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EL TEUTONIA Y SU INTELECTUAL COFRADÍA DE CLIENTES

El bar del restaurante Teutonia, en imagen del año 1920.

El Teutonia fue uno de los más importantes bares y restaurantes del llamado “barrio chino” situado al final de calle Bandera, en Mapocho. Inaugurado en 1917 por el comerciante Hans Meier, quizá esté entre los primeros establecimientos para las memorias y crónicas sobre la incorregible bohemia de los años veinte y treinta, tan característico del lugar que hasta se volvió punto de referencia y refugio de una curiosa intelectualidad más bien contracultural, la que incluía anarquistas, socialistas y comunistas de la era romántica, cuando recién había sucedido la Revolución Rusa.

Además de ser la casa de acogida para la noche insomne en los inicios de muchos famosillos, artistas, políticos y escritores connotados, los infaltables que llegaban a los comedores del Teutonia solían hallar allí un ambiente único de calidez: un clima ambiental que los unía pero que, ya en las discusiones al calor de las copas, también los separaba.

Ubicado a escasa distancia de la Estación Mapocho, el Teutonia estaba en la dirección de Bandera 837-843 según confirman autores como Oreste Plath en “El Santiago que se fue”, aunque antes de algunas modificaciones y remodelaciones del lugar la numeración precisa del establecimiento era 839-843. Esto es llegando a la calle Zañartu, actual Aillavilú. Allí, el negocio disputaba o compartía clientes con otros varios centros históricos de comida y fiesta a los que se llegaba siguiendo las luces los últimos boliches del barrio antes de llegar a Sama, actual General Mackenna. Con almuerzos por tres pesos y comidas o cenas por cuatro, ofrecía un gran surtido de mariscos, servicio a la carta y comedores familiares abiertos día y noche.

Ya en 1920, el Teutonia aparecía en la publicidad impresa con el número 843 como dirección, conducido ahora por la sociedad de los señores Reitmann y Faupel. En sus “Memorias de un emigrante”, Benedicto Chuaqui agrega que, a la sazón, el establecimiento “era de propiedad de un alemán que sabía llevar muy bien su negocio”.

Plath, en tanto, reporta que la mejor época del local habría sido hacia 1926, indicando que este curioso bar “permanecía abierto día y noche, con servicio a la carta y animación de una orquesta vienesa”. Este dato se confirma en algunos de los avisos publicitarios del mismo. La encantadora orquesta femenina parece haber sido uno de sus principales atractivos, como lo fue también en clubes como el Casino Bonzi del Portal Edwards, cerca de la Estación Central, y otros establecimientos del Santiago de entonces.

Como era de esperar, el Teutonia mantuvo siempre aquel magnetismo especial para intelectuales, bohemios, poetas y noctámbulos en general, convirtiéndose en posada y club de encuentros permanentes para muchos de ellos. Acaso lo era, en gran medida también, por su muy solicitada carta de vinos, de entre las más célebres de su época según aseguraban algunos testigos. Luis Alberto Baeza, por ejemplo, escribió que allí “se comía bien y con espléndida música por $5”, en artículo para la revista “En Viaje” (“La prensa santiaguina y la bohemia del 900”, 1965).

A pesar de la marcada connotación germánico-imperial del nombre, en esa misma década ya se reunía en las mesas del negocio un grupo de jóvenes y agitadores de orientación acrática y socialista, seducidos por la misma musa bohemia que parecía dejar escapar sus perfumes por las puertas del Teutonia. Entre ellos, destacaron personajes como el literato José Santos González Vera, el controvertido jurista Carlos Vicuña Fuentes, el famoso Dr. Juan Gandulfo y el dirigente social Luis Emilio Recabarren. Un importante artículo sobre esta curiosa cofradía, titulado “La hermandad ácrata”, puede ser consultado en “El Mercurio” del domingo 25 de septiembre de 2005, en la sección Artes y Letras.

Los elegantes comedores del Teutonia cuando ya estaba en manos de la sociedad Reitmann y Faubel.

Aviso del Teutonia cuando aún era regentado por don Hans Meier. Publicidad de fines de 1919, , su primer propietario y patrón desde hacía dos años, además de director artístico.

Aviso del Teutonia publicado en “La colonia alemana en Chile” de 1920, obra de Diego Aranda, José María Llarena y Rafael Tenajo.

Aviso del Teutonia en la revista “Claridad”, septiembre de 1921. Anuncia las presentaciones de las Orquesta de Damas Vienesas, que fue una de sus principales atracciones.

La relación de Recabarren con aquellos barrios resultaba particularmente interesante: tras haber fundado en el norte del país al Partido Obrero Socialista (1912) y, diez años después, hallarse en trabajo de creación del Partido Comunista de Chile, su presencia en el sector de Mapocho no se reducía solo a sus aventuras y correrías en el Teutonia y otros sitios del “barrio chino”. De hecho, Don Reca había residido también en la ribera norte, en calle Lastra y en después en Santa Filomena, cerca del Mercado de La Vega y del vecindario obrero de Recoleta.

Fue en aquel número 195 de Santa Filomena en donde Recabarren cayó en las redes de la muerte trágica un 19 de diciembre de 1924. Si bien fue en un angustiante momento de su vida, traicionado por muchos de sus propios correligionarios y sumido en la depresión, su extraño acto de suicidio y motivaciones, para muchos, siguen inspirando sospechas y suspicacias. El propio partido realizó su investigación particular del caso, resumida en el “Informe de la Comisión Investigadora de la Federación Obrera de Chile y del Partido Comunista de Chile sobre la muerte de Luis Emilio Recabarren”, ese mismo mes de diciembre, que cerró el caso pero, a la vez, dejó más dudas en muchos de sus cercanos.

En tanto, había tenido lugar el episodio de la llamada Guerra de don Ladislao de 1920, con el pretexto de reaccionar a supuestas movilizaciones hostiles en la frontera nortina y castigando la posición de la Federación de Estudiantes de Chile (FECH) al respecto, que se tomó por proclive al reivindicacionismo territorial peruano. Durante el período, fueron hostigados integrantes de aquellos mismos grupos de tendencias insurrectas dentro del mundo estudiantil y académico, como los que se reunían en el Teutonia, viéndose rápidamente en apuros algunos anarquistas como el mencionado profesor Vicuña Fuentes, ex liberal y militante radical famoso por sus discursos opuestos a las nociones patrióticas y por su retórica a favor de devolver Tacna y Arica a Perú, por ejemplo. Así las cosas, acabó exonerado hacia inicios de septiembre, producto de aquella batida política cuya excusa inicial era, justamente, el señalado desplazamiento militar vecino en el norte del país.

La misma mano pesada hizo sombra sobre varios otros de los que se habían ido uniendo alrededor de tales personajes o seducidos por hermandades y discursos al estilo de cofradías amistosas como las que se refugiaban aun en el Teutonia y otros boliches parecidos, precisamente… Cada lobo con su manada, por supuesto.

Sin embargo, pasados ya aquellos peligros, las posiciones que asumieron en uno u otro sentido los excamaradas de mesas y rebeldías en los contextos históricos que siguieron (por ejemplo, con respecto a las noticias sobre los bolcheviques en Rusia y unos años después por las fracturas del bando republicano en la Guerra Civil Española), llevaría al paulatino distanciamiento y a una definición precisa entre simpatías socialistas y anarquistas. Algunas acusaciones mutuas de traición harían el resto de las divisiones, especialmente por enfoques sobre la forma en que debían conducirse los movimientos sindicales.

Pablo Neruda, cuando aún se llamaba Neftalí Reyes y recién se abría paso en las artes escritas, también frecuentó el Teutonia durante las noches de plata de Santiago. Fue otro personaje bien familiarizado con el barrio riberano y sus atractivos, pues el futuro Premio Nobel arrendó un rinconcito de calle Maruri en La Chimba, compartiendo gastos con Tomás Lago. De sus tardes adolescentes mirando el ocaso por la ventana de la desaparecida residencia, surgieron los versos de “Los crepúsculos de Maruri”:

La tarde sobre los tejados
cae
y cae...
Quién le dio para que viniera
alas de ave?

Después, ya armado de un nombre entre sus pares, don Pablo volvía al Teutonia acompañado de un séquito de admiradores y amigos vestidos todos de capa y sombrero de alón: la Banda de Neruda como era llamada, siempre llegaba hacia el anochecer. Se movían con el vate como lo haría el séquito o la corte de un rey, según recuerdan testigos y memorialistas. Allá lo esperaba a veces el cronista y también poeta Alberto Rojas Jiménez, antes de ingresar también a la nómina de trágicas y prematuras muertes entre los cofrades del "barrio chino" de Mapocho.

Otro notable literato de los que aparecían por el local de Bandera parece haber sido el joven Romeo Murga Sierralta, pues fue asiduo visitante de aquella bohemia de Mapocho antes de partir a Quillota, poco antes de su también inesperada muerte en 1925, con sólo 21 años. Probablemente, conoció al Teutonia y su singular clientela en los inicios del establecimiento. Más seguras parecen ser las visitas de su colega penquista Andrés Silva Humeres, aficionado a esa misma vidorra nocturna y murciélaga, como testimonia Plath.

Publicidad para el Teutonia en la revista "El Bombero Ilustrado" del 20 de julio de 1923.

José Santos González Vera, en su bohemia juventud, mismos años en que fue otro concurrente del Teutonia.

Luis Emilio Recabarren, "don Reca", otro de los clientes habituales del Teutonia durante los primeros años de existencia del bar y restaurante.

Neftalí Reyes, antes de ser Pablo Neruda. Desde muy joven fue un concurrente asiduo al "barrio chino" de calle Bandera.

Tramo de la última cuadra de calle Bandera hacia el año 2010, en el ex "barrio chino" de Mapocho. Aunque ni el edificio ni sus locales son los mismos de antaño, corresponden al sector en donde estuvo el Teutonia durante su última etapa de existencia.

Ramón Valenzuela Rodríguez, por su lado, dice en “El abuelo Pahuil” que otras respetadas figuras de la sociedad y la intelectualidad solían almorzar todos los sábados en el Teutonia, reuniéndose en otro de sus grupos fraternos liderado en este caso por Daniel de la Vega, cuando este ya era director de la editorial Zig-Zag. Asistía regularmente a este núcleo Roberto Chicho Suárez Barros, con otros seducidos por la cocina del Teutonia y su largamente vigente Orquesta de Damas Vienesas. El periodista y crítico de espectáculos Osvaldo Muñoz Romero, el inefable Rakatán, también llegará hasta allá arrastrado por sus velas sopladas por la irresistible diversión.

Autores contemporáneos aportan otros datos interesantes para reconstruir la historia del sitio, caso de Carlos Reyes, quien especifica en su “Viaje al sabor” que otra valiosa característica del Teutonia fue su cocina tipo centroeuropea, con la que “demostraba el gusto nacional por un estilo de alimentación que hasta hoy posee varios representantes repartidos por la ciudad”. Esto quizá explica, en parte, la importancia que tuvo para sus distinguidos comensales y su relevancia dentro del mismo “barrio chino”. Enfrente suyo, por ejemplo, existió hacia 1925 un pequeño local vecino al cabaret Zeppelin, llamado el Teutonia Chico, correspondiente también a salón de lustrado y cigarrería.

Además, por las coordenadas que da el locutor y periodista deportivo Renato González en “Las memorias de Mister Huifa” al situarlo casi enfrente del mencionado cabaret Zeppelin, parece que otro boliche de esos años, el París de Noche, se hallaba sobre el Teutonia o en los altos vecinos. Hasta ese segundo piso iba González con varios colegas, todos atraídos por el nombre del establecimiento de novelesca evocación francesa y por las copetineras que solían acompañarlos allí en la madrugada, desde fines de los años veinte.

En algún momento, sin embargo, el Teutonia se cambió completo a solo pasos del local anterior, en la dirección de Bandera 819-823 antes ocupada por el bar y los comedores del Restaurante Suizo. En el mismo número aparecerá, años después, un pasaje con otro célebre boliche germanizado: el Zum Rhein, que se trasladó desde la desde un desaparecido edificio de la misma calle con Alameda (en donde está ahora el Banco Estado) hasta este local. Había clubes de tango sobre el mismo. Más cerca de nuestra época, fue ocupado por un restaurante chino llamado Diamante, y hoy por una cocinería peruana.

Con relación a la dirección antigua del local en la misma cuadra, en Bandera 837, en los cuarenta ya era ocupada por otro bar, restaurante y local musicalizado: el Inés de Suárez, que ofrecía su “exquisita mesa” en calugas publicitarias de 1943, orientándose al público de turistas y pasajeros de la estación, es de suponer. Esto nos da un indicio de lo movedizas que eran ya entonces, a veces, las ubicaciones de los principales centros bohemios de la época.

Desde mediados de 1937, sin embargo, había aparecido en avisos clasificados la venta del “antiguo local del restaurant Teutonia ex Suizo”, el de los números 819-823. Por mala coincidencia, en la tarde del martes 25 de enero del año siguiente se produce un amago de incendio dentro de este local, debido a unas brasas caídas en el entretecho del establecimiento. Si bien los encargados del local lograron controlar las llamas a tiempo antes aún de la llegada de bomberos, hubo algunos daños importantes, casi como un presagio de su cercana desaparición.

Nada queda hoy allí que recuerde al Teutonia, ni a sus vecinos inmediatos, ni al valor que tuvo este rincón en la intelectualidad chilena, o de los compases de sus rubias ninfas musicales. La numeración sufrió cambios y el sector fue intensamente intervenido y transformado, haciendo más distantes aquellos recuerdos. El lugar en tuvo su primer espacio es el mismo en donde ahora existe un edificio residencial levantado en 1951, con locales comerciales en su nivel inferior. ♣

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