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TIEMPOS DE PASEOS Y EXCURSIONES AL SALTO DEL AGUA

El Salto del Agua de Santiago en ilustración que acompaña al "Diario" de María Graham, publicado en 1824.

El famoso "Diario" de la británica María Graham decía en sus anotaciones del 29 de agosto de 1822 (mientras se encontraba en la ciudad de Santiago) algo que servirá de introducción a este contenido:

El juez Prevost, que siempre está pronto a satisfacer mis deseos de ver todas las cosas interesantes de Chile, Mr. De Roos, doña Mariquina y don José Antonio Copatos, algunos jóvenes ingleses y yo, fuimos a caballo al Salto del Agua, única obra de los antiguos araucanos que queda en los alrededores de la capital. Atravesamos el Mapocho por el magnífico puente de piedra construido por don Ambrosio O'Higgins, y después de recorrer el barrio de la Chimba, famosa por su bien montada cervecería y sus salazones de cerdo, nos dirigimos a la fábrica de pólvora, actualmente ruinosa.

(...) Desde los molinos de pólvora el camino sigue por una llanura baja y fértil, regada por numerosos canales artificiales y rodeada de cerros. Al pie de uno de más escarpados contemplamos el agua del Salto, que, conforme a su nombre, salta de roca en roca desde la cumbre, ocultándose a veces detrás de tupidos matorrales, brillando otras al sol de mediodía.

Los que han visto las Cascatelle de Tívoli han visto lo único que yo recuerdo comparable con esto; pero aquí no hay casa rústica de Mecenas que corone la cima del monte, ni templo de la Sibila que dé a la escena el encanto de la poesía clásica. Permanecí algunos minutos separada de mis compañeros; y mientras una densa nube desprendida de los Andes avanzaba lentamente por el cielo, podría haber imaginado, imitando las fantasías de Ossián, que esa nube era el alma de algún antiguo cacique que, al par que lamentaba el olvido de su nombre y las desventuras de su pueblo, soberano un tiempo de estas tierras, se complacía en contemplar los ruiseños campos cultivados que él contribuyó a hacer fructíferos con su trabajo, más no, quizás, en verme a mí, uno de los blancos hijos del Oriente, de donde recibirían la libertad los hijos de los primeros dueños de este suelo.

Sea como fuere, ello es que la nube pasó, y mi animoso caballo comenzó a trepar por uno de los más escarpados caminos que jamás pensara escalar cuadrúpedo alguno, a no ser una cabra montés, tal que luego me asaltó el pensamiento de que, según todas las probabilidades, no tardaría en ahogarme en alguna de esas corrientes, después de haber cruzado el inmenso océano sana y salva. Sin embargo, caballo y jinete encontrábanse poco después ilesos en la cima del peñón, a unos doscientos cincuenta pies, antes más que menos, sobre la cumbre, de donde divisamos por primera vez el Salto, y en la cual hay un pequeño villorrio. Me bajé del caballo, y con la ayuda de dos de los compañeros atravesé uno de los canales para dominar el conjunto de la obra y de las caídas del agua.

No habíamos descendido, perceptiblemente al menos, desde que salimos de Santiago; sin embargo, aunque habíamos trepado el escarpado peñón del Salto, nos encontrábamos aún en el llano de la ciudad, con un elevado cerro entre ella y nosotros, de bases desiguales, de modo que la falda norte descansa bajo las cascadas y la falda sur sobre ellas. A uno y otro lado la región parece a la simple vista perfectamente a nivel.

Las impresiones y observaciones de la viajera fueron acompañadas de una ilustración en su diario cuando ya publicado, retratando el aspecto de aquel Salto del Agua o Salto de Araya, como también se le llamó por entonces extendiendo su denominación a todos aquellos parajes, arrabales y luego barrios cercanos. Corresponde a la caída del canal de regadío agrícola con el mismo nombre, también llamado Acequia Madre de Huechuraba, hecho en tiempos de influjo administrativo incásico sobre el valle del Mapocho y previos a la llegada de los conquistadores hispanos, según señalan crónicas coloniales y reafirman autores como Aurelio Díaz Meza en sus "Crónicas de la Conquista" y Gonzalo Piwonka Figueroa en "Las aguas de Santiago de Chile". El responsable de las obras habría sido el curaca Vitacura, de cuyo nombre procede el de la comuna así llamada.

El caudal que lo alimenta es tomado desde del propio río Mapocho, más arriba. Por su ubicación periférica y casi en el borde del valle mapochino, sólo unos cuantos senderos rústicos salvaban a este lugar de un total aislamiento, permitiendo así la llegada de los paseantes y aventureros, por lo corriente en monturas. Pedro Pablo Figueroa había dejado escrito, además, que El Salto era "un lugar en donde el conquistador Pedro de Valdivia tuvo el pensamiento de fundar la ciudad de Santiago", en su obra titulada "Vida del general don Juan O'Brien".

Si bien las descripciones de María Graham fueron formuladas en los primeros años de la vida independiente de Chile, resultaron en una elocuente demostración de dos hechos importantes sobre el sector que después sería denominado Pirámide de El Salto, en la actual comuna de Vitacura:

  • Primero, cuán antigua era su fama como lugar de paseos para la ciudadanía, especialmente entre los siglos XIX y parte del XX, tomando principalmente el camino de la actual avenida El Salto para llegar desde la ciudad hasta aquel páramo.

  • Y, en segundo lugar, anticipa que a pesar de los cambios no cambiará mucho el rol recreativo de aquel destino, cerca de un siglo después de la visita de la escritora, aunque con las comprensibles innovaciones que progreso y desarrollo lleguen a todos los rincones en contacto con áreas urbanas.

La historia de El Salto es extensa, entonces. El hermoso lugar de paseos y tardes a aire libre ya había sido descrito en tiempos coloniales por el jesuita Alonso de Ovalle, en su "Histórica relación del Reino de Chile" de 1646. Lo hizo refiriéndose a las fuentes de aguas del contorno del valle mapochino:

La que esta ciudad tiene a su norte, llamada de Conchalí, es también muy alabada; cae esta en un vallecito que llaman El Salto, por el que da el río Mapocho para caer en él. Viene corriendo este río por tierra llana hasta cierto término, de donde va dividiéndose, o por mejor decir, dividiéndole, por ser obra esta de la industria humana, y corriendo el mayor trozo por su madre, se aparta un brazo para regar este valle, el cual si bien por la parte del poniente está en el mismo plan de las demás tierras sin que se vea ninguna desigualdad o diferencia, pero en la parte del oriente, por donde baja este río, está la tierra tan levantada, que hay dos o tres millas desde el profundo hasta lo alto de donde se despeña.

Cabe señalar que todas esas chacras que había entre Conchalí y El Salto pertenecían en aquel siglo a la familia Chacón, ancestros del clan Encalada y, por lo tanto, también del general y almirante Manuel Blanco Encalada. La heredad traspasó estos territorios al fiscal José Perfecto de Salas y los Ríos hacia mediados de la siguiente centuria. Fue desde esta raíz que se explicará, en consecuencia, mucha de la identidad que irá adoptando el lugar, asociada a un par de personajes ilustres que quedaron vinculados con el mismo y que son recordados en el monumento que todavía existe en el mirador de este sitio, junto a la actual rotonda.

El acceso al lugar se hacía hacia aquel entonces no por el contorno suroriental del grupo de cerros, como hacen muchos paseantes actuales del parque, sino por el de su lado norponiente en donde crecería después el barrio El Salto. Esto era al final del Camino del Salto, por supuesto, al que se accedía desde el sector de La Chimba de Santiago al otro lado del Mapocho, tomando aquella ruta diagonal hacia el escondido sitio por enfrente del Cerro Blanco.

Los amplios terrenos que serían convertidos en el Bosque Santiago, en revista "Sucesos", año 1907.

Vista del monumento de la "Pirámide" de El Salto durante las inspecciones de 1907 de los terrenos que se destinaron al Parque Bosque Santiago. Entre los que posan está el naturalista alemán Federico Albert, quien había propuesto y dirigido la forestación de barreras verdes que salvaron a la ciudad de Chanco del avance de las dunas, poco antes. Imagen publicada por la revista "Sucesos".

El entonces vetusto "castillo" de O'Brien, que fuera su casa de descanso y diversiones en El Salto cerca de donde está el obelisco o "pirámide" de Salas. Imagen publicada por la revista "Zig-Zag" en 1907.

Imágenes de la "tumba" (que en realidad no era tal) en la casa de O'Brien, del camino a El Salto y la famosa "pirámide" (obelisco) que aún existe en el lugar. Publicación de la revista "Zig-Zag" del 13 de febrero de 1909.

Vistas de los paseos del Magallanes Football Club a El Salto, en revista "Corre Vuela" del 30 de diciembre de 1908. Se observan el obelisco conmemorativo o "pirámide" y la caída del salto del caudal que da nombre al lugar.

En su "Descripción histórico-geográfica del Reino de Chile", el cronista Vicente Carvallo y Goyeneche también dedicó algunas líneas a aquellos terrenos durante el tercer tercio de siglo XVIII. Informa que allí se trató de explotar la caña azucarera, cultivo que prácticamente no existía ya en su tiempo en Santiago:

No se siembra lino ni cáñamo, porque no tiene despacho este precioso ramo de agricultura. Tampoco se hacen plantíos de caña de azúcar, y no quisiera decir que por desidia; lo cierto es que el Sr. Dr. don Juan de los Ríos y Teran, deán de la Santa Iglesia de Chile, experimentó la producción de este plantío en la chacra del Salto, que dista una legua corta de la capital.

Fueron conocidos también algunos productos como sus higos y brevas, gracias a los abundantes árboles de higuera que proliferaron en algún momento por aquel paisaje. Esto era una razón más para la felicidad de algunos recolectores y comerciantes, sin olvidar a los excursionistas.

Don Benjamín Vicuña Mackenna confirma varios puntos en su entretenido libro "De Valparaíso a Santiago", dejando algunos capítulos sobre aquel lugar en esta fuente:

Volteando la espalda por el rumbo opuesto hacia el oriente, divisa el viajero la deliciosa ensenada del Salto, en cuyo asiento, si Pedro de Valdivia hubiese obedecido a su primer impulso, habría sido fundado Santiago.

Llamóse largo tiempo aquel pintoresco sitio y su comarca, el Salto de Araya, por haber sido su primer dueño cristiano Rodrigo de Araya, primer alcalde y primer molinero de Santiago. Su sangriento constructor y delegado del Inca, el pretor peruano Vitacura, dejó su nombre a la margen opuesta del río Mapocho en las vertientes que todavía se llaman aguas de Vitacura.

Dice allí también que "El Salto era, antes del ferrocarril, el paseo obligado de todos los extranjeros que visitaban a Santiago, como después del ferrocarril lo son los baños de Cauquenes". Muchos testimonios fundamentan o anuncian con anticipación estas conclusiones, como el de la propia inglesa Graham.

Ya entonces era El Salto un sector atractivo a los santiaguinos, como se ve, con la actualmente acanalada caída de aguas que le daba el nombre y entre imponentes paisajes de cerros precordilleranos dominando la vista. De hecho, tenía un valor recreativo muy parecido al ostentado por otros sitios satelitales de la pequeña capital de entonces, como las posas de El Resbalón, los campos de Renca, los Baños de Colina, los "pueblitos" de San Bernardo y Lo Espejo, y todos aquellos destinos periféricos al cuadrante de Santiago, los que terminaban funcionando como sus balnearios o sitios de veraneo inmediatos, así como como lugares de reposo.

A todo esto, la gran propiedad que dejó de herencia allí el mencionado señor José de Salas sería dividida en dos grandes haciendas o chacras, tras su muerte: El Salto, tomada por su ilustre hijo Manuel de Salas y Corbalán, y Conchalí, que quedó en manos del hermano mayor don Pedro José de Salas. Sin embargo, por disposición de este último antes de morir, don Manuel tomaría también la hacienda de Conchalí en noviembre de 1834, por el valor de tasación de $54.552. En los tiempos de Vicuña Mackenna esta propiedad era una "cuantiosa capellanía que hoy disfruta su simpático nieto y futuro canónigo de nuestra catedral don Francisco de Paula Salas".

En ese mismo lugar sobre la caída de aguas habría sucedido un episodio que ya forma parte del legendario de la Independencia de Chile: después de la Batalla de Maipú de 1818, el general José de San Martín y su ayudante de campo Juan O'Brien, militar irlandés involucrado en la lucha independentista sudamericana, estaban allí revisando un bolso con la correspondencia del general español Mariano Osorio, recién derrotado en la epopeya del 5 de abril. Cómo sería el asombro de ambos al descubrir que habían cartas de importantes personalidades y declarados adherentes a la causa patriota, pero ahora ofreciendo sus lealtades a las fuerzas realistas. Conscientes de las consecuencias que podía traer para la sociedad chilena la revelación de tales notas, se dice que San Martín las hizo quemar allí mismo, en una hoguera expiatoria.

Enterado de aquella noticia, don Manuel de Salas donó parte de su propiedad allí a O'Brien, en 1826 según la mayoría de las fuentes, cuando aquel ya ocupaba los cargos de diputado y consejero de Estado. Sin embargo, Vicuña Mackenna aseguraba que el irlandés había solicitado tiempo antes la cesión de esos terrenos, en 1817 para ser exactos y "no lejos del lugar en que el agua del Mapocho da su famoso salto a la llanura". Una vez traspasados a sus manos, O'Brien levantó en aquel solitario sitio una sencilla pero cómoda residencia con forma cubicular, apodada en su momento como su "castillo" de El Salto.

Aquella curiosa y retirada habitación en el cerro, la que fuera refugio de las fogosidades y diversiones personales de O'Brien, ha desaparecido por completo. Sin embargo, aún existe en el lugar la "pirámide" u obelisco que ha extendido su fuerza toponímica hasta el camino y el cerro homónimos, como puede deducirse. Fue erigido para la memoria de Salas y es uno de los monumentos más antiguos que quedan para la historia de Santiago, por remontarse a la primera mitad del siglo XIX. La antigua pieza de roca rojiza ha servido también como punto de referencia en la zona, justo en la plaza y mirador ubicados encima del famoso Salto del Agua.

Tales destinos del valle mapochino coronados por el obelisco serían especialmente atractivos para familias aristocráticas, aunque también para estratos populares que iban formando casi caravanas en ciertas temporadas del año, llevando hasta allá expresiones de tradición y folclore. No pocos personajes copetudos tuvieron residencias o propiedades en el actual sector adyacente de Huechuraba o Conchalí, además. De hecho, fueron constantes allí las actividades de equitación y paperchase, así como los paseos desde este punto hacia las amplias quintas de la zona. Varios clubes y sociedades deportivas tenían a El Salto como lugar de actividades recreativas y saludables, además.

Los tempranos testimonios de Graham confirman ya entonces parte de lo recién señalado. También informaba que, ya regresando desde su excursión a El Salto y hallándose a medio camino hacia Santiago, se quedó con sus acompañantes por un rato en una aristocrática quinta de los terrenos situados más abajo, hacia la hora de la once. El lugar era propiedad de la familia de don Enrique Lastra, quien era hermano de la distinguida señora Mercedes Lastra de Cotapos. Allí, la inglesa fue agasajada con una cena y una sesión de música con baile que incluyó piezas del cuando, dejando otros interesantes registros al respecto.

Mitin con actividades recreativas en el sector de El Salto por los miembros del Santiago Paperchase Club en revista "Sucesos", octubre de 1907.

Paseo con fiesta del club deportivo Magallanes a El Salto desde una quinta en calle Rosario, en revista "Corre Vuela" del 23 de diciembre de 1908. La actividad fue realizada por miembros del club y sus familias, incluyendo un almuerzo.

Antigua imagen del obelisco o pirámide, al oriente del Cerro San Cristóbal. Fuente imagen: Archivo Histórico Fotográfico de la Ilustre Municipalidad de Providencia.

 

Federico Albert, el naturalista alemán quien dirigió las plantaciones del Bosque Santiago en el sector El Salto.

Medio siglo después de la visita de la viajera por aquellos arrabales precordilleranos, Recaredo S. Tornero describe con elogios el mismo destino geográfico en su "Chile ilustrado" de 1872:

En los terrenos enjutos a la falda de esos mismos cerros, se han levantado pequeños caseríos o lugarejos cuya situación es sumamente pintoresca, tanto por la configuración del terreno que ocupan, como por su gran fertilidad. Casi todos ellos encuentran a corta distancia de la capital, y los santiaguinos los han convertido en otros tantos lugares de recreo; de manera que en tiempo de vacaciones reciben una grande inmigración de paseantes que les comunica una animación extraordinaria.

Estos lugarcillos están situados al norte y al sur del río Mapocho, que divide el valle pasando por la ciudad. Los que se encuentran al norte del río son los siguientes: hacia el noroeste de Santiago y como a dos leguas de la ciudad, se encuentra uno de los puntos más bellos de la provincia, denominado Salto del Agua. Está situado al lado norte del cordón que une el cerro de San Cristóbal, inmediato a la ciudad, y el caserío que lo forma está muy diseminado a inmediaciones de las grandes vegas que de ese punto se extienden hacia el occidente.

Como era de esperar, entonces, el hermoso paisaje de El Salto y sus alrededores permanecieron por largo tiempo más como una de las principales atracciones de los santiaguinos; tentación para paseos, excursiones, tardes de descanso e incluso algunas celebraciones más relacionadas con la vida social. Esto también era reafirmado en su momento por Tornero. "En esta parte se encuentran los bellos lugares de Conchalí, Quilicura, la Dehesa, Chicureo y la hacienda Ovalle -añadiría el editor-, grandes fundos que se extienden hacia el norte y el occidente, hasta el camino real que conduce de Santiago a San Felipe".

Una propiedad conocida como el Fundo del Salto de Araya, particularmente, era especialmente importante también en la parte baja del caudal. Fue denominada de esta forma también por haber sido la propiedad de don Rodrigo de Araya en los orígenes históricos de Santiago, cuando el castellano consiguió una autorización en agosto de 1548 para colocar allí un molino, accionado por las aguas del canal. Estaba a cinco kilómetros del centro de la ciudad y llegó a gozar de gran reputación por la calidad de sus viñedos. Fue vecina al también conocido Fundo Conchalí, otra atracción de la zona especialmente por sus posibilidades de cabalgadura. El Fundo El Salto se situaba al suroriente de este.

Como aquellos paisajes y destinos conformaban uno de los puntos más atractivos de la provincia de Santiago también para el criterio de Tornero, el autor se dio el trabajo de transcribir parte de lo que había escrito sobre el mismo a la Universidad de Chile un experto, como era el ingeniero D. Pedro Lucio Cuadra:

Dos son los caminos que conducen de Santiago a las hermosas campiñas del Salto del Agua; uno de ellos sigue la ribera sur del río Mapocho por una extensión de legua y media, atraviesa después este río y repecha a un bajo portezuelo, que une el cerro de San Cristóbal con el cordón de cerros situados al oriente. Colocado un observador en el portezuelo, se le presenta uno de los paisajes más pintorescos que la espléndida naturaleza de Chile puede presentar. Al oriente vénse las nevadas cúpulas de los Andes, hacia el sur aparecen los llanos regados por las aguas del Maipo cubiertos de una verde alfombra, testigo de su fertilidad, en los cuales está situado Santiago; al occidente limitan el horizonte las pendientes pastosas de San Cristóbal, y por último, al norte, en una preciosa ensenada formada por este mismo cerro y los de Conchalí y el Guanaco, se dejan ver las notables arboledas del Salto, cuyo centro es ocupado por una vega. Esta ensenada sigue el cordón de cerros del Guanaco hasta la puntilla de San Ignacio, ocupando así un espacio de más de dos leguas. El portezuelo está casi al mismo nivel que el Mapocho, como lo comprueban los canales que lo atraviesan, cuyas bocatomas están situadas a corta distancia, en tanto que se encuentra como setenta varas más alto que la hondonada de la vega. Uno de estos canales encuentra al pasar por el portezuelo, su cause cortado, y se precipita de una altura de más de doce varas, formando una pintoresca cascada, la que llaman el Salto del Agua. Otros de los canales sigue en gran parte por socavones, y en los faldeos de los cerros vecinos se ven ciertas líneas casi horizontales que indican el curso de las acequias. El canal que forma la cascada fue de las primeras obras de esta clase que se ejecutaron entre nosotros. La extensión de terreno inhábil para siembras no baja de 1.500 hectáreas, comprendiendo el Salto, Conchalí, el Guanaco, etc. El terreno está cubierto por una gruesa capa de tierra vegetal, y en varias partes capas inferiores gredosas.

Había otros puntos de interés en el entorno de El Salto, por cierto. Mencionada también por Claudio Gay en la "Historia física y política de Chile" de 1845, la entonces llamada Quebrada del Obispo entre los bosques más al norte de aquel sector, también será descrita por Vicuña Mackenna y relacionada con el refugio que allí encontró el dogmático sacerdote español Pérez de Espinosa, hacia el 1600, alejándose de sus enfrentamientos con las autoridades:

Muéstrase todavía en el Salto la Quebrada del obispo, cuyo nombre diéronle cuando el bravo prelado de Santiago, fray Juan Pérez de Espinosa, se retiró a esa soledad, excomulgando a la Audiencia y poniendo la ciudad en entredicho hasta que los oidores vinieron a su encuentro y tiraron humildemente, para amansarle, la brida de su mula chúcara. Entendemos que la "Quebrada de la ermita" es la misma que se llamó antiguamente la del obispo.

Sin embargo, el autor también ofrece ya entonces algunas observaciones críticas para aquellos lugares: asegura que El Salto de Araya era un lugar idílico hasta hacía 20 años antes, mientras que en aquel momento había cambiado para mal. Detalla que "sus perdices han huido, sus mustias higueras encorvan la cabeza, no ya al peso de la sazonada fruta sobre el alegre canasto de fiambres y la zamacueca, sino al rigor de los siglos que agobian su ramaje". También señala que el lago que allí se formaba con el salto de aguas estaba seco en esos momentos.

Sin dejar de ser lugar concurrido por los paseantes a pesar de todo, los miembros de clubes deportivos y organizadores de caminatas o cicletadas hicieron que El Salto llegara a ser célebre también por sus gratos almuerzos en las tardes y celebraciones de agrupaciones o sociedades, incluidos aniversarios y efemérides. Ya al iniciarse la siguiente centuria era un lugar concurrido por el Club Deportivo Magallanes de San Bernardo, por ejemplo, que hacía caminatas hasta allá partiendo desde una quinta en la calle del Rosario.

Pero los arrabales de El Salto tenían varias dimensiones de valoración para Santiago, no sólo turísticos. El 29 de octubre de 1907, después de emitidos los decretos de expropiación de terrenos e iniciado ya un enorme esfuerzo de forestación y mejoramientos que debió ser continuado en épocas posteriores, toda aquella zona perteneciente a la sazón a Conchalí fue convertida oficialmente en el parque llamado hasta hoy Bosque Santiago. Para la fiesta de inauguración de los trabajos se construyeron diez galpones y se habilitaron estacionamientos, ocupados por los innumerables coches llegados en aquella jornada. El camino y las instalaciones fueron adornadas con banderas, flores y guirnaldas, además.

Vista actual del obelisco o "pirámide", en horas de la tarde.

Vista posterior del mismo monumento. Se distingue la cruz cristiana que parece haber sido incorporada en tiempos posteriores a su inauguración.

Vista general de la plaza del mirador en la Pirámide de El Salto, con su actual entorno invadido por avenidas y pasarelas.

Incripciones en el monumento, con la dedicatoria de O'Brian.

Cara opuesta del mismo obelisco, con la inscripción dedicada a Manuel de Salas.

Sector actual del Salto de Aguas, aunque en estación seca (se observa la boca de caída del canal a la derecha, bajo los pretiles). Atrás, el camino del cerro.

La primera fase del ambicioso proyecto ambientalista era inaugurada con presencia del Presidente de la República, don Pedro Montt, además del ministro de industrias y obras públicas, don Eduardo Charme, y el jefe de la Segunda División, general Fidel Urrutia. En la comitiva estuvieron también el intendente, don Domingo Amunátegui, el prefecto de policía y otros funcionarios de Estado. El ex diputado Máximo del Campo era uno de los invitados, además de los colaboradores directos del proyecto, los señores Naranjo y Maldonado.

Entre los protagonistas principales de aquellos esfuerzos, sin embargo, destacaba especialmente el naturalista alemán avecindado en Chile don Federico Albert Taupp, de activa participación en ese y otros grandes proyectos. Albert Taupp tenía en su tremendo currículum el haber salvado a la ciudad de Chanco del avance de las dunas, con un plan de forestación que dio origen al parque que hoy lleva su nombre allá. La revista "Sucesos" decía de él, refiriéndose al evento del flamante Parque Bosque Santiago:

Don Federico Albert, adelantándose a la comitiva, la recibió a su arribo al bosque con galante y distinguida atención. El terreno elegido para formar este bosque no puede ser más pintoresco y hermoso. Hay allí numerosas plantaciones, alguna parte hecha con anterioridad y otra que empieza recién a dar brotes. Todas, tanto en la nueva como en la antigua plantación, han sido hechas con el mayor espero y la mayor prolijidad.

En la misma ocasión, el primer mandatario y su comitiva recorrieron en el carruaje presidencial todo el camino del paseo que conectaba el sector entre Conchalí y El Salto, muy rústica en aquellos días. Era la misma ruta por la ladera de los cerros que iba a ser destinada para la circulación hacia los nuevos bosques. Después de aquel periplo, regresaron a los galpones para disfrutar del gran almuerzo inaugural cerrado por un discurso de Albert Taupp. El acto concluyó a las dos de la tarde, siendo uno de los encuentros sociales más importantes que se puedan recordar de entre los realizados en territorio de El Salto, dadas también las consecuencias que tendría para el futuro santiaguino.

Sin embargo, debieron pasar diez años para que el Parque Metropolitano de Santiago, que incluiría al Bosque Santiago y el cerro La Pirámide dentro de sus deslindes, pudiese ser inaugurado el 28 de septiembre de 1917. Durante el año siguiente se tomó posesión de los terrenos por parte de la Intendencia de Santiago, faltando aún para las inmensas obras de construcción del paseo y sus vías, sin embargo. Estos trabajos fueron iniciados por el intendente Alberto Mackenna Subercaseaux durante los años veinte, cumpliendo así con las aspiraciones inconclusas de su tío, Vicuña Mackenna.

Para julio de 1927, entonces, las asociaciones deportivas y recreativas como el Club Jorge Matte realizaban nuevas excursiones de "correrías" hasta El Salto, la Pirámide y el Bosque Santiago, luciéndose en estos destinos del circuito la sección femenina de dicha agrupación, durante ese mismo año. A la sazón, además, la enorme Hacienda El Salto era propiedad de don Alberto Riesco Errázuriz, dedicándola a la explotación de hortalizas proveedoras de los mercados de Mapocho, a lechería, pastería y frutillares.

Cerca de allí, vecina al Bosque Santiago y al final de Recoleta, estaba también la Viña Conchalí, propiedad de don Diego Montt V. y del futuro Presidente de la República, don Pedro Aguirre Cerda. El abanderado del Frente Popular fue apodado Don Tinto precisamente por su relación con la reputada industria vitivinícola que allí mantenía. Aún quedaban muchas atracciones para el público en aquellos rincones del valle, entonces.

Sin embargo, como puede comprenderse por los contextos de tiempo, habían ido quedando atrás los clásicos paseos campestres a pie o a caballo por aquellos parajes. La ciudad crecía en todas direcciones y estas excursiones comenzaban a hacerse también en vehículos motorizados: el 5 de octubre de 1930, la Asociación de Motociclistas de Santiago realizó con sus socios un gran paseo de motos rugidoras con rancho recreativo por El Salto y el Bosque Santiago, saliendo en horas de la mañana desde Plaza Baquedano.

Otras numerosas reuniones, almuerzos y celebraciones se ejecutaron durante el mismo período y ocupando parte de las instalaciones dispuestas en el paseo. También se ejecutaron algunas caminatas pero para ocasiones especiales más que por hábitos o tradiciones, como las organizadas por la juventud de Conchalí festejando en 1939 el primer aniversario del triunfo del Frente Popular, mismo que llevó al mando supremo a Aguirre Cerda, el antiguo vecino de estos campos como hemos dicho.

En nuestra época, aquella ruta recorrida por el presidente Montt y su comitiva ha sido mejorada y complementada con otras posteriores, como pueden observar quienes conocen el sector de La Pirámide y sus intercambios con el Parque Metropolitano. Modificaciones sumadas a la absorción paulatina de la ciudad a muchos terrenos del contorno, así como el rigor incontenible de los cambios urbanísticos en general, han cambiado bastante aquellos escenarios de antiguos paseos y tardes de descanso. No obstante, lo han hecho respetado la existencia del viejo obelisco encima de aquel salto del caudal, a pesar de todo, siendo uno de los pocos vestigios sobrevivientes de su época en aquel paisaje.

Sin considerar la apertura del Túnel de la Pirámide que más recientemente conectó con el viaducto de El Salto, poco más al norte, la última gran modificación del aspecto y la funcionalidad en el lugar se realizó el año 2000, durante la alcaldía de Vitacura don Raúl Torrealba: involucró la construcción del actual mirador con jardines y la plaza semi-dura al borde del barranco. El sitio también señala la desembocadura del actual Camino Federico Albert y del Paseo Metropolitano, favorito de excursionistas y ciclistas en el Parque Metropolitano... Muy diferente a los que vio María Graham en sus paseos recreativos, tantos años antes; o acaso no tanto. Sólo ella nos podría revelarnos ese dato.

El nombre de El Salto permanece presente en el lugar, así como en la población ubicada al otro lado del parque por su antiguo acceso y en la avenida que conduce desde Recoleta hasta este sector de Santiago, coincidente con el viejo camino. El de la otrora bucólica Rinconada de El Salto que se observaba esplendorosa desde el mirador ha cedido espacio y nombre a la Ciudad Empresarial, en cambio. En un próximo artículo repasaremos de manera más acabada lo que fue el "castillo" de O'Brien en aquel lugar, además de su herencia en el Monumento de la Pirámide de El Salto para don Manuel de Salas, a los que acá nos referimos de manera más bien escueta.

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