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EL DESPERTAR DE LAS INDUSTRIAS FONOGRÁFICA Y DISCOGRÁFICA CHILENAS

Publicidad para los fonógrafos de la casa Pathé en la revista "Zig-Zag" de inicios de mayo de 1906. Garrido y Menare observan que, en el dibujo del cilindro fonográfico, este está señalado con el nombre "Canción Nacional", que parece corresponder a la versión grabada por el sello pionero chileno Fonografía Artística de Efraín Band.

Hasta los años veinte, casi todo el material fonográfico y discográfico que podía encajarse en románticos aparatos como las viejas victrolas, lo constituían discos traídos desde el extranjero. Esta dependencia hacía parecer casi una quimera la posibilidad de producir disquería dentro del mismo país, por falta de desarrollo de la tecnología y del mercado. En consecuencia, había también una sequía de artistas nacionales en aquel formato, algo prácticamente generalizado.

Sin embargo, la bonanza de los tiempos del salitre había permitido comenzar a dar por superada la época de las partituras impresas, heredadas del siglo XIX y destinadas a orquestillas y músicos de salones. Pionero del rubro fue el inmigrante ruso Efraín Band Blumenzweig, quien se dedicó a la experimentación técnica hacia el cambio de siglo iniciando un negocio de venta de fonógrafos de soporte cilíndrico, impulsores de la posterior tecnología discográfica. Hay pruebas de que Band ya se encontraba en estas actividades en 1903, de acuerdo al estudio de Francisco J. Garrido y Renato D. Menare para un artículo de la “Revista Musical Chilena” (“Efraín Band y los inicios de la fonografía en Chile”, 2014).

Los cilindros para fonógrafos que llegaban a Chile eran por entonces, en su gran mayoría, de la compañía francesa Pathé Frères. Aunque eran la moda en muchos círculos, estaban lejos de corresponder a registros de música popular: se trataba más bien de óperas, arias, música instrumental de bandas o de solos. Sin embargo Band decidió iniciar su propia casa de grabación asociada a la firma francesa, bautizándola Fonografía Artística. Si bien no corresponde a la tecnología de grabación de discos propiamente tal, sí representa un importante antecedente o anticipo de su presencia en el país.

Según precisan Garrido y Menare, el primer cilindro fonográfico de Fonográfica Artística fue la grabación de la canción nacional a dos voces y piano, apareciendo aludida en publicidad de casa Pathé en la revista “Zig-Zag” del 6 de mayo de 1906. En las páginas de la misma edición, sin embargo, ya salían avisos con las ventas de gramófonos, tecnología que se perfilaba como su severa competencia. También se sabe que Band realizó registros de temas folclóricos en el período y que alcanzó a registrar varias grabaciones de cilindros todavía después del Centenario Nacional.

Empero, el fonógrafo ya venía dando señales de ir quedando atrás a la sazón, siendo superado casi totalmente en 1910 por el gramófono, aparato que fomentaba en el comercio una sucursal de la compañía estadounidense Victor Talking Machine cuando llegó a Chile, distribuyendo a través de las firmas Pathé y Curphey. Aparecieron así las primeras casas comerciales para venta de discos para gramófonos y las clásicas victrolas, accesos que democratizaron mucho las posibilidades de la sociedad de disfrutar de  estas comodidades y llevar a instancias más populares lo que antes era considerado más bien un lujo.

Dejando paulatinamente atrás la fonografía, entonces, Pathé se dedicó a la fabricación y venta de discos en el mundo a partir de 1907. Aquel año, la casa Band ya estaba involucrada en el mismo negocio pues hay pruebas de que algunas matrices suyas fueron prensadas por entonces en Estados Unidos por la Columbia Phonograph Co., aunque con una tecnología de discos flexibles que no fue bien acogida en el mercado.

Imágenes publicadas por Garrido y Menare. De izquierda a derecha: retrato de Efraín Band, etiqueta de una caja de cilindro de la casa Fonografía Artística y etiqueta de una producción de la casa Disco Águila.

Aviso de venta de fonógrafos en la casa Pathé, en el revista "Zig-Zag" de 1905.

Aviso de la obra "La Fiebre del Fonógrafo" del popular actor Pepe Vila, satirizando sobre la moda de estos aparatos en 1905. Publicada en la revista "Zig-Zag".

Aviso de la revista "La Ilustración" en 1905, para los fonógrafos de la casa Pathé.

Gramófomos Columbia, en publicidad de la revista "Zig-Zag" de 1906.

Discos y gramófonos de la misma casa Columbia, publicitados en revista "Zig-Zag" de 1906.

Publicidad para la casa gramofónica Columbia, publicada también en la revista "Zig-Zag" de mayo de 1906.

De todos modos, el emprendedor Band dejó atrás los cilindros fonográficos y también se concentró en la producción de discos, con su taller en la casa de calle San Isidro 218, antigua residencia de Santiago que aún existe en el cruce de esta calle con Curicó, frente a una pequeña plaza. De acuerdo al señalado estudio, había adquirido esta propiedad en 1902, por veinte mil pesos de la época. Agregó a aquel inmueble un galpón de trabajo, según detalla la señalada dupla de investigadores:

…Fonografía Artística contaba con una serie  de  sucursales  de  distribución  en  algunas  de  las  principales  ciudades  del  país, por lo que debía producir un constante stock para abastecer su negocio. Las copias eran editadas a partir del archivo de matrices de la propia compañía y se le asignaba a cada grabación una numeración distintiva. El número indicado en la etiqueta correspondía al número de matriz escrito con punzón sobre el disco original  de  cera  sin  incluir  el  número  de  toma  que  este  último  podía  tener  a  continuación. El nombre de los intérpretes no se indicaba en la etiqueta de estos primeros discos, salvo algunas excepciones a fines de los años diez. Tal es el caso de la Sra. Aída Cuadra, interpretando Mi noche triste y La corsetera de Montmartre, acompañada al piano por Mme. Ducaud, en el disco Nº 2088-2083; algunos registros de la tonadillera Roxana; la Orquesta Grazioli, interpretando el vals Antofagasta de Armando Carrera y el “Discurso del candidato presidencial de la Alianza Liberal, Sr.  Arturo  Alessandri  Palma”.  Es  posible  que  esta  omisión  se  haya  debido  a  la  poca relevancia como tales de los artistas, a los cuales se les pagaba un valor fijo por cada interpretación. Diferente pudo ser el caso de Roxana, la misma que en 1917 bailara un tango con Carlos Gardel en el Teatro Olimpo de Viña del Mar; de la Sra. Aída Cuadra, que también grabó algunos discos para la Víctor Talking Company en junio de 1917, durante la visita de los equipos de grabación itinerantes de dicha compañía y de la Orquesta Grazioli, que pudo estar dirigida por el violinista Ubaldo Grazioli.

Aquel paso fundamental había convertido a Band en el primer fabricante discográfico del país, usando el sistema de galvanoplastia y una máquina de vapor para fundir el material, correspondiente a pasta shellac. Trabajaba en el lugar con asistencia técnica del alemán Carlos Kupferschmidt; las ventas de los discos eran en Huérfanos 909 y, más tarde, en Estado Nº 359. Llegó a tener sucursales en Iquique, Antofagasta, Valparaíso y Concepción. También se implicó en la actividad cinematográfica, que parecía ser algo redituable en esos momentos.

Gran importancia tenía por entonces en la importación de rollos de películas y discos fonográficos a Chile otra casa histórica: la de Max Glücksmann, astuto empresario de origen austríaco establecido en Buenos Aires y competidor de Band quien, desde los años del Centenario cuanto menos, estaba haciendo una gran contribución al desarrollo de la cinematografía, trayendo películas internacionales, abasteciendo de las más cotizadas cintas del momento a los biógrafos del cine mudo y quedando en sus manos algunos de los principales teatros de cinema que hubo en el Santiago de entonces.

Sucedió, también, que la introducción de las tecnologías de radiodifusión permitió que los micrófonos facilitaran las grabaciones llamadas “ortofónicas” a partir de 1925, gracias a las amplificaciones por válvulas de vacío. Esto aumentaba la calidad y la amplitud del sonido que era posible registrar. La irrupción exitosa de la tecnología de la radiodifusión haría el resto en esta vertiginosa historia.

Visualizando las posibilidades del mercado, entonces, Glücksmann aprovechó sus contactos en Europa para iniciar una producción propia y abundante de discos fonográficos en Chile, asociados a la gran productora europea Odeón, algo que hacia aquellos días realmente parecía imposible o acaso insostenible, de la misma manera que antes se supuso lo mismo con relación a la actividad filmográfica. El resultado de este proyecto fue el nacimiento de la compañía Disco Nacional Odeón, sucursal de la alemana en Chile que resultó esencial para el desarrollo de los registros y ventas de la escena artística y musical locales.

Odeón inició operaciones en Chile en 1927, detonando al instante una explosión de progreso y consumo cultural que llevó nombres también al extranjero. En solo unos pocos meses prensando discos, la apuesta de Glücksmann demostró haber sido un acierto notable y la disquera ya estaba colmada de proyectos de producción para artistas nacionales, desde los consagrados hasta los nuevos valores que llevaban años esperando su oportunidad de grabar. No se exagera al decir que el gremio de los cantantes, instrumentistas, orquestas, dramaturgos, poetas, locutores y músicos en general, contrajeron una deuda eterna y transgeneracional con el empeño visionario del empresario.

También se establecieron grandes instalaciones de la Odeón en Santiago, construidas especialmente para la empresa con talleres, máquinas, prensas y equipos grabadores e impresores de última generación, inversión de un millón de pesos de la época. Su primer gerente general fue Martín Rosenbaum, quien se hizo cargo de las manufacturas y de abrirle paso al progreso industrial en esta área. La publicidad de sus primeros tiempos ya ofrecía cueca, tonadas, tango, vals, foxtrot, charleston, boleros, couplets, jazz y todos los demás éxitos de la música popular del momento. Su sede principal de oficinas estaba en Ahumada 91.

Casi de inmediato, la casa Odeón también puso en marcha un procedimiento en que un grupo de intelectuales y creadores chilenos entregaban producciones propias a la disquera; esta se encargaba de grabarlos en los discos que, después, distribuiría por todo el territorio. Entre ellas estuvieron los sonetos recitados por Alejandro Flores en un mismo disco: “En vano” de Arturo Capdevilla, “Mi vieja herida” de Pedro Sienna y “La noche”, obra del propio declamador. Otros trabajos recitados por Flores y que aparecieron en discos de la compañía fueron “Malhaya tu corazón” de Ignacio Verdugo Cavada, “La marcha triunfal” de Rubén Darío, la “Invitación al hogar” de Baldomero Fernández Moreno, “El metro de doce” de Armando Nervo y “Cantares” de Manuel Machado.

Otras composiciones de Flores incluían canto y recitación, en las que participaba su esposa Carmen Moreno, como “Mariposita” de Juan Martínez Abades. “Es de desear que la Casa Glücksmann persevere en su propósito de acrecentar la producción de obras chilenas secundando así el espíritu nacionalista de que estamos todos animados”, decía al respecto el diario “La Nación” del viernes 29 de agosto de 1930.

El catálogo de artistas del sello prácticamente se armó solo, con una primera generación de “colaboradores” entre los que estuvieron Javier Rengifo, Carlos Melo Cruz, Arturo Arancibia, Emilio Balcaidt, Esteban Jiménez, Jorge Moraga, Julio Toro, Andreas Valvetty, Eugenio Retes, Daniel Moreno, Hernán Esponda, Armando Carvajal, Lautaro García, Delia Smith de la Fuente, Camila B. de Zañartu, Carmen Moreno, Idilio Valdivieso, Zunilda Carrasco, Felipe Páez, Elena Deichler Luciano López, Raúl Iriarte, Ernesto Gómez y otros mencionados en el libro “Chile en Sevilla” de los expositores de la Feria Mundial de 1929:

Podemos agregar a lo anterior que hasta el momento la Casa Glücksmann no ha omitido esfuerzo alguno para que su industria de grabación de discos fonográficos adelante día a día. Así es como ha abierto concursos entre los artistas nacionales para premiar las mejores canciones y las mejores voces con lo cual ha contribuido al mantenimiento y éxito de los valores artísticos del país que ahora, lo que no ocurría antes, pueden vivir de sus producciones. Un solo artista chileno ha cobrado en el espacio de los tres o cuatro meses, quince mil pesos por sus producciones en los discos “Odeón”. Este solo detalle demuestra hasta dónde llega la importancia de su fabricación en el país.

Max Glücksmann con la fabricación de los discos “Odeón” contribuye también a la propaganda del país en el extranjero, pues envía a varios países de Europa, en cuyas grandes ciudades tienen intercambio con productores similares, los mejores discos grabados en sus talleres. Estos son reproducidos dando a conocer la música chilena en regiones donde el nombre de Chile y sus valores artísticos eran desconocidos. Este hecho beneficia también a los artistas, pues por las reproducciones en Europa se les pagan igualmente, derechos.

Anuncio publicitario de la marca Victor en la revista "Zig-Zag", año 1913. Había triunfado ya la industria discográfica en el mundo del registro de audios.

Publicidad para las antiguas victrolas de la compañía Víctor, en una revista "Zig-Zag" de 1913.

Publicidad para la casa Odeón en revista "Familia", en julio de 1924. Fuente imagen: Memoria Chilena.

Portada del "Catálogo General de Discos Odeón", de 1937, publicado en Valparaíso. Fuente imagen: Biblioteca Nacional Digital.

Inauguración de la fábrica de radios RCA Victor en avenida Vicuña Mackenna 3333, en revista "En Viaje" de mayo de 1940.

Aquel nuevo gran paso dando origen a la alta industria discográfica fue el que permitió que los artistas chilenos pudieran ser conocidos en el Viejo Mundo, gracias a los múltiples nexos con la industria. Esto resultó en una enorme apertura para la escena chilena, generadora de grandes expectativas y posibilidades para la actividad musical y artística, hasta entonces atrapada en las limitaciones del público local. Del mismo modo, facilitó la distribución masiva del material musical en las casas radiales y su difusión cultural, dejando valiosos registros musicales y de audios para la posteridad.

También en 1927, el recién asumido gobierno de Carlos Ibáñez del Campo creó la Industria Fonográfica Chilena, destinada a representar y prensar en Chile las grabaciones de las matrices de Odeón que Glücksmann traía a Sudamérica, entrando así la música de salón de las orquestas del momento y nuevos estilos de baile festivo, por ejemplos.

Un año después de aquella puesta en marcha, haría lo propio la compañía estadounidense Victor Talking Machine, armando su respectivo catálogo de artistas nacionales partiendo por los que ya tenía en nóminas desde 1917, pues había estado enviando agentes técnicos para que hicieran registros fonográficos en matrices de cera que después se remitían hasta sus cuarteles en New Jersey. Este paso fue enorme en el desarrollo del medio artístico, por consiguiente.

La Victor instaló también un moderno estudio de grabación en Santiago y puso en obras la nueva firma Victor Talking Machine Chile Inc., en 1930. Coincidentemente, la empresa mayor se fusionó con Radio Corporation of America no mucho después de instalada su fábrica chilena, creando el gigante RCA Victor, lo que facilitó la masificación y amplia difusión de los artistas nacionales en otros mercados, además de impulsar más aún la actividad radial tanto desde la fabricación de aparatos como la producción del material musical que sonaría en el dial. Su cuartel general quedó instalado en el entonces barrio industrial de avenida Vicuña Mackenna 3333, edificio de 1939 diseñado por el arquitecto Eduardo Knockaert y que, más tarde, pasó a ser la compañía IRT. Después fue ocupado por la comercial artículos de oficina y papelería Rhein.  Desde 1940, Victor había tenido allí su fábrica de aparatos de radios.

Glücksmann, en tanto, se jactaba de ofrecer mejor calidad que las fábricas competidoras, manteniendo en estricto secreto varios detalles de los procesos y materiales usados en su producción de sus discos que se vendían como superiores al resto. Odeón organizaba audiciones en radioemisoras como Radio Hucke, procurándose así tener siembre un catálogo fresco de artistas. En sus primeros lanzamientos se repetían mucho los nombres de la orquesta del maestro tanguero Canaro, los Huasos de Pichidegua, la orquesta de Firpo, la de Bernardi, la artista Diana Lavalle, el Dúo Ruiz Acuña, J. Silva Salinas, La Argentina (Antonia Merced), la Jazz-Band, etc. Odeón parece haber sido responsable de popularizar en el país, además, el sonido de la Banda Municipal de Madrid y de la Orquesta de Bohemios Vieneses, entre otros artistas exóticos, fuera de ser una de las principales proveedoras de discos de Carlos Gardel en el mercado chileno al comenzar la fiebre del tango

A todo esto, desde fines de los años veinte e inicios de los treinta, las ventas de discos en Santiago se concentraban en tiendas como casa de Hans Frey, en Estado 196 esquina Agustinas y en Alameda 2652, seguida de la Curphey y Jofré Ltda. de Ahumada 200, Otto Becker Ltda. de Ahumada 113, Fonografía del Pasaje en la galería del pasaje Matte 25, Casa Rau en Ahumada 31, Francisco Barbat en el Portal Edwards, Jaramillo y Cía. en 21 de Mayo 659, The University en Bandera 31,  José Merchant en Esmeralda 813, Casa Cosmos de Catedral 1047, Casa Columbia de Estado esquina Plaza de Armas, Casa Grau en San Antonio 341-345 y la sección discográfica de Gath y Chaves en Estado con Huérfanos, entre varias otras que se haría demasiado extenso señalar. Estas casas solían vender también aparatos radiorreceptores, así que su actividad en la industria sonora de entonces era práticamente completa.

Edificio de la fábrica RCA Victor en avenida Vicuña Mackenna hacia 1940-1950, cerca de la actual Estación Metro Rodrigo de Araya en la comuna de San Joaquín. Fuente imagen: sitio En Terreno Chile (subida por Gonzalo Fernández).

Imagen del maestro tanguero Armando Bonansco en la publicidad de la Gran Quinta Rosedal, año 1945. Como era uno de los artistas oficiales del sello discográfico Victor, aparece acompañado con la hermosa imagen de marca de la misma casa ("La voz de su amo", representando a un can que escucharía la voz de su dueño ya fallecido, en un fonógrafo).

Carátula del disco "Casa de Canto" de Margot Loyola, con sello RCA Víctor de 1966. La ilustración retrata un típico establecimiento folclórico de aquel tipo que da nombre a la obra.

Vista actual de la que fue la sede de la casa fonográfica y discográfica del señor Band, en calle San Isidro 218, Santiago.

Sector en donde estaba la fábrica de discos Odeón, en calle Libertad 1273 de Santiago. Fuente imagen: Google Street View.

Las ex dependencias de la fábrica de aparatos radiales de RCA Victor aún están en pie, aunque en desuso, en la dirección de Vicuña Mackenna 3333, San Joaquín.

En aquel momento, sin embargo, el precursor Band se había alejado mucho de la producción de artistas nacionales de calidad a causa de la despiadada competencia, algo que condenaría a su negocio. Llegó a “piratear” discos de la firma italiana Fonotipia en este período, a los que siguieron otras copias de trabajos de Odeón, Victor, Columbia, Gennet, Brunswick y Discos Nacional Odeón que producía Glücksmann en Argentina, incluyendo los de Gardel. El estudio sobre Band señala que trabajaba también con un sello llamado Discos Águila, activo desde los días del Centenario, y otras marcas de corta duración como Mundial Records y Mignon.

El iniciador de la fonografía en el país falleció en su casa-taller de discos, en octubre de 1936… Curiosamente, en aquel momento el introductor de los registros sonoros se había quedado sin voz, a causa de un cáncer que obligó a extirparle las cuerdas vocales, pagando tributo a sus años de fumador empedernido. Hoy, su exfábrica de San Isidro figura ocupada por el dispensario y el policlínico del Instituto Caridad Hermandad de Dolores.

Junto a otras compañías fonográficas que establecieron fábricas propias, como Brunswick, Palophon, Columbia Company y Discos Pathé, la producción nacional había entrado a una época de leche y miel de gran influencia en la década del treinta y su transición hacia la época bohemia y revisteril que siguió al arribo del cine sonoro, como nueva expresión dominante del teatro recreativo de esos años. Después, se sumarían al club industrial los sellos Mercury, CRC, Decca, Atlantic Records, London, o Capitol, que eran distribuidos por las empresas principales en Chile.

Para los años cincuenta, RCA Victor y Odeón, asociada  esta después como EMI-Odeón con su planta en Libertad 1273 de Santiago desde la década anterior, eran todavía las principales compañías grabadoras y fabricantes de discos en el país. Innumerables vinilos de tamaños single, EP, o LP que hoy son desde tesoros de coleccionistas hasta mera decoración en los muros de pubs con temáticas vintage, sobreviven con el nombre de artistas o grupos nacionales y el logotipo de aquellas compañías.

Finalmente, cabe indicar que la industria discográfica chilena había sido sostén de desarrollo de gran parte de la bohemia y diversión nocturna, además de un inmenso apoyo para el teatro, las funciones itinerantes y otras manifestaciones artísticas que usaban la música como un recurso. Las estaciones de radio iniciaron una nueva etapa al contar con material discográfico nacional y la influencia de los fenómenos musicales del período.

Dicho de otro modo, la masificación del incipiente rock & roll, la proliferación de nuevas bandas o solistas, la popularización-adaptación de la cumbia en el repertorio nacional y el movimiento de la Nueva Ola chilena que se extendería desde fines de los cincuenta hasta inicios de los setenta, habrían sido imposibles sin la herencia de aquella valiosa industria disquera local. ♣

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