Postal fotográfica de la Casa Gallardo Hermanos. Se observa en ella al Parque Forestal y la alegre terraza de fiestas y espectáculos, antes de que fuese inundado el sector de la laguna. Fuente imagen: Sitio CIUDAD Y PAISAJE III - Urbanismo desde el Paisaje - UC.
El romanticismo francés y el neoclásico italiano lucían visibles influencias en el entonces flamante Parque Forestal, precioso rincón de Santiago encargado al tablero del paisajista e ingeniero francés Georges Dubois Rottier y construido en los preparativos del Primer Centenario, sobre terrenos ganados al lecho del Mapocho durante la canalización del río. Había en él acordes tenues no antojadizos con el paisajismo de la Villa Borghese en Roma o de los Jardines de Luxemburgo, manteniendo las proporciones.
Sin embargo, una gran hondonada del sector enfrente de donde iba a estar el Palacio de Bellas Artes no pudo ser rellenada del todo durante la canalización, ni con la posterior construcción de parque. Era la marca dejada en las muchas entradas del caudal con sus salidas de madre atacando a Santiago desde tiempos coloniales, problema que se buscó resolver con los tajamares y, ya en la República, con la propia canalización. Hacia 1905 y ahorrándose más esfuerzos, se inundó esta concavidad para hacer una laguna artificial que sería aprovechada para paseos en bote y juegos náuticos. Por esta razón, fue dotada de un pequeño muelle a espaldas del famoso Castillo diseñado por el arquitecto, pintor y diplomático Álvaro Casanova Zenteno, edificio que después sería oficina de Guillermo Renner, colaborador y continuador de las obras de Dubois en los años que siguieron a la inauguración. Aún existe allí como café, en José Miguel de la Barra con avenida Cardenal José María Caro.
Durante aquel año, en pleno verano, aparecen ya algunos avisos publicitarios del entonces denominado Casino del Lago, un antecedente del posterior boliche y que existiría en la terraza del parque junto a la laguna. En páginas de "La Lira Chilena", dicho establecimiento ofrecía al público licores importados por la casa Weir, Scott y Ca., además de horas del té y la once endulzadas con la pastelería y los helados de la fábrica de don León Mook. "Precios iguales a los de las pastelerías del centro, aunque haya fiestas", prometía en esos avisos, a inicios de 1905.
Luis Orrego Luco describió la laguna en su obra “Casa Grande”, de 1908. Menciona también “al pequeño castillo de finos torreones” y la elegante terraza posterior “de estilo italiano, con balaustras grises”, encima de las ondulantes aguas del estanque cercadas también por árboles y palmeras. Este Castillo pasó a ser la sede administrativa del parque y albergó a la capitanía de puerto de la laguna en sus primeras décadas, con los pasajeros abordando los botes desde su patio. Además, allí se controlaba la presa que desviaba agua del río hacia el estanque.
A la sazón, la laguna abarcaba unas tres cuadras, recibiendo intervenciones y mejorías en otras etapas de trabajos del parque. El Club Náutico de Santiago organizó en ella eventos, regatas, exhibiciones y dispuso también de audaces juegos como la Montaña Japonesa, un tobogán en el que deslizaban los botes al agua.
La terraza sobre sólida sillería de piedra a espaldas del Castillo, en tanto, era el área de espera y el muelle de embarque para los paseantes en los botes de remo, cuya boletería estaba en el mismo edificio mencionado. Este patio con malecón exhibía un kiosco o glorieta de cúpula de buen tamaño, toldos y galpones para los eventos sociales que iban a comenzar a acercar el lugar a la categoría de los principales centros de entretención bohemia de Santiago.
De manera previsible, la exquisita terraza que ocupó quiso ser aprovechada como un mejor centro de eventos, café y espacio para prácticas deportivas. De este modo, hacia 1915 se dispuso en ella una nueva apuesta recreativa: el Dancing Park, con pista para el patinaje de moda en esos años. Allí se podía ejecutar la práctica o tomar asiento entre sus elegantes mesas, oyendo música en vivo y consumiendo la misma clase de finos productos que antes se ofrecían en el Casino.
Empero, sería la siempre bien cotizada fiesta lo que marcó su época más recordada y luminosa, al ser licitado este espacio por la propia Municipalidad de Santiago escribiendo, así, un fascinante y épico nuevo capítulo más del post Centenario. Para los años veinte, pues, la terraza era ya uno de los entretenimientos más cotizados por la bohemia refinada y la adicción al bailable. En su trabajo sobre la historia social de la música, González Rodríguez y Rolle agregan que sus bailes eran diarios, entre las 19 y las una horas. También parece haber sido el primer local moderno con esas características a cielo abierto en Santiago.
Fragmento del "Plano General de la Ciudad de Santiago e Inmediaciones", de Nicanor Boloña, en 1911. Se observa al centro la ubicación y extensión de la Laguna del Parque Forestal, en lo que era llamado como Plaza Francia por haberse instalado allí el Monumento de la Colonia Francesa para el Centenario de Chile.
Postal de la desaparecida laguna del Parque Forestal y su festiva terraza con kiosco artístico. Al fondo, el Palacio de Bellas Artes y parte del obelisco francés obsequiado a Chile para el Centenario Nacional.
La Laguna del Parque Forestal, mirando en dirección a donde estará después la Plaza Baquedano, hacia el año 1920, aproximadamente. Imagen publicada en la revista "En Viaje" de junio de 1952.
Publicidad para el Casino del Lago en enero de 1905, en la revista "La Lira Chilena".
Publicidad para la terraza hacia fines del verano de 1934, en la revista "En Viaje".
La terraza del parque y la laguna en septiembre de 1934, revista "En Viaje". Se observa sobre el kiosco que ya tiene el nombre de Parque Venecia.
Fiestas de Navidad en la terraza, anunciadas en diciembre de 1934 en "El Diario Ilustrado".
Los juegos mecánicos de la Terraza del Forestal, anunciados en el diario "La Nación" en mayo de 1935.
A pesar del entusiasmo, ni la intensa bohemia de los años locos podía resolver problemas que afectaron a la adyacente laguna: ya entonces, por razones sanitarias, los vecinos empezaron a exigir que fuera desecada a pesar de que sus servicios de botes de paseo seguían siendo licitados al pie de la bulliciosa y festiva terraza. Una de las dificultares para eliminarla era que, a pesar de su origen más bien provisorio, la laguna se apoderó de las más bellas postales del Parque Forestal y continuó haciéndolo hasta completar cerca de 40 años en la cuadra que, tras la instalación del Monumento Francés a la Independencia de Chile, fue denominada Plaza Francia, vecina a la Plaza Bello. Toda la línea posterior de este conjunto conmemorativo, por el que se desciende a través de escalinatas, correspondía al extremo poniente del estanque.
La ciudad siguió cambiando alrededor del parque, además, con la construcción de nuevos edificios en las calles Santo Domingo, Monjitas e Ismael Valdés Vergara. Los problemas asociados a la presencia de aguas semiestancadas comenzaron a hacerse más perceptibles en este período, desgraciadamente. Quienes alcanzaron a conocerla, por ejemplo, recordaban malos olores ya al final de su existencia y la debilitación producida en parte de sus terrenos. La situación de insalubridad, de hecho, había sido comentada muy tempranamente, en el IV Congreso Científico Panamericano celebrado en Santiago entre fines de diciembre de 1908 e inicios de enero de 1909, con denuncias avaladas por los estudios de sus verdosas aguas y del suelo alrededor, cuando la extensa laguna aún era muy joven.
Para las décadas siguientes, el mismo problema se salía de control y las voces demandando su fin ya no era pocas. La concesión para el uso recreativo la laguna fue otorgada en enero de 1920 a Juan E. Baeza Díaz, quien llegó hasta ella para sacarle rentabilidad a sus botes, sobre aguas ya turbias. Había sido concesionada al particular con plazo indefinido, pero dos años después fue acotado el tiempo de uso a nueve años. Acabaría completando más de cinco lustros allí, sin embargo.
Mientras tanto, indiferente a reclamos y vahos apestosos, no se acabarían los encuentros de la Terraza Parque Forestal, apareciendo en páginas de espectáculos y vida social de la prensa. En enero de 1927, por ejemplo, se insertaba en las páginas de prensa un aviso repasando las bondades del ambiente veraniego de la terraza y sus "agradables programas musicales", mencionando a las distinguidas familias de apellidos copetudos que habían visitado últimamente el lugar. Y a partir de abril, se realizaban en ella jornadas de patinaje en donde incluso se prestaban implementos a los asistentes durante toda la temporada. Al mismo tiempo, había exhibiciones de baile artístico de la pareja Souto, en horario vermouth-danzants de 19 a 21 horas.
Sólo unos meses después, desde el 9 de noviembre, la municipalidad ofreció en arriendo el Dancing Park de la terraza por orden de la Intendencia de Santiago, iniciando un intenso nuevo período de diversión y bailables.
El célebre periodista de espectáculos Osvaldo Rakatán Muñoz describe la intensidad de la diversión bohemia que caracterizó a la Terraza Parque Forestal, en su delicioso memorial “¡Buenas noches, Santiago...!”. La recuerda como “un lugar acogedor y grato, especialmente en primavera y también en las cálidas noches de verano”, con jornadas de one-step, shimmy y charleston a cargo de la Orquesta Típica del maestro Juan Carlos Ghio, compositor argentino que hizo popular el tango “Agua Mansa”. La voz de esta orquesta iba por cuenta de Roberto Díaz, otro argentino, quien se quedó a vivir en Chile hasta su muerte. También tocaba en ella un violinista adolescente llamado Ernesto Neira, conocido después en los espectáculos nocturnos del desaparecido “barrio chino” de la calle Bandera.
Entrevistado por Rakatán en el club “La Nueva Antoñana” de aquella calle mapochina, Neira recordaba ya con 65 años a cuestas:
La Terraza del Parque Forestal era el lugar de moda de esos años. Yo empecé a tocar allí en 1925, cuando apenas tenía 14 años de edad. Había estudiado violín en el Conservatorio Nacional de Música que estaba entonces en la calle Cóndor con San Diego. Mi profesor fue el maestro Guillermo Navarro. Recuerdo que concurría allí únicamente gente de la aristocracia chilena, pues “La Terraza” era realmente un sitio muy elegante.
La otra banda a cargo de la música allí a espaldas del Castillo, en este caso con los acordes jazzistas y de foxtrot, fue la Orquesta de Jazz del maestro Jorge Moraga. Agrega Rakatán que la voz de esta agrupación la daba su baterista Camiletti.
De esa manera, un buen paseo por el Parque Forestal podía incluir, en aquel momento, las visitas a los museos, los palacios, los recorridos en bote por la laguna y rematar con una noche de espectáculos y bailables en el fantástico Dancing Park.
Como el elemento bataclánico estaba cobrando notoriedad por entonces, también estuvo presente en varios de los shows de la terraza. La prensa de la época confirma tal volumen de energías desplegadas en aquel lugar, como por ejemplo el diario “La Nación” del viernes 20 de enero de 1928, que anunciaba bajo el título “El festival de hoy en la Terraza del Forestal”:
Gran Interés reina en nuestros círculos sociales y artísticos, por concurrir a la velada teatral que ofrece esta noche la Terraza del Parque Forestal.
Como se ha anunciado oportunamente, en este festival tomarán parte conocidos elementos de algunas compañías y conjuntos de varieté de la capital, haciéndose algunos números de canto y bataclán en los intervalos del baile, que amenizará la orquesta típica argentina y la jazz-band del profesor Guzmán.
Hubo otras varias presentaciones veraniegas en aquellos meses, como las realizadas el 4 y el 28 de febrero de ese año: la primera correspondía a una fiesta sabatina de arte de la Sociedad de Autores Teatrales; y la segunda, a una velada festiva en la que participaron las artistas Marina y Adriana Pimentel, con otros exponentes del género, todo con cierto rasgo de alta sociedad.
Postal antigua coloreada de la Laguna del Parque Forestal y parte de la terraza con el kiosco, vista desde el costado de la cuadra que da hacia calle José Miguel de la Barra. Fuente imagen: Flickr Santiago Nostálgico de Pedro Encina.
La terraza en la actualidad, tal cual se ve desde la hondura del terreno. Se observa también el trabajo de sillería en que está elevada y algunas de las pocas balaustras que le quedan.
Una de las argollas en las que se ataban los últimos botes de remos abajo de la terraza, en donde estaban las aguas de la laguna.
Juegos infantiles en el sector que antes pertenecía a la laguna. También puede percibirse la profundidad del terreno con respecto a las alturas del entorno.
Vista general del espacio que ocupaba la Terraza Parque Forestal, desde el lado de la avenida Cardenal Caro. Se observan los juegos, la reja perimetral y, a la izquierda, un monumento de la ciudad a Bartolomé Mitre.
A mediados de marzo de 1928, se realizó en la terraza un homenaje para el actor Alejandro Flores, en el que participaron artistas como las hermanas Arozamena, las hermanas Crio, Jaime Planas, María Esther Pomar, Gabriela y Totó Ubilla, Segundo Pomar, Evaristo Lillo, Rogel Retes, Enrique Delfino y algunos conjuntos de varieté y bataclán. Posteriormente, en las Fiestas Patrias de ese año y como venía sucediendo desde algunos años ya, la terraza fue lugar de una gran celebración con dos festivales: el diurno, que comenzaba a las 18 horas, y el nocturno, a las 22 horas, con la música a cargo de la orquesta del maestro J. B. Garrido. Al parecer, hubo otros encuentros parecidos en el período siguiente.
Cabe añadir que, en ese mismo año, la Casa Amarilla publicó las partituras tituladas “Terraza Parque Forestal”, que incluían el tema “Soñando en la Terraza” del maestro tanguero Ghio, como informa Mauricio Saraos Paredes en su tesis “Música Popular, Cultura de Masas y Representaciones de la Modernidad en la Urbe Chilena. El Ejemplo del Tango, 1880-1930” (Universidad de Chile, 2009).
El sábado 3 de noviembre del año señalado, tiene lugar otro gran baile y show artístico en homenaje del Círculo de Periodistas y Artistas a don Humberto Castro Principi, delegado de la Asociación de Periodistas del Perú que partía de regreso a su patria. Con presencia de representantes diplomáticos peruanos, actuaron en la ocasión artistas de la Compañía Peruana de Comedias como Columba Quintana, Leonardo Arrieta y Elvira Tizón, junto a las tiples Ángela y Lila Cobo. De este modo, todo indica que el gremio teatral mantuvo siempre un grado de relación relativamente estrecho con la Terraza Parque Forestal.
Ya a fines de año, en la noche del 28 de diciembre, se realizó el primer Festival Artístico del Día de los Inocentes con baile, números teatrales, variedades, animación, sorpresas, premios y “las jóvenes más distinguidas de nuestra sociedad”, según prometían los anuncios. El programa artístico, iniciado a las 22 horas, contaba con artistas de la Compañía de Revistas del Teatro Municipal, del Teatro Santiago y de la Gran Compañía Chilena, organizados por el empresario César Sánchez, además de algunos aficionados. Entre otros consagrados estuvieron en la ocasión la cantante y bailarina Sarita Guasch, la tiple Amanda Las Heras de la Compañía de Revistas de Antonio de Bassi, y números humorísticos de Blanca Arce y Pepe Rojas, quienes iniciaron allí un concurso de cuecas bailando “El secreto”, del maestro Rengifo.
Para marzo de 1934, la Terraza Parque Forestal aparecía publicitada ahora en la revista "En Viaje" como una recomendable quinta santiaguina "enfrente del Palacio de Bellas Artes" y con la siguiente reseña, muy grandilocuente:
La más central, la más concurrida terraza del mundo elegante. La de moda de todas las temporadas. Ambiente refinado. Las mejores orquestas típica y de jazz.
Pista preciosa. Kioscos y pérgolas a orilla de de la laguna. Atención inmejorable.
Precios corrientes - Entrada libre.
También se habían implementado aparatos de diversiones mecánicas con entrada
liberada en la terraza, en esos años: 20 juegos, que funcionaban en tres
tandas diarias de 10 a 12.30, 16 a 21.30 y 22 a 24.30. Hacia el final de
aquel espacio cuando permanecía siendo usado como centro recreativo, además,
había pasado a ser efímeramente la terraza del Parque Venecia, nombre que se
daba al sector de la laguna y sus botes. Las Navidades o años años nuevos celebrados con cena y baile en la terraza seguían siendo de los mejores que podían encontrarse por aquel entonces en la ciudad de Santiago.
Empero, a la sazón el problema de las aguas de laguna persistía causando polémica entre la municipalidad y el gobierno, todavía en los años treinta. Llegó a bloquearse la concesión de uso en 1936, exigiendo el retiro del estanque, y el propio Ministerio de Tierras y Colonización acabó derogando la concesión en el mes de abril, tras 16 años en manos del señor Baeza. Uno de los argumentos que esgrimieron fue el que, mientras la concesión de la terraza del Parque Forestal había dejado cerca de 10.000 pesos a la municipalidad, la laguna nada reportaba por aquel concepto ya que era propiedad pública fiscal. Sólo el ministerio podía licitar su uso de aguas, no así el de sus terrenos. La actitud rebelde de la municipalidad, además, fue lo que forzó al ministerio a ceder y terminar arbitrariamente el convenio con el particular.
En su “Memorial del viejo Santiago”, Alfonso Calderón asegura que el desecamiento definitivo de la laguna sucedió en 1944, año en que mucha de la atención de los santiaguinos se había desplazado al flamante Parque Balmaceda, el ex Parque Gran Bretaña y antes Parque Japonés, suerte de continuidad del Parque Forestal hacia el oriente de la Plaza Baquedano. De ese modo, la laguna del Parque Forestal acabó esfumándose por completo y dejando en su lugar al desnudo, otra vez, ese curioso desnivel del terreno aún en parte visible, además de herir el corazón a los sentimentales del urbanismo clásico de la capital, quienes siguen contemplando con dolor sus aguas en colecciones de fotografías antiguas.
A esas alturas, sin embargo, muchos bohemios que antes se divertían con orquestas en vivo y espectaculares celebraciones en la terraza, elevando sus brindis y cantos junto a uno de los paisajes más románticos y hermosos que pudo ofrecer la capital en toda su historia, también habían desaparecido de la realidad. La suerte de lo que fue el Dancing Park iría quedando echada no sólo por la competencia, sino también con los cambios de uso del espacio que fuera el embarcadero y con el alejamiento de toda nueva posibilidad de convertirlo en un club de bailables y músicos al aire libre.
Con algunos últimos eventos y fiestas infantiles de Navidad en los años treinta, generalmente para la beneficencia, el espacio en donde estuvo la dichosa Terraza Parque Forestal sobre su fresca laguna, caería después en una larga subutilización y deterioro al correr los años. Cada vez había menos razones para descender del tranvía del parque e ir hasta ella, aunque fuese de visita, y sus glorietas y kioscos acabaron desapareciendo casi como las mismas aguas de la laguna.
Hoy, en la ex terraza hay juegos infantiles sobre suelo con cobertura de maicillo, en cuyo costado se instaló un monolito con busto en homenaje al mandatario argentino Bartolomé Mitre, en 1972. La explanada también funciona como una prolongación informal del grato café y restaurante en el inconfundible Castillo. Los paseantes se detienen en ella usándola como mirador o balcón sobre el parque, aunque la mayoría ignora que, casi un siglo antes, aquí se reunían la alegre fiesta de los dancings con los agradables recorridos en bote y la imparable música de orquestas de fondo. ♣
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