♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣

SITUACIÓN GENERAL DEL DIVERTIMENTO EN LOS DÍAS DE LA PATRIA VIEJA

El escudo de Chile durante la Patria Vieja. Fue presentado por don José Miguel Carrera con una gran fiesta en el actual Palacio de la Moneda.

La artera invasión napoleónica de España y el apresamiento de Fernando VII dieron a las colonias americanas la oportunidad de lanzar a la mesa sus pretensiones autonomistas, rompiendo con la administración española. El 18 de septiembre de 1810 correspondió a Chile, aprovechando también las consecuencias de la renuncia del gobernador Francisco Antonio García Carrasco tras verse involucrado en el escándalo del ballenero Scorpion.

Bajo el semblante de un juramento de lealtad al apresando Fernando VII, sincera o ladinamente, la Junta Provisional Gubernativa del Reino después llamada Primera Junta Nacional de Gobierno supo reunir de manera salomónica intereses de los realistas que querían seguir fieles a la corona, de los autonomistas que pedían separarse de toda dirección virreinal pero manteniéndose leales al rey, y hasta de los independentistas que estaban por la total autonomía republicana, casi todos ellos criollos. El anciano don Mateo de Toro Zambrano, de alma monarquista, se vio obligado por las circunstancias históricas y políticas a presidir la nueva Junta.

Don Antonio Álvarez de Jonte, a la sazón agente de Buenos Aires en Chile y hombre conocedor de las diversiones cultas, presentó poco después un encendido discurso ante la Junta y los presentes, sobre la visión de la soberanía popular y el derecho de los pueblos americanos entre los filósofos franceses del siglo XVIII. Recuérdese que estas ideas inspiradas en el enciclopedismo y la ilustración francesa venían prendiendo en Chile desde la Conspiración de los Tres Antonios cuanto menos, en 1780. Álvarez de Jonte también hizo circular una proclama atacando al virrey peruano José Fernando de Abascal, al que definía con insolencia como un “concubinario y adorador de Baco”. Fue solo uno de los innumerables folletos y pasquines que comenzaron a correr de mano en mano por esos días, con mucha propaganda desfachatada y calumniosa.

Interesado en participar del proceso y decidido a imprimirle un sentido auténticamente independentista (o personal, según sus detractores), el general José Miguel Carrera retornó a Chile desde España y logró tomar el poder durante el año siguiente. Esto iba a marcar un giro notable en la senda que se había adoptado con la Primera Junta de 1810 y en la que su padre, don Ignacio de la Carrera, había ocupado el cargo de cuarto vocal interino.

Aunque no cabe duda de que el gobierno de Carrera y sus hermanos tendría, desde aquel momento, cierta intención de consolidar aspectos de la diversión, bienestar y celebraciones públicas más allá de los rasgos festivos, estaba en cierto suspenso la situación del teatro debido a todo aquel proceso político. Esta propuesta artística había comenzado a afianzarse bien con algunas experiencias del período colonial tardío en Santiago, aunque generalmente provisorias o asociadas sólo a eventos concretos del calendario festivo, encontrando espacios en el llano del Basural de Santo Domingo, por donde está ahora el Mercado Central, o en presentaciones de la calle de las Ramadas, actual Esmeralda.

Con respecto a aquel culto tema, fray Camilo Henríquez escribiría en “La Aurora de Chile” del 10 de septiembre de 1812, enfatizando las posibilidades propagandísticas del género teatral todavía en desarrollo:

Yo considero el teatro únicamente como una escuela pública, y bajo este respecto es innegable que la musa dramática es un grande instrumento en las manos de la política. Es cierto que en los gobiernos despóticos, como si se hubiesen propuesto el inicuo blanco de corromper a los hombres, y de hacerlos frívolos, y apartar su ánimo de las meditaciones serias, que no les convenían, era el objeto de los dramas hacer los vicios amables. Sublimes poetas, uniendo a grandes talentos grandes abusos, lisonjeando el gusto de cortes frívolas y corrompidas, atizaron el fuego de las pasiones, y alimentaron delirios dañosos. Empero, para gloria de las bellas letras, autores muy ilustres, cuyos nombres serán siempre amados de los pueblos, y cuyas obras vivirán mientras haya hombres que sepan pensar y sentir, conocieron el objeto del arte dramático. En sus manos, la tragedia noble y elevada mostró a los dueños del mundo los defectos formidables de la tiranía, de la injusticia, de la ambición, del fanatismo. Puso ante sus ojos las revoluciones sangrientas producidas por las pasiones de los reyes; procuró enternecerlos con la pintura de las calamidades humanas; les hizo ver que su trono podía trastornarse, y que podían ser infelices. ¡Oh, y si un horror saludable por la negligencia de los crímenes, que han causado la desesperación de los pueblos, hubiese estorbado que ellos mismos viniesen a ser triste asunto de nuevas tragedias! Mas los imperios, lo mismo que los hombres, parece que adquieren con los años una irresistible tendencia a la muerte.

De tales palabras, Miguel Luis Amunátegui concluye en “Las primeras representaciones dramáticas en Chile” (1888) que, para los artífices de la Patria Vieja, aquello que les había parecido “más propio para producir resultados prontos y eficaces, fue el teatro, cuyos imponentes y atractivos espectáculos consideraron podían causar en los ánimos profunda y saludable impresión”.

Ilustración de un clásico corral de comedias. Fuente imagen: lclcarmen, blog de lengua y literatura.

Un jinete chileno en obra de Mauricio Rugendas, 1839. Fuente imagen: Mutual Art.

La calle y plaza de Las Ramadas en la maqueta de la ciudad de Santiago a inicios del período republicano, en el Museo Histórico Nacional. La plaza corresponde a la explanada entre los edificios coloniales que está enfrente de la bajada del Puente de Palo, que sustituyó al antiguo Puente de Ladrillo.

La nota del periódico "La Aurora de Chile" de enero de 1813, anunciando el inicio de los trabajos para convertir La Cañada en un paseo público.

La Alameda de las Delicias en sus primeros años, tras ser despejada y nivelada (aún no se ven los álamos), en ilustración de Pariossien & Scharf, publicada hacia 1821.

Sin embargo, sólo unos años después el mismo clérigo y primer editorialista de un diario chileno rechazaba obras como “Orestes” de Alfieri (“atrocidad pagana”, decía de ella) o “El sí de las niñas” de Moratín (“bufonada e inmoralidad”). En su lugar, prefería obras más circunspectas como “Roma libre” y “Catón de Útica”. Además, exiliado después en Buenos Aires, Henríquez escribió en 1817 dos obras dramáticas tituladas “La Camila o la patriota de Sud América” publicada por la imprenta Benavente y Cía., y la inédita “La inocencia en el asilo de las virtudes”, que Amunátegui juzgará como “sumamente mediocres bajo el aspecto literario”. El fracaso de estas creaciones siempre causó una íntima amargura en el amor propio de Henríquez, según glosa Francisco A. Encina.

Otra parte de la motivación de los primeros patriotas alzados, además del evidente espíritu antimonárquico, era reducir parte del poder del clero sobre la sociedad. Este conflicto fue más notorio después de la Independencia, ya que en la Patria Vieja se advertía que el láser de los esfuerzos estaba concentrado en la construcción de las nuevas bases institucionales, no pretendiendo aplastar a la Iglesia pero sí ubicándola en el lugar que le correspondía a la aspiración republicana. Este concepto denodado y refundacional tomó para sí la bandera emancipadora traída por Carrera, pues no había grandes referentes a imitar entonces, como lo demuestran los curiosos afanes por sentar una nueva monarquía en los países que acababan de liberarse de una corona… “Un rey con ojotas”, decían con burla en Argentina, cuando agentes de la Logia Lautaro salieron a buscar descendientes de la nobleza inca para coronar alguno.

En tanto, la presentación de la primera bandera chilena oficializada el 15 de junio de 1812, se realizó el 4 de julio siguiente en una gran fiesta con banquete y sarao dedicados al cónsul norteamericano Joel Robert Poinsett, gran amigo de Carrera, en el aniversario de la Independencia de los Estados Unidos. Sin embargo, a pesar del perfil más bien distinguido del encuentro realizado en el propio consulado, el exceso de copas de algunos de los norteamericanos presentes hizo que Poinsett debiera expulsarlos de allí. Regresaron al poco rato, armados y buscando venganza, pero fueron repelidos por el piquete de soldados que resguardaba la celebración. Ocho heridos y dos muertos habrían resultado de la absurda reyerta.

Con relación a lo anterior, cierta leyenda agregaba que don José Miguel tenía redactada una Proclama de Independencia para ser leída esa misma noche, pero como se armó la escaramuza (en otras versiones, porque su hermano mayor Juan José Carrera se “enfiestó” e invitó algunas amigas, causando alboroto), no pudo anunciarla. La falta de buenos registros ha generado varias otras creencias parecidas sobre aquel curioso período de la Patria Vieja.

Algunas reseñas proponen también que el primer escudo de Chile, con su estrella solitaria (Venus, es muy posible), su columna libertaria y dos personajes tenantes interpretados como indígenas, pudo haber debutado por entonces. Siendo esto algo dable, la verdad es que el blasón iba a ser mostrado de manera oficial el 18 de septiembre siguiente, con fiesta y solemnidad de gala en el Palacio de la Moneda. Sin embargo, los costos de los preparativos y el distanciamiento acaecido entre don José Miguel y su hermano Juan José ante el levantamiento de este último, postergaron la presentación hasta el 30 de septiembre. Los partes de la correspondiente invitación oficial decían:

El Gobierno que va a solemnizar el aniversario de su instalación y la feliz reunión de las provincias, el 30 del corriente, espera a Ud. para que lo acompañe por la mañana al Te Deum en la Catedral y a la noche en la Casa de Moneda, donde debe el digno vecindario chileno sensibilizar sus transportes por la libertad de la Patria.

Dentro del palacio, la fiesta se prolongaría hasta el amanecer siguiente, desde las ocho de la noche hasta las seis de la mañana, tras los actos realizados enfrente del mismo edificio y ante la nutrida concurrencia. Este fastuoso festejo fue, también, un antecedente del uso de edificio de marras para casa de presidentes de Chile y sede del gobierno, pues esto solo se formalizaría en los tiempos del gobierno de Manuel Bulnes, muchos años después.

Algunas damas asistieron a aquel encuentro vistiendo atuendos de inspiración indígena, según relatos como el del sabio Claudio Gay, simbolizando la rebeldía contra la corona española, aunque una crónica del realista Manuel Antonio Talavera, testigo de los hechos, fue más cauta en sus descripciones: las señaladas ropas las habrían traído sólo dos de las 61 damas presentes, según él, pocas si consideramos que los varones concurrentes sumaban 200. A su vez, esta falta de mujeres pudo deberse a una travesura o sabotaje ocurrido poco antes con las invitaciones: algunos pillos fueron sorprendidos por la Gran Guardia “suplantando nombres de las damas de la mayor prostitución del pueblo”, según Talavera, por lo que muchas más recatadas y aristocráticas quizá prefirieron no ir.

Más de ocho mil velas de distintos tamaños y diseños fueron distribuidas en el frontis del palacio de la Casa de Moneda y entre sus patios, durante aquel gran festejo. Los salones dispuestos para la recepción fueron tres: uno para el baile de invitados, otro con una gran mesa para pasteles, dulces y frutas; y un tercero para el banquete con más “de 250 fuentes de viandas de todas clases”. Se sabe también que doña Javiera Carrera destacó por lucir un símbolo recién adoptado por los hermanos: la corona invertida, alegorizando la caída de la monarquía española en Chile y América. El mensaje no podía ser más desafiante al trono, reflejando el camino que había tomado ahora, gracias a los Carrera, aquel proceso iniciado en 1810. Dicho símbolo está, actualmente, en el prendedor pectoral de Javiera en su busto instalado junto al acceso norte del cerro Santa Lucía.

A la creación y presentación de los símbolos patrios se sumó el visible interés carrerino por sentar esas celebraciones de Fiestas Patrias en septiembre, como conmemoración de la Primera Junta. Había sido festejada ya en el año anterior la misma fecha, pero en el contexto de su primer aniversario. De hecho, fueron tres días de celebración oficial destinados a la fiesta patriótica de 1812.

Cabe indicar, sin embargo, que a pesar de los ánimos de refundación imperantes el gobierno mantuvo algunas actividades de diversión netamente colonial, como eran las lidias de toros y las peleas de gallos, dada cierta popularidad que conservaban aún en la sociedad criolla y entre las clases más nobles. Constan las peticiones que hizo al Cabildo de Santiago, por ejemplo, el subastador de la casa de peleas de gallos en enero y en junio de 1813.

Los himnos institucionales aparecen también en este período. El primero importante será el “Himno de Yerbas Buenas”, de 1813, con letra de fray Camilo Henríquez y don Bernardo Vera y Pintado, sin plena claridad sobre el autor de la música, aunque se sospecha que pudo ser el maestro de capilla José Antonio González. Siendo un antecedente en la historia del himno nacional de Chile, fue cantado el 2 de mayo de 1813 en la Catedral. Y ese mismo año aparece el “Himno del Instituto Nacional” fundado por Carrera, con letra de Vera y Pintado más música que también parece corresponder al presbítero González. Él sería autor del posterior “Himno a Mariano Osorio” de 1814, ya en la Reconquista, pues la caligrafía de este documento se ha juzgado muy similar a la de los anteriores.

Conectado con aquellos afanes de innovación y crecimiento social, don Manuel de Salas había querido introducir la música en los ramos humanistas de los colegios en 1811, pero las inevitables dificultades con las que se estrellaban estos proyectos en momentos en que se trazaban los cimientos de la institucionalidad, impidieron dar tan temprano inicio a la presencia de la música en la formación educacional. Tuvo que pasar un poco más, antes de que esta ilusión se volviera un hecho.

Retrato de Carrera, por Miguel Venegas Cifuentes, 1950, en el Club de la Unión.

Adaptación oficial de la bandera de la Patria Vieja en 1813, para incluirle el símbolo de la Cruz de la Orden de Santiago Apóstol arrebatada al ejército hispano. La primera versión de esta bandera, en el orden de campos azul, blanco y amarillo (descendente), había sido presentada con un sarao celebrado en el consulado de los Estados Unidos.

Juego de los bolos entre los criollos, en imagen basada en ilustración publicada por Claudio Gay. Fuente imagen: sitio Fotografía Patrimonial (Museo Histórico Nacional).

Ramadas y juegos populares en la lámina “Escenas en una feria” de Peter Schmidtmeyer, coloreada por George Johann Scharf e impresa por Rowney & Forster (“Travels into Chile, over the Andes, in the years 1820 and 1821”, Londres, 1824). Nótese el baile tipo zamacueca o chilena que ejecutan los danzantes, ya entonces.

Plaza de Armas de Santiago, sector de calles Ahumada con Compañía, en 1850. Pintura sobre papel, de las colecciones del Museo Histórico Nacional.

Súmese a todo lo visto el primer proyecto de construir un paseo en La Cañada de Santiago, que reemplazaría en uso y preferencias del público al ya añejo y monárquico Paseo de los Tajamares. Por entonces, la futura Alameda de las Delicias no era más que un zanjón seco, con basuras y pedregales, por lo que construir en él un lugar grato para la entretención del público era casi exorcizarlo. Sólo algunas intervenciones por el sector del convento de San Francisco, cerca de un lustro antes, esbozaban el aspecto que iba a tener después con los paseos y arboledas. Hubo disposiciones concretas al respecto a principios de 1813, pero las labores de despeje y construcción del paseo se vieron truncadas por los problemas de estabilidad política y los conflictos militares con el ejército realista.

Volviendo a aspectos más relacionados con las artes escénicas, en una carta del aventurero norteamericano Samuel Johnston, en donde se refiere a las costumbres de la sociedad criolla chilena, el tipógrafo y viajero bosqueja la situación de las obras teatrales en los mismos días de la Patria Vieja:

La noche del domingo se gasta, comúnmente, en el teatro, que está siempre rebosante de gente en tal día, para ver la representación de algún drama religioso. Del arte escénico se entiende muy poco en este país, y los actores son casi siempre mulatos o de casta mezclada. Representan al aire libre, de ordinario en el patio de una posada, y mientras más truhanesco sea lo que representan, tanto más agrada la pieza. Un saltimbanqui o un titiritero siempre gusta más que un buen actor.

Sin embargo, debido a todos los problemas suscitados con las compañías de artistas y la penosa caída del teatro de Las Ramadas en el hoy barrio Esmeralda, el género teatral seguía en franca crisis. Esto lo describió en su momento don José Zapiola, habiendo sido buen conocedor del ambiente de espectáculos en su calidad de músico y, más tarde, como cuarto director de orquesta en la historia musical chilena, antecedido por don Manuel Robles, luego el peruano Bartolomé Filomeno y después el ítalo-argentino Vicente Tito Mazoni (Santiago Masoni).

A la sazón, además, muchos establecimientos y residencias alrededor de la Plaza de las Ramadas habían sido adaptados por sus dueños para convertirse en cafés, posadas, salas de billar y cocinerías pensadas para los concurrentes del teatro colonial. Entre ellos había destacado don Ambrosio Gómez del Valle, quien implementó una casa-fonda con coliseo en su patio y también en la casa principal del Colegio de los Jesuitas, que logró arrendar. Estos fueron centros recreativos con gran acogida del público y prosperidad en algún momento, pero la bonanza duró sólo hasta febrero de 1813, cuando el negocio de don Ambrosio acabó arrasado por la furia de la chusma antirrealista, luego que el gobierno le cancelara el contrato supuestamente castigando las ideas políticas del dueño, contrarias a las republicanas.

Se puede concluir, entonces, en que si bien existieron intentos por facilitar el regocijo popular en aquellos años de la Patria Vieja por diferentes vías, opciones, intenciones y categorías de público, no se lograron concretar grandes adelantos al respecto. A pesar de los conocidos avances institucionales del período (bases republicanas, bibliotecas, periódicos, educación, constitucionalidad, libertades ciudadanas, fuerza naval, creación de instituciones, símbolos patrios, etc.), todo lo referido al necesario esparcimiento público y aun a la cultura popular parece haber carecido también del tiempo suficiente para la consumación, quedando en bocetos y esquicios al sobrevenir la crisis de gobierno.

Sin embargo, el saldo positivo de lo experimentado en aquel período fue que aquellos intentos servirían después en la Patria Nueva, asumidos como modelos a retomar o completar.

Tras los lesivos retrocesos militares y la terrible calamidad ocurrida en la plaza de Rancagua, tendrá lugar la entrada triunfal del brigadier español Osorio a Santiago, con toque frenético de los campanarios, lanzamientos de cohetes y fiestas entre la enorme parte de la población que seguía simpatizando con la monarquía y que no era poca. Esto marcó el final de aquella hermosa primera ilusión de Independencia representada por la Patria Vieja e inicia la Reconquista de 1814 a 1817, que vino a ser un duro paréntesis y otra regresión enorme en las conquistas logradas hasta entonces por el espíritu patriota, incluyendo también algunas intenciones favorables a la recreación del pueblo, como las revisadas.

Sin embargo, las últimas autoridades monárquicas de Chile intentaron marcar su impronta al respecto, dando nueva vida a los escasos teatros existentes por entonces pero cercando algunas de las manifestaciones más populares de la diversión. Concentraron varios de sus mayores esfuerzos personales en ello, especialmente, en el caso de uno que estuvo en calle Merced y que fuera el primero de sus características en la historia del país.

Tal vez lo hicieron con la misma finalidad de canalizar la educación política a la ciudadanía que se deslizaba en las motivaciones de Henríquez y otros independentistas, aunque ahora en sentido inverso y otra vez favorable a la corona. ♣

Comentarios

♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣ ♣