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LA MAGIA DEL ROSEDAL DE GRAN AVENIDA

Porfirio Díaz presentado como plato artístico principal de la Quinta Rosedal en 1940, en publicidad de espectáculos del diario "Las Últimas Noticias".

La dirección de Gran Avenida José Miguel Carrera 6515 llegando a la esquina de Briones Luco, en el paradero 18 en la comuna de La Cisterna y muy cerca de la actual Estación Metro Lo Ovalle, fue por muchos años de la Quinta de Recreo Rosedal, el más famoso y prestigiado centro bohemio y de espectáculos al sur de Santiago. Generaciones de artistas y trasnochadores pasearon por él sus ardores y sus gustos.

Llamado también Gran Quinta Rosedal o El Rosedal a secas por sus parroquianos, (así lo presentaba también un cartel colgante de madera, dando la bienvenida a los clientes), era un boliche con características de “todo en uno”: restaurante, bar, bailable, quinta, café, peña folclórica, etc. Había sido fundado en los años veinte en el sector de la Gran Avenida que antes se conocía como el camino a San Bernardo, en donde estaba la Población Lo Ovalle y enfrente de la calle Fuenzalida Urrejola.

Ya en febrero de 1930, aparecía a un aviso económico publicado en la prensa y en donde se lee: “Vendo o admito socio, preciosa quinta recreo, gran porvenir, tratar ‘El Rosedal’, Lo Ovalle, paradero 18”.  Parte de esas primeras décadas en operaciones se vieron favorecidas también porque el tranvía de las líneas Alameda-Ovalle y Mapocho-Ovalle terminaban su recorrido justo en ese sector, extendiéndose más tarde el transporte colectivo hacia el sur con otros recorridos como el Mapocho-Cisterna, que llegaba hasta las puertas de la comuna de San Bernardo.

Propiedad de don Benjamín Rodríguez, quien solía estar presente de manera regular en el local, su escenario era para consagrados y debutantes con una variedad que el dueño siempre supo garantizar al show de todos los días. De hecho, hubo un tiempo en que compartía artistas con otras quintas célebres como las cercanas Las Higueras y Hostería Las Brisas, en los paraderos 17 y 22, respectivamente, en los extremos del barrio bohemio que existía entonces en Gran Avenida y que incluyó en alguna época al Cine Moderno.

A diferencia de otros clubes en donde se privilegiaba el contenido más pícaro y adulto, gran parte de las funciones diurnas del Rosedal eran familiares, con presencia de niños inclusive. Destacaban sus comidas típicas, además, ya que este local siempre convivió entre el espectáculo más relacionado con la revista de variedades y aspectos originales de restaurante criollo, muy parecido al que se verá en otros célebres establecimientos como La Querencia de Las Condes, Los Adobes de Argomedo, el Rancho El Rodeo de calle Rosas o Las Chacras de San Diego en la esquina con Ovalle, entre otros sobrevivientes o ya extintos. La especialidad de la casa de Gran Avenida eran las parrilladas y el pastel de choclo.

En el Rosedal tocaron las fantásticas orquestas de Dámaso Pérez Prado, Xavier Cugat, Armando Bonansco y Porfirio Díaz, este último llegando a ser la atracción de la quinta. Dice Plath que el médico y comediante argentino Alberto Castillo dio a conocer allí “La que murió en París”, presencia tanguera que siempre rondó aquellas candilejas.

Fotografías de la época retrataron en aquel local a otros artistas del tango platense como Lalo Dalton, el galán que había debutado en el Teatro Balmaceda, y sus colegas Charlo (Carlos José Pérez), Tuco Tapia y Lucho Silva. Por esta misma razón, musicólogos y estudiosos del tango en Chile han señalado a este club como uno de los principales impulsores del cultivo del género en el país, especialmente por la participación de Porfirio Díaz en la singular ola que se vería impulsada también por la industria discográfica y por las transmisiones radiales, con legendarios programas que, en algunos casos, llegarían hasta nuestra época, como fue “Recordando” con la gran Alodia Corral.

Anuncio con el programa de celebración de la noche de Año Nuevo 1945, en el diario "La Nación".

Detalle con la imagen del maestro Armando Bonansco en la publicidad del Rosedal. El tanguero era artista oficial del sello discográfico Victor, por lo que está acompañado de la imagen corporativa de la misma casa.

Publicidad para el Rosedal en sus años de esplendor, con una gran cartelera de artistas y números. Fuente imagen: sitio FB "Patrimonio de La Cisterna".

Aviso del Gran Parque Rosedal en "Las Noticias de Última Hora", noviembre de 1950.

Fiestas Patrias en el Rosedal, anunciadas en el diario "Las Últimas Noticias" de septiembre de 1969.

El famoso trío Los Panchos también se presentó en el local durante su gira internacional que incluyó a Chile, en noviembre de 1951. Esta presentación fue una de las últimas de los boleristas con su formación fundadora: Chucho Navarro, Alfredo Gil y Hernando Avilés, pues este dejaría al grupo ese mismo año, siendo reemplazado en la voz por Raúl Shaw Moreno y luego por Julito Rodríguez. Posteriormente, en 1958, Bill Haley se presentó con sus Comets en el local, cuando el artista adoraba explorar el ambiente nocturno de los muchos lugares que visitaba, haciendo lo propio en el restaurante Waldorf de Ahumada, además.

Incontables otros artistas pasaron por el Rosedal, incluyendo al Dúo Rey-Silva, que nunca faltaban en los mejores encuentros folclóricos de entonces; y el gran Pepe Aguirre, cantante serenense de valses, tonadas y tangos, padre de la artista de la Nueva Ola chilena Gloria Aguirre, quien se quedaría residiendo en Colombia tras una visita profesional en los años setenta, en donde murió. Su colega cantante de boleros, valses y valsesitos peruanos, Lucho Oliva, con solo 20 años, debutó en el Rosedal en 1945 cuando iba convirtiéndose en una de las voces más conocidas de una enorme cantidad de clubes y boîtes santiaguinas como el Tap Room, el Waldorf y el Patio Andaluz.

Otras celebridades allí fueron los hermanos Arturo y Lucho Gatica, que no necesita más presentaciones; el insigne violinista y compositor Nino Lardy; y el Dúo Garrido-Del Campo, también con amplio currículo en la bohemia de las noches santiaguinas con aromas folclóricos.

De entre sus varios conjuntos en vivo durante aquellas inolvidables veladas, destacó también una orquesta característica donde tocaba el Guatón Segundo Zamora, autor de la célebre canción “Adiós, Santiago querido”, en la que compartió con Aguirre y Bonansco. Zamora había estado también en los inicios del club con el Trío Añoranzas, que integraba junto a Humberto Campos y Jorge Novoa. Zamora y Novoa eran parte de la orquesta típica de Bonansco, de hecho, en acordeón y guitarra-canto, respectivamente. Los demás músicos de esa banda eran, a inicios de los cuarenta, Salas al saxo, Tudesca en la trompeta, Muñoz al piano, Venegas en el contrabajo, Ávalos en batería y Bahamonde en violín.

En ese mismo primer período hacen presentaciones allí las cantantes Nena Escobar y Ester Lara, quienes recién estaban construyendo sus productivas carreras artísticas; y el cantante romántico Rolando Serey, quien era también guitarrista. Animaba cada noche Pancho Ramírez. “Todos los artistas del establecimiento son chilenos”, decía en esos años su publicidad, invitando también a sus fiestas especiales, como las de Navidad. Concursos de cueca y “locomoción toda la noche” aseguraban la concurrencia de público hasta no caber un alfiler, muchas veces.

También estuvieron en su escenario el antofagastino Panchito Cabrera, quien entró como músico de la orquesta de Bonansco; Los Cuatro Hermanos Silva (Olimpia, Hugo, René y Julio), con números de folclore huaso debutados en 1945, en un concurso radial; el cantante René Duval, voz de la Orquesta Ritmo y Juventud; Jorge Abril, pianista hijo del connotado músico del mismo nombre, como él otra estrella de las noches; su colega Rafael Traslaviña, pianista de múltiples estilos; Violeta e Hilda Parra, en los mismos tiempos que hacían presentaciones en la Hostería Las Brisas; y un muy joven baterista Guillermo Rifo, después dedicado a la música sinfónica.

El humor estuvo a cargo de artistas célebres de la clásica bohemia chilena, como Chito Morales, Romilio Romo y el maestro Mino Valdés, aunque los comienzos en este último fueron allí como músico e instrumentista, descubriendo en el camino los dotes de comediante que lo llevarían a fundar su célebre Alegre Compañía, con la que llegó más tarde a la televisión. Una comediante llamada Caperucita Roja realizaba otras funciones para niños, hacia 1942, al igual que la muy joven cantante Chita Bravo. La actriz de humor Olga Donoso también se hizo estable en el club durante un prolongado período, probablemente el mejor del mismo; tras su muerte en los cincuenta, su marido el actor, bailarín y chansonnier chileno-argentino Lalo Maura emigró por un largo y exitoso tiempo a España.

Tan grande llegó a ser la cantidad de artistas reclutados en los shows del Rosedal, que muchos de ellos eran organizados en una suerte de compañía de espectáculos paralela, que ofrecía funciones en otros locales del país o ante comunidades de regiones, como las que hacían en algunas localidades mineras.

El famoso patio abierto de los bailables del Rosedal en sus días de gloria, en imagen publicada años después por la revista "El Musiquero", en 1968. En la imagen están -entre otros- Charlo (a la cabeza), Lalo Dalton, Tuco Tapia y Lucho Silva.

Los inicios del comediante Mino Valdés también estuvieron en el Rosedal de Gran Avenida, empezando como cantante. A la izquierda, en sus inicios como artista musical; a la derecha, con su esposa Mónica Val (Fuente imágenes: archivo de noticias de Chilevisión).

Celebración en el Rosedal. Están presentes el folclorista Mario Catalán y su familia, además del Chito Avilés arquero de los equipos Green Cross y Unión Española, hacia 1955. Fuente imagen e información: sitio Cancionero Discográfico de Cuecas Chilenas, obtenido del archivo familiar de Mario Catalán Portilla (cedido por Mario Catalán González).

Aspecto del restaurante que mantuvo el nombre de El Rosedal en Gran Avenida, hasta el cierre y remodelación de aquellos locales comerciales. Hoy, el lugar es ocupado por una tienda de productos electrónicos. Fuente imagen: sitio Zomato.

El mismo local del último negocio llamado El Rosedal en Gran Avenida, cuando ya había sido puesto en venta. Fuente imagen: Google Street View.

De la misma forma, la influencia del Rosedal en las características del barrio parece haber sido importante en la calidad recreativa que adquirió parte del mismo en aquel paradero 18 de Gran Avenida, durante aquellas décadas. Cerca del mismo estaba, por ejemplo, la Quinta Jardín Santa Lucía, de Badino y Cía., que en los años cuarenta ofrecía su “cocina de primer orden” con surtido de licores, música escogida y especialidad en banquetes. Llegó después el  mencionado Cine Teatro Moderno, famoso por ser uno de los primeros en ofrecer películas de artes marciales y junto al cual creció un centro comercial en cuyos bajos estuvo, más tarde, otro de los salones de bowling moderno y con marcadores tecnológicos en Chile.

Después del horario familiar, las fiestas nocturnas del fin de semana comenzaban a las 20 horas y se extendían hasta la madrugada, oficialmente hasta las cuatro, pero en más de una ocasión se pasaron de largo al calor de las sabrosísimas celebraciones. Parte de los espectáculos en vivo se podían escuchar desde poco antes de la medianoche por Radio Sudamérica, además, durante un largo extenso cercano a los inicios, razón por la que animaba tal show el locutor de la misma radio, don Orlando Tarragó. Por años sonaron desde ese escenario números con la calidad de la melódica voz de la diva Ester Soré, o las cuecas y tonadas de Las Morenitas (Chabelita Fuetes, Laura Yentzen y Petty Salinas), o el canto a guitarra del peruano Carlos Dávila ya convertido a la bohemia porteña.

Los bailables, en tanto, se hacían en tres pistas. Durante sus primeras décadas el establecimiento tuvo también un famoso y gran jardín interior que apodaban "el patio", con explanada de azulejos dispuestos en tablero de damas, rosales y celosías de maderas cruzadas, en donde había más quietud y menos bullicio en ciertas horas, aunque parece que después parte de este espacio acabó siendo utilizado como estacionamiento interior o acaso construido. Eran verdaderas fiestas las de cada noche, como de aniversario o matrimonio en sus proporciones, pero sin más excusas que el deseo de celebrar para darles nuevos soplos de vida en toda ocasión.

El público, en tanto, era de lo más ecléctico y surtido, muchas veces llenando el amplio local al límite de sus capacidades y obligando a esperas interminables de los que quedaban afuera: desde intelectuales a gañanes de mercados; desde músicos de la sinfónica hasta folcloristas del barrio Matadero. Una fotografía divulgada por el sitio Cancionero Discográfico de Cuecas Chilenas, de la Fonoteca Nacional, muestra una gran reunión en el Rosedal en donde aparecían el cuequero Mario Catalán y su familia junto con el arquero de los clubes Green Cross y Unión Española, Chito Avilés, en la celebración de un campeonato y la recepción del premio Caupolicán por parte de Catalán, hacia el año 1955. El salón se observa con su característico embaldosado tipo tablero damero y con decoración de banderas chilenas colgando desde el techo.

La política también se hizo presente en el Rosedal, en varias formas. Incluyó una comida de honor para Tobías Barros Ortiz con motivo de su designación como Embajador de Chile en Alemania, en 1940; y un homenaje de desagravio al general Roberto Viaux Marambio en 1969, tras su polémico levantamiento del Regimiento Tacna conocido como el Tacnazo. También fueron célebres las visitas del famoso diputado socialista Mario Palestro, ya en los sesenta, con toda su corte sanmiguelina y alrededor de suculentas comilonas amenizadas con los tangos de los que tanto disfrutaba. Se hablaba incluso de supuestos lanzamientos de campañas realizados en sus salas.

El establecimiento fue uno de los que comenzaron a caer antes del período oscuro que afectó a la bohemia santiaguina, sin embargo, pues pertenecía al modelo clásico de las quintas de recreo que había tocado ya su esplendor en las comunidades obreras y vividoras de la medianía del siglo, desplazado después por propuestas más modernas de espectáculos y con referentes internacionales, adaptados a la realidad nacional por supuesto.

Un desgraciado incendio sucedido hacia fines de los sesenta, seguido por la compra y remodelación de gran parte de la antigua propiedad al comenzar la década siguiente, proyecto llevado adelante por otra firma y luego por el inicio de los trabajos de construcción del ferrocarril subterráneo, señalarán el período final de la quinta. De ella han escrito algo unos pocos autores como Oreste Plath, Osvaldo Muñoz, Enrique Lafourcade y, más recientemente, la dupla Juan Pablo González Rodríguez y Claudio Rolle.

Cuentan que su cierre fue llorado solo por unos pocos vecinos y fieles, mientras que otros negocios pasaron a ocupar la que había sido aquella catedral de diversión popular en Gran Avenida. Sobrevivió hasta hace poco ahí, además, una deslucida fuente de soda y restaurante de colaciones tipo "picada", llamado también El Rosedal, hasta que aquel grupo de negocios fue puesto en venta, poco después del Bicentenario, siendo remodelados por completo. Hoy, ese espacio central es de una tienda de artículos electrónicos. ♣

Comentarios

  1. Increíble artículo como siempre! Desde hace mucho que esperaba alguna entrada referente a la época de gloria del famoso "Rosedal", ya que vivo por el sector y siempre me dio curiosidad que un lugar tan lleno de historia pudiera quedar por estos barrios del sector sur de Santiago, ya que la mayoría de recintos famosos quedaban en el centro.

    Gran trabajo Cris! Un abrazo

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