Socios del Centro Filarmónico Apolo, retratados en revista "Sucesos" en 1903.
Las “filarmónicas” del siglo XIX y de las primeras dos décadas del siglo XX, tuvieron la misma función recreativa que las "filóricas" y dancings durante los años que siguieron en aquella centuria. Muchos entre su público las continuaron llamado de ambas formas, de hecho, lo que ha generado algunas confusiones sobre la naturaleza de cada una, fuera del enorme parecido que tenían en su rol dirigido a la diversión de la sociedad de entonces.
Se precisa retroceder un poco en esta historia, sin embargo... La Sociedad Filarmónica de Chile había sido creada entre 1826-1827 por Isidora Zegers y Carlos Drewetcke. En parte, nació como consecuencia de la irrupción de las bandas musicales militares y civiles durante las Guerras de Independencia, según observa Luis Merino Montero en su artículo "La Sociedad Filarmónica de 1826 y los inicios de la actividad de conciertos públicos en la sociedad civil de Chile hacia 1830", publicado en la "Revista Musical Chilena" de julio-diciembre de 2006.
Iniciando actividades con conciertos de los maestros José Zapiola y Manuel Robles, dos de los colaboradores y fundadores, la Sociedad agrupaba también instancias adecuadas para otros intereses culturales de sus miembros provenientes de la alta sociedad, fuera de la música y la danza como literatura, tertulias y artes en general. Aparecieron también otras agrupaciones con similar inspiración, como la Sociedad Cuarteto de Eliodoro Ortiz de Zárate, la Sociedad Filarmónica de Valparaíso, la Sociedad Alemana de Canto y la Sociedad de Música Clásica de Santiago, entre muchas más.
El mote de "filarmóncas" para los negocios de diversión, veladas y baile se iría extendiendo con el tiempo, aunque a veces impropiamente. Lo recibirían desde los tiempos de Diego Portales cuanto menos, algunos salones de baile y los clubes recreativos precursores de lo que, en la línea evolutiva, se llamará más tarde cabarets y boîtes. Se recordará que al club privado de estanqueros y amigos de Portales en la calle de las Ramadas, hoy Esmeralda en Santiago, daban este mismo apodo alusivo también a la Sociedad Filarmónica, en cuyos encuentros se fraguaba buena parte de la acción opositora al gobierno, según creían algunos.
Originalmente, entonces, las "filarmónicas" pertenecían a la baraja recreativa de sectores más
aristocráticos de la sociedad, brotando del mismo tipo de fiestas y reuniones que
podían realizar en sus cómodas y espaciosas mansiones o clubes, esos que después
llenaban varias páginas en cada edición de revistas como "Sucesos". Prueba de aquella inclinación es que, en sus estatutos referidos a los bailes, la propia Sociedad Filarmónica original aceptaba
solamente expresiones como el vals pero rechazaba otras de parejas con tono popular, como
eran en esos años el baile del cuándo y la mismísima cueca, aunque sin
mencionarlas directamente.
Aunque el concepto elegante y exigente de la vieja Sociedad había sido tomado por varios establecimientos recreativos posteriores. Tras cundir los salones de bailes de este tipo durante toda la segunda mitad del siglo XIX, sin embargo, sirvió también a otras propuestas menos reputadas e incluso para denominar discretamente así también a algunos viejos burdeles, en alguna época posterior, principalmente a los que tenían su propia sala de bailables. Hasta hubo un pionero club de boxeo nacional sugestivamente llamado La Filarmónica del Huaso Rodríguez.
La calle San Diego fue famosa por sus varias casas "filarmónicas" posteriores, ya en su fase más popular, con encuentros frecuentemente los domingos y lunes. Creemos que esto último se debía a alguna herencia sobre los días favoritos de las actividades artísticas y chinganeras de tiempos pasados. En la dirección del 154 de la misma calle, por ejemplo, en donde estaba el Teatro de Variedades la Sociedad Andrés Bello, se realizaron grandes bailes y elegantes jornadas artísticas como la del 21 de junio de 1908, correspondiente a la inauguración del Centro Instructivo y de Socorros Mutuos Luz y Progreso, manteniendo todavía características clásicas de "filarmónicas" que acá hemos descrito.
No fue coincidencia, entonces, que la misma avenida San
Diego de la capital chilena evolucionara después a una concentración de "filóricas"
y dancing clubs que vinieron a ser el relevo de aquellos viejos salones
de baile.
Antigua academia de baile del profesor Emilio Greene, en calle 21 de Mayo cerca de la Plaza de Armas. Aviso publicado en la revista "La Ilustración", hacia fines de 1899.
Aviso de la academia de baile del profesor Franco Zubicueta, en una revista de 1913.
Aviso de la academia de baile del maestro Mario Serena, publicado en 1919 en "La Semana Cinematográfica".
Las academias de baile proliferaron durante el período, apareciendo insistentemente en la prensa de los años veinte. Esta era la del profesor Aguilar, en calle Egaña (hoy Sara del Campo), publicitada en "La Nación" en marzo de 1923, cuando se acababa la época de las "filarmónicas".
En otra diferencia con las posteriores "filóricas", cuya relación con el público era más bien de oferta y clientela, en el apogeo de las "filarmónicas" los asistentes regulares y fundadores también permanecían agrupados en pequeñas asociaciones o clubes un tanto herméticos. Estas sociedades emitían un articulado reglamentario propio sobre las formas y comportamientos que debían observarse durante los encuentros, además de exigencias sobre la vestimenta, en ciertos casos bastante estrictos. Además de la orquesta, en sus bailables esperaba al público un jefe o maestro de sala asistido por directores y ayudantes de baile, que procuraban el orden de cada sesión y el cumplimiento protocolar de las normas dispuestas.
Aquellas sociedades solían tener bastante presencia en páginas sociales de la época, dadas sus constantes actividades complementarias que solían realizar y que trascendían a las veladas bailables, como paseos al aire libre, fiestas de máscaras, banquetes, picnics, concursos, exposiciones y fiestas de beneficencia. Esta característica se mantuvo por largo tiempo, hasta pasado el Centenario Nacional de hecho, cuando comenzaron a cobrar fuerza nuevas formas de salones bailables más holgados y flexibles en cuanto a protocolos.
Entre los centros "filarmónicos" que más se repetían en la prensa después del de
aquel período de las fiestas centenarias, funcionando muchos de ellos como
clubes con cuota y membresía, estaba la Academia de Baile Francisco, con
dirección en Bandera 868; y el Centro Familiar de la Federación Obrera de Chile,
que solía realizar concurridas fiestas y kermesses amenizados por
orquestas. Buena parte de la agenda social estaba directa o indirectamente relacionada con estas agrupaciones y sus recintos de diversión.
Parecido el caso del Centro Familiar de Recoleta, ubicado en Recoleta 167, así como la escuela de baile del profesor Franco Zubicueta, en Arturo Prat 103, y la Academia de Baile La Chile, cuya sede estaba en un restaurante de calle Bandera 832 y que, en marzo de 1917, invitaba a sus socios a una clase instructiva en la que "no se admitirán visitas del sexo masculino, sin que vengan a conocer la sociedad y sus clases para hacerse socios enseguida". Un par de años después, el profesor Mario Serena ofrecía sus clases de tango y ritmos fox en Alameda de las Delicias 451, al pie del cerro Santa Lucía, atendiendo alumnos que querían perfeccionarse en el mismo arte de los salones bailables pero con un norte ya más moderno e innovador.
Como se aprecia, aquellos antiguos espacios y encuentros eran un fomento importante para el aprendizaje de danzas de moda, en escuelas que diferentes profesores de estas artes fueron instalando por todo Santiago y otras ciudades. Socialmente, a la sazón era importante y algo respetable en poder responder a la altura de una buena sesión de baile, como actividad de esparcimiento e intercambio. De hecho, las salas de aquellas academias de baile terminaron siendo también aleros para la actividad "filarmónica" y las fiestas con danza de aquellos años.
En esa misma sintonía, la Sociedad Filarmónica La Democracia ofrecía bailes-tertulias en su academia, con un cuerpo de baile a cargo de sus propios profesores, mientras que la Sociedad Andrés Bello hacía lo propio con rifas y encuentros literarios y musicales. En la misma época, el Cuadro Artístico Centenario de Chacabuco y el Centro Recreativo La Cisterna realizaban sus funciones bailables en el Teatro y Centro Familiar de la Gran Federación Obrera de Chile, en calle Bascuñán 542, mientras que la Academia de Baile de Luis A. Acevedo invitaba a las interesadas a sus clases y danzas a cargo de los profesores Eduardo González y Alberto Ibarra.
Es evidente, entonces, que los vientos "filarmónicos" ya estaban llegando a las clases medias y trabajadoras: la Sociedad A. S. La
Fraternidad se reunía en la sede de la Sociedad Fermín Vivaceta, en Porvenir
775. Estaban, además, el Centro Filarmónico de Obreros A.B.C., la Academia de
Baile El Futuro y la Estudiantina Independencia, esta última reuniéndose en
Latorre 108, en la quinta de don José de T. Salgado, en la Población Villa
Moderna. Otros aparecen fundados por artesanos, deportistas y trabajadores de las salitreras en el norte del país.
Sin embargo, aquellos cambios notorios de la sociedad
chilena también fueron dejando atrás a las "filarmónicas" como opción más refinada y
reputada que las chinganas del bajo pueblo: su concepto fue variando y
actualizándose así al de “filórica”, adoptando tal cariz para señalar a aquellas
salas de baile y a sus propios usuarios, en ciertos casos. De acuerdo a Osvaldo Rakatán Muñoz, las "filóricas" eran los lugares en donde la gente llegaba "solamente para bailar", por lo que eran más funcionales y prácticas como oferta del mercado recreativo.
Actividad de la "filarmónica" del Centro Victoria Musical, en revista "Sucesos", año 1903.
Chiste gráfico sobre un baile de máscaras como los que eran organizados frecuentemente por las sociedades "filarmónicas" o sus mecenas en revista "Sucesos", año 1905.
La directiva del recién fundado Centro Instructivo y de Socorros Mutuos Luz y Progreso en el gran baile organizado en el Teatro de Variedades la Sociedad Andrés Bello, junio de 1908. Fuente imagen: revista "Sucesos".
Ya al final de aquella etapa, habían aparecido por todo el país nuevas y más populares opciones de agrupación recreativa, algunas asociadas incluso a centros obreros, clubes deportivos y organizaciones mutualistas que solían organizar bailes que siempre concluían en algún restaurante nocturno o casa de cena. Entre ellos estuvieron la Sociedad Filarmónica Foot Ball Club "Gloria", Instructiva y Protección Mutua de Obreros fundada el 17 de septiembre de 1911, cuyo reglamento publicado en Iquique en 1921 exigía que en las academias y sesiones de bailes "todos los socios procurarán presentarse, si es posible, con ropa negra y guantes blancos, o en su defecto con pañuelos del mismo, para evitar sean manchados los trajes de las señoritas con el sudor de sus manos". También establecía normas precisas de observación de la vestimenta y la debida corrección en el comportamiento de los concurrentes.
Otro caso fue el de la Sociedad de Socorros Mutuos Filarmónica y Foot Ball Club "La Lira Chilena", fundada por la Sociedad de la Oficina Celia de Antofagasta, en octubre de 1917. En sus estatutos, sobre los "deberes y obligaciones del profesor y ayudantes de baile" de su Artículo 65, se revela algo más sobre cómo continuaba funcionando las formas y protocolos en estas sesiones bailables:
1°. Enseñar la posición y maneras del baile.
2°. Cuidar que durante la ejecución del baile todas las parejas conserven su orden y compostura, exceptuándose estas disposiciones en veladas extraordinarias.
3°. No admitir discusiones de ninguna especie durante el baile.
4°. Exigir a los socios el aseo más perfecto en su persona.
5°. Asistir a todas las academias, ya sean generales o de aprendizaje.
6°. Dirigir bailes, enseñando y corrigiendo a todos los socios que deseen aprender.
7°. Recepcionar y designar los asientos prefiriendo a las visitas, señoras y señoritas.
8°. Cuidar que la mitad, más uno, de los socios asistentes, estén en sus respectivos asientos dentro del salón de baile.
9°. Repartir las fichas a la suerte principiando por las señoritas y concluir por los caballeros, y exigiendo que cada cual baile con la pareja que la suerte le haya destinado.
10°. Tocar el timbre para que los caballeros pasen, principiando de la derecha a buscar la letra o número de su misma ficha con la de las señoritas.
11°. Tocar el timbre para que las parejas principien el baile el cual durará de cuatro a cinto minutos, después de este tiempo cesará el baile, con otro toque de timbre.
12°. Prohibir estrictamente y no permitir combinación de fichas en ningún caso.
13°. No permitir que un socio baile dos veces seguidas, habiéndolo en el salón personas aptas.
14. El socio que se negare a cumplir estas disposiciones, será inmediatamente puesto a disposición del jefe de sala.
El mismo estatuto señalaba en el artículo
siguiente que aquellos ayudantes "están en obligación de ayudar al
profesor de baile cuando este por cualquiera circunstancia se vea impedido a
ejercer sus funciones". Es claro, entonces, que la compostura y el orden debían
seguir siendo proverbiales en las actividades "filarmónicas", a pesar de estar enredadas ya con los estratos más modestos de la sociedad chilena.
Consumando de ese modo la transformación de las añejas "filarmónicas" en las "filóricas" del siglo XX, estas adoptaron también nuevos rasgos populares y festivos parecidos o quizá relacionados con las quintas de recreo y establecimientos por el estilo, volviéndose la opción más accesible y acogedora para los bailes que, antaño, habían sido patrimonio de sectores sociales más cultos y copetudos.♣
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