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EL RESTAURANTE DE LA CUMBRE DEL SAN CRISTÓBAL

 

El edificio del Casino Cumbre hacia 1922. Fuente imagen: Enterreno.com (aporte de David Guerra).

En el Cerro San Cristóbal del actual Parque Metropolitano, por las escalinatas a un lado del Parque Lautaro hacia el norte, hoy junto a la Plaza México y pasando junto a las hermosas ruinas de la llamada Casa de las Arañas, se ascendía antaño hasta un grupo de terrazas entre escaños, jardines florales, glorietas y pircas de piedra en donde estuvo el alguna vez cotizado Casino Cumbre. Fue llamado también la Terraza y el Restaurante del San Cristóbal. Poco y nada queda de este espacio perdido en la cima, hoy habitado sólo por la humedad, los fantasmas y algunos de los perros que pululan por su paseo.

Se recordará que la conversión del cerro se ejecutó en los años veinte, pero había sido sugerida medio siglo antes por don Benjamín Vicuña Mackenna. Estaba también el antecedente de la instalación del Observatorio Astronómico Foster en 1903, el santuario de la Virgen de la Inmaculada Concepción en 1908 y la campaña iniciada en agosto de 1916 por el intendente Alberto Mackenna Subercaseaux y el senador Pedro Bannen, para que se iniciaran expropiaciones y se creara un parque.

Mackenna Subercaseaux era presidente de los boy scouts de Chile, y en su cruzada los miembros de la agrupación, más 300 conscriptos del Regimiento Tacna, llegaron cerca de la cumbre en una enorme reunión pidiendo que pronto fuera forestado y convertido en paseo. Una estatua a los boy scouts hoy recuerda el cerro esta toma verde simbólica, obra de Fernando Thauby. También se realizó la llamada Fiesta del Árbol, con el trasplante masivo de arbolitos jóvenes por el lado de avenida Santa María, al pie del cerro, actividad realizada por boy scouts, ciudadanos y autoridades.

Pocos días después, el 28 de septiembre de 1917, se promulgó la ley para las expropiaciones y compras de terrenos del futuro parque, no tardando en aparecer los interesados. Se acogió también una propuesta hecha en octubre por don Vítor A. Leroy al gobierno, para transformar el cerro en un enorme parque público con entretenciones varias. La sociedad anónima a formarse para este proyecto se llamaría Compañía de Atracciones Públicas de Santiago, y contó con un capital de dos millones de pesos.

Aunque se citaron varios otros ejemplos durante el proyecto la idea general se inspiró, originalmente, en el caso del parque del cerro Tibidabo de Barcelona, el que disponía de su propio funicular desde principios de siglo, algo que también se decidió incorporar al San Cristóbal. En “La Nación” del sábado 13 de octubre de 1917, Fernando Gandarillas defendía el proyecto de transformación:

Todo esto puede hacer en el San Cristóbal la proyectada “Compañía de Atracciones Públicas de Santiago”, con sólo imitar lo que se ha hecho en el Tibidabo de Barcelona.

Hace falta en nuestra capital un sitio de atracciones que especialmente, proporcione a los que trabajan rudamente en la semana, un día domingo en que gocen de sana alegría y de aire puro y vivificante.

Parte de la idea de imitar al Tibidabo era también la de sus establecimientos, que incluían un gran restaurante, una estación de palomas mensajeras, proyectores eléctricos, salas para la cultura y la vida social, salones de fiestas, miradores, etc. Para esto, el Comité de Transformación de Santiago había contratado al ex director del área de paseos de Buenos Aires, el paisajista francés Carlos Thays hacia 1919 o 1920, según se desprende de la memoria presentada por el Ministro de Hacienda presentada al Congreso Nacional dos años después. Ese mismo año de 1920, además, fue elegido el proyecto de la firma Frederick, Sage Co. Ltda. para el diseño que tendría el restaurante del cerro, precisamente el que nos interesa acá, pero la idea propuesta terminaría siendo reemplazada.

La administración pública decidió mantener un papel protagónico en la creación de lo que hoy es el Parque Metropolitano y así, en 1921, inició el programa de forestación que cambió para siempre el aspecto árido del cerro, trazándose también los proyectos de construcción del funicular, el parque zoológico, el Torreón de la Victoria y la capilla de la cumbre. El intendente Mackenna Subercaseaux había presentado el proyecto en ceremonia del Salón de Honor de la Universidad de Chile, comparando el cerro y su importancia para Santiago con la del Pincio en Roma, el Corcovado en Río de Janeiro y -por supuesto- el Tibidabo en Barcelona.

De entre los pabellones y espacios que proyectaba ahora el arquitecto Luciano Kulczewski para el programa transformación del cerro, a solicitud de la Intendencia de Santiago, el Casino Cumbre debió ser uno de los más grandes y de mayor trabajo, además de la estación baja del funicular. Fue, también, uno de los edificios más espectaculares levantados en la cima, lo que hace más perturbador el observar que nada quede de él como vestigio, salvo algunas pocas marcas, ruinas y residuos.

Ya antes de iniciarse las obras del parque, se había propuesto la construcción de teatros, casinos y restaurantes por parte de Thays, evaluando que en la cumbre hubiese un gran patio de observación de la ciudad, precisamente por donde estará el Casino. Las ideas de Kulczewski para estos proyectos debieron competir con otras como las del arquitecto Alberto Cabezón, quien había presentado un anteproyecto de 1916 que incluía un palaciego edificio muy monumental y afrancesado, en el desmonte rocoso de la Gran Cantera del San Cristóbal, bajo la actual Terraza Bellavista y haciendo frente a la ciudad. Para este espacio de roca desnuda, en cambio, Kulczewski había propuesto una especie de anfiteatro con gradas, pero este proyecto también se descartó. Hasta hoy, la cantera sigue prácticamente igual en ese sitio, pudiendo accederse a ella por los contornos de los senderos.

Proyecto elegido para el diseño del casino en 1920, de Frederick, Sage Co. Lta. Imagen publicada ese año en revista "Pacífico Magazine" en junio de ese año. Al final, sería modificado.

Acuarela de L. Kulczewski con la representación del Casino Cumbre en 1921. Fuente imagen: Ronald Harris Diez, "Luciano Kulczewski, arquitecto: Eclecticismo y procesos modernizadores en el Chile de la primera mitad del siglo XX" (tomada de Cayo Riquelme).

Acuarela de la Casa de las Arañas, vecina al Casino Cumbre. Fuente imagen: Ronald Harris Diez, "Luciano Kulczewski, arquitecto: Eclecticismo y procesos modernizadores en el Chile de la primera mitad del siglo XX" (tomada de Cayo Riquelme, autor de la acuarela hacia 1921-1924).

Camino de la cima del cerro San Cristóbal, en fotografía c.1930, con el pabellón de la Casa de las Arañas al centro sobre la loma, y parte del Casino Cumbre a la derecha arriba, justo abajo de la cúpula del observatorio. Fuente imagen: Flickr "Santiago Nostálgico" de Pedro Encina.

Sendero entre la Casa de las Arañas (más abajo) y el Casino Cumbre (más arriba y atrás), observado desde la cumbre del Santuario de la Virgen, en fotografía cercana al año 1930. Fuente imagen: sitio "Fotos históricas de Chile" del coleccionista fotográfico patrimonial Alberto Sironvalle.

Postal fotográfica del Casino Cumbre y su amplia terraza, hacia los años treinta, vistas desde el sector cercano a la caseta del observatorio. Fuente imagen: Amosantiago.cl.

La terraza del Casino Cumbre en 1939, en imagen publicada por la revista "En Viaje".

Los patios descubiertos del casino. Fuente imagen: Ronald Harris Diez, "Luciano Kulczewski, arquitecto: Eclecticismo y procesos modernizadores en el Chile de la primera mitad del siglo XX" (tomada del Archivo Kulczewski).

Valle de Santiago hacia 1921, con la cordillera de los Andes de fondo, observada desde el Casino Cumbre. Fuente imagen: Ronald Harris Diez, "Luciano Kulczewski, arquitecto: Eclecticismo y procesos modernizadores en el Chile de la primera mitad del siglo XX" (tomada del Archivo Kulzcewski).

Publicidad para el entonces llamado Casino Cerro San Cristóbal, en el diario "La Nación" , noviembre de 1950.

 En tanto, ubicado junto a la ladera rocosa de la segunda cima y abajo del observatorio, estaba el otro espacio despejado con la mencionada terraza y mirador de la cumbre, también resultante de antiguos trabajos de cantería allí ejecutados. Aún se ven en lo alto bloques de basalto, de hecho, muy parecidos a los del cerro Santa Lucía. El Casino fue levantado en este amplio patio, siguiendo otra propuesta y diseño de Kulczewski, valiéndose en gran medida de la roca local disponible, como sucede con varios pabellones e instalaciones del parque.

Sólo unos pasos más abajo, se construyó con la misma base de materiales el Pabellón Fotográfico Sor Juana Inés de la Cruz, con protecciones de metal forjado en forma de telarañas cerrando sus ventanas, lo que le valió el nombre de Casa de Las Arañas. Usado alguna vez también como pabellón de descanso, una leyenda decía que Mackenna Subercaseaux, Kulczewski y el propio presidente Alessandri recibían allí a algunas amistades y “amigas”.

Al instante mismo de abrir, el Casino se volvió guarida de la desenfadada y cínica bohemia de los años veinte y treinta. En su sólido terraplén de baldosas con diseño de damero bailaban las parejas, al ritmo de entretenidas orquestas. Lo más granado de la sociedad capitalina llegaba de día y de noche: intelectuales, políticos, artistas, familias aristocráticas o visitas ilustres. Y aunque las fuentes señalan diferentes años para la construcción del gran conjunto recreativo y restaurante, especialmente el de 1922, una inscripción inaugural entre sus senderos señalaba su verdadera época y circunstancia: “Inaugurado el 17 de septiembre de 1921, por S. E. Don Arturo Alessandri P. siendo Ministro del Interior Dn. Héctor Arancibia Laso”. Hoy, las enredaderas dificultan un poco hallar este mensaje, grabado en una roca.

La vista desde la terraza del Casino seguía siendo lo más espectacular de aquel sitio, hacia la cordillera y el sector oriente de la ciudad de Santiago, cuando la levadura urbana de la capital aún no crecía en forma desproporcionada hacia ese lado del valle. Había telescopios dispuestos para la contemplación de la cuenca mapochina y Los Andes, por lo mismo. Eran las razones por las que el Casino Cumbre se publicitaba radialmente como un establecimiento “muy cerquita del cielo”, según comenta Ronald Harris Diez en su exhaustiva tesis “Luciano Kulczewski, arquitecto: eclecticismo y procesos modernizadores en el Chile de la primera mitad del siglo XX” (Universidad Politécnica de Madrid, 2014).

Según otra interesante e ilustrativa descripción que aporta el investigador Max Aguirre González en artículo para la revista “Arquitectura” (“Imaginación instintiva. La arquitectura de Kulczewski en el Cerro San Cristóbal”, 1996), el restaurante de la cumbre era un chalet de aspecto rústico, con techado de totora y maderas a la vista. La terraza se conectaba con el edificio principal con las salas de comedores y bares a través de grandes ventanales. Y concluye el autor:

...todo está ligero, sencillo, de maderas aceitadas, asientos de coligüe, sujetas con amarras vegetales, y quioscos en forma de sombreros mexicanos, entre macetas decorativas. Su colocación en el vértice del Cerro deja abarcar el panorama en toda su magnífica amplitud y constituye uno de los miradores más hermosos del Mundo.

El edificio principal mantenía a la vista la roca de las canteras y sus junturas eran de color crema. Marcos de puertas y vanos mayores eran de ladrillo, también en su color propio. Las esquinas y escalinatas tenían maceteros florales adornando la fachada del conjunto y logrando un particular aspecto floral que también se observaba en la Casa de las Arañas: como si se fusionara con el paisaje de verdores procurado al paseo con el programa de forestación. Los lienzos de sus muros eran de paja de totora y con ventanillas de vidrios de colores. La solana en que estaba levantado, en tanto, era usada como pista de baile al aire libre y lugar fresco para sentarse entre las muchas mesitas y sillas de jardín, cerca de las palmeras y los cobertizos forrados en enredaderas. Por tratarse de un sitio preferido para público más conservador entre la élite capitalina, sin embargo, su ambiente era recatado y más bien familiar.

Conocido también como el Restaurant Cumbre, su nombre se debía a que este sector del San Cristóbal era llamado La Cumbre en esos días, a pesar de hallarse en una cota más baja que las puntas en donde estaba la Virgen y el observatorio. Empero, tal denominación tenía sus razones: era la última estación del camino por la que podían llegar los automóviles, el más cercano a las cimas.

Aguirre González explica que se debía acceder a él por calle Pedro de Valdivia Norte tomando la subida de Abate Molina, el mismo sector en donde aún está uno de los principales accesos al parque y una cercana conexión con el camino de sus faldas que lleva de regreso hacia Pío Nono, pasando por el Parque Zoológico y bajo el puente del funicular. En un estacionamiento cercano al establecimiento, de hecho, se llegaron a contar 3.000 autos en alguna ocasión, lo que da una proporción de la cantidad de gente que acudía hasta sus funciones musicales, banquetes y veladas.

Actividades navideñas de 1951 en el mismo Casino, en "La Nación" del 22 de diciembre de aquel año.

Los bailables del Casino del Cerro San Cristóbal en aviso de fines de marzo de 1955, en el diario "La Nación".

Aviso del Casino del San Cristóbal en enero de 1956, diario "La Nación". Se confirma que aún tenía una buena plantilla de artistas.

Piedra inaugural del restaurante de la cumbre, entre las enredaderas crecidas por los senderos de jardines. El año exacto que registra para la apertura es 1921, corrigiendo así algunas reseñas con errata.
 

Sector de la terraza, en la actualidad, con sus características palmeras y baldosas en disposición de tablero de damas.

Este sector de las terrazas alguna vez estuvo colmado de asientos, glorietas y parejas disfrutando de las bondades del lugar. Hoy penan las ánimas...

Vista desde la altura del área que ocupaba el demolido restaurante de la cumbre del cerro, por la pared rocosa al costado, camino al observatorio.

Fragmentos de muros de piedra que quedan de los contornos del lugar en donde ese hallaba el restaurante del cerro.

Escalinatas y pircas que pertenecían a los senderos entre los jardines del restaurante de la cumbre.

Ruinas de la Casa de las Arañas, pabellón que se encontraba en el camino de la plaza hacia el Casino Cumbre, pocos metros más abajo.

El Casino Cumbre también ofrecía por la prensa cenas con baile y reuniones sociales casi diarias, varias contando con presentaciones de artistas conocidos que actuaban en los teatros de esos años, como se lee en “La Nación” del sábado 9 de marzo de 1929:

Con éxito continúan efectuándose las reuniones sociales que ofrece el Casino del Cerro San Cristóbal. Para hoy sábado y mañana domingo en las noches, se anuncia Dinner Dansant con selectos programas de variedades.

El baile lo ameniza una buena Orquesta Jazz.

Uno de los primeros problemas que afectaban por entonces la relación del Casino con el público, sin embargo, fue la falta de seguridad del señalado ascenso, debido a los trabajos que se ejecutaban todavía en esos años en el sector de las canteras y que llegaron a socavar el sendero, debiendo tomarse medidas por parte del intendente Isidoro Huneeus Guzmán, poniendo en conocimiento de estas a los contratistas y exigiéndoles las acciones necesarias para la comodidad del público.

Empero, resuelto ya aquel obstáculo, comenzó a sentirse el efecto de la depresión económica justo cuando el establecimiento ofrecía renovadas atracciones para el público. Como el prestigio pesaba, varias visitas ilustres y celebridades recibieron nuevos homenajes en este sitio durante aquel complicado período, como el que extendió la colonia árabe al boxeador argentino Jorge Azar, al mediodía del 26 de mayo de 1935, con concurrencia del Club Deportivo Sirio. Mas, a pesar de la actividad y de la vigencia, el esplendor del restaurante del San Cristóbal resultaría breve: ya se estaba apagando, transitando por una larga decadencia de la que nunca pudo zafarse y menos recuperarse, como sucedió a muchos clubes y centros de la vida social de esos descarriados años.

En la literatura y ciertas reseñas sobre este lugar, hay versiones asegurando que fue destruido por un voraz incendio, el que también habría dañado en parte pabellones cercanos como la Casa de las Arañas. Sin embargo, todavía en 1950 podemos encontrar publicidad para el mismo en medios como "La Nación", ofreciendo sus sábados de bailables con la Orquesta de Luis Aránguiz y las fantasías en piano de Paddy Kennedy. "Espléndido camino para automóviles - funicular", agregaba en noviembre de ese año.

Una orquesta dirigida por el maestro Kennedy animaba también las fiestas de Navidad que se hacían por entonces en el Casino. En la de 1951, participaron también del show Raúl Gardy y sus Guitarristas, además de Isabel Stuardo y otros números de variedades. Y para el programa navideño de 1955, el Casino incluyó en su gran baile a atracciones como el melódico Trío Flamingos, el grupo folclórico y tradicional chileno Los Cordilleranos, el bolerista Mario Aguilera, el humorista Víctor H. Goodman y las orquestas Los Kings y Cubanacán. Por 1.200 pesos, el cubierto incluía delicias como medallón de langosta, crema Navidad, pollona chevaliere y cassatta Gran Casino.

El arquitecto Enrique Burmeister, por su parte, dice en un “Seminario de Historia del Arte” de su autoría (consultado por Harris Diez) que el siniestro de marras sucedió en los sesenta, agregando que todavía en 1968, cuando redactaba aquel trabajo, no era reconstruido. Aunque la información de Burmeister parece confiable, comenta Aguirre que el Casino Cumbre se mantuvo en funciones hasta 1975, siendo demolido hacia 1980 y quedando así la terraza despejada.

Los pocos recuerdos orales sobreviven, sin embargo, lo señalaban como un lugar en estado ya decadente y en evidente retroceso desde mediados de siglo o un poco después. Su demolición habría sido decidida por lo insalubre del lugar, además, agravada por filtraciones y la humedad del terreno, además del deterioro acumulado por largo tiempo. Obviamente, en sus últimos años ya no llegaban a él visitas ilustres, ni aristócratas, ni intelectuales.

De lo que fue aquel complejo de fiestas con características únicas en los paseos y parques de cerros en el país, incluyendo sus celebraciones sociales, bailes presuntuosos, orquestas de jazz o foxtrot, concursos de dancings y banquetes con grandes aspiraciones de elegancia, hoy destacan solo las redes de escalinatas serpenteantes de piedra, las mismas que conducían a su explanada, y varios paños con los característicos azulejos blancos y oscuros sobre los que estaban sus mesas al aire libre en las estaciones cálidas. Parte de lo que fueron algunas de sus dependencias y los senderos que se situaban del lado poniente, han ido desapareciendo tragados por la vejez y por la propia vegetación del cerro, aunque sobreviviendo escondidos entre matorrales y vapores de la tierra humedecida.

Restos de algunos de los pesados y voluminosos murallones de piedra que formaron parte del restaurante y de sus espacios adyacentes, aún están en pie en los contornos del gran patio y pueden reconocerse como vetustas y tristes ruinas de lo que alguna vez hubo allí. ♣

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