La Piscina Mamiña hacia 1980, vista desde su parte posterior hacia el frente. Atrás se observan las dependencias en donde tenían lugar los encuentros sociales y recreativos del recinto. Fuente imagen: sitio FB "Piscina Mamiña".
En la calle Mamiña 134 en la comuna de La Cisterna, a sólo metros de Gran Avenida José Miguel Carrera, existe cerca de la esquina con calle Calama un sencillo edificio blanco de larga fachada y dos pisos, con una escalera lateral para subir a sus altos y un portón metálico al extremo poniente de su primer nivel, con varias puertas intermedias. Ha cambiado un poco el aspecto que le recuerdan todos quienes la conocieron en su gloria, a pesar de haber sobrevivido a un amago de incendio en octubre de 2011.
Por aquel portón se ingresaba antes a un cómodo espacio interior con una piscina y uno de los clubes más simpáticos que haya tenido la juventud de los años sesenta y setenta: la Piscina Mamiña, lugar de lucimientos físicos en el agua celeste, inolvidables fiestas, bailables y algunos de los primeros conciertos de música rock moderno que se hayan conocido en la capital chilena.
Por supuesto, poco y nada queda de esa época, salvo el edificio que hace frente a la calle y el recuerdo de muchos viejos vecinos que fueron adolescentes o jóvenes en los años de gloria de la piscina y sus encuentros sociales.
En sus inicios, el recinto recreativo de la Piscina Mamiña fue llamada El Llano Chico y luego el Blue Summer Club, fundado hacia 1955. Por entonces, tenía entrada de público por lo que era la calle posterior llamada Celia Zégers, en donde existe ahora una residencia particular que se separó del terreno antiguo. La popularidad del lugar parece arder hacia el período del Mundial de Fútbol de Chile de 1962, época en la que adopta ya el nombre de Piscina Mamiña y queda definido ya como el centro de entretenciones juveniles de aquel sector de la ciudad.
En síntesis, podríamos describir aquel recinto como un establecimiento recreativo con perfil especialmente de clase media e incluso de la media más modesta, aunque varios de sus miembros provenía de familias de muy buen pasar económico, se recuerda. Muy variado, por lo demás, o al menos lo suficiente para que a veces florecieran las rencillas y se armaran algunas cuantas peleas memorables, partiendo lugar allí en la alberca y terminando en la calle.
Aunque el ambiente de la entonces famosa piscina era más bien sano, especialmente si lo comparamos con el de nuestros días, cuando las miradas no estaban encima abundaba la marihuana. Después llegaron los míticos desbutales, la “rubia de los ojos celestes” como se les llamaba por el color de la cápsula metanfetamínica, que inspiró una conocida canción con ese título de la banda rock Tumulto en 1977, otro de los varios grupos musicales que tocaron en estos barrios, por alguna razón, en este caso con el gran Alfonso Poncho Vergara capitaneando al equipo.
A principios de aquella década, además, hubo algún escándalo por denuncias sobre supuesta venta de LSD entre los comensales de la piscina, con redadas policiales incluidas. También se permitía parte de este público algunas libertades sexuales, lejos de las vigilancias más inquisitivas; cosas que quedaron en camarines y pasillos. Los vientos de la época en tránsito, pues, se reflejaban en el ambiente del mismo lugar. La mayoría de sus clientes eran adolescentes inocentones, sin embargo, en un rango de edad muy joven a la sazón.
La Piscina Mamiña era regentada por doña Alicia Vargas de Bakit, queridísima vecina de esos barrios apodada la Mamá y quien residía en el mismo lugar. Ella hasta vendía algunos sándwiches y refrescos a los concurrentes en el casino del mismo recinto, pero especialmente los usuarios de la piscina, siendo recordada como una mujer adorable, sumamente atenta y por todos bien evaluada. De hecho, a los que no tenían dinero para ir seguido a la piscina, les ofrecía ayudarla en la limpieza del agua al inicio de cada semana y así se ahorraban la entrada.
Doña Alicia trabajaba ayudada por sus hijos, especialmente por Alejandro Bakit, más conocido como Alejo, tremendo personaje de aquel ambiente y casi una leyenda viviente en la comuna de La Cisterna de entonces. Además de ser muy conocido entre la juventud de ese lado de la capital, Alejo era considerado un hombre de enorme atracción para las muchachas de esos años, especialmente cuando pasaba por las calles agitando sus largos cabellos claros sobre una elegante “burrita” descapotada, un Ford de los años veinte, de color canario y cuyo paso causaba tanta sensación en las calles.
No era aquella una piscina de gran tamaño, sin embargo; empero, era cómoda y segura para quienes la usaran con responsabilidad, sirviendo incluso para el entrenamiento de algunos equipos estudiantiles. Tenía un trampolín de modesto tamaño y unas piscinas más pequeñas hacia el fondo, además de un estanque de patos en otros años. Los más de confianza asomaban por encima desde los balcones del edificio en el frente, cuyo zócalo era, por este lado de la propiedad, de hermosa piedra canteada, como las fajas de tránsito que rodeaban también al perímetro de la piscina. En su buena época hubo también un colorido mural, dedicado a algunos de los primeros comensales que habían llegado al club y sus fiestas.
Desde el descrito patio en donde estaba la piscina también se podía ver perfectamente, en toda su altura, el cercano gran templo rojo de la Parroquia de Don Bosco y su característico campanario, de cuyo colegio salesiano llegaban muchos fieles, además. Este templo es otro conocido símbolo de la comuna.
En el salón del segundo piso y en torno a la piscina se presentaron varias bandas musicales hacia la misma época, tratándose en algunos casos de pioneras del rock y del pop en Chile. En algunas de esas coloridas noches, además, se ofrecieron concurridísimos bailables y se formaron en ellos muchas de las parejas que después permanecieron con sus familias en esos mismos barrios. Hubo también matrimonios, celebraciones, navidades, años nuevos, aniversarios, concursos de reinas, campeonatos de natación y unas concurridas fiestas de disfraces, además, de las que deben quedar por ahí algunos desteñidos registros fotográficos. Los veranos eran la mejor temporada según se recuerda, al punto de que hoy cuesta dimensionar la cantidad y variedad de actividades que llegaba a tener un mismo recinto como este, así como la importancia que revestía para los jóvenes de este lado de Santiago.
Alejandro Bakit, un personaje casi mítico ya en la historia de la piscina y de la propia comuna de La Cisterna, en su famosa "burrita" y al exterior del recinto recreativo. Fuente imagen: sitio FB "Piscina Mamiña".
Los Siluets, el grupo musical que marcó un récord de 72 horas tocando en vivo en la Piscina Mamiña, en una imagen publicada por "Las Últimas Noticias" el 14 de diciembre de 1967. De izquierda a derecha: Donald Silva, Lucho Silva, Jorge Venegas y Rigo Venegas.
Sector posterior de la Piscina Mamiña, en donde jugaban los niños y también había algunas instancias de diversiones juveniles durante las noches. Fuente imagen: grupo FB "Yo conocí la Piscina Mamiña", subida por María Angélica.
Cuando tenían lugar las descritas fiestas del recinto, era frecuente ver algunos muchachos y chicas “macheteando plata” en el acceso, para poder armar la entrada. Para desalentar a los infaltables colados, llegó un momento en que, una vez que se ingresaba a la misma fiesta, sólo se podía salir y volver con un vale o código especial, medida que logró evitar la entrada de muchos pillos que antes lograban ahorrarse el boleto de ingreso con triquiñuelas y engaños. Se contaba que también iban muchos militantes comunistas de una sede partidista que quedaban vecina a la piscina, al menos durante un período.
Los comensales más conocidos y leales de la piscina y sus eventos llegaron a fundar el llamado Club de Amigos de Mamiña, de hecho, organizando algunas actividades adicionales que podríamos denominar "de extensión". Estos clientes gozaban también de una respectiva credencial que los reconocía como miembros del club, en sus primeros años hacia fines de los sesenta. Esta era extendida por la propia señora Alicia o por su hijo Alejandro.
Ya en los años setenta, a los integrantes del club de Mamiña se les permitía meter guitarras acústicas y armar un ambiente parecido al de una playa de Quintero en esa misma época, consecuencia de la muy tardía llegada del hippismo a Chile. Y es que, a la sazón, aquel ambiente estaba poseso por el alma del Festival Woodstock, iniciando acá el mismo movimiento al que comenzaba a poner fin allá en los Estados Unidos.
En esos días, muchos de los concurrentes eran estudiantes de media, universitarios, voluntarios de bomberos y trabajadores jóvenes, algunos de ellos llegando desde lugares bastante distantes en la ciudad atraídos por las promesas de este lugar y la buena publicidad que le hacían los suyos. La gran cantidad de colegios que había alrededor de la misma llamó la atención de muchos de sus alumnos que también concurrían regularmente al club, aunque parece que varios de ellos procedían del Liceo 14 de Gran Avenida, hoy Juan Gómez Millas, por haber sido compañeros y amigos de Alejo Bakit, al igual que sucedía con varias de las jóvenes bandas que se presentaron en el club.
En tanto, se harían famosos allí algunos personajes de gran popularidad en la generación sesentera y setentera, con apodos extravagantes y casi incomprensibles, a estas alturas. Uno de sus ilustres fue, por ejemplo, el fallecido amante de las tuercas que figura entre los pioneros de la cultura “motoquera” en Chile: Álvaro Huaso Bascuñán. Otros concurrentes eran Miguel Hippito Galaz, recordado como el alma de muchas de esas fiestas, el dirigente deportivo Juan Ricardo Latorre y el audaz Ike Peña, hijo del futbolista y entrenador Caupolicán Peña.
También existió una “Carrera de regularidad” con un circuito que culminaba justo enfrente de la piscina, hacia inicios de los años setenta, organizada por el Club de Amigos de Mamiña para vehículos motorizados. Los concursantes disputaban ganarse el Gran Premio Mamiña, con patrocinio de varios negocios de los mismos barrios.
Por alguna razón, la presencia de los miembros de la banda musical Frutos del País era conocida y famosa entre una comunidad de la piscina, concurriendo frecuentemente al club como clientes o como plato de espectáculos. El grupo había sido fundado recientemente por el cantante y guitarrista Rhino González, tras la disolución de los Beat 4, que también habían tocado en la piscina en la segunda mitad de los sesenta. Ahora, Rhino volvía allí asociado en Frutos del País con sus colegas Mario Chama Zárate en guitarra, Hugo Raymond en órgano y piano, Leonardo Carvajal en bajo y Carlos Bravo en batería. Su vida fue corta pero influyente en la escena de entonces con el disco “Frutos del País” de 1972, y uno posterior de menor impacto, llamado “Y volar... y volar”, de 1974. El grupo tenía una evidente influencia de los ingleses de Procol Harum, cuyo célebre tema “A whiter shade of pale” era casi el himno de la Piscina Mamiña, tocándose en el inicio o al final de sus fiestas bailables durante buen parte del largo período en que funcionó también como discoteca o “disco go-go”.
Otras de las varias bandas nacionales que pasaron por las fiestas de la Piscina Mamiña fueron Los Picapiedras, de los pioneros del rock junto a Beat 4; el grupo Púrpura, cuyo bajista Ángel Álvarez estuvo después en la célebre banda Arena Movediza; Los Mendocinos, formada por músicos de este origen y amigos de la familia Bakit; Poozitunga, trío de Luis Vergara, Alejandro Martín y Danilo Gato Sánchez que habían comenzado en la también conocida Piscina Las Albercas de El Bosque; el grupo Millantún, otros conocidos en el sector; The Teyker's, formada por Freddy Muñoz al bajo, Víctor Laucha Huerta en batería y voz, y Mario Muñoz en guitarra. Algunos vecinos aseguraban que, ya en los ochenta, también estuvo alló el grupo Sol y Medianoche, formado por Sol Domínguez en voz, Jorge Soto y Tito Pezoa en guitarra y Nelson Olguín en batería. Incluso llegaron bandas extranjeras a presentarse en el lugar, en algunas ocasiones.
Otra vieja imagen de la piscina, con el templo y la torre de la Iglesia de Don Bosco atrás. Fuente imagen: grupo FB "Yo conocí la Piscina Mamiña", subida por "Pelao" Bakit Espíndola.
Una camioneta compitiendo en la "Carrera de Regularidad" del Club de Amigos Mamiña, cuya meta estaba en la misma piscina. Fuente imagen: grupo FB "Yo conocí la Piscina Mamiña", subida por Luis Lavín Romo.
El inmueble a cuyas espaldas se ubicaba la piscina de calle Mamiña, en la actualidad. El acceso principal era por el portón del costado izquierdo. Fuente imagen: Google Street View.
También se escucharon algunas veces en la piscina la psicodelia del grupo Aguaturbia, con la vocalista Denise, su pareja Carlos Corales en guitarra, Willy Cavada en batería y Ricardo Briones en el bajo. Fue una de las primeras bandas chilenas con una líder femenina, además de manifestaciones trasgresoras y provocadoras para la época, como aparecer todos desnudos en su primer álbum (con el nombre de la banda) de 1970, y la leyenda cuenta también que Denise a veces subía a los escenarios con un collar de tiras de anticonceptivos, otro tema controversial de la época.
Aquel año, además, otro de los hijos de doña Alicia, el querido Carlos Bakit, arrendó un bus para ir con varios de los amigos de la comunidad hasta el Festival de Piedra Roja de Los Domínicos, en octubre de 1970. En el famoso encuentro, rodeado de más mitos idealizadores que de realidad (partiendo por el nombre del lujar, que era en verdad Piedra Rajada), se presentaron las bandas Los Jaivas, Los Trapos, Lágrima Seca y Los Blops. También debía subir al escenario Aguaturbia, pero por desórdenes y mala organización no fue posible, quedando abajo al igual que Eduardo Gatti.
El caso de Los Siluets, otros habituales del club, dejó una huella especial: marcaron un récord nacional y mundial en el salón de la piscina en 1967, al comenzar ya en horas de la noche una llamada “tocata de la muerte”, marcha de 72 horas continuadas sin detenciones, ni siquiera para comer, algo nunca antes visto hasta entonces y que fue cubierto por la prensa y las radios, con una enorme rotación de público y de curiosos que llegaron desde todas partes a ser testigos. También residentes de este lado de Santiago, sus integrantes eran los muy jóvenes hermanos Donald y Luis Silva, y Rigo y Jorge Venegas. Habían formado el grupo en 1967 y, unos años más tarde, algunos de ellos serían la base del posterior grupo Semilla. Lo que recaudaron en el largo evento de tres días fue en beneficio de una escuela de niños discapacitados de la misma comuna de La Cisterna.
Para la diversión acústica diurna, en tanto, se había instalado junto a la piscina un wurlitzer, entretención especialmente de los más jóvenes y que llegó a ser un símbolo allí con Led Zeppelin, Santana, Grand Funk, Deep Purple, Joe Cocker, Iron Butterfly, The Animals, Marmalade, Grand Funk Railroad y The Who entre las innumerables opciones.
Varios de los encuentros con bandas en vivo o convivencias, como les llamaban, se realizaban los días domingo y habían estado a cargo de otros organizadores que llegaban a acuerdos con la administración del recinto. Sin embargo, a partir de algún momento había sido la propia señora Alicia quien comenzó a producir estas jornadas recreativas, haciéndose cargo también de este negocio.
Sin embargo, un lamentable sino trágico rondó a la apreciada dueña de la piscina y su familia, debiendo soportar la muerte de su hija Karina Bakit, siendo adolescente y afectada por una agresiva enfermedad. Doña Alicia también enviudó prematuramente, al partir su esposo Emilio Bakit, muy respetado vecino de esas villas. Vino después la muerte trágica de su hijo Alejo, trágicamente accidentado cuando volvía a Santiago desde la costa en su querido auto clásico, acompañado de su novia.
El último y mayúsculo trauma para la comunidad de Mamiña fue la noticia de la posterior muerte de su hermano Carlos, ya en 1983, producto de un desgraciado e incomprensible accidente eléctrico. Era un destacado voluntario de bomberos, con experiencia olímpica en natación iniciada en esa misma piscina (de hecho, enseñó a nadar a muchos de los que frecuentaban el lugar) e igualmente tan querido como Alejo y su madre, además de amante de los autos antiguos como aquel fallecido hermano.
Hasta de una suerte de “maldición familiar” llegó a hablarse entonces, entre los que no podían aceptar este nuevo golpe del destino traído por la muerte de Carlos... Pero lo cierto es que las vidas intensas suelen ser cortas, por extraño destino.
En tanto, la época del toque de queda y las restricciones a las reuniones intentaron ser enfrentadas en la piscina con la alternativa de los llamado malones: fiestas de amanecida en los setenta, con mucho de improvisación y encerrados hasta la hora en que se levantaba el impedimento de tránsito. Se recordaba que hubo grandes asados, reuniones de luna llena y algunas fiestas menos ruidosas que las de años anteriores, en un ambiente más íntimo, hasta cierto punto.
Pero poco tiempo más resistieron las fiestas de noche, reduciendo la actividad del club sólo a las recreaciones que ofrecía la práctica en el agua. De hecho, Carlos había convertido todo el segundo piso de la disco en su residencia, hacia fines de los setenta. Los años de la década siguiente se llevarían las últimas luces y destellos de aquel pasado con relucientes y coloridos encuentros, en donde la música, la diversión y el baile se reflejaban en esas aguas impecablemente limpias de calle Mamiña.
Sin poder sostenerse más, la piscina cerró su vida con una celebración de último día, de las que dicen que Sonia Bakit, hija de doña Alicia, conservaría algunas fotografías familiares. Tras haber sido puesta en venta la propiedad hacia el 2009, el lugar que era ocupado por el gran patio con piscina, hoy corresponde a una vivienda particular. Y después de una larga vida, doña Alicia falleció a principios de diciembre de 2017, siendo velada en la cercana Iglesia de Don Bosco. ♣
Nunca se vendió la propiedad, es una casa particular y en la parte delantera funciona manostore, cuyo dueño es Sebastián Bakit, hijo menor de Carlos y yo soy Sonia Bakit y vivo en la casa interior. La Piscina ya no existe. Pero los recuerdos son imborrables.
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