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LOS VUELOS EN GLOBO DEL AVENTURERO LAISELLE

Globo "Jeanne d'Arc", de Eduardo Laiselle. Fuente imagen: diario "El Austral" de Osorno.

Todos los primeros vuelos de globos aerostáticos tripulados en Chile estuvieron en la misma sintonía de las exhibiciones y espectáculos con los que eran presentadas al público estas pruebas en otras partes del mundo, generalmente despegando desde un lugar de la ciudad en donde se convocaba a la muchedumbre y pagando una entrada por estar en el mismísimo punto del ascenso.

El primer intento del que hay alguna noticia tuvo lugar en 1839 en la Plaza de Armas, por un gringo que no pudo concretar su vuelo en aquella ocasión, desatándose una formidable explosión de ira del público que dejó descalabrados, heridos, presos y cantidades de ventanas rotas por las piedras. Sin embargo, a los pocos días un anónimo muchacho chileno se animó a realizar la proeza pendiente y se elevó en un globo artesanal de tela inflado con el aire caliente, desde la segunda cuadra de la calle de la Maestranza, hoy Portugal. Habría sido el primer vuelo en globo realizado en el país, a pesar del deficiente registro del mismo.

Más tarde, vinieron a hacer sus elevaciones otros aeronautas extranjeros también con algo de circenses, como el intrépido argentino José María Flores. Al parecer, este valeroso personaje habría saltado en un rústico paracaídas desde su globo tras elevarse sobre Santiago en 1841, o al menos es lo que señalaron algunos de sus biógrafos. Sin embargo, se sabe que el primer salto en paracaídas oficialmente registrado en Chile es muy posterior: el del piloto alemán Otto Heinecke, ejecutado en 1924 con un modelo de su invención.

Después, hizo historia el francés Luis Vernert, quien se elevó desde la actual calle Serrano en las Fiestas Patrias de 1857. Y con esta experiencia se puede decir que los espectáculos en globos sobre Santiago ya estaban instalados, contando con numeroso público disponible hacia la segunda mitad del siglo XIX, no obstante que la actividad siguiera siendo efectuada por viajeros y en contextos de espectáculos.

Sería otro andariego quien cruzaría nuevamente cielos chilenos a bordo de un globo, ya en los albores de la Guerra del Pacífico: Eduardo Laiselle (Laiscelle, Laisselle, Laisalle o Laicelle, en algunos archivos), un joven trotamundos nacido en Boston pero de ascendencia francesa y ciudadano del planeta, llegado a Chile en 1876 como parte del equipo de una compañía de variedades. Decidió quedarse en el país aconsejado por su corazón, enamorado de una chilena y complacido por las bondades del clima local. Para poder subsistir, entonces, se convirtió en improvisado aeronauta con sólo 19 años de vida, inscribiendo en la historia aeronáutica nacional enormes nuevas hazañas.

Para sus funciones, Laiselle contaba con un globo del estilo Montgolfier bautizado “Jeanne d'Arc”, de unos 300 metros cúbicos de capacidad y fabricado con tela engomada, acondicionándolo sobre una sencilla barquilla de junco. Lo inflaba colgado de un grueso madero de unos cuatro metros, echando adentro humo de leña verde que obtenía gracias a un pequeño horno de barro y ladrillo, artilugio que se debía construir en cada lugar en donde ofreciera sus ascensos. Un tubo salía de la parte superior del artefacto y conducía el aire recalentado con el humo hasta el interior del aerostato. Con este sencillo método, Laiselle llegaba a alzarse unos 600 metros sobre el suelo de la ciudad, asombrando a todos los testigos. Aunque es muy posible que nadie en Chile -que no fuese un escalador- hubiese alcanzado semejantes alturas hasta ese momento, se le recuerda en especial porque, en sus jóvenes años, iba por el aire realizando también temerarias piruetas.

Su primera elevación habría sido el 28 de octubre de 1877, de acuerdo a los textos que tratan su legado. Fue el número principal del Gran Circo Carlo, que realizaba sus funciones en el recientemente inaugurado Club Hípico de Santiago. Como artista de varias disciplinas, ese día hizo también un salto acrobático mortal por un arco encendido y lleno de puñales, antes de abordar su globo y colgar desde él con un trapecio, descendiendo hasta el patio de una agencia de calle San Diego.

Aunque su segundo intento de elevación fue un fiasco, pues el globo se encendió y debió saltar desde buena altura para salvar su vida, sus exhibiciones continuaron siendo concurridas. Usaba como base de despegue sitios eriazos y terrenos de las calles San Alfonso, Bascuñán Guerrero, Salvador Sanfuentes, la propia Alameda de las Delicias y otras ubicaciones cercanas a la Estación Central. Su representante era el célebre empresario Henry Pinaud, dueño del Casino del Portal Fernández Concha, quien cobraba sólo un aporte voluntario por la entrada, según comentaba Enrique Flores Álvarez en “Historia aeronáutica de Chile”:

Un cinco, un diez, un veinte o un peso, cualquiera moneda era válida para poder presenciar cada espectáculo. Cuando el empresario calculaba haber reunido suficiente dinero, comunicaba esta noticia por señales convenidas al aeronauta que, trepando a la barquilla del globo, dirigía alguna palabra al público mezcla americano, francés y castellano, haciendo ver lo impresionante de su exhibición, que requería de nervios bien templados y de un valor a toda prueba para tener éxito en la empresa. Daba, asimismo, algunas instrucciones a las personas que debían soltar el esférico al grito de “laissez-tout”.

Como era de esperar, Laiselle logró gran renombre y muy buenas ganancias con tan asombrosos espectáculos. El 13 de agosto de 1878, realizó también el primer vuelo en globo de Valparaíso, aunque su temeridad lo llevó a descender en forma muy brusca en Quebrada Verde, salvándose de morir. Probablemente, era el primer acróbata de este tipo de aparatos en la historia de la aeronáutica nacional, además del más exitoso en muchos aspectos. De vez en cuando, además, alguna personalidad lo acompañaba en sus ascensos, tentada con el desafío de tomar los riesgos de vivir la incomparable experiencia, aunque fuese por unos minutos.

Grabado con el despegue del histórico vuelo de los Montgolfier sobre la ciudad de Versalles.

El primer vuelo chileno en globo, realizado en 1839, en imagen publicada por Enrique Flores Álvarez en su "Historia Aeronáutica de Chile".

Una nota de archivos del "El Mercurio", rememorando el cuasi accidente de Laiselle en 1897. Proporcionada por don Alberto Fernández Donoso al "Boletín Informativo del Instituto de Investigaciones Histórico-Aeronáuticas de Chile" N° 9 de 2014.

Instalaciones para inflar el globo de Laiselle. Imagen publicada por Flores Álvarez.

Eduardo Laiselle, ya en la madurez de la vida, en archivos de prensa de la época.
 

Sin embargo, tras irse agotando el público interesado y perder sus ascensos el atractivo de todo lo que alguna vez fue novedad, Laiselle decidió emigrar hasta regiones ofreciendo sus vuelos y giras completas por diferentes provincias, tal como lo haría un artista circense itinerante. En esta etapa de la vida llegó a la localidad de Nancagua, en Colchagua, en donde halló un gran potrero facilitado por don Eulogio Fuenzalida para mostrar un show aéreo con un extraño “plus”: desde los 300 metros de altura, arrojaría al vacío un cabrito pequeño ante la impresión de los presentes, al que se le abriría un paracaídas llevándolo suavemente a tierra. Se suponía que quien atrapara al asustado animal se quedaba con él.

A mayor abundamiento, en aquel día pasó en su globo sobre el río Tinguiririca y aterrizó  en el Fundo El Yánquil, siendo llevado a toda prisa de vuelta a Nancagua para despedir al maravillado público. Pero, tristemente, cuando había cumplido con la parte del show que requería arrojar el caprino al vacío, la criatura en paracaídas fue a parar a la copa de un álamo, arrastrada por el viento. El desgraciado animal acabó sacrificado a tiros, carneado y asado ahí mismo por la turba eufórica, en una indecorosa escena de seguro alentada también por el infaltable alcohol.

El estallido de la Guerra del Pacífico sorprendió al aventurero con el corazón ya envuelto por la bandera chilena: se apartó de los espectáculos, enrolándose como voluntario en el Regimiento Movilizado Quillota y alcanzando el grado de sargento 2° de la Cuarta Compañía; luego, aspirante a subteniente. Participó en la Campaña de Lima, tras la que se disuelve su unidad en 1881. Durante sus servicios, además, se cree que habría intentado convencer a las jefaturas de usar las bondades de los globos en la guerra para desplazamientos y acciones, pero su propuesta resultaba demasiado audaz y no tardó en ser descartada.

Concluida su colaboración en las armas, se establecerá en Valparaíso trabajando en el comercio y después en los lavaderos de oro de Taltal, aunque realizando aún algunos vuelos de exhibición. Fue un período de vida en paz, hasta que la Guerra Civil de 1891 lo verá en el bando constitucionalista, como teniente del Batallón Movilizado Taltal. Allí alcanza el grado de capitán y se retira en febrero del año siguiente, con arreglo a la ley.

Para 1894, Laiselle otra vez está entregado a los globos y acumula cerca de 150 vuelos, repitiendo la prueba de lanzar un cabrito en paracaídas. Sin embargo, para el ascenso número 174 que debía realizarse el 22 marzo de 1897 en Limache,  período coincidente con sus 20 años de elevaciones en globos y cubierto por medios como “El Mercurio”, casi sufre otro accidente cuando tres de las cuatro cuerdas de su barquilla se cortaron y el globo se elevó con el canasto doblado, alcanzando unos 300 metros antes de empezar a descender, un kilómetro más allá de la partida.

A pesar del tremendo susto, continuó realizando audaces demostraciones como la registrada en mayo de 1898 en Angol y en marzo de 1903 en Osorno, hasta completar cerca de 200 ascensos con otras exhibiciones en Concepción, según contabilizaba en antiguas ediciones el diario “El Sur”. Ayudado por el teniente coronel Enrique Phillips, también realizó un curso aeronáutico militar en Chillán entre 1902 y 1903. Célebres pilotos de la aviación militar subirán al globo con él, y una leyenda dice que incluso lo acompañó el legendario teniente Alejandro Bello en un ascenso, poco antes de su famosa y lamentable desaparición de 1914.

El joven historiador angolino Sergio Martínez Vigueras, ha difundido algunos versos con los que Laiselle publicitaba sus concurridos espectáculos:

El hombre todo lo domina, todo
llega al fin de su gigante vuelo.
Cíclope nuevo que inventara el modo
más atrevido de escalar el cielo.

Tal es el aeronauta valeroso
que el pueblo todo con clamor aclama.
Id a verlo en su ascenso peligroso,
allí ved si es digno de su fama…

Id elegantes señoritas
de primorosa presencia
Id público admirador
de la audacia y el valor.

En sus interminables aventuras, el aeronauta también viajó a Oruro con el piloto chileno y pionero aviador Luis Omar Page, dando algunas demostraciones en suelo boliviano e instrucciones para la primera generación aeronáutica del país, bajo petición del gobierno paceño. Page realizó el primer vuelo de avión de Bolivia, en 1915, siendo homenajeado como el precursor de la aviación local.

En otro aspecto, fue por aquellos vuelos de los primeros en conquistar cielos nacionales como Laiselle, que los aparatos aerostáticos se hicieron conocidos como gran opción de espectáculos en Chile. Se convirtieron incluso en referentes de la cultura popular, no extrañando así que existiera en Valparaíso un hotel y restaurante que tomó el hombre de El Globo, muy conocido en los días del Centenario, con orquestas permanentes y mariscos a la carta en calle Lord Cochrane 309-317. También existió el Bar El Globo de Santiago, en San Pablo con Bulnes. Estos casos comprueban que la tecnología había quedado instalada en el conocimiento y en el imaginario chileno, de la misma manera que aparecieron marcas de alcoholes y otros productos alusivos también a los primeros vuelos de aviadores chilenos en esa época, al inicios de los “años locos” que viviría el país.

Por alguna razón, sin embargo, la tecnología del aerostato rara vez salió del ámbito de los espectáculos, exhibiciones y parcialmente como deporte, no llegando a tener alguna relevancia local como transporte u otros usos más funcionales.

Tras una entretenida vida, pero siguiendo el destino fatal de varios pioneros del aire en Sudamérica, el ya envejecido Laiselle falleció trágicamente en Chillán el 8 de julio de 1929, cuando su globo cayó ante miles de testigos sobre unos árboles y luego en unos techos. El hombre de los cielos ya había tenido antes un accidente parecido en Ovalle, pero salvando ileso tras enredarse en el campanario de la iglesia… Esta vez, ya no le quedaban más prórrogas para presentar ante la muerte. Al menos murió en esa misma tierra querida en donde había decidido quedarse a vivir.

Con el aciago accidente, Laiselle pasó de haber sido uno de los precursores de la aeronáutica chilena, a ser también uno de sus primeros mártires.

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