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EL ÚLTIMO CHISTE DE CHICHO AZÚA

 

Chicho Azúa en la carpa de la Compañía de Daniel Vilches. Fuente imagen: Fotech.cl.

Chicho Azúa no resistía las ganas de bromear y convertir situaciones de todo tipo en chistes o bromas. No parecía tener límites en este vicio incontrolable. No fue por nada, entonces, que entre sus pares del humor y la comedia era identificado como uno de los mejores improvisadores del gremio de los cómicos nacionales. Prueba de ello es que casi no existen fotografías de él en la que no aparezca poseso de alguna de sus características muecas o haciendo alguna payasada, de esas que llenaban de risa cada ambiente en donde se hallaba.

Increíblemente, hasta sus últimos días de vida, encontrándose ya en su lecho de muerte, el comediante no contuvo esas ganas de cometer bufonadas y chacotear, a veces desafiando las sensibilidades y raspando en lo macabro.

Chicho nació en la ciudad de Antofagasta, el día 16 de abril de 1938, con el nombre Carlos Edmundo Azúa Torres. Se inició muy joven en clubes bohemios y bataclánicos de la edad dorada del género de teatro humorístico y de los show de variedades de la época, dando los primeros pasos de los que serían casi 50 años de actividad en el rubro. La mujer de su vida fue Flor María Arriagada, su esposa, con la que contrajo matrimonio el 9 de enero de 1965. La pareja tuvo tres hijos: dos niñas y un niño.

Hombre de pequeño tamaño pero muy hiperquinético, Chicho debutó en actividades de histrión y algo de fonomínica, conservando mucho de payaso y gesticulación exagerada en su muy característico estilo. Fue especialmente diestro en la representación de personajes inquietos, colmados de gestos raros y fingiendo tics nerviosos casi neuróticos, que llegaban a contagiar al público cuando eran ofrecidos en vivo.

Chicho era casi un remolino de risas en todas sus presentaciones. Su habilidad para inventar sobre la marcha e interactuar con el público resultaba, probablemente, de las mejores entre los últimos maestros con este manejo actoral. Curiosamente, esta forma de humor no es muy propia de las preferencias chilenas, donde se prioriza lo que es gracioso subjetivamente más que en la forma y la actuación bufa, pero el comediante era tan talentoso en esta modalidad de las exageraciones y las muecas absurdas -respaldados por buenos contenidos, claro está-, que realmente funcionaban y ajustaban a las rutinas correspondientes, sin disonancias.

En el escenario, Chicho se mostraba particularmente ingenioso también alargando un mismo chiste con varios finales consecutivos o "encadenándolos", en lugar de contarlos por separado. En uno donde se refería a un supuesto examen a la próstata, por ejemplo, decía que el médico le había metido dos dedos en vez de uno, y desde allí salía la historia:

- Pero Doctor, ¿por qué dos dedos y no uno?

- Perdóneme, es que quiero una segunda opinión. (Risas)

- Pero Doctor, ahora me molesta su anillo –continuaba el paciente.

- Disculpe, pero no es mi anillo... Es la correa del reloj. (Más risas)

Parece haber sido su reclutamiento en las compañías de Mino Valdés y de Daniel Vilches lo que llevará al humorista a tocar la fama, sin embargo, pasando por el género en famosos espectáculos como los del Picaresque, el Bim Bam Bum y, más tarde, a la televisión. Llega a la pantalla acompañando al elenco de ambos comediantes en programas como "El Festival de la Una" y "Sábados Gigantes". Hombre puntual, muy profesional y estudioso de sus libretos, también era muy querido en el gremio artístico por su solidaridad y generosidad, participando entusiasta en todos los actos y espectáculos a beneficio de algún compañero de tablas.

En su juventud. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.

En el escenario, como caricato. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.

Presentándose con Mino Valdés en una rutina conocida como "El Padrino", parodia del filme homónimo. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.

El personaje infantil Chichito. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.

Chicho Azúa, en otro de sus personajes. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.

En sus primeras incursiones televisivas, Azúa hace popular a un odioso personaje infantil que traía desde sus tiempos en la bohemia indomable de las clásicas revistas: un insufrible cabro chico llamado Chichito, con una peluca desparramada, pantalón de tirantes, gritón y con una insoportable insolencia. Aparece con esta caracterización en sketches famosos como "La Escuelita" y también en "El Restaurante" de Valdés y Thompson, cuando la época de prosperidad de la revista y del clásico teatro humorístico ya iban terminando y se buscaba obtenerla ahora a partir de las apariciones en canales televisivos.

Sus presentaciones con compañías itinerantes, en tanto, siempre elegantemente vestido y de humita al cuello tras el micrófono, tenían la misma energía que en sus mejores tiempos. Nunca perdió su descrita capacidad de improvisar y de intercambiar con el público, de manera asombrosamente ágil, mezclando la rigidez de los libretos con lo que se le viniese a la cabeza en el momento, si la oportunidad se daba. Así, cuando por ejemplo alguien entre la audiencia de los teatros lo molestaba o gritaba algo, Chicho comenzaba a lanzar su artillería más o menos así:

Miren, les contaré algo... Una vez me metí con una guatona fea, horrible, hedionda y terminé con ella casi apenas empezamos. La muy malvada me dijo que, por haberla dejado, iba a tratar de tener un hijo al que iba educar para que siempre, en todas partes, por todos lados, me siguiera, me molestara y me jodiera las presentaciones... Bueno, ahí está: ese es el huevón.

Chicho también era reconocido en sus apariciones en vivo por sus talentos como presentador, intermediario (amenizar entre bloques), diestro “bandejero” de rutinas y como contador de avalanchas interminables chistes, pero siempre mezclando libretos con esas adaptaciones que hacía en el momento, dosificando lo más picante de muchas de ellas de acuerdo al tipo de público que tuviese ante así.

Comediante natural y extremadamente dinámico, entonces, exploró áreas diversas, no solo las tablas de los antiguos teatros, sino también programas radiales y cine. Fue el encargado de encarnar al famoso personaje de Percy Eaglehurst Ramos en el filme humorístico en formato video "Pepe Antártico", y después actuó en la parodia humorística "El sapo canta hasta morir", en los años noventa. Con otros de sus clásicos personajes a cuestas, llega también al programa "Morandé con Compañía", del canal Mega, que fue un centro de reencuentro de grandes estrellas de los años luminosos de las candilejas humorísticas.

Ya convertido en un hombre maduro, entonces, pero aún peinado tapando su incipiente calvicie y tiñendo sus canas, Chicho parecía no perder la infatigable vitalidad que siempre lo acompañó en sus actuaciones. Sus participaciones en "La Escuelita" del mismo programa de Mega, incluían representar a Chichito pero en una modalidad aún más insoportable: un mocoso colmado de muecas y tics parecidas a las del síndrome de Tourette, con connotaciones exageradamente burlonas y, en algunos casos, pícaramente sexuales, con gestos de sugerencia picante. "Tí señorita, tí" era su frase característica en estas rutinas, hablándole a la profesora interpretada por Paty Cofré. Era otro rasgo que el humorista había explotado bastante en los tiempos de las revistas.

Los chistes subidos de tono siempre acompañaron las rutinas de Chicho fuera de la televisión, en tanto. Uno de sus más famosos hablaba de dos malabaristas de un circo, Manolo y Coco, a los que les había afectado mucho la mala situación económica. Una vez, estando en la ciudad de Arica, Coco le dice a Manolo que tenía una idea: ofrecer un intrépido show de trapecio para adultos, en el que Manolo daba dos vueltas de acrobacias aéreas, caía sobre Coco y allí, en la altura, le hacía un felatio. Horrorizado y ofendido, Manolo espetaba: “¿Cómo se te ocurre? ¿Piensas acaso que me gustaría eso? ¡Olvídalo!”. Sin embargo, Coco insiste: “¡Pero hombre!, déjame comprar una corneta de goma, la maquillamos y a esa altura del trapecio nadie del público notará que es falsa”. El cuento sigue con que Manolo medita un tiempo la propuesta y acepta. Comienzan así una gira hacia el sur del país y resulta sumamente exitosa, con lleno total en cada evento. Pero, cuando iban llegando a Puerto Montt, Manolo le pide un favor a su colega: “Mira, Coco, seguiré haciendo este show pero, por favor, échale una lavadita a la corneta de goma...”. Y Coco le contesta: “¿Corneta de goma? ¿De cuál hablas? ¡Si esa huevada se me perdió en Antofagasta!”.

Más moderado en sus contenidos, en televisión compartía escenario con varios de los viejos estandartes de su generación, como Thompson, Vilches y Franco. Cuando este último enfermó gravemente del malvado cáncer hepático que lo arrebataría de nuestro mundo, Chicho se hizo presente prácticamente a diario en el hospital donde se hallaba internado, llegando un día de Navidad a verlo disfrazado de Viejo Pascuero (Santa Claus) inclusive, algo que ha sido confirmado por sus ex colegas.

Todo aquel período televisivo fue un saludable segundo aire de enorme popularidad para Chicho, etapa de su vida en la que, además, fue nombrado con el título de Hijo Ilustre de Antofagasta, en reconocimiento a su carrera nacional e internacional, existiendo una imagen suya en las exposiciones del museo de esta ciudad, junto a otros antofagastinos destacados. Su dilatado medio siglo de carrera le había llevado ya no solo a recorrer Chile en numerosas ocasiones pasando largas temporadas en Santiago y Valparaíso, sino también a realizar presentaciones en Argentina, Perú, Ecuador, Colombia y varias ciudades de los Estados Unidos y de Europa.

A la izquierda, con el humorista argentino Tristán (Díaz Ocampo).  A la derecha, con el trovador Juan Luis Guerra, fingiendo tener menos altura al lado del alto cantante. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.

En el desaparecido casino Trump Taj Mahal del Atlantic City, en New Jersey, en 1994. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.

En los años noventa, con promocionales del video humorístico "El sapo canta hasta morir", atrás suyo. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.

Chicho Azúa y Jorge Franco, en una rutina humorística de Canal 13.

Con su amada esposa, Flor María. Compañera de toda su vida. Fuente imagen: Página Facebook de Chicho Azúa.

La sonrisa inextinguible de Chicho Azúa. Fuente imagen: Chilecomparte.cl.

Sin embargo, nadie sabía que la muerte estaba creciendo vorazmente dentro del pequeño gran hombre. Su súbita desaparición de la televisión, en diciembre de 2008, hizo correr algunas especulaciones y sospechas que él mismo se encargó de aclarar a mediados de ese mes: el día 1 de ese mes había sido diagnosticado de un agresivo cáncer al colon, en estado terminal y sin posibilidades médicas de recuperación. En un duro fin de año, el convaleciente humorista había perdido ya 20 kilos y quedó postrado en una cama. Sin embargo, su único y dramático mensaje al público era: "Quisiera que la gente se acordara de mis personajes", según declaró a periodistas del diario "El Mercurio", por el día 17 del mismo mes.

Hallándose en tan penosa situación, fue un día a visitarlo su colega de tantas batallas de la revista y la historia del humor, la querida Paty Cofré, sin saber que iba a ser víctima de una de sus últimas pero incontenibles bromas, las mismas que hicieron identidad y característica en Chicho Azúa. Ella misma contaría los detalles de esta experiencia, en un par de ocasiones, poco después…

Sucedió que la pobre Paty, muy acongojada, se acercó a la cama con su delgado y agonizante amigo allí tendido, desahuciado y solo a la espera de su irreversible hora. “Paty, querida... Estoy en las últimas, amiga... En las últimas”- dijo Chicho apenado. Ella, que ya había visto partir a tantos compañeros de trabajo y grandes de la comedia y la revista chilenas, como Valdés, Franco, Eduardo Aránguiz, Helvecia Viera y Thompson, trató de mantener la compostura y el falso optimismo frente al pésimo pronóstico médico: “¡Pero Chicho, -confesó haber dicho- debes mantener las fuerzas y la fe en los milagros, Dios te puede conceder uno...”. Y Azúa, a continuación, sacó de su cama un ejemplar del periódico "Las Últimas Noticias" donde aparecía una nota sobre su estado de salud, diciéndole: “¡No, tonta!... Mira: estoy en ‘Las Últimas’... ‘Las Últimas Noticias’”.

Por su parte, la cantante y conductora Patricia Maldonado fue visitarlo uno de esos mismos días, cuando ya se encontraba hospitalizado en sus últimas semanas de agonía. En aquella ocasión, unas palomas se pararon en la ventana de su habitación, pero Chicho le dijo desde su cama que en realidad eran "buitres" que llegaban todos los días a preguntarle mirándolo a los ojos: "¿Yyyy...? ¿Cuándo?".

Conservando ese desfachatado y arrollador humor hasta el último respiro, falleció rodeado de su bella familia a las 8:30 horas del viernes 16 de enero de 2009, a los 70 años de edad y habiendo pasado poco más de un mes desde haberse diagnosticado el infame cáncer en su organismo.

Justo se había preparado para él un acto-homenaje para el domingo siguiente en el Teatro Teletón, por varios otros comediantes y artistas entre los que estaban José Alfredo Fuentes, la Sonora Palacios, Germán Casas, Wildo, Peter Rock, Cristóbal, Willy Sabor, Adriano Castillo, Pacho del Sur, Fernando Alarcón y Ricardo Meruane. "Quiero un homenaje en vida para morir en paz", había alcanzado a comentar a los reporteros del diario "La Cuarta" (7 de enero de 2008). El humorista Juan Carlos Palta Meléndez, quien era parte importante del mismo espectáculo, reveló en las exequias a la prensa que solo unos días antes de morir, Azúa le había dicho que se haría presente en su homenaje valiéndose de asistencia médica, pero que si se caía fallecido en el teatro le hicieran un "malteo" al muerto allí mismo, sobre el escenario.

Chicho fue despedido en la hoy destruida Iglesia de la Asunción de avenida Vicuña Mackenna con Marcoleta, la misma donde dos años antes había recibido su último adiós su colega humorista Carlos Helo. A su velorio y funerales, dirigidos por el llamado Capellán de los Artistas, el padre Juan de la Cruz Suárez, asistieron aquel sábado varios compañeros de trabajo y amigos del mismo rubro, como Oscar Gangas, Dino Gordillo, Charola Pizarro, Jajá Calderón, el trío Los Atletas de la Risa, Tatiana Merino, Vilches y Paty Cofré, entre muchos otros.

En el camino hacia el Parque del Recuerdo, el cortejo recibió un diluvio de pétalos de flores, como homenaje de las pergoleras. Andrea, hija del humorista, le dedicó estas palabras de despedida: "Papito, yo sé que estás aquí, quiero darte las gracias por todo lo que nos entregaste y sé que lo vas a seguir entregando, porque vas a estar a nuestro lado siempre".

El homenaje en el Teatro Teletón se hizo de todos modos aquel 18 de enero, pero ya sin la presencia ni las risas de Chicho Azúa, quizá contemplando el cariño del público y de sus compañeros artistas desde algún distante lugar, al otro lado del umbral, fundido con el recuerdo imperecedero de las desaparecidas noches de plata de Santiago. ♣

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