sociedad de entonces, continuaban siendo terrenos para el lucimiento principalmente de hombres. Sin embargo, cuatro amazonas tendrán la oportunidad de romper la tendencia y coronarse con laureles en sus correspondientes disciplinas, durante un período de la historia que abrió las puertas al reconocimiento femenino en los “sports” de alto rendimiento, además... Cuatro campeonas chilenas de enorme trascendencia, cuyo nombre quedó grabado en dorado en registro de las hazañas deportivas.

Por mucho tiempo, y al igual que sucedía con el ciclismo y el fútbol, la práctica del tenis era considerada demasiado varonil e inapropiada para mujeres, por lo que el caso de la gran Anita Lizana, primera amazona de esta serie, debe haber tenido algún grado de polémica y, si no, de extravagancia.

Anita había nacido en 1915 en Quinta Normal, al lado de una cancha de tenis, curiosamente, interesándose en las raquetas desde los nueve años y ganando su primer torneo infantil a los diez. Destacando así de rápido en el medio, durante la década del treinta recaudó fondos a través de una campaña y pudo partir a Europa para profesionalizarse en el tenis. Allá sería octava del mundo en 1936, tras su brillante rendimiento en torneos de Queen's Club, Roland Garros, Wimbledon y el Campeonato Nacional de Escocia.

Sin embargo, Anota conquistará el cielo con solo 22 años cuando derrotó a su rival polaca Jadwiga Jedrzejowska, en el torneo US Open el 11 de septiembre 1937, logrando el título del Grand Slam y consagrándose como la tenista número uno a nivel mundial. Era, además, la primera mujer latinoamericana en conquistar este título. La emoción del triunfo y el gran calor de aquel día, hicieron que Anita desmayara apenas terminó de felicitar a su contrincante.

La muchacha fue ovacionada y tomada por una verdadera prócer deportiva en Chile. En su “Memorial de la Estación Mapocho”, Alfonso Calderón recuerda algo sobre el apoteósico recibimiento que tuvo la terminal ferroviaria, cuando Anita llegó con la medalla top one al cuello. Como primera campeona chilena y una de las pioneras femeninas de este deporte, fue saludada por multitudes de admiradores y fanáticos, extasiados con su éxito.

La simpática, risueña y pequeña chiquilla (poco más de un medio y medio de altura), apodada la Ratita por lo menuda y ágil, continuó jugando en los años cuarenta en Escocia hasta alcanzar 24 títulos, 17 de ellos individuales y el resto en doble, clasificando como campeona allá y en Suecia. Sin embargo, se retiró a principios de los cincuenta a la vida más familiar, que había iniciado con su marido escocés Rolland Ellis, también ligado a la actividad tenística y con quien tuvo tres hijos. Regresó varias veces a Chile realizando algunas exhibiciones y volviendo a ser homenajeada en 1966 y 1989.

Anita Lizana de Ellis falleció el 21 de agosto de 1994, a los 78 años. Muchos la consideran -de manera categórica y definitiva- como la deportista mujer más importante de la historia de Chile.

Justo cuando Anita jugaba sus últimos torneos profesionales, una joven atleta nacida en 1932 en la Oficina Salitrera María Elena, al interior de Antofagasta, empezaba a destellar en clubes como Deportes Green Cross y la Universidad Católica. Se trataba de la enérgica Eliana Gaete Lazo, otra de las más extraordinarias deportistas nacionales, con un inmenso carisma que fue a la par de sus demostrados talentos en la pista de carreras.

Eliana, joven sencilla y de gran profesionalismo, tuvo la primera de sus grandes conquistas en 1947 cuando logró la medalla de bronce en un torneo sudamericano. Llamando la atención por su juventud y destreza de gacela saltando las vallas, hubo quienes lograron visualizar en ella una promesa deportiva y no se equivocaron: en los Juegos Panamericanos de 1951 y 1955 conquistó medalla de oro, llenándose de aplausos y aclamaciones que sentaron su leyenda deportiva. En los primeros, los inaugurales de Buenos Aires, consiguió el primer lugar de los 80 metros con vallas; en los segundos, realizados en México, pudo retener impecablemente el mismo título.

Unos años después, en 1960, el Círculo de Periodistas Deportivos de Chile hizo justicia con Eliana y le otorgó el premio a la mejor figura deportiva nacional, cuando aún no cumplía los 30 años de edad. Postergaría el retiro tanto como pudo, llegando a participar en un torneo de Puerto Rico, en donde obtuvo otro primer lugar a los 51 años, en la categoría senior.

Tras una larga y brillante carrera en el atletismo de alto nivel, Eliana contrajo matrimonio con Renato Iturriate y se retiró de las competencias, oficiando ahora como juez de las mismas disciplinas. Como homenaje a la deportista, la Pontificia Universidad Católica de Chile bautizó con su nombre el complejo deportivo de esta casa de estudios, en 2009, y en 2015, el gobierno de Michelle Bachelet otorgó un reconocimiento especial para ella en los Premios del Deporte, sacándola momentáneamente de su total retiro.

Anita Lizana en el Queen's Club, abril del año 1938. Fuente imagen: Narodowe Archiwum Cyfrowe (NAC).

Eliana Gaete, junto a su colega Marion Huber, en fotografía de la revista "Estadio", año 1950.

Ismenia Pauchard en portada de la revista "Estadio", año 1956. Fuente imagen: Memoria Chilena.

Marlene Ahrens en los Juegos Olímpicos de Melbourne, año 1956. Fuente imagen: sitio Rock and Pop.

Por aquellos años en que destacaba ya Eliana, también comenzó a repetirse en el medio deportivo el nombre de una muchacha nacida en Traiguén en 1932, quien iba a ser estimada como la mejor basquetbolista femenina chilena: Ismenia Pauchard Demierre, destacada figura de la selección nacional de baloncesto especialmente entre los cincuenta y sesenta, además de haber sido una suerte de madrina o princesa para los seguidores del club Colo-Colo.

Cuando ya se hallaba establecida en Santiago para iniciar su carrera deportiva, Ismenia entró al club Famae en 1951, llamando la atención de los críticos y llegando a ser vicecampeona santiaguina solo tres años después. Se integró más tarde al equipo basquetbolista del club Colo-Colo, en 1954. Pasaría casi dos décadas con esta camiseta colocolina, llenando de orgullo al club albo tras lograr un primer título allí en dos años.

Por sus méritos, Ismenia fue considerada en la selección nacional, reluciendo en los campeonatos de Quito en 1956 y de Santiago en 1960, en el que las chilenas lograron ganar el sudamericano. También estuvo otras cuatro veces en la selección subcampeona sudamericana, en los campeonatos de Sao Paulo en 1954, Asunción en 1962, Cali en 1967 y Santiago en 1968. Por estas participaciones, por sus logros y por la trascendencia de su huella deportiva, se la estimó la mejor basquetbolista chilena de toda la historia deportiva nacional.

Dejando a su espalda un camino relumbrante, Ismenia se retiró de los torneos poco después de pasar los 40 años, en 1973, dedicándose a la enseñanza y promoción del básquetbol. Mujer briosa, alta, siempre hermosa y de fuerte carácter, fue a vivir de vuelta a su querido sur. En la apacible Villa Aucán de Caburgua, sin embargo, todo terminó trágicamente para ella el 22 de mayo de 2004: había descubierto que un lugareño que antes trabajó en labores de plomería en su hogar, estuvo robando algunas pertenencias suyas y fue a encararlo. El sujeto, al verse acorralado, reaccionó en forma violenta y la asesinó golpeándola con sus propias herramientas, tratando de esconder el cadáver, hallado después en las búsquedas... Trágico final para una mujer extraordinaria.

Finalmente, hará su propia leyenda en este grupo de amazonas la atleta Marlene Ahrens Ostertag, hasta ahora la única medallista olímpica mujer de Chile. Nacida en una familia de origen alemán de Concepción, en 1933, estuvo viviendo en Viña del Mar y Santiago, vertiendo sus pasiones deportivas en el Club Manquehue en donde practicó gimnasia, atletismo, voleibol y hockey, pero variado y quedándose en la jabalina, desafío en el que se coronaría campeona. Su nombre salta a la gloria en los Campeonatos Sudamericanos de Sao Paulo, en 1954, en donde consiguió el segundo puesto con 41,68 metros.

A pesar de las estupendas proyecciones que permitía adelantar aquella marca, la maternidad obligó a Marlene a tomarse una pausa: casada con Jorge Roberto Ebensperger, estaba encinta de la que iba a ser la destacada periodista nacional Karin Ebensperger, nacida en el año siguiente. Ya de regreso a las pistas y tras entrenar intensamente, durante el campeonato nacional realizado en Santiago, en marzo de 1956, logró el récord sudamericano de 47,64 metros, muy por encima de los 43,43 metros que había sido la marca dejada por la jabalinera uruguaya Estrella Puente, en los panamericanos de México. Poco después, en el sudamericano de Santiago, Marlene rompió su propio récord en el Estadio Nacional, con 48,73.

Clasificada así para los Juegos Olímpicos de Melbourne de 1956, tocó a Marlene llevar la bandera chilena de la delegación como única mujer del grupo. Logrando una distancia de 50,38 metros, obtuvo el premio de plata, la cuarta medalla obtenida por Chile hasta entonces, mientras que la rusa Inese Jaunzeme se quedó con el oro al lograr los 53,86 metros. Después, ganará oro en el Campeonato Sudamericano de Montevideo, en 1958, y en los Juegos Panamericanos de Chicago, en 1959; y será abanderada otra vez de la delegación chilena en los Juegos Olímpicos de Roma de 1960, destacando ante las cámaras del mundo por su teutónica belleza y estampa… El oro vuelve a su cuello en los sudamericanos de Lima de 1961, en los iberoamericanos de Madrid de 1962, en los panamericanos de Sao Paulo de 1963 y en los sudamericanos de Cali de ese mismo año.

Lamentablemente, aunque su rendimiento era sorprendente, denuncias que la deportista había presentado ante el Comité Olímpico de Chile (COCH) en 1959, por acoso sexual hacia ella y otra dos jugadoras por parte del entonces influyente dirigente deportivo Alberto Labra, significaron una ruptura con la organización y su suspensión para los Juegos Olímpicos de Tokio de 1964, una vez que el denunciado asumió la presidencia del organismo. La excusa para apartarla fueron unas declaraciones dadas por Marlene a un periódico.

Si bien su carrera con la jabalina se acabó en tan sucias circunstancias, la campeona continuó probando con otros deportes, logrando buenos resultados en el tenis tras ganar el torneo nacional en dobles mixtos, en 1967. En la década siguiente se dedicó a la equitación, representando a Chile en los panamericanos de 1995 celebrados en Mar del Plata. Al cumplirse 60 años desde su hazaña en Melbourne, recibió una distinción especial del Ministerio del Deporte.

Marlene falleció el 17 de junio de 2020, a los 86 años, cuando su corazón que la llenara de oro y aplausos, finalmente falló.

Lizana, Gaete, Pauchard y Ahrens… Amazonas deportivas chilenas; cuatro artistas del tenis, atletismo, básquetbol y jabalina que llenaron de orgullo la gratitud de sus generaciones, provocaron el grito a coro del público emocionado, abrieron la ruta a nuevas campeonas y no han sido olvidadas… Aunque, en un país que todo olvida, no está por demás recordarlas acá y en cada ocasión pertinente.

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