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LA TRÁGICA "CONEXIÓN CHILENA" DE RODOLFO VALENTINO

Rodolfo Valentino en uno de sus más célebres personajes: "The Sheik", de 1921 y con secuela de 1926.

Chile no estuvo tan lejos de las locas intimidades de Hollywood, aunque solo ocasionalmente sonara el nombre de un hijo de tierras sureñas en esos ambientes con tanto de leyenda. Es conocido el caso del matrimonio de la actriz Geraldine Chaplin con el director fotográfico chileno Patricio Castilla, por ejemplo; o que el clásico actor Yul Brynner desposó y formó familia con la modelo Doris Kleiner. Sin embargo, una de las primeras “conexiones chilenas” en los años más deslumbrantes de la industria fílmica, quedó relegada muy al claroscuro y lejana a las memorias de mejores las luces de candilejas, dadas sus connotaciones trágicas: el eslabón entre Rodolfo Valentino y Blanca Elena Errázuriz Vergara.

Chiquilla afrancesada, concertista en piano y lujosa figura central de tertulias señoriales, Blanca era la aristocrática nieta de don José Francisco Vergara, el fundador de Viña del Mar, su ciudad natal, en donde ella llegó al mundo en 1894. Fue conocida también como Blanca de Saulles, tras contraer matrimonio con el empresario norteamericano John de Saulles en 1911, hombre de ideas demócratas y bohemio incorregible… Una relación que estaba condenada a tener un pésimo final, al menos para él.

Pero esta historia comienza con otra figura de los años descarriados del mundo occidental: Rodolfo Guglielmi di Valentina d’Antonguolla, inmigrante tarentino nacido en 1895 en una pobre familia quien, tras una vida problemática y varios fracasos en Europa, llegó a los Estados Unidos en 1913 buscando impulsar una carrera artística. Guglielmi iba a convertirse allá en el más grande símbolo sexual masculino de la cultura popular, además de iniciar el prototipo latin lover en el cine mudo, al pasar a la posteridad como el actor Rudolph Valentino, el mítico e inmortal Rodolfo o Rudy.

Antes de ir a la costa oeste, el joven italiano vivió un par de años en Nueva York. Su falta de austeridad lo arruinó tal como antes le había sucedido ya en París, así que sobrevivió trabajando en empleos menores: jardinero, lavaplatos y camarero; hasta vivió en la calle y ejerció como gigoló. Sin embargo, su buen aspecto, la estampa de galán con rasgos no corrientes allá serían su pasaporte a la alta sociedad, pudiendo trabajar en el ambiente como bailarín y dar clases de tango, danza que era la novedad del momento. Sus primeros roles de cine, como extra o bailarín, los consiguió en 1914.

En esos momentos, la hermosa Blanca vivía en la misma ciudad con su esposo e hijo, nacido en 1912. Era una infeliz y tormentosa relación, pues se decía que el marido era adicto a la vida nocturna, a la diversión fuera de casa y, por supuesto, a la infidelidad, además de los excesos con el alcohol y periplos de varios días por cabarets, clubes y locales de Broadway. Poco quedaba del hombre que ella creyó conocer cuando este visitaba Chile comprando caballos de polo, con el que -engañada por su inmadurez y desoyendo consejos de seres queridos- se casó a los 16 años en París, aunque casi la doblara en edad.

Fue en el ambiente social de la Gran Manzana que Blanca descubrió a Rodolfo, en 1915, al parecer en su escuela de tango y cuando él seguía trabajando como bailarín, muy ocasionalmente ante cámaras. Surgió una curiosa amistad y complicidad entre ambos que, por sus características, muchos sospechan fue una relación amorosa, un romance secreto, cosa que no suena inverosímil.

Coincidencia o no, Blanca inició un proceso de divorcio justo en esos días, siendo muy posible que el propio Rodolfo influyera en tal decisión. De hecho, él se presentó entre sus testigos, denunciando que el empresario mantenía una relación adúltera con la bailarina Joan Sawyer, futura empresaria y sufragista quien era entonces compañera en varias presentaciones de danza de Rudy. Además, a pesar de sus poderosos círculos, De Saulles había estado tomando malas decisiones que ya lo tenían al borde de la ruina, dilapidando gran parte de la fortuna de su propia mujer para mantener su estilo de vida y negocios, según se acusó entonces.

Lo que sucedió a continuación, hecho vital para el camino profesional que tomaría Rodolfo, ha sido tratado en trabajos como “Dark lover. The life and death of Rudolph Valentino” de Emily Wortis Leider. Aunque la autora no se aventuró a sostener que Blanca y el futuro símbolo erótico varonil de Hollywood fueran amantes, sí cree que Rodolfo estaba totalmente enamorado de la bella joven chilena.

Ocurrió que De Saulles, acorralado y derrotado en el proceso, debió otorgar el divorcio a la chilena en 1916. Sin embargo, a pesar de hallarse casi arruinado, mantenía buenas conexiones de poder con políticos, editorialistas y magnates: había sido amigo y colaborador de campaña de Woodrow Wilson, por ejemplo, y tuvo por padrino de su hijo a Charles H. Schwab, el acaudalado rey de la industria metalúrgica. Valiéndose de tales influencias y publicando avisos injuriosos en los periódicos para vengarse, entonces, consiguió que Rodolfo fuera arrestado junto a una mujer a la que “acompañaba” en una ocasión, al tiempo que explotaba su conocido desprestigio de mujeriego y de verdadero casanova.

Al verse acosado, avergonzado y amenazado por el enojo de De Saulles, el italiano decidió marchar de Nueva York y se unió a una compañía de operetas en una gira por Utah. Desde allí fue a Hollywood, en donde inició la carrera que lo consagraría en la historia del cine mudo. Gracias a los contactos y consejos de su colega Norman Kerry, perseveró como actor aunque sus primeros papeles siguieran siendo muy pequeños, en obras intrascendentes. Aparecía con pseudónimos como Rodolfo di Valentini, Rudolpho de Valintine y Rudolph Volantino, desesperado quizá por no ser asociado con el todavía fresco escándalo de Nueva York.

Banquete organizado por De Saulles para un compatriota suyo en el restaurante Santiago, en 1911, estando aún en Chile. Ese mismo año había contraído matrimonio con Blanca. Imagen publicada por la revista "Zig-Zag".

Retrato fotográfico de Blanca Errázuriz Vergara, hacia 1910-1915. Fuente imagen: sitio del escritor Fernando Lizama-Murphy.

Valentino en 1923, en retrato fotográfico. Imagen publicada por el sitio Weird California.

En cuanto a los conflictos que De Saulles mantenía aún con Blanca, los rencores se canalizaron de la peor pero más frecuente manera en las rupturas: a través del pequeño hijo de ambos, John Longer de Saulles. Así, aunque el tribunal determinó una custodia compartida, el padre no habría acatado totalmente la medida y recurrió a la justicia buscando revertirla.

Residiendo Blanca en Roslyn y él en Meadowbrook Colony, una noche de agosto de 1917, ella llegó conduciendo acompañada por su sirvienta, la francesa Suzanne Monteau, para exigirle de vuelta al niño, retenido por el padre desde hacía algunos días. Él solo la atendió en la puerta, comenzando así otra discusión e intercambio de acusaciones e insultos. De un momento a otro, Blanca sacó un revólver y requirió de inmediato a su hijo, armándose un fatal forcejeo en el que el arma fue disparada varias veces. El despechado De Saulles terminó muerto en el hospital de Nassau, hacia las 22:30 de aquella noche.

La noticia estaba en los medios al poco rato y despertaba una tremenda atención pública, por la alta connotación social de los involucrados. Los titulares de “The New York Times” se enfocarían largo tiempo en el caso y la mala nueva llegará a Chile a través de periódicos como “El Mercurio” y "La Nación". Mientras en la sociedad de Viña del Mar ni siquiera creían las noticias con los detalles del homicidio, el diario informaba lo siguiente, según transcribe Julio Hurtado en artículo de “El Mercurio de Valparaíso” (“Drama mudo en blanco y negro”, 2007):

Nueva York. 6 de agosto. La señora Blanca Errázuriz de De Saulles se presentó repentinamente ante noche (sábado 4) en la residencia de su esposo John Lander De Saulles de quien estaba divorciada y lo mató de un balazo como consecuencia de las muchas dificultades que había tenido con él por la custodia de su hijo que, por disposición de la Corte Federal al conceder el divorcio, debía corresponder a cada uno de los esposos en determinado período del año.

El mediático juicio contra Blanca, quien se entregó en el mismo lugar y sin resistir, fue cubierto por corresponsales y reporteros. El carisma, belleza y aura inocente que le procuró desde un inicio la defensa, fueron encantando a la opinión pública e influyeron en la percepción del cargo de asesinato en primer grado. Llamada Blanquita en la prensa, grupos de sufragistas la erigieron como símbolo de lucha femenina contra la opresión machista, y los feligreses de la parroquia cercana a su residencia se mostraron públicamente simpatizantes de la acusada.

Detrás las declaraciones rimbombantes, sin embargo, había un enorme despliegue de influencias que incluía movimientos estratégicos de la defensa, representada en el abogado criminalista Henry Uterhart, quien llegó a declarar al “New York Herald” que el caso era tan claro que, si no lograba salvarla, se vería “obligado a dejar para siempre mi profesión y título, no defendiendo a nadie más en mi vida”. Se sumaron acciones de la propia familia Errázuriz, que incluyeron solicitudes de la madre de Blanca al Gobierno de Chile para que intercediera a favor de ella, luego viajando en persona hasta los Estados Unidos para atender los gastos y dirección de la defensa. Mientras estuvo en brevemente en una celda, Blanca fue visitada incluso por figuras como Rosita Renard, diría Enrique Bunster.

En “La Nación” del 25 de noviembre, Inés Echeverría Bello (Iris), haría una apasionada apología de Blanca con todos los recursos pro-feministas que rondaban el asunto. Comentaba también que, cuando consultó a su marido sobre la impresión que dejó en él De Saulles, le contestó de forma fría que era “uno de esos hombres que les gustan a las mujeres”. Suponiendo que aquello que quería decir era “a ustedes les gusta lo banal”, reflexiona en seguida: “Y es lógico pues la alquimia amorosa se realiza por contrastes. No será el tipo más estimado entre los hombres el que sea más grato a una mujer… En el mercado del amor, no se cotizan los valores de la misma manera que en la lucha de la vida”. Luego, procediendo a justificar la actuación de Blanca en el sangriento drama, continúa:

Las leyes han sido hechas por los hombres, dentro de la psicología masculina, ¿cómo pueden aplicarse esas mismas leyes a un ser tan diverso, como es la mujer, respecto del hombre? No hemos logrado todavía ponernos de acuerdo entre hombre y mujer, sobre el significado preciso de la palabra amor, que para cada sexo tiene un sentido diferente y habríamos de someternos a sufrir las consecuencias de leyes que no se han consultado siquiera a nuestra íntima estructura. ¿Cómo se podrán pesar nuestras responsabilidades, si se desconocen los resortes de nuestra sensibilidad, el mecanismo complicadísimo de nuestro espíritu? (…) ¡Y a este ser misterioso, frágil, movido por secretas fuerzas, que parece llevar en su frente un lucero, que fulgura sobre todas las sombras, habrán de aplicársele los mismos castigos que a nuestro compañero, siendo que en nombre de la misma ley, somos desfavorecidas por desiguales!... ¡Qué aberración! Ser idénticos para la pena y desiguales para el beneficio!... Si el crimen pasional encuentra toda clase de atenuaciones en la conciencia de los jueces del mundo entero, ¿qué será tratándose de una mujer, de una tierna creatura, ignorante de la vida, dentro de aquella pasión que por excelencia constituye el episodio de la vida del hombre y la historia entera del corazón femenino? Que no nos impongan leyes de justicia, en el crimen de amor, los que de esta lid atroz, sacan solo gloria, placer y felicidad, a trueque de nuestro dolor, de nuestra deshonra y del desgarramiento de nuestra alma entera. ¡Que no alegue el hombre conocimiento del amor maternal, cuando ignora el lento martirio de la preñez y el suplicio del alumbramiento!... ¿Qué saben ellos de toda esa miseria oscura y falta, que traemos en las entrañas de nuestro sexo…?

El juicio concluyó el 1 de diciembre de 1917, pesando sobre la decisión el testimonio de Suzanne, la empleada y testigo. Como era esperable en el clima imperante, Blanca fue absuelta de los cargos por un jurado masculino y salió en libertad tomada del brazo por el alcaide y su mujer en el día siguiente.

La decisión fue tan celebrada por la opinión general que, casi de inmediato, el director Raoul Walsh dio inicio al proyecto “The woman and the law”, filme basado en el caso y con la participación de Jack Connors, Ramsey Wallace, Miriam Cooper y Peggy Hopkins Joyce, estrenado en el año siguiente. Llegó con cierta rapidez a Chile, en donde enteró al público de los detalles del drama real, aunque encontrando grandes dificultades para su debut en Santiago.

En tanto, las tormentas perseguían todavía a Rudy: su corto matrimonio de pocos meses con la actriz Jean Acker, en 1919, se vio complicado porque esta habría abandonado una relación lésbica con su colega Alla Nazimova para irse con él. Alla, enfurecida, amenazaba con revelar todo a la prensa y destruir la carrera de Jean salpicando a Valentino, por supuesto, algo que podía acabar con la carrera de ambos a causa de la moralina de aquellos años.

Afiche del filme de Walsh "The woman and the law", de 1918, basada en el caso Errázuriz-Saulles.

Aviso de "La Semana Cinematográfica"  anunciando el frustrado primer intento de estreno en Santiago del filme de Walsh, basado en el caso de Blanca Errázuriz.

"La Nación" dando aviso de la trágica muerte de Blanca Errázuriz, en su edición del 21 de marzo de 1940. La imagen que la retrata había sido hecha por un pintor húngaro de apellido Raskus en mayo de 1917, pocos meses antes de dar muerte a Saulles.

A pesar de los traspiés y dificultades, el artista pudo saltar a la fama protagonizando “The hour horsemen of the Apocalypse”, filme de Rex Ingram, en 1921, imponiéndose como Rudolph Valentino y haciendo de su imagen todo un icono. Raudamente, aparece ese mismo año en “The Sheik” de George Melford, “The Conquering Power” de Ingram y “Camille” de George Cukor. Unas nueve películas más hará en los años que siguen, destacando “Blood and sand” de Fred Niblo, en 1922, y “The son of the Sheik” de George Fitzmaurice, en 1926, su último trabajo. Había vuelto a contraer matrimonio en 1923, por cierto, ahora con la directora, productora y diseñadora Natacha Rambova, otra ex amante de Nazimova según se rumoreó. Empero, los enamorados entraron en crisis al poco tiempo y se divorciaron a inicios de 1926. De carácter fuerte y confrontacional, Natacha se dedicaría a la alta costura y publicó algunas memorias sobre aquella relación, tras la muerte del galán.

Rodolfo Valentino nunca pudo apartarse del todo de aquella sombra oscura que lo acechó durante el resto de su corta vida. Nacionalizado estadounidense y en la cima de su carrera, falleció el 23 de agosto de 1926 por complicaciones de una peritonitis. Tenía solo 31 años, y fue sepultado en el Hollywood Forever Cemetery de Los Ángeles, mientras sus admiradores y, especialmente, sus devotas en total shock, lo lloraban por todo el mundo.

A todo esto, el título de la mencionada película de Walsh y con sello de la Fox basada en el trágico caso Errázuriz-Saulles, había sido traducido para el público hispanoamericano como “Vindicación”. Con fuerte acento feminista en su publicidad, fue anunciado en la capital chilena para septiembre de 1919: “Película dedicada a las madres del Universo.- A vosotras las madres de este mundo, vosotras que sabéis comprender como los hombres no pueden comprenderlo”, decían los avisos de la revista “La Semana Cinematográfica”.

Sin embargo, cuando todo el numeroso público ya estaba sentado y expectante en el Teatro Santiago de calle Merced esperando el haz de luz con el estreno, el viernes 5 de aquel mes, la firma Pairoa y Herrera que exhibía la cinta en el país fue informada por un agente policial de la extraña orden emitida por la Intendencia de Santiago: se prohibía terminantemente su proyección. “Esta medida incomprensible, después estar autorizada la obra por la autoridad competente, motivó muchos comentarios”, diría la misma revista en su edición del 11 de septiembre. Intentó hacerse otra proyección el viernes 12 siguiente, pero nuevamente llegó personal policial prohibiendo a la fuerza su exhibición y desconociendo la autorización que había extendido el alcalde.

Aunque se anunció entonces que la empresa responsable iniciaría acciones legales contra las autoridades y la prensa de espectáculos continuó reclamando en los días siguientes, nunca quedó del todo clara la motivación de tal intento de censura, especialmente considerando que el filme ya había sido exhibido en regiones y sin alguna clase de problemas o polémica. De hecho, la medida tildada de “ilegal” por los más críticos, fue justificada por la policía escudándose en que la orden dada por la prefectura era oral y, por lo tanto, no tenía un soporte formal para ser presentada. Tras meses de incertidumbre y luego de ser mostrada con arrollador éxito en un cine de San Bernardo y otras localidades, sin embargo, la capital chilena pudo conocer “Vindicación” recién en mayo de 1920, en el mismo Teatro Santiago y con gran éxito de taquilla.

Blanca Errázuriz, en tanto, intentaba rehacer su vida. Vivió en San Francisco y después emigró a Japón con su hijo y su hermana Amalia. Regresó a Chile y, a fines de 1921, contrayendo matrimonio con Fernando Santa Cruz Wilson. Residía con él en Santiago cuando se enteró de la muerte de Rudy, su amigo y quizá ex amante.

Perseguida también por la desdicha y agobiada por sus depresiones, Blanca se separó y marchó a su natal Viña del Mar, en donde puso fin a su vida en una habitación de su residencia con una sobredosis de barbitúricos, en marzo de 1940. “La Nación” del día 21 siguiente, la homenajeó con estas sentidas palabras:

Era la señora Errázuriz de Santa Cruz una dama interesante por múltiples conceptos y que brilló en nuestros salones y en el extranjero. Su espíritu culto, su extraordinaria belleza, cautivaban de inmediato en los diversos círculos en que actuara.

Amante de las artes, cultivó la música y la pintura, donde encontraba la belleza y emoción a que aspiraba su alma vibrante e inquieta.

Su fallecimiento acaecido en la plenitud de la vida constituye una irreparable y gran desgracia.

Al parecer, familiares de Blanca buscaron decorar el tema de su amistad con Rudy y así, en “Casa de antigüedades”, Bunster da una curiosa e inocentona versión informada por uno de ellos. Notable detalles biográficos sobre la trágica aristócrata, sin embargo, provienen de memorialistas como Luz Larraín y su “Blanca Elena”, dejando información interesante de uno de los casos más curiosos e intrigantes de las relaciones chilenas con el clásico y pecaminoso mundillo de la industrial fílmica de Hollywood. ♣

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