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EL MÍTICO RESTAURANTE PEÑAFIEL Y LAS TRES B EN EL ALMA DEL MATADERO

Aviso del restaurante Peñafiel en el diario "La Nación", en octubre de 1918.

Por el final de calle Chiloé 2036 casi esquina Arauco, llegando a Franklin y cerca de donde está el actual acceso lateral al Mercado Matadero, existió durante largo tiempo una leyenda de la historia culinaria santiaguina: El Peñafiel, popular restaurante que después tomó el nombre Las 3 B, aludiendo a la apelación popular "bueno, bonito y barato". Más parecido a una quinta de recreo, también fue centro de entretenciones con juegos criollos y, según parece, alguna vez tuvo un área de venta de carne aquel mismo último nombre.

Retrocediendo un poco, en 1847 después de la adquisición de unos terrenos ubicados al suroriente de la capital, la Municipalidad de Santiago instaló en ellos un matadero que reemplazara al que había existido en el sector de la Alameda de las Delicias con la actual avenida Ricardo Cumming, en donde está la Iglesia de la Gratitud Nacional. El llamado a concurso destinó el proyecto de construcción y explotación a don Diego Antonio Tagle por un período de 21 años. Concluido el plazo, en 1868 el matadero pasó directamente a Municipalidad, siendo ampliada la infraestructura del complejo.

El ganado vacuno y porcino llegaba en cada jornada al recinto en donde los trabajadores lo sacrificaban y colgaban para iniciar el despostado. Por entonces, estos hombres solían pasear con delantales ensangrentados y un gran cuchillo al cinto; eran personajes rudos, de corazón duro, a veces provenientes de estratos muy modestos y famosos por su modo de vida disipado entre la bohemia obrera.

Una intensa actividad de hoteles, casas de remolienda, cantinas y comercio popular creció alrededor del Matadero, como era previsible. Hasta una medialuna de rodeo y tauromaquia llegaron a tener en esta comunidad. Su trajín comenzaba en horas de la madrugada, o acaso nunca dormía. Y en cada mañana salían desde el lugar los pesados cuerpos faenados de las reces, colgando en el llamado tren rojo o tranvía de la carne, que con su llegada a destino anunciaba el inicio de la actividad de las cocinerías en lugares como el Mercado Central, en cuyas puertas se reunían la juventud trasnochada y los beodos consuetudinarios esperando la ocasión de componer el cuerpo con un buen platillo.

Sin embargo, para quienes preferían o residían en el viejo barrio del Matadero, no era necesario alejaste para consumir todas aquellas enjundias tradicionales de la comida criolla y campesina, ya que el apreciado Peñafiel siempre tendría a la carta las bondades de la carne fresca a precios sumamente convenientes y con la fama de ofrecer algunas de las mejores recetas disponibles en el país.

El negocio fue fundado allí hacia el año 1875 por el comerciante Antuco Peñafiel, quien aparece en algunas reseñas también como Antonio Peñafiel. Es mencionado por Alberto Romero en "La mala estrella de Perucho González", mientras que Manuel Guzmán Maturana lo describe a él y su negocio en "Don Pancho Garuya", tras referise al barrio bravo del mismo matadero en la ruta hacia el restaurante, ubicado "en la calle de Chiloé frente al Matadero". En "Recuerdos de viaje de Buenos Aires a Chile", en tanto, Carlos María Urien recordaba en 1915 que el establecimiento era llamado también El Matadero.

El antiguo portal de acceso del Matadero, hacia el 1900, en el "Álbum de Santiago y vistas de Chile" de Jorge Walton, 1915.

Escenas del Matadero de Santiago en 1906, publicadas en la revista "Zig-Zag". Son retratados comerciantes y matarifes del recinto.

Los entonces recién estrenados carros del tranvía especial del Matadero conocido como el "tren rojo", que abastecía de carne fresca lugares como el Mercado Central y sus cocinerías. Imagen publicada por la revista "Sucesos" de octubre de 1914.

El flamante pabellón principal del Matadero, diseñado por el arquitecto arquitecto Hermógenes del Canto, en el "Álbum de Santiago y vistas de Chile" de Jorge Walton, 1915.

Otra vista del gran pabellón que aún existe, enfrente del patio principal (hoy, estacionamientos). Imagen publicada por la revista "Pacífico Magazine" en 1917.

Publicidad para el Peñafiel en "La Nación", a mediados de febrero de 1917 y cuando aún estaba en Chiloé 2026. Declaraba tener 42 años de existencia, a la sazón.

Guzmán Maturana describe El Peñafiel diciendo tenía un gran patio techado con totora y piso rústico de tablones, muy saturado de mesas para la clientela, al punto de que dificultaba el tránsito entre ellas. Había un mostrador en el ala derecha y en la izquierda estaban "los departamentos reservados, que no tienen mucho de tales, porque las divisiones de tablas, sin techo, establecen una indiscreta comunidad". Al fondo había una gradería que a veces se usaba como fonda de remolienda y reñidero de gallos, además "de estrado para las payaduras y cantos a lo humano y lo divino". También contaba con una cancha de palitroques, una de bolos, una de rayuela y hasta una vara de topeaduras, vestigio del pasado semi-rural de aquel lugar de Santiago. Y continúa el autor:

Todo lo que se sirve aquí es de primera calidad, como que los comestibles llegan directamente del Matadero. El gordo Peñafiel no economiza medios para atraer y tener complacida a la clientela. Sería inferirle una ofensa personal poner el duda la pureza de la chicha, la añejez de los vinos, la fortaleza del aguardiente o del coñac (...) En realidad, la chicha que nos sirven en el mesón está de mascarla, y nos repetimos el trago.

En poco tiempo de existencia, el boliche ya había llegado a ser el más cotizado de todo Santiago, objeto de homenajes y alabanzas a pesar de que el barrio del Matadero Municipal continuó siendo famoso por su bravura, concentrando una gran cantidad de cantinas obreras, espacios para el folclore urbano y algunos lupanares que fueron frecuentados entre los antiguos trabajadores del mismo lugar. El prestigio de don Antuco era tal, sin embargo, que su restaurante atraía a importantes personalidades con los aromas y sabores de parrilladas que hoy horrorizaría a vegetarianos y veganos. Guzmán Maturana destacaba especialmente "la sustancia de los caldos", la "ternura de las malayas" y "el adobo de los costillares de cordero y de los lomitos de chancho", además del "tamaño de las criadillas" que se servían en el local.

En su "Sabor y saber de la cocina chilena", Hernán Eyzaguirre Lyon aporta algo más sobre la relevancia que tenía el dueño de aquel sitio en tiempos cuando ya cobraban prestigio propio los restaurantes del Mercado Central de Santiago:

Con el omnipotente caldo de cabeza, el más solicitado para este efecto, le hicieron competencia a Antuco Peñafiel, quien en aquella época reinaba en el Barrio Matadero y se hizo además famoso con sus malotillas y chunchules, pues se cuenta que nadie las preparaba mejor.

Por su parte, Eugenio Pereira Salas informará sobre el establecimiento en sus "Apuntes para la historia de la cocina chilena":

Pero, sin duda, fue don Antuco Peñafiel del barrio Matadero, el afortunado dueño de Las Tres B, el rey del arrollado, la malotilla, para buen "causeo", la plateada con porotos picantes o los caldos de cabeza, local que se confundía con una abigarrada concurrencia, los "duros del farteo de la carne", matanceros, o los pijes que venían en coche de posta desde el Centro a saborear estas especialidades criollas.

Con el tiempo, el restaurante comenzó a hacer ostentación de su antigüedad y experiencia tomando el nombre del Antiguo Restaurant Peñafiel, título que tenía hacia los años del Centenario Nacional y cuando comenzaron a construirse las vecinas poblaciones Huemul y Matadero en aquellos lares.

Cuerpos de ganado vacuno colgados en los pabellones, ya puestos en actividad. Fuente imagen: revista "Pacífico Magazine", año 1917.

Pabellón administrativo del ingreso, en donde estaban los portones del Matadero. Aún existe y es conocido como el Edificio Portón del Faro. Imagen publicada por la revista "Pacífico Magazine" en 1917.

El Peñafiel, llamado ya Las 3 B y estrenando cocinas a gas. Aviso del diario "La Nación" de junio de 1925.

Reapertura del restaurante Las 3 B, bajo el mando de doña Juanita Quinteros. Aviso del diario "La Nación" en julio de 1926.

El restaurante y casa de cena Valencia,  que llegó a ocupar el ex local del Peñafiel en Chiloé 2026. Publicidad en la prensa, septiembre de 1928.

Nuevos edificios fueron levantados en el recinto del Matadero durante aquel período, obras encargadas al arquitecto Hermógenes del Canto. Así, a inicios de 1914 se inauguró el nuevo Matadero Modelo por el lado de Arturo Prat, entre Franklin y Placer, con presencia del presidente de la República más una comitiva de ministros y otras autoridades, celebrando la entrega oficial del nuevo recinto a la Municipalidad de Santiago. Contaban ahora con un espacioso Pabellón de Vacunos por calle Biobío y una sección de venta de carnes al por mayor.

Luciendo el Matadero aquel nuevo aspecto, entonces, vendrá después la época en que el negocio de don Antuco quizá haya sido visitado por las hermanas Violeta e Hilda Parra, durante sus correrías por aquel barrio del Matadero cantando canciones por monedas en los innumerables boliches del sector. Eyzaguirre Lyon agrega, además, que en aquellas décadas el restaurante aún tenía vigencia pero ya competía con propuestas nuevas:

Entre los mejores lugares para servirse comida chilena seguía siendo el más notorio Las 3 B de Antuco Peñafiel, en el Matadero; pero por ese entonces había abierto sus puertas el Huaso Adán, en Mapocho, cuyo dueño, de apellido Adán, atendía a su clientela con atuendos de huaso.

Para octubre de 1918, el Antiguo Peñafiel seguía en su mismo lugar histórico y publicaba un aviso en el diario "La Nación" en donde invitaba a los lectores a probar sus siempre abundantes platos:

Establecido 43 años en propio local; único en el ramo por la especialidad de sus caldos y exquisita comida, donde se comen las sabrosas malayas al estandarte, las deliciosas criallidas al canapé, el famoso caldo de sustancia con media cabeza de cordero y el verdadero valdiviano a la chilena, con charqui de primera, especialidad de la casa.

Se recibe órdenes para banquetes. Salones especiales para familias.

En ese año, el Peñafiel ya competía con otros reputados establecimientos del barrio como el Restaurant Casino Matadero, del comerciante de origen italiano Leonardo Papapietro, quien fue también dueño del Venecia de Bandera con San Pablo. El Casino Matadero tenía sus cuarteles en calle Franklin 1000-1004, hacia la esquina con Arturo Prat en donde está ahora el Paseo Franklin, restaurante con salones reservados, orquesta, salones de billar, canchas de rayuela y bocha. En la misma calle estuvo Las Tortolitas, famoso por sus porotos granados, y el Chépica, en Chiloé con Franklin. Años más tarde, llegaba a Chiloé 1950 el restaurante del Club Radical conocido como Donde Alfredo, también apreciado ya hacia mediados del siglo y competencia de otros más cercanos al Matadero.

Como no era algo menor compararse con el decano culinario de los maestros, muchos lo hicieron o lo intentaron. El mismo Eyzaguirre Lyon dice que don Fidel Sepúlveda, patrón del restaurante Los Hermanos que existió en un hotel del mismo nombre hasta incendiarse en tiempos la Guerra Civil de 1891, en donde se ubicó después el pasaje Unión Central (actual Bombero Adolfo Ossa, entre Ahumada y Bandera), "era en el centro de la capital lo que Antuco Peñafiel en el barrio Matadero". Así, siguió siendo siendo un tremendo e importante referente en el comercio recreativo y gastronómico de la ciudad, al punto de que, cuando el dancing comedor Torre Eiffel debutó en calle Rosas 1023, su publicidad de 1934 prometía: "Cocina chilena e internacional de 1.ª, similar al antiguo Peñafiel". De hecho, ofrecía al público una fuente para glotones llamada la Bandeja Peñafiel.

Sin embargo, parece que las identidades del Antiguo Peñafiel y Las 3 B, que ya señalaba dirección en Franklin 841 de frente al Matadero, habrían separado caminos en algún momento, si seguimos estrictamente lo que se desprende de comentarios como los formulados por Joaquín Edwards Bello  en “La Nación” del jueves 11 de mayo de 1939, al decir que si “un joven hereda y se dedica a la mala vida, aficionándose a remoler en las Tres B, donde Peñafiel y el Huaso Adán, no implica ningún desastre para la economía nacional”.

El negocio de Las 3 B había estrenado cocina a gas en junio de 1925, dejando atrás la época de fogones, hornos de barro y hornillas de campo. Para la ocasión, el sábado 20 de aquel mes, ofrecía los siguientes platos: caldos de criadillas, de gallina y de pavo con chuchoca; malaya y chunchules asados; perdices, tórtolas, "gran surtido de mariscos", costillar de cerdo con puré, porotos, "niñitos envueltos de chancho", lengua nogada, pollo al champiñón, fan de vainilla, frutas, té, café y un obsequio especial para los clientes: "una botella de exquisito vino Zavala", viña después llamada Tarapacá.

Vista actual de la calle Chiloé hacia Franklin, con las instalaciones del Mercado del Matadero al fondo, en el sector por donde estuvo antes el Peñafiel.

El antiguo acceso al actual Mercado Matadero y sus galpones, por el lado de calle Arturo Prat.

Edificio en donde estaba el antiguo Portón del Faro, en Arturo Prat con Biobío.

Pabellones adjuntos al gran patio, en la actualidad usados por puertos comerciales.

El pabellón principal de 1914 en nuestros días, frente al gran patio convertido en estacionamientos.

Vista del mismo pabellón desde enfrente, en la plazoleta circular del gran patio con estacionamientos.

Sin embargo, cuando ya estaba capitaneado por doña Juanita Quinteros B., Las 3 B debió cerrar un breve tiempo, posiblemente por alguna clase de modificaciones en el lugar. Reabrió recibiendo a su clientela en julio de 1926. La familia dueña mantenía su residencia en la misma dirección de la quinta, además. 

Y el poeta Pablo de Rokha lo elogiaría más tarde, en su "Rotología del Poroto", seducido por sus sabores y aromas criollos:

Con chunchules son los carajos de buenazos, pues deben comerse como espantosamente

por Matadero adentro, en las antiguas cocinerías cuadrinas, o en "Las 3 B", por ejemplo, a la ribera fluvial-forestal de las damajuanas que son estatuas a las tinajas, con las más bonitas "niñas de la vida" o señoras medio putonas, aliados al caldillo de criadillas, a la molleja carrilana y maliciosa, al guiso de tronco, acomodador de las glándulas de los ancianos desaforados y la juventud remoledora...

Por la misma época, la casa de Chiloé 2026 había pasado a ser el restaurante y casa de cena Valencia, local con salones de banquetes, orquesta típica y abierto hasta las 4 horas de la madrugada. En su publicidad de 1928, se presentaba también como el "antiguo Peñafiel", estableciendo así la continuidad con el antiguo y para entonces ya desaparecido antiguo negocio.

Sin embargo, a pesar de las grandes inversiones, el famoso Matadero  Modelo o Municipal de Santiago ya venía transitando con algunos tropiezos. En 1929, justo cuando comenzaba la crisis económica, la administración fue fusionada con la Jefatura de la Inspección Veterinaria con el objetivo de acentuar los controles sanitarios en el lugar. Una gran concentración de comercio formal e informal se reunió alrededor del mismo durante aquella década y la siguiente, formando un gran mercado de vituallas, productos agrícolas, artículos, antigüedades y todo lo que aún puede encontrarse en esos laberintos. Y, en 1944, durante el gobierno de Juan Antonio Ríos, el Matadero y sus carnicerías fueron intervenidas en un intento por controlar los problemas de abastecimientos y precios.

En tanto, la ciudad había seguido creciendo e iba absorbiendo el paisaje del valle mucho más allá de los territorios de los matarifes y sus "picadas". La época del antiguo tren urbano y los tranvías que llegaban hasta allá iba en retirada, además, y mucho del antiguo Matadero se había seguido convirtiéndose en un gran mercado popular con aspecto de feria, originando espacios vecinos como el Persa Biobío. Finalmente, fue cerrado en los años setenta tras la construcción del más moderno e implementado Matadero de Lo Valledor, en donde está actual Mercado Mayorista del mismo nombre.

Aunque parece que su nombre fue retomado por otros boliches, nada quedaba para entonces del original y antiguo Peñafiel o Las 3 B, desaparecido hacia mediados del siglo XX, calculamos: timoneado ahora por un posible hijo de doña Juanita (B. Menores Quintero), el espacio que ocupaba para entonces en la señalada dirección salió a remate judicial en abril de 1945, con un avalúo fiscal de $119.500. Llegaba entonces a su fin, con toda aquella semblanza más clásica y tradicional del viejo Matadero Municipal de Franklin.

El primer lugar que le perteneció al establecimiento en calle Chiloé 2026 hoy es un estacionamiento con pequeños inmuebles laterales, en donde habitan los cuidadores. ♣

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