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EL CABARET VIENA DEL PORTAL EDWARDS

Página de revista "En Viaje" con publicidad para el Cabaret Viena, en abril de 1934.

Por cerca de 30 años, el primer nivel del Portal Edwards en Alameda de las Delicias cerca de la Estación Central, estuvo bajo el reinado del famoso Casino L. Bonzi, uno de los experimentos más exitosos e innovadores de la diversión bohemia de principios del siglo XX. Sin embargo, su majestad no logró perpetuarse allí superando los años de la Gran Depresión, debiendo bajar para siempre su telón y quedando atrás la época de sus banquetes, fiestas de amanecida y música en vivo a cargo de la Orquesta de Damas Vienesas.

Coincidencia o no, el negocio que pasó a ocupar la parte más amplia de aquel espacio en 1933 y tomando todos los riesgos de aquellos convulsionados años, conservó aquella evocación teutona en su nombre cuando fue inaugurado al público el 10 de febrero del año siguiente: el Cabaret Viena. Sería otro episodio de luces titilantes para las noches perdidas en el barrio de la terminal ferroviaria; para la crónica que se escribió junto a locales parecidos como el Bar Arturo Prat del zócalo en el mismo portal o el Hotel Restaurante Atenas hacia la esquina de Bascuñán Guerrero, en aquel sector comercial y bravo del "barrio chino" de la Estación Central.

La dirección exacta del cabaret era  Delicias 2993, en el barrio que estuvo dominado históricamente por la presencia de hoteles como el Palace, Peralta, Italiano, Trianon, Unión, Thesalia, Brink, Central y otros dirigidos a los pasajeros del ferrocarril, además de las muchas pensiones populares como la casa Uribe de Chacabuco, y las llamadas Italiana y Central, ambas al inicio de avenida Matucana. El gentío local era imparable en esas manzanas, entonces, si sumamos también la ubicación de las paradas del tranvía en la Plaza Argentina, justo enfrente de los ferrocarriles.

El Viena permanecía abierto en aquellos intensos días desde las 10 de la mañana hasta las 4 de la madrugada, en esa vieja combinación de bohemia diurna y nocturna que caracterizó a tantos establecimientos del Chile de entonces. Y si bien el boliche fue, para muchos, solo un deslucido y oscuro centro recreativo perteneciente ya a la época de decadencia del vecindario, sí supo explotar su ubicación enfrente del Teatro Politeama, abajo del Hotel Royal del portal y todos los centros neurálgicos mencionados.

La apertura del negocio parece haber sido bastante aplaudida y prometedora para los encargados. Cuando la publicidad lo presentó en la revista "En Viaje" en marzo de 1934, invitaba al público a seguir concurriendo: "Cuando vaya a Santiago visite el nuevo y hermoso Cabaret Viena", con sus dos orquestas, números de variedades y "lindas muchachas bailarinas". Básicamente, esta fue la base de su oferta durante todo el tiempo en que se mantuvo activo.

Casino L. Bonzi de cara a la Alameda, en el edificio del Portal Edwards, en la revista “Zig Zag”, 1912. Su lugar preciso pasó a ser ocupado en los treinta por el Cabaret Viena.

Publicidad para el flamante Cabaret Viena en revista "En Viaje", marzo de 1934.

El Portal Edwards hacia sus últimos años aún operativo, poco antes de su destrucción. En su característico zócalo estuvo el Cabaret Viena. Fuente imagen: diario "La Tercera".

Poco después de haber abierto sus puertas, además, avisaba en el mismo medio y a página completa en abril que su local ya estaba "a disposición del público que gusta de la alegría sana y espiritual del nuevo y elegante Teatro-Cabaret Viena", disponiendo de la "atención esmerada de sus dueños". Sin embargo, fuera de la elegancia y del refinamiento prometidos, parece muy cierto que tenía ya desde sus inicios muchas características más sombrías de boîte popular y club nocturno adulto, determinadas ineludiblemente por las características que había adoptado el barrio de marras.

A pesar de todo, el Viena contaba con números artísticos y buena propuesta de música en vivo, fuera para amenizar el ambiente o bien para dar pie a los ruidosos bailables. Un cuerpo de danzarinas compuesto por 35 atractivas chicas fueron uno de sus principales atractivos desde los primeros anuncios en la prensa. El repertorio musical era tocado por la Orquesta Típica Argentina, que incluía tangos y milongas, y otra de Jazz Cómica para las sesiones "filóricas" más enérgicas. El Viena prometía también "carnavales de alegría con serpentias y cornetines" todas las noches, por lo que cada velada terminaba convertida en una pequeña celebración de la vida al estilo de las viejas carnestolendas, con chaya y todo.

El Viena se jactaba de que "a pesar de la temporada", su apertura fue un éxito de concurrencia. A partir de aquel momento alcanzó "un éxito sin precedente obteniendo noche a noche un récord de público", según aseguraba en los mismos avisos. Era la gran novedad de aquellas manzanas de Santiago, sin duda; las mismas calles y cuadras cargadas de prostitución, garitos, delincuentes de renombre, lupanares fúnebres y hoteluchos lúgubres en muchos casos.

Con algo también de restaurante y café, como sitio óptimo para refugiar reuniones de amigos y público masculino, tal cual lo había sido antes allí el Casino Bonzi, la especialidad de la nueva casa de nocherniegos provenía desde la coctelería, principalmente. Conocidos fueron sus heráldicos colas de mono que se ofrecían a cinco pesos la botella, mismo valor que tenía el jarro de clery. Cervezas y refrescos sin alcohol se llevaban a cada mesa por 1,20 pesos la botella y lo más refinado era la de chispeante sidra, a 25 pesos.

El Viena quizá no tuvo una larga vida de prosperidad, aunque su huella dejó marcas entre los recuerdos más pícaros y sabrosos del hoy muy opacado barrio de la Estación Central. Y del Portal Edwards que lo acogía en su zócalo, fue el funesto terremoto del 3 de marzo de 1985 el que decidió su destino final, tras varios años de tira y afloja entre las autoridades sobre la posibilidad de darle apropiada conservación. ♣

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