♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣

ORIGEN DEL PASEO DE LA ALAMEDA DE LAS DELICIAS EN LA CAÑADA

"La calle nombrada la Cañada presenta las mejores proposiciones para un lugar de recreo y comodidad pública..."

A la llegada de los españoles, la que hoy es la Alameda o avenida Bernardo O'Higgins fue llamada La Cañada de Santiago o de San Francisco, por la presencia del convento franciscano en la misma. Correspondía a una larga hondonada o garganta que se prolongaba desde el sector de la actual Plaza Baquedano hacia el poniente, formando un rústico trazo natural hasta el territorio que fue conocido como Chuchunco por los habitantes naturales del valle, más o menos en donde está ahora la Estación Central… La mítica y perdida localidad de Chuchunco, que el lenguaje coloquial y los conceptos bufos chilenos dan por extraviada en los mapas.

El origen de La Cañada estuvo en un brazo primitivo del río Mapocho que alguna vez corrió por allí, pero las opiniones no van a coro: mientras autores como René León Echaíz aseguraron que este hilo de agua se extinguió entre 1560 y 1580, otros, como Piwonka Figueroa, insisten en que no existió en forma natural y que es un error hablar de un segundo “brazo” del Mapocho presente a la sazón.

Como sea, la huella seca de La Cañada fue convirtiéndose en un vertedero colonial y las basuras llegaban a tal altura que “emparejaban el techo de las casas”, según el texto de las prohibiciones dictadas en agosto de 1774. Esta terrible situación se mantenía aún hacia 1814, y alcanzaría a ser vista por ilustres personajes devenidos en cronistas, como Vicente Pérez Rosales y José Zapiola, describiéndola en sus respectivas memorias.

La primera alameda que tuvo Santiago no había sido la de Las Delicias en La Cañada, sin embargo, sino la de los tajamares del río: en el siglo XVIII era el gran paseo junto a aquellas estructuras tipo malecones, dispuestas para contener las embestidas de las aguas del Mapocho. Esta vieja alameda de Santiago entraría en decadencia y olvido cuando se habilitó el paseo de la ex Cañada, precisamente, llevándose hasta ella a los comerciantes, artistas y puesteros.

Otros caminos públicos de arboledas no llegaron a ser grandes paseos como tales en el Santiago viejo, pero aportaron algo de flora a la ciudad con medianos criterios urbanísticos, como sucedió con La Cañadilla en La Chimba en la actual calle Independencia, surgida desde otro antiguo brazo del río y conectada al ancestral Camino del Inca. También existió una efímera arboleda en la Plaza del Reñidero de Gallos (hoy Plaza Andrés Bello, en calle José Miguel de la Barra) y, tiempo más tarde, la que había en la llamada Alameda de Yungay situada enfrente de la estación del ferrocarril (hoy avenida Matucana).

Croquis de la capital chilena publicado en "Santiago durante el siglo XVI: constitución de la propiedad urbana y noticias biográficas de sus primeros pobladores" de Tomás Thayer Ojeda (Santiago de Chile, Imprenta Cervantes, 1905). La Cañada cerraba el área urbana principal por el sur.

Detalle de La Cañada en el plano de Santiago publicado por Alonso de Ovalle en su "Histórica relación del Reino de Chile", de 1646. Se observan las acequias que salían desde el río Mapocho, pasaban junto al cerro Santa Lucía y seguían hacia el Sur entre primitivas arboledas de la Cañada.

Plano de S. Giacopo (Santiago) de 1776, publicado por el famoso cronista y naturalista, el abate Juan Ignacio Molina, detallando lugares relevantes de la ciudad en el siglo XVIII. El área principal de la ciudad está entre el Paseo de los Tajamares, al norte, y La Cañada aún rústica, al sur.

La Cañada ya convertida en la Alameda de las Delicias, en el plano de Santiago hecho por John Miers y publicado en Londres en 1826. El fragmento del mapa va desde los actuales sectores de la Plaza Baquedano hasta la Estación Central, en toda la extensión de la vía, aunque se observa que el paseo arbolado o alameda propiamente dicha, estaba solo en el segmento más central. Fuente imagen: Archivo Visual de Santiago.

Detalle del Plano de Santiago hecho por el francés Herbace con colaboración del cartógrafo Nicolás Boloña, en 1841. Se observa el ajuste del paseo y sus óvalos con el bosquejo original hecho por O'Higgins para la Alameda de las Delicias en La Cañada. Fuente imagen: Archivo Visual de Santiago.

La idea concreta de implementar un paseo sombreado en La Cañada de Santiago puede tener su origen en un interés temprano de colocar pilones de agua, hacia 1802 y 1806 aproximadamente, como se observa en algunos bosquejos atribuidos a don Juan José de Goycolea, agrimensor de la Real Universidad de San Felipe, que hoy se atesoran en la Sección de Cartografía Histórica de Chile del Archivo Histórico Nacional. Sin embargo, la influencia parece provenir especialmente de los sacerdotes franciscanos, al querer dar un poco de dignidad y valor a su lugar en la ciudad, de acuerdo a la investigación de tesis de la profesora Carolina Quilodrán, del Instituto de Historia y Patrimonio de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Chile. En ella se identifica en fray Luis Beltrán la primera intención conocida de convertir La Cañada en un “paseo delicioso”, manifestada en 1807.

Los primeros álamos que se vieron allí y que habían traído también los franciscanos entre 1809 y 1810, a través de fray José Javier Guzmán y Lecaros, estaban en la cuadra del convento y en sus patios. Provenían de Mendoza y fueron 20 ejemplares los adquiridos, aunque uno murió en el camino. Eran los primeros intentos por hermosear este lugar, aunque muy tibio y todavía lejos de convertirse en paseo público. Los sacerdotes también construyeron el primer puente de La Cañada, para cruzar por sobre la misma hasta su convento.

Ahora bien, la primera iniciativa formal para convertir La Cañada en un paseo grato y de calidad ocurre en la Patria Vieja y no en la Nueva, como muchas veces se asegura. Fray Camilo Henríquez había publicado un explícito guiño a aquella idea de transformación urbana en una carta a la misma editorial del periódico bajo su dirección, “La Aurora de Chile”, usando el pseudónimo de Cayo Horacio. Apareció el jueves 19 de noviembre de 1812 y en ella se puede encontrar el siguiente fragmento:

El paseo de los Tajamares, el de la alameda, y Cañada, son muy frecuentados, y en verdad que son gratos; pero los tajamares se ponen intolerables por el acopio y vecindad de basuras, e inmundicias; y la alameda, y Cañada exigen un cuidado especial: lástima es que la larga extensión de la Cañada, que de día en día se puebla más, no haga el mejor de nuestros paseos; teniendo todas las proporciones para ser tan hermoso como saludable. Yo creo que ahora le bastaba para tener estas ventajas, el que se procurase su aseo, se compusiese su piso, y se plantasen algunos árboles; yo tengo razones para no proponer el plantío del estéril sauce; mejor es el naranjo, y otros árboles que unen a la belleza y permanencia de las hojas la producción de frutas de que se aprovechan los niños y los pobres.

Pilones de agua que habrían sido proyectados pero nunca construidos para La Cañada, diseñados por solicitud del Conde de Quinta Alegre entre 1802 y 1806. A resguardo en el Archivo Nacional. Ambas figuran en la recopilación "Cartografía histórica de Chile. 1778-1929", de Jaime Rosenblitt y Carolina Sanhueza. Fuente: Archivo Visual de Santiago.

Izquierda: retrato de don José Miguel Carrera, por Miguel Venegas Cifuentes, 1950, en el Club de la Unión. Fue el iniciador de los trabajos de conversión de La Cañada en un gran paseo público. Derecha: retrato de O'Higgins, por José Gil de Castro, 1820, en el Museo Histórico Nacional. Correspondió a él consumar el proyecto de construcción de la Alameda de las Delicias.

La nota del periódico "La Aurora de Chile" de enero de 1813, anunciando el inicio de los trabajos para convertir La Cañada en un paseo público.

Izquierda: fragmento de la carta de fray Camilo Henríquez, bajo pseudónimo, a la editorial de "La Aurora de Chile" en noviembre de 1812, donde ya comentaba de la necesidad de recuperar La Cañada y convertirla "en el mejor de nuestros paseos". Derecha: el célebre bosquejo del proyecto hecho por don Bernardo O'Higgins, posiblemente con asistencia o desde las manos de fray José Javier Guzmán y Lecaroz (el mismo que trajo los primeros álamos) en 1818, antes de dar inicio a la construcción de la Alameda de las Delicias. Como O'Higgins era un buen ilustrador y diestro pintor, no estamos convencidos de que este tosco croquis sea de su factura, aunque muchas fuentes lo señalan como tal.

La Cañada de la futura Alameda de las Delicias en sus primeros años, tras ser despejada y nivelada (aún no se ven los álamos), en ilustración de Pariossien & Scharf, publicada hacia 1821.

En perfecta coordinación de las obras públicas relacionadas con el deseo de procurar aquel gozo ciudadano, “La Aurora de Chile” del jueves 14 de enero de 1813 anunciaba ya que el gobierno del general José Miguel Carrera iniciaría un plan de recuperación de La Cañada, la que seguía inutilizada y en gran desuso por el referido problema de los basurales. Se ordenaba despejarla y se llamaba a licitación de sus jardines para convertirla en un paseo y lugar de esparcimiento, precisamente. Dice el texto correspondiente del artículo de oficio:

La calle nombrada la Cañada presenta las mejores proposiciones para un lugar de recreo y comodidad pública, pero el descuido la ha reducido a un punto de inmundicia y de asco. Solo resta que una mano activa ponga en uso las ventajas que ofrece su situación, arreglando las aguas, allanando el terreno y amenazándolo para que el arte de la perfección a que convida la naturaleza. El gobierno lo desea, y cuenta con que el celo de V. realice sus esperanzas, aceptando este encargo y proponiendo cuanto crea necesario para que tenga efecto este apetecido adorno y decoro de la capital.

Dios guarde a V. muchos años. Sala de Gobierno y enero 12 de 1813 - José Miguel de Carrera - José Santiago Portales - Sr. Regidor D. Antonio Hermida.

Dicho de otro modo, y a diferencia de la creencia que adjudica la idea original a don Bernardo O’Higgins de manera posterior, la primera intención de las autoridades por convertir La Cañada en un paseo abierto al público y con arboledas de sombra sucede a inicios de 1813, cuando “La Aurora de Chile” publica el oficio firmado por Carrera como presidente de la Junta Provisional de Gobierno, y en donde se propone palmariamente dar inicio a la creación de un sendero recreativo, previa acción de limpieza y ornato.

La labor de despeje del futuro paseo más importante de Santiago se encargó al propio regidor Hermida. Y si bien el tiempo transcurrido a continuación permite suponer que alcanzaron a iniciarse algunos avances en los trabajos requeridos por el oficio, especialmente los de retiros de basuras y obstáculos, sucedió que la agitación política de esos días y los reveces gubernamentales seguidos del desastre de los patriotas en las proximidades del río Cachapoal para el mes de octubre de 1814, frustraron la consumación del proyecto.

Por aquellos contratiempos y, como consecuencia del advenimiento de la Reconquista, el interés por crear el paseo público en La Cañada recomenzará recién en 1817, partiendo con su despeje y la plantación de nuevos álamos. Concluye hacia 1820-1821 con la construcción de la rambla peatonal y los canales de las acequias, atrayendo toda la atención ciudadana y comercial en aquellos momentos. Algunos prisioneros realistas habrían sido empleados para las faenas de construcción del paseo, curiosamente.

Se cree que el propio director supremo O'Higgins elaboró parte de los bosquejos con la idea del paseo, de acuerdo a las alamedas españolas que había conocido en Cádiz. Sin embargo, el más famoso de esos esquicios, de acuerdo a opiniones de investigadores como Hugo Ramírez Rivera y Elvira López Villalón, no perteneció al prócer, algo que suele señalarse en muchas fuentes, tomando un aparente error de Benjamín Vicuña Mackenna. Pertenecería en realidad al mencionado fray Guzmán, cuyo protagonismo en el proyecto quedó relegado a un segundo plano. El croquis distaba mucho también del talento artístico que, es sabido, dominaban las manos de O’Higgins.

Tronco de uno de los primeros álamos que se vieron en la Alameda de las Delicias (La Cañada, por entonces), traído desde Mendoza en 1811 por Fray José Javier de Guzmán y plantado en el Convento de San Francisco de Santiago. En exposición en el Museo de San Francisco.

Alameda en sus primeros años (la indicación de 1810 debe ser solo referencial, porque para ese año aún no existía) en imagen publicada en un artículo de Oreste Plath sobre la Alameda de las Delicias (revista "En Viaje", 1949).

Imagen de la Alameda de las Delicias clásica, ya en 1828, publicada en un trabajo de Eugenio Pereira Salas.

Fotografía de la Alameda de las Delicias y sus óvalos hacia el poniente, desde la torre del campanario de la Iglesia de San Francisco, c. 1861-1862. Se observa el obelisco erigido efímera o provisoriamente en homenaje a la Primera Junta Nacional de Gobierno.

Otra aproximación a la ex Alameda de las Delicias, en colores y con el aspecto que tenía avanzado ya el siglo XIX, por el pintor Orrego Luco.

Sin embargo, el sentido original que se quería dar a la nueva y gran alameda con paseo era tan conmemorativo como recreativo, según parece: el primer nombre que O'Higgins quiso para ella fue el Campo de la Libertad Civil. Ya concluidos los trabajos y entregadas las obras de La Cañada el 28 de julio de 1821, meditado mejor el asunto, se la llamaría Alameda de las Delicias, nombre que mantendría por cerca de un siglo. Don Francisco de la Lastra formalizó esta denominación en 1824.

En sus “Memorias de un oficial de marina inglés al servicio de Chile durante los años de 1821-1829”, el británico Richard Longeville Vowel confirma que la Alameda de los primeros años tenía tres secciones del paseo público, divididas por acequias enladrilladas. Ya había en ella una intensa actividad repartida no solo en el paseo, sino también entre cafés, bandas de regimientos y mercaderes:

La Cañada es hoy el principal paseo público de Santiago, si bien su situación, en cuanto a perspectiva, no justifica la preferencia que se le da sobre el Tajamar. Es una larga faja de tierra, que se extiende desde la cercanía del cerro de Santa Lucía hasta el llano de Portales (llano de las afueras de la ciudad en que de ordinario practican ejercicios las tropas), con cuatro magníficas hileras de álamos, que han crecido hasta mucha altura, regados por pequeños canales que corren cerca de sus raíces, constantemente llenos de agua corriente muy clara. Entre las dos hileras centrales hay un espacio bastante ancho para el paseo, relleno con arena gruesa, que se conserva escrupulosamente aseado, pues se barre y riega dos veces al día en verano. Hay en él dos espacios circulares, llamados óvalos, que han de atravesar los carruajes y caballerías que van de la ciudad al llano de Maipú, sin que se les permita invadir otra parte alguna del paseo. Bancos de piedra pulida, labrados a imitación de los lechos de Grecia, se hallan colocados alrededor de los óvalos y a distancias iguales a todo lo largo de la calzada central. Aquí se verifica el principal paseo, porque los otros dos son más angostos, y como están destinados a la gente de a pie no se conservan tan bien aseados. A cada lado de estos, pero separados de ellos por pequeños canales de agua corriente, se ven dos caminos anchos para carruajes de toda especie y para la gente de a caballo. Las iglesias que hay en La Cañada son varias y hermosas, y los jardines de las casas de los particulares son los más extensos de la ciudad. Hileras de baños, tanto fríos como calientes, se hallan en los jardines del fondo de las casas, que se conservan regularmente aseados y con excelentes reglamentos. Durante los meses de verano bandas de músicos de los diferentes regimientos acantonados en Santiago tocan todas las tardes en los óvalos, hasta horas avanzadas y de los cafés vecinos se pueden procurar toda clase de refrescos, de donde se despachan mozos con bandejas a pedir órdenes. Se guarda la mayor compostura. Serenos o vigilantes están siempre patrullando los costados del paseo, de tal modo que grupos numerosos permanecen en este sitio durante la época de calor hasta las dos o tres de la mañana.

Por su parte, el estadounidense William S. W. Ruschenberg dice en “Noticias de Chile” que, en la década siguiente, había visto cómo en el mismo paseo se reunía toda la sociedad durante las tardes de verano. Es claro, entonces, que la vida social y recreativa había tomado plena posesión del paseo y sus contornos, de inmediato según se advierte, incorporando en él opciones de entretención de la ciudad que antes estaban más dispersas o en los inmediatos del tajamar y la Plaza de Armas.

Con el tiempo, se incorporaron a la Alameda de las Delicias ferias recreativas y comerciales en el mismo tramo central del paseo, llegando a abarcar -en su mejor momento- desde enfrente del cerro Santa Lucía hasta la proximidad de la Estación Central de Ferrocarriles, a propósito de las temporadas festivas a fin de año. Para entonces, el paseo entre álamos de la ex Cañada era el lugar favorito de la ciudadanía santiaguina, volcándose sobre ella especialmente en la gran muestra navideña que, por muchos años, se realizó con “fondas” de tendal, músicos folclóricos y bodegueros endulzando la Nochebuena.

Comentarios

♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣