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HELVECIA VIERA Y EDUARDO ARÁNGUIZ: LA ÉPICA HISTORIA DE LOS MORISQUETOS

Postal de Los Morisquetos en los inicios de Helvecia Viera y Eduardo Aránguiz como dúo humorístico. Agradezco a Patricia Aránguiz Viera por haberme proporcionado gentilmente esta valiosa imagen.

La querida comediante chilena Helvecia Viera falleció a inicios del otoño austral de 2009, cerrando otro de los capítulos más gloriosos y adorables de la desaparecida escuela que formara tantos talentos del espectáculo chileno, esos que hoy lindan en la leyenda más que en solo la historia de las luces y los telones.

Helvecia y su marido, el inolvidable Eduardo Chico Aránguiz, habían pertenecido a la generación privilegiada de los protagonistas del espectáculo revisteril y de variedades chileno, con todas sus noches de plata; acaso nuestra verdadera belle époque que, pese a todos los esfuerzos y todas las buenas intenciones por resucitarla, jamás pudo ser reproducida en su majestuosidad y atractivos… Y es que, entre otras razones, solo se puede contar con una sola Helvecia y un solo Chico Eduardo por época; con un solo par de Morisquetos, como hizo llamar por cerca de tres décadas la singular dupla humorística.

María Helvecia Viera Sánchez, conocida como Helvi entre sus familiares y amigos, nació el 3 de junio de 1928. Eduardo Aránguiz se le había adelantado por un año casi exacto, al nacer el 27 de mayo de 1927. Ambos se conocieron y formaron fuertes lazos precisamente en este ambiente de escenarios, tanto emocionales como profesionales.

Eduardo provenía de un matrimonio anterior, y tenía dos hijas: Ximena y Adelina. Helvecia también tuvo antes una primera hija llamada Alexandra, conocida como Pochi. Después que ambos actores contrajeron matrimonio, tendrían dos hijos de esta unión: Patricia y Eduardo. Pochi habría colaborado en el hogar con la crianza de los hijos de la pareja durante las largas jornadas de trabajo de ambos actores, por esos años.

Egresado en 1947 desde una academia fundada por Alejandro Moock en Valparaíso, Aránguiz era todavía muy joven cuando ya acumulaba una gran cantidad de experiencia como comediante en las revistas de Romilio Romo, María Llopart, Blanca Arce y Juan Ibarra. Tendría cerca de 30 años cuando Andrés Gallo, de la Compañía de Revistas Picaresque del Teatro Cousiño (emigrado después al Teatro Princesa de Recoleta), decidió llevarlo a su show hacia 1955, como uno de sus platos más seguros para presentar al público junto a Sergio Feito, el otro humorista estrella de la revista. Ese mismo año se presentaba en dancing club Juanito, del Parque Almagro, usando el nombre de Lalo Aránguiz muchas veces.

Como dato curioso, cabe señalar que Gallo había ubicado a Aránguiz a través de presentaciones y radioteatros, reconociéndole especialmente su talento para representar ancianos, a pesar de ser un hombre joven a la sazón. Fue lo que motivó el deseo de reclutarlo en su espectáculo abriéndosele rápidamente las puertas en el medio en donde recibió el apodo Rey del Humorismo en las carteleras. Así, ese mismo año se presentaba ya en septiembre en teatros como el Novedades, con la Gran Compañía de Revistas Babalú.

Helvecia, por su parte, comenzó la carrera de las tablas también siendo muy joven, cuando debutó con solo 12 años de edad reemplazando a una actriz en la presentación de una comedia. Desde allí en adelante, encantada con este ambiente, jamás se separó de la actuación y exploró todas las formas de la ficción humorística que hacían furor en las revistas chilenas de aquellos años, demostrando enorme versatilidad y un profesionalismo que sus colegas le admiraron a perpetuidad. Al igual que su marido, también destacó en incursiones como actriz dramática, en otro reflejo de sus muchos talentos escénicos.

El gran acierto de ambos actores ya fue en los años sesenta, cuando comienzan a hacer presentaciones juntos bajo el nombre de Los Morisquetos, uno de los dúos más recordados y divertidos del humor chileno de esos años. Comenzando la dupla hacia 1964, fueron parte de ese mágico y extraordinario ambiente refugiado en los centros de entretención santiaguinos a público lleno, como los de las compañías Bim Bam Bum, Picaresque y Humoresque, sólo por nombrar a los más famosos y conocidos.

En sus primeras presentaciones no siempre eran dúo, sin embargo: varias veces subieron a escenarios como el del Mon Bijou, en los bajos de la Plaza de Armas, con su colega el comediante Salvador Cicero en 1968. A veces se unía allí también la comediante Isa Lira, completando así un cuarteto con el mismo nombre de Los Morisquetos. En el Teatro Regina de avenida Vicuña Mackenna, en tanto, actuaron en equipo y por la misma época con otros artistas como Katy Dupré, Gabriel Araya y el mismo Cicero.

Eduardo Aránguiz muy joven, en 1955, su época del Teatro Cousiño y los inicios del Picaresque.

Aviso de Gran Compañía de Revisas Babalú presentándose en el Teatro Variedades en septiembre de 1955, con Aránguiz como humorista principal.  Publicado en el diario "La Nación".

Helvecia Viera en la película "Tierra Quemada", obra de 1968.

Los Morisquetos en otra de las que fueron sus fotografías más célebres, en este caso hacia 1980.

Sin embargo, la pareja matrimonial terminó siendo el elemento estable de Los Morisquetos y explotó con enorme inteligencia la disparidad física que ambos lucían, creando dos personajes de antología. De hecho, sus modelos siguen reapareciendo con otros nombres, en distintas narraciones humorísticas... Esto explica que el dúo artístico trascendiera incluso a lo que duró el matrimonio entre ambos, pues nunca dejaron de ser grandes amigos y felices colegas.

En síntesis, ella era corpulenta, ruda y con mirada de fiera, rol que fue acentuando con el tiempo. Se caracterizó así en el papel de vieja fea y tirana, simulando estallar con facilidad y siempre se dirigía de forma despectiva y prepotente contra su pobre marido en los escenarios. Por esta razón, Helvecia era comparada frecuentemente con el personaje Doña Tremebunda, la suegra de Condorito creada por el caricaturista Pepo (René Ríos Boettiger), no solo por el parecido físico, sino también por el rol de bruja insufrible. Don Eduardo, en cambio, era un hombre pequeño, de apariencia débil y enclenque, rasgos que exageraba en vivo mostrándose así, en sus rutinas para los escenarios y las radios, como alguien siempre obligado a la sumisión e incapaz de defenderse de las constantes humillaciones o agresiones verbales que Helvecia le arrojaba encima.

Los contenidos que salían del disparejo dúo eran inolvidables, desde los libretos creados casi enteramente por Eduardo. En algunas presentaciones, cuando hacían de matrimonio como en su vida real y con él siempre fingiendo estar asustado y atemorizado ante la presencia de su mujer, tenía en algún momento un arranque de valor e intentaba confrontar a Helvecia en medio de una discusión, desafiante: "¿Que acaso mandas tú? A ver… ¿Quién manda aquí?", reclamaba a ella. Y Helvecia, poniendo una aterradora mueca de furia, se llevaba las manos a la cintura y lo quedaba mirando casi como una leona hambrienta: "¡Yo mando aquí, poh!". Eduardo, atemorizado, intentaba salir del paso diciendo: "Así me gusta, ¡cuidadito que te pille mandando yo!".

En otras encomiables presentaciones, Helvecia comenzaba a comentar ante el micrófono que su marido era "un pobre imbécil", en circunstancias de que todo el público sonriente sabía que Eduardo era su cónyuge real. Y al final, después de simular una discusión, él rugía enojado pretendiendo insultarla mientras se iba a casa: “¡Adiós, madre de tres hijos!"; pero ella le respondía, gritándole por la espalda: "¡Adiós, padre de uno solo!".

Así, entonces, la enérgica pareja de Los Morisquetos jugaba con tremenda astucia entre la realidad y la representación de los contenidos.

A la sazón, ambos habían comenzado a incursionar ya en la televisión y en el cine. Sus principales papeles en el género fílmico fueron para la película "Tierra Quemada" de Alejo Álvarez, de 1968, en donde actuaron junto a una constelación de figuras entre las que estaban Tennyson Ferrada, Juan Pérez Berrocal, Pedro Messone, María Eugenia Cavieres, Jorge Boudon, Cora Díaz, Yoya Martínez, Pedro Gaete, Humberto Onetto, Lucho Córdoba y Pepe Rojas.

Del mismo modo, harán presentaciones en el programa "Sábados Gigantes" de Canal 13 durante la década siguiente, junto con otros comediantes de la época que también habían empezado a abrirse nuevas perspectivas entre el conocimiento y el cariño popular gracias a este medio. Hicieron algunas presentaciones en el Teatro Caupolicán y el Teatro Cariola, además, ambos de calle San Diego.

Eduardo y Helvecia en una de las rutinas de "La Escuelita" (ella como profesora y él como niño escolar), al parecer en el programa "El Festival de la Una", hacia mediados de los años ochenta. Fuente: archivo fotográfico familiar.

Doña Helvecia participando de una presentación humorística que parodiaba el contexto del plebiscito de 1988. De izquierda a derecha: Tatiana Merino, Eduardo Thompson, Gilberto Guzmán, Guillermo Bruce y Helvecia Viera.

Helvecia ya en sus últimos años activa, en imagen publicada por el portal EMOL.

Jorge Franco y Helvecia Viera, en el programa "Motín a Bordo" de TVN, ya en los años noventa.

Aunque muchos de los chistes de Los Morisquetos hoy suenan conocidos y recurrentes, casi ingenuos, en aquellos años eran novedosos y no extrañaría que hubiesen sido ellos quienes los introdujeron en los libretos históricos del humor chileno, considerando el motor de creatividad permanente que era Aránguiz. Como ejemplos, tenemos algunos tomados de registros en vivo y con público, entre fines de los setenta e inicios de los ochenta:

  • "La casa que tenemos es tan chica que, cuando entra el sol, yo tengo que salir a la calle".

  • “Mi padre nunca me reconoció” –confesaba él, triste. Y Helvecia respondía humillándolo: “Bueno, ¿para qué iba a perder el tiempo con una cosa tan chica, si no valía la pena?”.

  • "Me encontré cara a cara con un fantasma" -dice ella. "¿Cara a cara? -pregunta él- ¡Cómo se habrá asustado!" (refiriéndose al fantasma).

  • “En el islam los hombres tienen hasta cuatro mujeres…” -comentaba Eduardo. “Bien, a ti te bastaría con media mujer -respondía ella, mirándolo de arriba abajo-. Cuatro mujeres para ti sería como Giolito (el famoso percusionista de cumbias) con cuatro baterías: mucho bombo y poca baqueta”.

  • "¡Roñoso el auto de tu hermano! –espetaba Aránguiz- Fui a pasear con él y eso que iba rápido... Nos pasó seis veces un funeral".

  • “Antes no tenía una mujer que me pegara los botones de la camisa, por eso me casé… Ahora no tengo camisa donde pegar botones”.

  • "Tu papá es un borrachín... Ese viejo se toma hasta la presión".

  • “Te juro que es cierto, por las cenizas de mi padre” -asegura él. Helvecia responde: “Oye, pero tu papá aún está vivo”; y alega Eduardo: “Sí, pero el viejo fuma como loco”.

  • "¡Se demoró tanto en ir al médico!... Cuando la vio el doctor, le encontró principio de autopsia ya".

  • "Ahora tu madre está bajo una losa que dice: aquí yace mi suegra / y yace muy bien / ella está descansando / y nosotros también".

  • “Puse un aviso en el periódico, en la sección matrimonial. Decía: ‘Estoy solo y desgraciado, busco un alma gemela’ y envié una foto tamaño postal... A la semana recibí una respuesta, un telegrama que decía: ‘Vi foto. Sigue solo, desgraciado’”.

  • "Andai más perdida que una gaviota en Bolivia".

  • “Mi señora tiene una pierna de madera… Se tiene que poner las medias con tachuelas”.

Una característica de la pareja era la sencillez escenográfica de la mayoría de las presentaciones en vivo. Salvo las veces en que participaban de algún sketch, también libreteado por la creatividad de Aránguiz, Los Morisquetos no necesitaban más que sus micrófonos y alguna hoja apuntando las líneas de la rutina a lo sumo, al estilo de los viejos radioteatros que también conocieron en su vida profesional. De hecho, trabajaron por buenas temporadas en esta clase de presentaciones también en las Radios O'Higgins y Minería. Con aquellos elementos les bastaba para hacer sus shows, confiando todo a la calidad de los textos y al talento dual del notable matrimonio.

Otra característica del dúo es que también había mucho juego de improvisación y algunas risas fuera de libreto, que fluían naturalmente entre ambos artistas, contagiando al público con esta característica que era tan marcada en el humor chileno de entonces. El dominio escénico de ambos era lo que permitía tales empalmes y saltos, algo que fue muy propio de los comediantes de aquella época y medio profesional.

Curiosamente, sin embargo, en la vida real Helvecia y Eduardo no podían ser más distintos a los personajes que interpretaban y a las formas en que se ofrecían al público. Ella, lejos de ser una mujer fea y malvada, era extraordinariamente bondadosa y generosa. Fue, en realidad, una mujer hermosa: sus colegas siempre la admiraron por su capacidad de desprendimientos insólitos. Se sabe que hasta salía por las noches con termos de café y sándwiches para repartirlos entre los mendigos y otra gente en situación de calle del sector de Independencia.

El Chico Aránguiz, en tanto, era un hombre de gran carácter y simpatía, nada parecido a su miedosa y ratonil representación de un marido intimidado. Gozaba de una enorme cultura y era un lector adicto; le gustaba la pintura, la fotografía y la historia, contenidos que a veces se presentaban también en sus líneas. Cuando algunos de sus admiradores lo detenían en la calle, además, él accedía alegremente a responder a su público y parece ser que era muy buen conversador, por lo que podía verse.

Con la ruina final de los grandes centros de las candilejas durante el segundo lustro de los setenta y el primero de los ochenta, Los Morisquetos completaron su transición a las estaciones de televisión, logrando espacios en donde gozaron de gran popularidad en programas familiares. Aunque continuaban haciendo presentaciones como dúo, también participaron activamente de rutinas con actores y comediantes de sketches, ya que siempre permanecieron vinculados la actividad de compañías como la de Daniel Vilches, desde los tiempos de las presentaciones del Bim Bam Bum y el Picaresque. Actuaron con Guillermo Bruce, Mino Valdés, Ernesto Ruiz y tantos otros iconos de la bohemia romántica que habían encontrado casa propia en los canales de la televisión abierta de aquella década.

Aránguiz también grabó cintas humorísticas con su colega Jorge Franco, destacando en ellas una famosa rutina con el funcionario tramitador que abusaba de la paciencia de un pobre sujeto hasta el punto de pedirle un certificado de defunsión, libreto que provenía de las presentaciones del Picaresque, precisamente. Este cassette fue popular en aquellos años, cuando había caído ya la actividad revisteril y el teatro humorístico de antaño.

Helvecia, en tanto, seguía en sus actividades profesionales como actriz paralelas al oficio del humor propiamente dicho. Como profesora de actuación hizo clases en un programa de la Municipalidad de San Ramón a inicios de la década del noventa, experiencia de la que surgió la Compañía de Teatro Antígona, agrupación que después tomó el nombre de la actriz y que ayudó a impulsar la carrera de varios artistas, algunos conocidos.

Desgraciadamente, la luz de alegría y trayectoria de Los Morisquetos comenzó a apagarse con la súbita muerte de Eduardo Aránguiz, el 4 de diciembre de 1996, suceso de dolió hasta lo más profundo a la comunidad de los comediantes chilenos y especialmente en su generación de artistas del espectáculo nocturno chileno, en donde era tan respetado. Hasta solo unas semanas antes del ataque que le arrebató la vida, se podía a ver con frecuencia a Aránguiz en las calles del centro de Santiago, especialmente por el sector de Ahumada, sin que algo hiciera sospechar que la muerte lo rondaba.

Helvecia, en tanto, continuó trabajando en la actuación profesional en el teatro y la comedia, tomando roles en programas de televisión, y algunas teleseries. En un segmento infantil "Zoolo TV" del canal Mega, incluso hizo la voz del personaje llamado la Vaquita Aurora, actuando allí también otros colegas suyos como Renata Bravo, León Murillo y Kurt Carrera. También daba clases de teatro en la Municipalidad de San Ramón; y en la estación de la Televisión Nacional, participaba en el programa "Motín a Bordo" junto a otros humoristas como Franco, Bruce, Eduardo Thompson y Gilberto Fatiga Guzmán. Volvió a Canal 13 para estar en los segmentos humorísticos del "Venga Conmigo", programa dirigido por José Alfredo Fuentes.

Empero, lo más importante para Helvecia en aquella última etapa de su vida, sin duda fue su incursión durante las noches en el programa "Morandé con Compañía”, en Mega, donde se reencontró con las figuras que la habían acompañado durante su larga carrera profesional: Vilches, Thompson, Paty Cofré, Franco, Chicho Azúa y, en etapas más nuevas, Ernesto Che Copete Belloni.

El cariño del público nunca le fue restringido a la actriz. Sus papeles como hermana fea, vieja cascarrabias, esposa bruja o hasta una jocosa parodia de la Reina Isabel, aún eran aplaudidas y valoradas a aquellas alturas de su existencia. Sus dúos con su amiga Paty también fueron celebradas en la televisión del trasnoche, especialmente en su sátira de dos engreídas gemelas. Constantemente, fue reconocida y ponderada por sus talentos no solo en la audiencia, sino por las generaciones nuevas de humoristas que la tuvieron por referente y alcanzaron a trabajar con ella. Venciendo los pudores, además, en el año 2005 decidió participar en un capítulo de la serie de TVN "El cuento del tío", donde realizó una divertida y comentada escena de intimidad de alcoba con el actor Rodrigo Muñoz, aunque ella se sintió engañada por el hecho de que este capítulo fuera transmitido en precisos momentos en que también aparecía en las pantallas de Mega para "Morandé con Compañía"… Es que Helvecia siempre demostró una lealtad sorprendente para con su gente y sus colegas, como si acaso sus integridades fueran pocas.

Además de su talento y buen humor, la veterana comediante seguía destacándose por su puntualidad, su sentido de responsabilidad y su disciplina profesional, misma que le hiciera merecedora del apodo de la Vieja Mártir entre sus amigos de toda una vida y compañeros de trabajo.

Y fue en este momento de reconocimiento y de vigencia, tras décadas de servicio a la comedia y a las tablas, que Helvecia decidió retirarse para siempre de la vida artística. Con la humildad y sencillez que siempre fueron distintivos en ella, quiso apartarse en silencio y sin grandes anuncios. Sin embargo, los productores del programa de Mega decidieron hacerle una despedida sorpresa y así, engañada, lograron convencerla de participar en una última rutina y rendirle un homenaje que marcó el fin de su carrera artística, luego de más de seis décadas de éxito, en marzo de 2006.

La despedida fue oportuna: durante el año siguiente, la salud de la actriz fue gravemente complicada por un accidente vascular. Muchos creyeron que la perdían y, por varias semanas la comunidad de los humoristas nacionales se mantuvo expectante. Paty Cofré incluso anunció ante los medios su temor de que sucediera lo peor, luego de visitarla.

Tras una parcial mejoría, Helvecia siguió retirada y lejos de las cámaras, sin dar noticias. Mas, volvió a caer grave en marzo de 2009. Presintiendo lo que venía, el mismo programa de televisión que había sido tan suyo en años anteriores, dedicó un capítulo especial a su trayectoria, el día 26 de ese mes. Tres días después, a las 18:00 horas, falleció a los 80 años en el Hospital Sótero del Río.

Es justo insistir, entonces, en que la partida de Helvecia marcó el final de la epopeya de esos dos Morisquetos que llenaron de risas y alegrías los escenarios de una de las épocas más bellas y recordadas del espectáculo popular chileno. ♣

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