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VIDA SOCIAL EN EL ANTIGUO PORTAL FERNÁNDEZ CONCHA

 

El regio y flamante Portal Fernández Concha, en imagen publicada por Recaredo S. Tornero en 1872. Se observa la intensa actividad de la Plaza de Armas y parte del antiguo edificio del Portal Mac-Clure, en donde está ahora el Portal Bulnes.

Hacia 1850, aproximadamente, el inmueble colonial del Portal de Sierra Bella, al sur de la Plaza de Armas, había pasado a las manos de doña Carmen Vásquez de Acuña y Messía, la X Marquesa de San Miguel de Hijar y VI Condesa de Sierrabella. Era heredera de la familia originalmente dueña del edificio y esposa del acaudalado señor aristócrata Manuel de Santiago Concha. Entre ambos cónyuges administraban el portal hasta que, en 1869, un incendio destruyó casi por completo el lugar, aunque permitiendo así que un nuevo proyecto fuera realizado en el mismo sitio de la céntrica manzana capitalina.

De aquel desastre, entonces, nacerá el Portal Fernández Concha que hoy existe a este lado del kilómetro cero de Santiago, aunque no sea exactamente el mismo edificio que se construyó entonces.

Entrando en los pormenores de esta historia, la propiedad en ruinas del Portal de Sierra Bella quedó en manos de los hermanos Domingo y Pedro Fernández Concha, miembros de la misma familia de don Manuel, de la que surgiría después el poeta Vicente Huidobro. Eran dueños de la Viña Santa Rita y tenían importantes relaciones con actividades bancarias, además. Don Pedro también era casado con doña Carmen de Santiago Concha, última de las Condesas de Sierra Bella, además de heredera con sus hermanos de la propiedad destruida. Una de las varias teorías sobre el origen del nombre de la comuna de Las Condes se vincula a los rangos nobiliarios de las condesas de esta misma familia.

Ambos hermanos, entonces, se asociaron y trazaron un gran proyecto para el lugar, haciendo levantar sobre la planta del inutilizado Portal de Sierra Bella aquella que sería la primera versión del Portal Fernández Concha, retratado en muchas ilustraciones y fotografías de aquel período histórico. El nuevo centro comercial y hotelero iba a convertirse, entonces, en una de las sedes más importantes y variadas de la bohemia y la diversión en Santiago hacia el cambio de siglo.

Don Domingo encargó las obras al arquitecto inglés W. Hovender Hendry, hacia agosto de 1869. Estas tareas de construcción se concluyeron entre los años 1870 y 1871, aunque da la impresión de que algunos trabajos de terminaciones se extendieron todavía hasta el año siguiente. Varias fuentes señalan, sin embargo, que quien había iniciado las obras fue el francés Lucien A. Hénault, quizá por su relación estrecha también con la construcción del Pasaje Matte al interior del portal y de la misma cuadra en donde se encuentra.

El enorme y palaciego edificio de cuatro pisos era un verdadero homenaje a la monumental influencia neoclásica anglo-francesa en la que caía poseída la arquitectura chilena, hacia esos años y hasta poco después del Primer Centenario. Su enormidad victoriana coronada por las falsas mansardas del cuarto nivel y sus tres torres-desvanes (una central y dos laterales) fueron, por muchos años, la más europeísta forma que contorneó y caracterizó a la Plaza de Armas de Santiago por este costado. El gran frontón central lucía columnas y estatuas en las cornisas, además de mostrar balaustras por todos sus costados visibles. En los bloques laterales el segundo piso ofrecía a la admiración humana terrazas con sus propias columnas y conjuntos heráldicos en lo alto, acompañados por figuras aladas.

En síntesis, el Portal Fernández Concha era uno de los edificios chilenos más elegantes, altos y espectaculares de su época, atractivo a la sociedad especialmente por sus varios restaurantes, salones de té y cafés de tertulias, además del comercio de ventas en locales y baratillos en sus niveles bajos. Su enorme zócalo de arcadas recordaba en parte al portal colonial anterior y también fue concebido como centro comercial. Había allí restaurantes, casas de ventas, jugueterías, sombrererías y otros negocios como la Casa Británica de la H. Sutherland & Cía., que anunciaba desde allí sus liquidaciones y ofertas de gran conveniencia. Otros locales eran sedes bancarias, perfumerías, sastrerías y algunos de los primeros ancestros de boîtes que se recuerden en Santiago. En el edificio hubo también salones de billar como la Sala Puga, tiendas de juguetes como La Casa Senda y la sofisticada Peluquería Parisina.

Curiosamente, y como si la sociedad chilena resistiese a la idea de que el viejo edificio colonial anterior había desaparecido irremediablemente, el nuevo inmueble siguió siendo llamado Portal Sierra Bella durante algunos años, hasta que logró imponerse su nombre con los apellidos de sus fundadores. Esto, sumado a una posterior gran remodelación del portal que le dio su aspecto actual, ha creado grandes confusiones sobre el año al que pertenece el edificio y sobre quiénes fueron sus arquitectos, como puede verificarse revisando y comparando las fuentes disponibles, a pesar de tratarse de un sitio tan conocido y céntrico.

Tornero también reserva una parte del “Chile ilustrado” al entonces flamante portal de la Plaza de Armas de Santiago:

Los costados de la plaza de armas están ocupados del modo siguiente: el de oriente por el portal Mac-Clure, de dos pisos, formando una galería toda de arquería; el del sur, ocupado por el portal Fernández Concha, que recientemente ha venido a reemplazar al antiguo portal de Sierra Bella, destruido completamente después de dos grandes incendios. Tiene tres pisos, y al frente del primero una elegante galería de arcos. Estos dos portales están ocupados exclusivamente por el comercio, y en ellos están reunidas la mayor parte de las tiendas de sedería y géneros que hay en Santiago. Con este motivo concurre a ellos diariamente un gran número de personas, sobre todo de damas, y vienen así a convertirse en un sitio de recreo bastante ameno y agradable.

Plaza de Armas de Santiago en postal fotográfica de Courret Hermanos. Se observa la fachada con arcadas del Portal de Sierra Bella y parte del Portal Mac Clure, ex Portal de Ruiz Tagle, a la izquierda. Al centro, la plaza circular y la Fuente de la Libertad Americana que aún existe en la plaza. El Portal Fernández Concha reemplazó al viejo Portal de Sierra Bella tras un incendio.

Vista del Portal Fernández Concha y la Plaza de Armas hacia el 1910, en dirección al Sur-poniente, cuando funcionaba en él aún el Gran Hotel de Francia. A la derecha del encuadre, puede verse parte del Palacio Arzobispal.

La misma fachada del Portal Fernández Concha en el siguiente período, con el Plaza Hotel.

Publicidad impresa del Casino del Portal, del señor Pinaud, en sus años de esplendor comercial y social.

Plaza de Armas observada desde la torre del Palacio de la Real Audiencia. Se ve en su plenitud al Portal Fernández Concha, hacia el cambio de siglo.

Por el mismo año de la construcción del portal, don Domingo Matte hizo abrir la remodelada ex Galería Comercial Bulnes (no confundir con el actual Portal Bulnes, por el costado oriente de la plaza) que se hallaba a su espalda dentro de la cuadra, encargado estas obras a Hénault y rebautizándose después al complejo como Pasaje Matte. Fue el primer centro comercial moderno del país, al parecer, de un hermoso estilo victoriano que se mantuvo hasta mediados del siglo siguiente, cuando un incendio obligó a reconstruirlo. Las entradas principales a sus galerías quedarían en el zócalo interior del nuevo portal, estableciéndose así esa interconexión entre ambos recintos que se mantiene hasta hoy y que domina el tránsito peatonal. Así describía Tornero las galerías del portal interno, integradas al edificio principal:

El Portal Bulnes es una cuádruple galería que atraviesa crucialmente la manzana en que está situado el anterior. Esta galería está toda techada con cristales colocados en un aparato de madera, es de dos pisos, y tiene en el centro una rotonda en donde parten las galerías que van a las cuatro calles que rodean la manzana. La galería de la plaza desemboca en el portal Fernández Concha, formando así un hermoso crucero. El edificio está dividido por una multitud de departamentos en el primer piso, a los que corresponden otros tantos en el segundo, que sirven de habitación a los comerciantes que allí se establecen. En la actualidad este edificio pertenece al capitalista D. Domingo Matte, que lo compró a la sucesión del general Bulnes.

Avanzando en las páginas del mismo libro, Tornero también aporta una descripción del ambiente que imperaba en el elegante Portal Fernández Concha y sus atracciones para la gente más joven, en esos momentos:

Para descansar un tanto de la jarana del bautizo, os convido lectora a dar una vuelta por el Portal. Son las ocho de la noche y sábado, día de regla para el paseo. Sigamos esa elegante pareja que, si no me equivoco, la forman Carmelita y su novio. Ella muchacha de 21 abriles, gran tocadora de piano, amiga del lujo, elegante irreprochable, loca por el baile y por todo lo que tenga el buen tono ordena en su inflexible programa, y a más, un sí es no es coqueta, como lo requiere también la sociedad en que rola. Él, joven apuesto, vestido a la dernière en los talleres de Mr. Pinaud, un tanto enfatuado de su reciente fortuna; baila con primor, sabe algunas exclamaciones francesas, bebe Champagne frappé, fuma Partagas exquisitos, y sólo sabe trabajar en el campo.

Coloquemos entre esta pareja y la madre de Carmelita que viene más atrás con otra hijita de doce primaveras, la cual acaba, la muy picarilla, de dirigir una sonrisa encantadora a ese estudiante de catorce años que pasa a su lado poniéndose más colorado que una guinda.

Sigamos a Carmelita en sus vueltas, rodeos entradas y salidas por el portal Fernández Concha y el pasaje Bulnes. Estos están concurridísimos; la fuerza de la concurrencia la forman los estudiantes de la Universidad, repartidos en grupos, y ocupados de pasar revista a las buenas mozas, o de hablar de política.

De vez en cuando, pasa desalado un joven que acaba de divisar en la esquina su tiemple y trata de salirle al encuentro por la puerta del pasaje que cae a esa calle. Por supuesto, al salir del pasaje, recobra su paso grave y se encuentra con ella sólo por casualidad. Esta operación la repiten a menudo, a pesar de las terribles miradas de la vieja, que así llaman a la madre de su ídolo.

Añadamos al cuadro general que, en los pisos segundo y tercero del edificio, funcionó una secuencia de célebres centros hoteleros, también dotados de salones y espacios recreativos de gran importancia en esos años. El primero de ellos fue el Hotel Santiago, a partir de 1871 y nacido desde el proyecto de una junta de accionistas del año anterior. Fue elogiado por Tornero, congratulando su presencia en la ciudad como “el más importante de los establecimientos de su clase que existen en Chile, y aun en Sudamérica”. Hasta lo comparó con el Hotel Louvre de París.

Además de su aporte al desarrollo hotelero en Chile, el Santiago también se acompañó de la excelencia en su gastronomía, afianzando la herencia culinaria francesa que llegó a ser categórica hasta la exageración, al punto de que todas las cartas de banquetes nobles y grandes bailes de la capital iban redactadas en francés. Por estas y otras razones, el portal era parada frecuente de las clases sociales más acomodadas y de las visitas ilustres venidas a la ciudad.

En el restaurante del Hotel Santiago se pudieron conocer platillos que hasta entonces eran inexistentes en las cartas nacionales. Recuerda Eyzaguirre Lyon, por ejemplo, que el acreditadísimo sitio estaba a cargo de un célebre chef francés de esos años: monsieur Alexandre d'Huique, quien “usaba bigotes a la imperial, como en el Segundo Imperio”. Este maestro cocinero, además, “clarificaba las sopas con cáscaras de huevos y servía el consommé aut profiteroles”, siendo sus especialidades el supréme de volailles y el pudding Nesselrode.

Otros hoteles que ocuparon parte del edificio del portal fueron los llamados De Francia, Plaza y Milán. El Hotel Santiago, particularmente, llegó a su último período de existencia bajo dirección de doña Clotilde Oñatt, como se lee en algunos avisos de 1912. A la sazón, se había sumado como principal servicio hotelero del portal el Hotel Inglés, desde 1880 aproximadamente: fue un establecimiento que, según anota Plath en “El Santiago que se fue”, ocupaba también el segundo piso y tuvo la característica de ser el primero en Chile con luz eléctrica para todas sus habitaciones a partir de 1884, más o menos. Conservaba del anterior centro hotelero la misma elegancia nunca antes vista en Chile, con el ostentoso mobiliario europeo.

Los dueños del Hotel Inglés que eran de la sociedad Terrier & Cía. Algunas fuentes señalan como capitán a un inmigrante Therrier o Terrier, francés o británico, mientras que su socio y administrador fue un francés de apellido Chéyre, que después sería propietario del mismo establecimiento. Julio Vicuña Cifuentes, en un texto suyo incluido en el trabajo “Estampas del nuevo extremo: antología de Santiago. 1541-1941” (publicado en una revista “En Viaje”), propone un pequeño bosquejo psicológico sobre este fundador del Inglés:

M. Therrier, aparte de las simpatías y antipatías personales que, como a todo hijo de vecino, le inspiraban sus parroquianos, tenía ciertos prejuicios regionales. Prefería a la gente del norte a la del sur, y recordamos haberle oído decir que la mitad de Don Quijote estaba enterrada en la plaza de Talca, y la otra mitad en la de Concepción. Sin duda que estos eran prejuicios de M. Therrier, pero como la frase se nos antoja más ingeniosa que ofensiva, no creemos que se molestarán aquellos compatriotas nuestros si la recordamos en este lugar.

Otra postal de la Plaza de Armas hacia la misma época. Se observa al Portal Fernández Concha a la derecha; al centro, atrás, el Edificio Comercial Edwards (Estado con Merced) y a la izquierda la fachada del Portal Mac Clure, en donde hoy está el Portal Bulnes.

Flamante salón y escuela de billar del Casino del Portal Fernández Concha, de Henry Pinaud, en fotografía publicada por la revista “Sucesos” del Centenario. El establecimiento continuó existiendo después de la gran remodelación del edificio en los años treinta.

Publicidad para el Hotel Central del portal, en la revista "Teatro y Letras" de abril de 1912.

Publicidad de la Casa Británica del Portal Fernández Concha, año 1915.

Plaza Hotel del Portal Fernández Concha, en los últimos años antes de su remodelación casi total. Publicidad publicada en la guía turística "El Amigo del Viajero en Chile", 1924.

Importantes personalidades, nacionales e internacionales, pasaron por esos comedores y habitaciones, como los huéspedes más ilustres de la época. No se abusa de la pluma al suponer que pudo ser el más importante centro de reuniones del país en aquel período, complementado con los cafés y pastelerías que también había en el zócalo del edificio. Sin embargo, la información concreta de que Domingo F. Sarmiento también vivió por un tiempo importante en este portal específico, durante su exilio en Chile, parece ser otro error sobre la historia del lugar o, cuanto menos, una imprecisión a la luz de las fechas. Vicuña Cifuentes recuerda algo de su presencia y de cuál fue su verdadera huella allí, en esa etapa de su vida:

En el Hotel Inglés conocimos -de vista, por supuesto- al famoso don Domingo Faustino Sarmiento, en su postrer viaje a Chile, en 1884. Era el autor de Facundo, según nuestros recuerdos, de estatura más que mediana, cargado de espaldas y alto de hombros, entre los que se erguía la fuerte cabezota, que por lo rasa y maciza semejaban una enorme rodilla. Se alimentaba casi exclusivamente de vegetales, en especial de lechuga, de las que hacía gran consumo.

Sarmiento en sus Viajes, había tratado despectivamente a España. Esto lo recordaba muy bien el distinguido propietario de la Imprenta Cervantes, don Rafael Jover, que a fuer de español, quiso aprovechar la estada de Sarmiento entre nosotros, para tomar desquite de los conceptos injustos del escritor argentino en contra de su patria.

El libro de Viajes de Sarmiento, luego que se publicó, había provocado, del cáustico Martínez Villergas, una contestación tan virulenta como ingeniosa, titulada Sarmiento, o, a mal sarmiento buena podadera. Jover reimprimió este panfleto en copiosa edición, de la que distribuyó muchos ejemplares entre los pasajeros del hotel en que se hospedaba Sarmiento -el Inglés, como ya hemos dicho-, la tarde misma en que ahí se le festejaba con un banquete. Esta fue la última contrariedad que padeció don Domingo Faustino, en aquel postrer viaje; la segunda, de trágicas consecuencias, ocurrió en la cordillera, donde Sarmiento fue embestido por una vaca, accidente funesto que abrevió los días de este hombre por tantos años ilustres.

El hotel y el portal eran visitados con frecuencia por Vicuña Cifuentes y su familia. También decía haber visto en él al estadista peruano Nicolás de Piérola, “cuando andaba en los trajines con que prolongó el movimiento revolucionario que por última vez le llevó al poder”. Conversó en el mismo hotel con el general ecuatoriano Ignacio de Veintemilla, el dictador con fama de desalmado quien, sin embargo, para el escritor no parecían coincidir con el hombre cortés y afable que conoció entonces, y que caía ya en la miseria. También alojó en este lugar el Duque de Madrid, don Carlos María de Borbón, aspirante al trono y con sangre real.

Durante el tiempo en que funcionó aquel servicio hotelero, cambió dos o tres veces más su identidad. Las transformaciones vinieron cuando el Inglés dejó de ser el principal hotel de Santiago, superado por el Hotel Oddó de calle Ahumada, compitiendo también con la primera clase del Hotel Doumay en calle Estado. Se transformó así en el Gran Hotel de Francia, en 1900; tiempo después, en 1919, este fue relevado por el Hotel Plaza, atendido por su propio dueño don Salvador Encina. Más tarde, se subdividió el espacio para abrir el Hotel Milán, que ocuparía el ala que da a la esquina de calle Estado. Todos tenían sus propias atracciones bohemias y ambientes de entretención.

Ya existía entonces el pasaje comercial de restaurantes propios del portal, llamado Pasaje Balmaceda hacia el cambio de siglo, equivalente al mismo que hoy se mantiene uniendo las calles Ahumada y Estado a través del edificio. Celebérrima fue en el Fernández Concha, además, la gran confitería y pastelería Casino del Portal, de Henry Pinaud, afrancesado centro de reunión social, celebraciones y cumpleaños, al que también se le adjudica la introducción de las tortas de hojaldre y la crema chantilly en el país.

Un dato curioso en la vida de aquel sitio lo representó un alegre personaje llamado el Cojo Zamorano, popular vendedor de periódicos y revistas que llegó por esa época a un puesto al lado del pasaje del Portal Fernández Concha, por el lado de calle Estado. Gordito, simpático, con pata de palo y además manco, fue un personaje llegado en esos mismos años hasta aquel lugar el el que permaneció por cerca de medio siglo hasta su muerte, llegando a ser en su momento "el rey" de los varios suplementeros del portal y de todo Santiago.

Entre los locales del zócalo comenzaría, ya en los años veinte o treinta, la odisea de un producto estrella en cocinas y restaurantes populares: el completo, la versión chilena del hot dog presentada en sociedad por el Quick Lunch Bahamondes, después llamado El Portal. Dice la leyenda que lo había llevado a su recién abierto establecimiento el comerciante Eduardo Bahamondes Muñoz, tras haberlo conocido de viaje por los Estados Unidos, en donde ya causaba furor. Supo adaptar el hot dog al gusto chileno y con los ingredientes adecuados, y… El resto es historia.

Entre los establecimientos más recordados, sin embargo, destacó el Chez Henry, así llamado por su fundador, el chef francés Henry Boutegourd, quien lo puso en marcha en 1924. El famoso restaurante se mantuvo en el portal tras su gran remodelación, llegando a ser uno de los más concurridos de la capital, escuela de muchos garzones y de entre los más longevos, hasta su lamentable cierre en 2003.

El hotel del portal, en tanto, funcionó hasta 1928 cuando llegó otra marejada de transformaciones al mismo lugar, después de deterioros y algún incendio. El edificio fue sometido a la radical reconstrucción bajo los planos de Josué Smith Solar y su hijo José Smith Miller, dejándole el aspecto con el que enfrentó a los años treinta y que aún conserva, a pesar de todos los cambios de la ciudad y de sus habitantes.

Aunque en rigor, desde entonces, ya no fue más el mismo Portal Fernández Concha de la edad dorada que tuvo esta cuadra santiaguina y que hemos descrito en este capítulo, la nueva etapa de vida iniciada con aquella completa remodelación conservó -entre otras cosas-, aspectos relevantes de identidad partiendo por el nombre del edificio, así como su fama como activo centro de vida social y la variada atracción mantenida por innumerables cafés, restaurantes, centros sociales, radioemisoras, hoteles, hostales y otros polos de irradiación cultural dentro de tan enormes dependencias.

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