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TEATRO SELECTA: ÉTERES OLVIDADOS DE LA DIVERSIÓN OBRERA Y UNA TRAGEDIA DE SEMANA SANTA

Hacia las cuadras finales de la calle Chacabuco de Santiago, área de influencia del barrio Yungay a escasa distancia de avenida Matucana y del río Mapocho, se observa desde la altura de los nuevos edificios que han aparecido en el entorno una especie de lomo gigante, entre los techos de latón y los viejos caserones. Luce como de bestia herida y acaso ya petrificada, con las inconfundibles líneas de lo que era un cine y teatro de antaño.

Remontada al período alrededor del Centenario Nacional, la sala nació siendo llamada Teatro Chacabuco, aunque pasó por un largo período de fracasos e intentos fallidos por darle vitalidad, a causa de la falta de capital de los varios inversionistas que tomaron el riesgo de conducirlo y también por la popularidad que tenía en esos años su vecino y competidor, el Teatro Patricio Lynch de don Ramón Pastor, según lo que indica la revista "Cine Gaceta" de octubre de 1915, medio que solía bromear con el sombrero tongo modelo antiguo que usaba este empresario.

El Chacabuco fue mejorado y reabierto con una nueva identidad por el empresario Juan Ravinovitch en ese mismo año de 1915, quien "es gallo y tiene chauchas y la lucha ahora será encarnizada", indicaba la revista. Toma así el nombre de Teatro Selecta, aunque algunos llamaron siempre al lugar como Cine Teatro Selecta. Había comenzado una nueva etapa de lucha comercial de la sala que acabará derrotando y haciendo desaparecer al viejo Teatro Lynch, además.

El Selecta se encontraba señalado ya en 1919 en la dirección de Chacabuco 1178, llegando a calle Atacama. Antes, sin embargo, su ubicación en la misma calle era indicada ambiguamente como "entre Errázuriz y Mapocho". Así sucedía, por ejemplo, en "La Nación" del jueves 26 de julio de 1917, cuando se anunciaba en sus páginas de espectáculos la realización de actividades del Centro Dramático Camilo Henríquez, revelando que tenía utilidad como centro "filarmónico" en sus inicios. Años en que eran frecuentes sus filmes de tenor religioso durante la Semana Santa, por cierto, algo que se prolongó largo tiempo en la sala.

Aunque su aspecto deslucido hoy no lo sugiera, el edificio del Selecta tuvo bastante popularidad en la vida del vecindario obrero de antaño, entre en las inmediaciones de la Quinta Normal y del Parque Centenario, hoy Parque Los Reyes. Su cinema era de entradas económicas, para público más bien del barrio o trabajadores del sector, pero solía ser combinada con espectáculos en vivo. Quizá no tuvo la fama de las otras salas de este mismo lado de Santiago, como podría ser el caso del Cine Minerva de San Pablo levantado en la misma época, pero el Selecta también ofrecía jornadas populares a las que no faltaba el público, tal como varios de los teatros de barrio y los biógrafos más famosos del Santiago de esos años.

Su edificio se remonta también a la romántica época de los tranvías pasando por los adoquines de Mapocho, San Pablo, Matucana y la misma calle Chacabuco. Algunas líneas del transporte podían dejar a los asistentes en la parada tranviaria situada casi enfrente del propio cine-teatro, como era el caso de la N° 5 Yungay-Mercado y la N° 28 Yungay-Portugal. Todavía sobrevivían algunos tramos de estos rieles en la calle hasta hará algunos años, aunque evidentemente este retazo del pasado se extingue en un vecindario en donde se están volviendo cada vez más abundantes las grúas plumas y los anuncios de demoliciones.

La sala de calle Chacabuco no solo fue lugar para exposición de artes escénicas o musicales, por cierto: como muchos otros teatros del Gran Santiago, siempre estuvo disponible su escenario para las concentraciones políticas y a los actos partidistas, sindicales o gremiales; de aquellos cargados a los discursos ampulosos y grandilocuentes, algo que se repitió también en las viejas salas de Mapocho, San Diego y Estación Central. Ya en 1925, por ejemplo, figuraba como sitio de encuentros y homenajes del Partido Demócrata, que incluían jornadas de boxeo, teatro de variedades y  presentaciones de música como parte de las entretenidas fiestas de camaradería.

Ese mismo año, el Teatro Selecta se vería involucrado en un confuso caso policial con alcances políticos. Sucedió que un vecino llamado José Toledo presentó un reclamo formal por la insalubridad de la vivienda que alquilaba en un conventillo de calle Herrera, en barrio Yungay, propietado por un señor de apellidos Panatt Wolff. El recurso lo ejercía con la expectativa de reducir al 50% el monto del arriendo que pagaba, de acuerdo a la legislación. Pero, según algunas revistas de entonces como "Zig-Zag", el dueño había demandado también a Toledo por no pago de dicho arriendo. Los Tribunales de la Vivienda constataron en la residencia las denuncias de arrendatario, pero el Consejo de Bienestar Social falló a favor de  Panatt, algo que causó controversia. La esposa de Toledo, Julia Vilarín, era hermana del dirigente sindical anarco-comunista Castor Vilarín Marín, otrora adversario de Luis Emilio Recabarren al seno del movimiento obrero. Él asesoró a su cuñado para una nueva demanda que evitara el desalojo, pero no prosperó. Cuando se iba a realizar la expulsión de Toledo por el supuesto no pago el 23 de septiembre de 1925, entonces, llegó Panatt al lugar pero solo se encontraba Julia, quien llamó asustada a su hermano pidiendo socorro. Vilarín Marín llegó rápidamente y con un arma de fuego entre sus ropas, desatándose una violenta discusión en la que terminó disparando dos tiros contra el propietario, quien falleció de camino a la Asistencia Pública.

La tragedia, llamada en su momento el "Crimen de los Arrendatarios", sucedió en días de enorme agitación política, social y electoral, por lo que el caso de Vilarín Marín terminaría sumergiéndose en las mismas aguas. En apoyo al dirigente se formó un comité de arrendatarios de todo Chile que expresó su solidaridad, reunió fondos para su defensa y organizó también una velada especial en la sala del mismo barrio de marras... Era el Teatro Selecta, precisamente.

Anuncio de actividades artísticas y sociales en el Teatro Selecta, en el diario "La Nación" del jueves 26 de julio de 1917.

Anuncios de de prensa con clásicas películas religiosas en el Teatro Selecta, durante la Semana Santa de 1919.

Los hermanitos Cartes del Circo Palermo, en el Teatro Selecta, en agosto de 1934. Imagen publicada por el diario "La Nación".

El encuentro debía tener lugar en octubre siguiente y fue anunciado entre sindicatos y organizaciones vecinales, previéndose gran concurrencia. Sin embargo, casi no bien dimitía el presidente Arturo Alessandri, llegaba un gran contingente policial hasta el teatro prohibiendo aquel acto, ante la desazón de la masiva concurrencia y la protesta de la organización de arrendatarios. Desde hacía largo tiempo estos últimos intentaban hacer escuchar sus demandas por abusos y arbitrariedades en las formas que se daba entonces el régimen de alquiler.

Reconstruido en 1932 con el aspecto que actualmente ofrece y volviendo a sus actividades artísticas, en mayo de 1934 llegó al Selecta la troupe de variedades del bailarín Adolfo Gallardo. Iniciando presentaciones el viernes 11 de aquel mes, la prensa informaba también que las funciones alternarían con exhibiciones de cine, pues la sala nunca parece haberse apartado de esta actividad mientras estuvo en servicios.

Poco después, a inicios del mes siguiente, se reunía allí la Federación Ferroviaria de Chile, organismo de los trabajadores de ferrocarriles. Buscaban dar curso a los petitorios y demandas que se había acordado en una convención de aquel grupo, además de discutir aspectos relacionados con la gaceta "El Riel", que era la voz de la misma federación.

El dirigente Elías Lafertte recordaba en sus memorias políticas, concluidas poco antes de su fallecimiento, haber realizado también en junio de ese mismo año una presentación de la Federación Obrera de Chile, allí en el mismo teatro que, a la sazón, estaba bajo régimen de concesión en manos de otro “compañero”, llamado Amador Pairoa. A su vez, el lugar se había convertido en la oficina de la Federación, por lo que Lafertte, que vivía con su madre en la calle Andrés Bello (actual Antonia López de Bello), debía cruzar a diario la ciudad de esos días para ir a trabajar en el teatro, en compañía de su correligionario Humberto Matis:

Yo me presenté a la sesión inaugural, pronuncié un discurso para echar a andar las tareas y luego me esfumé, evitando a la policía. En este acto impresionó mucho a los delegados de todo el país la aparición de un joven campesino de la región de Lonquimay, donde, después de muchas peripecias, había logrado volver Juan Segundo Leiva Tapia, tras nuestro desastroso viaje al Uruguay. Este joven campesino, en medio de la emoción de todos los delegados, dijo:

- ¡Vengo aquí a sellar definitivamente la alianza obrera y campesina!

Para agosto de aquel año, el Circo Palermo ofrecía las presentaciones de su compañía en la sala de Chacabuco, como siempre alternando con funciones de cine. El diario "La Nación" del martes 11 destacaba del elenco la participación de los pequeños hermanitos Cartes, niña y niño. En aquel minuto, además, el empresario del teatro era don Carlos Espinoza Pinto, de quien se recordaba el gesto generoso de haber facilitado la sala en varias oportunidades para actividades de beneficencia o relacionadas con educación, como las veladas a beneficio del llamado ropero escolar.

Ya en julio de 1935, está en la cartelera del teatro la Compañía Artística de Luisita de Córdova. Y para 1936, llega la Compañía de Variedades de Alberto Mery y Jorge de Pinedo, conocida de como el Conjunto Mery-De Pinedo. Sus funciones fueron realizadas desde el mes de junio en horas de vermut y noche, también combinadas con proyecciones de cine. En este conjunto artístico estaban figuras como Esperancita Ortiz, Cora Díaz, Esperanza Carreras, Oscar Ortiz, Alejandro Lira y el maestro Julio Contreras, además de los dos directores.

Varios conciertos y obras a beneficio se realizaban en el teatro durante aquellos años. El mismo diario “La Nación”, por ejemplo, anunciaba uno típico con mucho de carácter barrial (“Hoy beneficio del personal del Selecta”, 1938):

Esta noche se lleva a efecto la función de beneficio de los empleados del Teatro Selecta. Para esta ocasión se ha confeccionado un interesante programa: el cine exhibirá las producciones “Marco Polo” y “Huapango” y el acto de variedades estará a cargo de artistas destacados de la capital. Además se repartirán regalos donados por el comercio del barrio.

Posteriormente, el 6 de octubre de 1944 sirvió de foro para una gran concentración de la Junta Central de Panificadores, que representaban al gremio de los obreros de panaderías de Santiago. El grupo se venía reuniendo allí desde los años treinta, pero esta vez tenían por objetivo tratar los problemas que afectaban al valor del producto y las condiciones de trabajo de los propios trabajadores, además del problema de los especuladores. En la misma ocasión, se trató el tema de una campaña nacional para la obtención de un carné sanitario profesional entre los panificadores y estuvieron presentes autoridades de gobierno, parlamentos y dirigentes de varias instituciones obreras.

 

El Teatro Selecta solía aparecer frecuentemente en las páginas relativas a actividad gremial y sindical. Como sucede con esta, de "La Nación" del sábado 20 de junio de 1935, los trabajadores del rubro panificador lo ocuparon frecuentemente para sus encuentros y discusiones.

Imágenes de la tragedia de la Semana Santa de 1948 en el Selecta, publicadas en el diario "La Nación" del día siguiente.

Inspección de las autoridades en el teatro un par de días después de la tragedia, constatando que su estado de mantención completamente era peligroso.

Y fuera de los shows humorísticos o teatrales, el escenario del Teatro Selecta fue lugar de frecuentes presentaciones de los propios vecinos, colegios y niños, realizando en él sus gracias. Como toda sala con aire de teatro del pueblo, también hubo en ella frecuentes actos escolares o de la propia comunidad residente, además de bailables, encuentros de beneficencia y reuniones de deliberación entre los habitantes del barrio.

Las proyecciones de cine en el Selecta tenían lugar en matiné, vermut y noche. Había también rotativos durante las jornadas populares en los fines de semana. Paralelamente a estas funciones, se hacían en él constantes presentaciones de algunos artistas aficionados, debutando en vivo con sus propuestas.

Sin embargo, algunos veteranos recordaban al mismo teatro como uno de los más imperfectos y “rascas” cinematógrafos que tuvo la ciudad ya a mediados del siglo XX, a pesar de su encanto pintoresco, de sus rasgos folclóricos y de su aura casi nostálgica para los moradores de aquellas manzanas. Al respecto, le imputaban diferentes cargos: deficientes proyecciones de películas, pésima infraestructura y hasta mal ambiente, tal vez describiendo su etapa más decadente, podemos conjeturar. Los rollos de las películas eran tan viejos y gastados que a veces no se podían comprender, y no pocas veces el público salió furioso sintiéndose timado, porque hasta los finales cortaban a los añejos filmes de Carlos Gardel o Jorge Negrete.

Como se recordará, además, a la sazón los periódicos y revistas clásicas dedicaban una especie de apéndice especial para los cines de barrio en las listas del día, dentro de sus páginas de espectáculos, allí en donde iban señaladas otras salas igualmente populares y de barrios, como el Cine Prat, el Blanco Encalada, el Las Lilas o el Colón. El Selecta, sin embargo, fue ausentándose poco a poco de esta necesaria sección, y algunos ancianos vecinos confirmaban, hasta hace pocos años, la lenta agonía del edificio como lugar de entretención, antes de la desaparición definitiva de su marquesina.

De acuerdo a los testimonios recogidos en un libro-estudio de varios autores, titulado “Voces del barrio Yungay” y publicado por la desaparecida Universidad ARCIS, se aseguraba que la sala cerró para siempre un día de Semana Santa, esa misma en la que su proyectora pasaba filmes de contenido cristiano. Aunque nos parece que el cierre debió ser mucho después, se cuenta que el fin llegó con un accidente de la Semana Santa de 1948: en medio de la enésima exhibición del filme “Vida, pasión y muerte de Nuestro Señor Jesucristo” según la leyenda del barrio, un hereje trozo de techo sobre el balcón del segundo nivel se derrumbó estrepitosamente. Sería otro de los muchos accidentes mortales sucedidos en teatros de Chile, lamentablemente.

Sucedió durante la tarde del jueves 26 de marzo de 1948, hacia las 18.50 horas, durante la concurrida función vermut. Tras un súbito crujido, un pesado fragmento de unos seis metros por dos de ancho del deteriorado cielo del edificio, en el sector de las galerías y balcones, no soportó más la decrepitud ni las vibraciones de los parlantes precipitándose sobre la gente que veía tranquilamente en esos momentos el filme familiar "El halcón de los mares", un clásico de las películas de piratas dirigido por Michael Curtiz. No era un filme de corte religioso, por lo tanto. Cerca de 300 personas estaban en aquel sector de las galerías en aquellos momentos.

Tras el estruendo, entre la polvadera y los gritos, el caos se hizo total y todo el público corrió desde la galería y sus pasillos hacia el hall superior, en donde estaba el acceso hacia las escaleras que descendían a la calle. Atropellándose entre sí y desesperados en la oscuridad, pues las luces habían caído al interrumpirse el sistema eléctrico, algunos saltaron hacia la platea, terminando contusos o fracturados. Mujeres y niños llevaron la peor parte en la estampida, comprimidos entre cuerpos o arrojados y pisoteados en el suelo, mientras la muchedumbre se amontonaba irracionalmente en el pasillo de salida. Muchos iban pisando  los escombros y recibiendo encima restos del cielo que seguía cayendo, aumentando así el pánico.

Un carabinero que se encontraba en el sector, don Sergio Pizarro Castro, placa N° 2883 de la 7ª Comisaría, se involucró de inmediato en la escena tratando de ordenar a la chusma descontrolada y poniendo en riesgo su propia integridad, pues la euforia e histeria era generalizada en ese momento. La prensa del día siguiente lo aclamó como un héroe, pues de no haber intervenido deteniendo la actitud desquiciada de la masa humana, la cantidad de heridos y muertos atrapados en el pasillo pudo haber sido peor.

A pesar de que algunas reseñas actuales aseguran que no hubo muertos en el grave acontencimiento, lo cierto es que el saldo fue desolador y se verifica en los periódicos: tres muertos, todos ellos pequeños niños, y 28 heridos que durante esa noche repletaron la Posta N° 3 de la Asistencia Pública, también en calle Chacabuco. Los tres carros disponibles del servicio debieron realizar varios viajes en una labor agotadora, la que se pudo concluir solo en horas nocturnas. Los fallecidos eran Nora Díaz, de un año y medio; Jaime Chandía, de 2 años; y Teresa Miranda, de 3 años. Sus cuerpos fueron dejados en mesones de la morgue a la espera de poder ser identificados por sus familiares, que aún estaban conmocionados.

Las escenas que siguieron serían desgarradoras. La madre de la pequeña Teresa, doña Teresa Parga de Mirada, aparecería desconsolada en la prensa, diciendo que su hijita había muerto en sus propios brazos. La misma imagen captaron los reporteros en la persona de Carlos Díaz, llorando la muerte de su pequeña Nora.

Edificio del que fue el Teatro Selecta, en nuestros días, entre techos antiguos y galpones abandonados.

Fachada del ex teatro y cinema en tiempos actuales, dando a calle Chacabuco.

Sector del antiguo acceso del público y el lugar en donde estaba la boletería del teatro.

Costado del edificio del teatro en tiempos actuales, visto desde la esquina de Chacabuco con Atacama.

De los 28 heridos, los más graves eran Eliana Carrasco Villalobos, de 19 años y Fresia San Martín Mendoza, de 32 años. Otros, como Juan San Martín Cabrales de 48 años y Raquel Figueroa Abarca de 45 años, presentaban un estado menos graves. La misma evaluación tuvo Estela Peña Peña, de edad no informada. El resto correspondía a heridos leves, entre ellos menores de edad como René Farías Vásquez, de 13 años; Enrique García Osorio, de 10 años; y Silvia Díaz Garrido, de 3 años. Otros cinco niños fueron atendidos en el Hospital Roberto del Río, todos leves: Ruth Santibáñez, de 9 años; Ana Poblete, de dos meses; Silvia Lira, de 3 años; Víctor Carrasco, de 5 años; y Luis Pacheco, de seis años.

No era la primera vez que sucedía un accidente de estas características en el Selecta: los vecinos reclamaron que, hacía cerca de diez años, había ocurrido un episodio similar, al parecer por el despendimiento de una parte de los balcones sobre la platea. Las miradas se posaron entonces sobre las autoridades y el administrador de la sala, don José Castillo, quien fue detenido esa misma noche. De inmediato se juzgó la mala calidad de la construcción realizada en 1932 y se señalaron fallas en el mantenimiento de la misma como causa principal de lo sucedido.

Para peor, durante la inspección realizada en el sábado siguiente por funcionarios de carabineros y el regidor Luis Ugarte Salazar, otro trozo del cielo raso cayó, obligando al cierre indefinido del inmueble. Con esto, la Municipalidad de Santiago tomó cartas y el hacendoso alcalde José Santos Salas ordenó una rápida inspección general de las salas, cerrando otros seis cines de barrio por las mismas razones precautorias.

El susto fue demasiado con la tragedia y, de esta forma, el teatro perdió quizá para siempre el interés principal de su público de antaño, para desgracia de la empresa propietaria que aún era la sociedad Pairoa Ltda. Las reparaciones e intentos por demostrar que era seguro otra vez, no prosperaron demasiado, siguiendo en actividad pero sin la importancia que tenía para aquellos barrios en el pasado.

A pesar de todo, otro importante suceso político asociado al Selecta parece haber tenido lugar agosto de 1951, cuando el entonces senador y ex presidente Carlos Ibáñez del Campo habría realizado en él una multitudinaria concentración de adherentes a su candidatura para aquellas reñidas campañas presidenciales. Eran las elecciones que lo devolvieron al Palacio de la Moneda en el año siguiente, tras derrotar a Arturo Matte Larraín, Pedro Enrique Alfonso y Salvador Allende. Apoyado por fuerzas nacionalistas y socialistas de centro popular, su lema de campaña era “Ibáñez al poder y la escoba a barrer”, aludiendo a su declarada guerra contra la corrupción y el abuso de los partidos políticos de la época. Quedará en el criterio de historiadores políticos si su desempeño estuvo acorde, posteriormente, con la encantadora divisa.

Por entonces, sucedía también que la calle Chacabuco y el entorno del popular cine-teatro eran más prósperos de lo que podría sospecharse mirándola ahora, aunque también bastante peligrosos a ciertas horas del día, en algún período. Llegó a rebozar de comercio, en sus mejores momentos. Tal vez esto haya prolongado un poco más su ya casi artificial existencia.

A mayor abundamiento, la arteria tenía varias sastrerías y negocios de telas, uno de ellos muy cerca del teatro. Parte de la actividad de Matucana irradiaba también hacia esta vía, y no se la contemplaba tan fantasmal y abatida como se ve hoy, arrastrando su vejez. Puede que el vecindario fuera un tanto sórdido, pues se encontraba casi en la periferia y en donde comenzaba el barrio industrial, del que todavía quedan las ruinas de plantas metalúrgicas, grandes galpones, silos y portones metálicos eternamente cerrados.

Su decadencia definitiva sobrevino hacia los años sesenta o setenta, aunque siguió funcionando como sala de forma no siempre regular, en años posteriores.

En la actualidad, el edificio se ve un tanto macilento y opaco, pero no parece estar en mal estado considerando la antigüedad que tiene y que sobrevive en un país que agrega terremoto tras terremoto a su historial. Empero, comparado con lo que fue alguna vez sirviendo de teatro popular y para proyecciones de la vieja cinema, su aspecto de ladrillos desnudos en algunos de sus muros laterales exteriores y en una fachada ya neutralizada por portones y protecciones metálicas, hoy parece ocultar o negar su verdadero origen como sala teatral y cinematográfica.

A su vez, muchas de las casas vecinas al Selecta siguen siendo reliquias arquitectónicas, en el mayor número de los casos de hecho. Un encantador cité o conventillo existe todavía justo atrás del edificio, por el lado de Matucana. Quizá sea contemporáneo o bien anterior, caso en el que pudo haberse enajenado su parte oriente con salida a Chacabuco, precisamente para construir allí el teatro.

A pesar de los cambios severos en el barrio y aunque la calle fue cubierta por una fea y resquebrajada cubierta de asfalto, todavía se conservan huellas y restos del pasado en estos lares. El ex teatro, con varias intervenciones a lo largo del tiempo, luce ahora como aquel espinazo de la misteriosa gran criatura muerta, en la distancia, caída entre las viejas casas de ladrillos y muros de adobe que quedan en pie. A su propia decrepitud, se suma el que un grupo de antiguas casonas de vigas resecas fueran demolidas y sobre ellas se ha construido otro gran edificio justo enfrente, anticipando el advenimiento de una magnitud residencial suficiente para eclipsar al mismo edificio.

El Selecta pasó a convertirse en bodegas y en un taller de fabricación de letreros, siendo ocupado después por una paquetería y comercial de artículos de escritorio. Aún se puede distinguir en su fachada el vano que perteneció a la cortina de entrada y, a su lado, lo que fue la ventanilla de la boletería, junto a los accesos a las oficinas interiores de lo que era la administración del viejo y cansado teatro. ♣

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